74

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


En el infierno los domingos eran los únicos días en donde pasaba algo porque no pasaba nada.

Eran días libres e iba a vagabundear con mi patrulla: Ruslan, Jenell y Larry.

Al principio quise contar el transcurso del tiempo, pero después del domingo número doce mil quinientos veintisiete, perdí la cuenta.

Verás los demonios tenían razón, la eternidad te vuelve inmune a todo, porque después de mucho tiempo cada cosa termina importándote un carajo y el dolor al que tanto le temías acaba siendo tan molesto e insignificante como una hormiga.

El dolor es como el hielo, duele sostenerlo con las manos, pero con el tiempo se derrite y después se evapora.

Larry nunca hablaba, solo decía una línea: «Jag kommer att döda dem alla» No sabíamos lo que significaba, era lo único que decía, supongo que era parte de su tortura repetir esa palabra. Ni siquiera conocíamos su nombre, le habíamos puesto Larry porque le quedaba. Era asiático. No sabía nada más de él a excepción de que era joven y había tenido una muerte inusual.

Como sabrán mamá y papá me hicieron de todas las religiones y me refiero a todas, incluso quemé comida para Zeus. En fin, sabía mucho de mitologías, historias e infiernos y podía decirse que el infierno, o al menos el Nivel Inusual, se parece un poco a Niflheim porque hace frío la mayor parte del tiempo y a Tuonela, creencia precristiana de Finlandia.

Cuando no estaba vagabundeando con mi equipo los domingos, cumplía sentencia en las cavernas que rodeaban la ciudad.

Las torturas de Leviatán variaban.

Al principio tuve que trabajar todos los días en una fábrica donde apretaba un botón para empaquetar botellas. Leviatán creía que no había mayor tortura para un alma soñadora que tener una vida ordinaria. Mis compañeros de fábrica eran otros torturados del Nivel Inusual, eran músicos, pintores, escritores y amantes del deporte que pasaban todo el día realizando un trabajo mecánico como yo.

Yo me aseguraba de que siguiera creyendo que sus estúpidos intentos me atormentaban. A veces me hacía ver Peppa Pig en marroquí por horas... bueno tengo que admitir que eso sí me torturó. Me dijo que ese era el único entretenimiento que podía darse en el infierno y que en el cielo veían anime porque, en el fondo, todo el mundo amaba el anime.

Otras de sus extrañas torturas fue que me tuvo haciendo fila cincuenta días para retirar entradas a un concierto y que se agotaran cuando llegó mi turno. En otra ocasión estuve meses estudiando todos los días para dar un examen a la noche y enterarme a la mañana siguiente de que había desaprobado.

Si crees que es un poco exagerado es porque no conoces a Leviatán, él literalmente está loco sobre todo porque creía que podíamos ser amigos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro