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Desde hace mucho tiempo que sabía que demonios podían ser encerrados en tesoros antiguos, cual espadas o, en el más común de los casos, en una vasija que contuviera sus almas inmortales o malditas.

Era por eso que, mientras estaba en uno de los pueblos en donde lo contrataban para tratar o como mediador o como exterminador, deseando siempre que fuera la primera opción, no se sorprendió de ver que el lugar en donde sus servicios eran requeridos era una tienda de antigüedades.

Una tienda de antigüedades japonesas.

Aunque lo que si lo sorprendió fue ver a la muchacha que estaba leyendo un libro de trigonometría a la vez que un libro muy aventajado por los años, con ropas comunes pero con un par de cuernos de color negro que salían arriba de su oídos, la raíz siendo oculta por su cabello, en cuanto lo vio, desapareció en una nube de ceniza, apareciendo ahora con los pies en el techo y mirándolo de tal manera que ya ni había espacio personal entre ellos.

- Un cliente -exclamó ella en un mal inglés, con un acento extranjero, aún así, su entusiasmo fue evidente, siendo que casi jura que vio brillar sus ojos con gracia, además del ligero aire psicótico- muy buen día, señor cliente, ¿qué lo trae por aquí el día de hoy? -se veía tan inmersa en lo que hacía que apenas le dejaba tiempo para decir sus palabras.

Por la forma de sus cuernos más la ropa con cierto aire asiático se dio una idea de que la chica podría ser una Oni japonesa del norte, aunque sus posibles ideas se fueron al caño en cuanto vio enredaderas de dos metros levantar sin problema una vasija vieja y una escultura de mármol.

- Esto de aquí es una vasija de colección, y esta de aquí la escultura de una geisha, ambos de la misma época y regalos de un amante, tiene una historia muy rica y romántica, por si son regalos para ese alguien especial.

Ahora sí que estaba confundido.

Estaba seguro que lo que tenía en frente era una Oni, pero los Onis no pueden controlar plantas o darles fuerzas y se veía que ella no tenía ningún problema con ello mientras seguía mostrándole diversas pinturas, hablando casi sin detenerse a respirar.

¿Qué era ella exactamente?

- ¡(...)! -una señora de edad se apareció por la puerta de atrás, parecía preocupada a muerte mientras se ponía en frente de la muchacha- usted debe ser el señor Bogard - a Terry no le pasó por alto el notar como la mujer cubría casi de manera protectora a la chica, quien solo se dedicó a dejar las cosas en su lugar- lo sentimos, pero ya no necesitamos de sus servicios, (...) es una buena chica.

- ¡Buena chica! -la joven repitió sus palabras, aún con un mal acento, a la vez que las escribía en un cuadernito que tenía a la mano- buena chica.

A la vez que se calmaban y ya se encontraba sentado en la mesa pidiendo explicaciones, se encontró a la pareja de ancianos y a su nieto más joven, quien recibió una colleja por dejar sin avisar el puesto, además de la joven Oni en frente de él, que al no ver a nadie se puso a cargo de la tienda hasta que él llegó.

- La verdad, a diferencia de lo que dice mi esposa, sí necesitamos de sus servicios -el anciano miró a una cesta en la esquina, algo dudoso de sus palabras su fama le precede por lo que ocurrió en el bosque del sur, por eso lo llamamos -Terry también dirigió su mirada hacia la cesta, ahí se podían ver restos de lo que parecía ser una vasija o contenedor de cerámica de color rojo y verde- (...) salió de ahí hace una semana, fue un accidente y nos asustamos mucho, por eso le llamamos -volvió a mirar a la chica, que escribía todas las palabras nuevas para repasar más tarde- pero ella es una buena niña, es educada y amable, sin embargo, no tenemos el conocimiento para tratar con su condición.

- ¡Querido!

- ¿Condición? -preguntó, verdaderamente interesado.

De eso, ya habían sido 3 años.

- Terry-san -escuchó su llamado a su lado, rompiendo su burbuja de recuerdos a la vez que lo traía de nuevo a la realidad- llegó correspondencia.

- Ah, como extraño tu acento a este punto -suspiró con verdadero sentimiento, escuchando como el capullo de una flor explotaba en pétalos.

Obvio signo que le había tocado una fibra sensible, o como le decía: "su tierno y oscuro pasado".

- ¡Deja de recordar eso! -luego, en segundos, la flor se quemó entera, de un momento a otro- me da vergüenza, y tú solo haces broma de ello.

- Estabas aprendiendo, miss Kusanagi -dio ligeras caricias en su cabeza, teniendo cuidado de no tocar las flores que brotaban naturalmente entre sus cuernos, lisos al tacto- y eras tan inocente en ese tiempo.

- ¡Ugh! ¡estoy harta! -renegó, por último, antes de dar una ligera llamarada en donde se posaba su mano.

Ante ello, Terry solamente río, mirando a la joven frente a él.

Una cruza entre Oni y espíritu del bosque, tal extraña criatura debió haberse muerto por su propia esencia hace mucho, pero ahí la tenía, mirándole molesta por hacerle recordar que en el pasado que quedó bajo su cuidado por su "condición", podía decir con toda seguridad que estaba orgulloso de ella al verla ahora controlar sus llamas, distante al tiempo en el que aún no sabía que significaba "buena chica" para ser dejada a su cuidado a pedido de la pareja de ancianos.

- Por favor, cuide de (...), no deje que se dañe de nuevo, enséñele, por favor -sus palabras de ese día regresaron, viendo a ambos casi rogando mientras ella veía todo alarmada y luego siguiendo su ejemplo a su lado.

- Eh, lobo -escuchó su llamado, saliendo de los recuerdos por un momento- te veo la cola desde aquí, Terry-san.

- Ah, mi error, mi error -calmó sus emociones por un momento, evitando transformarse más que eso- esos recuerdos realmente te mueven el piso, uh.

- Empieza a pensar un poco raro por esta época del año siempre.

- ¡Cómo podría no hacerlo! -exclamó con felicidad, tomándola del hombro para seguir su camino- por estos días, hace ya algunos años, conocí a cierta señorita -con sus nudillos dio una ligera caricia en la mejilla de su acompañante- y fue un gran día -toda la felicidad que transmitía hacía que (...) se sintiera algo incómoda, en el buen sentido de la palabra- aunque ahora extraño a la (...) de ese tiempo, tan adorable y-

Uh, ese golpe a las costillas sí que le había dolido a pesar de ser un hombre lobo, (...) hasta pudo jurar que lo escuchó chillar como un perro.

- Acaba con mi paciencia ridículamente rápido.

- ¿Qué te he dicho sobre tener paciencia?

- ¡Entonces no me lo haga más difícil!

Ah, así eran esos dos, y no podría querer algo diferente.

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