Capítulo 3. Ablución (Adiós al rencor)

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Hagi, 27 de mayo

1

Hoy el día amaneció algo gris, pero las nubes se dispersaron en unas dos horas. Ya es mediodía, y hace un calor extraño para esta época. Abuela dijo que en la tarde o la noche llovería, pero no estoy tan segura, el cielo está de un azul pulcro.

Desde ayer no he vuelto a escuchar la melodía del violín de Takahiro. Lo noté algo distraído y taciturno. Cuando no está encerrado en su cuarto, está paseando por mi jardín. Se pasa horas sentado en los bancos de piedra, mirando fijamente los arbustos florecidos de azaleas, los sauces y el profundo lago. Me entra curiosidad el verlo así, ansias de saber qué es lo que estará pensando. A pesar de ser tan callado, se muestra amable con todos. El lamento de anoche sigue atormentando mis pensamientos. Varias veces en el día me han entrado ganas de preguntarle sobre el hecho, pero me apena dirigirle la palabra.

Estoy sentada frente al escritorio, mirando la página en blanco de un cuaderno y dando vueltas al lápiz en mi mano. Intento escribir algo pero no tengo nada de inspiración.

Se podría decir que escribir es mi afición, y lo disfruto tanto como la lectura. Mi librero está lleno de todo tipo de lecturas, desde la ficción de Tolkien hasta tradicionales haikus.

Al final me rindo en mi intento de producir algo de valor y guardo la libreta junto a un pequeño cúmulo de hojas con poemas e historias cortas que me vienen a la mente de vez en cuando. Bajo al primer piso en dirección al comedor. De pronto, escucho una dulce voz que viene del cuarto que solía ser de mis padres, el que ahora es solo de mamá. Entro despacio y la veo a ella, mirando fijo al espejo, entonando una melodía que me es familiar.

Kagome Kagome

Kago no naka no Tori wa

Itsu Itsu deyaru?

Yoake no ban ni

Tsuru to kame ga subetta.

Ushiro no shoumen dare?

Voy hacia donde está ella y me siento a su lado. Mi presencia hace que calle, y me mira dulcemente, acariciando mi cabeza.

—Reika... ¿Qué haces aquí? —me dice sonriendo levemente

—No, mamá, no soy Reika. Soy yo, Shizuka.

Mi madre tiene todas las razones del mundo para estar desquiciada, o enferma, como dicen los doctores. El psicólogo le diagnosticó trastorno por estrés post-traumático, causado por el dolor de perder a una hija tan repentinamente. Eso la desequilibró por completo, y empezó a tomar antidepresivos juntándolos con alcohol. Uno de sus excesos casi le provocó la muerte, pero pudieron intervenir a tiempo. Ahora tiene una psicosis, y la mayor parte del día lo pasa en su habitación, encerrada, bajo supervisión de una enfermera.

—¿Shizuka? Sí... mi otra hermosa canción. Adorada, ¿recuerdas aún la melodía que entonaba? Reika y tú solían cantarla en sus juegos, junto a sus amigos. ¿Recuerdas?

—Sí, lo recuerdo —respondo sonriéndole, aunque en mi interior me desgarra la tristeza.

—Recuerdo que una vez Reika, a los cinco años, tuvo que ser el oni tres veces seguidas, y a la cuarta se echó a llorar y vino a consolarse en mis brazos. Desde entonces han pasado ya trece estíos, ahora ella tendría un año más que tú. ¡Oh, mi Reika! ¡¿Por qué?!

Mamá se echa a llorar y la abrazo fuertemente, consolándola con palabras suaves. Hay momentos como estos, en los que se pone a recordar el pasado, cuando mi hermana todavía estaba viva, antes del terrible accidente. En esos momentos siempre termina llorando, y la mayoría de las veces tienen que sedarla. Esta vez se calmó rápido. Después de enjugar sus lágrimas, me mira muy seria y abre sus labios para dejar salir sus palabras.

—Ese muchacho no me agrada para nada, lo odio con todas mis fuerzas, lo quiero lejos de aquí. Pero nada puedo hacer, pues por orden de tu padre debe quedarse a vivir en esta casa. Si bien estoy sintiendo esto, no deseo que tú padezcas lo mismo. No lo odies tú, pues mi rencor no te pertenece. Elimina ese funesto sentimiento de ti, ya que te hará daño. Que yo no lo quiera, no significa que tú debas hacer lo mismo.

