5- "La prueba"

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— Ven por favor —me dijo acercándose silenciosamente tras de mí posando una mano en mi hombro. Su contacto provocaría una llaga en mi piel por más que de por medio tuviese un grueso sweater desde la base del mentón hasta por debajo de mi cintura — , quiero que me acompañes a una reunión.

Abrí los ojos como dos platos. ¿Reunión yo? ¡Si era una de las chicas del montón! Una becaria sin roce profesional y menos conocimiento empresarial.

— Pe...pero— balbuceé infantilmente—  ¡Ni siquiera estoy bien vestida para reunirme con alguien!— bajé mi vista observando detenidamente mis leggins negras con mis botas altas y mi sweater blanco de punto. Mi cabello estaba ajustado por un lápiz de color rojo en la cima de mi cabeza y unos mechones desprolijos caían de mi recogido, luciendo desgreñada y poco formal. Mamá de seguro se escandalizaría por mi look.

— Nadie mirará tu vestuario Lucero. Tienes un rostro tan hermoso que no podrán dejar de observarte del cuello para arriba.

Sentí vergüenza por el cumplido, era atrevido pero no abusivo. Ese hombre sí que sabía tratar a una mujer. Metí mis labios hacia adentro, conteniendo el impulso por comerme las uñas de los nervios.

— Vamos, la sala nos espera.

De camino a la Sala de Ideas, él habló en voz alta.

— Otto y Alice son dos de nuestros diseñadores estrella de Studio Rondeau de la sede Berlin. Están a cargo de una nueva línea que se lanzará en febrero. Esta colección dará inicio a nuestros negocios en Alemania. De ellos depende nuestro éxito o nuestro fracaso en el mercado germano.

— O sea... — dejé la duda boyando en el aire esperando a que allanara mi camino con respecto a mi presencia allí.

— Ellos no hablan una palabra en francés ni en inglés. Solo en alemán.

Boquiabierta, pude comprender qué significaba que yo estuviese presente. Aunque hasta donde sabía, gracias a los cotilleos de las chicas del grupo de becarios, Felipe hablaba alemán, holandés,además de español, francés, inglés e italiano. Era un erudito con todas las letras.

"Un bello y joven erudito".

— Ellos están aquí para exponer lo que será parte de la colección. Quiero que contribuyas al diseño, interviniendo de forma activa.

¡Menuda responsabilidad!

Felipe acababa de darme la posibilidad de participar en una reunión con gente muy importante y no sólo eso, sino también colaborar en el diseño de la colección que lanzarían en pocos meses.

— Es mucha presión para mí— bajé los ojos nerviosa, llevando la mano al pecho un tanto agitada por la conmoción de mi descubrimiento.

— Confío en tí, Lucero. Has sabido demostrar que tienes un talento innato. Quiero pulirte, ser tu mentor. Prepararte para cosas importantes. No me vas a defraudar, te lo seguro— una sonrisa de lado aniquiló cualquier neurona pensante.

Me sentí un poco más arrinconada pero no era menos gratificante descubrir que Felipe tenía ese concepto hacia mí.

— Agradezco tu fe pero no quiero que me sobrevalúes, Felipe; no quiero pasar el ridículo.

— No lo harás. ¿Acaso piensas que arriesgaría mi culo si no te creyese capaz?— frunció su ceño—  Perdón. No arriesgaría mi trasero— se corrigió chistosamente serenando mis temores internos.

Él caminaba tranquilo, confiando plenamente en que yo desempeñaría un buen papel.

Aun asi, le repetiría antes de entrar a la sala de reuniones, que mi alemán no era del todo bueno, a pesar del buen entendimiento que tenía del idioma.

— Calma —se detuvo para mirarme fijo. Sus ojos eran celeste plano. Cómo el cielo cuando está diáfano, como el mar cuando estaba manso — . Nadie va a comerte o algo así, no tienes que temerle a nada — intentó tranquilizarme y mueca complacida desarmó mis fortalezas.

