6 - "La respuesta"

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Su intervención durante la exposición de Alice Higsberg y Otto Lims de Studio Berlin, había sido muy buena. Tal vez su modo poco ortodoxo de explicar sus pensamientos y la mezcla de algún que otro vocablo en alemán, estaba por fuera de lo que estábamos acostumbrados aquí en París. No obstante, aquello me confirmaría mis sospechas sobre el acierto que había resultado contratarla.

"Eso, sumado a su rostro de ángel, sus finas piernas, su curvas sutiles, sus altos pómulos..."

Bueno...todo terminaría siendo un gran compendio de cosas.

La idea del viaje a Canadá, debía reconocer, era efectivamente muy precipitada. No porque no estuviese lista para ello, pero quizás sí por la poca experiencia que aun sostenía; llevaba unas pocas semanas acá, tal como sus compañeros y sin embargo ninguno me había sorprendido tanto como ella.

Llevarla a la reunión con los muchachos de Studio Berlín sería premeditado; ella tenía buen manejo del alemán a juzgar por su currículo y por lo que confesaría aquel primer día en el coche sobre su abuela alemana. Contaba además con buenas ideas y había demostrado en las reuniones grupales que era capaz de desenvolverse confrontando a menudo con Gerard, el arrogante francés que ya me caía muy mal. Tenía los días contados...fue acaso la peor elección de personal de la historia de Studio Rondeau.

Fuera de eso, Lucero demostraba buena predisposición para acatar patrones y órdenes, era responsable, cumplía con su horario y Lily me habría dejado en claro que tenía mucho potencial. Y que sin temor a equivocarse, la querría entre sus filas de manera permanente apenas finalizase su beca.

Pensar en Lucero como una futura compañera laboral, me erizó la piel. Una cosa era saber que estaría como becaria por un lapso corto de tiempo y otra muy diferente era saber que sería por tiempo indefinido. Verla todos los días podía resultar una tortura. Los planes de follármela y ya, se derrumbaban poco a poco.

Durante los primeros diez días de carta blanca impuestos por Selene, no estaría con nadie, quizás por estar atento a la llegada de Lucero. Como un adolescente, daba vueltas por el taller a la hora de su salida aunque más no fuera para verla solo por unos minutos. Aun persistía el aroma de su cabello en mis fosas nasales.

Y aunque Selene no regresaría exactamente como habría dicho porque su tiempo de regreso se extendería a 10 días más, pude vanagloriarme de decir que por primera vez sería fiel a mi abstinencia sexual. A diferencia de otros momentos, el tiempo voló y su ausencia no me afectaría tanto como pensé.

Todo, porque esa pequeña hada mágica se colaba en mis pensamientos más de la cuenta. Me contendría muchas veces de llevarla nuevamente hasta su departamento, era una idiotez que viviendo a tres cuadras del Studio le sugiriese acercarla. Por desgracia, tampoco habría llovido tanto hasta entonces como para recurrir a la vieja estrategia del auto con chofer y no a un paraguas.

Se la notaba más cansada de lo habitual, había comenzado a asistir a la Universidad de Bercot y yo mismo fui quien hablaría con las autoridades para firmar el reporte semanal de su desempeño. No solo eso, confiando en que me diría que sí al viaje de Montreal, ya habría organizado todo para que no tuviese inconvenientes para faltar a clases.

El viaje se llevaría a cabo la próxima semana; el 30 de noviembre era mi cumpleaños y estaría lejos (más de lo habitual) de mi familia la cual solía venir a saludarme y quedarse por algún que otro día en mi apartamento. Los años anteriores, incluso me pediría un par de días libres durante esa fecha para disfrutar de la compañía del batallón Grosvenoir.

Pero esta vez sería diferente, mi madre estaría nostálgica, lo sabía de antemano. Festejaría mis 35 años en otro continente, alejado de todos...pero cercano a Lucero...bueno, y a Kenny también.

En un comienzo no estuve del todo de acuerdo que Kenneth Erikssen nos acompañase, pero era el mejor negociando y lo necesitábamos de nuestro lado. Se había ganado fama de mujeriego y seductor, porque además de tener un aspecto juvenil con sus 35 años a cuestas, era soltero y con gran manejo de la "charlatanería".

