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La gente teme a lo desconocido.

Esa era la mayor razón por la que no era raro ver antorchas quemando en los alrededores de la barrera que delimitaba la ciudad creciente del bosque, apenas se veían cercanos lo colores del atardecer la leña seca recolectada esa tarde se podría a arder al alrededor y en cada torreta, en realidad no era para espantar criaturas, la verdad es que no era una vista impresionante ver por lo alrededores a los demonios de fuego jugando entre lo arboles, se podría decir más que nada que era para poder ver quien se acercaba.

- Buenas noches-¡!

Aun cuando fuera un pobre ser del bosque que simplemente pasase por ahí y que, muy amablemente, le dijo buenas noches al verla recolectando setas cerca de la torreta antes de salir corriendo por una flecha que se clavó a unos centímetros de él.

- ¡Le he dado a uno y salvé a una chica!

- ¡Esto es algo para celebrar!

Sus estúpidos reclamos casi le hacen gritar en su contra la cantidad de barbaridades infantiles que cometían a diario que querían disfrazar como hazañas, aun cuando ni le dio al blanco realmente y ella no estuvo en ningún peligro del cual ser salvada, pero antes de poder decir palabra el resto de las personas les estaban alabando como si fueran salvadores.

- Debes agradecerles, te han salvado la vida.

- Tienes que ser agradecida.

- ¡Cómo puedes no dar las gracias!

Las palabras de la gente a su alrededor ya la habían hecho hacer lo que le decían en el pasado, siguiendo sus palabras sin chistar, sin importarle lo que realmente estuviera pensando, no importaba si miraba a sus familiares o amigos por ayuda para salir de esa situación, simplemente escapaban de su mirada o junto al resto trataban de empujarla al hombre que le había "salvado", en algún punto las palabras de "debes agradecerle" se convirtieron en "se ven bien juntos".

Ese fue el inicio de su tortura al igual que su locura.

Fue tonto pensar que una vez el día acabó ya no tendría que escuchar esas palabras, para nada se le pasó por la cabeza encontrarse buscando setas en el monte porque ese mimo hombre le había dicho que fuera a cocinarle, ni siquiera le preguntó, en su casa, diciendo que sería como una práctica para cuando ambos se casasen, estuvo tan sacudida por sus palabras que apenas pudo pensar en algo para decirle, terminando en no decir una sola palabra y solo escuchando como le decía hasta luego y esperando por saber si sabía cocinar bien.

Puede que salir corriendo de ahí fue su mejor decisión.

Aún más porque en ese momento tenía todas sus herramientas para recolectar setas y otras hierbas, era bueno ser diferente y siempre estar lista para buscar setas con un morral al hombro y la confiable hornilla de su abuela, por un momento se detuvo, pensando que esta era la primera vez que se alejaba tanto de la comodidad y seguridad de su comunidad, pero luego volvía a pensar en el tipo de personas que eran y poco le faltaba para meterles una boletus satanas por la garganta y luego coser sus bocas lo más fuerte que pudiera para evitar que las vomiten.

Los primeros días fuera se le hicieron largos, caminando sin rumbo fijo, su pequeña, y antigua, comunidad se había alejado del resto del mundo desde que los humanos y seres sobrenaturales se habían unido hace unos cuantos siglos atrás, sus ancestros se habían reusado totalmente a compartir sus tierras con lo seres extraños y terminaron por venirse a este recóndito lugar, sin importar que no tuvieran más contacto con el exterior u otras persona fuera de su comunidad, irónicamente era mucho más común ver seres del bosque rondar por donde vivían, bastante amables, pero el miedo sacaba lo peor de las personas, al menos parecía que con ella eran aun amables, diciendo por donde no caminar i no quería caer a un pozo viejo cubierto por maleza o de no tomar una seta que quería probar para ver si era venenosa o no, no era el movimiento más sabio ero tenía hambre y no conocía esa variedad, agradeciendo luego que un kamaitachi, que reconoció como tal gracias a los viejos libros guardados y que nadie le ponía atención, la detuviese de su tontería y le diera un poco de carne seca que llevaba con él antes de seguir su camino, dándole esperanzas de que había gente cerca.

Las palabras del pequeño ser la impulsaron a seguir moviéndose, buscando un camino que la guie a las personas que había visto, aunque si no se hubiera alegrado tan rápido hubiera visto el gesto contrariado el kamaitachi mientras murmuraba que no estaba tan seguro de que eran humanos porque ya había salido en la dirección que le dijo.

No había visto a nadie fuera de la aldea, así que se preguntaba cómo serían estas personas.

Pero estaba totalmente segura que otro ser humano no se vería así.