— Si...lo sé...es que estoy un poco nerviosa— asumí con entereza, parte del problema.

— Estaré a tu lado, despreocúpate. No es necesario que intervengas si no lo deseas, pero de más está decir que sería muy útil que lo hicieses.

La sala era dominada por una enorme mesa blanca alrededor de la cual se ubicaban más de 10 personas. Todas trabajaban en el Studio Rondeau de París, excepto por los dos chicos que estaban al frente, preparando unos papeles y peleando con una notebook que se conectaba a un proyector que reflejaba imágenes en la tela extendida sobre uno de los muros laterales.

El corazón me bombeaba fuerte. Eran nervios; distaba mucho de las discusiones universitarias acaloradas y sin semejante rigidez.

— ¡Buenos días a todos! —en correcto francés y fiel a su estilo animado y agradable, Felipe se restregaba sus manos, saludando a los presentes —. Buenos días chicos —en alemán, se dirigía a los miembros del Studio Berlin.

Supuse que todos sabrían de alemán, si no, no entendía qué demonios harían allí. O eran masoquistas o estaban aburridos y no tenían nada mejor que hacer que devanarse los sesos intentando comprender un idioma que no manejaban. Descartando las dos opciones me senté en una de las sillas libres de segunda fila y apoyé mi cuadernillo en la mesa.

Felipe se ubicó en la hilera trasera e inesperadamente, volcó su torso hacia delante, rozando mi oído, acariciando mis terminaciones auditivas.

— Cualquier cosa que añadas a la presentación será excelente, dalo por hecho — volvió a aquietar mi nerviosismo...o a alterarlo ya que su voz era ronca y profunda. Los vellos de mi nuca se erizaron.

De un modo u otro pensé que me desmayaría: si zafaba de hacerlo por la reunión, no me salvaría de la voz de mi jefecito lindo.

Inspiré profundo y exhalé de igual modo ya que estaba frente a lo que podía ser un trampolín en mi vida.

Los chicos alemanes rozaban los 30 años; eran una chica y un muchacho, muy altos ellos y muy rubios. Parecían los suecos de Abba y al pensar aquello tuve que contener una risita idiota y poco adulta.

Su discurso inicial me pareció claro y entendible, pero tan monótono, que pensé que pronto me dormiría. Intentando no dispersarme demasiado, involuntariamente, comencé a soltar la mano: los bocetos venían a mi mente con cada palabra que decían...y distanciaban mucho de lo que el dúo que se mantenía de pie expresaba con respecto a lo que exhibían. Sin desmerecerlos, sus diseños eran muy....Bauhaus. Técnico, puro, de líneas rectas...demasiado apegado a lo convencional y aburrido según mi humilde mi criterio personal.

Fruncí mi rostro mientras dibujaba, notando un error conceptual bastante básico, a mi entender. ¡El proyecto hacía agua por todos lados!

Si bien no era una diseñadora eximia ni mucho menos, tenía más de 4 años de experiencia como ayudante de docente de cátedra en la Universidad siendo aquello una herramienta que me daba la posibilidad de tener un enfoque distinto de las cosas. Apreciar las cosas no sólo desde el punto de vista comercial, sino desde un ángulo más "sensible". Solíamos quedarnos hasta altas horas en Ciudad Universitaria corrigiendo trabajos de alumnos y me reconfortaba ayudarlas a definir parámetros de diseño o incluso, arengar a que siguieran por la línea elegida.

Recorrí visualmente la sala, todos escuchaban atentos, pero nadie de los que recordaba (desde mi ingreso hacía poco más de 7 semanas) trabajaban en el área de diseño. No estaba Lily, ni su ayudante...nadie.

Caí en la cuenta de por qué me habría instigado a que fuese.

— ¿Quieres intervenir? Veo que inundas de ideas tus hojas —un calor intenso subió a mis mejillas, ya no me intimidaba su voz ni su presencia (como si fuera poco) sino además la capacidad que tenía de estar atento a todo.

