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"Muerta por dentro"


Mi cabeza. 

Duele. 

Son las 8 de la mañana y las pocas horas que pude dormir no me ayudaron en nada. Me siento cansada. Matilda y Cori están aún durmiendo en el suelo y por cómo se ven no piensan levantarse. Tenemos clases a las 9:30, por lo que tenemos hora y media para alistarnos. Con esto dicho no me quedó más remedio que despertarlas, contra su voluntad obviamente.

-¿Por qué? díganme, ¿por qué la vida es tan cruel?- dice Matilda tocándose la cabeza.

-Eso les pasa por salir de fiesta un día martes y además beber como si no hubiera un mañana- dije tomando mi té.

-¿Por qué tú te ves bien?- me pregunta Cori.

-Culpa a mi bello rostro por no dejar que cosas tan pequeñas le afecten-

-Que tonta eres- dice Cori.

El día en la universidad pasó sin novedad. No me topé con nadie de la noche anterior. Estaba tan cansada que no quería nada. No quiero ir a la estúpida terapia. Pero tengo que hacerlo. 

Por favor, Mundo, déjame estar tranquila este día, yo sé que puedes hacer eso por mí. Confío en ti. No me falles.

Pero confié demasiado rápido. Gracias Mundo por eso.

Llegué a la habitación de la terapia, tarde como siempre. Saludé a Lea y me dijo que me sentara a su lado. La chica era muy simpática, conversamos toda la hora y no pusimos atención a nada de lo que decían los demás. En todo ese tiempo Cruela estuvo fulminándome con la mirada pero yo como la chica madura que soy la ignoré. Y el chico me miraba con una cara entre confundida y molesta.

La terapia pasó más rápido de lo que esperaba y Lea me dijo que nos fuéramos juntas hasta la entrada, pero antes de eso tenía que ir al baño por lo que le dije que se adelantara.

En este edificio hay distintos tipos de terapias. Las de grupo como las mías, unas contra el abuso, otras para tratar de cambiar al abusivo, otras contra las drogas y así.

Iba llegando a la entrada del edificio cuando divisé a Lea en el suelo, y a 3 chicas las cuales se ve que van a la terapia para cambiar al abusivo, que jugaban en su silla de ruedas.

El guardia no estaba por ningún lado y en los pasillos no volaba ni una mosca.

Me acerqué rápidamente y noté que Lea estaba llorando pidiendo que le devolvieran su silla mientras las 3 estúpidas solo se reían.

-¿Qué está pasando aquí?- dije en tono desafiante hacia las tres.

En este momento necesito encontrar la paciencia que no tengo.

-No te metas- dijo una chica con pelo azul.

-Me voy a meter todo lo que quiera. Ahora devuélvanle la silla y se pueden ir sin que pase nada- dije cada vez acercándome más a ellas, mi paciencia ya no existía.

-Adela, déjalas, ya me la van a devolver- me decía Lea con lágrimas en las mejillas.

-Si hazle caso a tu amiguita y vete de aquí- me dice otra chica con pelo rojizo y sucio.

Me acerqué a Lea, la tomé en brazos y la senté en la escalera de la entrada.

-Llama a tu padre antes de que esto se ponga feo- le dije.

Me acerqué a la chica que estaba sentada en la silla. Tomé una rueda y la di vuelta haciéndola caer al suelo. La estúpida se pegó en la cabeza.

-Pero que te crees puta- me dice la de pelo azul acercándose a mí.

-Se los pedí por las buenas. Déjenme decirles que no tengo paciencia, así que terminemos con esto rápido- dije haciéndole señas para que lanzara el primer golpe.

Como dije estoy en un curso de defensa personal, el cual ¡por fin! pude ocupar.

Me sentía viva. Tenía rabia, demasiada. Con solo un golpe la chica de pelo azul cayó al suelo y de ahí no se paró más. Las otras se dieron cuenta y corrieron hacia mí, una agarrándome por la espalda y la otra lanzando golpes a mi cara. Todo esto adornado por los gritos de Lea que creo se escuchaban hasta la otra ciudad.

Mi sangre hervía mientras recibía golpes. Con un movimiento rápido le pegué con la cabeza en la boca a mi opresora y me zafé de su agarre abalanzándome sobre la otra en el mismo minuto en que me liberé.

Golpe tras golpe tras golpe y estaba ciega. No podía parar. Estaba dejando salir todo, todo lo que tenía dentro. No escuchaba nada a mí alrededor, no había nada más que mis puños en la cara de la chica de pelo rojizo.

Recordaba todo. La rabia que tenía acumulada quería salir disparada por mis puños hasta dejarse caer en la cara de esa chica. Recordé la rabia e impotencia que sentí cuando me dijeron que mis padres estaban muertos, que no los volvería a ver más. Recordé la cara de Damián que no mostraba ninguna emoción más que orgullo al saber lo que había pasado. Recordé estar sola, sin nadie que pudiera ayudarme. Recordé el dolor que aún me acompaña y no me deja en paz.

No sé cuánto tiempo pasó cuando siento que alguien me agarra fuerte no pudiendo hacer nada para liberarme y me aleja de la chica, la cual tenía su cara adornada de un rojo carmesí que salía por su nariz, boca y otras partes.

-Adela, cálmate, reacciona- me dijo el chico de la terapia tomándome por los hombros y mirándome a los ojos.

En ese momento me doy cuenta de mi alrededor. Lea había recuperado su silla y me miraba con cara de espanto junto a su padre. Y las dos chicas ayudaban a pararse a la de pelo rojizo y se iban corriendo. Miré mi mano y estaba hinchada y roja. Y miré al chico, el cual me miraba con cara de preocupación, no critica.

-Asa, llévala a enfermería y revisa sus heridas por favor- dijo Carlos, y después se dirige a mí- gracias por defender a Lea, pero voy a necesitar hablar contigo después-

Sin decir nada seguí a Asa hacia la enfermería.

Estaba en shock. No podía explicar lo que había pasado porque ni siquiera yo tenía una explicación. Sólo sabía que me había sentido bien, viva. Había sentido algo. Después de tanto tiempo sin sentir nada, por fin había sentido algo. Aunque ese algo fuera pura e incontrolable rabia. Era mucho más de lo que había sentido en más de un año.

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Instagram: @ becomingablur

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