Capítulo 3

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Disclaimer: los personajes no me pertenecen, son de CLAMP, yo sólo juego con ellos.

Este fic es parte del "PROYECTO A.S.M.A." (acción, sabor, magia y amor) realizado con WonderGrinch y GabyJaeger para celebrar justo hoy, el cumpleaños de nuestro querido Eriol Hiragisawa! *-* Cosita hermosa.

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El juego del amor

| The Game of Love |

#3

~Tomoyo

Eriol dejó escapar un suspiro y me miró nervioso e inmóvil desde la puerta del baño.

—Han encontrado el cuerpo de una mujer a orillas del río Arakawa —pronunció finalmente.

—¡¿Qué?! —exclamé aterrorizada. Nunca en mi vida había escuchado una noticia como esa. Había visto programas de televisión que tocaban esos temas, sí, claro, pero jamás lo había vivido—. ¿Se-será ella?

—Tal vez, Li acaba de recibir una llamada de la policía de Itabashi, todos se están movilizando hasta la zona. Hay testigos.

—Quiero ir.

—Por supuesto que no, Tomoyo —zanjó, molesto—. No iremos.

—¿Cómo que no? Si es la loca que está detrás de mí, tengo derecho a verla —apunté decidida, a pesar que los nervios me mataban.

—No te lo permitirán.

Alcé una ceja, ¿cómo es eso? ¿Quién no me lo permitiría? ¿Iwasaki?

Como si leyera mi mente, inmediatamente, agregó:

—No sólo nosotros estamos al tanto. La fiscalía también, fueron los primeros en enterarse. —Lo vi apretar y soltar los puños, conteniendo la ira. Me quedé callada—. ¡Diablos! Sabía que si él metía sus narices en esto, querría llegar hasta el final. Está buscando un ascenso para ser fiscal provincial.

Ahora entendía el por qué estaba tan irritado desde que colgó el teléfono. La rivalidad que tenía con aquel fiscal era palpable y podría jurar que venía de años. Debo reconocer que verlo así, molesto y con el ceño fruncido me gustó, sus arruguitas se pronunciaron más e hizo que todo mi cuerpo reaccionara con un deseo voraz, sintiendo el fuego crecer nuevamente en mi interior. ¡Por Dios, Tomoyo! ¡Alguien estaba muerto, no era momento para esas cosas!

Negué con la cabeza. Él estaba sentado al borde la cama, muy pensativo, algo tenía que hacer.

—Entonces con más razón tenemos que ir. —Me acerqué con precaución, sonando lo más persuasiva posible—. No puedes dejar que él se lleve todo el crédito. Tú fuiste designado a este caso y eres quién debe llevarlo hasta el final.

Hizo una mueca de desagrado y después de un sonoro y largo suspiro por fin habló:

—Bien. Iremos, pero tendrás que prometerme dos cosas. Primero, te mantendrás a mi lado siempre y segundo, confiarás en mí pase lo que pase —asentí mirándolo fijamente. Sus ojos estaban encendidos y brillaban de una manera vívida—. Eres muy terca, Tomoyo. El lugar donde vamos es peligroso.

Con una dócil sonrisa, accedí a su petición.

Minutos después, salimos en su Toyota Crown hacia el noroeste de Tokio. Sin mover su vista del frente, Eriol manejó por toda la autopista por unos treinta minutos y poco a poco los bonitos rascacielos de la capital fueron transformándose en viviendas opulentas con grandes patios y terrazas. Pasamos el Hikarigaoma y unos cuantos dōjōs y pensé que nos quedaríamos aquí en Nerima, pero él siguió hasta llegar a un lugar poco habitado, con grandes y extensas zonas descampadas y alguno que otro edificio, en su mayoría galpones industriales.

Luego de aparcar, me ayudó a bajar del auto; se fajó la pistola y caminó conmigo hasta donde estaban estacionados el resto de coches patrullas y la ambulancia. La densa oscuridad de la noche sólo era rota por las luces intermitentes del auto del sheriff de seguridad, y la luz de las sirenas de emergencia. Algunas estrellas se dejaron ver entre los espesos árboles; al menos eso, permitió que la escena no se viera tan nefasta y el ahogado silencio sea más llevadero.

Un oficial salió entre la multitud.

—¿Detective? Qué bueno que logró venir. —Ambos hombres se saludaron con una venia—. Señorita Daidouji, buenas noches.

Le sonreí.

—¿Tiene un minuto? —Eriol asintió y se adelantaron unos cuantos pasos. Traté de interpretar lo que Yamazaki le decía y sólo pude leer entre dientes algo sobre la diligencia de esta tarde a cargo del fiscal. De seguro Eriol tenía conocimiento de ello; sin embargo, veía en su rostro un dejo de precaución y ¿fastidio? Lo peor era que no dejaba de mirarme, cada cinco segundos levantaba su vista y me observaba como si me fuera a escapar o peor aún como si alguien fuera atacarme ¿Quién podría ser tan idiota para hacerlo frente a decenas de policías? ¡Eso me exasperaba! Tuve una ligera impresión que me cuidaba en extremo, pero ¿por qué?

—Mañana discutiremos los hallazgos —logré escuchar. Se despidieron y con expresión inescrutable, Eriol volvió a mí para encaminarnos al río. En su trayecto, más policías nos saludaron, reconocí al joven que me pidió un autógrafo el viernes y distinguí a los funcionarios de la fiscalía.

Cuando por fin nos detuvimos, el aire viscoso llenó mis pulmones y noté que el cielo se estaba nublando.

—¿Dónde está la víctima, Kyo? —le preguntó a un hombre bajito de guardapolvo blanco. El aludido le entregó un papel y dirigió su mirada hacia el río.

Hice lo mismo y lo que vi, me impactó.

Había una bolsa negra tirada en la orilla, muy parecida a una de golf en tamaño. Las horribles cintas amarillas cercaban la zona y ya otros dos oficiales vestidos de blanco se acercaban al bulto, debían ser los peritos de criminalística.

—Quédate acá, Tomoyo —me dijo seriamente y avanzó hasta aquella escena del crimen.

Mi cuerpo se escarapeló de pies a cabeza, ¿qué había pasado? ¿Por qué la tal Akiho terminaría muerta dentro de un costal? ¿Se había enterado que la estaban persiguiendo? Y a todas estas... ¿Sería realmente ella? Sospechaba muchísimo de su identidad, pues para nadie es novedad que las mujeres usamos tinte para colorear nuestro cabello, pero ella me daba mala espina, hasta llegué a pensar que podía tener una gemela que tapaba sus fechorías.

Estaba tan enfrascada en mis pensamientos que no me percaté de la bulla que irrumpía el ambiente, sólo una voz profunda y ronca, muy cerca a mi oído, me sacó del aturdimiento. La luz cambió.

—¿Señorita Daidouji?

Era un hombre de rasgos fuertes y complexión gruesa. Tuve que pestañear dos veces para poder enfocar mi vista en él. Por el contrario, sus ojos carmesíes iban de mi mano a mi rostro; una atrevida mirada de comprensión pasó por su tez morena.

—Oh, señorita Daidouji, lamento conocerla de esta manera. Soy un gran admirador suyo y gran asiduo al teatro Shibuya.

—No... no se preocupe... —dije sorprendida de la caballerosidad que mostró, había hecho una venia muy respetuosa como si estuviera frente a una princesa. Y eso sólo lo sabían Sakura y mis padres. Ah, cierto, Eriol también.

—Soy el fiscal Satoshi Kurogane de la octava fiscalía contra el delito y crimen organizado y desde ayer, el fiscal encargado de llevar su caso.

—Oh claro, doctor —le tendí la mano—, Disculpe, todavía sigo consternada.

Tenía una pinta inusual para ser fiscal o al menos para la idea que yo tenía de lo que era un fiscal. Los creía más delgados y encorvados; si fuera posible, desaliñados también; no por nada, se la pasaban sentados frente a montañas de papel. También los creía malhumorados, y muy diferentes al hombre que tenía al frente, de sonrisa amable a pesar de que sus facciones se veían pronunciadas e intimidantes por el traje negro que decidió portar este día.

—Por supuesto, es comprensible —dijo con precaución—. Debió sentirse terrible al saber que su imitadora podría estar muerta. Al conocer los detalles y las características de la víctima, pensé que podría haberse tratado de usted. Quizá como producto de un secuestro; por eso desplegué de inmediato a todas mis unidades de investigación.

—¿Pe-Perdón? —Era mucha información en tan poco tiempo. ¿Cómo que mi imitadora? ¿Mi secuestro? ¡¿Qué?!

—La tesis que manejamos es que la sospechosa podría sufrir de un efecto camaleónico o en su defecto, ecopraxia. Sabríamos aún más, pero hasta no dar con su paradero, no podemos cerciorarnos y corroborar si, consciente o inconsciente, imita sus gestos, actitudes y patrones del habla.

¡¿Qué?! ¿Es en serio?

¿La tipa me imitaba? Si esto era verdad, podría ser que el asesino se confundió y le hizo daño pensando que era yo, entonces... ¡La que debía estar en ese saco era yo! ¡Me iban a matar!

Todo calzaba en su lugar, menos mi corazón que latía acelerado.

Respira, Tomoyo.

—Teniente Hiragisawa, oficial Li, buenas noches. —Lo escuché decir de repente—. Deben conocer a la señorita Daidouji.

El chico de lentes carraspeó irritado y se sumó al saludo que hizo Li. El castaño se excusó rápidamente con nosotros y se marchó con dos forenses que lo esperaban metros más allá. En cambio, Eriol, más presuntuoso y arrogante, se posicionó a mi costado. Intercambiaron palabras y una expresión velada, de algo parecido a la furia, le cruzó el rostro mas su gesto permanecía inescrutable. En ese momento no me importaba si eran rivales o no, o si era su enemigo acérrimo, ¡quería matar a Eriol Hiragisawa por idiota! Pues... más que segura, ¡Él debía de saber todo esto y no me había dicho nada! ¡Lo odio!

Idiota.

—Por favor, señor fiscal, ¿podría esclarecer aún más mi situación? Tengo algunas dudas.

—Claro, con mucho gusto, pero no creo que pueda aportar más de lo que el teniente le haya dicho ya.

Blanqueé los ojos.

—Descuida, Kurogane, yo me encargo. —Se atrevió a decir el susodicho. Doblemente Idiota.

—Sé muy bien que lo harás —le respondí sin quitarle los ojos de encima—, pero el fiscal ha sido muy atento en explicarme cómo son las cosas en realidad y quisiera escuchar que más tiene por decirme —le lancé otra mirada asesina, Kurogane sólo atinó a sonreír incrédulo.

—Pensaba que usted tenía conocimiento de lo que hemos hallado hasta el momento, señorita Daidouji. —agregó mirando desafiante a Eriol—. Es usted la víctima, y debería estar al tanto de cada detalle —respiró, su mirada rebosaba de satisfacción.

Cerré los labios de disgusto.

Sí, era obvio, se aborrecían con el alma, y quizás yo estaba alimentando ese sentimiento; pero solo quería la verdad... una verdad cruda que comenzaba hacer mella en mí y que por más que quise olvidar, sabía que tendría que enfrentarme a ella tarde o temprano. ¿Sospechaba que querían matarme? Si, ¿creía que la tal Akiho era una loca? Si, ¿sabía del grado de conexión que podíamos tener? No, y eso podía jugarme en contra. En cualquier instante alguien podría matarme.