Exactamente a todo.

Giré mi cabeza y su aroma a perfume importado y masculino inundó mi nariz cuando nos quedamos frente a frente, mirándonos fijo; él expectante por una definición de mi parte y yo con un miedo que me paralizaba.

Sentí que éramos solo nosotros dos los presentes y que estaba envuelta en una novela de amor.

— Sí —asentí a su pedido— . Creo que tengo algo para decir —susurré sin que nadie se percatase de mi estado de bobera extrema.

Levanté la mano, como cuando estaba en una clase en la universidad.

— Disculpen—mi voz era tenue y suave — ¡disculpen! — repetí con mayor firmeza y algo más de volumen — . Creo que si la idea es mostrar algo orgánico, algo ligado a la naturaleza y a la concepción de la misma, desestimo que este sea el mejor camino— serenamente volteé mi cabeza para observar a Felipe que de brazos cruzados sobre su pecho, displicentemente apoyado en el respaldo de su silla, levantó sus cejas deseando escucharme. Motivó a que expusiese mi idea inclinando una de sus manos. Acto seguido me puse de pie — ¿Puedo?—pregunté dirigiéndome hacia los expositores y señalé los bosquejos que se reflejaban en la pizarra blanca. Tomé uno de los marcadores y comencé a dibujar como una posesa — . Si la temática de la colección pretende ser algo etéreo...¡como el mar! —dije de la nada y Felipe clavó sus antebrazos en sus muslos, alerta — ¿Por qué no utilizar telas más suaves? Más..¡etéreas! — repetí en mi escaso léxico germano—  Satén, seda, raso, tafeta...géneros que tengan un vuelo natural, una caída distinta que la gabardina u otras telas más rígidas. ¿Por qué no aprovechar el propio peso de las telas para simular olas?...pero no explícitamente, no digo hacer esto— dibujé el típico oleaje en forma de comas y escuché unas risitas de fondo— .Sino...¡esto!  —avancé hacia Alice—.  Con tu permiso — tomé el borde de su blusa aguamarina de raso — ¿Lo ven? ¿No luce como agua más allá del color.? —todos me miraron asombrados. El brillo de las luces halógenas de la sala en el género parecían ponerse a mi favor— . No es necesario ser explícito en los diseños, hay que ser sutil, sugerir...sin caer en lo trillado — levanté mis hombros, como disculpándome por discernir con las ideas de la dupla que solo observaba los agites de mis manos, mi voz chillona y fuerte y mi extraño alemán —. En síntesis, creo que puede funcionar algo así — quedé de pie, como si acabara de rendir un examen o algo similar.

La chica a la que le toqueteé la blusa se sonrió y dio un gracias amplio, sincero.

Felipe se levantó.

— Creo que ha quedado claro a lo que apuntamos ¿verdad? —dijo, se volvió ante todos y avanzó hacia mi ubicación; súbitamente me tomó de los hombros y me guiñó su ojo — ¡Has estado perfecta! —dijo en castellano cerca de mi oído, derritiendo mi tímpano. Clavé sus ojos en él y agradecí con una sonrisa tímida.

Volví a mi lugar con la mirada de todos atravesándome el cuerpo, pero no ajusticiándome sino con el regocijo de sentir que me acababa de ganar un punto. O varios.

La reunión se extendería por 20 minutos más aproximadamente cuando Felipe la dio por concluida con un aplauso para los alemanes. Se acercó a los jóvenes visitantes por un segundo mientras que los restantes recogíamos nuestras pertenencias para salir de allí. Fue para entonces cuando me llamó por mi nombre, para que me sumase a ellos.

— Les presento a Lucero—comentó en alemán, lógicamente — , quiero que trabajen conjuntamente con ella en esta instancia de diseño—abrí los ojos gigantes.

"¿Qué?"

