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A través de las puertas de cristal se podía observar lo bien que todos parecían disfrutar la noche. Cada quien perdido en su propio mundo, tan despistados que ni siquiera se habían percatado que la persona más importante de la noche estaba ausente.

Que todos estuvieran ensimismados en sus propios asuntos les sentaba de maravilla. El príncipe tampoco quería tener la atención de sus invitados, se veía cómodo al lado de Jae Beom, ambos lo estaban... Al menos hasta que las puertas se abrieron una vez más y el ambiente se vio alterado por completo.

—Ven conmigo.— el príncipe le tomó la mano y lo arrastró hacia uno de los pilares. Detrás había un camino estrecho, oculto para quienes no sabían de su existencia.

Poco a poco se adentraron un par de metros, corriendo por los caminos en los que seguramente JinYoung había crecido. Se sentía igual que un niño, con la adrenalina hasta el tope por estar ocultándose como si hubiera hecho alguna travesura. Las pequeñas risas de JinYoung hacían que su corazón se acelerara, haciéndole olvidar lo peligroso que era correr por ahí porque, cielos, cualquiera podría aparecer frente a ellos en un abrir y cerrar de ojos a pesar de que se veía desolado. Si llegaran a ser descubiertos, él sería llevado ante el rey y todas esas semanas de preparación militar se irían a la basura.

Las letras en rojo vivo aparecieron una vez más en su cabeza.

¡Sal de ahí!

Darse la vuelta e irse, eso es lo que debería hacer, pero ya queda más que clara la incapacidad de Jae Beom sobre su propio dominio, lo cual es un asunto preocupante. El Jae Beom del pasado ni siquiera hubiera aceptado la invitación de su enemigo, arrojarla al fuego después de leerla es lo que hubiera hecho, pero ese emperador estaba desapareciendo y ahora, en su lugar estaba éste tan despreocupado y perdido cuando se trataba del chico Park.

Sonrió y se dejó llevar ante las acciones tan simples que lograban divertirlo bastante. Nunca se vio en una situación como aquella, al menos no desde que comenzó a formarse como el Kaíser heredero a los doce. Jae Beom olvidó lo bien que se sentía correr entre enormes caminos por mera diversión. Era igual a un ligero cosquilleo en el pecho, una sensación momentánea de libertad.

Cuando aún era un chiquillo, iba contando por ahí las cosas que quería hacer de grande, las cuales anotaba en un pergamino que ocultaba debajo de su almohada. Siendo niño poco estaba enterado de lo que el título Káiser significaba. No se trataba solamente de estatus, poder y riquezas infinitas, ser la mayor autoridad de todas y estar en la cima de la cadena demandaba un trabajo increíblemente pesado, irritante y aburrido, estresante sobre todo porque no sólo tenía que ver por los aldeanos de cada reino, también debía hacerse cargo de los gobernantes.

Hubo una guerra y tras su fin tardío, se tomaron nuevos acuerdos y así fue como todo cambió de la noche a la mañana. Las tensiones entre todos los reinos fue lo que llegó enseguida y con la crisis que azotaba el trono de su familia, ya con la edad suficiente se vio obligado a continuar, no teniendo más opción que observar cómo sus deseos eran aplastados, privándole de la libertad que pocas veces gozó. Libertad que el príncipe Park tampoco tenía.

En ese mundo casi nadie era libre en su totalidad, en teoría esa palabra quedaba como un cero a la izquierda. Insignificante e innecesario debido a la poca validez que se le asignaba. Todos tenían el sueño de conseguirla pero sólo unos cuántos lo lograban. Jae Beom se dio por vencido a los dieciocho, cuando se enfrentó en un campo por primera vez, el día más desdichado de todos.

Por su mente nunca pasó que aún quedaran brasas en él. Se habían encendido de nuevo y tras la pequeña llama que crecía, se dio cuenta de que tal vez, JinYoung era la representación de la libertad que él se imaginaba, como un vigor intenso que recorría cada rincón de sus venas.

