32- "A todo o nada"

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Selene se encontraba en la oficina cuando llegué por la mañana. Su densa fragancia a anís y su exagerado maquillaje, con ella.

No sólo no dormí lo suficiente por estar echando de menos a Lucero, sino que no tenía ni la más mínima gana de escuchar los reproches y catarata de insultos que de seguro esa mujer sentada en mi silla de cuero, tendría guardados.

Giró en una media vuelta para terminar reposando sus antebrazos en el vidrio de mi escritorio y su escote, también.

— ¿Qué cuernos quieres aquí? — disparé rascándome la nuca.

— ¡Buenos días, a mi también me encanta verte!

— Deja de lado el sarcasmo. No tengo tiempo para tus ironías.

— Pues tendrás que hacértelo. Vamos...quiero que estemos juntos...que me folles aquí mismo —poniéndose de pie, avanzando a grandes zancadas como un tigre a punto de atacar, se colocaba a pocos centímetros de mi cuerpo, pasando el filo de su dedo sobre la superficie transparente.

— No quiero nada contigo Selene. Ya te lo he dicho.

— ¿Es por esa niña no? ¿La de la gala? ¡Es un caprichito, Felipe! ¡Cómo las otras mil con las que te has acostado ya!

— No es lo mismo. Lo sabes.

— Lo único que sé es que no quiero perderte. Y no lo voy a hacer— intempestivamente se quitó su chaqueta de cuero, y pasó por sobre sus brazos, ante mi asombrada mirada, la sudadera cruzada que cubría su torso, exponiéndose en ropa interior— . Siempre quise hacerlo aquí...— se frotaba en mí, en tanto que yo intentaba apartarla tomándola de las muñecas. Pero se zafaba y volvía al ruedo.

Quería tocar mi rostro, asirse de mi nuca, pero instintivamente, como si tocarla me quemase, yo me alejaba, retrocediendo. Parecíamos dos boxeadores en un cuadrilátero; uno atacaba y el otro se defendía.

— Felipe, no seas arisco— me acosaba, arrojándose a mis brazos; brazos que no cederían ante sus encantos.

Por primera vez, su actitud me repugnó. Lejos de aquella desesperación por tenerla de años (e incluso meses) atrás el modo en que se me ofrecía, vulgar;desagradable. Me sentí victorioso al no sucumbir ante la sumisión que siempre me ocasionaba su presencia.

— Vístete ya mismo, no hagas el ridículo.

— Felipe,me deseas. Esto será algo rápido, intenso, tal como te agrada a tí...—ronroneando como una gata en celo, apoyó sus pechos contra mi camisa.

Deseaba empujarla, pero no estaba en mi naturaleza agredirla.

Comenzó a juguetear con los broches de mi camisa, pero quité sus dedos jalando de sus manos hacia abajo, con fuerza pero sin violencia.

— ¡No me toques!

— ¡Eres mío! —reclamaba sin sentido.

— Ya no....¡vete!

— ¡Es mi empresa!

— Financieramente, también la mía. Ahora no estás aquí en plan de jefa, vete ya mismo antes de que esto sea un real escándalo.

Sin la mínima emoción, clavé mis ojos en los suyos, que parecían desencajarse.

Incrédula, dio medio giro y en cuanto quise reaccionar; Selene se abalanzó encima de mi cuerpo, robándome besos, mordiendo mi labio, causándome corte ínfimo, sangrante.

— ¡¿Qué mierda...?! —llevé mis dedos a la herida, verificando la sangre.

— ¡Te he dicho que eres mío!...hago lo que quiero contigo. No eres más que un niñito depresivo y cobarde; soy la única que puede querer estar contigo con toda esa mierda mental que pudre tu cabeza— violentamente, clavaba sus dedos en sus sienes, enfatizando sus duras e innecesarias palabras.

Desde un lugar remoto de mi ser, herido en mi orgullo, la tomé por las muñecas arrastrándola hacia la pared opuesta a la puerta del pequeño toilette de mi despacho. La mantuve quieta, inmóvil, presionándola contra el frío estuco blanco.

Me comía con la mirada, gozando de aquella situación que yo tanto despreciaba.

