55

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

 Fui corriendo coléricamente y le dije a Joyce que me las devolviera. Fui lo más amable que pude, solamente grité un poco y lo insulté bastante. Él alzó las manos, meneó la cabeza y dijo:

 —Je ne parle pas espagnol.

 —No vengas con esa mierda, Joyce —grité tirando al suelo mi pico que había usado como palo de golf—, aquí todos hablamos el mismo idioma.

 —Te atrapó —dijo entre risas una niña india que estaba sentada sobre una roca pronunciada.

 Un grupo se iba formando alrededor para presenciar la pelea, algunos se trepaban de las paredes de mampostería o las columnas. Muchos eran conocidos, pero no amigos. Otros se ponían en punta de pie y asomaban su cabeza.

 Joyce estaba todo el tiempo empapado porque se había ahogado, trató de quitarse el agua de los párpados, gotas le caían sobre la cabeza como si alguien estuviera duchándolo. Él estaba vestido con un uniforme de cocinero: pantalones blancos manchados de tierra roja, camisa con botones al lateral y zapatos negros. Su calva resplandecía. Tenía más tetas que panza, pero nada era comparado a sus brazos, si decidía darme un puñetazo me volvería a matar, de ser posible.

 —Fuera de mi vista, Pitito —rumió.

 Llevaba desnudo casi cincuenta años, supongo que no tengo que explicarte por qué me llamaban Pitito. En mi defensa era promedio.

 —¡Es promedio! —chilló Alan para defenderme, pero solo causó un par de risas.

 Le di palmadas en la espalda para asegurarle que yo podía manejarlo, él me miró inseguro y retrocedió un paso, al tumulto que ya había trazado un anillo a nuestro alrededor.

 Kyteler apoyó su mano en la cintura y tal vez revoloteó los ojos, no sé, estaba encendida fuego todo el tiempo.

 —Terminemos con esto Joyce y luego podrás ver los pitos que quieras...

 —La única inmoral que ve pitos aquí eres tú.

 Kyteler soltó una risa falsa.

 —¿Quieres apoyar a la causa entonces?

 —Otra vez —agregó Robin arqueando una ceja y bufó.

 Hubo un corillo cotilla que se mofó de Joyce entonando vocales de exclamación, Kyteler apoyó su brazo en ascuas sobre el hombro de Robin; por su parte él ignoró el dolor que las llamas de ella le provocaban, llevaban más de quinientos años ahí, ya se había acostumbrado a tocar a su novia prendida fuego.

 —¡Yo nunca estuve con estos dos! —gritó Joyce, girando hacia toda la multitud, no sabía por qué actuaba como si quisiera limpiar su buen nombre, ahí nadie tenía un buen nombre que limpiar.

 —Ah, vamos Joyce, no te hagas el brabucón Robin y yo sabemos que eres muy pasivo.

 A ella y su novio Robin Artisson solían burlarlos con que eran inmorales y ninguno se esforzaba por negarlo, es más, se enorgullecían. Eran una de las pocas parejas que murieron y fueron enviados al mismo lugar, yo sabía que algo bueno habían hecho para acabar en Nivel de Picos, pero algo malo también.

 —Estonia y Malvaria son mías —dije señalando el calzado e interrumpiendo la charla sexual.

 —¿Quién? —preguntó Joyce frunciendo el ceño.

 —¿Estamos hablando de zapatillas, verdad? —preguntó una amiga de Joyce que apareció repentinamente cruzada de brazos a la izquierda.

 Era una anciana octogenaria vestida con un saco de papas.

 Muchos se rieron, incluso ella soltó una carcajada que terminó abruptamente cuando una manzana la golpeó en la cabeza. Fue Alan, por supuesto y no se molestó en ocultarlo, dio un paso adelante, lejos de la multitud para ser notado.

 —¿Qué te pasa, Blanca Nieves? —preguntó ella masajeándose la zona afectada.

 —Cierra el pico, puerca.

 —¡Que te den, gata! —chilló ella aun frotando el bulto que se hinchaba en su frente.

 —¡Por cosas como estas los alemanes se creían la raza superior! —se quejó Alan recogiendo la manzana que rodó hasta sus pies como si siguiera un magnetismo.

 La multitud estalló en gritos, rápidamente se habían formado dos bandos, los que me apoyaban y los que defendían a Joyce. Cada uno insultaba al otro, qué puedo decirte, no teníamos televisión. Tal vez esa fue la razón por la que decidí pelear por ellas o porque creía que, de alguna manera fantasiosa, si las recuperaba recobraría mi vida de vuelta.

 Los bandos continuaban gritándose, hubo empujones y escupitajos. Todos los insultos se interrumpieron repentinamente cuando hablé:

 —Mis zapatillas, les puse Estonia y Malvaria. Incluso tienen escrito con rotulador su nombre en la suela. Tú fuiste uno de los que me dejó en pelotas ¡Ahora estoy enseñando mis partes a todos!

 La niña india soltó una risilla gangosa que traducida hubiera sido: «Por lo que hay que enseñar»

 —¡Quiero mis cosas de vuelta!

 Un hombre de unos sesenta años hendió el círculo y se adelantó unos pasos. Lo conocía era George Boedecker Jr. Había venido al infierno por ser fundador y creador de millones de Crocs, decía que había creado un monstruo en lugar de unos zapatos, que era asesino porque había matado el buen gusto y a la moda. Yo creo que llegó ahí porque le robó la idea a alguien más.

 —¡Que las muestre! —dijo con un tono parcial como un árbitro.

 El gentío reventó en vítores, Joyce me fulminó con la mirada y dijo algo en francés que no sonaba a saludo. Se quitó las zapatillas y mostró al público lo que yo ya sabía. En las suelas estaba mi antigua letra y la de... Gorgo.

 Ay, tonto corazón, no empieces a doler otra vez.

 Lo habíamos escrito juntos en su habitación, mientras escuchábamos música de los cincuenta en irlandés, porque a él le gustaba conectar con sus ancestros. Gorgo, por qué no contactabas conmigo.

 No sabía lo mucho que extrañaba estar vivo hasta que vi su letra y luego me encolericé porque ni siquiera era él o una fotografía de él, era su estúpida caligrafía, tan distante e indiferente como un sonido sin forma que flota entre una marea de sordos.

 —¡Gana el maniático de acá, el que nombra a las cosas! —anunció el viejo alzando las manos por encima de su cabeza, él calzaba unas crocs.

 La multitud que me apoyaba manifestó su alegría presumiendo la victoria al bando enemigo, algunos se quejaron.  Que hablaran lo que quisieran, ahí sus opiniones no importaban y antesde venir tampoco lo habían hecho.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro