El Aprendiz de Zeus Cap.40

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Alguien acariciaba mi cabeza, estaba dormido pero me desperté al sentir unas suaves manos tocar mi cabello y cuello, ese tacto suave de una mano de mujer me animó a saber quién era la que me despertaba.

Abrí los ojos, me había dormido leyendo otras historias. No sé qué hora es y mi estómago rugía de hambre. Alcé mi cabeza aún adormecido y aún no habia visto quién era la persona que me despertó, ¿fue Hera?

—Bienvenido de vuelta —esa voz que escuché decirme eso era dulce, valiente y adulta. Era ella misma. Hera.

—¡Diosa Hera! —sin pensarlo me levanté y la abracé, ella me recibió y también me abrazó, pude sentir su presencia y un dulce olor a flores. Jamás me había expresado físicamente así con ella pero era necesario, y ya hace un tiempo que necesitaba un abrazo.

Nuestro abrazó acabó y quedamos frente a frente, ella portaba una sonrisa de reencuentro en sus labios y una mirada que decía que le alegraba verme otra vez, yo estaba feliz y emocionado de verla otra vez.

Ella me señaló con su mano derecha algo a su lado, miré y vi una mesa de madera con una silla, en la mesa había un gran plato lleno de comida, pude olerlo y deducir que aún estaba caliente y recién hecho.

—Te preparé algo, pensé que tendrías hambre así que... —yo no la dejé terminar ya que fui directo a la mesa para sentarme y empezar a comer como un animal.

Empecé a comer como si fuera la última comida que disfrutaría en mi vida. Pero, sin embargo, mientras comía, recorde todas las cosas que les dije a ellos, todo lo malo. Los abandoné, a ellos y a Jenissia.

Con tan solo pensar eso hizo que se me quitara el hambre, no merecía comer una deliciosa comida hecha por ella, por una diosa.

—No merezco esto... —musité echándome totalmente en la silla donde estaba sentado.

—Claro que sí, volviste después de un tiempo de haber desaparecido. No pudimos localizarte en todo este tiempo, ni siquiera Zeus desde su trono. Pero ahora estás aquí, eso es lo importante —ella se puso detrás de mí y reposó sus manos en mis hombros, su voz sonaba feliz de decirlo, en verdad ella lo estaba.

—¿Tu esposo piensa lo mismo?

—Créeme, tienes más ganas de verte que cualquiera.

(Pues él no debe superar a Jenissia)

—Lo siento por haber huido, perdóneme por todo lo que dije —supliqué en un susurro.

—No debes pedirme perdón, todos sabemos la razón por la que lo hiciste. No eres culpable, nosotros lo somos, nunca te tomamos en serio aunque no debiéramos, todos esos momentos fueron poco creíbles pero no lo hacíamos por lástima, créeme.

—Debo hablar con ustedes, estoy en problemas —seriamente cambio de tema.

—De seguro que sí. Llegaste con golpes muy graves, estabas sangrando.

***

—Todos están ansiosos por verte, cuando volviste al Olimpo fue un gran alivio para nosotros, te teníamos de vuelta... —Hera parecía una madre contándome los sucesos después de que me fui, de verdad sí se preocuparon por mí.

—Pensé que intentarían matarme —bromeé un poco y ella rió.

—Pues no —ambos caminábamos rápidamente a la sala de reuniones, Hera les avisó a todos sobre mi regreso y sobre lo que tenía que decir
—. Espero que el problema sea algo sencillo...

—No lo es, no para mí —Darkius es otro nivel más allá que la profecía de una guerra Faccionista.

Ambos llegamos a esas dobles puertas que eran la entrada a la sala, tenía que dar la cara, ver la cara seria de Zeus.

—Prepárate —ella abrió las puertas y me llevó hacia adentro.

Todos los dioses estaban sentados en sus tronos, esperaban a Hera y al huésped, que era yo. Todos tenían miradas intensas y serias, hasta Afrodita tenía una, pero todo eso cambiará con mis palabras.

—Bien, ya podemos empezar, perdón por la tardanza —se disculpó Hera dejándome en el centro de todos y sentándose en su trono —. Tom, ¿tienes algo que decirnos? —nadie daba la primera palabra, era algo incómodo y Hera lo notó y por eso habló.

—Perdón por todo...

—¡Perdonado! —espetó Hefesto alzándose en su trono sin dejarme terminar, no se le veían ansias de irse o algo, era una broma.

—¡Hefesto! —Afrodita le regañó con el ceño fruncido, daba miedo verla de otra forma que no fuera cariñosa y tranquila.

—¿Qué? Es Tom, y por lo tanto debo perdonarlo, cosa que ya hice y que... Ni siquiera sé por qué lo hice... —terminó confundido de todo.

Vi a Zeus, tenía esa mirada fija, fría, amenazante, aniquiladora y serena, como la primera vez que lo vi y él a mí, una mirada que asesina y que hace tener escalofrío hasta los huesos, además de tener ganas de hacerte en los pantalones.

—Fui un poco malo con ustedes aun así sabiendo que son muy superiores a mí, pero siempre estuve agradecido por todo aunque ustedes no me vieran como alguien perteneciente o igual. Tal vez debería sentirme feliz y contento de saber que conocí a los dioses y sentirme bendecido por tener los poderes de Zeus.

—Nah, qué tontería, la verdad. Esto aburre, Tom, agradecería que fueras al punto —pidió Ares con cara de aburrimiento.

—Alto… ¿No quieren escuchar mis suplicas de perdón? —pregunté un poco sorprendido.