Era un blanco fácil.

Oh, mierda.

El teléfono del fiscal sonó.

—Yo me encargo, doctor Kurogane. —Eriol volvió a insistir, suspicaz.

—Cualquier cosa, no dude en visitar mi despacho, por favor —me dio su tarjeta y luego sonrió lentamente, revelando su perfecta dentadura—. Por ahora, la dejo en buenas manos. Hasta pronto, señorita Daidouji. Un gusto conocerla, lamento nuevamente las circunstancias.

—Lo mismo digo.

Gentilmente hizo una venia, luego, volteó hacia Eriol.

—Nos vemos, Hiragisawa.

El fiscal se alejó y Eriol, todo fresco, continuó como si nada:

—Debemos tener cuidado. Kurogane es...

—¡No me importa lo que Kurogane es! Quiero saberlo todo.

—Vamos a casa —instó.

—¡No! ¡Ahora! Ustedes, los detectives, creen que tienen el derecho de hablar a espaldas de las personas, ¿no?

—Tomoyo... —musitó.

—Tengo derecho a saber de qué trataba esa pequeña cháchara con Yamazaki —lo corté, seria—. La que debe estar en ese costal soy yo, ¿cierto?

Mi corazón golpeó con fuerza mi pecho haciendo que el aire se me atorase en la garganta. Él no dijo nada.

Mierda.

¡Me iban a matar!

—¿Desde cuándo lo sabes?

—Hace unas horas. Te lo iba a decir en la cama —abrí los ojos y me fijé si alguien nos escuchaba—, pero sonó el beeper. No... no tuve tiempo.

Lo miré desdeñosa. Sí, podría darle el beneficio de la duda.

—Entonces... —le animé a continuar, él adoptó otra vez la cara seria de poli.

—No quería que esto te asustara... Sé que hice mal —bajó la cabeza, largó otro suspiro—. Se logró ingresar a la vivienda; todo parecía correcto hasta que llegamos a su habitación; el extremo más largo de la pared, estaba forrado con fotos tuyas. Algunas tomadas de frente, otras de perfil; pero siempre en lugares distintos. Es como si te hubiera hecho un seguimiento diario.

Abrí la boca, pero no salió nada.

—Wow eso es...

Escalofriante.

—Sí, lo sé. Eso no es nada, han hallado en un estante, una docena de tinturas para el cabello. Todo indica que trataba de imitarte, quería parecerse a ti, en todo sentido.

—Entonces quien desea hacerme daño, pudo atacarla creyendo que era yo...

—Y viceversa ―subrayó con un tono de voz que implicaba algo que no supe discernir por el escalofrío que me recorrió la espina dorsal.

Me era tan difícil de creer.

Entonces si era una loca,¿querer pretender ser alguien que no es? ¿Pero qué intentaba con ello? ¿Robarme mi vida? ¿A mis amigos?

¿De dónde provenía su fanatismo por mí? Y... ¿por qué?

—Pero ya acabó, ¿verdad?

—En realidad no. Sigue libre.

—¡¿Qué?! No... no entiendo.

—Lo que hallamos en la bolsa no es su cuerpo, no es nadie en realidad. Ha sido una falsa alarma.

Lo miré y por más que quise hablar, no lo conseguía. En realidad, no podía hacer más nada, ya no sentía mi cuerpo, ni siquiera ponía atención a las cosas... Estaba en shock desviando mi atención al vacío sin dejar de murmurar y repetir lo que aquello significaba.

.

.

✨✨✨✨✨

Eran las dos de la mañana cuando Eriol y Yamazaki se acercaron al auto. La llovizna y el frío de la madrugada me habían obligado a buscar refugio en su Toyota Crown y en las trufas de chocolate que guardaba muy bien en él.

La pesquisa policial había terminado y por sus rostros, no había nada alentador. Muy similar a lo que sucedía en mi cabeza que estaba convertida en un remolino de ideas y sentimientos... ¡¿Quién podría dejar una bolsa de piedras en un río?!

Los chicos habían revisado los alrededores, algunos galpones y almacenes donde podría esconderse la sospechosa. El único testigo, un hombre de sesenta años, sólo afirmó que por las diez de la noche, mientras hacía una última ronda antes de su cambio de turno, vio a una señorita de unos veinte años, merodeando la zona. Tenía el cabello negro revoloteado y se mostraba muy nerviosa, como si alguien la estuviera siguiendo; por ello dio parte a la policía de Itabachi quiénes al saber que la Sede Metropolitana estaba en búsqueda de una mujer con esas características, no dudó en informar a la estación. Al cabo de unos minutos, otra llamada sospechosa, advirtió la presencia de un cadáver en la orilla del río.

No era necesario ser un genio para sumar dos más dos.

—Jefe, limpiamos el área, hasta los humedales de Ukima y no hay rastro de la mujer —acotó Li, quien apareció muy cansado minutos después—. Nadie más la ha visto.

—Entonces, ¿qué carajos fue todo esto? ¿Una trampa más? —replicó Eriol, arrugando la nariz, azorado por el ambiente asfixiante.

—No lo descarto, Hiragisawa. Aunque, es factible que la joven haya huido en cuanto el anciano dijo que llamaría a la policía.

—Es lógico, sabe que es una delincuente —afirmé y los chicos me secundaron.

—Pero aún sospecho de aquella llamada, ¿por qué decir que había un cadáver? A no ser que... —Li hizo una pausa, mil imágenes seguro pasaban por su cabeza en aquel momento—, nos han querido tender una trampa.

Consternado, Eriol se pasó una y otra vez la mano por su melena negra, hasta desordenarla. Lo noté ojeroso, pálido y hastiado pues según lo que me contó minutos atrás, Iwasaki los había amenazado, estaba hecho furia.

