Proceso

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"En la pérdida encontramos inspiración y el coraje para empezar de nuevo en un mundo lleno de oportunidades, pues en las sombras del dolor y la tristeza, florece el amor y el anhelo de ser feliz, como un renacimiento en el jardín del corazón."

Capítulo 4


Pasaron alrededor de una semana, cuando finalmente hice una llamada que estaba segura que Monique esperaba:

—Hola, disculpa la hora, pero estaba pensando en si podemos ir hoy al colegio, ¿estás de acuerdo? —eran las seis de la mañana, y sabía que iba a contestarme.

—Bueno, mis padres no quieren que salga pero está bien, nos veremos allá entonces, cuídate.

Colgué el celular y fui directo al baño.

Era la segunda semana de diciembre en Tennessee, y por supuesto había traído consigo un cambio notable en el ambiente del colegio. El invierno había llegado. Y a medida que este avanzaba, la temperatura se desplomaba, y el aire se volvía nítido y fresco.

Al igual que todos los estudiantes, había llegado con abrigo, bufanda y guantes, pero sin las risas que dejaban nubes de vapor con cada respiración. Como siempre, escuché el sonido de las risas y los gritos de los estudiantes, sabiendo que estaban a una semana de que hubiera vacaciones. Ella pudo haber sido una de las que reía si el tiempo fuera otro.

—¿Estás segura de esto? —Preguntó Castre, tomándome del cuello para obligarme a verle.

—Sí, papá, quedé en verme con Monique.

—Sí algo sucede, no dudes en llamarme —añadió este, con preocupación.

—Tranquilo, yo la estaré cuidando —afirmó Calev, a su lado.

Me dio un beso en la frente, y comencé a caminar junto a mi hermano al interior. Con cada paso que daba, imágenes de Selena y Dan transcurrían. Tragué grueso.

En la entrada me esperaba Monique. Podía percibir un aire de incomodidad en su rostro, en especial, porque ahora no solo era yo la que se llevaba las miradas, sino ambas.

—Tenías razón, no es divertido que seas la comidilla de nadie en cualquier circunstancia —dijo ella, con un semblante serio—. ¿Estás lista?

—Ya lo veremos —le aseguré, sin saber como sería volver. Pero tenía que ser mejor que estar en casa.

Entramos a clases, y tanto ella como yo, parecíamos navegar en nuestros pensamiento mientras los profesores hablaban. Cuando salíamos, lo habitual era ir a las gradas del campo, pero ni el frío ni la idea de hacer lo mismo que hacíamos con Selena, pareció ser correcto. Por eso, decidimos ir al cafetín, pero todo estaba siendo mucho peor y más abrumador de lo que creíamos, por los comentarios y las miradas de lástima que la gente nos propinaba.

Nos propusimos a visitar al profesor Dilan, pero para nuestra sorpresa, el profesor había pedido cambio a "The Juilliard School of the Arts" en Nueva York. 

Retomamos la idea de ir a los campos, pero no fue una buena idea, para nuestra conmoción, habían pancartas y afiche de Dan jugando. También en parte de las gradas, habían muchas fotos de Selena, Monique y yo, con mensajes o palabras de aliento, donde mostraban el respeto por los fallecidos.

Decidimos regresar, más angustiadas de lo que queríamos, pero mientras caminábamos por los pasillos, la consejera escolar, la Sra. Anderson, nos detuvo.

—Andrea, Monique, ¿puedo hablar con ustedes un momento? —Su voz era amable pero firme.

Asentimos y la seguimos hasta su oficina, pero demasiado preocupadas que justo deseara hablar sobre aquel tema. 

Su oficina, era un lugar pequeño, decorado con colores suaves y estanterías llenas de libros de autoayuda y psicología, con montones de folletos para adolescentes sobre su escritorio convencional de madera fina. Nos indicó que tomáramos asiento en dos sillas frente a su escritorio y se sentó detrás de él.

—Chicas, sé que han estado pasando por momentos difíciles desde el accidente. Ha sido un evento traumático y es completamente normal que se sientan abrumadas por la situación —comenzó la Sra. Anderson—. He estado observando su comportamiento y he notado algunos signos de estrés postraumático en ambas.