Solíamos trabajar en conjunto, conformábamos una dupla aceitada y con buenas perspectivas, no siendo eso lo que me preocupaba. Sí, en cambio, la proximidad de este depredador nato con la pequeña hada llamada Lucero. No deseaba que corrompiese su aparente inocencia. No al menos, antes que yo.

Hice una mueca de desagrado por pensar en mi pupila como una presa fácil de cazar.

"Shark" Erikssen, como lo llamábamos por detrás, renegaba de su mote de playboy pero aun así, conseguía cuanta mujer se proponía.

"La semana próxima estaré en Paris, nos vemos para entonces", el mensaje frío y distante al que me tenía acostumbrado Selene decía presente en mi móvil. Lo miré con recelo, y tras mucha fuerza de voluntad, le contesté de igual modo.

"Lo siento, estaré de viaje en Canadá. Tendremos que dejarlo para más adelante"

Me sentí orgulloso al apretar el botón de "enviar" sin remordimientos.

Yo era el "tierno" de la relación, quien decía "cariños, besos, abrazos, hola" mientras que ella lo hacía de modo impersonal y poco sentido.

Tras cinco minutos de debate interno pensando en contestarle en qué hotel me hospedaría, a qué hora me encontraría allí e incluso detallar el itinerario que realizaría, terminé manteniendo a raya mi autocontrol. No podía seguir siendo un maldito dominado, incapaz de tener un poco de amor propio.

Era un hombre de más de 30 años, no podía comportarme como un inmaduro embobado por una mujer que ni siquiera me amaba. Una mujer que me usaba cuando lo deseaba y ya.

Nos habíamos visto nueve semanas atrás aproximadamente, habíamos discutido por una bobera como siempre, y tras dar un portazo para irse furiosa de mi departamento, en menos de dos minutos, estaríamos revolcándonos follando como animales, sin palabras mediante.

Me sentía un objeto; cada vez que se iba me quedaba vacío, pero no por no verla al momento de irse, sino que encontrarme solo, en el frío de mi cama, ya no me alimentaba el alma.

Me enfrenté finalmente a la idea concreta de terminar con mi adicción a Selene. Mi ausencia de ella sería difícil, y me dije a mi mismo, que no sería justo someter a nadie durante ese período de transición hasta que no encontrase algo que realmente valiese la pena en alguien.

Sí, tenía miles de contactos de mujeres que morirían por una noche conmigo, pero no era lo que necesitaba ahora.

Mi hermano Enrique me trataría de "blando" si le contase que deseaba alejarme del sexo por el sexo mismo. En conquista constante, sin compromisos y sin ataduras, era el estereotipo del perfecto Bon Vivant. Saber que estaba dispuesto a retirarme del circuito (o que al menos estaba considerándolo) era exponerme a su burla constante y a bromas sobre mi sexualidad que no tenía ánimos de enfrentar.

Primero debería intentarlo, después, comentarlo, me dije con acierto.

Eran pasadas las dos de la tarde y el estómago me rugía como si me hubiese tragado el león de la MGM. Acomodé unos papeles y me dispuse a ir en busca de algo de comida que aquietara mi hambre extremo.

Estaba tan absorto en dejar todo listo teniendo en cuenta mi ausencia en los próximos días, que solo había consumido la mitad de un café bien cargado (y bastante feo por cierto). Ahora, mi cuerpo me avisaba que sin combustible, no seguiría funcionando.

Con la vista bastante cansada, dejé mis gafas sobre la laptop, cogí mi cartera con algunos billetes y bajé las escaleras en dirección a la salida del edificio.

Como era habitual, caminé observando los distintos sectores de la empresa. Nunca me cansaría de los paneles de colores, los techos altos, ese diseño tan innovador y tecnológico que distaba mucho de mi propia oficina: acartonada, inmaculada y sin un ápice de color.

Pasé por la mesa de los muchachos de diseño; estaban riendo ante una anécdota...nada más ni nada menos que contada por Lucero. Sin acercarme demasiado la vi de pie, con un sandwich en la mano, gesticulando y moviéndose imitando una extraña caminata. Fruncí el ceño, era lo más ridículo que habría visto en años.

El modo en que estaba vestida, la hacía lucir aun más joven de lo que acusaba: unos jeans con pierna algo acampanada, unos zapatos negros cerrados con plataforma no muy alta y una camisa negra suelta, arremangada hasta los codos. Su cabello estaba de alto, con su muy habitual lápiz cruzado en él.