— ¡Te vas ya mismo de aquí! No quiero verte, no me interesas como mujer. Follarte fue lo más aburrido y patético que he hecho en mi vida. Eres una frígida, Selene y sinceramente, ni siquiera eres capaz de hacer una buena mamada.

Su boca dibujó una gran O que se cerró abruptamente, cambiando su semblante y tomando algo de distancia de mi cuerpo.

— ¡Mierda! — la expresión chillona de Lucero me volteó hacia atrás como si hubiese recibido una descarga eléctrica.

Permanecía de pie, en la puerta de mi despacho, contemplando la confusa escena con mi ex pareja.

— Lucero yo...—corrí hasta ella, con sus ojos vidriosos, y su cuerpo temblando como una hoja.

— ¡No me toques! — levantó las manos y se apartó de mi; intenté seguirla, pero sin éxito. Selene continuaba en ropa interior cruzada de brazos, observando mi destrucción y saboreando su aparente gloria.

— Has visto algo que debo explicártelo...déjamelo hacer — imploré.

— ¡Sos un hijo de puta!— rompió en llanto al mismo instante en que Lily apareció tras ella.

— ¡¿Que significan esos gritos?! —notando el modo en que se desarrollaba todo, solo fue capaz de esquivar el cuerpo de Lucero, que como un cohete, salía eyectada de mi oficina, llevándose todo por delante, piezas de ajedrez incluidas— . ¿Qué está pasando aquí? —con los brazos en jarra, inquirió mi colega —.  Selene, ¿ya ni siquiera decoro tienes? —rezongó obteniendo en contrapartida un resoplido por parte de la modelo, que muy a desgano, se colocaría la ropa faltante—  La has fregado Felipe...¡la has fregado! — Lily estaba furiosa, huyendo con un violento portazo.

Abandonando a Selene mientras escudriñaba una sonrisa perversa, descendí por los escalones lo más rápido que pude.

Lucero aparecía a lo lejos en mi horizonte,colocándose presurosamente su abrigo y cogiendo al vuelo su bolso. Envuelta en llamas, galopaba por el corredor hacia la salida, en tanto que Katie intentaba detenerla;ante su negativa y forcejeo, su fiel amiga corrió a buscar sus cosas diluyéndose con ella en las afueras de Studio Rondeau.

Llovía terriblemente y el clima estaba helado. Tanto como mi corazón, que veía escapar al amor de su vida, sin poder evitarlo

Como un rayo, atravesé el corredor tras sus pasos,hasta que Kenny me interceptaría metros antes del mundo exterior..

— ¡No me fastidies Kenny! Llevo prisa — chocándolo bruscamente, retirándolo hacia un lateral, volvió a evitar mi avance.

— ¡No puedes Felipe! Banger y Stinson están llegando en pocos minutos. ¿No recuerdas que hoy firmaban los contratos de las campañas publicitarias? Tienes que estar presente sí o sí, o el acuerdo se va al carajo.

¡Mierda, lo habia olvidado! Sin mí, difícilmente eso se podría llevar a cabo. Fruncí mi boca, me maldije por mi mala suerte. Deambulé haciendo un surco frente a Kenneth, llevándome las manos al pelo, viendo de qué forma subsanar el desastre que había acontecido minutos atrás.

— Está bien...avísame cuando esté todo listo.

Subí a mi oficina decepcionado, con la esperanza que Selene no estuviese o no sabría qué sería capaz de hacer ante su presencia.

 Efectivamente, se habría esfumado.

Me desplomé en la silla con la angustia y la desesperación de no saber qué rumbo tomar. Dejé mis gafas de lado, froté mis ojos y mascullé millones de improperios. Apoyé mi cabeza entre mis manos, buscando respuestas, buscando soluciones. Completamente en vano.

Absurdos serían mis intentos por concretar una reunión seria y amena con Dimitri Banger y Sam Stinson, dueños de una nueva tienda en Paris que comercializaba nuestras colecciones y estaban en vista de cerrar una nueva pauta publicitaria. No podía darme el lujo de ignorarlos. Pero aunque estuve presente en cuerpo, no lo estaba en alma.