— Perfecto, ha sido muy útil tu observación — me dijo el muchacho, sonrojado pero predispuesto a mi colaboración —. Sería muy bueno que trabajemos juntos.

El corazón me daba tres vuelcos...de a poco formaba parte de un gran equipo, y eso me llenaba de satisfacción. Estaba perpleja por mi avance.

— Gracias Lucero — me dijo Felipe palmeando mi hombro mientras continuaba conversando con los alemanes — . Mejor...¡aguarda un segundo! — me llamó nuevamente, cuando estuve a punto de atravesar la puerta de salida—  Ve a mi despacho, por favor. Yo estaré allí en unos minutos.

Regresando a la mesa en la cual estaban los chicos de mi equipo de trabajo, fuera de la sala de reuniones, todos aguardaban expectantes para que les comentara qué tal me habría ido con el jefe.

Katie, sobre todo, se habría hecho muy amiga mía en ese tiempo, tal vez porque nuestra edad era cercana y nuestras personalidades también. Ya habría venido de visita a mi departamento, incluso se quedaba hasta tarde mirando películas conmigo o estudiando. Éramos buenas compañeras una de la otra.

— ¡Ha estado...genial!—  expresé esbozando una gran sonrisa. Todos se me acercaron a felicitarme excepto por Gerard, quien se mantenía un poco reticente. Intuí que por celos idiotas, pero celos al fin. Él era el mayor del grupo, con 30 años, estaba cursando su postgrado en tecnología de los materiales y solía hablar más fuerte que todos, o incluso imponer sus conclusiones de un modo bastante prepotente. Yo era la única que me animaba a enfrentarlo o al menos, poner en duda sus ideas —  Ahora vine solo a dejar las cosas aquí...tengo que ir al despacho del jefe—puse los ojos en blanco, me alteraba estar en su oficina. Desde el día de la entrevista, semanas atrás, nunca más la había pisado, pero algo en ese espacio me intimidaba. No supe si la pulcritud o el hecho de que no fuese un sitio neutral.

Ese hombre tenía la capacidad de desestabilizar mi sistema nervioso y no podía darme el lujo de tener un amor platónico con él. Era mi jefe...mi mentor...muchas cosas en juego para complicarlas por una calentura. En cuatro meses esta aventura terminaría, yo regresaría a Buenos Aires sin más, con un bello diploma bajo el brazo y listo. No podía arruinarlo. No podía continuar desilusionando personas por un capricho de adolescente calentona y poco seria.

Tragué con fuerza y me di aliento. Presioné mis puños soltando el aire contenido en mis pulmones.

Las chicas de recursos humanos Andrea y Zoe, y la propia Katie, admitirían que al momento de conocer a Felipe, todas suspiraron por sus ojos extremadamente celestes y su sonrisa cautivadora. No había una que no me dijera, tampoco, que se sospechaba que andaba con la sobrina de Rondeau, una modelo de bastante renombre en el ámbito local y en las pasarelas más importantes del mundo.

Sin mostrarse siempre juntos, solían coquetearse en que otra fiesta corporativa. Nada que llamase la atención; aún asi era un rumor vox populi.

Finalmente, subí a su despacho, golpeé con mis nudillos y él mismo abrió la puerta.

— Pasa — como siempre que se dirigía a mí, lo hacía en castellano. Una extraña sensación de propiedad en este país me invadía, sintiendo algo de menor distancia a mi país — . Deseaba felicitarte de un modo más privado sobre tu desempeño el día de hoy —dijo acomodándose en su silla, mientras yo imitaba sus movimientos, situándome en la de visitas.

— Gracias Felipe, fue muy considerado de tu parte permitirme asistir— sostuvo su mirada en mí al agradecer su gesto.

— Como te he dicho, no lo hubiera hecho si no tuviese fe en ti   — entrelazó sus dedos, volcándose ligeramente sobre la superficie inmaculada de su escritorio— . Pero ahora tengo otra propuesta para hacerte.