Monique y yo nos miramos, sorprendidas por su declaración. Nadie más había mencionado nada sobre estrés postraumático antes. ¿Cómo podía determinar algo así sí era el primer día que habíamos regresado al colegio? ¿Qué sabía ella de nosotras?

—¿Estrés postraumático? —pregunté, tratando de descubrir si había oído bien.

La consejera asintió.

—Sí, el estrés postraumático es una reacción natural después de haber vivido un evento traumático. Puede manifestarse de diferentes maneras, como pesadillas, flashbacks, ansiedad, o incluso dificultad para concentrarse. Es importante que hablemos de esto y que busquemos formas de ayudarlas a enfrentarlo.

Monique suspiró profundamente, pero en su rostro se mostraba que estaba tan perpleja como yo. 

—¿Qué sabe usted sobre nosotras? Ni siquiera fue en algún momento a visitarnos en el hospital. Usted no sabe nada, Sra. Anderson. 

—Entiendo que esto puede ser abrumador, pero lo más importante es que sepan que no están solas en esto. Hay formas de tratamiento que pueden ayudar, como la terapia y técnicas de relajación. También puedo ponerlas en contacto con profesionales de la salud mental que pueden brindarles apoyo.

—¿Acaso cree que somos estúpidas? —Cuestionó Monique, con un rostro indescifrable—. Claro que sabemos lo qué es estrés postraumático, pero quisiera saber ¿cómo cree usted que nos pasa justo eso?

—Ya lo mencioné, si han tenido pesadillas, ansiedad, flashback sobre lo ocurrido, se trata de un típico caso de estrés post traumático, lo cual es completamente normal en la situación que ustedes vivieron —contestó ella, con tanta templanza que me sorprendió, pese a que Monique estaba alterada. 

Pero a pesar de sus palabras, la tensión en la habitación seguía creciendo. Las emociones estaban a punto de desbordarse y nuestras heridas aún estaban demasiado frescas. Monique se levantó bruscamente de su silla, los ojos llenos de lágrimas.

—¡Esto no ayuda en absoluto! —exclamó, la rabia y el dolor en su voz eran palpables—. ¿Creen que sus palabras mágicas cambiarán lo que pasó? ¡Nada de lo que digan o hagan traerá de vuelta a Selena y Dan!

Sus palabras resonaron en la habitación y yo también sentí una oleada de rabia y culpa. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos mientras me ponía de pie.

—¡Monique, espera! —grité, y salí corriendo tras ella.

Al final, terminamos en una escalara detrás de una salida de emergencia del colegio, con  lágrimas en los ojos.

—¡No soporto esto! ¡Odio este lugar! —dijo hastiada Monique, intentando limpiarse el rostro.

—Entiendo que sea frustrante y que ellos no puedan entender nada, pero nos tenemos ambas —dijes, asustada, por algún otro motivo, sentía de que algo malo podía ocurrir de nuevo. 

No sabía si era a causa del estrés postraumático que la Sra. Anderson mencionó, pero lo que sí sabía es que debía prestar atención a mis sentidos y sensaciones para ese momento. 

—Debo confesarte algo —dijo de pronto Monique, helándome los huesos con sus palabras.

Nos miramos fijamente, ella removió sus lágrimas, tomó aire profundamente, abrió la boca, pero la volvió a cerrar, como si le costaba decir lo que iba a decir. Lo peor, fue que en cada uno de sus gestos, era como si yo estuviera siendo cortada en la piel con una lentitud que se volvía como le mismo infierno. Incluso mi propia boca tenía un sabor amargo.

—Escucha Andrea, nos iremos a Filadelfia —otro pedazo de mí se quebró—. Me mudaré con mis padres para tratar de olvidar todo lo que ha ocurrido.

—Pero, ¿por qué me vas a dejar Monique? —Pregunté angustiada, sin pensar demasiado—. Sabes que no podré sola.

Otra vez, me fui en un mar de lágrimas.

—Lo siento, Andrea, pero ahora no es momento de pensar en ti —se sinceró ella, con una dureza que sabía que siempre había estado allí, pero que no estaba en condiciones de verle la cara a esa parte de ella en ese momento—. Lo hago por mí, porque no soporto la idea de vivir con fantasmas cercas de mí, mira el campo está repletos de ellos.

—No, no, Monique...

