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Habían momentos en los que (...) temía por muchas cosas.

Que si sus pruebas, que si su familia, que si su mascota o ese animalito de la calle por la que estaba preocupada.

Y luego estaba su preocupación por su pareja.

Solía tener más por su integridad que por la gente alrededor de él, cosa irónica debido a quien era su pareja.

Su preocupación, no sabría decir si era infundada o de verdad tenía razones de casi tener úlceras del estrés por la condición de su pareja; siempre se preocupaba de lo que estaba haciendo, que si estaba comiendo bien o no, que si dormía las horas netamente necesarias, que si no se había hecho daño.

El que fuera el aprendiz de un cazador de monstruos reconocido y que quiera ser similar a futuro no le ayudaba mucho, pero quería seguir animando sus sueños.

A expensas de sus nervios y su estrés contínuo.

Pero cuando lo veía nada de eso era mostrado.

- Creo que voy a pescar un resfriado -dijo una vez, pensativo en sus propias cosas, sorbiendo su nariz ante la molestia, sería un problema si se respiraba en la ceremonia de purificación en las afueras del bosque que se acercaba con pasos agigantados.

Le vendría tremendo regalo si se aparecía estornudando y tosiendo, sin olvidar el horrible sabor de la medicina que le hacía picar la garganta conforme lo tomaba.

A veces sentía que ese mejunje iba a matarlo en vez de curarlo, aunque sería mentira decir que no era efectivo.

- Te he dicho mil veces que te pongas ropa más abrigada -mentira a medias, sí se le decía seguido pero al mismo tiempo amaba poder ver sus trabajados músculos, eran un plus sumado ya a la magnífica personalidad que tenía, dejando de lado el hecho que al desgraciado solía escapársele algún piropo o mirada coqueta a alguna mujer bonita que se solía encontrar por el Bosque del Sur, hasta que ella llegaba y si lo agarraba infraganti ya se podía preparar para no verla por una semana, aunque volvían a arreglarse, siendo ese un problema continuo de sus primeros días de pareja que fueron menguando conforme pasaba el tiempo- andar con el pecho abierto hace que te pase esto, te pasará frío también en el estómago y tendrás dolor.

Su relación ahora era mucho más estable, al punto en que lo veía entrar con total confianza a su hogar con las llaves que le había dado, sabía que tenía cierta aversión a su familiar, su pequeño roedor hermoso, pero aun así dedicaba su tiempo a estar junto al pequeño animal, al menos para tratar de evitarlo.

- Pero así me gusta llevarlo, es mucho más cómodo -se acercó por su espalda para poder abrazarla, por un momento (...) pensó en golpearlo, debido a su obvia insinuación, pero se prefirió por un mejor solución.

- ¡Hijito! -ante el llamado, su pequeño roedor saltó a la cara de su atacante.

- ¡NOOOO!

Quizás eso era lo que quería, poder tenerlo cerca, saber que estaba comiendo bien, saber que no estaba herido y si es que lo estaba que podía ayudarlo a curarse, dormir acompañados por el otro y poder saber que se despertaba a buena hora para no llegar a tener dolores de cabeza por dormir demasiado.

- Aw, me gustaría quedarme aquí contigo por más tiempo -el frío empezaba a sentirse, el invierno se acercaba rápidamente conforme pasaban los días, por ende se hacía cada vez más difícil abandonar la cama, dejando atrás su cálido escudo y la compañía, sin mencionar que había dejado encerrado al roedor del diablo en la sala y no quería ir a encontrarlo- no quiero ir hoy al gremio.

- Tienes que hacerlo -contraria a sus palabras desinteresadas, como siempre, empezó a pasar sus dedos en la mata de cabello de su pareja escuchando de buenas a primeras un murmullo que identificó con el hace alguien que está a gusto, sintiendo sus fuertes brazos aferrarse más a su cuerpo, su cara justo a la altura de su cuello, sintiendo su respiración calmada en su piel, dándole ligeros escalofríos que nada tenían que ver con el frío del otro lado de la puerta principal.

Le decía que tenía que irse pero tenía sus piernas entre las de él mientras le daba suaves caricias en su cabello.

Le decía que era lo que tenía que hacer cuando quería decirle que sí, que se quedase un ratito más, sintiendo parte de su peso sobre ella en un intento de no dejarla salir para que se quedase con él.

Claro que no calculó el hecho que era más grande y corpulento que ella, a quien le estaba aplastando, o lo sabía y lo hacía con intenciones de molestarla, dándose cuenta al último que la molestaba ya que sus brazos estaban ligeramente flexionados para no dejar caer todo su peso.

En otras palabras, la estaba molestando.

- Vamos, levántate, Soiree Meira, me estás aplastando -se escabulló como pudo, cosa difícil porque olvidó que había juntado sus piernas y ahora lo estaba usando en su contra.

Porque Soiree sabía que ell se preocupaba por él, no lo dejaba ver siempre, pero lo sabía.

- Tienes que, vamos, rápido -lo escuchó quejarse por lo bajo de lo mala que era antes de rendirse y cambiar sus pijamas por sus ropas.

El uniforme de cazador le caía bien, nunca se lo decía pero Soiree sabía lo que pasaba por su cabeza cuando le miraba así.

Si las miradas matasen era una cosa, en caso de ella era si las miradas hablasen por uno.

Aún recordaba la mirada de alivio cuando regresó a su casa después de estar de patrulla en el exterior del bosque, no la vio una semana y al regresar ya la había visto lista para ir a la guerra con tal de encontrarlo, le hizo preocuparse porque ella se preocupaba demasiado por él, lo hizo feliz pero eso no se comparaba a la culpa de tenerla alerta.

- Bien -aun con su voz calmada supo que ella no estaba bien, que se preocupaba por el simple hecho de que fuese un cazador.

Lo mínimo que podía hacer por ella era regresar sano y salvo, en la medida de lo posible, claro.

Fue así hasta quien regresó a su casa no fue Soiree, fue Alba, que no sabía que decirle, haciéndole pensar en lo peor por al menos unos segundos aunque para ella parecieron mucho más.

- No sé cómo decirlo, ni siquiera estoy seguro de lo que pasó -no parecía ni estar seguro de sus propias palabras, apenas parecia tener la fuerza para seguir en pie, antes de poder ir y ayudarlo, fue aventajada por la mujer de cabello arcoíris y por Louis.

- ¿Dónde está Soiree?

Nadie pudo contestarle, menos Louise, ella suspiró y dijo "aquí voy de nuevo".

La situación no podía ser más surrealista mientras escuchaba sus palabras, de un tal guerrero sobrenatural lejano de esta tierra, pudo entender hasta cierto punto, al fin dando más sentido a ese tatuaje que ambos hermanos compartían.

Pero todo se fue al diablo cuando el mismísimo mencionado parecía querer molestarle la vida.

O mejor dicho, dos diablos.

O mejor dicho, entes elementales que volaban con alas de agua y querían arrancarse la cabeza entre ambos a base de sus colmillos hechos de piedra.

Debía admitir que no se lo esperaba, sabía que la muchacha que seguía a ambos hermanos, especial a Alba, era rara, rara en el sentido más literal de la palabra y se lo repetía mil veces al verla ser ahora un ente completo de tierra y lava que quería arrancarle un brazo a su contrario que ahora parecía ser de agua, nunca se esperó ver a dos iguales mientras Alba y Louise avanzaban para buscar a Soiree.

No le importaba nada más, ella solo quería volver a tener a Soiree a su lado.

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