Un leve temblor de apoderó de mis extremidades; temiendo lo peor, abrí mis ojos...¿por eso me habría llamado en la intimidad de su despacho?

— Propuesta laboral, lógicamente—sonrió de lado y mi pecho se descomprimió abruptamente, algo desilusionado por cierto—  Recuerdo que me dijiste que no soy parecido a Robert Redford —recurrió a la vieja anécdota de aquel día de lluvia, el primero de mi cosecha como empleada del estudio.

— Lo sé...ni yo Demi Moore — asentí siguiendo el hilo de la humorada, no quedando en evidencia.

— Verás, es probable que en una semana deba viajar a Montreal, a supervisar personalmente una serie de cuestiones del proyecto que montaremos en Canadá.

Seguí sus palabras con detenimiento, esperando saber cuál era el objetivo de su proposición.

— Para ello, necesito que vengas conmigo.

"¿Su propuesta era que lo acompañase?" "¡Ese tipo estaba chiflado!...¿yo? ¿En Canadá?"

— Felipe...sin ánimos de descalificarte, creo que estás exagerando - la cabeza me hizo bum bum — . Agradezco de todos modos que me consideres alguien tan valioso pero lo siento como algo precipitado...yo no sé mucho más que el resto de la gente del equipo como para ocupar esa plaza— levanté los hombros, deseando bajar sus expectativas. La vara era alta, y yo no sabía si estaba capacitada para tal desafío. No quería decepcionarlo.

— No se trata sobre conocimientos académicos Lucero, ya que soy plenamente consciente que todos están dando lo mejor de sí y en igualdad de condiciones y que por eso están aquí. Pero el modo de expresarte, el modo en que transmites tus ideas es distintivo, y es lo que más valoro de tí. Son tres días de viaje, obviamente pagos por la compañía, de modo que no tendrás que preocuparte por nada— mi rostro debía estar ardiendo del miedo. Paralizada quedaba sin aire— . Piénsalo, mañana debo confirmar los pasajes y tramitar el alojamiento— dijo con seriedad— . Desde el momento en que tuve tu currículo en mi mano, supe que eras alguien especial— frunció la boca como si lo que acabara de decirme no tuviese importancia; no obstante, yo sentí morirme a sus pies.

En ese preciso instante comprendí que Canadá sería un plan previo a la reunión con los chicos de Berlín, y que lo de esta tarde, formaba parte de una suerte de prueba para mí y para él.

— Tendré que organizarme...no sé...no lo esperaba para ser sincera...¡en pocos minutos sucedieron cosas muy fuertes!—me mostré emocionada y confundida en partes iguales. Él no perdió el recorrido de mis ojos y mis manos alborotadas ni por un segundo.

— Recuerda, mañana necesito tu respuesta. Creo que en tu lugar yo no tendría nada por perder.

Deseé corregirlo; tendría cosas por perder como ser mi cabeza, mis hormonas, mi estabilidad mental con sólo tenerlo durante tres días en una extraña cercanía y la seguridad que hasta ahora había logrado.

¿Y si pensaba en que era una tonta con un titulo simplón? ¿Qué lo de esa mañana había sido un golpe de azar?

— Iremos con Kenny, el sub coordinador de finanzas. Él está bajo las órdenes de Enzo— concluyó.

Kenneth solía calentar la comida al mismo horario que los hacíamos los "novatos" del área de diseño. Era un joven buenmozo, agradable y afable en sus modos. Estaba titulado en algo similar a una licenciatura en Administración de Empresas y era egresado de la Universidad de Cambridge. Todo un experto en su área, con futuro prometedor dentro de la industria.

— Ahora puedes regresar a tu puesto de trabajo. Te he retenido lo suficiente el día de hoy—cálidamente, me invitó a salir de su despacho. Asentí un poco atontada por las palabras, por sus elogios y por la decisión que debía tomar.

Descendiendo por la escalera metálica con el corazón aun más repiquetante que tras la reunión con los chicos alemanes, llevé mis manos a mi pecho para aquietar las emociones.

