15. El descontrol de los shippers

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Me lavo la cara, para despejarme de los sueños y del viaje astral de anoche. Buffy maúlla a mis pies. No me deja en paz: se frota contra mis piernas, las muerde, casi me hace tropezar cuando salgo del baño. Todo para que le ponga comida.

Una vez que cumplo con ella, me preparo un té y unas galletas con queso para desayunar. Luego me siento a comer y prendo mi celular.

Me llegan un montón de notificaciones de las redes sociales. ¡Guau! Los oyentes se re engancharon con el programa de ayer. Parece que salir del clóset al aire y blanquear que Tobi y Kari fueron mis novios resultó una buena estrategia... entro a Instagram, para ver las fotos en las que me etiquetaron.

¡Por Dios! Un oyente subió unos dibujos; en uno, estoy por darme un beso con Karina, que me observa con el rostro colorado. En el otro, abrazo a Tobías desde atrás. Él sonríe con los ojos húmedos.

Son unas caricaturas muy tiernas... A pesar de eso, me dan vergüenza. Normalmente disfrutaría de ver algo así, pero me resulta extraño al tratarse de mis ex y de mí. El artista me hizo más lindo de lo que soy.

"Comenten debajo para votar por su pareja favorita", dice la publicación. "Corazón amarillo: Fran y Karina. Corazón azul: Francisco y Tobías".

Hay varios votos; está pareja la cosa. Abro el WhatsApp y ya tengo mensajes en el grupo que armamos con los chicos de la radio. Tobías lo encuentra divertido, Karina también aunque dice que le dan un poco de cringe.

Termino de desayunar y ordeno mi casa. Pongo la ropa a lavar, salgo a hacer las compras. Después almuerzo tarde, como siempre. Me baño y me encamino al trabajo. Una vez que entro a la radio, encuentro a Nicolás solo, sentado en el escritorio de siempre.

—Hola. —Lo saludo con un beso en el cachete. Noto un poco de color en sus mejillas—. ¿Y los chicos?

—Están retrasados. Avisaron en el grupo. Tobi dijo que igual llega para conducir la primera hora, quedate tranquilo.

—Genial.

Nos quedamos en silencio. Nicolás me observa, serio. ¿Recordará el viaje astral de anoche? No puedo olvidar su abrazo, tampoco que me tomó de la mano. En ambos momentos, sentí su energía fundirse con la mía. Eran unos rayos cálidos, cosquilleantes, que entraron en mi aura y la expandieron. ¿Cómo puede ser que se haya mostrado tan cariñoso en otra dimensión y acá esté tan serio?

—Qué divertido lo de los dibujos, ¿no? —pregunto, para sacar charla.

—Sí —responde, con el rostro inmutable—. ¿Viste la información que busqué para el programa? Ya la subí a la nube.

Qué forma de cambiarme de tema...

—No. Ahora la reviso.

Me pongo a leer en silencio, mientras Nicolás se va a la cocina. Este chico no sabe lo que quiere y, si le sigo el juego, va a ser un problema. Lo mejor es ignorarlo y que solo seamos compañeros de trabajo.

—¡Fran! —exclama Karina a mis espaldas. Giro y la veo llegar con Tobi. Me abraza desde atrás.

—Hola, chicos. —Los saludo.

—Hola —saluda Nico—. Hice café para todos. —Señala el termo de tono violeta claro que trajo—. No es de la máquina. Es un sabor rico que les compré. Prueben.

—Voy a buscar la taza al locker. ¿Traigo las suyas? —ofrece Tobi—. Quiero probarlo antes de subir al estudio.

—Sí. Debería haber ido yo, perdón —le digo y le alcanzo mi llave.

Karina saca la suya de la cartera y se la pasa.

—Gracias. —Tobías sube rápido hacia la sala de locutores.

—¿Para cuándo vas a asumir tu vida astral, Nicolás? —pregunta Karina de sopetón, al acomodarse en una silla a mi lado.

Dios santo, por un momento pensé que iba a decirle otra cosa.

—No sé de qué estás hablando.

Karina apoya el rostro en las manos y sonríe; se inclina hacia él.

—¿No soñaste nada divertido anoche? —hace una voz cantarina.

—No sé... N-no. —Titubea Nico—. No importa. Concentrémonos en el trabajo.

—Ooookey. —Kari suspira y mira su celular—. Después no vengas llorando a pedir ayuda cuando te persigan los espíritus malignos.

Nico hace una sonrisa irónica y niega con la cabeza. Fija la vista en la pantalla y se retuerce el bigote, antes de darnos indicaciones sobre el programa de hoy.