Sólo tenía que verse a sí misma en un charco cercano, ella no tenía garras y su cabello no era blanco.

Era probable que fuera cierto el hecho que algunas personas tuvieron hijos mestizos con las criaturas desconocidas, la idea purista aun resonaba en su cabeza y debía recordarse que no todos lo seres maravillosos la tratarían bien teniendo en cuenta de donde venía y cómo los trataban allí, por ende vio totalmente adecuado esconderse tras un tronco caído el tiempo que creyó que esa "persona" ya se había ido, respirando en calma al no oír nada, la curiosidad le llevó a volver a ver el entorno, sólo para encontrarse de frente con un par de ojos grises de pupila negra dilatada que le devolvían su reflejo como el mismo charco de agua a su lado, claro, si a ese charco le sumasen polvo de carbón o tinta, el salto que dio en su lugar al verse encontrada no hizo más que llevarla unos centímetros atrás, él no se movió, sólo la seguía mirando desde su lugar, sus grandes manos estaban sobre el tronco y se pregunto cómo no hizo ni un solo sonido al acercarse tanto, al menos podría haber oído el sonido de sus garras al rozar en la corteza de la madera, pero nada, ni siquiera sabía si debía moverse o hacerse la muerta para que simplemente siguiera de largo, ¿pero cómo se hacía la muerta i y la miraba tan atento? ¿qué, se llevaba una mano al pecho y fingía que le dio un paro cardiaco? ¿él si quiera sabría qué es un paro? Tantas cosas corriendo desordenadas en su mente, buscando mil soluciones pero ninguna bastaba a su parecer.

Tan metida estaba en su guía de supervivencia inútil que no escuchó los murmullos del hombre antes de que este terminase por colapsar encima del tronco cubierto de maleza con la misma gracia que una piedra porque se llevó el tronco debajo de peso tras unos segundos al igual que su predicamento, ahora, ¿Qué hacía con el cuerpo de este tipo?

No tuvo corazón para dejarlo, aun cuando su cerebro le gritaba mil veces que simplemente corriera por su vida, hizo uso de una fuerza que no pensó que tenía para arrastrarlo lo suficiente como para dejarlo bajo la protección de las hojas de un árbol frondoso en lo que ella sacaba comida de su morral, tenía unas cuantas setas además de unos brotes de bambú, decidiendo por asar todo con un poco de fuego de su hornilla y unas ramitas.

Como de costumbre desde que abandonó su comunidad, apenas puso lo que tenía atravesado en un palito para asarlo mucho seres del boque se le acercaron, pidiendo de su comida al igual que otros pedían por el fuego que ella tenía para comer las hojas quemadas, entonces, cual muerto saliendo de su tumba, el hombre se levantó y no tuvo más que darle algo de comer antes de que en serio fuera un muerto.

No le habló en esa ocasión, hasta mantenía su distancia de ella, vio a más de un ser del bosque estar algo alerta a su alrededor, dándole curiosidad y miedo en partes iguales al no saber a quién o qué tenía en frente mientras seguía cocinando en las pequeñas brasas lo que algunos seres le traían y que querían comer, de paso, convidar entre todos, siendo sincera, no habría durado más de un día si no fuera por la continua asistencia de estos pequeños gestos de ayuda mutua.

Para cuando el sol se puso fue que pudo ver con mayor facilidad las formas verdaderas de los seres del bosque, si bien en la luz del sol directa poseían formas pequeñas y hasta tiernas, en la oscuridad de la noche y siendo reflejado la luz del sol por la luna, tomaban formas diferentes, los pequeños tomaban casi su propio tamaño, los que ya eran grandes se volvían gigantes que vigilaban el bosque, todos adquirían una coloración que los hacía brillar en la noche, siendo un espectáculo en las penumbras que aunque era horroroso para su antigua comunidad, la ayudaban a dormir como si de una vela se tratase, protegiéndola de la oscuridad total y recordándole que no estaba totalmente sola.

Y luego estaba este tipo, que seguía a un lado suyo, que mostraba aún más características "no humanas", tomando su distancia de ella, con una mano sobre la tierra y la otra sosteniendo la comía para seguir alimentándose.

Su primer encuentro fue así de simple, y supo que por mucho tiempo la siguió, no conocía sus intenciones exactas, excepto que tenía que encontrar más comida que antes porque cada noche, sin falta, se lo volvería a encontrar, no le decía nada, como de costumbre, apenas le miraba como si la quisiera matar o quizá solo tenía una mirada muy dura y no tenía ninguna mala intención para con ella, pero luego se lo replanteaba porque los seres del boque también se habían acostumbrado a formar un muro con sus cuerpos para mantenerlos alejados uno del otro cada noche en la que todos compartían sus alimentos.

