𝐨𝟐𝟐. vaya bienvenida a tegueste

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❝ in doctor's-office-lighting, i didn't tell you i was scared. that was the first time we were there ❞

















































































❝ ay querida natalia, vaya bienvenida a tegueste la que tuviste ¿eh? ❞

✦•─────• EL DIA HABÍA LLEGADO Y ELLOS YA ESTABA EN TEGUESTE.

La idea ya había sido aprobada y confirmada por Natalia. No tenía vuelta atrás. Tenía que mentalizarse desde ya para pasar el Año Nuevo con la familia de Pedri. ¿En qué estaba pensando cuando accedió de la manera más amable posible? ¿Se había compadecido del futbolista o simplemente apoyaba toda su actuación?

Ni ella sabía.

Fue muy tarde cuando quiso arrepentirse cuando llegó a casa. Ya estaba hecho, y la excusa de estar enferma no valdría de nada.

¿Lo peor? Laura ya sabía.

Le comunicó a su hermana la idea de pasar la última festividad del año en Tenerife y ella llegó a saltar y a gritar de emoción. Siempre había oído sobre la isla, y ahora que a eso se le sumaba conocer a la familia del mediocampista, estaba más feliz que nunca y eso le sorprendía a la mayor.

Quizás ella estaba tensa por aquel viaje, pero podría al menos hacerlo por la felicidad de su hermana.

Caminar de la mano hacia el interior de la casa de Pedri fue todo un desafío. Sabían que la gran familia esperaba por ellos luego de que se corriera la voz con la noticia de que la novia actriz del muchacho pasaría las fiestas con ellos. A cada paso que daban parecían oír como caía el peso de un eventual fracaso o de la salvadora actuación de sus vidas.

Laura iba delante de ellos, inocentemente más emocionada mirando todo a su alrededor. Mientras tanto, los adultos detrás de ella no dejaban de temblar nerviosos. Estar ya en casa del futbolista, en la isla, y prontamente en frente de su familia estaba siendo un nivel más elevado.

—¡Hola! ¡Ya llegamos! —anunció Pedri en voz alta al ingresar a la sala.

Al oírle, un gran grupo de personas se volteó con ambas sonrisas hacia ellos.

Era la mayoría de la familia González.

Los primeros en salir a recibirles obviamente fueron sus padres. Aquel momento también sirvió para que pudieran presentarles a Laura, la cuál inmediatamente se ganó la apreciación de los presentes y no tuvo problema al adaptarse al grupo.

Más problema tenía la pareja.

Natalia se presentó con aquellos familiares que no conocía pero se alegró al distinguir a Fer entre el grupo y a algunos de los primos que había conocido semanas atrás en el cumpleaños del hermano mayor del futbolista.

Luego de una extensa ronda de presentaciones, todos tuvieron que pasar a la mesa para poder almorzar. La pareja había decidido llegar allá el 30 para conocer al resto de la familia y así pasar el Año Nuevo completamente concentrados en sólo fingir y fingir.

El inicio del almuerzo fue agradable —bastante agradable a decir verdad—. Sin contar algunas tías que hacían preguntas en exceso, todos fueron muy amables con las chilenas y todos se veían a gusto con la relación que Pedri tenía con ella.

Las conversaciones eran amenas, habían risas en la mesa, todos se pasaban lo que necesitaban para comer, había cortesía, respeto, amabilidad y cuántas otras cosas que tenían a Dietz en una burbuja aparte de la realidad.

Una burbuja que la hacía sentirse muy extraña entre todos ellos.

—¿Y quieren que les cuente de qué me disfracé el último Halloween? No me lo van a creer.

Quién había estado más emocionada que todos por hablar con la familia, no había sido ni Pedri ni Natalia...Sino Laura.

La menor estaba entusiasmada contando sus historias a las demás personas en la mesa, y esa constante insistencia y alta energía preocupó un poco a su hermana mayor.

—Oye Lauri, ¿Por qué no terminas de comer mejor? Y así ellos pueden hacerlo también —trató de decir con delicadeza tomándola por los hombros.