—Parece que estuviéramos en un juego —finalizó Li—. Del gato y el ratón.

—Bien —suspiró mi teniente enfundando su pistola—, entonces, entremos al juego hasta encontrarla.

.

.

Los dos días siguientes fueron un calvario. Yo no quería ir a la Comisaría, me resultaba aburrida y prefería mil veces recostarme en su sofá y ver Discovery o History acompañada de unos rollitos de canela, pero él insistía y no dio su brazo a torcer hasta que no estuve sentada frente a él en su oficina de la Dependencia de la Cuarta División.

Algo rarísimo fue mi recibimiento en la comandancia. Muy diferente a la primera vez que estuve allí, hubo un absoluto silencio y todos me saludaron con mucha cortesía; incluso vi pasar a Iwasaki dos veces por la oficina, y así como ocurrió en la recepción -dónde me lo encontré conversando con Kaho-, trató de hablarme. ¡Ja! Ni aunque los chanchos volasen, yo dirigiría la palabra. Ahora sí estaba más que convencida de interponer una denuncia por delito de omisión de actos funcionales y amenazarlo con mi calibre 9mm por su estúpida ineptitud. ¡Tenía que haber informado sobre el Honda!

Caso contrario fue cuando escuché a Eriol dirigirse a su gente con aquella voz de mando, gruesa y sólida, que comenzaba a gustarme cada vez más. Me puso feliz que, después de toda una madrugada conversando sobre el auto, él le tomara la importancia debida. Además, a estas alturas, ambos pensábamos que Akiho no estaba trabajando sola a pesar que lo suyo había sido convertirse en una psicótica imitadora.

«—Quiero un reporte de autos robados en los últimos tres meses, sin excepción de modelo y geolocalización. —Los jóvenes asintieron y luego se dirigió a su brazo derecho—: Li, averigua en los talleres de mecánica, autorizados o no, si han pintado un Honda de color blanco en los últimos treinta días.»

Sí. Era pura energía sexual cuando hablaba así, tanto que mis terminaciones nerviosas volvían a cobrar vida y se extendían por mi cuerpo como latigazos de éxtasis; sin embargo, no podía dar mi brazo a torcer... Le estaba poniendo las cosas un tanto difíciles esta semana, pues se lo merecía por haberme tratado de esa manera. Así que tenía que ser fuerte. Nada de sexo.

El miércoles fue la misma rutina. Ninguna novedad salvo la repentina aparición de Kaho Mitsuki. Resulta que era la teniente titular de la Primera División, encargada de homicidios y armas de fuego. Así que tendría que aguantarla cada tanto a pesar que la muy idiota había insinuado que mi presencia la jodía:

«—Hiragisawa, a las diez es la reunión con el jefe y el fiscal Reed. Tenemos que hacer un reporte verbal del caso CFV4 —le había dicho.

Lo recuerdo, gracias.

Ah —dijo, apoyándose en la puerta y sin quitarme la mirada—, una cosa más: Sabes que no podemos traer visitas, ¿no? Iwasaki se...

Kaho —le cortó—, la señorita Daidouji no es una visita, es más, no es una persona cualquiera; ella es la víctima y mi deber, nuestro deber es protegerla.»

¿No les había dicho que cuando Eriol hablaba así yo me derretía? ¡Toma esa, Mitsuki!

«—¿Ves que me odia? —le dije, saboreando el triunfo. La mujer se había marchado con el rostro desencajado, sus labios se pronunciaron en una delgada línea.

No te odia, ella es así, veras que si la tratas más, podrían llevarse bien.

¿Qué? ¿Con ella? ¡Jamás!

Y grité tan alto que los demás polis voltearon a verme, a uno de ellos, al tal Yamazaki, lo vi reír animadamente hasta que mi teniente presuntuoso cerró la puerta. Debía quedar bien en claro que entre ella y yo existía un abismo.»

Después del almuerzo, Eriol me llevó al teatro para ensayar y alistarme para la función de las seis de la tarde. Al igual que el día lunes, se llevó a cabo el operativo policial para capturar a Akiho y cuando acabó todo, nos fuimos a su departamento.

Y obviamente seguí en mi fiel misión de que no me tocara ni un pelo. Cosa difícil, claro está, pues él andaba por la sala, la cocina, la terraza, por todo lado con solo un pantalón de buzo deportivo y su pecho desnudo. Incluso, mientras yo veía Travel and Living, él decidió hacer planchas y casi morí de un infarto al ver cómo sus músculos se movían de una manera deliciosa, cada fibra de su atlética figura me pedía que lo tocara, que lo rasguñara... ¡Dios!

Respira, Tomoyo.

Tuve que usar todo el control que me quedaba para no saltar nuevamente a sus brazos.

«—¿Algo que desee la princesa? —Su sonrisa juguetona elevó la comisura de sus labios.»

Rodé los ojos y cambié de canal. Ya lo había perdonado por no decirme las cosas a tiempo; pero la vergüenza que pasé al ser la única que no tenía idea de lo que sucedía, aun me fastidiaba.

El jueves ya no aguanté.

Pasaba la mayor parte de la mañana sola, con mi iPad o alguna revista; si llegaba Eriol era sólo para chequear si estaba bien y luego salía otra vez hacia la sala de reuniones, donde trabajaba con su equipo de investigación. Confieso que aquel lugar generaba en mí un interés inusual, algo me persuadía a conocerlo, pues lo imaginaba como un lugar sagrado, lleno de fotografías de sospechosos y pantallas LED con tecnología sofisticada para seguirle el rastro a los delincuentes.

