Capítulo 8

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El crepitar del viento acariciaba mi cabello y de pronto fui consciente que no estaba en la tierra, se veía desolado, oscuro, tan lleno de dolor, que el mismo me hizo ser consciente de que no estaba a salvo en aquel lugar. Una gran criatura chillaba y se retorcía a lo lejos provocando que los vellos de mi piel se erizaran por el terror. Agudicé la vista y de pronto miles de flores sustituyeron el suelo, la escena cambió y a lo lejos podía verme a mi misma, mi "yo" de aquel sueño que corría entre praderas atestadas de flores de muchos colores. Los dientes de león ya se habían desprendido desde los gajos para bailar libremente con la brisa fresca del día.

Me acerqué y pude ver claramente que era idéntica a mí, claro después de todo era mi "yo"

—Lucila —murmuró mientras arrancaba una de las flores y la hacia girar entre sus delgados dedos. Me miró y extendió la flor hacia mí. Estiré la mano para tomarla creyendo que era una invitación cuando comenzó a desojarla.

—Muerto, no muerto, muerto, no muerto.

Retrocedí a causa del pánico, cerré los ojos para tratar de cambiar la panorámica, pero el ruido de unas alas me hizo abrir los ojos para darme cuenta que aquella chica se había ido. ¿Dónde se había ido?

—Sólo se puede comer lo que está muerto — gritó la chica mientras estaba colgada detrás de mí, grité.... Grité tanto como podía mientras sentía sus dientes clavarse en mi cuello, y de reojo podía verme a mi misma, los ojos tan abiertos y las pupilas en rendijas como si se tratara de un felino. Grité llena de horror.

***

— ¡Lucila, Lucila! —la voz la conocía pero aún permanecía con los ojos cerrados mientras me sacudía.

Sueño o no sueño, lo sentí tan real que el cuello me dolió mientras me revolvía entre las sábanas.

— ¡ABRE LOS OJOS, LUCILA! —la estridente voz de Danié llegó a mis tímpanos, por inercia abrí los ojos para verla y esos mismos ojos que había visto en el sueño estaban frente a mí.

— ¡NO! —grité mientras quería alejarme de ella, y caí de la cama.

—Lucila, ¿Qué te pasa? —preguntó Danié con la voz impregnada del susto y preocupación.

Comencé a reírme de la desesperación, mientras colocaba uno de mis brazos sobre mi cara. Creo que el golpe de la cabeza me había hecho entrar en razón en cuestión de segundos.

—Perdón —musité mientras parpadeaba y la miraba, sus ojos eran normales, grandes y castaños.

—Vaya pesadilla la tuya, eh. Son las nueve de la noche cuando escuché desde abajo que estabas gritando, entré y... vaya mujer, casi que tiras el diente.

—L-lo siento —musité apenada—. Te juro que nunca había soñado este tipo de cosas —suspiré mientras mi corazón regresaba a su ritmo normal.

—Será mejor que comas —dijo ella mientras se bajaba de la cama para ponerse en jarras y mirarme fijamente.

—No tengo hambre—murmuré mientras seguía sentada en el suelo.

Danié se quedó mirando hacia la nada y pensaba. O eso creí. Suspiró y me indicó que me acostara. Con esta situación claramente me sentía enferma. Huir para estar en casa de alguien más y estar todo el día en cama. Quería salir pero... a dónde iría.

Me quedé sola en la habitación mientras me tapaba con la sábana, ya no quería dormir, si aquello implicaba más sueños como esos, Danié tomó un baño y con pijama puesta se acostó a un lado mío.

—Hoy estuve a punto de meter la pata —musitó mientras me daba la espalda.

— ¿Por qué?

—Casi les digo a las chicas que estabas aquí.

Apreté las sábanas con fuerza.

—Hablé con mis papás.

— ¡¿Que tu hiciste qué?! —exclamó mientras se sentaba en la cama para mirarme fijamente.

—Es que hoy vi en la televisión la... noticia y... solo les dije que estaba bien.

Danié chistó en molestia y se volvió a acostar.

—Solo espero que no rastreen el número —dijo evidenciando mi terrible error.

— ¿Eh? —una pizca de culpabilidad cruzó por mi pecho, había hecho las cosas porque según era lo correcto.

—Disculpa si te metí en problemas, más por tu madre.

—Mi madre salió de viaje, así que la que está en problemas soy yo porque tenerte aquí sin mencionarle  nada a tus padres o a la policía.

Danié estaba molesta y no era para menos.

—Por cierto... —dijo interrumpiendo mis pensamientos—. Steve preguntó por ti.

Mi corazón se agitó y aunque quería preguntar más, una parte de mí se negaba a hacerlo, posiblemente era mi orgullo, ese orgullo que días atrás fue hecho papilla.

—Ehmm —musite para restarle importancia.

—Dijo que quería verte para disculparse contigo y que era una lastima por lo que estaban pasando tus padres. En pocas palabras el piense y cree que te fuiste de tu casa por culpa de él. ¿Lo puedes creer?, tan importante se siente ese chico.

Repentinamente mi estómago chillo y Danié lo escuchó porqué se rio suavemente.

—No me digas... —musitó y me sonrojé hasta la medula—. ¿Quieres llamarle hambre o coraje?

—Posiblemente las dos cosas —farfullé mientras me tapaba completamente.

—A ver si logró dormir con ese canto tan... espeluznante.

—Calla.

***

A pesar de tener los ojos cerrados, no podía dormir, mis intestinos parecían mariposas que se movían sin parar imposibilitando que me durmiese, los suaves ronquidos de Danié indicaban que ella ya estaba completamente dormida. Bajé de la cama y mis piernas no respondían y caí de rodillas, el ruido provocó que Danié se removiera, sin embargo no despertó.

Me incorporé cuando un olor dulzón llegó a mi nariz e hizo sonar todas las alertas de mi cuerpo, busqué la fuente del olor y abrí una gaveta, cuando metí mano habían empaques de algo que olía demasiado dulce, pero aquello me revolvió el estómago. ¿Si me comiese uno, Danié se daría cuenta? Me apoyé en la esquina mientras abría aquello, olía demasiado bien,  tan bien que sin siquiera saber que era, terminé comiéndolo.

Mis papilas gustativas estaban a gusto, sabía que tenía derecho o más bien ni eso para comerme solo uno de esos, comí y seguí comiendo a pedazos cortos para no acabármelo.

—Lucila —Danié estaba frente a mí e hice lo mismo que había hecho con mi madre, querer huir de ahí para no sentirme descubierta aun cuando era patético—. No podrás huir —sentenció ella cuando encendió las luces de la habitación y solté lo que estaba comiendo.

—Apaga las luces —imploré pero sabía que ella no lo iba a hacer, mientras yo permanecía con los ojos cerrados.

—Te advierto que si después de que abras los ojos vomitas, te mataré.

¿Eh?

—Abre los ojos y ve que estabas comiendo.

Hice lo que me dijo, vi mis manos y retrocedí como si pudiese escapar de ellas, estaban cubiertas de sangre, una espesa sangra. Miré hacia el suelo y...

Vomité.

El sabor no se iba a ir nunca, y no era por la acción hecha,  era por le hecho de haber comido... "aquello"

—Luci, Luci —canturreó Danié mientras estaba en el baño conmigo y acariciaba mi cabello.

Esto había llegado demasiado lejos.

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