No, no estaba buscando silenciar a su hermana o hacerla callar porque sus historias la estuvieran molestando. Simplemente no quería que —como siempre pasaba, aún cuando vivían con su madre— que las otras personas la hicieran callar, se aburrieran o no le prestadan atención. Eso le dolería mucho a la menor.

—No, no, no, por favor, que siga.

La actriz alzó su vista al oír a uno de los tíos de Pedri en frente de ella.

—Sí, por favor, yo quiero oír su historia —apoyó su esposa a su lado.

La rubia los miró sin decir nada. Estaba silenciosamente sorprendida.

—Suena interesante.

—Yo quiero saber de su disfraz.

La emoción e interés que todos tenían por —realmente— escuchar a la menor dejó a Natalia bastante sorprendida. Eso no era lo que estaban acostumbradas a vivir. Era un ambiente nuevo que les estaba dando una bienvenida bastante cálida.

Finalmente, la mayor le hizo un gesto de aprobación a la niña, para que esta pudiera continuar.

Con ilusión en sus ojos, la castaña asentía volteó a las personas de la mesa para decir:

—De uva.

Todos a su alrededor se miraron con sorpresa. Celebraron y rieron contentos ante sus palabras.

—Ese disfraz suena muy interesante —dijo Adrián; uno de los primos de Pedri.

—Lo vio en Tiktok y me pidió que se lo hiciera —habló la actriz aclarando su garganta. Le picaba un poco—. Se vistió con ropa morada e inflé muchos globos del mismo color para pegárselos encima. Fue un disfraz muy bueno, la verdad.

—Sí, mi hermana es bacán para hacer lo que sea —dijo Laura emocionada.

La consideración y la atención que ahora estaba teniendo de los González la abochornó un poco y agachó la cabeza no queriendo recibir más preguntas. Para ella, ojalá se pudiera seguir con un tema de conversación aparte que no estuviera relacionado con su vida.

Sentía la garganta un poco apretada, así que siguió tomando agua y buscó desviar el tema de conversación.

—Por cierto, la comida ha estado muy rica. Rosy, te luciste —celebró a la chef y así apartó el centro de atención a otra persona que no fuera ella.

—Muchas gracias —sonrió—. Me alegra que a todos les haya gustado esta previa de Año Nuevo. Mañana seguiremos comiendo más y mejor —todos celebraron.

—Por cierto, esta salsa está muy rica —alagó Pedri apuntando un pequeño bowl que contenía una salsa de un tono rosado claro. Por el tono de su voz, daba a entender que lo decía en serio.

—Oh sí, estaba inusualmente rica —secundó Natalia con el mismo porcentaje de sinceridad. Luego tosió—. No distinguí de qué era.

—La hice yo, en realidad —alzó la mano una de las tías al otro lado de la mesa—, y es mi famosa salsa de camarón.

Camarón.

El tenedor cayó de los dedos de Dietz hasta caer sobre su plato. El eco sonido de aquella loza resonó en la habitación y pareció detener toda la armonía y la conversación. Inconsistentemente se llevó una mano a la garganta entendiendo ahora a la perfección porqué le dolía un poco y porqué sentía que se le apretaba poco a poco. Laura la miró asustada por su reacción y el resto de las cosas simplemente fueron una dura reacción en cadena.

Pero, sorpresivamente, ella no fue la primera en estallar en desesperación:

—¿¡De qué!?

Pedri.

La exclamación del canario rebotó por las paredes y en los tímpanos de todos los presentes causando un sentimiento de alerta y confusión en cada uno. Le miraban sin entender el motivo de su euforia y la combinación de ella con la asustada expresión de la chilena no les estaban ayudando en lo absoluto.

El futbolista realmente se oyó temeroso. Al tan sólo oír el ingrediente principal de aquella salsa y conectarlo con la actriz, sintió como si una alarma le sonara dentro de la cabeza, y eso no era bueno.

—¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Por qué los gritos? —dijo su tía asustada—. ¿Tan mal ha quedado?

González tartamudeó sus primeras palabras ya que sentía como empezaba a perder el control de las cosas. Eso no estaba en sus planes y definitivamente tendría que improvisar para salir del paso.