—Si Selena estuviera aquí lo entendería —interrumpió mi desolación—. Perdóname Andrea. De hecho vine solo para despedirme, cuídate.

Y sin poder creer nada, solo la vi entrar por la misma puerta que habíamos salido.

¿Se había acabado todo?

Como sea, corrí detrás de ella, pero parecía que ese tiempo de respuesta entre lo que pasaba y lo que debía hacer no pareció coordinarse, porque por más que corrí, sin que me importara las miradas de todos, no la hallé. Y cuando me dirigí hacia la salida de enfrente, sus padres la llevaban consigo en el auto.

—¡Monique! —lloriqueé en el parqueadero, sintiendo que lo había perdido todo.

¿Cómo es que por mucho tiempo pueden ir las cosas bien y en cuestión de segundos devastarse por completo?

Allí entendí que la vida era como la niebla, hoy podía aparecer imponente ante ti, pero al cabo de un tiempo esta podía desaparecer, sin dejar rastro de tu existencia.

Monique tiene razón. Se debía ser masoquista para quedarse en un lugar donde te recordaba tanto dolor. Lo mejor para ello era simplemente alejarse de todo lo que lo causa para empezar a sanar. Pero antes, hay que reconocer que se está mal... Y allí lo supe: estaba mal.

"Debo hacer lo mismo, debo empezar de nuevo."

—Oye, ¿estás bien?...

Levantándome y sacudiéndome, respondí.

—¡Si, claro! ¿Que podría estar mal? —respondí frustrada, ante semejante pregunta tan imprudente e idiota de su parte—. ¡Estoy bien, gracias! ¡No te preocupes todo está perfecto! —ironicé.

—¿Andrea? —la confusión en el rostro de aquel hombre, de alguna manera me hizo reaccionar sobre quién estaba detrás de mí—. ¡Has despertado!

Me volví para ver quién me había reconocido, y era el profesor Dilan. abrí los ojos con demasía. Sin pensarlo, corrí hacia él y lo abracé.

—¡Profesor! —volví a llorar—. ¡Lo siento mucho! Selena, ella... también le quería, yo no quería que se enojara conmigo por usted, y ahora, Monique, se va... Yo...

—Tranquila, tranquila —intentó tranquilizarse, abrumado por las palabras atropelladas que salían de mí—. Suéltalo todo, no pasa nada.

No sé cuanto tiempo estuvimos allí, con el frío azotándonos con fuerza, pero fue el suficiente tiempo como para calmarme.

—Supe que se va —le dije, ahora sentado es uno de los bancos del parqueadero.

—Sí —respondió él, con los ojos mirando hacia al frente—. La verdad es que sigo tan perturbado de este lugar, como tú. Pero estaré bien. Lo último que había sabido de ti es que no habías despertado, y eso ya más de un mes. No quería volver al hospital. Me alegro que estés bien y también siento lo de Selena, tu también la perdiste.

—Si estar bien es coexistir en vez de vivir, creo entonces que la estoy pasando de maravillas —respondí, aspirando mi nariz—. Además ambos hemos perdido, no tiene porque lamentarse.

—Sí, hemos perdido bastante... —contestó, con una mueca incomoda—... Como sea, me trasladaré a Nueva York para empezar de nuevo. Solo pasaba a buscar algunas cosas que dejé. Ya sabes lo que dicen "si quieres oportunidades, ve a Nueva York."

Por primera vez allí, le miré más allá de un simple profesor de arte. Sus ojos era como dos diamantes verdes, y una sonrisa encantadora, con una curva traviesa, que definitivamente aceleraría el corazón de cualquier chica. Su cabello perfectamente despeinado, una mandíbula cuadrada y pómulos marcados que le daban un aire de confianza.

No solo era alto, sino que tenía una postura impecable. Verlo, de alguna manera, se le veía elegante y seguro, aunque no estuviera vestido como tal. Y pese a estar triste, parecía tan relajado y fresco, como si la vida fuera un juego para él.

—Realmente espero que le vaya muy bien —dije, finalmente, tratando de alegrarme por alguien como él—. Yo no sé que haré, ahora Monique se va a filadelfia y era lo único que me quedaba de este colegio, y ahora se marcha.

—Entiendo... ustedes han sido muy unidas. Bueno, si alguna vez decides mudarte, que tu primera opción sea Nueva York, así podría visitarte.