¡Wau!...en un par de horas pasaría de ser una de las jóvenes promesas del estudio a formar parte de un proyecto en Berlín e integrante de una comitiva de trabajo para viajar a Montreal.

--

Cuando llegué a casa no pude ni siquiera sacarme las botas que me desplomé en el sofá del departamento. ¿Viajar a Canadá con él? Era una propuesta escandalosamente atractiva.

Si la rechazaba tildarme de idiota sería quedarme corta, si la aceptaba era a expensas de la desconfianza de mi madre con respecto a mi comportamiento. Aunque sería tonto que fuese capaz de desbarrancar delante de mi jefe.

Pero como le habría dicho a papá, ella siempre me vería como una adolescente irresponsable de 18 años.

Analizando pros y contras me encontré en la siguiente postura: lo bueno era que mi curriculum no dejaría de crecer; era un desafio enorme pero junto a él y a Kenny no podría irme mal de ningún modo. Ambos eran expertos en sus profesiones y conformaban un buen equipo. Por otro lugar, el roce con agentes extranjeros, conocer el mundillo de la moda por dentro o incluso ser presentada por Felipe como una simple asistente me haría progresar de a poco y ser reconocida de un modo u otro. Esta posibilidad me abriría las puertas a un futuro repleto de oportunidades.

Un mundo aun más grande.

Cómo puntos en contra estaba el expuesto anteriormente (el hostigamiento de mi madre) y el sinnúmero de fantasías casi adolescentes atrapadas en el cuerpo de una mujer de 25 años. Todo en Felipe me resultaba interesante: desde sus modos, su voz, su cuerpo hasta su simpleza para compartir viaje un día de lluvia. No podía ser tan perfecto.

Froté mis sienes diciéndome lo estúpida que era al fijarme en mi jefe como un simple mortal; cuando en realidad, no lo era. Era un semi dios griego enfundado en un traje de etiqueta y con anteojos a lo Clark Kent.

Mi jefe era el típico controlador de todo lo que hace su área y de todo los que se hacen en las demás, involucrándose hasta en el último detalle. Como socio de la empresa, yo comprendía su actividad y su necesidad de que todo saliese perfecto. Frederick Rondeau era un hombre bastante mayor que se encargaba de la parte social e inversiones, siendo la celebridad visible de la empresa en tanto que Felipe manejaba los hilos del estudio desde el bajo perfil.

Dos chicos trabajaban con él en el área de publicidad, dos diseñadores gráficos muy amables, que también solían almorzar con nosotros; Julen y Leo. Excepto por los jefes y subjefes de área, nadie superaba los 40 años; algo que se notaba, sobre todo, en el modo de trabajar, el ánimo de todos y la gran camaradería que se percibía en el ambiente.

Trabajar en el Studio Rondeau de París era equivalente a estar en el paraíso y excepto por unos roces con Gerard, todo marchaba sobre ruedas.

Miré el reloj rojo que colgaba de la pared. Eran pasadas las 17:30 hs y necesitaba desesperadamente hablar con alguien capaz de desenmarañar el cúmulo de dudas y razonamientos fallidos que mi cerebro intentaba lucubrar.

— ¡Tía Deby! — saludé con efusividad. La hermana melliza de mi mamá, era mi confidente. La única que nunca me había juzgado en su momento, la única que me había comprendido.

— Hola...¿Pasa algo extraño que me llamás y no hablamos por Skype?

— No pasa nada — volteé mis ojos — , es sólo que tengo algo que contarte y me va a dar algo de vergüenza si te veo reconocí, nerviosa. Deambulaba ida y vuelta por la sala donde ya dibujaría un surco para entonces.

— ¡Contáme entonces!

— ¿Te acordás que te comenté que todo en la oficina iba súper bien? ¿Que mis jefes son atentos, considerados y que estábamos comenzando un proyecto interesante?

— Sí.

