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Alba Meira es el tipo de mejor amigo que te apoya en los momentos más difíciles.

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Esta haciendo calor, algo que se agradece, es mejor que el clima este templado a que haga demasiado frío o demasiado calor.

Mira sus pies, sus zapatillas se gastaron hace poco, razón por la cual ya no las tiene, pero ahora sus pies a la intemperie están dañados.

Tiene hambre, esta sola, no hay quien le ayude.

Hay un tipo, uno que suele ir a verla, pero no le genera confianza, a veces siente que debe huir de él, el que le diga que quiere predecir la palabra de Dios solo lo hace más aterrador a su vista.

Una tos interrumpe sus miedos, aunque realmente solo los incrementaba, le daba miedo el sentir el sabor metálico de la sangre en su boca.

Suspira, pasando el trago amargo de su vida escapando de sus manos.

Esta tan cansada de perderlo todo.

Mira al infinito pintado de azul claro, celeste si pudiera decir, es tan liberador, tan acogedor, su único consuelo del castigo impuesto.

-¿Por qué sigues ahí arriba? -desvío su vista del cielo, solo para ver junto a ella a un muchacho que se veía mayor a ella por algunos años.

Se le hacia curioso y gracioso aquel mechón que escapaba de

-No sé -la voz rasposa que posee solo denota el esfuerzo de algún tipo, no sabe si por estar gritando o de no haber tomado agua en un buen tiempo.

-Te puedes enfermar si te quedas aquí más tiempo -toma la mano de la muchacha, ella, tan pérdida en el mundo como lo pudiese estar, solo se dejó llevar.

Ya poco le importaba lo que pudiesen hacerle.

Al llegar, todo parece ser un hogar común.

Como en esas casas de película, esas bonitas y que tienen un aire familiar.

-Si nada lo impide, este será tu hogar -con su mano hace a un lado los mechones de cabello que caen por su rostro.

-¿Por qué? -es todo lo que pregunta, mirando al suelo y con los hombros caídos, Alba conoce esa postura, es la de alguien herido y abandonado.

-Porque una vez yo también estuve en tu lugar -lleva el cabello sobrante a esta vez para arriba al ver que simplemente no puede hacer a un lado los mechones rebeldes- yo y Soiree vivimos aquí, Faith nos cuida.

-¿Quienes son ellos? -pregunta ya casi resentida, mirando sus pies heridos ya que no tiene zapatos.

-Son tu nueva familia -jala su mano y la hace pasar el portal de la puerta- Soy tu nueva familia.

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Ya han pasado unos meses, (...) poco a poco se ha dejado llevar con su padre adoptivo y sus nuevos hermanos.

Le preocupa un poco que el menor se sonrojo cada que la ve, pero lo deja pasar.

Faith le ha aceptado mejor de lo que esperaba, es una de esas pocas personas que no esperan nada a cambio y se lo agradece, ya que no sabe si tiene algo que dar.

Soiree, como ya se mencionó, se sonrojada cada que la veía, se le hacía extraño, pero como era más pequeño, en altura, que ella, se le hacía adorable.

Alba, oh, con él se rompía un poco su molde de chica callada, lo adoraba y lo quería.

Sin Alba, no sabría que hubiera sido de ella.

-¿Qué estás leyendo? -le pregunto cuando la vio caminar por la sala con un libro de forma extraña en brazos.

-"Los demonios del rey Salomón" -se sienta al lado de él, no siendo tan cercana, aun recuerda lo que decía su madre.

"Una jovencita respetable no debe estar cerca de los muchachos".

-Un título interesante -se trata de acercar a ella, pero (...) toma su distancia, los viejos hábitos no se dejan en tan poco tiempo.

-Alba -le llama tras el silencio entre los dos después de su rechazo- no es que no te quiera cerca, es solo que no me la puedo sacar de la cabeza -Claro, tanto Alba como su padre adoptivo estaban al tanto de su pasado.

-No te preocupes -asegura dándole una sonrisa calma, de esas que pueden hacerla sentir más liviana.

Le sonríe de vuelta, sintiendo que jamás podría devolverle todo lo que había hecho por ella.

Siente que su estabilidad emocional durará más tiempo.

Pero como siempre, solo esta equivocada.

Si tan solo no hubiera sido vista por su padre adoptivo cuando tosió, si tan solo no la hubiese llevado con él ese día, por pensar que estaba enferma y no dejarla sola en casa, ojalá solo hubiese ignorado ese hecho, para que así no hubiese tratado de defenderla cuando les atacaron.

No pudo hacer nada cuando le habían arrebatado de nuevo lo que más quería.

No tuvo cara para enfrentar a sus hermanos.

Fue horrible, si antes el hecho de algo que nunca cometió la dejo en un estado tan deplorable, el hecho de ver morir a alguien que amaba en frente de ella, imposibilitada de poder hacer algo, solo sembró la semilla de la destrucción en su interior.

Pensó que huir sería lo mejor, los pensamientos vengativos en su mente solo la hacían actuar arisca ante las personas, estaba harta de ser tan... tan... tan así con los pocos seres queridos que le quedaban.

Ese día, solo pudo volver a esa calle, esa que estaba en frente de la iglesia.

Esperando.

Esperando.

Ya no esperaba a esas personas, esos que la trajeron a la vida, esperaba a aquel que le dio una buena vida, ese que era parte de su familia feliz.

-¡¿Qué crees que estas haciendo?! -se sobresalto, antes no lo había oído ni visto gritar, era tan extraño y atemorizante.

Se levantó, con el carácter que la pérdida y dolor dejaron en ella, sin temor a ser herida de nuevo.

-¡No sé! ¡¿Tu qué haces aquí? -grita, esta rota, cualquiera se daría cuenta- ¡Ya no quiero ir ahí! ¡No puedo soportarlo!

Seria demasiado ir al lugar en donde hay tantos recuerdos de una familia unida.

-Escucha -suspira, tratando de controlar el enojo en el que cayó tras el susto de no verla durante una semana- no es fácil para nadie, eso tenlo por seguro, pero huyendo de ello no lograrás nada.

-Huyendo, eso solo significa que me culpas -ni siquiera es pregunta, es una afirmación, una que lo hace flaquear ante sus propias palabras.

-Lo digo no porque sea tu culpa, lo digo porque te afecta a ti también -toma sus hombros, (...) esta temblando, a pesar de que se muestre tan arisca realmente está aterrada por lo que pasará.

-Alba... estoy muy asustada -por fin deja entrever sus verdaderos sentimientos, esos de angustia, esas cadenas que le impedían estar cerca de él para darle un abrazo se han ido.

-Todo esta bien -pasa su mano por la espalda de la menor, escuchando su llanto.

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El amor surge con más fuerza en donde hay adversidades, pero se vuelve mucho más fuerte en donde hay apoyo.

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