En fin, decidí hacer unos arreglos en su oficina, un poco de orden y limpieza no estaría nada mal. Los documentos los puse en la mesa que tenía al frente y traté de arreglarlos por fecha. También decidí que podía ordenar sus libros por tamaños y los distribuí por el estante de madera. Analicé su pizarra, llena de fotografías e imágenes y descubrí que entre ellas, había una foto con su hermana Emma cuando tenía unos seis o siete años. Era un niño muy lindo, con lentes redondos y bonita sonrisa. Su hermana tendría dos añitos y también era una pequeña encantadora. ¡Y se veían tan tiernos abrazados! A él siempre le habían gustado los bebés.

En una de esas, vi su calendario occidental: "The London bridge" y "The England Parliament" estaban de portada y... ¡Dios! ¡En dos días sería su cumpleaños! Debí haberme dado cuenta antes. Creo que cuando él se fue, mi subconsciente borró toda información y cualquier recuerdo que pudiera revivir la herida que me dejó su partida. ¿Por qué se había ido? Aún me debía explicaciones.

—¡¿Qué es todo esto?! —bramó él.

Había adoptado una pose inescrutable y su mandíbula estaba tensa.

Sacudió la cabeza.

—Estaba aburrida —respondí con obviedad.

Él se frotó los ojos, a todas luces intentando dominar su genio.

—Mira Sherlock, si piensas tenerme todo el día aquí, al menos debo estar en un lugar que me agrade y no algo tan desordenado como esto.

—¡Pero si todo tenía un orden!

—¿Perdón? —alcé una ceja—. Por favor.... Deberías darme las gracias.

—¿Qué voy a hacer contigo, Tomoyo? —se apretó el puente de la nariz.

Lo estaba exasperando. Y quieran o no, me gustaba. Me encendía hasta el alma. Lo llamaría karma: él me ocultaba cosas, yo lo llevaba al límite.

—Disculpa Li, ¿podrías tomar mi declaración? —El castaño me quedó mirando—, quiero presentar cargos contra el teniente Hiragisawa por secuestro y abuso de autoridad.

—Tomoyo...

—Y hostigamiento.

—Ya fue suficiente —dijo con una enérgica voz de mando que hizo que me sentara derecha en el asiento. Eso era lo malo de su condición de poli. A veces no sabía si debía refutarle y alzar la voz o quedarme callada por ser una autoridad oficial—. Déjanos solos, Li.

El joven, aún confundido por nuestra breve gresca, hizo lo que se le pidió y cerró la puerta. El teniente se acercó hacia mi asiento y se recostó en su escritorio con los brazos cruzados, exactamente como la primera vez que nos vimos. Esta vez no llevaba tirantes, sino una camisa de manga corta con el cuello abierto.

Me miró serio.

—¿Qué? ¿Algo más que ocultar?

—A veces me desesperas... —masculló, acercándose más—, tanto que me dan ganas de callar esa boquita... con un beso.

—¿Ah sí? —Resté importancia tratando de evitar su aspecto endemoniadamente sexy.

—Sabes que es así, Bonita.

En vez de apartarlo, no hice otra cosa que disfrutar el cálido estremecimiento que me ocasionaba su cercanía. Apartó mi cabello a un lado e inhaló el aroma a fresias que expedía de él. ¡Qué hombre! Él me tenía borracha, absorta de deseo.

—Me sacas de quicio, Tomoyo —murmuró a un costado de mis labios, su aliento mentolado se coló por mi nariz y activó mi lado más íntimo—. Pero no puedo evitarlo... me gustas. —Al segundo, sin darme tregua ya me tenía sentada sobre su escritorio, besándome el cuello. ¡Ay Dios! Él sabía que no podía resistirme a su piel y sus labios. Este hombre conocía tan bien cada una de mis zonas erógenas y cada una de mis fantasías que hacía que fuera capaz de tirar todo por la borda y sólo dejarme llevar por su pasión, pero... debía de ser fuerte.

¡Al diablo con ser fuerte!

Las yemas de sus dedos rozaron mi espalda con la suavidad de una pluma, provocando en mi cuerpo un erótico hormigueo mientras que sus labios seguían su festín. Trazó un camino de besos por mi cuello, por el inicio de mis senos y por cualquier lugar en donde tenía la piel expuesta. Acarició mis orejas. pasando su mano por mi collar, mis mejillas y finalmente mi cabello para atraerme a él y besarme con una pasión descontrolada.

Sentía toda su masculinidad tras la tela y una presión deliciosa de sus manos en mi cadera, inquietándome, seduciéndome en un vaivén indecoroso; me sentí vibrar, sumergiéndome en un mar donde las sensaciones más extrañas y placenteras se estaban adueñando de mi cuerpo. Si seguía deleitándome de esa manera, olvidaría que la puerta era traslúcida, que afuera había unas decenas de polis, y daría rienda suelta a una pasión que ya fluía por mi cuerpo como lava ardiente.

Todas merecemos una dosis de adrenalina en la vida, ¿no?

—Detente, Eriol... —Otro beso.

—No quiero.

—Pueden oírnos.

Lo escuché maldecir y yo sonreí internamente, lo tenía loco y eso me gustaba sin embargo tenía que guardar la compostura.

Él se separó de mí unos milímetros y sentí como su piel ya no quemaba en la mía, lo extrañaba, yo quería rendirme ante él, pero las circunstancias no lo permitían, al menos no esta vez.

—No seas caprichosa, ¿sí? —alcé la vista a su llamado al tanto que Eriol apartaba unos mechones ondulados de mi rostro para acariciarme con sus ojos llenos de preocupación—. Prometo regresar con noticias esta vez.

Nuevamente los nervios me atacaron.

Arrugué la nariz e hice una mueca de disgusto.

—¿Qué harán hoy?

—Un operativo —me confió impávidamente y temblé. Eriol no jugaba en estos momentos y cualquier cosa que fuese lo que querían hacer, me hizo sentir escalofríos—. Hemos averiguado que el supuesto testigo del río, está fingiendo ser alguien que no es. Tampoco coinciden las horas, él llamó a las diez y cuarenta y su guardia acababa a las diez. Visitaremos Itabashi de nuevo y verificaremos su versión.