Y el presente lo golpeó deliberadamente en la cara. ¿Qué rayos estaba haciendo? Si su familia lo viera se reiría por lo dócil que era ahora, cuando antes juraba y perjuraba ser un hombre fiero e indomable.
No tenía idea del por qué pero ahí se encontraba, degustando la sensación gratificante de ser atrapados a pesar de no estar haciendo nada ilícito en realidad.

—No creo que nos encuentren aquí.— dijo JinYoung, deteniéndose por fin. El príncipe se apoyó contra la pared y el emperador le imitó. No fue una gran distancia recorrida pero aún así necesitaban recuperar el aliento.

Tuvo la mala idea de mirar al joven jadeante con los labios entre abiertos y los ojos cerrados, JinYoung se veía como lo más apetecible que Jae Beom había visto en todos sus años de vida. Se mordió los labios y trató de enviar lejos el pensamiento sobre un JinYoung con la piel descubierta, con una ligera capa de sudor que la haría brillar. ¿Cómo se sentiría? ¿Qué tan suave podría ser? Jae Beom se lo imaginaba sobre las sábanas de su cama, con los pezones erguidos, manchas violáceas y marcas de sus dientes en el pecho. Se lo imaginaba siendo un hermoso desastre que se revolcaba por las caricias traviesas de su lengua en sus partes más sensibles. Jae Beom se encargaría de recorrer cada rincón de su cuerpo, besando y mordiendo con suavidad, y él no haría más que disfrutarlo.

Teniéndolo así de cerca, compartiendo risas cómplices con él, su mente no podía mantenerse quieta. Esa imagen se repetía y se repetía, causando que a cada instante fuera más vívida e intensa.

"Oh, demonios."

Estando tan cerca uno del otro, Jae Beom podía sentir un ligero hormigueo en la piel por querer tocar la de JinYoung. Extrañamente, esa sensación de picor resultaba placentera, pero no estaba bien. Quedó tieso al ver que el príncipe se paraba frente a él, haciéndole sentir sin escapatoria. Se dijo a sí mismo que debía calmarse, que lo tuviera frente a frente a una distancia mínima no significaba nada, pero entonces JinYoung se acercaba cada vez más y en sus ojos se reflejaba cuánto anhelaba lo mismo que Jae Beom. Cerrar la distancia entre ellos y... Besarse.

Con las manos del menor en su torso y sus respiraciones mezclándose, todo le resultaba horriblemente tentador. Lo quería también. Quería probarlo y que la sensación se quedara para siempre con él. Realmente lo deseaba y sin embargo, Jae Beom ladeó la cabeza al último segundo y los labios del príncipe terminaron en su mejilla. Ese pequeño roce le quemó la piel, haciéndole hervir el cuerpo entero. Se dio cuenta de lo que eso significaba y se tensó al analizar la situación en la que estaban envueltos.

Con el rostro pálido, JinYoung esperaba que dijera algo respecto a lo ocurrido, pero de su boca no salió nada y el pesado silencio llenó el espacio y los pensamientos de ambos.
JinYoung bajó la mirada y retrocedió. Si no fue su voz quebrada o la lágrima que cayó por su mejilla, entonces sus palabras fueron las que lo trajeron de vuelta a la realidad.- Disculpe mi atrevimiento. No volverá a presenciar otro acto descarado de mi parte, majestad.

—JinYoung, no me hables de esa manera.— pensar que su insensibilidad los orillara a caer nuevamente en los llamados formales lo hizo sentir mal. No soportaría que JinYoug se refiriera a él como Káiser Lim, no después de haber descubierto el agradable tono de su voz llamándolo por su nombre.— Por favor.

JinYoung se veía apagado y abochornado por lo que había hecho. Su silencio y sus ojos aguados hablaban por sí solos, le había dolido que Jae Beom no correspondiera el beso.

—No creo que sea correcto referirme a usted de otra manera.

Le has roto el corazón.