Rogué porque el tiempo transcurriese velozmente, necesitaba ir a casa de Lucero y decirle que todo era una gran confusión provocada por Selene; que no existía mujer en la tierra que me importase más que mi valkiria. Hasta que pude escapar de la oficina, tendría que soportar la mirada inquisidora y ponzoñosa de Lily, que mantenía la mandíbula comprimida como una prensa hidráulica.

Serían las 8 de la noche cuando logré liberarme. 

Casi trotando fui a su casa, ni siquiera molestaría a Richard. Agradecí al señor Wagner por haber rentado un apartamento cercano al estudio. Hice sonar la campanilla con el corazón en la boca, agitado, desvaneciendo del dolor.

Apenas empezaba a tenerla y ya la estaba perdiendo.

La voz de Katie respondía por el intercomunicador. La morena de ascendencia africana estaría al tanto de mi situación con Lucero...aunque después del regaño de Fred, era estúpido negar que todos estuviesen al tanto de mi relación con mi pequeña empleada.

¡A la mierda con todo!

— Katie, soy Felipe...necesito me dejes pasar.

La joven enmudeció.

— No puedo jefe, Lucero no quiere que suba.

— Katie, no me digas jefe ya...no hace falta, y no le hagas caso a tu amiga. Todo esto ha sido una gran confusión —exasperado por hablar a una plancha metálica y no a una persona real, proseguí— . Si no me dejas pasar no podré contarle la verdad.

El silencio me hizo suponer que estaría transmitiéndole mi mensaje.

— Mantiene su decisión. Quiere que se vaya.

Excepto que voltease la puerta con un carro de bomberos, lanzara un anzuelo hasta recalar en el alféizar de su ventana o volase hasta ella ,no habría modo de pasar. En un breve pero intenso debate mental, debí bajar la guardia. Ante su terquedad, nada podría hacer.

— Esta bien Katie me iré. Pero dile que la amo.

Sumergirme en el alcohol como haría tras navidad, no sería la solución.  Hilvané las mil y una formas de poder tener la posibilidad de que me escuchase. De que confiase en mi...

Recapitulando lo sucedido, habría visto lo peor. Mi labio todavía hinchado por el ataque de Selene, era evidencia de mi (indeseado e involuntario) contacto con ella. Recurrí a lo más rápido y sencillo, la llamada como método de disuasión, con la esperanza de que hubiese recapacitado tras su negativa. Pero no funcionaría tampoco.

En un comienzo, el móvil sonaba; me imaginaba a James Blunt diciéndole exactamente lo que yo sentía...que era hermosa; pero la contestadora se interponía entre la ficción y la realidad.

"Ha sido un error, déjame explicarte".

"Meine fee...quiero verte...confía en mi".

"Mi valikiria, mi rescatista,mi salvadora...te amo como jamás he amado a alguien en mi vida".

Tres mensajes sin ninguna respuesta.

El día siguiente no sería mejor. Por el contrario, su ausencia era devastadora. Ella se comunicaría temprano con Studio Rondeau para determinar que no iría esa mañana. Lógica pura.

Durante una de mis recorridas, como un zombie, me aproximé al sector en donde se reunía el equipo al que pertenecía Lucero, grupo que en una semana más, diría adiós.

—Buenos días muchachos —saludé con las manos en los bolsillos y una sombría mirada— . He venido a agradecerles el tiempo, la dedicación y el gran esfuerzo que han hecho hasta entonces. — los cinco integrantes miraban con una sonrisa, acatando mis palabras —  En nombre de Frederick y mío,no quería dejar de decirles lo importante que han sido para nuestra compañía.

Melancólico, recibí los agradecimientos, con la espina clavada en mi pecho de imaginar que Lucero tendría que estar ahí, esa mañana, con su sonrisa contagiosa y sus ojos contentos; por el contrario, estaría sumergida en un mar de tristezas, con el corazón desgarrado. Más o tanto que yo.

Antes de irme,interceptaría a Katie quien resistiéndose un poco, finalmente aceptaría venir a mi despacho.

— Disculpa que casi te he arrastrado hacia mi oficina—le dije—pero necesitaba hacerte una pregunta personal.