—No lo asustes, Karina —le susurro en un momento.

La rubia se encoge de hombros y se ríe. El gesto empeora el humor de Nicolás, que enrojece por la furia. En cualquier momento saca humo de las orejas.

Tobías baja las escaleras y nos servimos el café especial que trajo nuestro productor. Es riquísimo, tiene sabor a chocolate, leche y almendras.

—Los dibujos de ese oyente son una ternura —les digo de repente, al recordarlos.

—Sí, la verdad es que el artista es un genio —comenta Tobías.

—Más si pudo hacerte con esa aura de buenito, que sabemos que no es real. —Karina se burla de mí y me río.

—Tenemos que agradecerle al aire. Y por las redes, vos te encargás de eso, ¿no, Nico?

—Sí, sí. No vi los dibujos bien, ¿me los muestran? —Se inclina hacia mí.

Los busco en mi celular y se lo alcanzo. Su rostro vuelve a teñirse de rojo, aunque esta vez no por la furia, y me lo devuelve sin comentar nada.

—¿Por qué te ponés tan serio? —Aprovecho para divertirme con él—. ¿No te gustan?

—Están buenos, sí. ¿Qué, tengo que comentar todo? Estoy cansado, me quedé hasta tarde para preparar las cosas del programa. —Suspira.

—Tranqui, Nico, tomá un poco más de café así te sentís mejor.

—Los oyentes quieren que hables más sobre cuando salías con cada uno de nosotros —explica Tobías, luego de mirar las notificaciones en su celular.

—Si, los leí. También quieren saber sobre otras historias de amor que hayamos tenido —Karina se ríe—. Vamos a inventarlas, obvio. Y quieren contar las suyas. ¿Seguimos con el mismo tema, entonces?

—Y sí, es lo que nos está dando resultado. ¿Qué te parece, Nico? —Lo miro.

—Está bien.

—Me voy a hacer la primera hora —dice Tobías, luego de echar una mirada a la pantalla del celular, y se levanta rápido.

—Yo subo tu taza después —le avisa Kari.

—¡Dale!

Nicolás se queja y se pasa una mano por el cuello. Me levanto y camino hacia él.

—¿Qué pasó? ¿Qué vas a hacer? —pregunta, al verme.

—Shhh. Es solo un masaje. —Poso mis manos grandes en el espacio entre los hombros y el cuello y empiezo a aflojar sus músculos.

Nico se tensa, solo por unos segundos. Luego se afloja y larga un suspiro de placer.

—Me voy a la sala de locutores —dice Karina y se aleja rápido.

Permanecemos unos minutos en silencio, mientras sigo masajeándolo.

—Ya está. —Me separo de él y me siento enfrente. Me mira en silencio, con los ojos húmedos—. Estás mejor, ¿no?

—Sí, gracias.

Hago una media sonrisa y luego finjo que me llegaron mensajes al celular. Nos quedamos callados hasta que se hace la hora del programa. Ya en el control, saludo a Carolina, que estaba meta chusmear con Kari. Después entramos con la rubia al estudio, donde nos espera Tobías.

Comenzamos el programa. Primero, agradecemos al dibujante por su arte y a los oyentes por sus mensajes. Luego, proponemos una votación oficial en mi Instagram para definir qué pareja es la favorita. Mientras, les contamos anécdotas de cada relación y ambos aprovechan para echarme cosas en cara.

—Conmigo estabas dentro del clóset. Tenía que ser tu novio a escondidas en el Instituto. —Reprocha Tobías con maldad—. Merezco que nuestra pareja gane por todo el esfuerzo que hice.

—¿Qué decís? Yo le enseñé todo lo que sabe de radio. Nos conocimos trabajando en una emisora de baja potencia de Capital Federal —cuenta Karina—. Éramos conductores y entrábamos muy temprano, a las siete de la mañana. Compartíamos esa primera hora solos... Me invitaba el desayuno siempre. —Suspira, con los ojos vidriosos—. También empezamos de forma clandestina, porque nadie podía saberlo. —Aparece su sonrisa de Mona Lisa; mitad buena, mitad mala.

—No te hagas la pobrecita que por heterosexual nadie te discrimina —le contesta Tobías—. ¡Voten por Tobías y Francisco! Ella le habrá enseñado a dar sus primeros pasos en la radio, pero yo le enseñé lo más importante: el valor de aceptarse a él mismo —asegura y se lleva una mano al pecho.

—Sí, claro, reina —le contesta Karina, con los ojos en blanco.

