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Adelheid Bernstein es el tipo de pareja a la cual le gusta las cosas simples de la vida.

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Archivos, archivos y más archivos.

Trabajo aquí y allá.

Acuerdos por cerrar.

Ignorar los extraños tratos de su padre.

Eso era lo de cada día, sin olvidar su usual sesión de ejercicio, haciendo aun más pulcra su técnica de combate para hacerla más parecida a la de su padre.

Tratar de, en la medida de lo posible, contener esa energía de extraña procedencia que corría por sus venas, la cual, en ocasiones, ardía en cuanto él peleaba.

Su vida no era fiesta tras fiesta como algunos creían al ver al primogénito de los Bernstein, o el que fuera un mujeriego que a lo mejor mandó ya a abortar a algunas muchachas y que vivía del trabajo de su padre.

Pero la verdad estaba demasiado lejos de aquella retorcida realidad creada por mente cizañosas y mal intencionadas.

Quizás de lo único que pecaba era el de no investigar más en los extraños negocios de su padre, pero en cuanto iniciaba solía detenerse, porque era su padre, no lo veía capaz de nada malo.

En más de una ocasión se planteó el solo vivir tranquilamente, se preguntó como sería el vivir una vida más tranquila, con sus claros problemas, por supuesto.

Pero la curiosidad se lo comía vivo cuando se preguntaba qué hubiera pasado si, simple y llanamente, hubiera nacido sin aquellos extraños poderes.

En un inicio, recuerda que escuchaba susurros en la mitad de la noche, todos aquellos susurros que provenían de la esquina más oscura de su mente, de pequeño, temía por su hermana, Rose, pensando que, si dejaba de entrenar, el podría terminar por hacerle daño.

Había otras ocasiones en que, cuando se perdía entre sus recuerdos, lograba vislumbrar un constante goteo de un líquido carmesí, no era de sangre, era como el color de sus ataques, un color granate, parecido al de sus ojos.

Los miedos de infancia fueron superados al concentrarse en ayudar a su padre, al iniciar a entrenar tuvo una mejor manera de despejar su mente.

Hasta ahora, que aún tenía cierto incentivo de auto superación, era que seguía practicando, mejorando.

Por su padre, por su madre, por Rose, por sí mismo.

Aunque, en el último tiempo, pudo agregarle algo más a sus razones de superarse.

-Ah, hola, no escuché cuando entraste, no tengo comida hecha pero tengo sopa instantánea.

La imagen y curiosidad por una vida normal habían sido plenamente saciados.

No había cosas extravagantes, sabores fuera de lo común, batallas desorbitantes, ganancias incalculables o una simple preferencia innecesaria en la fila.

Cuando estaba con (...), era como si simplemente fuese parte de su mundo.

Ese mundo tranquilo, casi monótono, pero que, gracias a su propia esencia, ella hacía ver lleno de colores fuera de la escala, aun sin darse cuenta del todo y sin sonreír por compromiso.

Era peculiar y fascinante, incluso cuando comía una simple sopa del vaso de cartón.

-¿Está bueno? -preguntó con increíble curiosidad, como si ella misma lo hubiera hecho solo para él.

El sabor de los aditivos saborizantes y el aroma impregnado entre los fideos.

Cualquiera hubiera dicho que era una simple y mísera sopa de mucho menos de un billete, pero ella lo hacía completamente diferente al ponerle un huevo o dos, en ocasiones, un pedazo de pollo.

Ni siquiera se le cruzó por la cabeza decir que ya había comido un Bife a termino medio con acompañamiento antes de venir.

Es más, el solo verla haciendo algo para él le abrió el apetito.

Pequeños detalles de un vida tan tranquila, pero maravillosa.

-Sí, está delicioso.

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Eran aquellas pequeñas cosas de la vida que ella le mostraba que le hacían ver un panorama de diferentes colores.

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Siento que lo de Adel están demasiado tranquilos.

Por cierto, ¿les gustó la portada?

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