Todos festejaban sus palabras; incluso Gerard estaba doblado de la risa.

Había algo en esa muchacha tan atrayente, que no me permitió seguir avanzando.

— ¡Hey campeón! — Kenny apareció por detrás interrumpiendo mi atención del espectáculo que daba mi subordinada— ¿Tu también disfrutas del show de esta joven? —dijo con un tono irónico que me disgustó— . Además es muy bonita por lo que te agradezco que la lleves a Montreal la semana entrante—palmeó mi hombro, me guiñó su ojo y siguió camino con su tazón de café en una mano; mientras que la otra, estaba guardada en el bolsillo de su pantalón pitillo.

Yo me compenetré tanto en la indignación por sus palabras que perdí parte de mi apetito. Quise regresar a mi oficina y seguir como un loco ordenando papeles, pero el extraño sonido alienígena de mi barriga me hizo cambiar de opinión.

Viajar con Kenny sería un dolor de cabeza; sabría que se le tiraría a Lucero o haría lo posible por mostrar su dotes de galán para quedar bien con ella.

Me molesté por mi pensamiento posesivo y absurdo, ella no tenía 10 años ni necesitaba de un hermano mayor y protector como para que yo cumpliese ese rol; por el contrario, tenía 25 años (a su edad yo me habría follado a la mitad de la universitarias de París) y era libre de hacer lo que quisiese.

Una vez en Royal Cambronne, le pedí a Ronald que me trajiese un omelette con una porción de papas fritas. Menú calórico si los había.

Necesitaba anular con hidratos de carbono no solo los pedidos impiadosos de mis entrañas muertas de hambre, sino también las ansias por estar a solas con esa delgada muchacha de cabello dorado y risa contagiosa.

La incertidumbre por conocer qué habría resuelto con respecto al viaje a Canadá me carcomía la cabeza. No había sido apropiado atormentarla con esa cuestión desde temprano, hacía menos de 24 horas que formularía la propuesta, por lo que no quise parecer un desesperado (que si lo estaba a esas alturas) y aguardar hasta el final del día.

Distraje la mirada hacia la calle Croix Nivert donde el tránsito era fluido y la cantidad de gente que caminaba por allí, era infernal. Adoraba venir a Royal Cambronne. El estilo de este lugar era cálido, acogedor y clásico por sus papeles tapiz antiguos y ocres, con el aporte inmejorable de la luz natural que ingresaba por los amplios ventanales.

Cuando estaba nervioso o angustiado venía aquí. Ronald reconocería que mi visita no sería la excepción.

— Aquí tiene Licenciado —trajo el plato perfectamente servido y la botella de agua. La abrió, sirvió mi copa y yo agradecí— , espero que venir a almorzar aquí lo ayude a solucionar sus problemas— me dijo, lo cual retribuí con una sonrisa sincera.

Hasta el camarero me leía la mente.

"Ok, me quedaré en tu apartamento hasta tu regreso" la respuesta al mensaje heroico de horas atrás, tenía finalmente respuesta. Autoritaria, sin consultar, ella disponía de mi vida como una marioneta.

Yo me había dejado tratar como una desde que tenía uso de razón. No podía pretender de todos modos que ella cambiara su actitud cuando yo mismo no había hecho nada por alterar esta situación.

Desde mis 15 años, etapa en la que conocí a Selene, estuve perdido por ella. Era todo piernas y tenía una figura escultural ya a sus 18 años.

Cuando pasé mis vacaciones en su casa de Marbella, no hubo día en que Adam no me recordara que ella era una puta. Porque así la trataba.

No se llevaban para nada bien, y se lo hacían notar constantemente.

Selene tenía la fama (no en vano) de adolescente rebelde y casquivana. Durante mis tres semanas de estancia con los hermanos Rondeau, soñaría con ella bajo mi cuerpo. Adoptando posiciones sexuales imposibles de realizar y con sus kilométricas piernas rodeando mis caderas. La deseaba frenéticamente, me subía la fiebre cada vez que la veía y mis pelotas se hinchaban por desearla y no poder tenerla. Hasta que finalmente, tendría la oportunidad y no la desaprovecharía.

