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Sie Kensou es el tipo de amigo que espera por tus llamadas, aunque estas le den más estrés del que ya tiene.

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La tranquilidad presente entre aquellas montañas de China era majestuoso, tranquilidad que se desmoronó un poco por el timbre de un teléfono y su consecuente eco.

Los pasos apurados no se hicieron de esperar cuando el castaño corrió a buscar su teléfono, aparato del que provenía el sonido.

Rara vez lo usaba, después de todo no llegaba una buena señal hasta donde estaba, pero, últimamente, se había tomado la molestia de tomarse más en serio el artefacto, el cual antes tenía como adorno en su cuarto.

-¡(...)! -contesto antes de que pudiese saludar.

-Sie-

Tuvo que alejar el teléfono de su oído, no porque ella hubiese gritado o algo por el estilo, (...) no gritaba casi nunca, sino que tuvo que hacerlo por la gran explosión que se escuchó.

Tanta fue su reacción que casi deja caer el aparato de sus manos, se calmó, pero al darse cuenta que ella pudo haber sido bombardeada le ponía los pelos de punta.

-¡(...)! ¡¿estas bien?!

La chica en cuestión levantó su mano a duras penas para tantear la tierra y buscar el artefacto, tanto este como ella volaron por el aire, arrastró el aparato hasta su oído.

-Estoy bien -alcanzó a decir antes de que se escuchase balazos por el lugar- lo siento, debo llamarte en otro momento.

-¡Espera! ¡Dime dónde estás! -silencio- ¡(...)! -y luego el usual sonido de una llamada terminada.

Cuando Chin regresó a su hogar se vio con la sorpresa de ver a su alumno con la cabeza pegada a la mesa y sosteniendo la misma con sus manos, la postura de alguien cansado o de una esposa que no sabe si su esposo de verdad esta en el trabajo o haciendo de las suyas; Bao estaba a su lado, parecía tener lagrimitas en sus ojos a la par que daba caricias reconfortantes a Kensou.

-Supuse que esto pasaría -dijo mientras se rascaba detrás de la oreja y dejaba una bolsa- esto va a animarte, Kensou.

Los bollos de carne estaban recién hechos, con un aroma atrapante, menos para él, al menos por estos momentos.

-No quiero -dijo a la par que ahora acomodaba su cabeza de lado, tanto el niño colo su maestro se quedaron tiesos cual estatuas.

Hubo silencio en general, el anciano hombre soltó un suspiro a la par que se preparaba para hablar, pero Bao le ganó.

-Hermano Kensou -puso la mano sobre el hombro de su mayor- lamento tu pérdida -los dos mayores se quedaron de piedra, Bao comenzó a hipar- sólo piensa que la hermanita (...) esta en un lugar mejor, con muchos juegos y esas películas de miedo que tanto le gustaban, de seguro también con carne codimentada y... y... -Muy tarde, las lágrimas ya bajaban pos sus ojos como unas cataratas- ¡hermanita (...)!

-¡Oye, Bao! ¡No digas eso! ¡Ella no está muerta!... ¿verdad? -ahora el que quería llorar era él, sintiéndose impotente por no haberla protegido y haber dejado que se adentrase a un mundo tan peligroso cuando pudo haberla detenido, le encantaría verla envuelta en su característica mantita azul hasta la cabeza, con un pedazo de carne seca en la boca y comiendo como un hamster- (...)...

Chin suspiró con fuerza al ver a ambos llorar ante algo que ni siquiera había sido confirmado, de Bao se lo esperaba, aun era un niño, pero Kensou parecía estar al borde del colapso nervioso constantemente.

-¡(...)! -coreaban su nombre en lágrimas, teniendo una extraña cinta cinematográfica de recuerdos correr por sus cabezas.

Fue un mar de lágrimas hasta que el teléfono de Kensou volvió a sonar en respuesta de una llamada entrante.

Con los ojos llorosos contestó, ni se fijo en el nombre y si lo hubiera hecho igual no podría distinguirlo entre tantas lágrimas.

-¿Sie? -ahora fue (...) la que alejó su teléfono hasta el punto de hacerlo por el grito dado por su amigo- ¿Sie, estas bien?

No entendía por qué estaba llorando, parecía realmente afectado.

-¡No me vuelvas a hacer eso!

-¿Hacer qué, exactamente?

-¡¿Cómo te atreves a morir siendo tan joven?!

-...¿Cuándo me morí?

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A (...) le tomó una hora el hacerle entender que solo había sido un entrenamiento improvisto.

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