¿Eres adolescente? No importa si no lo eres porque si eres adulto significa que alguna vez lo fuiste, digo, no apareciste por arte de magia. Ni siquiera Jesús lo hizo y se suponía que él podía convertir el agua en vino.

Todos los adolescentes alguna vez sufrieron el tormento de escuchar a sus padres hablando de las buenas compañías o elogiando a un noño, traga libros, atleta o jovencita del colegio al que ustedes deberían imitar. Si no lo hicieron es que ustedes fueron ese ñoño.

Resulta, para asombro de ustedes, que la mayoría de las veces tenían razón y debían imitar esos ejemplos.

A veces hay personas corrosivas. Gente que en lugar de guiarnos por malos caminos directamente nos sacan del camino. Suni terminó invocándome en el sótano de su casa porque unos chicos la presionaron a hacerlo, fue obligada por el doloroso deseo de encajar. Y es que Suni quiere encajar todo el tiempo.

Un alma de campo no puede contenerse en edificio oscuros, se sentía sola.

 Si el mundo fuera un reloj ella sería una pieza de automóvil, ambos son mecánica, pero una tuerca de carrocería jamás podría encajar en el mecanismo intricando, refinado y pequeño de un reloj. Estaba destinada a permanecer fuera.

 En el colegio Suni Hye siempre fue la rara que se vestía de luto, la cochina que pisaba el pasto descalza, la que casi nunca hablaba y vestía faldas largas, aquella que se recostaba sobre el escritorio con pereza y recibía gritos de los profesores por no tener una postura erguida, la que siempre tenía embutida la cabeza en un libro o las manos manchadas de tierra, la que tallaba jabones con una navaja filosa en mitad de la clase de matemática... ya te das una idea de qué tipo de persona era Suni Hye.

 Pero tampoco todo era una tortura en la vida de Suni, ella tenía varios pasatiempos en donde destacaba: le gustaba fabricar jabones caseros, adoraba las plantas, sabía todo de puentes y era experta acosando a Kwan Keun.