Para ese entonces, Adam estaba durmiendo en su habitación (la casa era tan grande que cada uno de nosotros tenía su propio cuarto) cuando bajé a servirme agua a la cocina. Allí estaba ella, sentada en una banqueta alta, bebiendo una cerveza directamente del pico de la botella.

<<— ¿Tú también estás insomne? — preguntó por sobre sus extensas pestañas oscuras y desafiantes.

—monosilábico y temblando como una hoja, respondí sin poder coordinar movimientos.

Descendió de su asiento, y todo su metro setenta y ocho avanzó hacia mí. Sus caderas se movían diabólicamente. Estaba con un pantaloncillo corto de satén blanco y una sudadera de tirantes finos, en conjunto. Sus pezones rígidos se distinguían bajo la tela.

Tragué fuerte. Era aun más impactante de lo que creí hasta entonces.

Pocas veces me dirigía la palabra mi rostro. Generalmente, cuando hablaba, era para maldecir a su hermano o siendo irreverente con su tío. Menos aun trataba amablemente a alguien, y casi que en ninguna oportunidad, la vi sonreír.

¿Quieres un poco?—me ofreció de la cerveza, quedándose parada frente a mí, a escasos centímetros de distancia.

No, vine por agua — como un inmaduro, respondí insultándome por mi temeridad.

Buen chico...— volvió a empinar su brazo, bebiendo más alcohol. Sus labios carnosos rodeaban el pico de la botella, y por un momento sentí celos del vidrio del envase— . Yo sé qué es lo que quieres realmente — envolviéndome con su aliento etílico y meloso, abrí mis fosas nasales cuando bajó su mano y rozó mi creciente erección bajo mis pantalones de franela — .No dejas de mirarme como un chico loco y necesitado. Mueres por tocarme, por echarme un buen polvo...¡niégalo! — ronroneó.

Obviamente no pude decirle que no. El silencio de mis palabras le darían acceso libre a mi cuerpo; estaba entregado a ella, era mi dueña, dominaba mi habla, mi piel, mis deseos mas carnales.

Pasó su mano por debajo de la cinturilla de mi pantalón para acariciarme más fuerte. Mi carne temblaba contra la piel fría y húmeda de su mano. Cerré los ojos deseando que no parara.

Te encanta esto ¿verdad? A todos les encanta... — soberbia, sobre un pedestal ególatra, Selene no dejaba de felarme.

Yo no era más que un pendejo calentón que necesitaba descargarse, y no en sus propias sábanas.

Si te gusta que te haga esto, espera a ver el resto —amenazante, quitó su mano y la sensación de abandono surcó mi piel como una llaga.— . Vamos arriba —dejó la botella sobre la encimera de granito y subimos a su cuarto, contiguo al mío.

Caminamos hacia la cama, se quitó su ropa desnudándose ante mi mirada idiota y ardiente. Lo único que deseaba yo era follarla hasta morir por falta de oxígeno. Pero yo permanecería de pie, incapaz de moverme, como un tonto e inexperto.

Ella acortó los cuatro pasos que nos separaban para tomar mis manos con las suyas posándolas sobre sus pequeños pechos puntiagudos.

Pocas veces tendrás la posibilidad de tocar una mujer con todas las letras. Aprovecha que estás de suerte— sin dejarme retrucar ni emular sonido comió mi boca. Chupó mi lengua, la acarició bruscamente. Puso sus palmas en mis glúteos, apoyando mi dureza contra la humedad de su piel— ¡Estás tan caliente!— dijo en un momento en que nuestras bocas se apartaron.>>

Sin cuidado alguno, me bajó los pantalones, los cuales quité entre mis piernas con algo de dificultad, arrojándolos hacia un costado. Ambos quedamos desnudos, frotándonos.

Lo que sucedió durante los 5 minutos restantes, sería historia. Yo me correría en tiempo récord y tras escasas maniobras. Ella para entonces refunfuñaría mirándose las uñas, diciendo que no había estado mal por ser mi primera vez, pero que podría intentar mejorar para la próxima.

Sin importarme en ese momento semejante humillación, yo solo me aferraba a la posibilidad de "una próxima" vez con ella. Con esa mujer intensa, poderosa y siniestra que tenía en su mano mi corazón y no lo dejaba latir.

Como ahora.