Las cosas que dicen me producen una vergüenza inmensa. No sé si reír o alarmarme... Me repito que todo es una actuación. A pesar de eso, mi corazón se acelera y empiezo a transpirar.

—¡Siguan votando en mi Instagram! —exclamo, con la voz temblorosa—. Por ahora va ganando Karina-Francisco, con el cincuenta y cinco por ciento de los votos. En cualquier momento esto se puede dar vuelta. ¿Cuál creen que fue la mejor historia de amor? ¿Nos cuentan sus historias también?

Menciono las redes sociales y los teléfonos de la radio y salimos del aire. Tobías se para y camina hasta Karina, y chocan los cinco, entre risas. Giran hacia mí.

—Chicos, me voy a infartar con esto —les digo y me paso una mano por la frente. Me queda empapada.

—¿Estas bien? ¿Te hizo mal lo que dijimos? —pregunta Karina. Ella y Tobi tienen cara de preocupación sincera—. Es todo en broma. Si te molesta, la cortamos.

—Todo bien, solo necesito tomar algo fresco.

Me levanto de la silla, justo cuando Nicolás entra al estudio.

—Chicos, cayeron un montón de mensajes... Hay oyentes que piden que Francisco salga con ellos. Chicas y... chicos.

Nicolás se atora y tose. Luego recompone su expresión. Nos reímos. Disfruto tanto esto...

—Hay algo más... —continúa.

—¿Qué?

—Este... nuevos dibujos. Más hot —explica, avergonzado—. Los subieron a las redes y etiquetaron al programa.

—¡Quiero verlos! —exclama Tobías y teclea en la computadora.

Karina y yo nos ubicamos rápido detrás de él, atentos a la pantalla. Nico nos sigue.

Las imágenes son muy candentes.

Mi ex novia pega un grito y se cubre el rostro. Se pone toda colorada. Después, empieza a reírse. Tobías se queda paralizado, con los ojos bien abiertos. Nico se cruza de brazos, pálido, y traga saliva.

No sé quienes son estos oyentes, pero hicieron un buen trabajo. De hecho, me veo bastante sexy en ellas. Ni hablar de mis ex.

—Esto se salió de control... —afirmo.

Me siento cubierto de fuego, de pies a cabeza. No me puedo calentar así; no acá en mi trabajo, no junto a mis ex y Nico.

Doy una inspiración profunda y me alejo de ellos. Vuelvo a mi lugar y me siento. El pantalón me aprieta.

—Nico... perdóname que te moleste con esto, pero, ¿podés traerme algo frío para tomar? No me siento muy bien.

—Sí, en seguida, Fran.

Karina se sigue riendo.

—Esto es increíble. ¡Me dibujaron como a una diosa! Mirá esas tetas que me hicieron. —Señala la pantalla de Tobías y hace un chillido, exaltada. Luego corre a su computadora, seguro para meterse también en las redes de la radio—. ¡Esto nos va a dar fama! ¡Nos van a llamar de otros programas! Vamos a conseguir más trabajos y más plata. —Golpea la mesa con cada afirmación.

—¿No te da un poquito de... no sé, pudor? —le pregunta Tobi y se abanica el rostro con la mano—. A mí sí.

—A mi también, Kari. Me estoy ahogando.

—Pobre Fran... no te pongas mal.

Me toma de la mano. Justo entra Nicolás con una gaseosa fría. Clava los ojos en nuestras manos juntas y se para en seco. Se recompone en menos de un segundo y me alcanza la bebida sin decir una palabra.

—Pensá que el más beneficiado de esto vas a ser vos —continúa Karina.

—No quiero ser conocido porque mi vida genere morbo.

—Estás dando un ejemplo, Francisco. No hay conductores como vos. Me refiero a varones bisexuales afuera del clóset —dice la chica—. Esto es histórico.

—Tiene razón —indica Tobías y sonríe. Me mira con orgullo.

—Y lo mejor de todo, es que sos un tipo bueno de verdad. Nosotros lo sabemos —concluye Karina con la mirada brillante.

Siento que el calor en mi rostro aumenta... ella también se pone colorada y me suelta la mano, donde me queda un cosquilleo tibio.

—Francisco, tomá un poco de gaseosa así te recuperás —interrumpe Nico con sequedad—. Volvemos al aire en menos de un minuto.

Me da la espalda y sale rápido en dirección a la cabina de operación.

—Gustavo va a enloquecer cuando vea estos dibujos —dice Tobías, nervioso.

—No es mi culpa, que no se la agarre conmigo —advierto—. Además de los espíritus y de bancarme a ustedes dos, lo último que me falta es tener a un demonio en mi contra. —Niego con la cabeza y se ríen.