— Bueno, hoy pasó algo de lo más extraño...bueno..no sé si extraño es la palabra, pero lo cierto es que mi jefe —omití decirle que era el jefe mas sexy del planeta Tierra y alrededores—me hizo partícipe de una reunión en la que presentaban unos diseños. Eran de la sede de Berlin y como yo se hablar alemán...—dije y mi madrina comenzó a emitir un chillido de festejo ensordecedor —me incluyó dentro del equipo alemán también.

— ¡Eso es buenísimo! Felicitaciones, Lu.

— Sí, bueno...gracias —vacilé emocionada— . Lo cierto es que hice varios aportes, por así decirlo— me rasqué la nuca, en un gesto sumamente Wagner—.  Mi intervención le pareció tan buena que me felicitó públicamente y en privado. Y no solo eso...¡me sugirió que lo acompañase a Canadá por otros negocios!

— ¿Qué? ¿A Canadá? pero...¿hace cuánto que trabajás ahí?

— Poco menos de dos meses...— deslicé en una rápida cuenta mental.

— ¿Y ya te pide que viajes con él? —su voz se oscureció dejando margen a la duda. Tal vez tenía razón. Viéndolo desde una perspectiva distinta, desde afuera...no dejaba de ser una becaria.

— No iremos solos, también viaja un muchacho de otro sector. Me halagó sobremanera que me escogiese, para serte franca. Y sé que esta oportunidad es muy importante.

— ¿Es un viejo baboso? — no pude evitar sonreír, su instinto maternal a pesar de su soltería, afloraba conmigo, su única sobrina y ahijada.

— Cuando tengas internet a mano, buscá a Felipe Grosvenoir en google. Quizás encuentres algunas fotos suyas; es muy reservado, no suele mostrarse en público, pero hoy en día todos tenemos en la web alguna que otra foto que nos delata.

— A ver...esperáme un poco que abro la notebook...¡igual seguí contándome! — se escuchaba el sonido de su voz un poco alejado y la musiquita de inicio de Windows en la PC.

— No hay mucho más, simplemente pasa que estoy confundida. No dejo de pensar en que el viaje es muy importante para mí, para mi carrera...conocer nueva gente; que me vean con él, es un paso enorme. Es muy conocido dentro de su ambiente—continué caminando, bajaría mi colesterol sin dudas con semejante actividad física— , pero también pienso en lo que dirá mamá. No tengo ganas que me arruine el viaje con sus conjeturas estúpidas.

— Lu...no puedo decirte que no lo hará. Ambas conocemos que tu mamá quedó muy sensible después de todo lo que pasó...

— ¿Si, pero nunca va a entender que maduré? — me desinflé.

— ¿Tu jefe es el papurri de ojos impresionantes y lomo infartante? —gritó del otro lado como desencajada, regresándome a la sección de chimentos del día.

— Coincide con la descripción que yo haría de él — asentí — pero decime qué escribieron bajo la foto que encontraste.

"El licenciado Felipe Grosvenoir se encuentra en Milán, acompañando a su socio Frederick Rondeau al evento de caridad de no se quién..." —   repitió de corrido.

— Diste con el correcto entonces.

— ¡Tiene una foto mejor que la otra!

— Bueno...pues ese es mi jefe.

— Lucerito...— lamentablemente nada bueno podía venir de ese Lucerito dicho con tono amenazante y recusatorio — ¿Vos no querrás ir para...? ¡vos sabés!...con este pibe...¡mirá que es tu jefe!— me regañó como si no estuviésemos a más de once mil kilómetros de distancia.

— ¡No! ¡al contrario! ¡no quiero ir para que mi cabeza no reviente de la calentura que me genera! —todo el arco iris subió a mis cachetes. Me froté la cara, mi tía estaría horrorizada del otro lado seguramente.

— ¡Lucero Wagner! ¡no puedo creer que hables así de tu jefe!

— Podría decir muchas cosas peores — reconocí socarronamente.