—No es eso —contestó a final y le echó una mirada a la rubia—. Es que Nat es alérgica a los mariscos.

¿Qué?

Todos en la mesa comenzaron a desesperarse de la misma forma. Algunos se pusieron de pie, otros se tomaron la cabeza, otros cubrieron su boca y otros simplemente sintieron las ungidos ganas de salir de ahí corriendo.

—Sí, pero estoy bien —trató de calmar la chilena. Hizo su silla un poco más hacia atrás para tener espacio. Pedri siguió cada uno de sus movimientos con cuidado—. Creo que...Sólo me cuesta respirar un poco.

—¿¡Sólo eso!? —reventó Pedri desesperado—. Dime que trajiste algún medicamento contigo.

Ella hizo una leve mueca justo en el segundo donde comenzaba a toser y a sentir que la cara le picaba.

—No —se lamentó.

—¿Y las agujas? —dijo Laura a su lado comenzando a desesperarse también al ver a su hermana en ese estado.

—¿Agujas? —preguntó el padre del futbolista.

—Se refiere a mis inyecciones de emergencia —hizo una pausa—. Epinefrina.

—¿Qué es eso? —frunció el ceño Pedri.

—Adrenalina —todos miraron a otra de las tías de la familia que se levantó de la mesa—. Soy enfermera. Sé que esas inyecciones sirven para calmar una reacción alérgica. ¿No las trajiste?

—No —tomó una cansada respiración—. Es que esto no me ha pasado en un tiempo.

—Es verdad. La última vez que le pasó casi se muere —dijo Laura con normalidad.

Al percatarse de aquella importante y delicada información que había revelado, la mayor le tapó la boca. Sin embargo, fue muy tarde ya que todos habían oído, sobre todo su pareja.

—Lo siento, pero hay que llevarte a un hospital —soltó él de inmediato.

—Tranquilo, estoy bien, se me va a pasar —negó rápidamente. No quería ir al hospital, y mucho menos armar una escena en frente de su familia por culpa de su salud.

—Pero te puede dar lo de la otra vez —rogó Laura—. ¿Cómo se llamaba?

—Lauri —amenazó la mayor que detuviera su hablar en un tono de voz más severo.

—Ana...Ani...La...

—Anafilaxia —completó la enfermera un tanto preocupada.

—¡Eso! —señaló la menor y la actriz se lamentó en silencio.

—Las sustancias que libera su sistema inmunológico le pueden causar un choque —la explicación de aquella complicación por parte de la experta dejó a todo el mundo perplejo y asustado—, y sí ya tienes antecedentes de que te dio o casi te dio una vez, es peor.

—Estoy bien —quiso volver a asegurar con una mano en el pecho. Le dolía.

Ella negó—Se acabó el juego. Pedri, llévala al hospital.

El canario iba a ponerse de pie pero la chilena rápidamente le impidió la acción poniendo una de sus manos en uno de sus muslos.

—Estoy bien.

—Esto es grave —sentenció tratando de hacerla entender.

—Sólo llévame afuera y tomaremos un poco de aire —él puso los ojos en blanco—. No es necesario ir al hospital. No quiero ir...

Entonces ella comenzó a toser y un silbido se le escuchó en el pecho al respirar. Aquella última acción ya se le estaba haciendo más difícil y por ende el hablar también.

Pedri gruñó—Al carajo.

Rápidamente se puso de pie y, bajo la atenta y nerviosa mirada de todos, pasó uno de sus brazos por debajo de las rodillas de Natalia y con el otro la sujetó por su espalda baja. Haciendo un pequeño esfuerzo la levantó hasta que, de esa forma, comenzó a cargarla en brazos. La acción tomó a la rubia por sorpresa —demasiada diría yo—. Miró a todos lados consternada pero no pudo alegar mucho más debido al dolor que estaba sintiendo.

Todos los ojos estaban en ellos. En Pedri y su heroica acción, y en ella teniendo un ataque alérgico.

Vaya espectáculo.