Podría ser su oportunidad perfecta. Si se marchaba JinYoung lo odiaría, en unas cuántas semanas sería olvidado y así todas las cosas podrán regresar a la normalidad. Jae Beom se evitaría un problema mucho más grande con el reino de los Park y su trono no se vería amenazado. Él seguiría siendo el Káiser Lim, el despiadado y sanguinario que era detestado por la gente y a él no podría importarle menos. Nunca le importó.

Marcharse era lo mejor que podía hacer.

De esa manera JinYoung podrá seguir adelante con su vida sin problemas, porque es un hombre muy listo y determinado. Estará bien sin Jae Beom. Lo superará.

Pero Jae Beom no. Viviría con el recuerdo del menor por el resto de sus días. Él ha sido lo mejor que le ha podido suceder, así que si tenía que sacrificar su propio corazón para que JinYoung pudiera continuar, lo haría sin dudarlo.
¿Cuál era el problema entonces? ¿Por qué no podía moverse?
Jamás se había sentido tan atrapado como en esos momentos. Dolía demasiado porque en el fondo sabía que ya nada sería igual.

No había sido su intención hacerlo llorar, pero lo hizo. Él no era ese ser desalmado, sin embargo se sentía como tal por haber causado esa profunda tristeza en JinYoung. Los ojitos apagados de su príncipe le desgarraban por completo, y era lo que lo tenía anclado a ese lugar, no podía irse de esa manera. No si lastimaba más a JinYoung en el proceso.
Por primera vez se sintió como un completo imbécil por haberle hecho caso a su moral.

Antes de que pudiera decir algo coherente, el eco de pasos apresurados retumbó en las paredes. Jae Beom lo tomó del brazo y se escondió con él, entre dos columnas cóncavas que eran lo suficientemente angostas para que ellos permanecieran ahí, apretados.

Las voces de un par de guardias se escucharon a la perfección. Al principio los evidentes murmullos masculinos se mezclaban haciendo imposible identificarlos, pero entre balbuceos sin sentido logró entender. Estaban buscando a JinYoung.

—¿Qué hace?— JinYoung preguntó al ver que tomaba distancia.

—Voy a distraerlos.

—¡No lo haga!— dijo alarmado, viendo cómo se daba la vuelta.—¡No salgas Jae Beom!

—Si me quedo aquí nos verán juntos.— y ambos sabían lo que eso significaba.—Podrás irte una vez que haya desviado la atención.

—Pero se preguntarán por qué estás aquí. Ellos podrían llevarte a prisión.

—Eso no importa.

—¡Claro que importa!— dijo tomándole las manos- Yo no podría soportarlo.

—Debo hacerlo. Tengo que protegerte.

—No necesito que me protejas, sólo... Necesito que te quedes aquí.

Todo era una reverenda mierda. Él no podría hacer nada para evitar que el castigo cayera sobre JinYoung, pero tampoco es capaz de ignorar sus pedidos.

Pasaron tres minutos, cuatro, diez. Jae Beom no se movió por más que quiso.
Se mantuvieron quietos en ese lugar, temiendo ser descubiertos, sintiéndose igual que una eternidad cuando los guardias finalmente se marcharon. Nada garantizaba que pudieran librarse todo el tiempo y luego de estar a punto de ser descubiertos se dio cuenta del gran peligro al que había expuesto a JinYoung.

—Lo siento.— le susurró. Con sus dedos apartó las pesadas lágrimas que empañaban su rostro.— No quise hacerte sentir de esa manera.— dijo refiriéndose al momento en el que JinYoung intentó besarlo. Jae Beom cerró los ojos, apoyó su frente contra la del menor y respiró un par de veces para encontrar el vigor que necesitaba. JinYoung debía saber por qué actuó de esa manera. Tal vez no era el motivo más justificable, pero era la verdad. Y para dejar de mentirle a JinYoung primero debía dejar de engañarse a sí mismo.—Temo que mis sentimientos por ti sean más fuertes de lo que son, que nos descubran y me impidan verte, que me odies por ser quien soy. Yo sólo... Tengo miedo.

Los dedos del príncipe acariciaron lentamente su rostro y Jae Beom se sobresaltó ante los mimos reconfortantes que le hicieron arder el rostro. ¿Cuándo fue la última vez que se sonrojó por un acto tan simple como ese?

Había comenzado a congelarse desde dentro, un deber como el suyo fácilmente hace perder la noción y es por eso que las actitudes hostiles ayudaban a sobrellevar el peso en los hombros. Durante años se mantuvo así pero ahora se estaba derritiendo a paso veloz y temblaba por lo frágil que se sentía.

—También tengo miedo, Jae Beom, pero cuando estoy contigo dejo de temer a lo que pueda pasar.

De repente todo quedó en silencio, las paredes se hicieron más pequeñas y todo lo demás desapareció, siendo ellos dos los únicos en ese lugar. Su pulso golpeaba tan fuerte que temía dejarse en evidencia.
La mirada de JinYoung sólo se apartaba de la suya cuando desviaba la vista hacia sus labios o cuello, y por más ridículo que pudiera verse, Jae Beom comenzó a dar rienda suelta a sus nervios sin darse cuenta, estando bajo los efectos de esos ojos brillantes y cargados de apetito que se apreciaban inclusive en ese lugar parcialmente oscuro.

Durante minutos fue sólo eso, sonrojos, miradas cautelosas y revoloteos tímidos de pestañas.
La tensión entre ellos era tan palpable que hasta el más ligero viento podría romperlo, y una vez más, fue JinYoung quien se atrevió a realizar un movimiento arriesgado. Aquellos dedos fríos y temblorosos desabrocharon los primeros botones de su camisa y de la boca de Jae Beom salió un jadeo inesperado al sentir los labios de JinYoung en su cuello.
Descubrió que su resistencia era demasiado débil pues se dejó llevar tras el primer roce, cerrando los ojos y gozando lo que no debía disfrutar ni en broma.

Quizá aquellos guardias se habían ido minutos atrás pero podrían regresar, o inclusive podrían seguir ahí. No lo sabía y tampoco le importaba, no estaba en sus cinco sentidos después de todo. En ese lugar pequeño de columnas de mármol sólo se escuchaban los jadeos de Jae Beom y los labios de JinYoung contra su piel, sonidos perceptibles solamente para ellos.

Su respiración se cortó cuando la cálida lengua del príncipe se abrió paso, trazando caminos cortos e intercalando besos que culminaron en la comisura de sus labios.
Todas las barreras de Jae Beom cayeron en ese instante. JinYoung volvía a tener los ojos aguados y en sus mejillas quedaban rastros de gotas mezcladas con todos los sentimientos que lo abrumaban.

Y él ya no podía ignorarlo.

—Oh, dulzura. ¿Qué me has hecho?

Esta vez no se contuvo, cubrió la boca de JinYoung con la suya y dejó fluir sus sentimientos reprimidos. Como una fuerte descarga golpeándolo, así se sintió el primer contacto. Dejó que el menor fuera quien llevara el ritmo en un baile lento con millones de chispas que lo recorrían de pies a cabeza. Los labios de JinYoung no eran como los había imaginado, eran muchísimo mejor. Suaves pero firmes, perfectos para morderlos con cariño.

Contrario a lo que se obligó a creer, todo se sentía bien, con los dedos del menor en sus mejillas y sus propias manos sosteniendo fuerte la cintura del chico. Incluso el bombeo frenético que hacía eco en sus oídos y ese escozor en el pecho.

La lengua del menor acarició sus labios de manera insegura, sin embargo tras recibir una respuesta gustosa continuó haciéndolo con más confianza. Jae Beom se quedó sin aliento cuando permitió que JinYoung tocara su lengua con la propia, dando roces tímidos que poco a poco dejaron estragos en Jae Beom.

