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Kyo Kusanagi es el tipo de amigo con el cual hacen cosas juntos.

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Escuchar la guitarra acústica en sus oídos era relajante, haciendo que agradezca la poca presencia de autos por esa calle para sentir mejor el resonar de las cuerdas.

Estaba casi echado sobre su motocicleta, se había negado a entrar porque no tenia ánimos de tratar de adivinar de qué hablaban las personas dentro de la embajada americana.

¿Qué hacía ahí? Prefería decir que estaba ahí para escapar de las clases de ese día que por decir que estaba ahí para ayudar a (...).

Su orgullo le dificultaba aceptarlo.

-Muchísimas gracias -era la voz de su amiga, la veía salir casi saltando y con una sonrisa en la cara- la próxima semana iré a California a dar el examen, estoy nerviosa.

Casi se rió de su falta de confianza, casi, porque se sintió más que nada indignado.

Por supuesto que ella iba a aprobar ese examen y sería la mejor de la clase.

-Más te vale no fallar, o tu orgullo nerd quedará herido -recibió un golpe en el hombro al mismo tiempo que le tendía el casco para que subiese, el frío era constante, y por más abrigada que ella estuviese, sabía que ella era friolera.

-No me des esas ideas, ni siquiera cuando me vaya a dar el examen.

Se tuvo que abrazar a su espalda antes de caer de espalda cuando, justo después de ponerse el casco, por lo general se sujetaba por el borde del asiento pero ahora, después de mucho tiempo, se sujetaba cual garrapata de la espalda de Kyo, sintiéndose algo culpable por la comodidad de sentirse protegida y de la sensacion de calor que se escapaba a través de la ropa.

Llegando a casa pudo ver que alguien iba saliendo, pero no le dio mayor importancia, bajó de la moto casi de un salto, era muy incómodo el verlo a la cara luego de haber hecho aquel acto, aunque era algo que hacían con regularidad cuando él la llevaba de un lugar a otro en su bicicleta, por el tiempo en que tenían 12 años.

-Ya llegamos -abrió la puerta rápidamente, sacándose sus zapatos y poniéndose su pantuflas, pasó sus manos por sus brazos para tratar de darse calor.

-Bienvenidos -Shizuka, su madre adoptiva, salió para recibirles- ¿van a merendar?

-Iré a estudiar -dijo llevándose unas galletas que estaban sobre la mesa- buenas tardes, Kisaragi-san -vio un ligero saludo del castaño, pero con sus palabras Kyo se detuvo en mitad del pasillo para enfrentar al ninja, otra vez, (...) lo dejó estar para correr a su cuarto y repasar sobre el nacimiento del estado moderno europeo.

Dejó su mochila en el suelo, ya tendría tiempo para levantarla luego, saco sus cuadernos y su marcadores de color neón.

Horas más tarde, ya sintiendo el cuerpo casi dormido y con toda la información necesaria en su cabeza, se levantó tras estirarse, tomando camino hacia la sala de estar en donde vio a Kyo mirando fijamente sus manos.

O más bien, algo entre sus manos.

-¿Qué? ¿tu mamá volvió a tirarte la bronca por jugar con fuego en la casa? -no sería la primera vez, pero él parecía no haberle hecho caso a su broma ya que por lo general ya la hubiera mandado al saco- ¿Kyo? ¿esta todo bien? -se acercó por su espalda, preocupada por su silencio, pero él se levantó antes de que pudiera llegar a su lado.

-Llamaré a Benimaru y Daimon -fue lo que dijo mientras se dirigía al teléfono de la casa después de dejar caer lo que tenía en manos en la mesita del centro.

Se acercó casi dubitativa entre sí quería o no ver lo que era, en especial al notar que se trataba de un sobre, pero no cualquier sobre, era ese sobre con el usual sello de cera roja.

-Entonces... -trató de encontrar las palabras correctas, sintiéndose fuera de lugar y casi sin darse cuenta se empezó a rascar el cuello del nerviosismo, justo en donde se encontraba la cicatriz que tenía, el dolor fue casi inmediato al igual que la incertidumbre por sus palabras y lo que estas podrían traer, quería poder terminar la escuela con él, quería empezar una vida con él a su lado, siempre con el mismo ritmo, al mismo paso por el mismo camino, quizás no tomados de la mano como se planteó en sus dulces e inocentes 12 años, pero con estar juntos le bastaba y sobraba- ¿vas a participar?

El silencio apremia, eso decían muchos.

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Sus caminos empezaron a separarse mucho más desde ese punto.

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