La morena lucía indignada. 

¡Lo que me faltaba! Un complot feminista dentro de la empresa.

— ¿Cómo se encuentra Lucero? ¿Sabes si ha podido descansar?

— Lucero está mal, muy mal licenciado. Hecha un trapo. Me he quedado con ella hasta las 10 de la noche porque debía regresar a mi casa. Está destruida, lo último que desea es verlo.

— Lo imagino, pero dime Katie y sé sincera...¿tienes idea si se reincorporará?

— Eso sí que no lo sé. Durante la noche mencionó la posibilidad de regresar a la Argentina cuanto antes.

Suponerlo, significaba un fuerte dolor en mis músculos; afirmarlo, era un infarto masivo.

— ¿Lo ha considerado? ¿O sólo ha sido un arrebato del momento?

— Estaba dispuesta a comprar un ticket de avión para las próximas horas —afirmó bajando la cabeza.

Cualquier atisbo de esperanza acababa de quebrarse como un cristal. Lo acababa de perder todo.

— Gracias Katie y disculpa nuevamente por mi atropello.

— No ha sido nada licenciado...—a punto de retirarse, giró para decir unas últimas palabras— . Si es verdad lo que usted dice, si todo ha sido una equivocación, déle un tiempo para pensar y luego, intente acercársele nuevamente. Ahora no admitirá ningún tipo de visitas...pero si por el contrario, la ha engañado...yo le sugeriría que busque un refugio nuclear. Lucero enojada puede hacer volar la tierra con soplido.

Katie la conocía.

— Lo tendré en cuenta—agradecí por su sinceridad.

Decir que ignoraría su ausencia en la compañía, era mentir.

No habría segundo durante mis días posteriores en los que no bajara la escalera que separaba mi despacho del sector de los talleres, en los que no la buscaría con mi cabeza en alto, con la esperanza de verla nuevamente.

No escuchaba sus carcajadas liberadoras, sus ideas interesante y su versatilidad para manejar idiomas. Echaba de menos su dulzura, cada parte de mi cuerpo deseaba su calor, sentir sus caricias.

¡Dios! Cómo dolía esto, tanto o más que un choque de autos; las cicatrices de este padecimiento eran más profundas.

Lily no dejaba de refregarme en la cara que por mi culpa, no tendría a su empleada estrella en su equipo.

— ¿Puedo? — Kenny apareció en mi despacho extrañamente pidiendo permiso. Evidentemente, estaba al tanto de mi malhumor. Tenía millones de papeles para firmar entre sus manos.

— Lo mejor que me ha sucedido en el día es que aparezcas con esa pila de contratos— en un acto reflejo saqué la pluma Mont Blanc que Lucero me obsequiaría para mi cumpleaños, en Montreal. La observé con añoranza mientras la giraba, contemplando su belleza. Deseaba llorar como un niño.

— ¿Se ha ido? — preguntó Kenny en alusión a mi fee.

— No he sabido nada de ella desde lo que sucedió hace 10 días con Selene. Supongo que estará en Buenos Aires. No me ha respondido ninguna llamada, no lee mis mensajes...no hay nada que pueda hacer.

— ¿Su amiguita Katie no largó palabra?

— No, antes de irse ayer, me dio una advertencia.

— No lo dudo. Yo también te la hubiese dado...y tal vez junto con un golpe en la mitad de la quijada —Kenny podía ser muy irónico, tanto, como seductor. Pero no estaba de ánimo para su sarcasmo— . Pues bien, ahora dime  inclinó su torso hacia adelante, deteniendo mi firma automática de uno de los papeles para hablar conmigo, sin tareas de por medio. —. ¿Qué ha ocurrido con Selene? Quiero saber la verdad  la verdad—serio, como pocas veces, exigía mi confesión.

— Nada Kenny —bufé irritado con tan sólo recordarlo.¿Por que nadie exigía mi verdad como si andase por la vida mintiendo? Nadie confiaba en mí, ni Lucero, ni Katie, ni Lily...¡nadie!

— Respiro campeón ¿Qué ha ocurrido con Selene?