Era extraño, sentado a un lado de ella sus ropas eran comunes, quizás podría decir que hasta eran algo caras, la parte superior de color rojo, dejaba ver su pecho, su pantalón blanco estaba ligeramente percudido por el color verde oscuro que se encontraba cerca del fin del mismo, un pendiente de jade blanco con una forma curiosa colgando de su cuello.

Nuevamente pensaba que él era raro.

No sería hasta que finalmente se encontró con un pueblo humano que pudo decir con certeza que dejó de seguirla, al meno por lo 3 días que pudo quedarse ahí, el mundo de los humano, irónicamente, era mucho más peligroso que el mismo bosque, en especial para una joven que no sabe qué es una moneda o qué son esas casas con luces rojas o por qué intentaron quitarle su morral cuando tuvieran oportunidad; regresar al bosque fue lo mejor por hacer cuando ya no pudo pagar su estancia a base de setas, a los pocos días los seres que antes la rodeaban habían regresado, al igual que la extraña presencia del hombre.

Quizás ese fue el primer paso, la verdad, no estaba segura, aparentemente regresar al bosque fue algo bueno, le brindó sus primeras palabras, la primera ocasión en que, aparentemente, no quería esgarrarle la garganta, para finalmente llegar a compartir entre ellos o la vez que finalmente le dijo cómo se llamaba.

Algo que nunca quiso preguntar era qué era, pero eventualmente tuvo que hacerlo.

- No lo sé -había sido su repuesta, se había comido todos lo brotes de bambú que había encontrado y rostizado- al menos sé que nací como humano.

- ¿Los humanos pueden cambiar así? 

No le contestó de vuelta, pero pensó que estaba bien, no quería presionarlo, pero conforme más se acercaban se daba cuenta de cosas que no podía entender de él.

Por ejemplo, si no fuera por ella, él no comería, no probaría bocado alguno si es que no se lo daba ella aunque más de una ocasión parecía que quería arrancarle la mano, mirándola con odio al notar la comida que le daba, sin entender sus razones porque hasta parecía odiarse a sí mismo por recibir con hambre el alimento, no olvidando e agradecer y también maldecir por lo bajo una vez llegase a alimentarse, para luego permitirle tocar las escamas transparentes que seguían saliendo de debajo de su piel, eran suaves, y él se encogía en su lugar ante el tacto.

Era raro.

- ¿Por qué siempre me sigues?

- Porque no soporto tu presencia en este bosque, tampoco que consumas de este.

- ¿Pero no haces tú lo mismo?

Era tan raro.

Quizás lo que marcó el hito de su rareza fue escucharlo cantar, en realidad susurrando una canción, en mitad de la noche, quizás pensó que ya se había dormido o algo por el estilo, quizás hasta tenía las esperanzas de que muriese entre sueños tal y como estaba cantando, su mano estaba cerca de su cabeza, haciéndola muy consiente de que, si él lo quisiera, podría matarla fácilmente con sus mano, ya sea aplastando su cabeza o abrir su piel con sus dedos que terminaban en garras, en lugar de ello, pasaba el borde de su garras sobre su cabello, a veces sobre su piel, explicando lo pequeños arañazo que olían cubrir su piel al despertar aunque juraba que estaba normal el día anterior antes de dormir.

Él era raro, decía que había sido un humano, o que al menos nació como uno, podía verlo de esta manera porque sus ojos una vez grises y de pupila negra y dilatada cambiaban a ojos con un iris cada vez más rojizo, las pupilas se hacían cada vez más verticales y, por si no fuera suficiente, los seres del bosque volvían a tratar de marcar distancia entre ambos aún cuando ya se habían acostumbrado uno al otro y ya era normal que ella pasase sus dedos por sobre las escamas emergentes, un ligero masaje para ayudarlo a sobreponerse a la incomodidad que se generaba.

- ¡Aléjate! -(...) estaba dormida, subida a un árbol para evitar a animales salvajes que pudieran toparse con ella, teniendo que aguantar la extraña posición en la que terminó, casi doblada para dormir en esa rama, Yashiro quiso acomodarla, cuando sus manos casi la toman los espíritus del bosque saltan exaltados en plena noche, sus palabras son como susurros del viento para quien permanece dormido, pero son totalmente entendibles para él, quien se convertía cada vez más en una aberración, ni siquiera podía llamarse mestizo, a pesar de  haber nacido de padres humanos.

