Capítulo 06

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Jennie se encontraba harta de la situación a nivel nacional, con el país moviéndose todos los días para la preparación de la boda entre el Príncipe Seonghwa y su omega de alta categoría.

De alguna forma, el tema de Lisa y su rebelión fue a segundo plano para los monarcas y el parlamento. Con los preparativos de la boda y los gastos que implicaba, además, la milicia pasó los últimos días de buscar a la omega, a custodiar cada perímetro de la ciudad para que todo saliera según lo planeado.

Jennie sabía que la boda no tenía sólo un objetivo político, como era el consolidar la monarquía Min y asegurar la sucesión; por el contrario, poseía un objetivo también propagandístico y social, que era el mostrar el liderazgo de los Min como alfas hechos y derechos y, a un lado suyo, la omega siempre obedeciendo. Por lo que sabía Jennie, Soyeon era lo que se esperaba de una omega de alta alcurnia.

Aun así, esos preparativos le sacaban de quicio. Jennie se había acostumbrado el último tiempo a la persecución, al asedio, a buscar pistas para encontrar a Lisa, y ahora, verse relegada a la seguridad de una boda, era un poco... decepcionante y estresante, al menos para ella.

Soojin entró a su despacho, observándole con un poco de burla en la mirada al notarla molesta y ansiosa.

—¿Demasiado trabajo? —preguntó, sentándose en la silla frente al escritorio—. La verdad es que esto es aburrido. Hoy tuvimos un nuevo ensayo de cómo marchar cuando vayamos al frente de la comitiva. Y tú —señaló a Jen—, no estabas allí.

—No estaré en esa broma de mal gusto —masculló—, me debo encargar de la seguridad y fijarme en los puntos muertos. Como a Lalisa y su grupito se le ocurra...

—¿Estás loca? —Soojin lo descartó con un gesto despectivo—. Por muy rebelde que sea, no creo que también sea suicida. Además, es una simple omega, ¿crees que la cabeza le dé para algo tan arriesgado como eso?

Jennie frunció el ceño ligeramente. Cuando ella era una soldada de entrenamiento, fue cuando surgieron los primeros rumores de una omega rebelde en las periferias de la ciudad. Bueno, toda la milicia lo sabía, pues fue un asunto tremendo que involucró la muerte de la alfa de Lisa en manos de la omega. Los detalles nunca fueron importantes, pues la noticia principal era el hecho de que una muchacha, que estaba por llegar a la mayoría de edad y que, por sobre todo, fuera omega, asesinó a su alfa a sangre fría antes de huir. Así iniciaría la persecución por capturar a la joven, que pareció desaparecer de la fase de la tierra.

Unos meses después, comenzaron los avistamientos de la omega en torno a la enorme metrópoli. Lisa se convirtió en algo así como una pequeña ladronzuela, que se metía a casa de aristócratas y se robaba el dinero y las joyas, quién sabe para qué locura. De todas formas, era demasiado escurridiza y la policía jamás atinaba en alguna de sus trampas. Ahí fue que esas noticias llegaron a la milicia.

Si era honesta, Jennie tampoco le tomó el peso durante un tiempo, indiferente a una omega que pronto sería capturada. Sin embargo, los meses pasaban y pasaban, y los ataques de Lisa iban siendo más y más seguidos. El asunto escaló rápidamente cuando la chica asaltó un tren de carga, que llevaba un montón de ovejas, y las liberó a metros de la ciudad, luego de pintarles en el pelaje la palabra "LIBERTAD". En ese momento se decidió que los militares la capturarían al ver que la policía era inútil en sus intentos.

Tanto para el gobierno como para la mayoría de los militares, la caída de la omega se daría tarde o temprano. Cuando Jennie asumió como General, también pensaba lo mismo, pero ahora, una parte suya decía que no sería tan fácil. Después de todo, a pesar de todos los asaltos y jugarretas que hacía Lisa, ¿buscaba algo en específico con eso? ¿Qué era lo que realmente pretendía huyendo y huyendo, provocando y desapareciendo?

¿Libertad, acaso? ¿Los omegas podían aspirar a eso? Imposible. Eso era absolutamente imposible, pues los omegas siempre debían estar amarrados a un alfa. Los omegas, por categoría, eran inferiores y debían quedarse así para toda la vida, a los pies de su alfa.

—Aun así —habló Jennie, desganada—, prefiero no arriesgarme. Como Lalisa intervenga, será una humillación para nosotras.

La sonrisa desapareció del rostro de Soojin. Si había algo que los alfas no toleraban, era que un omega les hiriera el orgullo.

—Necesitas relajarte —señaló Soojin, encogiéndose de hombros—. Yo necesito relajarme. Shuhua me tiene estresada.

Jennie arqueó una ceja, luciendo un poco curiosa ante esa declaración. Unas semanas atrás, Soojin se la había pasado alabando las cualidades de su omega, incluso hablando abiertamente de su intimidad.

—¿Ha pasado algo en su luna de miel? —ironizó Jennie.

—Anoche la follé y cuando acabé, se puso a llorar —gruñó, tan molesta y enojada—. Le pregunté qué mierda le pasaba, pero sólo lloraba como una cría. Estuve a punto de abofetearla, pero al final, sólo la eché de la habitación. ¿Será una mierda de su celo? Odio a los omegas llorones.

Probablemente tenía que ver con la inyección de jechul. Jennie sabía que, pasado un tiempo, la sustancia se diluía en la sangre de los omegas y había que volver a inyectarlos. Los omegas eran adictos a esa mierda.

—De todas formas —Soojin rodó los ojos—, ¿qué tal si nos escapamos esta noche a un burdel?

La general arrugó las cejas levemente.