— Nada que yo no quisiera.

— Disculpa, no te entiendo.

— Selene vino dispuesta a que la follase en esta mesa—señalé con el puño cerrado, y Kenny se echó hacia atrás, con gesto impresionado— . ¡No lo hemos hecho! Apoya tus brazos de vuelta.

Exhaló aliviadó y ligeramente divertido, llevándose una mano al pecho.

— Me negué rotundamente. Le he dicho que no me interesa como mujer. Algo que durante la gala en Milán ya le habría dejado bien en claro.

— Evidentemente tiene problemas para captar las indirectas.

— No han sido indirectas, Kenny. Puedo decirte que han sido más que directas. La muy perra, no conforme con acosarme en la fiesta, me envió mensajes de texto asegurando que Lucero era una niña de la que me cansaría pronto.

— ¿Está de broma?¡Yo no me cansaría nunca!—dispuesto a no dar puntada sin hilo, Kenny sonreía groseramente, pero con la mera intención de contagiarme su estado de ánimo.

— ¡Kenneth! —gruñí.

— Era una broma, hombre. Ya te he dicho aquella noche de cervezas que siempre supe que se gustaban. En Montreal...¡Jesucristo! —abrió sus brazos al cielo, graciosamente —. ¡Estaban que humeaban! La tensión sexual era ufff...más que incendiaria, hermano.

— La amo Kenny...amo a Lucero, de un modo desesperado, único. La necesito. Y me ha dejado con las manos vacías.

Ciertamente exponer mis sentimientos no era algo frecuente, pero con Kenny había cierta confianza como para hacerlo sin sentirme juzgado. Se balanceó reclinándose en el respaldo de la silla.

— Por supuesto que la amas, Felipe. Dejando de lado mis bromas, sé que estas perdido por esa cría. Y ella se derrite por ti. He visto las fotografías; Giuliano se ha encargado de enviarlas por correo electrónico a la dirección de todos sus conocidos.

— Hijo de puta...— bramé ofuscado.

— Como sea, se ven muy bonitos—puse mis ojos en blanco por el infantilismo de su expresión.

— Gracias, pero deberás perpetrar esa imagen en tu cabeza por siglos; será la última que tengas de nosotros juntos.

— Dime, ¿por qué eres tan pesimista? ¿por qué has bajado los brazos tan fácilmente?¡Lucha por ella!

— ¿Luchar? ¿Contra la pared? No tienes idea lo obstinada que esa muchacha.

— No, no tengo idea de cómo es ella pero sí de cómo eres tú. Eres un cabrón que se ha rendido antes de combatir, y esta aquí, firmando papeluchos, cuando tendría que estar plantado en el aeropuerto con un ticket de avión directo a Buenos Aires, sin escala.

— Estás loco— minimicé desviando la mirada.

— No lo estoy y muy dentro tuyo sabes que tengo razón. Yo lo haría. Nunca estaría dispuesto a perder el amor de mi vida así por que sí. Arrojando la toalla antes de finalizar el round.

Escruté detenidamente a Kenny estableciendo un ridículo duelo de miradas. Repensé sus palabras. Yo había tenido en cuenta esa opción, pero el miedo paralizante y la indecisión me llevarían a 10 días horribles, de dolor, depresión y desánimo. Viajar no resultaba una idea descabellada, pero sí impulsiva.

— El mundo sigue girando aun cuando no estás aquí. Hemos viajado cientos de veces y Studio Rondeau Paris continuó funcionando. Tómate unos dias. Necesitas descansar y reecontrarte con Lucero. Está enojada, dolidad, traicionada...pero tienes la verdad en tus manos. No hay modo que las cosas resulten mal

— No querrá escucharme —dije aferrándome a la comodidad de no intentarlo...por temor al rechazo.

— ¡Pues átate a la puerta de su casa, varón!

— ¿Cómo sé si aun está en París?

— Permanece quieto en su puerta día y noche, bombardéala a llamados, ¡cántale una serenata bajo de la ventana de su dormitorio!...¡haz algo! ¡pero hazlo! ¡no puedo verte aquí sentado de brazos cruzados! ¿No me has dicho que la amas?

