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Ser una especie extranjera no era fácil, aunque no podía quejarse teniendo en cuanto que al menos la llegada de su familia al país fue voluntario y no como otras especies que fueron insertadas contra su voluntad.

Por supuesto también habían sus contras de ser especie extranjera, siempre debía hacerse sus exámenes y controles a tiempo si es que no quería problemas con el sistema, ni hablar de los controles de salud, sentía que le sacaban sangre hasta para hacerse recuerdos.

Aunque fue en una de esas revisiones médicas que conoció al que se planteó como el crush de su vida.

La primera vez que lo vio, no tuvo la menor idea de qué era, con aquel cabello de color tan peculiar y sus ropas también extrañas a sus ojos, aunque parecían algún tipo de uniforme; estuvo lo suficientemente cerca para preguntar su nombre, para poder soñar incoherencias al menos por unas horas.

Al sentirse observado volteó en un instante, solo para encontrar un charco de agua junto a la esquina de la pared, pensó que estaba alucinando, quizás alguien simplemente volteó a verlo por su rara apariencia o también podía ser que asustó a alguien con su energía doble y esta salió corriendo al punto de derramar su bebida.

Pasarían unas cuantas semanas más antes de cruzarse con una muchacha con cola de reptil y dejando marcas de agua en el piso, Apenas pudieron hablarse cuando ella le pidió perdón ya que en su descuido había hecho que él se mojase su peluda cola con el agua que ella siempre estaba destilando por todos lados.

- Lo siento -había dicho de manera afligida mientras él pasaba sus dedos sobre su cola para tratar de disipar la humedad- pero Pato va primero -no entendió sus palabras hasta que vi a un pez saltar de ese charco junto a ella, se sorprendió, no iba a negarlo, porque juraba que ese charco era solo eso y que no tenía el tamaño para albergar a un pez completo, conforme ella se fue despidiendo y alejando, dejando más charcos de paso, el pez iba saltando de charco en charco tras ella.

Primero pensó que ella era rara, pero luego pensaba en sí mismo y se recrimina por no ver su propio panorama.

Si hablaba de rarezas, Shun'ei era el que se llevaba los aplausos.

Y viéndolo bien, su cola de reptil y la membrana en la espalda de esa chica la había visto en algún libro de especies extranjeras que había leído cuando niño en su búsqueda por saber qué era, pero era exageradamente difícil tratar de encontrar coherencia en su esponjosa cola y orejas de zorro, sus largas y duras garras plateadas al final de cada uno de sus dedos, sus cuernos negros con detalles plateados, sus alas, una roja y la otra azul, y las plumas de los mismos colores en sus antebrazos, su cabello verde y sus ojos de peculiar color rojo sangre; ya ni hablar de sus descontroladas ilusiones metafísicas sanguinarias.

El maestro le dijo que no se ahogue en ese problema y él ya había dado por sentado ser algún tipo de mestizo, un mestizo que salió de otros mestizos, era difícil saberlo cuando no podía recordar del todo quiénes eran los que lo habían engendrado.

Aunque sin recordar del todo sus rostros, guardaba esos borrosos y lejanos recuerdos como algo muy apreciado.

No estaba en lugar de juzgar a otro por verse peculiar.

- Esa me gusta -otra ocasión había llegado, escuchó la voz de esa chica pero no la tenía a la vista aunque sus orejas de zorro la escucharon lo suficientemente cerca de sí, las movió un poco hasta que escuchó el mover del agua a sus pies, dirigió la mirada y vio la cabeza de la chica salir de un charco.

Su cola se erigió con todos los pelos de punta y sus alas se fueron para atrás.

- Esa, sí, conozco la banda, es buena -fue todo lo que dijo, casi en un apuro para volver a hundirse en el charco y desaparecer por completo, se calmó pero segundos después se puso en alerta porque el pez de la otra vez también saltó y volvió abrir detrás de la chica.

Fueron en ese bucle, ella apareciendo de repente y luego desapareciendo en sus charcos, siempre seguida de ese pez.

Tuvo la idea de que lo seguía, hasta darse cuenta que era debido a sus colmillos largos, que solían darle problemas al tomar agua, dejaba charcos por donde fuera cada que quería tomar agua, dándole lugar a ella para pasearse en ellos junto a, su aparente, pez mascota, aunque no entendía del todo el por qué llamar Pato a un pez.