—No me gustan los burdeles —habló, pues las pocas veces que fue, el olor saturado y dulzón de los omegas le provocaba arcadas—, además, quién sabe que enfermedad puedes pegarte.

Soojin hizo un gesto negativo.

—No hablo de un burdel de baja categoría, mujer —se encogió de hombros—. Me refiero a un burdel caro. Un burdel para los de nuestra clase.

Así cómo todo en Inopia se encontraba firmemente estructurado en estratos sociales, también lo estaban la mayoría de los negocios o lugares qué frecuentar. Existían algunos burdeles con omegas de alta calidad, que eran cuidados para ser usado por alfas de categoría A y B. A veces, ocurría que ni siquiera podían ser comprados para follárselos, sino sólo para un baile, debido a lo caros que eran.

—No creo...

—Aceptaré tu respuesta como un sí —Soojin se puso de pie, rodando los ojos—. Pasaré por ti cuando acabes el trabajo.

Jennie ni siquiera alcanzó a responder, viendo a su segunda al mando marcharse de la habitación a paso ligero, como si no hubiera acabado de invitarla a un burdel. Maldita fuera Soojin y sus ideas.

Cerca de las nueve de la noche la fue a buscar. A esas alturas, aquella idea no le parecía del todo mala a Jennie, que se estresó mucho más cuando descubrió un punto ciego, dentro de los planos de la ciudad, que podían ser usados por la omega. Tuvo que reestructurar parte de la guarnición para cubrir ese flanco, sacándole nuevos dolores de cabeza. No lo parecía muy bien, pero la milicia tenía serias carencias que la corona no quería cubrir, entre ellos, la cantidad de personas en sus filas y el equipamiento que necesitaban.

De cualquier forma, una vez Soojin apareció, no dudó en seguirla hacia el carruaje que le llevaría al burdel. Jennie sólo fue un par de veces al Scent, que era, en palabras de su amiga, el mejor prostíbulo de la ciudad y al que sólo pocos podían acceder. La mayoría de omegas eran bonitos y bien perfumados, obedientes y sensuales. El lugar estaba a cargo de Madame Yoo, una alfa que era buena en los negocios y de gran fama debido a la popularidad de su burdel.

No se encontraron con la mujer cuando entraron, pero si con un montón de aromas que impactaron en la nariz de ambas alfas de manera inmediata. Menta, durazno, limón, manzana, césped, nueces... Diversos olores de omegas, amplificados mucho más por la droga y sus perfumes.

En el centro, en una plataforma redonda y que conectaba con el escenario principal, había una omega bailando con mecánica sensualidad. Apenas llevaba algo que le cubriera, una bonita lencería que tapaba lo necesario, pero no parecía avergonzada por eso. Jennie la reconoció, pues la mujer llevaba demasiados años trabajando allí: era Hyunah. Era una omega más que preciosa, sin embargo, por lo que la castaña sabía, quedó de últimas en su generación debido a un intento de escape que hizo en la Clínica. Por lo mismo, no dudaron en enviarla a los prostíbulos, siendo comprada por Madame Yoo al ver su potencial.

Caminaron hasta una mesa desocupada, algo oculta del resto, y Jennie pidió un vino. Soojin se decantó por una cerveza.

La alfa echó un vistazo a su alrededor, evaluando a cada omega que se paseaba por el lugar con sonrisas coquetas y aromas seductores. Sin embargo, se quedó contemplando al príncipe Seonghwa metido en un rincón, rodeado de tres omegas, dos chicas y un chico, que estaban casi encima de él. No le sorprendió un poco verlo allí.

—¿También lo viste? —habló la azabache, llamando su atención—. Me di cuenta apenas entré. El Principito... —soltó una risa burlona—, le echó el ojo a Shuhua.

—¿Ah? —Jennie la observó, sonriendo perezosamente—. ¿Y eso?

Pudo ver un brillo de rabia cruzar los ojos de su amiga.

—Le ofreció hacerla su puta —en ese momento, apareció el beta que las atendió, dejándole sus tragos en la mesa. Soojin no dudó en agarrar la botella de cerveza, llevándosela a la boca—. Y Shuhua lo rechazó. Me enfadé tanto con ese cretino, que la agarré con mi omega. Por eso debía estar llorando. Los primeros días no, porque le inyecté jechul, pero ahora...

—¿Y por qué no se la entregas a Seonghwa? —preguntó Kim. Soojin volvió a beber de la botella—. Sabes que tarde o temprano el Príncipe se la llevará a la cama. Puedes pedir un nuevo omega...

—¿Estás loca? —bufó—. Para que me den a otro deberé esperar otro año. Además, Shuhua es linda.

—Oh, ¿estás enamorada? —se rió Jennie, tan divertida, porque ambas sabían que en esa sociedad no había amor.

El amor era una emoción primitiva que desencadenaba en desastres. Una emoción tan arcaica y salvaje que sólo pertenecía a los omegas sin control alguno.

No, para que la sociedad avanzara, llegara lejos y la evolución siguiera su camino, los cimientos de la civilización debían ser construidos en base a la racionalidad, la lógica y la sensatez.

Jennie no era una mujer religiosa, si era sincera, despreciaba un poco tales enseñanzas. Pero ella sabía muy bien que la sociedad en la que vivían fue creada por Dios, un Alfa Superior, que dejó en la tierra a Adán, alfa hecho a su semejanza, y a Eva, omega sometida a su esposo. Ambos carentes de emociones, pero que poblaron todo el mundo porque esa era su misión. El amor era sólo el pecado que introdujo el diablo para corromperlos.

—No me jodas —Soojin también se rió—. Pero no me gusta que miren lo que es mío. Shuhua es mía, al menos, hasta que me harte.