—Laura, alcánzame el bolso de tu hermana, por favor —pidió el futbolista mientras llegaban a la puerta.

La menor corrió a la velocidad de la luz con el bolso en las manos y se lo entregó a Pedri. Éste lo tomó como pudo con algunos dedos de su mano más libre y su hermano se levantó con rapidez para abrirle la puerta.

—Quiero ir con ustedes —rogó Laura en un puchero. La tensión del asunto ya le había llegado y estaba a punto de ponerse a llorar; preocupada por su hermana.

Al rescate llegó Rosy. La mayor se agachó a la altura de la niña y la recibió en sus brazos para consolarla.

—Deja que ellos vayan y nosotros esperamos aquí ¿Sí?. Tu hermana estará bien y la podemos esperar con algo rico para comer ¿Te parece?

Laura seguía viendo a su hermana en brazos del mediocampista y sólo había miedo en sus ojos. Tan sólo la mínima idea de poder perderla sacudía su pequeño corazón. No obstante, terminó asintiendo a la idea, dejando en libertad a la pareja para irse ya que no podían perder ni un segundo.

Pedri comenzó su salida finalmente de la casa gracias a la ayuda de su hermano y corrió hasta su vehículo con la chica aún en sus brazos. La llave automática abrió el vehículo al sentir el aparato cerca y con cuidado el canario bajó a la chilena, la mantuvo de pie pero apoyada en él y logró abrir la puerta del copiloto.

Una vez hecho eso, volvió a tomar a la chica de la misma forma anterior para sentarla. La acomodó, le puso el cinturón no tan apretado, pero cuando estaba dispuesto a irse ella lo detuvo.

—Pedri, no hay que hacer esto.

Su mano sobre la suya, deteniéndolo en el acto lo dejó petrificado. Su tacto estaba frió y ligeramente tembloroso.

Él la miró con seriedad—Natalia.

—Puedes dejar la actuación, ya todos vieron que eres el novio perfecto, lo lograste, pero no es necesario que sigas fingiendo —tosió.

—Nat.

—Hablo en serio.

—Y yo también —sus ojos fueron seriedad pura, incluso ella se asustó—. Esto ya no se trata de una actuación...Esto es una situación real.

Ella cerró los ojos agotada por toda la situación.

Entonces, sintió un firme agarre. Pedri la tomó por la parte trasera de la nuca para que ella lo mirase. Sus ojos no tenían ni una pizca de duda o mentira. Sólo había firmeza en ellos. Una seguridad abrasadora que no le podrían quitar con nada. Ella no había visto eso en su mirada hasta ese momento.

—Me salgo del papel por un instante —negó con la cabeza—. No voy a dejar que algo te pase.

Ella se asustó.

La preocupación que Pedri había estado mostrando por ella la asustaba. No la había visto en él antes y tampoco en otro personaje que había aparecido en su vida. Estaba como una estatua. Rígida. Sin saber qué hacer. Los grandes y marrones ojos seguían mirándola fijamente, con la misma intensidad de segundos atrás. Él no la estaba vacilando, hablaba en serio.

Sin esperar que ella diera una respuesta —ya que no tenían tiempo—, el canario se alejó de ella, cerró su puerta y corrió hasta su asiento para encender el motor y salir de la casa lo más rápido posible de camino al hospital.

A pesar de que Natalia quiso intentar de suavizar la situación y hacerle ver a la familia que no era relevante, sí lo era. Estaba teniendo los síntomas y, si no se atendía rápido, podía guiar a algo peor y más grave. No era mentira que ella se podía morir. Las reacciones alérgicas no eran un chiste.

Nadie habló durante el camino. Había una atmósfera de tensión y preocupación que los hacía quedarse estáticos en sus lugares. Bueno, por el lado de la chilena era distinto. Eligió no hablar porque, en ese punto, ya le dolía. Le molestaba respirar, sentía la garganta apretada y, cuando respiraba, se oía un leve silbido en su pecho. Estaba teniendo todos los síntomas.