—Me parece bien, no estaría mal hablar con alguien que pueda entender lo que vivo un poco —respondí—. Yo... bueno, debo buscar una forma de irme. No creo que aguante más en este lugar, y mi hermano no sale todavía.

—También estaba por irme, si quieres te llevo a tu casa.

Vacilé un poco, solo porque no quería montarme en un auto, pero no quería hacerle un desprecio.

—Tengo problemas para estar en un auto —le fui clara, pero sin muchos detalles.

—Bueno, por ahora no cuento con una bicicleta, ni mucho menos un avión o un helicóptero para llevarte, sin embargo, mi propuesta sigue en pie —contestó, haciéndome reír por esa ocurrencia.

—¿Sueno como si estuviera loca? —Le pregunté.

—No, suenas como alguien que vivió un momento traumático.

—Bueno, mi hermano me hace cerrar los ojos, creo que puede funcionar contigo también —añadí, solo porque me sentía realmente cómoda en ese momento.

El lo pensó un poco, y sopesándolo, asintió.

Mientras conducía hablábamos de todo un poco, gracias a Dios hizo eso, porque liberaba un poco el estrés que en ese momento me causaba un auto.

No sé cómo, pero supe de inmediato cuando él pasó justo donde había ocurrido el accidente. No me había pasado en la mañana cuando había llegado al colegió, pero justo con él allí. Me tensé un poco, y como si este hubiera visto mi reacción, lo escuché decir:

—Tranquila... ya lo hemos pasado, todo estará bien.

—Fue ahí donde ocurrió todo —dije, sin abrir los ojos, tratando de mantener mi respiración, con las uñas clavadas al asiento—. Él me sonreía... solo me estaba diciendo lo mucho que me amaba. ¿Por qué en ese instante justamente tuvo que pasar? Y Selena, ella... bueno, solamente estaba alegre por lo que Dan decía. Estoy segura que quería que tú algún día se lo dijeras...

¿¡Qué había dicho!?

Reaccioné y abrí los ojos. No estaba seguro de que supiera que Monique y yo sabíamos sobre su relación prohibida.

—Lo siento, no quería que supiera que sabíamos lo tuyo y lo de Selena, yo...

Me callé al ver que se le formaban algunas lágrimas, las cuales borró de inmediato.

—¿Ella dijo eso? —me preguntó, como si no fuera importante la relación entre un profesor y una estudiante.

—No explícitamente, pero era mi amiga, sabía que ella solo se imaginaba un momento así contigo —contesté.

El sonriendo dijo:

—¿Te contó como habíamos empezado una relación? —negué con la cabeza—. Todo fue tan sorpresivo, no sabía que ella era de Caracas también, o bueno, más bien tenía familia por allá. Estando en Venezuela salíamos todos los días, vimos películas, fuimos a comer muchas veces, conocí a sus abuelos e incluso se quedó en mi casa y conoció a mis padres. Todo en tan solo unas vacaciones; teníamos pensado esperar que saliera de la escuela para poder pensar en un matrimonio. —eso me impactó—. ¿Cómo pudo pasar esto?

Podía ver aquel gran dolor que él transmitía, era el mismo que sentía yo con mucha claridad.

—Estoy segura de que ella sabía que le querías. Estaba muy emocionada de estar contigo. Sin embargo, ahora soy yo la que me doy cuenta del por qué le gustabas.

Él sonrió, y asintió.

—Bueno, será mejor que te lleve a tu casa. Acabas de ver a tu profesor de arte llorar por una exestudiante de su clase. No es muy agradable que digamos.

—Corrección... he visto a un ser humano llorar por perder a alguien muy amado —le corregí, según mi perspectiva.

Lo que el profesor ni Monique sabían, es que en ese momento los dos se habían vuelto una inspiración para mí.

De esa forma, cuando mis padres llegaron del trabajo, escandalizados porque no esperé a Calev al salir de sus clases y porque me había fugado del colegio, cuando terminaron su sermón, me atreví a decirles:

— Mamá, Papá, he estado pensando mucho hoy, y quiero que nos vayamos a Nueva York. Ya saben lo que dicen "Si quieres oportunidades ve a Nueva York." Necesito empezar de nuevo. 

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