- Tus ropas son curiosas -otro mes más, ya casi llegando al año, cuando ambos se volvían a encontrar entre sus revisiones de salud, (...) sacó la cabeza de otro de los charcos que quedaban a su lado, esta vez después de una ligera lluvia, ambos caminando a un ritmo lento, aunque la verdad solo Shun'ei caminaba y ella solo seguía apareciendo entre los diversos charcos hasta que salió por completo sin ningún esfuerzo para ir a su lado- siempre me pregunté, ¿haces algún tipo de arte marcial? Recuerdo la vez que tenías un traje de prácticas.

- Ah, lo recuerdo -rió un poco, al parecer rememorando lo ocurrido ese día, (...) se impresionaba de verlo así en ocasiones, cuando lo vio por primera vez él se veía muy serio, al punto que su aura de chico callado y misterioso le dio un escalofrío por toda la cola.

Ah, siempre tenía algo con los chicos misteriosos de sus juegos o series, aunque Shun'ei estaba lejos de serlo al ser un tipo tan amable en la realidad.

- Ese día fui con un buen apuro, mi entrenamiento se había pasado de largo, así que ni siquiera pude cambiarme para ir y... -claro, tuvo que callarse que medias, sin querer decir que, aunque pudo haberse saltado esa visita, quería ir ya que (...) le iba a dar un prometido almuerzo marino que había aprendido en internet.

- ¡Ya recuerdo! -dijo ella en respuesta, a Shun'ei le dio cierta curiosidad ver cómo distendida su larga aleta dorsal ante la supuesta realización- estabas pálido recientemente, así que te di un buen plato lleno de algas con ceviche.

Sus platicas se mantenían así, y antes de darse cuenta Shun'ei usaba sus habilidades de controlar el agua para hacerle más fácil el camino a las montañas en donde vivía, empezaron con unas simples visitas y antes de darse cuenta, su maestro se reía un poco de él mientras lo veía escuchando música, porque ya se sabía que era musica que ella le recomendaba.

- Es bueno ver que tu manejo en tu control del agua está mejorando -comentó de la nada su maestro, Tung, al verlo mucho más acostumbrado que de costumbre en sus entrenamientos.

- ¿No eres tú el que siempre dice que debo mejorar, abuelo? -estaba algo ofuscado por sus claros mensajes y el que resalte de tanto en tanto de que parecía tener una mejor motivación.

- Es la chica del hospital, a que sí -Meitenkun habló de manera somnolienta como si la cosa no fuera con él, pasando una de sus manos por su ojo izquierdo tratando de quitarse algo de sueño y con la otra apretaba su almohada contra su cuerpo, aunque falló ya que se quedó dormido al instante siguiente, apenas balbuceando entre sueños- la chica pez.

- Oh, así que es una sirena.

- ¡No! ¡eso no tiene nada que ver, Meitenkun! -volvió a esponjarse de la vergüenza- y no es una sirena, abuelo.

- No debería importar mucho -mencionó su maestro, dando por finalizado el tema y tratando de hacer que su otro alumno fuera a dormir en otro lugar que no fuera el suelo.

Shun'ei, aún con el corazón corriendo rápido al ser puesto al descubierto, peinó su cola con sus uñas para tratar de tranquilizarse, también se podría decir que estuvo un poco más extraño cuando se reencontró con la chica, sin embargo, ella sólo se despidió luego del chequeo, hasta el siguiente mes.

Hasta se veía como demasiado, hasta cierto punto.

- ¿Quieres ir a-?

- ¡Sí a todo!

No lo dejó ni terminar sus palabras para cuando, algo roja y con la aleta dorsal erguida.

De eso, ya había pasado un tiempo.

- Me da algo de pena y ternura ver a humanos disfrazados de esa manera -mencionó al ver a un grupo de chicos, vestidos como cajas con espadas extrañamente cuadradas.

- Cómo puedes decir eso de unos fans de Minecraft -refutó su compañera al escuchar su comentario.

- Ya -casi ríe ante su aparente indignación, aunque dio por sentado que sí lo estaba al ver cómo movía su cola.

- ¿Por qué crees que empezaron esta fiesta?

- Siendo franco, no lo sé -miró al cielo confundido, de paso notando las guirnaldas con forma de calabaza sonriente que estaban de decoración- muchos dicen que es para vender dulces, pero, a veces pienso que es porque querían entendernos a su manera.

- Ahora nos entendemos -sonriente y con las manos ocupadas en un pastel, mira hacia la pequeña ciudad.

- Sí, yo también lo creo así.

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