—Lo sé, y no lo odio, más bien lo ignoro, o eso creo —Sí, eso creo, porque el extraño interés que siento hacia su misterioso ser nada tiene que ver con lo que creo sentir.

—Está bien, eso está bien. Hijita mía, no odies, porque es el sentimiento más triste y penoso que hay. Quiero que seas un reflejo del bien, de toda la bondad de este mundo, como quería tu padre. Lo que me hizo no se lo podría perdonar, pero no puedo hacer nada... Él ya no está con nosotras. Quizás porque no puedo despreciarlo a él, he depositado mi odio en ese muchacho, y yo misma me doy lástima por eso.

—Mamá, no te preocupes. Te prometo que no voy a odiar a ese chico. Si en algún momento sentí enemistad hacia él, destierro cualquier pizca de rencor que quede escondida. Daré lo mejor de mí para intentar quererlo, y aceptarlo en mi corazón.

—Gracias, amor. El día está bastante caluroso, ¿verdad? El verano ya nos recibe con su cálido abrazo, mayo se extingue y da vida al alegre junio. ¿Recuerdas la canción? Kagome Kagome Kago no naka no Tori wa...

Mamá vuelve a nublar sus ojos, y entona otra vez aquella canción que yo aún recuerdo.

2

Entre las páginas y el aroma del té, se van las horas. El tiempo que dediqué a leer y estudiar pasó sin que me diese cuenta. Bajo al jardín, y me siento en uno de los bancos de roca. Noto como el cielo se cierra de repente, volviéndose gris, y el sol desaparece. Un relámpago ilumina todo, y con un trueno desgarrador la lluvia cae. Entro corriendo a la casa y me seco un poco. Camino hasta la enorme sala, y veo a Takahiro sentado en el suelo, mirando fijamente hacia afuera.

Lo contemplo guardando una distancia de unos cuatro metros, y recuerdo lo que le dije horas atrás a mamá. Quiero hablarle, hacerle notar mi presencia, pero no me sale la voz: es como tratar a un desconocido. Intento irme, pero no puedo dejar de verlo. Es como si estuviera hechizada por alguna fuerza extraña y desconocida. Mi tortura se acrecienta, mi cuerpo no hace lo que mi mente le ordena. Deseo hablar, decir algo... pero es imposible. Y es justo cuando estoy al borde de la desesperación, que una voz salvadora viene a mi rescate... Su voz.

—Es hermosa la lluvia, ¿verdad, Fuyumi-san?

—Lo es —respondo mecánicamente. Al parecer él ya sabe de mi presencia, y tengo la duda de si también sabe o no el estado en el que estaba segundos atrás.

—¿Quieres algo? ¿Por qué viniste a atormentarte con mi presencia?

—¿Atormentarme? ¿Por qué piensas eso? Entré porque empezó a llover...

—No disimules. Ayer mismo te dije que sabía de tu odio hacia mí.

—No te odio, pero ahora pienso que eres demasiado egocéntrico —le contesto a modo de broma, acercándome a la ventana de cristal por donde él observa el jardín lluvioso—. El mundo no gira en torno a ti.

—Jamás he pensado eso. Quizás me equivoqué.

—No, no te equivocaste. Al principio sí te odiaba, pero ahora no.

—Es increíble cómo cambió tu ánimo de un día para otro. Quizás mañana sientas pena de mí y al otro quieras desaparecerme de tu vista. Veo que eres muy voluble.

—Eso me ofende. ¿No ves que trato de acercarme a ti, o es que quieres que sea huraña y áspera todo el tiempo? Creo que nunca te he dado muestras de desprecio.

—Discúlpame si te insulté, no era mi intención.

Takahiro vuelve su rostro al jardín, y se queda inmóvil durante un tiempo. Lo miro, y me entran unas ganas enormes de preguntarle por lo de la última noche, así que suelto la duda que tanto me atormentaba, mas él no habla; me mira y sigue en silencio. En ese momento me doy cuenta de que mi pregunta había sido algo imprudente, pero me sorprende cuando noto que tiene la intención de responderme.

—Lloraba porque me sentía solo... y rechazado. Sentía que no debía estar aquí, que todo esto de la mudanza era un error... Lloraba porque extrañaba a mis amigos, mi escuela, mis vecinos; porque todos aquí me miraban como a un extraño; porque sentía el odio que inspiraba a ti y a tu madre, y me dolía... Lloraba porque era, y soy incapaz de sonreír con verdadera felicidad, y me veo forzado a fingir una sonrisa que no existe.