Jennie se percató, en ese momento, que Hyunah se estaba retirando del escenario, con toda probabilidad porque un alfa la solicitó. Ella sabía que la omega era una de las más caras, y tampoco le llamó la atención cuando Seonghwa se levantó, con ese trío de omegas siguiéndolo, y se dirigió a las escaleras, que llevaban a las habitaciones.

Otra omega entró al escenario. A Jennie le llamó la atención enseguida cuando vio que llevaba un antifaz que cubría la mitad de su rostro hacia arriba, incluso la nariz, y comenzó a mecerse al ritmo de la música. Llevaba encima también poca ropa, unas pantaletas de encaje negro, con un bralette que le quedaba demasiado bien. Cubriendo su cuello, había una gran gargantilla de encaje, tapando incluso su glándula de feromonas. Los grandes tacones terminaban por rematar el bonito conjunto.

Bailó con extrema lentitud, sin fijarse en nadie en particular, con sus manos acariciando su cuerpo, girando, arrodillándose, mostrándose con pecado juguetón.

—¿Me estás escuchando?

Las palabras de Soojin la sacaron de sus pensamientos. Jennie parpadeó, quitando su atención de la omega que bailaba, y volviéndola a su amiga, que le miraba con impaciencia.

—No —admitió sin vergüenza alguna.

Soojin bufó.

—¿Mirabas a esa omega? —preguntó. La otra no habló—. Debe ser carísima, ¿no ves esa gargantilla?

Por lo normal, los pocos omegas de burdeles que llevaban esa prenda, la tenían para remarcar el hecho de que costaban mucho más y no podían ser tocados o acariciados en el cuello. Mientras menos contacto hubiera en su cuello, el aroma natural que poseían no era contaminado.

—¿Crees que no puedo pagarla? —farfulló Jen, aunque ambas sabían que no podía. A pesar de que fuera la General del ejército, no iba a despilfarrar todo su dinero en una omega como esa.

Además...

Además, Jennie no lo admitiría en voz alta, pero en la única omega que podía pensar para follar era en Lisa. Su instinto más profundo se había encaprichado con esa muchacha, a la única que realmente deseaba era an ella, y tenía claro que un revolcón con cualquier otra persona le dejaría insatisfecha. Jennie no pagaría para, además, quedarse con las ganas.

—Pide a otra u otro omega que no te deje pobre —se rió Soojin—. Lo que es yo, me iré por Solbin. Hace mucho no la veo.

Solbin era una bonita omega, ni muy cara ni muy barata, que era la amante ocasional de la alfa.

Jennie volvió su atención a la omega, que no dejaba de bailar y entretener al pequeño público que le observaba desde sus sillas. Aprovechando que un beta pasó a su lado, Jennie lo detuvo.

—¿Cuánto cuesta la noche con esa omega? —preguntó, apuntando a la muchacha sobre el escenario.

—¿Ah? —el beta miró a la señalada—. Dos millones de wons, señora. Pero ya está reservada. Es... la pequeña mascota de la Madame.

La alfa arrugó el ceño, no sólo por el precio excesivamente caro que poseía, sino también por lo último. Era la primera vez que escuchaba que Yoo Inna tenía a una omega para su uso particular. Qué decepción.

—¿Y un baile? —preguntó, moviendo su cabeza.

—¿Un baile? —el beta parecía sorprendido—. Uh... Podría ser, pero de no más de una hora. Eso cuesta quinientos mil wons.

Todavía caro, pero no imposible de pagar, al menos para ella. Jennie sopesó sus opciones, pero al ver a la omega girar, mostrando ese bonito culo que poseía, decidió que valía la pena. Tal vez podría frotarse contra ella para saciar las repentinas ganas de sexo que aparecieron.

Soojin decidió marcharse en busca de Solbin cuando vio que Jennie se puso de pie. La General le dijo que no se esperaran, pues una vez acabara con eso, pretendía marcharse a casa. Soojin ni siquiera le insistió en lo contrario.

Uno de los guardias la dirigió a través de las escaleras, subiendo hasta el segundo piso, hacia una de las habitaciones finales. Allí, había un sofá negro pegado a la pared contraria, una silla en el centro y un espejo enorme cubriendo la pared lateral izquierda, con una radio en el suelo. Las luces se encontraban bajas, y Jennie se sentó en el sofá, acomodándose. El guardia que le acompañó le dijo que estaría alrededor del pasillo en caso de cualquier emergencia.

No tuvo que esperar más de cinco minutos cuando la puerta volvió a abrirse y la omega entró.

—¿Qué tipo de baile quiere? —preguntó la joven, sin voltearse a verla, cerrando la puerta y poniendo el pestillo.

Tal vez fue culpa del cuarto casi a oscuras, que apenas iluminaban ambos rostros, porque ambas no se reconocieron al inicio. Sólo fue cuando la omega se movió a la radio, poniendo la música, que el aroma a vainilla y duraznos impactó en Jennie.

Ese aroma...

Casi de inmediato, saltó en su lugar porque ese olor lo reconocería en cualquier lado. Sin pensarlo demasiado, agarró el arma que llevaba en su cinturón, sacándola y mirando hacia todos lados de la habitación, casi esperando que Lisa apareciera por detrás del sofá.

Pero era imposible. Allí no había nadie, excepto...

Escuchó la maldición de la omega y reconoció la voz, pues esa suavidad con la que habló desapareció, convirtiéndose en agresión. La vio correr hacia la puerta, pero Jennie fue mucho más rápida, agarrándola del brazo con fuerza.

Sin embargo, Lisa también la encontró con la guardia baja, porque recibió un sorpresivo puñetazo en su mejilla derecha. Kim no la soltó, pero aflojó el agarre.

—¡Bang! —chilló la omega, pero debido a la música, que seguía sonando, su voz se perdió en la nada.

La alfa ahora la tomó por la cintura, sorprendiéndose por lo delgada que era. Santa mierda, ¿era realmente...? ¿Esa era...?

Lisa la golpeó con el codo en el estómago, cortándole la respiración levemente y haciéndole soltar el arma, que entre el forcejeo fue pateada hacia alguna parte de la habitación. Jennie tropezó, cayendo al suelo y arrastrando a la pelinegra consigo, que trató de librarse del agarre. La alfa, hastiada, le agarró del cabello arrancándole un grito de dolor.

—Mierda —gruñó, enfurecida—. ¡Joder, cállate!

Pero la omega ahora le volvió a golpear en el rostro con el codo. Jennie pudo saborear la sangre en su boca, y sin pensarlo, golpeó también a Lisa en la cara, haciéndola caer a un lado suyo. La omega gimoteó, desconcertada, y Jennie escupió sangre al suelo. Puta mierda, le saldría un moretón, de eso estaba segura.

Aunque esa idea pronto quedó en el olvido cuando se dio cuenta de la posición en la que estaba. Lalisa. Lalisa. Lalisa en el mismo cuarto que ella, echada en el suelo, con esa ropa...

El instinto hizo que Jennie gruñera. Pudo ver el estremecimiento de la menor, que le daba la espalda, y la castaña la agarró ahora del cuello, girándola. La cabeza de Lisa golpeó el suelo, arrancándole un nuevo grito de dolor, y Jennie le quitó la máscara que llevaba encima, confirmando sus sospechas. Observó ese rostro conocido: los ojos abiertos, aterrorizados, y el labio roto por el golpe que le dio.

—Quédate quieta —le ordenó, pero Lisa siguió batallando, a pesar de que su cuello estuviera siendo apretado por la alfa—. ¡No me obligues a usar la voz alfa, Lalisa!

Esas palabras parecieron ser efectivas en la chica, que se quedó quieta, con la respiración agitada y temblorosa. Jennie lamió sus labios.

—Vaya, esto es... —soltó una risa regocijante, sacudiendo la cabeza—. ¿Es en serio, Lalisa? ¿Esto haces en tu tiempo libre? ¿Prostituirte?

La menor frunció el ceño, luciendo enojada a pesar de la hilarante situación. ¿Cómo podía enfadarse, como si estuviera en posición de eso, cuando Jennie la tenía así?

Miró hacia abajo, viendo la desnudez de la omega, antes de volver a su cuello. A ese cuello cubierto con encaje.

Volvió a lamer sus labios.

—No me prostituyo —espetó Lisa, con su voz débil debido a su garganta apretada. Jennie aflojó un poco el agarre.

—¿No? —con su mano libre, Jen la bajó hacia su cuello, acariciándola por sobre la tela—. ¿Y qué es esto, entonces?

—Gano mi mierda para poder sobrevivir, imbécil —habló, y si la alfa era sincera, le sorprendía que el atrevimiento de Manoban no se hubiera desvanecido a pesar de la situación en la que estaba. A pesar de todo, seguía actuando como si tuviera control de todo.

Jennie tarareó.

—No estás en posición de ofenderme, cariño —se rió—. Ahora, ¿qué tenemos aquí...?

Y su mano agarró el encaje del cuello, tirándolo. La tela se rompió con facilidad, mostrando su piel, exponiendo su glándula de feromonas. Esa glándula que tenía una cicatriz encima, la vieja marca grabada allí.

Lisa, mientras, sentía el pánico tirando de ella, pero trató de controlarse para no dar rienda suelta al llanto y las súplicas. Ni siquiera se le pasó por la cabeza que Jennie, la perfecta y amargada General, quisiera pasarse a un burdel en su tiempo libre.

La omega conocía muy bien a Yoo Inna, la Madame del lugar, que era algo así como su cuidadora y protectora en la superficie. La mujer era una vieja conocida de Rosé, su primera y única alfa, que le escondió cuando todo se fue a la mierda, tantos años atrás.

Lisa se aparecía por su burdel cada cierto tiempo, cuando no podía esconderse en la Subterránea, y a veces, hacía ese estúpido show para ganar un par de monedas. No podía permanecer inactiva, a pesar de estar escondida, pues eso llamaría la atención de otros omegas que vivían allí, y aprovechaba esos bailes para tener dinero que podía enviar a la vieja Kyuwon y Jeno.

Jamás, en todos esos años escondiéndose allí, se encontró con Jennie. A veces veía a alguno de los soldados, pero el burdel era ideal para esconderse cuando lo necesitaba: se podía camuflar bien con el resto de omegas e Inna le protegía muy bien de que alguien quisiera propasarse con ella. La mujer, ese día, tuvo que viajar por asuntos personales, porque si no, de seguro le habría avisado quién estaba en su burdel.

Sus ojos se movieron por el rostro de Jennie. La luz no favorecía para nada el verle, sin embargo, pudo notar la sonrisa que traía encima. ¿Y cómo no? Lisa estaba a su merced. Y no sólo eso, sino también Inna.

Como siguiendo sus pensamientos, la alfa entrecerró los ojos.

—Dime algo, y más te vale que seas honesta —dijo, saboreando la posición de poder en la que estaba—, ¿Madame Yoo sabe quién eres tú? ¿Te esconde a pesar de que sabe que traiciona a su patria?

—¿Patria? —escupió Lisa—. ¿De cuál patria hablas, General Kim? ¿De este país asqueroso que ustedes hicieron? —a pesar de que estuviera sometida, sonrió con burla—. Ese egocentrismo que se cargan ustedes, la mayoría de alfas... Tal vez, en algún momento, te des cuenta de que ni la mitad de su población es feliz con el orden que nos dieron.