—Oh. —¡Eso había sido a la misma hora en que salí del teatro! Además, como no iba a recordarlo si casi chocamos con esos autos, todo me parecía muy sospechoso y turbio. ¿Por qué tenían que suceder tantas cosas a la vez?

—Posiblemente sea parte de una red criminal. Al dar aviso a la policía, lo hizo a través de un número telefónico descartable, lo que prueba mi hipótesis.

—Lo hizo a propósito entonces. ¿Se inventó lo de la mujer?

—Eso parece. Qué casualidad que justamente llamó para informar de alguien con las mismas características de la señorita Shinomoto.

—¿Y la otra llamada? ¿La que informó del cadáver? —quise saber.

—No tiene valor. Era de noche y el informante se confundió. Estas cosas pasan.

—Entonces... si siguen los pasos del tipo, ¿podrían dar con ella y atraparla?

—Sí.

Suspiré con fuerza desde el fondo de mi alma. Ya no quería estar encerrada en una estación policial, ya no quería lidiar con el miedo, me sentía hostigada, atrapada, silenciada... no podía vivir mi vida con normalidad y eso fastidiaría a cualquier persona.

—Si la atrapan, ¿me avisas de inmediato?

—Sí.

—¿Y podré observarla a través de esas ventanas raras, que parecen espejos? —pedí con cara de cachorrito.

Me miró como si tuviera dos cabezas. Oh bien. No sabía el nombre de ese lugar. No era fanática de CSI como Sakura. De todas maneras, tenía que jugar mis cartas:

—Prometo no ser caprichosa.

Entonces, él rió y me tomó de la barbilla, una dulzura inusitada.

—No me importa si lo eres —dijo con firmeza—, te quiero así, Tomoyo.

Ese día, salí de la oficina con una emoción nueva, indescriptible o indescifrable, que cuando vi por última vez a Kaho, antes que las puertas del ascensor se cerrasen, sonreí con ironía. La susodicha tuvo que fingir una sonrisa.

.

.

—Hablaré con Naoko. Podría hacerle algún ajuste al que tengo.

—Déjate llevar, Sakura ¡seguro te quedará hermoso! —exclamé contenta. Estábamos en mi camerino, después del ensayo y justo Acababa de decidir cómo celebraríamos el cumpleaños de mi prima. Yo le regalaría un hermoso vestido de ANKA, la famosa diseñadora de las artistas—. ¡Quedarás soñada!

Ella sonrió y se dejó llevar, sin embargo, un tirón en el pecho me advirtió que en dos días sería el cumple de Eriol y ni siquiera tenía un regalo... ¿Merecía algo o no?

La respuesta llegó a los minutos, cuando escuché venir del pasillo aquella voz que cada día me gustaba más. Mi traicionero corazón dio un salto.

—Buenas noches, señoritas —saludó con todo el garbo de un buen caballero inglés—, ¿estás lista, Tomoyo?

—Un segundo.

Volteé para terminar de arreglar mi neceser cuando irrumpió otra voz, ésta más tranquila y muy pero muy insistente.

—¡Aquí estás, Hiragisawa! Ya hablé con Terada y Li.

—Te dije que no, Takashi —le respondió, cruzándose de brazos, me miró por un segundo y adoptó de nuevo, su porte serio—. Imposible.

—¡Pero vamos Eriol! La tradición celta dice que en el equinoccio de..

—Mi respuesta es no —lo cortó.

Yamazaki rodó los ojos pero en vez de enojarse, sonrió, como si esperara el próximo momento para volver a insistir.

—¿Todo bien señorita Daidouji?

—Sí, gracias Takeshi. Dime Tomoyo, por favor. —Agradeció y nos enrumbamos hacia la salida del teatro, conversando. Sakura y Yamazaki congeniaron muy bien y, descubrieron que su afición por los clásicos literarios del Japón medieval. Por otra parte, me sentía más relajada y tranquila y aproveché para contarle a Eriol lo que había sucedido en el ensayo. Él se mostró satisfecho y yo feliz, pues el pie ya no dolía y permitió que el director hiciera un ligero cambio en el Tercer Acto; realmente estábamos volviendo a lo que habíamos ensayado antes: una secuencia de danza y coro grupales muy dinámicas con efectos escénicos que daba mayor realce a mi solo de "Me and my girls".

—¡Tienen que verlo mañana! Tendrá un gran despliegue de luces.

Todos sonrieron y justo, en el momento que subíamos al auto, Yamazaki habló:

—Que disfrute su cena, señorita Daidouji, aunque debe ser muy tedioso tener que ir a encerrarse a un departamento y no poder disfrutar de una noche como esta —agregó, observando el cielo estrellado; la ligera brisa primaveral fue refrescante y llamaba a perderse en sus paseos marítimos y alamedas de cerezos y melocotones.

—Sí, definitivamente —dije, triste.

—¿No le parece que le vendría bien salir un rato? —alcé la vista—. ¿Qué opinas Hiragisawa?

Él lo miró con ojos asesinos.

—Déjalo ahí, Yamazaki —le reprendió; al otro ni le importó. Se lo estaba pasando en grande.

¡Y fue mi momento de brillar!

—Pero si el oficial tiene toda la razón, Eriol —dije muy ufana—. Ya no soporto un día más. ¿O quieres que arregle tu dormitorio también? He visto que tienes una pseudo colección de calcetines y bo...

—¡Tomoyo! —gritó—, y tú, Takeshi Yamazaki, ¡estás loco! —ladró con un tono de voz duro—. No podemos confiarnos solo porque el tipo habló y tenemos cercada a Shinomoto.