—Esto no está bien, no es correcto.- dijo al romper el beso. Pero él ya no pudo detenerse. Dejó besos castos sobre los labios y mejillas del menor, quien desesperado se aferró a la prenda que cubría su pecho. Se estaba volviendo loco por este chico que se derretía contra él. Eran sus suaves jadeos y caricias junto a su rostro sonrosado y hermosos ojos dilatados, todo en el menor era una obra de arte.— Soy un maldito loco por quererte de esta manera.— jadeó contra la boca del menor.

Esto no debía sentirse así de bien. Lo prohibido es malo pero es justamente por eso que se siente tan placentero a pesar de no ser correcto. Jamás sintió esa clase de necesidad, mucho menos ese placer inalcanzable que creyó inexistente. JinYoung tocaba los puntos correctos en su cuerpo y los botones ocultos en su interior, la combinación de ambos fue explosiva.

"Estúpido, mil veces estúpido." Se reprochó mentalmente. "Esto no es más que un error".

El más grande y desafortunado pero sin duda el error más hermoso de todos lo que había cometido. Jae Beom no era perfecto, se había equivocado innumerables veces hasta en lo más mínimo, así que un error más no debía afectarle. Sí, tal vez fuera el más lindo de todos pero también el más doloroso. Él no debió besarlo, definitivamente no debió. Pero lo hizo. Y no se arrepentía de haberlo hecho.

Se armó de valor para lo que venía, pero resultó no estar preparado.

—Te quiero, Jae Beom.— Y tan sólo con esas palabras su mundo cambió por completo.—Está bien si no me quieres de la misma manera, no importa, sólo no te vayas, porque si lo haces ya no tendré a nadie.

—Te equivocas, JinYoung. Te quiero tanto como tú a mí.—dijo contra su oreja.— Siempre me tendrás.

JinYoung se estremeció de pies a cabeza cuando dejó besos húmedos sobre su cuello, y el Káiser gimió de satisfacción por la manera en la que el cuerpo del menor reaccionaba ante él.

Jadeos maravillosos, labios rojos, brillantes e hinchados, mejillas calientes, JinYoung era todo eso y más.—Abrázame.— murmuró casi sin aliento. JinYoung rodeó el cuello de Jae Beom.— Por favor.

Él comprendió todo, pero no dijo nada. En momentos como esos las palabras no suelen llegar de un momento a otro y son las acciones las que toman un papel primordial.

Jae Beom se percató de la urgencia con la que se dejó caer sobre su pecho. El deseo se apagó por un momento y la necesidad de consolación se abrió paso.

—Me alegro de que mi boda se cancelara, incluso si mis sueños acabaron destrozados, porque de no haber sido así jamás te habría conocido.

Quizá lo único bueno que el rey Park había hecho fue cambiar el lugar de JinYoung por la princesa. Ni siquiera puede imaginar lo que habría sido verlo en el altar, casándose con un hombre que no era él.

—Te daré todo aquello que quisiste.— murmuró sobre sus labios, tentando al menor con la cercanía y jugando con su propia resistencia.—Te daré eso y mucho más.

Lo besó con intensidad y disfrutó de los jadeos de JinYoung cuando sus manos le acariciaron el pecho sobre la ropa. Con desespero se deshizo de los botones de la prenda que llevaba y por fin se dio el gusto de besar, lamer y acariciar el cuello de JinYoung con los labios y dientes.

JinYoung separó las piernas luego de darle unos cuántos apretones en los muslos y fue un verdadero deleite cuando los agarró con fuerza para hacer que se enredara en su cadera. Gimieron al unísono por la presión entre sus entrepiernas, por la mezcla de calor y placenteros roces. Jae Beom se movía lento y suave, teniendo la intención de disfrutar cada segundo.

Los dedos de JinYoung se enredaron en sus mechones largos, cerrando en puños y halando por cada mordida. Las manos le temblaban por anticipar su piel, así que lo tocó por debajo de la camisa, masajeando con ahínco esa piel suave y cálida.

—Voy a devolverte los sueños que te arrebataron.