Jennie le apretó la garganta, cortándole la respiración momentáneamente.

—Me aburrí de tu mierda —espetó—, ¿y sabes qué haré ahora, contigo así? —otra vez la sonrisa—. Te joderé hasta que grites mi nombre, cariño.

Lisa pensó que Jennie la besaría en la boca. Por Dios, estaba segura de eso, y ella pensaba aprovecharlo para morderle el labio. Sin embargo, la boca de la alfa fue a su mejilla, y gimió patéticamente cuando sintió la lengua acariciando su piel. Una parte suya la repudió, pero su omega pareció rendirse ante ese gesto de dominancia.

—Hueles tan bien —gruñó la coreana, sintiendo cómo su polla se endurecía ante el aroma de la menor. Nada de ese dulzón sobrecargado que poseía la mayoría de omegas—, y quiero follarte tanto.

—¿Y lo harás aquí? —se burló Lisa, tratando de que su mente procesara un rápido escape, pensando en todas las habitaciones del lugar. Podía huir subiendo al tercer piso, que era la de los cuartos personales, y meterse a la de Inna. Por la ventana, había un árbol gigante del que podría colgarse—. Qué poca pasión, General Kim.

—No me jodas —masculló, llevando su boca más abajo, y ahora posándola sobre la glándula de feromonas. Sus dientes rozaron esa parte tan sensible de la omega, provocando que involuntariamente soltara su aroma con más fuerza—. ¿Oh? ¿Acaso quieres una polla en tu coño, Lalisa?

—¿No es eso peligroso? —habló Lisa con voz débil—. Deberías acusarme primero a las altas autoridades antes de follarme.

Jennie se echó hacia atrás. La omega podía sentir la entrepierna dura de la alfa contra su centro que, lamentablemente, también estaba comenzando a reaccionar, humedeciéndose. Por mucho desprecio que sentía hacia la castaña, su cuerpo no era de piedra y se excitaba ante los estímulos recibidos.

—¿Qué es esta patética forma de ganar tiempo? —se rió Jennie.

La menor puso una sonrisa en su rostro.

—¿Tan rápido quieres acabar con nuestro juego, Jennie? —habló, y la alfa se sorprendió cuando notó que era la primera vez que Lisa la llamaba por su nombre, sin su título—. ¿Acaso te aburre perseguirme? Porque yo lo disfruto tanto..., Alfa.

Esa última palabra envió un escalofrío agradable por el cuerpo de la mayor. Jennie aflojó un poco el agarre en la garganta de la omega, al menos, para que pudiera respirar bien.

—Perra provocadora —masculló Kim.

Lisa sólo soltó unas risas bajas, indiferente al insulto. Por el contrario... Parecía estarlo disfrutando sin vergüenza alguna.

—¿Y qué tal el baile que te debo? ¿Perderás esa oportunidad, Jennie?

—Te obligaré a bailar cuando quiera una vez te marque —espetó.

—Claro —una pequeña pausa—. Pero ¿no es más divertido así? —lamió sus labios—. Dame una oportunidad más y no volverás a pillarme con la guardia baja.

Arrugando el ceño, Jennie pareció no entenderla bien en un inicio. Transcurrió otro minuto de silencio entre ellas, en lo que la alfa procesaba lo que le acababa de decir la omega, hasta que sacudió su cabeza.

—¿Quieres que te deje ir? —volvió a reírse, sólo que ahora con incredulidad—. ¿Me consideras una idiota, Lalisa?

—No —Lisa movía sus ojos de un lado hacia otro. ¿Dónde había caído el arma?—. Sólo deberíamos hacer como que esto nunca ocurrió. Te daré... te daré la mejor mamada de la vida, General.

Un nuevo instante en la que ninguna habló. Lisa ya controló sus respiraciones, mucho más calmada y fría.

—¿Una mamada? —Jennie bufó—. No es necesario. Una vez te marque...

—¿Es que no lo sabes? —exclamó la omega—. Aunque me marques, no me someteré. No a menos que me inyectes jechul. Sin esa droga, a pesar de la marca, podría morderte el pene —se rió—. Ganas no me faltan.

Jennie sintió su sonrisa tensarse un poco ante esas palabras. Después de todo, algo de razón tenía, pues era la droga la que los volvía sumisos y maleables. Si bien podría someterla con la voz alfa, era muy probable que Lisa tratara de resistirse.

Recordó la ficha clínica de la omega. Si bien fue la mejor calificada de su generación, al final de las páginas, en la zona de advertencias, los médicos dejaron un mensaje claro.

Omega altamente voluble. Al hablarle con la voz alfa, presenta resistencia y negación. NO dejar sin su dosis semanal de jechul.

Había cierto desafío en los ojos de Lisa, se dio cuenta en ese momento. Un claro reto ante la alfa. ‹‹Trata de someterme con tu voz››, afrontaba su mirada, ‹‹y te joderé como no te imaginas››.

Era esa provocación la que excitaba a la alfa. Era esa actitud la que la ponía caliente y desesperada por doblegar a la omega.

—Podría...

—¿Llevarme fuera, a un hospital para que me inyecten? —aventuró Lisa—. Oh, General... Apenas salgas de aquí, conmigo, mis chicos se lanzarán sobre ti. ¿Crees que estoy sola? —mintió, esperando que Jennie no se diera cuenta de eso.

