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Mi madre tiene lo que llamaríamos unos ovarios asesinos. Asesina a todo el espermatozoide que trata de llegar, es inhabitable. Es tan peligroso estar ahí como usar el jacuzzi de un motel para amantes.

Eso no sería un problema para cualquier otra mujer, es más, muchas pensarían algo como seguridad sexual garantizada, pero para alguien cuyo sueño en la vida es tener una familia... bueno puede resultar un poco frustrante.

Al principio no sabía que su suerte estaba así de jodida.

Primero salieron de la cárcel con mi papá. Ambos siguieron su camino, mi padre fue a su casa para esperar la reprimenda de toda su familia y mi madre regresó a su hostal para alimentar a Raúl.

Sin embargo, al día siguiente se volvieron a encontrar. No tenían mucho dinero para una cita lujosa así que compraron unos refrescos en una estación de servicio, marcharon hasta la senda de caminantes del puente, se sentaron sobre la barandilla como si fueran a saltar y hablaron hasta que cayó la noche. Entonces jugaron a nombrar las cosas.

Cuando la primera estrella afloró en el cielo mi papá dijo:

—Una estrella fugaz, vamos pide un deseo.

Mamá observó confundida la oscuridad de la noche y dijo entre risillas:

—Cierra la boca, tonto, ahí no hay ninguna estrella fugaz.

—En realidad las estrellas están en constante movimiento, se mueven a miles de kilómetros solo que nosotros estamos tan quietos y tan lejos que no los vemos. No notaríamos que se mueven en miles de vidas... sin embargo está pasando.

—¿Así que todas las estrellas que vemos son fugaces?

—Sí, estamos en un mundo lleno de deseos.

Ella balanceó las piernas y lo miró pícara.

—Si ahora pudieras pedir un deseo. ¿Cuál sería?

—Desearía que me beses.

Y fue entonces cuando mi mamá lo besó rompiendo los frágiles estereotipos.

Esa misma noche él llegó a su casa decidido a presentársela a su familia. Era amor verdadero y a las cosas buenas no hay que hacerlas esperar, porque él sabía que estaba en un mundo lleno de deseos... y fugacidades.






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