—La verdad, no. Estamos acostumbrados a cosas como ésta y ya podemos decir que es totalmente aburrido escuchar palabrerías exageradas de vez en cuando, en cambio tú eres diferente y... Das lástima y vergüenza, pareces un bebé —confesó Poseidón.

(No sé si sorprenderme o quedarme tonto por tal confesión)

—Yo estoy de acuerdo —terció Hermes —, en lo que vayas al punto, y también en lo que eres un bebé pidiendo perdón.

(Dios imbécil)

Para revelar lo de Darkius tomé mucho aire y luego lo solté para calmarme un poco y no recordar esos golpes brutales que recibí en mi batalla contra él.

—Necesito su ayuda. Me fui de aquí, cosa de la que no me arrepiento, y ya verán por qué. Conocí a un tal Darkius...

—Oh, no... ¡Oh, no! ¡No, no, no! ¡Sigue allá afuera! —exclamó de repente Atenea alterándose de la nada.

—¡Imposible, no puede seguir vivo después de todos estos años!

El Olimpo se volvió un caos con tan sólo decir el nombre de Darkius.

—¡Vamos a morir! —gritó Hermes con miedo.

—¡A ver! ¡Cálmense todos! —Poseidón puso orden en la sala mientras Zeus seguía indiferente en su trono.

—Tom, conociste a alguien peor que… lo peor que te puedes imaginar —me dijo Hestia.

—Pensé que era mentira de que ustedes lo conocieran, lleva una armadura de obsidiana y una gigantesca hacha con forma de lobo.

—¡Es él!

Nunca presencié ver al Olimpo hecho un desastre con un solo nombre.

No era mentira.

Darkius es conocido y muy temido.

—¿Qué sabes de él? —cuestiona finalmente Zeus.

—Parecía ser buena persona hasta que descubrí que odiaba a las Facciones y a los Clanes no Humanos, sin duda quiere erradicar a las Subespecies y Facciones. Lo tomé como algo normal hasta que en Bélgica intentó asesinar a dos Elfos que vimos en plena ruta; tenía que hacer algo, no quería ver a un hombre que parecía una leyenda acabar con cosas vivientes sin culpa y con un puesto en este mundo, no podía dejar que él hiciera eso. Lo alejé y luché contra él, no pude darle un golpe siquiera, recibí unos cuantos que casi me mandan a la muerte.

Solté todo lo que viví, era toda una pesadilla, no parecía ser humano pero debe haber una explicación para ello. Ellos deben saber algo de él.

—Quisiera saber a qué nos enfrentamos para tener una idea y hacer algo —no quería quedarme atrás. Además, soy el culpable de esto.

—Está bien. Deméter, cuéntale todo.

—Darkius es el Dios del Caos, un hombre que tiene milenios de vida, más de casi ocho mil años de vida y eso es gracias a esa hacha que viste, lo que sabemos es que él robo esa hacha llamada «El Hacha del Lobo Legendario». De alguna forma su cuerpo mutó y se hizo inmortal con una fuerte armadura con un cambio de aspecto. Se ganó su nombre ya que sus rivales morían decapitados, excepto mujeres, formaba un caos en los reinos enemigos y asesinaba con toda facilidad a cualquier guerrero que se le cruzara, masacraba y destruía todo lo que veía y lo que él quisiera. Él ha estado oculto en las sombras esperando para atacar en cualquier momento, como ha hecho en el pasado desde entonces. Darkius desapareció otra vez, pensamos que había sido por nuestras amenazas y por otras cosas pero ahora sabemos que sólo esperó como lo sabe hacer.

—Él dijo que esperaría el momento, que dejaría a todos marchitarse para que pudiera acabar con las Subespecies; no le importa esperar más años entonces si es inmortal, pero pierde mucho tiempo, ha perdido mucho tiempo estos miles de años. Parece un sueño tonto decir que alguien simplemente espera miles fe años, pero él lo ha hecho y se ha ocultado. Quiere volver a la Humanidad una sola raza en el mundo —informé.

—Esto es más que un problema, Darkius amenaza al mundo estando oculto, aunque no haga algo aún, igual sigue siendo una amenaza. Debemos hacer algo, y rápido.

—Haremos este tema nuestro, no quiero que nadie en los Clanes o Facciones se enteren de que Darkius está en movimiento de nuevo. Nadie puede saber que Darkius está ahí afuera esperando a que todos envejezcamos y nos hagamos débiles con el tiempo mientras él sigue vivo, sano y con deseos de eliminación y de venganza —decía Zeus —; no pudimos saber o localizarle antes y no sabemos cómo encontrarlo.

—¿Cómo pasó contigo? —me preguntó Apolo.

—Fue una casualidad. Él me encontró.

—Padre, sabes que necesitamos ayuda contra esto, hablamos de un dios que sólo golpea y decapita con su hacha. Es inmortal y sabe muchas cosas y también hacerlas, nos puede destruir aunque no lo creamos y poner en peligro al mundo, es un mortal ridículamente resistente a lo que sea.

Todo el peso lo cargaba Zeus, era el líder de todo y debía pensar en algo para hacer para así acabar con Darkius; es mucha presión y estrés, lo noto en su cara y en sus ojos.

—¿Qué hacemos? —preguntó Artemisa por todos.

—Pensar. Tom, puedes irte por ahora, déjanos pensar en el plan para todo esto y luego te llamaremos...

Es difícil mantenerse tranquilo cuando sabes que hay alguien ahí afuera que amenaza a todos con su hacha. Me dí la vuelta para irme pero antes miré de reojo a través del hombro para culminar con esto.

—Evitaré un desastre. No quiero que nadie muera y menos en manos de Darkius. No pienso mantenerme tranquilo —después de eso salí de la sala con mucha inquietud.

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