CHAPTER THREE ━ we meet again

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( また会いました)
𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐓𝐇𝐑𝐄𝐄

Había pasado un buen rato luego de la escandalosa llegada de Yui Komori a la mansión, todo había sido demasiado intenso para las pocas horas que llevaba allí, su cabeza incluso dolía por todo lo que estaba viviendo por culpa de su padre, a quien odiaba más que nunca en aquellos momentos. Y, para su mala suerte, debía asistir a un instituto repleto de mortales.

Perséfone hizo un mohín con sus labios al ver el ridículo uniforme escolar que debía llevar; la falda era demasiado larga y esponjosa, el moño daba vergüenza ajena y el chaleco era lo único presentable.

───Si Afrodita estuviera aquí frente a mí, podría apostar que se estaría revolcando en el suelo de la risa. ¡Por el amor al Olimpo!

Resignada a usarlo, se arrancó la falda y tomó unas tijeras de costura, no dudo ni un segundo al quitarle la estructura de tela que lo hacía ver voluminoso, dejando una falda normal aunque aún era muy larga para su gusto. Agarró la prenda y midió una mano, le hizo una pequeña marca y cortó. No sólo modificó la falda sino que también cambió el moño por un listón negro que unía el cuello de la camisa blanca. Modificó levemente el chaleco para hacerlo más entallado, cambió las medias de media caña por unas bucaneras y los aburridos zapatos por unas de sus tacones de Chanel.

Una vez vestida, se paró frente al espejo de cuerpo completo que tenía en la habitación, observando su figura: estaba hermosa, como siempre.

Tal vez estaba siendo demasiado pesimista con la situación y se le olvidaba ver el lado divertido, debía sacarle provecho a su estadía allí ¿no? y los mortales asiáticos no estaban mal, mucho menos los Sakamaki. Perséfone mordió su labio inferior, sintiendo aquél calor característico recorriendo su espalda, estaba recordando su último encuentro con su mayordomo y aquella necesidad comenzó a surgir. No iba a ser nada fácil pasar tanto tiempo en abstinencia, menos en una mansión encerrada con seis muchachos.

Tomó asiento en la puntera de su cama matrimonial, abriendo sus piernas y llevando sus manos a su entrepierna, dispuesta a satisfacerse a sí misma cuando unos golpes en su puerta la interrumpieron.

───Por todos los dioses.───Murmuró con molestia, levantándose para abrir la entrada, encontrándose con la alta figura del segundo Sakamaki. ───¿Ocurrió algo, Reiji-kun?─── El vampiro acomodo sus lentes sobre el puente de su nariz y le extendió un par de hojas a la deidad junto a un bolso. ───¿Y esto?

───Son sus horarios de clase y el material necesario para cada una, su padre ha informado que debe cumplirlo al pie de la letra y que se encargará él mismo de verificarlo.─── Respondió él. ───Y la limusina ya está esperando para partir.

Perséfone evitó rodar los ojos y agarró las hojas con delicadeza, aprovechando para rozar sus manos con las del contrario, generando algo de sorpresa en Reiji, quien logró disimularlo como todas sus demás expresiones.

───Por supuesto, mi padre siempre tan atento.─── Exclamó sarcástica. ───Muchas gracias, Reiji-kun, en un segundo bajaré.

El susodicho no dijo nada y desapareció en cuestión de segundos. La azabache entró con rapidez a su habitación nuevamente solo para retocar el gloss sobre sus labios y salió, cerrando la puerta tras ella. Soltó un suspiro y comenzó a bajar las escaleras lentamente, encontrándose a mitad de ellas con Raito, quien no tardó en clavar sus ojos en ella, desnudándola con la mirada.

───Luces espléndida en el uniforme, Perséfone-chan. ─── Canturreo el castaño rojizo, aún con la mirada puesta en ella. ───¿Me permite ayudarla? ─── Inquirió, extendiendo su mano.

La hija de Hades alzó una ceja, curvando sus labios con una sonrisa y con duda posó su cálida mano sobre la fría del vampiro, sintiendo como él entrelazaba sus dedos y la ayudaba con el resto de la bajada hasta llegar a la puerta de la limusina. Dentro del vehículo se encontraban los demás, a excepción de la humana y el tercer trillizo, cada hermano estaba en su propio mundo y Raito se encontraba muy concentrada en la griega como para prestarle atención a otra cosa.

───Entonces, dime bitch-chan, ¿por qué estás aquí?─── Pregunto Raito, curioso por conocer más de la susodicha. Es que aunque no lo quisiera admitir, algo de Perséfone lo inquietaba, podría incluso afirmar que había una pequeña obsesión hacía ella y tan solo se conocían hace un par de horas.