—Ya no importan. Se ven insípidos y vacíos ahora que tengo uno mucho mejor.

—¿Cuál es? Lo haré posible para ti.

—Ahora mi mayor sueño es estar contigo.— gimio en sus labios.— No importa si me obligan a alejarme, yo ya hice mi elección. A quien quiero es a ti.

Jae Beom nunca creyó que alguien sería capaz de desarrollar sentimientos por él pero ahí estaba JinYoung, su lindo príncipe que había barrido contra todo pronóstico. Estaba levantándose con valentía y ya era hora de que Jae Beom también lo hiciera. El corazón le latía cada vez más rápido, con más intensidad que antes, palpitando desde ahora sólo por y para JinYoung.

—Ellos no van a separarnos, no voy a permitirlo.— susurró contra sus labios.

Lo había elegido a él, al infame Káiser de las tierras prohibidas. No tenía idea de cómo pero haría hasta lo imposible por impedir que se lo arrebataran, no iba a dejarlo ir tan fácilmente ahora que por fin lo tenía en sus brazos.

Lo sostuvo con fuerza por el resto de la noche, no le habló acerca de la confrontación de sus reinos, tampoco le dijo que esa podría ser la última vez que se vieran. Simplemente comenzaron a conocer partes profundas de sí mismos entre besos suaves y ligeramente húmedos, ignorando por completo el tiempo que corría.

En algún punto de la madrugada se dio cuenta de lo fácil que era leer a JinYoung, era tan transparente con sus sentimientos e ideas que incluso podía escuchar las preguntas que rondaban en su cabeza aún cuando no se atrevió a decirlas en voz alta, una teniendo más insistencia que las demás.

¿Cuándo volverás?

—Me temo que no será pronto, pero vendré hacia ti.— el debía hacerlo. Ahora tenía una razón más poderosa para no dejarse vencer. Aparte de conservar su reino, obtendría una recompensa mucho más valiosa, tendría a JinYoung.—Hallaré la manera de poder estar juntos, pero antes debo deshacerme de otros problemas que podrían interferir.

—¿Son demasiado serios?

—Lo son. Pero no pienses en eso. Ya sea que me tarde semanas o incluso meses, voy a regresar por ti. Nunca pienses lo contrario. ¿De acuerdo?

JinYoung asintió.

Por más que deseara detener el paso de los segundos, era imposible retener el tiempo. Con ojos cansados y voz adormilada JinYoung le susurró un "regresa a mi" como parte de una promesa que selló con los labios.

Una pedazo de sí mismo se había quedado con él y con cada paso sentía un peso en el corazón que no hacía más que recordarle lo incompleto e infeliz que había sido antes de permitirle la entrada a su vida.

Al regresar a su carruaje se encontró con el general Wang, quien le miraba con una expresión en blanco. Supuso que ya sabía todo, inclusive del cambio drástico al que tendrían que encarar. Había incertidumbre en su rostro porque simplemente todo era difícil de digerir.

—Ahora me queda claro.— esa era su forma de disculparse, porque así como él, Jackson tampoco era bueno manejando sus emociones.—Entiendo tu estado, pero ¿realmente valdrá la pena arriesgarlo todo por él?

Su trono... Sus tierras... Su vida.

Todo perdía valor cuando se trataba de JinYoung porque él se había convertido en lo más importante, y desde el momento en que sus labios se tocaron por primera vez, cuando le supo delicioso y embriagante en su boca, cuando sus corazones bombearon como uno sólo con un sentimiento tan cálido y real bajo sus manos, para Jae Beom dejó de existir todo lo demás.

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Estamos en el capítulo 6. Me imaginé esta historia con un total de 10, pero siento que ahora la cantidad es incierta.

He estado pensando en más personajes pero no sé si meterlos o no. La idea de Mark o YuGyeom siendo príncipes me está tentando.

Help me GodYonyé.


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Pequeñas criaturas, quédense en casita y tomen sus precauciones. I love all. ;*

-Gracias por leer, votar y comentar.



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