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Shingo Yabuki es el tipo de amigo que movería cielo y tierra si es que llega a perder su libreta.

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-A ver, tienes que tranquilizarte, ¿no recuerdas donde pudiste haberlo dejado? -su desesperación ya la estaba molestando, entendía que aquel bendito cuaderno era importante para su amigo, pero no entendía por qué ese cuaderno estaría en su cuarto, debajo de su cama, en donde posibles horrores esperarían a tragarse su mano.

Y pasó, cuando su gato, Patitas negras, mordió la mano del castaño.

-¡No! ¡gatito, suelta! -por supuesto, el gato salió corriendo por la ventana abierta-ese animal siempre es cruel conmigo.

-No lo sería si lo dejaras dormir tranquilo -ya estaba ligeramente harta, cuando a Shingo le daban sus ataques de energía solía sumarle algunos decibelios a su voz, usualmente le encantaba escuchar su voz, pero en ese plan solo le daban ganas de acariciarlo con todas las fuerzas de su corazón y cuerpo.

Con una silla o un bate de béisbol.

Comprendía a Patitas negras cuando se ponía en ese plan, pero ella no iba a morderlo o enseñarle los colmillos mientras trataba de acertar un arañazo con sus garritas recortadas.

-¿No sería mejor solo hacer otro?

-¡(...)! -Uf, y le daba ese algo cuando separaba su nombre de esa manera, haciéndole ver tierno- ese cuaderno tiene anotado todo lo que he aprendido hasta ahora -cerró su puño con fuerza, mirando un punto fijo en la nada mientras parecía que iba a ponerse a llorar, (...) tomó un poco más de su té, porque no iba a tomar cafeína o azúcar si tenía esas ganas de molerlo a golpes por meterse con su preciado sábado por la mañana.

Sería con golpes de gatito sin garras, pero le iba a golpear con todas sus ganas asesinas.

-Hablando en serio... -pasó una mano por su cansado y demacrado rostro, que la disculpen pero ella no era la princesa que se levantaba como si estuviera recién bañada, peinada y maquillada.

Pero, a pesar de que Shingo estuviera ahí, no le importaba demasiado el que la viera con el cabello de cama, un poco de baba y lagaña, sin olvidar las ojeras producto de una noche loca.

Una noche loca con sus series.

-Son las 8 de la mañana -quería dormir, pero era imposible si el castaño se aparecía como loco para buscar su cuaderno.

-¡Ves que es tarde! A esta hora empiezo a entrenar, pierdo tiempo valioso -Santo Jisus, tenía que ser una broma, aunque lo veía capaz de levantarse temprano.

Esos músculos no eran producto del batido del Magic.

-¿Buscaste ya en tu propio cuarto? -todo movimiento contrario se detuvo, el ceño fruncido de (...) estaba por llegar a niveles olímpicos- porque lo hiciste, ¿verdad?

-¡Eres una genio, (...)-chan! -la tomó por los hombros, se esperó ser zarandeada pero él la levantó del suelo, chilló al no sentir el piso- ¡mi carpeta en la escuela! ¡allí fue donde lo dejé antes de ir a casa!

-Muy bien, grandulón -dio palmadas en su cabeza, tratando de felicitarlo pero por el miedo casi lo estaba golpeando.

-Bueno, debo ir a por ella.

Quizás fue un impulso, quizás la adrenalina del momento, pero el pensarlo no le impidió dejar un beso en la mejilla de su Shingo cuando el estaba despidiéndose en la puerta de su casa.

Hubo silencio general hasta que Shingo sonrió un poco avergonzado.

-Nos vemos después, (...)-chan -contra todo pronóstico, le devolvió el beso en la mejilla, dejándola anonadada cuando se ponía los zapatos- ah, si pudieras apoyarme mañana también te lo agradecería mucho.

Casi temblando, (...) soltó un suspiro de enamorada que se fue al infinito.

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Por supuesto, Shingo pensó: (...) es extranjera, es su manera de despedirse, soy de mente abierta.

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Como diría un conocido: ¿Están listos para el dolor?

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