Selene lo apretaba con fuerza, lo asfixiaba hasta secarlo. Disfrutaba sentir que me tenía bajo su dominio; saber que yo siempre estaría ahí, para ella, como un perrito que mueve la cola cuando ve a su dueña.

El sonido de mi móvil me trajo a la actualidad de golpe. Le agradecí en silencio el oportunismo de su estruendo.

Habían transcurrido casi dos horas de mi salida del Studio.

— Erin — contesté sabiendo que estaba en falta.

— Licenciado, deseaba saber si regresará a la oficina. Han llamado del Hotel Omni de Montreal para confirmar las reservas de la semana entrante.

¡Cierto! el viaje a Canadá.

— Descuida Erin, me encuentro en el Royal, en 10 minutos estaré allí.

Saludé a Ronald, pagué mi cuenta y fui disparado hacia la oficina. Tenía asuntos más importantes en los que preocuparme que seguir trayendo a mi cabeza mi catastrófico debut sexual.

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— Toma asiento, Lucero — corrí la silla caballerosamente, gesto que ella miró asombrada y agradeció curvando sus labios tímidamente. Pasé por el lateral del escritorio ubicándome en mi silla — . Necesito que hablemos del viaje de la semana entrante. Sé que no te he dado mucho tiempo para pensarlo pero es de suma importancia definirlo cuanto antes. Debo de hacer las reservas del hotel y organizar vuestra agenda— rogué que me dijera que sí en todos los idiomas conocidos, pero hablar tanto iba en desmedro de mi vocación por serenarla.

— Sí, no ha sido una decisión fácil. Hace muy poco tiempo que llevo en la empresa.

— Lo hemos considerado como así también la enorme confianza depositada en ti, Lucero— más repetía su nombre, más me agradaba pronunciarlo.

— No puedo dejar de agradecerle Felipe. ¡Estos dos meses han sido maravillosos! — la felicidad en su rostro me cautivó porque era genuina, agradecida y reconfortante— .Es demasiado para mí, creo que a tal punto de sentir que no lo merezco — llevó su mano a su pecho, contenta y exageradamente.

— Te lo has sabido ganar. Aquí nadie da premios si no son merecidos. Tanto Lily como yo hemos visto en ti un carisma y un compromiso hacia tu profesión y al trabajo, que nos llena de orgullo.Y nos entusiasma mucho. Es exactamente lo que buscamos cuando nos embarcamos en este proyecto — sus labios tenían tatuada una sonrisa por la que pagaría en oro.

— Ante semejantes palabras es imposible negarme a hacer ese viaje — dijo y una paz celestial se apoderó de mis hombros. Creí haber rejuvenecido diez años. Tragué disimulando mi contento.

— ¿Eso es un sí?— deseé confirmar lo que quería escuchar.

— Por supuesto.

Levanté los pulgares aprobando su palabra, arengando mi yo interior que no dejaba de vitorear y canturrear hurras.

— Perfecto, es lo que necesitaba saber para terminar con los arreglos pertinentes — fui medido.

— ¿Cuántos dias serán? Tengo que dejar todo listo para la Universidad...—lógicamente, como era de esperar, su preocupación por sus estudios no me sorprendería.

— Son tres noches, más precisamente las del 29 y 30 de noviembre y la del primero de diciembre. Con respecto a tus asignaturas, despreocúpate, me comprometo a gestionar personalmente tu ausencia ante las autoridades.

— Felipe, por favor, no hace falta...

— Lucero — sin contener mi impulso, puse mis manos sobre las suyas— , es mi responsabilidad que asistas a la universidad. Establecimos un acuerdo con ellos en el cual se te otorgaría la beca en tanto y en cuanto cumplas con tus deberes como alumna. No diré que tengo pensado secuestrarte ni nada por el estilo — hice una broma de muy mal gusto, pero estaba tan nervioso que me avergoncé al instante — disculpa, me he extralimitado.

— No, Felipe...no te disculpes. Tampoco sería prudente de mi parte asumir que podrías provocarme el síndrome de Estocolmo.

No...no podía ser eso posible ¿o sí? ¿Eso habría sido un coqueteo? De ningún modo, su inocencia no sería capaz de semejante cuestión.

— Esa ha sido una muy pero muy mala broma— se puso de pie claramente nerviosa, yendo rumbo a la puerta, deshaciéndose en perdones y golpeándose la rodilla contra la mesa.