Cuando ella volvió a toser, Pedri apartó su mirada del camino un segundo para poder verla. Había apartado la mirada hacia la ventana; él sabía perfectamente que ella no quería que la viera en ese estado. La posición, que dejó más en evidencia la parte de su cuello, le dejó ver el área roja por el inicio de la urticaria que le había estado picando en la casa.

Poco a poco ella iba cerrando los ojos. Ya le agotaba mantenerlos abiertos y su poca capacidad respiratoria la estaba haciendo perder la conciencia.

Al notar eso, el español entró en pánico. Para su suerte, fue justo al momento de ingresar a urgencias.

Sin saber otra cosa qué hacer, tocó el claxon de su vehículo dos veces para llamar rápidamente la atención de alguien. Aquello funcionó, ya que, al bajarse él del auto, se encontró con un enfermero a la salida.

—¿Qué sucede? —contestó el enfermero dispuesto a ayudar.

—Reacción alérgica —apuntó el asiento del copiloto—. Está teniendo todos los síntomas. No se encuentra bien.

Sabiendo bien la gravedad del asunto, él asintió y corrió al interior para luego salir con una silla de ruedas. Pedri lo guió hasta el asiento de Natalia y, abriendo la puerta, le ayudó a bajar para sentarse en a silla. Ella volvió a toser ante el movimiento. Sentía la garganta más apretada y tenía más sarpullido aún.

—¿Cuándo pasó esto? —inquirió el enfermero mientras se movían al interior.

—Hace a penas unos 10 minutos. Sin querer comió mariscos y es alérgica a ellos. No se dio cuenta —explicó.

Él hombre asintió y dos colegas más se le acercaron. Les explicó en clave lo que sucedía y, ante la alerta y gravedad de la situación, comenzaron a pasarla de inmediato por las puertas al interior del pabellón.

Pedri tuvo la intención de seguirlos.

—Lo siento, usted debe permanecer aquí —le dijo el enfermero que lo recibió mientras el futbolista veía sobre su hombro como se llevaban a la chica.

—¿Por qué? —alegó molesto.

—Sólo el paciente debe ingresar. Familiares y relativos deben esperar aquí —él bufó en su lugar, no muy de acuerdo con su respuesta—. Si quiere puede esperar afuera. No voy a pretender que no lo reconocí así que imagino que le gustaría evitar ser visto por mucha gente.

Al eventual recordatorio de que era una persona sumamente conocida y que ya había sido descubierto, el canario se subió un poco el gorro de su sudadera pata cubrirse el rostro. Él tenía razón

—Y yo, le juro, que le iré a avisar de inmediato cualquier cosa que pase —siguió él.

Pedri finalmente analizó la situación y asintió no muy convencido.

—De acuerdo.

El tiempo pasó como una eternidad.

Resignado a las instrucciones, el mediocampista decidió esperar en el auto que estaba en el estacionamiento conjunto del área de urgencias. Aprovechó también aquel tiempo para llamar a su madre y contarle que Natalia ya estaba siendo atendida. También buscó hablar con Laura, para calmarla y decirle que su hermana estaría bien. Eligió omitir detalles como el hecho de que ya no respiraba bien y estaba teniendo casi todos los síntomas de su reacción.

¿Cómo habían llegado a eso? Era una situación realmente delicada. El juego se volvió una realidad palpante.

Y él tenía que reconocerlo.

Allí, sólo y en el silencio del asiento de su vehículo.

Sí, él tuvo que reconocerlo.

Estaba preocupado.

Muy preocupado.

Inicialmente se sintió culpable. La había hecho viajar hasta su isla para pasar el Año Nuevo con su familia. Él pudo impedirlo, pero la presión del medio la hizo sucumbir y aceptó. Aquella crisis le había pasado en su propia casa, por culpa —muy accidental, por supuesto— de su propia tía. Incluso, casi se culpó por no haberle avisado a su gente que la chilena era alérgica a los mariscos. Pensaba que, si lo hubiera hecho, no estarían en el hospital.

Se desconocía. No sabía qué le estaba pasando.

Pensaba en ella. Solamente podía pensar en ella y en nadie más. Su mente estaba enteramente concentrada a cualquier pensamiento que se centrara en su persona.