—No te preocupes. —Tobi me guiña un ojo.

Continuamos con el programa. Hacemos un ranking de las peores ideas para una cita, también inauguramos una sección donde Karina da predicciones de astrología. Llegan más mensajes de los oyentes y los leemos hasta que no aguantamos más y salimos del aire.

Nicolás me trae más bebidas, también a los demás, porque se da cuenta de lo cansados que estamos. Esto es muy intenso.

—Chicos, tenemos un mensaje de Rocío Belem, la directora —avisa Karina—. Está en el grupo de WhatsApp que ella armó.

Abro mi celular.

Rocío Belem: Felicitaciones. No paro de recibir llamados y mensajes por Noche en Baires. Según las estadísticas en redes, la mayoría de sus oyentes son mujeres aunque hay bastantes varones.

Están intrigados con su historia romántica. Sigan contándola, pero de a poco. Los momentos tiernos y tristes. Si pueden, emociónense y lloren.

Recuerden que todo lo que se cuenta, siempre es un recorte de lo que pasó, un fragmento con una mirada personal. Casi una ficción. Así que actúen. Cambien cosas, invéntenlas, adórnenlas, exageren. Lloren, ámense y peléense más de lo que lloraron, amaron y se pelearon en la realidad. Creen historias que conmuevan a los oyentes. Esa es la clave del éxito.


Levanto la mirada del celular. No sé si esta mujer es muy inteligente, muy manipuladora, o ambas. Todo lo que hizo nos llevó hasta acá.

Tobías y Karina parpadean, todavía procesando el mensaje, justo cuando Nicolás entra al estudio y se sienta frente a la mesa.

—Todavía quedan un par de temas musicales —nos avisa—. Mi novia no para de escribirme. Quiere salir, verme, dice que me extraña —comenta de la nada y lo miramos extrañados.

Ah, ya entiendo lo que le está pasando: ¡nuestra actuación lo puso nervioso y quiere darme celos! Siento furia. ¿Quién se cree que es? Me gustaría decirle que está siendo un idiota y que se vaya a llorar por su novia a otro lado. Pero me contengo.

—Bueno, llamala, arreglá algo con ella. Tampoco es que trabajás todo el día para esto, ¿no? —pregunta Tobías.

Nicolás no contesta.

—Quizás me obsesioné un poco con el trabajo... —admite, luego de unos segundos.

—Qué lindo. Nunca te vi tan comprometido con un programa de radio —dice Karina, emocionada—. Se ve que te gusta bastante. —Nicolás la escucha y me mira, luego corre los ojos de nuevo hacia ella—. Qué bueno que te pase eso con Noche en Baires.

—La verdad es que lo paso bien. Siempre quise hacer un programa así —explica Nico, con una sonrisa—. Me encanta cómo salen al aire, chicos. Son geniales.

—Gracias —contesto y trato de que no se me note lo complacido que estoy por su halago—. Igual, no tortures a tu novia y arreglá una linda salida con ella. Si la querés de verdad, cuidala.

Se produce un silencio incómodo. En vez de agradecerme el consejo, Nicolás pone una expresión seria.

—Voy a ver si hay más mensajes —dice por fin y se va hacia el control.

De pronto, un frío recorre mi espalda. Percibo que tengo a alguien parado a mi lado izquierdo, entre Tobías y yo. Giro y llego a ver una sombra muy alta, encorvada sobre nosotros, que desaparece al instante.

Tobías se estremece y me mira.

—Otra de esas criaturas —dice.

—¿Qué? ¿Percibieron algo? —pregunta Kari luego de sacarse los auriculares.

—Sí... —le contesto—. ¿Qué pasó? ¿No estábamos protegidos después de la limpieza que hicieron?

—Deberíamos. Pero esas cosas siempre van a intentar volver. —Karina bufa y niega con la cabeza—. Tenemos que averiguar cómo parar esto. —Me clava la mirada—. Hay que hacer algo con Jonathan.

—¿Algo como qué?

—Chicos, volvemos al aire —nos avisa Carolina desde el control y asentimos. Nos ponemos los auriculares de nuevo.

El show debe continuar. Me concentro en el trabajo, más que nada porque no quiero pensar en Jonathan. No puedo. No ahora. No sería capaz de verlo de nuevo, menos después de esa discusión que tuvimos con él y Nicolás... El pecho me duele de solo imaginarlo. Mi cuerpo pide que vuelva a casa, me haga un bollo en el suelo y mire el vacío. Resisto.

La herida es demasiado grande y continúa abierta. Esa es la única verdad.

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