Aulló de dolor, tanto que creí ver una lágrima en sus ojos.

— ¿Te encuentras bien?

—Esto...todo...es muy fuerte...— parecía mareada por la conmoción del golpe. Avancé sobre ella, que estaba de espaldas a la puerta a punto de marcharse. Sus manos temblaban y parecía reprenderse a sí misma y frotarse compulsivamente.

— Shhh Lucero. Aquieta tus nervios — susurré en una peligrosa cercanía deseoso por templar su molestia física—...has estado bajo mucha presión, en un trabajo nuevo, con gente nueva, rodeadas de idiomas nuevos, es parte de la adaptación — intenté calmarla, pero cuando mordió su labio reprimiendo su disculpa número mil, mi capacidad de raciocinio se suicidó— ; fue tan solo una broma, como la mía. Estamos a mano ¿vale?

Respiró profundo y busqué su mirada, perdida en sus zapatos negros de gamuza.

— Está bien— finalmente me concedió la posibilidad de ver sus ojos preciosos otra vez.

— Haremos un muy buen equipo, tú y yo.

— Y Kenny— sumó atinadamente para mi desgracia mental.

— Sí, y Kenny también— lo incluí a desgano — . Por lo pronto ya es tarde. Vete a casa y mañana nos reuniremos a conversar sobre el proyecto de Montreal.

— Mañana es sábado — musitó con razón, recomponiendo su vertical frente a mí.

— Sí...¡ya no sé ni en qué día vivo! — dije, aun de pie frente a ella, a menos de un metro de su cuerpo frágil y etéreo...tal como la palabra que usaría en su exposición magistral el día de anterior— . Entonces supongo que lo dejaremos para el lunes — acepté resignado, cayendo en la cuenta que no la vería sino dentro de setenta y pico de horas.

Descomprimiendo sus puños, exhaló presagiando la despedida.

— ¿Qué sueles hacer los fines de semana? — de la galera, cual mago, formulé esa pregunta que nos tomó por sorpresa a ella y a mi cerebro, con el objetivo de retenerla un poco más en mi despacho ¿pero para qué?

— Oh...bueno...suelo estudiar...o aprovechar para dormir — aceptó con una mueca tierna y divertida.

— ¿No sales con amigos? —puse las manos en mis bolsillos y fui hacia mi escritorio, reprimiendo las ganas de estampillarla contra la puerta y verificar la resistencia de la placa de madera. Ella aflojó sus hombros y dio unos pasos hacia mi posición, alejándose de la huida.

— Forjé una buena relación con Katie. Con los otros chicos solo establecí una amistad pero aquí dentro; Gerard esta casado, mientras que Pietro esta noviando y las otras chicas...no sé...no pegamos onda.

— ¿Pegar onda? — me sentí un Neardhental.

— En Argentina decimos pegar onda como un sinónimo de que no hubo...cómo decir — recurrió a sus manos inquietas para explicarme y no pude evitar lanzar una carcajada.

— Disculpa...¡eres tan graciosa cuando quieres explicarlo todo con las manos!

— En mi casa suelen decirme lo mismo— replicó despreocupada, posando su manos en su espalda — , prometo dejarlas quietas — agregó avergonzada.

Imaginé atándoselas, con mi cuerpo por encima del suyo, lamiendo cada centímetro de su cuello de alabastro.

"¡Detente Felipe, por favor!"

Pegar onda significa establecer un vínculo estrecho con alguien — culminó su pensamiento con las manos cautivas.

— ¡Vale! lo tendré en cuenta para mi propio diccionario.

— Tengo como mil palabras para contribuirte con esa causa — era desconcertante; menos dos minutos atrás estaba frente a la estudiante tímida, avergonzada ante una broma extraña, pero broma al fin y ahora demostraba ser una empleada alegre, tranquila y afable.

— Procuraré hacerme de un tiempo para confeccionarlo así me ayudas.

— No tendrá desperdicio, te lo aseguro.

— Bueno, no quiero que pierdas más tiempo aquí—  choqué mis palmas — . Vete a casa, descansa, y el lunes nos estamos viendo.

— Será hasta el lunes entonces—  hizo un gesto con la cabeza y salió no sin antes dar un gracias amplio, gigante, con todos los músculos de su rostro.

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