— ¿Y cómo es su situación sentimental?— curioseó— . Digo...para saber — pude imaginarla sirviéndose un té, dispuesta a a ponerse cómoda para escuchar la telenovela.

— Es soltero, pero creo que anda con una modelo, la sobrina del jefe— respondí resignada, haciéndome eco de los murmullos de pasillo.

— Lo único que puedo sugerirte es que tengas cuidado— regresó a su maternalismo — . Pero no porque el tipo sea un asesino serial, sino porque estás en un ambiente muy competitivo y si te enganchás con él no van a hacer más que tildarte de trepadora, aunque no lo seas. Las malas lenguas suelen hablar pavadas, sin reparar en el daño que pueden causar. No puedo decirte qué hacer, ya tenés 25 años, una carrera y mucho camino por andar. Si te gusta el tipo y te da lugar...llegado el momento se hablará. En cambio, si es solo una calentura de tu parte y él no te da ni la hora, entonces, tendrás que aguantarte un par de meses más hasta que tengas el pasaje de avión en tu mano.

— Sí...lo sé — había algo en su última frase que me desilusionó sobremanera. Yo quería que hubiese un contacto mas próximo; deseaba que él me necesitase, como profesional al menos.

Yo distaba de ser una seductora natural. Mis atributos físicos no eran otra cosa que mis ojos claros, de color intrigante entre azul y verde, y mi gran charlatanería pero no mucho más. Era castaña clara, delgada y comía lo que se me venía en gana, me gustaba invertir dinero en mi aspecto pero nada que implicase vender mi auto, por ejemplo.

Las aventuras que habría tenido hasta entonces no eran más que eso: un par de salidas, cenas, hoteles alojamiento, una serie de citas más y listo. Nadie hasta el momento me llamaba la atención, nadie era capaz de entender mi humor ácido o me resultaba lo suficientemente inteligente, agradable e interesante.

Siempre habría soñado con un hombre con el que pudiera hablar de mil temas, mirarlo y leerle los ojos, quedarme horas embelesada escuchándolo hablar. Jamás me había topado con alguien tan completo y enigmático como Felipe Grosvenoir. Y eso me aterraba.

"Nunca tan paupérrrima elección, Lucerito"

— Decidas lo que decidas, va a estar bien. Pensá en lo mejor para tu futuro...vos más que nadie sabés que las oportunidades se dan pocas veces o si no una sola vez en la vida.

— Gracias tía Deby, yo sabía que me ibas a saber aconsejar.

— Para eso estoy mi vida...para eso estoy.

Antes de colgar, hablaríamos del clima, de mi clases en la universidad y de los proyectos laborales. De sus alumnos de Filosofía y de sus ganas de jubilarse a pesar de que le faltasen diez años para ello.

— ¡Una cosa más! Acordáte que podés usar mi tarjeta de crédito, la extensión que te di antes de irte. Compráte ropa linda. Y más si tenes que cazar a este gran lobo — dio una carcajada y me sentí virtualmente tentada de arrojarle un almohadón en la mitad de la cara.

— ¡Basta! Es lindo, pero no puedo... —solté con cariño.

— Divertite, Lu. Sos una chica joven, inteligente y bella. Por dentro y por fuera.

— Lo decis porque sos mi tía...

— Lo digo porque es cierto.

— Gracias...

— Te quiero preciosa...— su saludo se escabulló por el océano que nos separaba tanto como el mío y corté.

Con nostalgia, dejé el teléfono sobre la cama. Mi tía Deby era un pilar fundamental para mi vida. Desde su lugar de psicóloga, me entendía como nadie.


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*Zafar: salvar

*Baboso: libidinoso

*Papurri: guapo

*Lomo: cuerpo

*Pibe: muchacho

*Cachetes: mejillas

*Pavadas: tonteras

*Dar cabida: dar lugar

*Hotel alojamiento: albergue transitorio.

*Almohadón: Cojín



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