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Shen Woo es el tipo de chico con el que tratas de ser amable, por lo menos, el día de su regreso.

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-¿Y a ti qué te pasó? -pregunto en cuanto vio a la chica darle un plato de su comida favorita ni bien entro al restaurante además de que le sonreía con amabilidad, cosa que lo dejo bastante alarmado ya que ella, en esos años que había llegado a Shangai y se conocían, nunca la vio sonreír, nunca, jamás, y menos por su causa o presencia.

-Nada -daba su mejor sonrisa falsamente verdadera, conteniendo las ganas de partiré la cara por verla cómo si tuviera un ojo de más- disfruta tu comida, este va por la casa.

Shen no se fiaba de ella ¿Dónde quedo la (...) que le gritaba hasta por ponerse más sal?

Mirándola como si estuviera loca, se quedaron un rato así.

-¿Por qué no comes? -le pregunto aún con esa sonrisa.

-Tu rareza no me deja comer en paz, piérdete por algún lado -la verdad era que estaba incómodo con ella parada a su lado y con una sonrisa tan grande.

-Ya veo -casi la escuchó gruñir, como animal rabioso, hubiera dicho algún chiste pero ella ya se había ido a atender a otros clientes.

En cuanto dio su descanso salio y pateo con fuerza un piedra pequeña, aguantando las ganas de lanzar un bote de basura a la cara de ese rubio oxigenado.

-Conserva la calma, cuenta hasta die-

-¡Oye (...)! ¡No trajiste las salsas! -y de nuevo, ese maldito destruía todas sus esperanzas de permanecer calmada.

En cuanto entro todos se volteara a verla, ya que tenia una bonita pero tétrica sonrisa en el rostro, tomo las salsas de donde su jefe tomaba pedido y luego fue a la mesa del rubio, lugar en donde, con mucha delicadeza, dejó lo que llevaba.

-Aquí esta -en ese momento, le miró con su usual cara de enojo, esa que decia: "sigue jodiendome y te doy donde más te duela".

Fue sorpresa para muchos, incluido ella, cuando Shen largo una carcajada, bastante animado, aparentemente, a causa de su enojo.

-¡Eso quería ver! ¡esa cara!

(...) estaba confundida hasta la médula, creyendo que este estaba loco trato de irse, pero Shen no se lo dejaría fácil ya que la llamaba a cada rato.

El dueño del lugar miraba a esos dos.

-¿Deberíamos hacer algo? -pregunto Lin mientras veía como ella le daba un zape al rubio, para que luego él le tomará a ella del cuello de la ropa, levantando a la muchacha algunos centímetros del suelo, ambos aun gritándose.

-No, déjalos.

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¿Por qué el hombre no los separaba nunca? Fácil, le recordaban a él y a su esposa de jóvenes.

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