—Entiendo que en tu naturaleza está que seas sobreprotector y quieras cuidar a la señorita Daidouji, pero también tiene derecho a salir y que mejor en esta fecha. Mañana se terminan las diligencias y no te molestaré más —insistió el azabache.

La mirada de Eriol vagó por la ancha calle abarrotada de turistas y espectadores.

—Iwasaki está inquieto, quiere resolver este caso antes que la fiscalía busque la manera de culparnos —advirtió, para luego seguir explicándome. Viejo idiota—. Está en la facultad del fiscal presentar cargos a discreción; de modo que no estamos a salvo, y conociendo a los abogados, ninguno se abstendrá de formularlos. Tenemos que ser rápidos.

—Por favor... —imploré. Me contempló sin siquiera pestañear y seguro vio mis ojitos de cachorro porque su semblante se relajó.

—Cuando me miras así no puedo negarte nada.

—¿Puedo ir con Sakura? —le pregunté; la susodicha se quedó estática.

—Con quien tú quieras.

Tanto ella como yo quisimos dar un triple salto mortal.

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✨✨✨✨✨

A las nueve de la noche estuvimos en "Mantra". Un restaurante-bar ubicado en el piso trece del edificio Granbell, en el centro del Tokio bohemio, Shinjuku. Impresionante por fuera, una caja de cristal; y por dentro, una secuencia de bóvedas azulinas encasetonadas que simulaban el cielo tántrico hindú. Hermoso.

—¿Sabían que estos azulejos han sido traídos desde Marruecos? Son del siglo once —señaló Yamazaki.

—¡No te lo puedo creer!

—Sí, señorita Kinomoto. Aunque otros dicen que proviene de la mismísima puerta de Ashtar por donde se ingresaba a Babilonia.

Sakura abrió la boca con ojos inquietos.

Observé a Eriol disimular una sonrisita y lo mismo al oficial Terada y su novia Rika. Me la habían presentado en la recepción del restaurante, en la planta baja. Todos parecían divertidos por lo que decía el moreno, sin embargo, yo lo encontraba algo surreal.

Llegamos al Rooftop y la atmósfera cambió gracias a la iluminación y las plantas de aspecto exótico. Siempre era un acierto venir a este lugar, era de concepto abierto, americano y muy moderno.

—¿Ya te dije que te queda hermoso ese color? —lo miré coqueta, orgullosa de mi outfit. A decir verdad, el violeta de la blusa contrastaba con mi piel y hacía sobresalir mi collar favorito, el de la joya amarilla.

Pedimos una primera ronda de cervezas, aunque Eriol me dijo muy seriamente que no tomara por los antiinflamatorios, pero, ¡por Dios, pídanme Martinis! Necesitaba un poco de alcohol en la sangre. Además, no era tonta, ya en mis planes estaba el no tomar ibuprofeno, más bien, tenía la firme convicción que una o dos copitas me harían sentir mejor. Total, el alcohol también inhibe el sistema nervioso, ¿no?

Para la segunda ronda, todos se relajaron más. Eriol fue dejando su fachada típica de poli y poco a poco sacaba a relucir aquellas facciones de niño juguetón que me gustaban; entre tanto y tanto, pude notar un brillo especial en sus ojos azules, que antes no estaba ahí y que se intensificaban cada vez que yo hablaba.

Nos enfrascamos en una conversación interesante. Terada, que hasta ese momento se mostraba suspicaz, abandonó su porte para relatarnos una cantidad asombrosa de anécdotas, todas de polis. Era genial saber que ninguno le guardaba rencor a Eriol por haber escalado tanto en dos años.

—¿Sabían que los nacidos en marzo, según los Mayas están representados por el jaguar? —dijo Yamazaki—. Son los más apasionados y aman la emoción de enfrentarse a retos difíciles.

Eriol sonrió de oreja a oreja y muy cerca de mi oído, susurró: «y mientras más difíciles, mejor.»

—Es cierto —pronunció luego, uniéndose a la conversación—, también leí que el Oráculo egipcio marca tu destino según el día en que naces. Yo lo hice un jueves, soy afortunado —y me guiñó un ojo.

—Exacto —lo secundó el moreno—. Muy al contrario de los nacidos el martes, que tienen un destino fatal —bajó la voz, usó un tono lúgubre.

—Oh vaya... eso no lo sabía —dijo Sakura con los ojos acuosos y siguió haciendo preguntas, un tanto inocentes para ser publicista.

Aclarándome la garganta, le di un trago a mi segundo Martini. Lo que necesitaba.

—¿Y qué pasó con Li? —pregunté casual.

—Eso digo, ¿dónde demonios está? Se está perdiendo de esto —agregó Eriol divertido.

—Tuvo un percance con su moto —respondió Terada antes de dejar su asiento. A rastras terminó por llevarse a Yamazaki—: Suficiente, chico. Vamos por unas Asahi.

Los chicos se dirigieron a la barra y aproveché para entablar conversación con Rika. Era enfermera y me causaba mucha curiosidad cómo podía sobrellevar el tener un novio policía y forense; saber que en cualquier momento podría morir o sufrir un accidente debía ser terrible.

Al cabo de un rato, cuando íbamos por la tercera ronda, llegó Li con el cabello más desordenado que siempre; parecía que había cruzado los Alpes a pie. Los chicos lo tomaron del brazo y lo llevaron derechito a la barra.

—Espera —le dije a Eriol—. ¿Podríamos repetir la salida mañana, pasado mañana y todos los días que faltan del año? Hace mucho que no me divertía tanto.

—Podría ser, pero mañana debemos seguir con las diligencias. Falta poco para que veas a Shinomoto tras los espejos que parecen ventanas. —Su sonrisa era hermosa, tanto que llegó a mi corazón.

—¿Y luego? Ya podría ir a casa, ¿cierto?