La preocupación se le subía por el cuerpo a cada minuto que pasaba. Miraba el asiento de copiloto sin nadie y eso le causaba un vacío en el corazón. Recordaba las palabras de Laura y como ella había dado a entender que Natalia estuvo muy grave hacía un tiempo debido a su reacción. Sí, era una niña, había dicho que casi se murió, pero el futbolista le creía.

Dice el dicho que la curiosidad mató al gato y así fue con Pedri. Se mordía las uñas de tanto nerviosismo e intriga que no aguantó para tomar su celular y buscar en Google la enfermedad que su tía había mencionado. Cuando la descripción de Anafilaxia apareció en el panel de respuestas, se dio cuenta que fue la peor decisión que pudo haber tomado en un momento como ese.

Cada página web de medicina era peor que la otra.

La anafilaxia es una reacción alérgica grave en todo el cuerpo.

Podría definirse también como una reacción "explosiva" del sistema inmune hacia un agente externo.

Se caracteriza por una respuesta inmediata y sistémica del organismo ante la exposición a una sustancia a la que el individuo es alérgico.

Los tejidos de diferentes partes del cuerpo liberan histamina y otras sustancias. Esto produce constricción de las vías respiratorias y lleva a que se presenten otros síntomas.

La anafilaxia puede ser potencialmente mortal sin el tratamiento oportuno.

Se arrepintió de inmediato al haber hecho caso a su curiosidad y lanzó su teléfono al asiento contrario, negado a leer otra cosa.

Comenzó a morderse las uñas otra vez, ya llegando incluso a la piel de los dedos. ¿Y si algo malo le pasaba? ¿Y si ella...Realmente estaba en un estado de gravedad en el que podría morirse? El corazón le latía con fuerza y rapidez; tanto que incluso le dolía y sentía que podía atravesarle el pecho de desesperación. Ya no sabía qué hacer en ese instante. Miraba a todos lados como si hallara en su metro cuadrado alguna salvación pero estaba solo.

Y ella estaba adentro.

Los meses compartidos junto a la rubia comenzaron a pasar delante de sus ojos. Empezaron mal; muy mal, y aún habían considerables asperezas entre ambos que no eran capaces de olvidar. Pero, ella lo había dicho, la salud no era un chiste. Podía dejar sus diferencias de lado y vaya que lo había hecho, porque estaba altamente preocupado por ella. Era tanto que le taladraba las costillas.

No quería que algo le pasara.

Esa era la verdad.

De repente, se sobresaltó en su asiento al oír que alguien daba dos golpes en el vidrio de su vehículo. Suspiró al ver que era el enfermero de un inicio el cuál le movió la mano con una media sonrisa. Casi a la velocidad de la luz, él salió de su auto para estar frente a él y encarar la noticia que fuera.

—¿Cómo está? ¿La pudieron revisar?

El enfermero le volvió a regalar una sonrisa y aquello comenzó a darle esperanza.

—No se preocupe, ella está bien —el futbolista soltó todo el aire que había estado conteniendo en sus pulmones y sintió un alivio tremendo—. El tratamiento fue aplicado a tiempo y ya está en una camilla en recuperación.

—Qué buenas noticias —se tomó a cabeza.

—La trajo justo a tiempo, de hecho —siguió—. Si hubiera dejado pasar tan sólo unos minutos más estaríamos contando una historia diferente.

—¿Tan malo fue? —sus marrones ojos se alzaron con preocupación.

—Más que nada nos preocupaban sus antecedentes. Hace tiempo tuvo el inicio de una anafilaxia, la cuál fue detenida a tiempo. Entonces, con eso en cuenta, habían más niveles de riesgo. En efecto, sus pulmones ya estaban comenzando a obstruirse.

—¿Y ahora?

—Ahora está bien y estable —sonrió—. Aplicamos una inyección inmediata de epinefrina —al recordar aquello mencionado en su casa asintió—. Después de que pasaron los minutos en que la adrenalina hacía efecto, se puso mucho mejor. Ahora está en reposo en una sala aparte.

