Ambientado en 18 años antes del KOF 95'.

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Un orfanato no es ningún lugar exactamente adorable, hay niños hermosos, adorables ante la vista de todos, pero, obviamente, no todos tiene a un supuesto niño con problemas.

Un orfanato lleno de monjas, muchas veces suelen ser más extremas con ciertos cuidados, en especial cuando ven que hacer el nombre de los tres dioses no funciona ante una sombra extraña que acecha a un niño.

-Gracias al señor que ha llegado, padre -la anciana mujer se acerca al joven rubio, con las manos juntas como en plegaria.

-Sí, ¿Dónde está el niño? -es llevado con urgencia, un grupo de monjas más jóvenes rodean la puerta, dudosas de entrar o no- por favor, apártense, esto se necesita hacer sin personas que el demonio pueda poseer.

Las palabras siembran el miedo en las mujeres que salen a paso rápido, se reiría de ellas, de verdad iba a hacerlo mientras abría la puerta, pero su risa se quedó atorado en su garganta al ver que la entrada del cuarto conducía hacia algún vórtice de color morado, eso asusta a cualquiera, pero a él se le hacía divertido.

-Oh, por favor, esto es tan típico de ti -un movimiento de su dedo crea la ventisca que corta un atajo justo en la mitad de aquel pozo negro, dándole paso hacia donde se ve una cuna y, justo detrás de ella, la sombra de un hombre, una sombra que enseñaba todos los dientes afilados de solo verlo- Pensé haberme deshecho de ti hace tiempo, aunque claro, teniendo en cuenta quién eres... eras -se corrige, el ente enfurece inmediatamente.

Las monjas se encogen en su lugar de adoración tras escuchar un tipo de rugido, asustadas, algunas llorando aterradas.

-Es estúpido pelear contigo ahora -las ráfagas de aire cortan las esferas negras, explotando al contacto con fuerza abrumadora- no, más bien, tu fuiste el estúpido al negarte a cumplir tan grande honor -pone una mano en la barra de protección de la cuna, rápidamente la sombra lo toma por la muñeca y hace fuerza con su poca presencia- esta mocosa eres tu, ella puede albergarlo y ser su crisálida.

La poca fuerza del ente no es nada ante alguien vivo.

-Ella es parte de ti, será perfecto, será... -al momento de tocar a la niña, esta se pone a reír y da manotazos al aire, la expresión del hombre cambia radicalmente.

-No... sabes... nada... -Dice con voz de ultratumba, mirándolo fijamente y empezando a regocijarse ante su cara de asco, repudio y odio- tu... no lo... entenderás... nunca...

Con esas palabras, junto a una esfera que Goenitz no vio ante su estupefacción, una explosión, tan fuerte que mando su cuerpo algunos metros atrás.

-¿Cómo se te ocurrió? -se levanta, la ira se convierte en su motor en ese momento, la risa del infante dándole más motivos- tu linaje era perfecto, aun después de casi 1800 años tu linaje se mantenía puro entre los del clan Orochi.

-¿Cómo... te atreves... a cuestionarme... si tu cuerpo... es humano? -la sonrisa fantasmal lo termina por enloquecer, da ráfagas de aire a diestra y siniestra- eres... tan... orgulloso...

Poco después, la policía llegó, los vecinos se quejaron por el alboroto, sacaron al joven, a la bebé.

Y, junto a la pequeña, se llevaron muy lejos de él su esencia y la del que alguna vez fue el predilecto de Orochi.

La niña se quedó mirando al ente cuando la dejaron en una nueva cuna, en una nueva habitación, acercó su mano hacia el dedo que le tendía y lo envolvió con fuerza.

-Sí... alguien... debe... saber... -su otra mano se puso en la pequeña cabeza del infante que no hacia más que reír- eres... tu... -su forma empezó a debilitarse a la vez que la risa de la niña desaparecía.

Horas más tarde, cuando la encargada de protección al menor llegó a recoger a la infante, esta ya no reía, ni lloraba, solo la miraba, muy fijamente, y, por un instante, creyó ver que sus ojos adquirían un color amarillo y la iris de un reptil.

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