La alfa apretó su mandíbula ahora. Si Lisa estaba en lo cierto, era muy probable que dentro de varios minutos, en lo que acababa su hora, los guardias entraran a buscarla. ¿Y esos guardias sabían siquiera quién era la omega? Si estaban confabulados con Lisa y la veían así, no dudarían en enfrentarse a Jennie que, a pesar de todo, estaba en desventaja numérica.

Movió su cuello, haciéndolo sonar. En definitiva, el lugar no era el más idóneo para haberla capturado, ni mucho menos para hacer algo con ella. Además, podía ser un escándalo público... El Príncipe Heredero también se encontraba en el lugar, lo que no dejaba bien parada a la dinastía, ni a la policía.

—Jennie... —suavizó su voz—, este será nuestro pequeño secreto. Nuestro sucio y pequeño secreto —la vio lamer sus labios—. Si me dejas ir, te daré una mamada. La mejor puta mamada de la vida, Alfa. Luego me retiraré en silencio, desapareceré, y ambas nos callaremos. Quedará sólo entre nosotras dos.

La alfa sopesó sus alternativas. En cualquier caso, si las cosas salían mal, sería terriblemente humillante para ella: una omega buscada por el Estado se le escapó de las manos en un burdel. Además, también sería una burla para el propio Gobierno. ¿Cómo una omega tan perseguida se paseaba ante los ojos de soldados? ¿Y del propio Príncipe? Qué escándalo más grande. Y aunque se la follara aquí y la marcara, ¿cómo saldría sin provocar un posible desastre? Si Lisa tenía a más personas protegiéndola, pronto se darían cuenta de la situación e intervendrían.

Por último...

Miró esa sonrisa desafiante y salvaje que poseía la extranjera. Esa boca preciosa con sus labios húmedos y regordetes, perfectos para recibir una polla.

Le apretó la garganta. Jennie, si era honesta, se sentía hipnotizada por la mirada de la omega, por su voz suave, por su aroma. Era como ser un niño y que un adulto te ofreciera un dulce: eres incapaz de decir que no ante esa tentación, a pesar de saber que puede ser peligroso.

—Quiero que me bailes —habló—, y luego, me la chupes. Y si te atreves a morderme... —acercó su rostro—, te lo juro, Lalisa, haré que te conviertan en una omega de cría.

Lisa borró la leve sonrisa de su rostro, alzando la barbilla.

—Te lo juro —le aseguró Jennie—, y yo jamás rompo mi palabra, Lalisa. No juegues conmigo.

La menor asintió con la cabeza, lo más que pudo debido a la posición, y sólo recién Jennie le soltó la garganta. El aire entró a su boca a bocanadas, dándose cuenta de lo vulnerable que estuvo, y vio a Jennie ponerse de pie, yendo al sofá. Allí, con parsimonia, la alfa recogió el arma que dejó caer antes de quitarle el seguro.

Lisa tomó aire, acariciando la piel de su cuello. Sus dedos tocaron su marca, caliente y palpitante, y se puso de pie. Jennie se sentó en el sofá, con su mano jugando con el arma en señal de una clara advertencia.

—Perdiste tanto tiempo en esto —suspiró la tailandesa, tambaleándose hacia la radio y subiendo el volumen.

—Más te vale que te apures —replicó, luciendo aburrida—. Si no terminas antes de que acabe la hora, te follaré aquí mismo, frente a todos.

Lisa rodó los ojos ante la estúpida amenaza, comenzando a mecerse al ritmo de la suave música. Los ojos de Jennie la contemplaban de pies a cabeza, y la omega abrió sus piernas, sentándose en la silla, con el respaldo contra su pecho, acariciando su cintura con sensual lentitud.

La alfa no podía dejar de observarla. Mientras la música seguía, Lisa parecía acoplar sus movimientos sin mucha dificultad, incluso inclinándose y mostrando su trasero. El aroma de vainilla y duraznos lo único que hacía era que su alfa gruñera, desesperada por recibir un toque de esa pecaminosa muchacha que la enloquecía.

Jennie separó sus piernas cuando la vio arrodillarse, gateando hacia ella con una sonrisita de reto.

—¿Estás tan ansiosa, Jennie? —preguntó, llegando hacia ella, y sus dedos comenzaron a subir por su pierna, por encima de la tela del pantalón—. Si no hubiera sido yo, ¿te habrías follado a esa pobre omega que querías ver bailar?

Las manos de la pelinegra le desabrocharon el pantalón y Jennie se movió levemente para bajarlos un poco, al menos lo suficiente para liberar su polla. Vio cierta incertidumbre en los ojos de Lisa, y la alfa no pudo menos que sonreír con sorna cuando su miembro quedó libre.

No es como si Jennie fuera egocéntrica o algo así, pero ella sabía que estaba bien dotada. En comparación a muchos otros alfas, la mayoría de la milicia, ella tenía una polla grande y larga, con un dulce aroma a almizcle.

—No me follo a cualquier omega —habló Jennie—. ¿Y tú? ¿Te crees capaz de chupármela?

Lisa sintió un poco de rabia bullir ante ese desafío, pero también por el recordatorio de que ese sería su primer contacto sexual, con una alfa, en muchos años. Desde la muerte de Rosé que jamás volvió a tocar a otra persona con esas intenciones.

¿Quién se creía esa bastarda para retarla así?

Agarró la base de la polla. No le sorprendió encontrársela levemente endurecida y húmeda en presemen. Lisa se sentía a sí misma reaccionar por la situación, con su centro palpitante soltando un poco de lubricante. Sin embargo, no lo iba a demostrar, al menos no abiertamente, y comenzó a masturbar a Jennie para mantener la concentración en ella.

