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"El diablo susurró en mi oído, 'No eres lo suficientemente  fuerte como para resistir la tormenta'. Hoy yo le susurro 'Yo soy la tormenta'."


Al otro día no tenía clases. Alabado sea el virus que le entró a mi profesor de cálculo.

Mi cara dolía pero mi corazón no. Esa es una de las ventajas de una persona fría, a la que no le importa nada (o le importan sólo algunas cosillas importantes), que con todo lo que ha pasado ya estoy acostumbrada, por lo que ya nada me hace daño. Sé que mi alma es fría como el hielo, y así lo elegí yo. Si eres fría tu hieres a la gente, pero si no lo eres ellos te hieren a ti. Y definitivamente me inclinaba por la primera opción.

Quería pasar este día en la comodidad de mi palacio, no hacer nada. Sólo dormir, comer, quizá tocar un poco de guitarra que la tenía demasiado abandonada y relajarme. Pero no, el universo conspira en mi contra nuevamente y mi teléfono comienza a sonar.

-Adela, soy Carlos de la terapia- dice la voz que sale del teléfono.

No. No quiero más drama. Por favor, un día. Sólo pido un maldito día.

-Sí, dime- dije ya con poca paciencia.

-Necesito que vengas a mi oficina, sé que hoy no hay terapia pero tengo que hablar contigo-

-Estaré ahí en dos horas- dije y colgué.

Entré al baño y me divisé en el espejo. Mi cara estaba bastante mal, pero la verdad era que no me importaba. En eso recordé a mi madre. Cuando era pequeña siempre que me hacía alguna herida ella me curaba con sus delicadas manos y me decía: "Tienes que recordar siempre que cada herida significa una lucha, cada una te recordará lo que has pasado y el camino que has recorrido. Éstas -decía apuntando hacia ellas- son heridas de guerra, que muestran lo fuerte que eres. Siempre recuerda que eres mucho más fuerte de lo que crees y que podrás salir adelante ante cualquier cosa que pase". Mis ojos se tornaron rojos por las ganas de llorar que tenía y en mi garganta se formó un nudo, el cual rápidamente desintegré con un sorbo de agua y respirando profundo.

Me bañé, curé mis heridas y me vestí de mala gana. No quería salir menos con este dolor de cabeza que se había formado cuando estaba en la ducha.

Me sentía como un fantasma caminando por los pasillos del edificio. Igual de vacía, igual de sola.

Llegué a la oficina de Carlos y toqué.

-Pase-

Entré y pude ver que Carlos no estaba solo, sino que Asa estaba con él.

Claro, mi día no podía ponerse mejor.

-Toma asiento, Adela- dice Carlos y lo hago sin siquiera saludar ni establecer contacto visual con ninguno de los dos.

-¿De que querías hablar conmigo?- dije cansada.

-Lo que pasó ayer-dijo haciendo una pausa- no malinterpretes lo que diré, por favor. Estoy muy agradecido porque hayas ayudado a Lea, créeme, pero esa conducta no la puedo permitir aquí-

-Entonces vas a echarme, lo entiendo. No te preocupes- dije interrumpiéndolo y poniéndome de pie.

-Claro que no, siéntate- dijo señalando el asiento en el que estaba- Dije no me malinterpretes. En fin como estaba diciendo esa conducta no la puedo permitir, pero sé que fue en defensa propia así que no te echaré-

-Entonces ¿qué pasa? y ¿qué mierda hace el aquí?, no lo quiero acá- dije enojada refiriéndome a Asa.

-Créeme cuando te digo que tampoco quiero estar aquí- dijo Asa con la mirada llena de furia. Pude notar que el Asa del día anterior se había esfumado tal cual como la Adela vulnerable.

-Tranquila Adela. Voy para allá, por favor deja de interrumpir- dijo ya al borde de su paciencia.

Lo miré y me quedé callada, era mejor que abrir mi boca, podía empeorar más las cosas. No era tonta sabía que tendría que tener un castigo, pero el hecho de que ese castigo tuviera que ver con ese chico me estaba llenado de ira por dentro y no sabía porque. La verdad era que no me quería acercar a él, sabía que de eso no saldría nada bueno.

-Como sabes Asa es mi ayudante. Él está en su último año de psicología y está trabajando aquí para entender más sobre el trabajo- continúo diciendo- Creo que tú necesitas más ayuda de la que te pueden ofrecer las terapias en grupo, por lo que quiero que aparte de venir acá, seas la primera paciente de Asa. Creo que se pueden ayudar mutuamente-

En todo este tiempo el chico solo miraba a Carlos con cara de confundido, creo que él tampoco sabía de lo que se trataba esta mini reunión.

-¿Qué? ¿Ella?, de todas las personas que hay en este edificio, ¡tenía que ser la más problemática! Carlos por si no recuerdas, estoy recién comenzando con todo esto, ¡no me puedes dar un trabajo tan duro enseguida!- dijo casi gritando. Podía notar la frustración en su voz.

-Hey, me alagas, de verdad – le dije y luego me dirigí a Carlos- Sabes Carlos, creo que estás exagerando un poco, no creo que esto sea para tanto, ni tampoco que esto me ayude. Sé que hice mal y no se volverá a repetir así que creo que esto no será necesario, además claramente él no tiene experiencia y eso no me sirve- dije tratando de parecer calmada.

-Es cierto Carlos, no podré con esto- dijo Asa dándome la razón.

-No importa lo que digan, ya tomé la decisión. Sus sesiones serán dos veces por semana, en el lugar que Asa elija para que así se sienta más cómodo, dejo esa decisión en tus manos chico- dijo mirándolo con orgullo- Tengo el presentimiento que los dos aprenderán mucho de esto. Ahora esta reunión ha terminado. Ustedes decidan qué días, qué horas y dónde. No me decepcionen- terminó parándose de su silla y apuntando la puerta.

-Esto es una mierda- dijo Asa frustrado saliendo de la oficina y yo lo seguía.

-Créeme a mi tampoco me gusta la idea, pero no me puedo dar el lujo de hacer algo para que me echen, así que no tengo otra opción. Si pudiera me hubiera ido de aquí el primer día- dije para después empezar a caminar hacia la entrada.

-Lo que me espera- dijo Asa bajito pensando que no lo escucharía.

Si chico, no sabes lo que te espera.

*

Instagram: @becomingablur


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