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Sie Kensou es el tipo de amigo que cuestiona tu decisión.

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-Esta será tu habitación -Heidern abre la puerta en frente de ella, hay una cama de una sola plaza, mucho espacio y sin ventanas.

Era increíble comparándolo con sus hogares temporales.

-, gracias -hace una reverencia y al darse cuenta el hombre ya no esta, era tan sorprendente.

Empezó a desempacar las pocas cosas que tenía, entre ellas, su teléfono, y en cuanto lo vio no se sorprendió mucho.

Tenía 27 llamadas perdidas.

Todas de Sie.

Quizás debió esperar a que llegase, despedirse apropiadamente de él, pero todo pasó tan rápido, no podía rechazar la oferta de Leona y el señor Heidern, como ahora le decía, ella era, quizás, la única familia que le quedase en la tierra y quisiera acogerla.

Ser parte de un clan que casi destruye a la humanidad no es bonito, ni siquiera sabe de donde salio su sangre maldita y ni quiere volver a pensar en si vuelta una demente.

Leona había logrado superar eso, y estaba dispuesta a aprender de ella, y ella jamás se se podría asustar por contestar la llamada entrante de esos momentos.

-¡(...)! -Oh, casi le destruye el tímpano,  pero no aleja el aparato de su oído, es más, lo sostiene entre su dos manos y lo aprieta ligeramente.

No ha pasado ni un día pero lo extraña como nunca, el escuchar su voz llamándola desesperado por una respuesta le mueve el piso.

-Sie... -se muerde el interior del labio inferior con fuerza, no es de demostrar demasiado sus sentimientos, aunque quiso sonreír para Kensou en más de una ocasión no pudo, una gran triztesa en su interior no la dejaba.

Kensou la hizo feliz desde que lo conoció, pero esa estaca desconocida en su alma no la dejaba ser feliz.

Pero ahora que lo pensaba, ¿tendría que ver el que era del Orochi? Esa probabilidad le hace sentir odio hacia esa cosa, porque no concepto aun qué es el Orochi.

De seguro es algo horrible y despreciable.

Las preguntas y los reclamos del castaño tras la línea hacen que las lágrimas que no derramó desde hace años, no lloró de niña, quizás ni lo hizo de bebé.

-¿Cómo pudiste irte así nada más? ¡tenias quemaduras terribles! ¡tienes que regresar inmediatamente y seguir con tu tratamiento para las heridas!

Se preocupa por ella, por una vez es el centro de su atención, la pone feliz en cierta manera, pero los hechos la atormentan profundamente.

-No puedo -dice sin ocultar sus sollozos, esta asustada, esta terriblemente asustada- tengo que quedarme, tengo que aprender y hacerme más fuerte.

De nuevo más reclamos y argumentos disparatados.

-¡Yo puedo protegerte! ¡vencimos a esos tipos más de una vez! ¡podemos hacerlo de nuevo! -la convicción de sus palabras la hacen dudar por un momento.

Pero el temor sigue ahí.

-No puedo -repite, con demasiado pesar.

Sie hace de su mano un puño, sabe que (...) esta muy mal, además de que sabe lo reservada que es, no conoce mucho a nadie ahí, no buscará consuelo en extraños, no buscará ayuda para su tristeza.

El está en Japón y no tiene la menor idea de en donde este ella.

-Claro que puedes, puedes hacerlo -le da ánimos a la distancia, le preocupa demasiado que este lejos, en un lugar que no conoce, asustada y desconfiada de lo que la rodea.

-No lo entiendes -pero claro que no lo hace, esto escapa de sus manos, pero quiere entenderlo, quiere poder llegar a entenderlo para ayudarla- yo lo disfrute.

Sus palabras crean demasiada tensión en él, ¿Qué disfrutó? No tenía idea, quizá disfruto su viaje, el estar rodeada de personas nuevas...
Pero el recuerdo de ese tipo sonriendo  ante su cara de desconcierto e indignación.

No, no es momento para preguntar de sobre eso, en estos momentos solo el escuchar como sorbe sus mocos le hace sentir una gran rabia.

-Lo recordé, todo lo que le hice a esa chica, recuerdo haberla tomado del cuello, recuerdo haber ido a demasiados lugares que no conozco, pero algo me decía que estaba bien, que tenia que matarla, y lo disfruté -la escucha llorar con más fuerza, produciendo sentimientos que solo le dicen que quiere protegerla- ¡pude matar a alguien y lo disfruté!... Sie, el enemigo no es nadie más, solo soy yo... y no quiero hacerles daño.

No hay palabras, quiere decirle lo mucho que quiere que se regrese a Japón para ir juntos a China, quiere que regresen a su vida de siempre, en su mejor momento, viendo una de esas películas de terror que (...) tanto adora y comiendo bollos de carne, el escenario perfecto.

Pero sabe que eso no es lo mejor para ella, al menos no ahora que está tan frágil, el recuerdo de esos ojos rojos no se va de su mente.

Lo último que quiere es perder a su amiga ante un monstruo que no es ella.

-Esta bien -le cuesta decirlo, le cuesta dejarla en un momento tan importante- pero, no olvides llamarme, llama a la hora que quieras o la que se te haga más conveniente, esos soldados están locos -la escuchó reír y eso bastó para sacarle una sonrisa también, era la primera vez que oía su risa, no de la forma que deseo durante tanto tiempo, pero se regocijo al saber que ella había reído para levantarme el ánimo- come tus tres comidas al día, merienda y postre si quieres tambien pero ninguna comida fría, no te metas en muchos peligros, concéntrate mucho en lo que sea que estés haciendo, te prometo que veremos tus películas favoritas en un maratón sin parar con tus películas favoritas y... -sin saberlo, el que sorbe los mocos ahora es él- sólo cuidate mucho, (...).

Solo desea poder regresar pronto, poder controlarse y así regresar al lado de Sie, poder sentarse en el sofá y ver películas juntos.

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Sus incentivos para regresan eran simples: un gran amor, controlar sus demonios y la promesa de una maratón de terror.

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