Pedri suspiró por primera vez tranquilo en todo eso tiempo. Todos aquellos escenarios posibles que ya se habia imaginado en su mente ahora eran solamente imágenes de borrosas de una realidad que no llegaría a pasar. Se sentía tranquilo, se sentía bien...

Porque ella estaba bien.

Entonces, una nueva necesidad se instaló en su pecho y si querer soltó hacia el enfermero:

—¿Puedo...?

Él mismo detuvo sus palabras. Le dio vergüenza incluso.

En silencio y bajo la expectante mirada del enfermero, él meditó sus palabras. Por un instante, se sintió como un niño pequeño pidiendo permiso para algo a lo que obviamente tenía autorización. Olvidó también que el joven era un desconocido. No sabía para nada que su relación con Natalia era falsa así que no veía punto alguno en el que pudiera quedar expuesto o avergonzado.

Lo haría y ya.

—¿Puedo ir a verla?

Su temerosa pregunta le sacó una sonrisa tierna al enfermero y este asintió gustoso.

—Ahora sí puede. Sígame, le llevaré hasta su sala.

El experto de la salud comenzó a caminar de regreso al edificio y el futbolista lo siguió. Al entrar, se subió el gorro de su polerón para evitar ser reconocido por la gente que esperaba en el área de urgencias y eso funcionó. Ya se sintió más tranquilo cuando cruzaron ambas puertas que separaban el área de espera con los pabellones ya que había mucha menos gente. Sólo algunos doctores o enfermeros que transitaban pero la mayoría se mantenía en sus salas, no en los pasillos.

El corazón le latía a mil por hora. Se sentía distinto. Se sentía nervioso. ¿Qué iba a hacer cuando la viera? ¿Qué le iba a decir? ¿Ella querría verle? ¿Cómo estaría? ¿Le vería bien o mal? Tenía muchas preguntas en su cabeza. Se sentía extraño dejar de lado las diferencias que tenía con la chilena para, en ese momento de enfermedad...

Preocuparse por ella.

Cuando el enfermero se detuvo él lo hizo también. Lo vio abrir una puerta y ambos ingresaron a una habitación dónde sólo había una camilla.

Y una persona.

Se detuvieron en la entrada—Ahí está su chica —la apuntó.

Al sentir la presencia de nuevas personas, Natalia alzó la vista como pudo desde su posición. Estaba acostada en la camilla con una sábana cubriendo parte de su cuerpo. Sus manos descansaban sobre su estómago mientras una intravenosa conectada a su muñeca izquierda era la encargada de suministrar suero. Tenía una mirada agotada. Su nariz estaba roja, sus ojos cansados y ligeramente hinchados, el sarpullido en su piel había disminuido un poco pero su rostro seguía blanco como papel.

A pesar de todo eso, sonrió de lado.

Y al ver su gesto, Pedri sonrió igual.

—Los dejaré solos un momento. Sólo un momento —indicó el enfermero—. Oh —retrocedió sobre sus pasos antes de irse—, por cierto, no puede hablar aún. Sigue recuperándose de la reacción alérgica y del shock de epinefrina.

González asintió ante la indicación y vio en silencio como a tercera persona se retiraba.

Cuando quedaron completamente solos, no supieron qué hacer.

Fueron unos tensos segundos en dónde sólo se miraron. Como si las horas anteriores hubieran transcurrido sólo en una pesadilla y ahora estuvieran parados en una realidad que les parecía incoherente. La reacción en cadena que desató su shock alérgico volvió a latir en su memoria recorriendo todos los pasos que los llevaron a aquel inesperado momento que ninguno pensó vivir al lado del otro.

Había una especie de fuerza de gravedad que empujaba al canario a acercarse hacia ella. A cortos pasos llegó a la camilla, y tomando una de las sillas a un lado se sentó.

Ambos se miraron. Era una esencia de miradas distinta a todas las anteriores que habían compartido. Había...Comprensión, ternura, paciencia, afecto...¿Tenía que estar uno de ellos al borde de la muerte para reaccionar así? Al parecer sí.

Después de unos momentos sólo mirándose, Pedri decidió hablar:

—Hola —dijo despacio.