— Más que a mi vida.

— ¡Pues corre, ve y dile que no puedes lucir peor que ahora! ¡Mírate! ¿El señor rasuradito piel de bebé, ya no se quita la barba? ¿Quieres ser como Tom Hanks en el náufrago?

Resultaría imposible no reír ante las ocurrencias de Kenny; agradecí poder sonreír por primera vez en estos diez días.

— Puedes ser muy convincente cuando te lo propones. Eres bueno negociando.

— Por fin te das cuenta...¡podrías aumentar mi salario si soy tan brillante, pues!

Nos brindamos un cálido abrazo, palmeé su espaldas, en señal de agradecimiento.

— ¿Quién diría que el tiburón Kenny era un blando?

— Soy como las chicas quieren que sea, en el fondo les gustan los tipos rudos pero tiernos— me guiñó el ojo saliendo de la oficina, dejándome con el entripado del viaje a cuestas.

_____

— Buenas noches — aclaré mi garganta, deseaba sonar firme y no como una mariquita— , habla...

— ¡Ya sé quién habla! — lapidario, seco y sin dejarme siquiera presentarme, Ricardo Wagner estaba a punto de dictar sentencia.

— ¿Ricardo, verdad?

— Sí, el mismo que tiene tus pelotas sobre la mesa a punto de cortarla en rebanadas.

— Ricardo, si estoy llamando es para saber cómo está Lucero...quisiera hablar con ella, hace muchos días que no sé nada de su vida, no me responde...

— No es posible.

— ¡Vamos!...¡por favor!...estoy...¡destruido! No como, no duermo, no vivo...— mi tono de voz se quebraba ante la verdad.

— ¿Acaso vos creés que Lucero está mejor? ¡Ha venido destrozada, llorando por miles de kilómetros, con una valija a cuestas repletas de sueños destruidos! ¡Por tu culpa! Todo porque no supiste cerrarte la bragueta a tiempo. Te lo advertí, y no me escuchaste. Jodéte por imbécil.

— Ha sido un error, no me ha dado tiempo de explicarle nada.

— No creo que los detalles sean de su agrado.¿Explicarle qué? ¿Cómo eran los mimos que le propinabas a tu ex pareja semidesnuda en tu oficina? ¿De qué modo la besabas? Ha visto lo suficiente como para recrear esas tenebrosas imágenes en su dolorida cabeza— que su padre tuviera tantos detalles me perturbaba bastante. Si mi hija estuviera sufriendo como de seguro lo estaba Lucero, no dudaría en despellejarlo y hacerlo tapete.

— Ricardo, no creo que sea un tema para hablar contigo. Necesito resolver esto con tu hija, que Lucero me conteste un e- mail, el teléfono, un mensaje...¡necesito que me escuche! Tu sabes lo que es amar incondicionalmente.

— No pretendas manipularme, Felipe. No tengo 10 años.

— No me malinterpretes. Estoy devastado, sin rumbo. No sé qué hacer. Amo a tu hija, sin ella no tengo nada. Quiero estar por las mañana, por las tardes y por las noches a su lado...Soy consciente que escucharlo tal vez te revuelva el estómago—resoplé por mi nariz —, pero esta es mi verdad: mi ex pareja se ha presentado para acosarme en mi oficina; Selene irrumpió en ella, se desvistió. Lo que ha visto Lucero fue mi intento por alejarla de mí. La amo y su dolor me traspasa el alma a pesar de estar distanciados.

En silencio, Ricardo parecía concederme el beneficio de la duda.

— Bien —exhaló pesadamente, a punto de dar sentencia—espero no arrepentirme Felipe...de lo contrario tu cabeza rodará. Como tus pelotas.

— ¿Me pasarás con ella? — una pizca de esperanza se apoderó de mi cuerpo.

— No está en casa, salió con su madrina y su madre en plan de compras, para levantar su ánimo. ¿Estás dispuesto a jugártela el todo por el todo?

— Plenamente — dije sin dudar, con la intriga de saber a qué se refería y con la esperanza de mantener mis partes corporales intactas.

— Entonces, escúchame con atención.

______

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro