Alba Meira es el tipo se amigo con el cual, en poquísimas ocasiones, te abres sentimentalmente.

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-Alba.

-¿Sí?

-¿Crees que los ovnis crearon Machu Picchu? -ante su pregunta sin sentido el pelirrojo dirigió su mirada a (...), quien se encontraba comiendo papas fritas- no, pregunta idiota, ¿crees que fuimos creados por ovnis?

-... sin comentarios -se limitó a decir, no queriendo añadir más ya que no quería verla furiosa si le llevaba la contraria.

-Oye, Alba -esta vez (...) se levantó de donde estaba echada, tomando camino a su encuentro, dejándose caer a un lado suyo en el sofá y acomodando su cabeza en las piernas de su amigo- ¿fue mi culpa?

Frunció el ceño, ya sabe a que se refiere, le enfurece y entristece saber que ella aún sigue pensando que lo que pasó hace varios años había sido por su causa.

Cuando realmente era todo lo contrario.

-No fue tu culpa, la de ninguno de nosotros -pasa sus dedos entre los cabellos ajenos, tratando de dar algo de apoyo y reconfortarla- él tomó su decisión, él decidió protegerte sobre todo.

-¿Pero a qué costo? -se tuvo que calmar, empezando a respirar con menor rapidez para evitar las lágrimas- él ya no está y es mi culpa.

-No es tu culpa -vuelve a recalcar tal y como lo hizo hace unos años mientras pasa la yema de sus pulgares por los bordes de los ojos de (...), sus lágrimas, por más pequeñas que eran, fueron atrapadas y secadas en movimientos suaves- él te amaba.

-Y yo a él -un hipo sale de sus labios sin quererlo, trata de aguantarse pero eso solo lo empeora- ¿Por qué tuvo que hacerlo? ¿Por qué no hice nada?

Verla llorando, dejando que sus viejos monstruos la atrapen, le dejó un mal sabor en la boca.

-No era la primera vez, ya maté a mi hermanito, mate a mi papá, ¿Qué sigue? ¿Soiree o tu?

Ah, no sólo eran los demonios que susurraban melancolía y culpa desde la muerte de Fate; eran los demonios que vinieron con ella desde hace mucho antes de que se encontrase con ella en la calle.

En momentos como esos, no podía evitar maldecir a los que la engendraron.

No fue su culpa, ¿Cómo culpar a quien es inocente? ¿Cómo sentenciar a alguien sin tener las pruebas?

A (...) le habían puesto la cuerda en el cuello siendo solo una niña, y ella se debatía si saltar del banquillo cuando su padre murió.

-Incluso... nunca pude decirle así...

-¿el qué?

-Quería decirle papá -esta vez llora con más fuerza, recordando la ambulancia, el ir corriendo hacia el hospital, tratar de entrar en la sala en la que se lo llevaban, las manos que la detuvieron y luego la sacaron a la fuerza.

Por un momento, confundió las miradas de lastima y pena por unas acusadoras.

-Todo esta bien -ella ya había llorado lo suficiente como para empezar a notarse el cansancio en su rostro- yo estaré aquí para ti, siempre.

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Pero (...) se preguntaba: ¿hasta cuando es siempre? Quería tener su corazón preparado antes de perder a alguien más.

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