Ella sonrió de lado y sólo se limitó a mover su mano derecha ligeramente.

—¿Cómo te sientes? Sé que no puedes hablar pero, asiente o haz algún gesto.

Ella se lo pensó un segundo y levantó su dedo pulgar, dando a entender que se sentía bien.

Él sonrió—Me alegro mucho. ¿Áun te duele algo? —ella estiró su mano al frente de forma horizontal y la movió a ambos lados. Esta diciendo que más o menos—. ¿Qué te duele?

Posteriormente ella señaló su garganta y su pecho. Aquello preocupó un poco al futbolista pero se alivió después cuando la vio hacer un gesto con su dedo índice y pulgar, indicando que si le dolía, era muy poco.

—Oh —asintió. Estaba nervioso, no sabía qué otra cosa decir—. El tratamiento al parecer te hizo efecto.

Ella asintió. Posteriormente, meditó su siguiente respuesta pero se dio cuenta que no podía expresarla con gestos. Le señaló al castaño su teléfono que estaba en un velador y él inmediatamente entendió que se lo estaba pidiendo. Una vez en sus manos, abrió la aplicación de notas y se puso a escribir algo que le enseñó segundos después.

Te lo dije, inyección de epinefrina.

El sonrió de lado ante su respuesta pero más por el método que había usado para comunicarse con él.

—¿Y duele mucho? —arrugó la nariz.

Ella volvió a escribir y le enseñó la pantalla de su celular:

La verdad es que ni me acuerdo.

Ante la contestación ambos rieron, aunque fuera sólo la risa de Pedri la que se oyera realmente en la sala.

Pasaron unos segundos en dónde la chilena peleó consigo misma y su ego interno. Fue difícil. Ustedes realmente no tienes idea lo difícil que aquello fue. Era una lucha personal en contra de todo lo que había creído y estipulado sobre él en el pasado.

Al final escribió y le enseñó:

Oye.

Él alzó su vista hacia ella—¿Sí?

Volvió al teclado y mientras escribía lo miró de reojo, pensando si estaba bien o no lo que iba a hacer o simplemente se mostraría indiferente.

Alzó su teléfono hacia él.

Gracias.

Sí, era una sola palabra. Una simple palabra acompañada de un emoticón de corazón de color rojo. Cualquiera diría que se trataba de algo tonto, pero, considerando la situación en la que estaban y lo que habían estado sintiendo en el último tiempo, sí tenía un significado importante. Mas si una sincera sonrisa se desprendía de los labios de la rubia.

Sinceridad.

Era en serio.

Pedri no pudo evitar que las comisuras de sus labios se elevaran en una tierna sonrisa. La miró a los ojos en silencio y estiró su mano para tomar la suya sobre la camilla. Era la mano libre de la intravenosa así que ella tuvo más fuerza como para corresponderle el gesto.

No sabían qué era eso o lo que había pasado, simplemente lo habían hecho.

Llamémoslo un momento de debilidad.

O lo que sea.

—De mala forma pero...Bienvenida a Tegueste, cariño.

Y si ustedes piensan que ese era el final de su travesía allí...

Están muy equivocados.








































































HOLA, ES MIERCOLES OTRA VEZ Y DESPUES DE PELEAS Y BESOS LOCOS...

nos tenía que tocar algo triste...

qué les pareció??? cuál fue su parte favorita? PEDRI DIOS MIO, I NEED A HEROOOOOOO SJXJSJFKDK es que, la forma en que se preocupó por ella, Dios 🥺🥺. déjenme sus opiniones !!!

el siguiente cap es uno que he esperado por mucho tiempo y es, lo que yo llamaría, EL DETONANTE, ahí se las dejo 👀

100 votos para actualización

estoy sin palabras por todo el apoyo este último tiempo. ya tenemos 20k de leídas y yo no puedo estar más feliz 🥺 gracias por apoyar mis proyectos y mis ideas locas.

ideas...que aún no han visto ni la mitad. muajajajajaj

en fin, nos vemos la otra semana. se vienen cositas 🥰🥰🥰

SEE YOU SOON

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