—Pero, si no querías venir, ¿por qué lo hiciste?

—Porque estabas tú... y quería conocerte. Cuando mamá murió, no vine pues ella no deseaba que me juntara con la familia de Arata, pero yo sentía que de alguna forma era responsable por ti. Sé que no tiene sentido, pero era lo que sentía. Creí que me recibirías alegre, que quizás sentías lo mismo que yo; que te gustaría saber que tenías un hermano. Discúlpame, no quería que mi llegada te fuera incómoda. Perdón por irrumpir tan violentamente en tu vida...

—¡Basta! —grito con lágrimas en los ojos, y Takahiro se sorprende por mi reacción—. No... ¡No digas eso, no hables así! No me pidas perdón... Soy yo quien te debe una disculpa por actuar tan egoístamente. Lo siento mucho, jamás pensé que te sentirías así. Por favor, olvida que en algún momento te odié... perdóname por todo...

—Ya está bien —me dice, secando mis lágrimas con dulzura—, no llores así. Eres mucho más bonita cuando sonríes, aunque nunca te he visto sonreír, ahora que lo pienso. No necesitas pedir disculpas, entiendo la razón por la que me odiaste... no te culpo por nada. Creo que mi llanto de anoche fue un poco egoísta. Estaba pensando solo en lo que yo sentía. No recordé que tú también debías de estar destrozada por la pérdida de tu... nuestro padre. Tú sentiste más que yo esa pérdida. Realmente nunca consideré a Arata como un padre... y él seguro no me consideraba su hijo. Tan solo pagaba mis gastos por responsabilidad, aunque mi madre no quería aceptar el dinero. Lo conocí por una foto, y creo que alguna vez lo vi, cuando yo era aún muy pequeño. Aunque él no me amara con ese fervor paternal, estoy seguro de que fue un gran hombre, por el que vale la pena llorar.

—Sí, él fue un gran hombre, y quiso que yo me convirtiese en una gran mujer, y eso haré.

—Ya veo. La hija seguirá el camino del padre. Pero no te preocupes, ya eres una gran mujer —Me da unas palmadas en la cabeza, y no puedo evitar sonrojarme un poco.

—Gracias... Solo deseo que este dolor que siento pase rápido.

—Por eso, Fuyumi-san, no te debes preocupar. Todo pasa, nada es eterno. El dolor es como la lluvia de hoy: es muy fuerte, arrasa con todo, parece que nunca acabará... pero cuando menos lo esperas, termina, cesa, y en su lugar queda un recuerdo hermoso a modo de cicatriz que dura un tiempo y luego se esfuma, pero siempre recuerdas esa cicatriz... Como la sensación del arcoíris... o de los rayos del sol despejando las nubes. La lluvia también se lleva el dolor... Espero que esta lluvia se lleve el tuyo, y con él todo lo malo que puedas guardar en tu corazón.

Después, nos quedamos sentados por un rato prolongado, sin hablarnos. Las palabras de Takahiro me llenaron de esperanza.

3

Ya son más de las diez y aún llueve. Pero él tiene razón, todo acaba, incluso cuando piensas que no lo hará. El ruido del agua golpeando el techo es como un arrullo. Las gotas que ruedan por la ventana son como lágrimas. Él tiene razón... es como el dolor más profundo, el que está enterrado en el fondo... pero desaparecerá, y quedará el dulce recuerdo.

La mañana llegó de prisa. La noche fue como un viajero que iba de paso. Cuando desperté, escuché a las aves cantar. Miré afuera, y las lágrimas del cielo habían cesado. Mi corazón, misteriosamente, estaba limpio del dolor. Mis sentidos se aclararon, tomé un cuaderno y un lápiz, y comencé a escribir.


GLOSARIO

1. Kagome: Es una canción infantil, cantada en un juego tradicional japonés. Se traduce como:

Kagome, Kagome, el pájaro se encuentra en la jaula, ¿cuándo la abandonará? En la noche o el amanecer, la grulla y la tortuga se deslizan. ¿Quién se encuentra detrás de ti?

2. Jugar al oni: Se refiere a un juego que consiste en que un niño es elegido como el Oni (ogro), y debe sentarse con los ojos cubiertos en medio de un círculo formado por los demás participantes, los cuales unen sus manos y caminan en círculo a su alrededor mientras cantan la canción, y cuando esta termina, el Oni debe decir el nombre de la persona que se encuentre detrás de él en ese momento. Si acierta, esa persona cambiará de rol con el oni.



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