No tenían la más remota idea de lo que era, tampoco en lo que se convertiría, pero veía el rechazo recibido a ambos bandos, los humanos no lo querían cerca por la apariencia que empezaba a mostrar, los espíritus y seres del bosque siempre estaban en alerta con él porque era una vida extraña que olía, se veía y hasta se comportaba como ellos, pero también como los humanos, pero no era un mestizo, lo sabían, había algo en él, algo que los quería hacer retroceder.

Si lo miraban fijamente, podían ver los ojos de una serpiente, pero ni siquiera era exactamente como las deidades serpientes, era algo más.

Todo pensamiento se fue al diablo cuando la muchacha cayó del árbol, temblando por el dolor del impacto, fue rápida en ser auxiliada por los espíritus mientras Yashiro simplemente se iba por otro lado, sin alejarse demasiado.

No podía dejarla ahí, sería demasiado peligroso, no para ella, para el bosque, cada uno de sus cabellos se erizaban en ira cuando la veía encender su hornilla en la noche para alimentarse, no la había matado aún porque sólo usaba ramas secas y luego devolvía las cenizas a la tierra, tomaba cosas para alimentarse pero siempre dejaba atrás brotes de bambú y también dejaba parte del tronco de la seta aún en la tierra, no cortó árboles para hacer un refugio, simplemente usaba troncos caídos para arrimarlos a un árbol y una manta para cubrir su espacio, teniendo incluso el detalle de darle un espacio a él en su extraña morada, no había cometido ningún error, y de paso le daba de comer a él, quién no podía tomar nada del bosque porque, a pesar del hambre que llegaste a sufrir, no podía tomar nada.

Ya han tomado demasiado.

Era quizás lo más piadoso no hacerle nada, por el momento sosegaba su hambre y también su agobiante necesidad de compañía humana, ya sea que los aborrezca o no.

Los humanos son seres sociables, y aunque lo odie, aún era humano en parte, sienten hambre, sienten soledad, sienten piedad si es que no están ya podridos por dentro.

No sabía qué esperar, ¿algún día llegaría a dejar de serlo? Las escamas cerca a sus ojos crecían con el tiempo, sus ojos eran cada vez más rojos, la sensación de que debía cruzar los mares y buscar a otros como él era exorbitante.

Puede que en algún momento pueda dejar de estar siguiéndole.

- El día de hoy encontré fruta.

Estaba sentado sobre una piedra, sus características ya habían cambiado totalmente, las escamas blancas ahora eran imposibles de ignorar, se podían ver en sus manos, alrededor de sus mejillas cerca a sus ojos, sus colmillos eran mucho más visibles y una vez pudo notar que producía veneno cuál cayó a la tierra, está se secó, (...) intentó verter agua para tratar de quitarle su dolida expresión al ver lo que había hecho a algo que ponía incluso más alto que su propia vida, pero todo intento fue inútil, esa tierra estaba totalmente seca y hasta gris, aparentemente desprovista de vida.

Quizás ese fue el catalizador.

Para cuándo pudo volver a pensar con calma el cuerpo de (...) ya había caído sobre esa misma tierra seca, la sangre que salía del corte en su cuello llenaba la tierra y de a pocos volvía a llenarla de color.

Por un momento su sentido, aún humano, se apresuró a poner presión sobre la herida que él mismo había infringido en menos de unos segundos, podía oír la respiración que aún emanaba de ella, forzosamente se las manejaba para seguir respirando, poniendo sus propias manos sobre las de él, tratando de detener el sangrado, aferrándose con lo que podía a lo que le quedaba de vida.

Quizás fue la sangre, quizás fue la adrenalina del momento.

Sintió un escozor en su garganta, casi como si fuera él el que tuviera el tajo en la garganta, sintió calor en cada una de sus extremidades, en su cabeza, sus pensamientos nublados por un instinto que no conocía del todo, aunque lo más acertado era decir que no lo entendía.

Pero ahora sí.

- ...Yashiro...

Fueron sus palabras mientras trataba de detenerlo ante la presión desmedida sobre su cuello, supo que ella no volvería a hablar ni a volver a caminar por el bosque cuando escuchó el sonido de su cuello al romperse.

Quizás se quedó así un minuto, puede que dos.

Puede que se quedó así por un día entero pero ni siquiera se dió cuenta del todo.

Sus manos abrieron la tierra bajo ella, enterrando el cuerpo y escondiendo su ofrenda a la tierra para que ningún humano pueda llevársela.

Quería creer eso por sobre el sentimiento de culpa que aún sentía su lado más humano, lo que quedaba de este, al menos, uno que en lo profundo de su subconsciente lloraba por la atrocidad que había cometido, un contraste gigante con la mueca parecida a una sonrisa que mostraba en el exterior.

Sí, quizás ya era hora, de buscar a los que eran como él.

Ya se sentía preparado.

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