—Ah... eso.

—Sí. Eso —hice énfasis.

—No me gusta tenerte lejos de mí.

—Sabías que esto no sería duradero, tarde o temprano tenía que regresar a casa.

—Hay una solución.

―¿Y cuál es esa? —repiqueteé con las uñas en la mesa de madera.

—Que seguirás conmigo en mi departamento.

Me besó dulcemente para callar mi no formulada pero inminente queja y se fue a donde estaban sus amigos.

—Verás que todo saldrá bien, Tomoyo. El teniente sabe lo que hace y... —Sakura bajó la voz—, te quiere.

Rika sonrió cómplice y yo confié en que la penumbra ocultase mi sonrojo.

―Creo que podría funcionar ―admití, echándole una mirada a Eriol. Él me guiñó un ojo, se subió al taburete y empezó a conversar con el recién llegado. Incluso con una camiseta lisa, mezclillas y unas Adidas, conseguía ser uno de los hombres más sexys en los que había puesto los ojos.

Esa noche se convirtió en una especial, habrá sido la influencia de la luna o las estrellas; inicios de primavera o un equilibrio cósmico, pero acabé sumergida en un sueño maravilloso que al día siguiente no logré recordar pero que cristalizaba lo que iba sintiendo por él.

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Teatro Shibuya, 23 de marzo.

—Bonita —pronunció con total delicadeza—. ¡Estuviste increíble!

Sonreí al verlo en el umbral, todo elegante y encantador.

"Me and my girl" fue un éxito y las diligencias en contra de Akiho y su secuaz, también. Lo habían detenido y el fiscal presentó los cargos en su contra. Además, habían identificado una transacción de cincuenta mil dólares a su cuenta bancaria por parte de un tal Fujimoto, justo el mismo día del incidente. Con eso, se comprobaba la hipótesis de que el viejo se había prestado al juego de engañar a la policía con la falsa llamada.

Eso tenía de muy buen humor a Takarazuka, director de la obra y a los polis. Sin embargo, aún vigilaban los lugares por donde transitaba mas la presión era menor.

—Creo que ahora sí podremos celebrar como Dios manda. ¿Ya sabes qué día es hoy?

Desvié los ojos a la izquierda y puse mi mejor cara, llena de extrañeza, como si me costara muchísimo recordar que era veintitrés de marzo. Los Martinis aún hacían efecto en mí.

—No —negué—, no tengo idea —solté, dando unos pasos hacia el interior, pero él no me dio tiempo y con aquella fuerza varonil, me atrajo hacia su cuerpo, con la mano derecha me acarició el mentón y con la otra, usando su experticia me tomó de la cintura, obligándome a ver el resplandor de sus gemas azules.

—Yo creo que sí lo sabe, señorita Daidouji. Hace dos años, dejamos que todo se vaya por la borda, justo hoy, y no permitiré que vuelva a suceder. Te quiero para mí, sólo para mí, desde hoy hasta que seamos viejitos.

Sus ojos estaban diferentes aquel día. Pude ver mi reflejo en ellos, y no solo hallé pasión sino amor, un cariño indescifrable que sentía por este hombre.

—¿Y qué propones? —Sus labios se curvaron en una sonrisa mientras le miraba.

—Ir a cenar, tomar vino y...

Y esta vez yo lo besé.

Todo lo que no se podía decir con palabras, yo se lo demostraba de una manera silenciosa que él entendía muy bien...

El ambiente era acogedor y mi camerino se había convertido en un lugar tan importante y determinante en mi relación con él... estaba acostumbrada a verlo parado en la puerta para llevarme a casa que no me imaginaba ya estar separada de él.

—¿Qué sucede, Terada? —le escuché decir cuando ya salíamos hacia el parking exterior—. No, imposible... —hizo una pausa, poniendo mucha atención a su interlocutor—. ¡¿De quién?! —gritó y me asusté un poco—. Mándame la información al WhatsApp. Ahora.

—¿Todo bien? —le pregunté cuando colgó.

—Más o menos, nada peligroso desde luego —lo miré asustada—. Creíamos que se habían procesado todas las huellas, pero hay dos más por identificar. Shinomoto no fue la única extraña que entró a tu casa.

—Oh... —me mordí los labios. ¿Serán del secuaz? ¿El viejo del río también había irrumpido en mi casa?

—Necesito que Li investigue y me confirme a quienes pertenecen. Pero, nada de qué preocuparse.

Asentí, pero intranquila... claramente

—Bien, Bonita, es hora de irnos.

Fue como si estuviera en cámara lenta. Todos los movimientos parecían ralentizados: Él me ofrecía su mano para caminar hacia su coche y yo había dudado un segundo, sólo un instante en el que quise jugar con él...

Pero no logré atraparlo, más bien, con su brazo izquierdo, me tiró al suelo antes que el golpe me llegara. Sus buenos reflejos y su preparación de policía lograron ocultarme de las balas.

El sonido abrupto de un centenar de balas me aturdió. Estábamos a fuego abierto, sonidos de metales por aquí y por allá y nosotros tirados en el suelo. Si ya tenían a Akiho y al secuaz atrapados, ¿quién mierda disparaba?

—Eriol, ¿qué es todo esto?

Pero no me respondió.

Cuando fui capaz de observar a mi alrededor, tenía un charco de sangre debajo mío y un hombre con tez pálida y cansada que no me respondía.

Le tomé el pulso y...¡No!

No pude más, me desplomé a su costado, llorando internamente y rogando que yo estuviera equivocada.

.

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Notas:

¡Muchas gracias por seguir conmigo en esta aventura! Agradezco muchísimos sus comentarios, me encantan *-*

El capítulo 4 será el día sábado y, dos días después publicaré el mini-epílogo. Espero verlas hasta el final.

Besos, Lu.

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