───Me pregunto lo mismo, Raito-kun, pero supongo que es porque mi padre está haciendo nuevos negocios con el suyo y prefiere que me quede con ustedes antes de dejarme sola en Grecia.─── Respondió la azabache, pero antes de que pudiera continuar con su relato, dos nuevas presencias interrumpieron en la limusina; Ayato y Yui habían llegado de forma escandalosa.

Nuevamente ese olor asqueroso y familiar invadieron las fosas nasales de la deidad, estaba claro que provenía de la novia de sacrificio pero ¿a qué demonios le hacía recordar? ¿Qué es lo que tenía la rubia que la intrigaba tanto? Sus pensamientos fueron cortados por un suave susurro contra su oído, el del sombrero tenía una idea en su cabeza y necesitaba de su ayuda para realizarla.

"La vida necesita un poco de diversión, disfruta un poco, Perse". Pensó.

───Te acompañaré en tu locura, Raito-kun, ¿por qué no?─── Habló ella con una sonrisa. 

Apenas Perséfone puso un pie dentro de la academia Ryutei todas las miradas se clavaron en ella, no sólo porque venía del brazo de uno de los Sakamaki sino por su envidiable belleza que no tardó en ser motivo para susurros entre los estudiantes. Ella no pudo hacer nada más que sonreír, ya estaba acostumbrada a ser el centro de atención pero cuando llegó al mundo mortal esa atención incrementó el doble.

───Oe, parece que no solo yo me gané una nueva reputación, bitch-chan.─── Canturreo Raito, observando de reojo a su acompañante.

───Era algo muy predecible, Raito-kun, cualquiera queda encantado con solo girarse a verme.─── Explicó la fémina con egocentrismo en su voz, algo que le causó risa al susodicho.

Todo iba bien hasta que sintió unas miradas no muy amigables sobre ella y no tardó demasiado en encontrar a las responsables con su mirada. Dos muchachas la observaban con odio y envidia, sus ojos inconscientemente se tornaron de aquel brilloso color rubí y les guiño un ojo a las mortales, continuando su camino junto al vampiro.

Kirari se mordía la lengua para controlar armar un escándalo en medio del pasillo principal frente a todos los estudiantes, ¿quién demonios era ella y por qué estaba del brazo de su querido Raito? Las otras jamás le preocuparon, menos aquella rubia que acompañaba a Ayato -¿quién se pondría celosa de una tabla?- pero la azabache era increíblemente atractiva y eso le preocupaba.

───¿Presidenta... se encuentra bien?

───¡Por supuesto que no! Debo averiguar quién diablos es ella y deshacerme lo más pronto posible.─── Exclamó la albina. ───Pero no te preocupes, ya se va a enterar quien es la que realmente manda en el instituto.

Mientras tanto, el vampiro y la griega continuaban juntos por un pasillo desolado, demasiado juntos. Perséfone se detuvo frente a él, observandolo con una sonrisa coqueta.

───Nada en esta vida es gratis y lo sabes muy bien, ¿no, hentai-chan?. ─── Habló la fémina, posando sus manos alrededor del cuello del muchacho.

───Claro que lo sé, Perséfone. ─── Con rapidez y suavidad, él tomó el mentón de su contrario para acercarlo a su propio rostro, chocando nariz con nariz en un pequeño rose.───¿Qué te parece que lo haga con un dulce beso, eh?.─── Uno de sus dedos dio leves golpes sobre sus rojizos labios, haciendo que por inercia vea los suyos. ───Pero tranquila, todavía no lo haré, lo que quiero hacer es que desees mis labios como nunca has deseado. Sabes... Muchas chicas dicen que soy un excelente besador, ¿no quieres tú darme tu opinión?

La paciencia de la hija de Hades se estaba terminando y su poca tolerancia a las provocaciones iba a hacer que mandara todo a la mierda, aunque recordó que esa misma noche fue ella la que le puso los límites al chico, se arrepentía un poco. Antes de que pudiera siquiera decir o hacer algo, Raito desapareció por completo, dejándola sola en un pasillo desolado de una academia que no conocía ni siquiera un solo salón.

───Por todos los dioses del Olimpo, ¿ahora que demonios hago?─── Maldijo en voz alta, soltando un suspiro mientras comenzaba a subir por unas escaleras. ───Gaia sabrá dónde terminaré siguiendo este camino.

Su celular comenzó a vibrar dentro de su bolsillo, al sacarlo vio que un número desconocido la estaba llamando. Alzó una ceja intrigada, nadie tenía su número de teléfono ya que se lo había dejado a personas muy específicas.

Decidió atender.

───¿Hola?

───Me alegra volver a escuchar tu voz, Lilith.

La diosa frenó en seco. No podía reconocer la voz de aquel hombre.

───Espero que disfrutes tu estadía con los Sakamaki, será muy entretenido tenerte de nuevo por aquí.

Y la llamada se cortó, dejando a Perséfone completamente atónita.

¿Qué demonios acababa de ocurrir?

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