Los ojos oscurecidos de la alfa no dejaban de observarla, de seguir sus movimientos, y Lisa sacó la lengua. Dudó un instante, sabiendo que una vez lo hiciera, iba a significar su condena, al menos, durante un tiempo. Pero un trato era un trato, y si daba el indicio de rebelarse, seguía en una posición en desventaja.

Así que cerró sus ojos y su lengua conectó con el tronco de la polla, saboreando el presemen. Sin dudarlo más, comenzó a subir, hasta llegar al glande, enrojecido y mucho más húmedo, y cerró sus labios alrededor.

—Abre los ojos —ordenó Jennie, con la mandíbula nuevamente tensa en lo que trataba de aguantar un gemido ronco—. Quiero verte la cara mientras te follo la boca.

Lisa se vio obligado a obedecer, devolviéndole la mirada oscurecida a la castaña. Ahuecó sus mejillas, empujándose un poco más abajo, sin dejar de masturbarla, y sólo pensaba en lo grande que era ese pene, más grande de lo que alguna vez hubiera visto o tenido.

Su cabeza comenzó a subir y bajar, haciendo un aguado sonido a medida que la polla se abría paso en su garganta. Lisa sintió la mano de Jennie cerrándose en torno a sus cabellos, y relajó su mandíbula para que así entrara un poco más. No quería admitirlo abiertamente, pero a pesar de todo, la situación era excitante y caliente para ella. Por mucho odio que sintiera, no podía negar que Jennie era una alfa hermosa, con un porte elegante y atractivo.

Eso la hizo odiarla más. A ella y a sí misma, por haber acabado así, por haber cedido a esa estúpida idea para salvar su pellejo.

Alejó su boca, pero volvió a lamer todo el largo, con Jennie apretándole los cabellos.

—¿No lo ves? —murmuró la alfa—. Este es tu lugar, Lalisa. Recibiendo una polla de tu alfa, y te encanta.

Lisa sintió la tentación de morderla, pero logró controlarse a tiempo. Aceptó la humillación en silencio, prometiendo que se vengaría de Jennie apenas tuviera la oportunidad.

Maldita fuera mil veces, y maldita fuera ella también, porque algo de razón tenía: le encantaba.

Su boca volvió a meterse la polla, dejando ahora que Jennie comenzara a embestirla a su ritmo. Podía sentir con cada nueva embestida como se metía más adentro, y se tuvo que forzar a respirar pausadamente para no tener arcadas, mientras sus ojos se ponían llorosos.

—Mierda, tu boca... —gimió Jennie, observando el rostro arruinado de la omega, cómo seguía entrando su pene ahí—, tu boca me encanta, bebé...

Lisa gimió ahogadamente, sólo dejando que Jennie embistiera a gusto propio para acabar pronto con ese juego. Mientras más rápido acabara, menos tiempo tardaría en convencerse de que eso no le gustó.

Para su fortuna, Jennie parecía también ansiosa por correrse, pues sintió su repentina tensión y, de forma súbita, el semen invadió su boca. Su primer instinto fue alejarse, pero Jennie le tenía agarrada del cabello y no le quedó más que quedarse quieta, recibiendo esa corrida en su garganta.

Frente a ella, la alfa jadeaba con fuerza, terminando de correrse en sus labios. Lisa se alejó unos centímetros, soltando su polla, pero Jennie le levantó la cabeza.

—Abre la boca —ordenó, y Lisa obedeció, mostrando los pocos restos de semen. Jennie agarró su polla, acariciándose y soltando unas pocas tiras de esperma, que cayeron en la boca de la extranjera—. Te gusta, ¿cierto? Te gusta que tu alfa te use así.

Lisa se quedó callada, dejando que la mayor limpiara su polla contra su mejilla.

Jennie parecía dispuesta a decir algo más, sin embargo, en ese momento la puerta fue tocada bruscamente.

—¡Ya estamos en la hora! —gritó alguien al otro lado.

Lisa gateó, retrocediendo. Jennie se apoyó en el sofá, tentada de lanzarse sobre la omega para volver a someterla y ahora follarla. Sin embargo, estaba contra reloj.

La menor apagó la radio, limpiando su rostro de las lágrimas y la saliva. Lo que menos quería, en ese momento, era mirar a Jennie, porque a pesar de que logró su cometido, que era escapar con vida, se sentía terriblemente humillada y, sobre todo, derrotada.

Esta era la última vez. No dejaría que jamás volviera a atraparla o tenerla a su merced.

—Lalisa —habló Jennie, todavía sentada y subiéndose los pantalones con una mueca—, mejor acaba con esto ahora. Si simplemente dejas que yo...

—No —se puso de pie sin voltearse a ella, recogiendo la máscara y acomodándosela en el rostro—. Nuestro secreto, Jennie. Esto queda aquí —caminó hacia la puerta, apenas dirigiéndole una mirada—. Si te atreves a joderme de nuevo, te mataré.

Jennie ni siquiera se molestó en responder, sólo la miró marcharse, pensando en lo que acababa de ocurrir. Recién en ese momento pareció reaccionar, tomarle peso a lo que acababa de ocurrir, pensar que no había estado soñando.

Sin embargo, cuando quiso seguirla, se dio cuenta de que había desaparecido.

La boda real entre Min Seonghwa y Jeon Soyeon se celebró tres días después.

Shuhua alisó el vestido que llevaba, de un horroroso color amarillo claro y que parecía llevar flores hiladas, del mismo color, a lo largo de la tela. Dos días atrás, la prenda llegó a su casa para que se la probara, rabiando al ver lo feo que era. De seguro todo fue idea de Soyeon, que la había agarrado contra ella debido al idiota de su alfa.

Para su fortuna, Soojin comentó que no se veía tan mal. A Shuhua no le gustaban particularmente los vestidos, pero era la ropa que una omega de su calibre debía llevar. Eran un poco incómodo a veces y la hacían vulnerable a cualquier alfa, pero era, tal vez, ese su propósito: hacerles sentir débiles y frágiles ante otros.

De cualquier forma, las cosas con Soojin no estaban yendo muy bien. Shuhua no podía evitarlo, y es que los últimos días estuvo mucho más sensible de lo normal. Todo eso debido a la situación con Seonghwa y el castigo que recibió por parte de su alfa. Gracias a los azotes, Shuhua no se pudo sentar bien los días siguientes, y Soojin a veces la tomaba tan bruscamente que la hacía llorar. Trataba de controlarse, de verdad que sí, pero a veces, resultaba imposible.

Como fuera, ahora debía poner una cara buena y amable para esa boda. Shuhua ya no estaba un poco entusiasmada en participar de ella, pero no podía hacerle tal desplante al príncipe. Además, de seguro Soojin se enojaría más, y lo que menos quería era eso.

Soojin la dejó en una casa en el centro de la ciudad, donde ya estaba Soyeon, rodeada de sirvientes que le ayudaban a ponerse el vestido. Shuhua no pudo menos que sentir, sin embargo, un poco de envidia, porque era parecido a un cuento de hadas, donde una hermosa omega contraería nupcias con un alfa hecho y derecho. Lamentablemente, Shuhua sabía la realidad de ese matrimonio, y lo único de cuento de hadas que había ahí, era el vestido.

No era un vestido tan bonito, pero en Soyeon, quedaba muy hermoso. Ahora, sin las ronchas que le quedaron de ese incidente, el rostro de la chica volvía a verse perfecto, sin ninguna marca ni imperfección. El vestido era tradicionalmente blanco, pero no ajustado, sino que cubría muy bien el cuerpo de la omega, pues era ideal mostrar lo recatada que actuaba Soyeon, como un ejemplo a seguir para los omegas de la ciudad. Por lo mismo, lo único realmente visible de la piel de Soyeon era el cuello y las manos, pero lo que era su cabeza, sería cubierta con un velo. El vestido era largo y se veía un poco inflado, como un pequeño globo, que hacía lucir como si Soyeon flotara, sumado al hecho de que las hombreras también tenían relleno, haciéndolas redondas y grandes.

—Qué desperdicio —comentó Soyeon, mientras una de las sirvientas le acomodaba el velo—, es un vestido horrible —la omega miró a Shuhua con desprecio—. ¿Y tú? ¿Es que acaso jamás has visto un vestido de novia?

La omega apretó los labios.

—No —dijo, usando una voz suave—. Alfa todavía no considera pertinente que nos casemos.

Además, era muy probable que a Soojin no le interesara un matrimonio así de grande. De seguro le daría un vestido bonito para llevarla al registro civil y consolidar la unión.

—¿Mi hermana? —soltó una risa burlona—. Como sea, al menos no usaré este horrible vestido todo el día. Después de la boda, debo ponerme el vestido de banquete, que es mucho más bonito. Aunque si soy sincera, el vestido de baile es el más precioso de los tres. Con eso, de seguro Seonghwa no se fijará más en las putas que lo rodean.

Shuhua no respondió, pero sabía que era una clara pulla hacia ella. Se obligó a tomar aire con calma.

—¡El carruaje ya llegó, señorita Soyeon! —habló de pronto la mujer que custodiaba la puerta—. ¡Vamos, ya está lista! ¡Está magnífica, como toda una omega real!

Soyeon sonrió con orgullo ante el halago y a Shuhua no le quedó más que ayudarla a llevar la cola del vestido.

En la puerta de entrada, la cochera les abría la puerta y les ayudó a subir. Shuhua se percató de que no era alfa, y frunció el ceño con desconcierto. ¿Sería una beta? No tenía ningún olor.

Soyeon, por supuesto, fue la primera en acomodarse. La cochera le ofreció la mano a Shuhua, y la omega se percató de que era bastante guapa, con cejas marcadas y una sonrisa elegante.

—Muchas gracias —le dijo con timidez.

—Para eso estamos —le guiñó el ojo, cerrando la puerta, y la omega asomó su vista por la cortina de la ventana.

El matrimonio sería en la catedral de la ciudad, con el carruaje de la omega recorriendo la calle principal para que saliera a la escotilla y saludara a todo el mundo. Se suponía que el grupo militar que les custodiaría les estaría esperando en la entrada de dicha calle, a pocas cuadras de donde estaban. La gente las estaría esperando allí, en ese lugar también, una vez entraran.

El carruaje comenzó a andar, pero Shuhua no siguió mirando hacia fuera, pues Soyeon empezó a quejarse de que haría entrar la suciedad.

—No quiero que le hagas ojitos a Seonghwa —habló la más baja, mirándola amenazadoramente—. Como te vea cerca de él, ordenaré que te azoten diez veces, ¿lo tienes claro?

—Señorita Soyeon —dijo Shuhua, impaciente—, no me interesa el Príncipe, yo le pertenezco a mi Alfa Soojin.

Soyeon rodó los ojos.

—¿Crees que nací ayer? Omegas como tú... ¡Ah! —el carruaje dio un giro repentino, haciendo que Soyeon y Shuhua se fueran hacia un lado—. ¡Oye, idiota, ¿sabes a quién llevas aquí?! ¡Ten más cuidado!

El carruaje, de un momento a otro, se detuvo. Las dos omegas se miraron, sorprendidas, y Shuhua quiso volver a asomarse fuera. Sin embargo, bruscamente, la puerta fue abierta.

—Buenas tardes —saludó Lisa, con un tono alegre y divertido—. ¿Está lista para dar un paseo, señorita Jeon y acompañante?

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