Corazón expuesto

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 El resto de la noche fue... Agotadora. Trate de dormir, pero apenas conciliaba el sueño volvía a despertarme por la ansiedad de los pensamientos enfrentados el día de ayer. Un día con ese erizo se sentía como una semana para mí.

Tal vez no tenía que ser así, tenía que haber una mejor manera de poder hacer las paces, de mantener una alianza más fuerte, una que no fuese frágil y se pudiese romper con un simple mal entendido.

Entre despierto y dormido, pensaba en aquella noche donde Mephiles y yo volvíamos de donde él había aprendido en su infancia sobre la magia. Recordaba como habíamos hablado, como me había abierto ante lo que sentía, siendo inútil, pues, el ente conocía muy bien mis sentimientos, mis emociones, aun sin siquiera ver dentro de mí. Puede que no necesitaba saber más, el ya conocía cada aspecto, pero yo... Yo no lo conocía aun...

Era tarde, suponiendo por la posición del sol que se encontraba en lo más alto del cielo. No había dormido lo suficiente, pero aun así me levante, arreglándome y aseándome, estando listo en espera de Mephiles. Me apretaba mi corbata, y me acomodaba quisquillosamente mi traje, estando nervioso por la llegada del anfitrión de la mansión.

Lo había pensado en toda la noche. No quería más peleas, no quería hacer sentir mal a Mephiles... En cambio... Quería hacerlo sentir bien. Él hacía todo lo posible para salvarme, hacia todo a su alcance para ayudarme. Sabía que algunas cosas que él hacia no estaban justificadas, pero si quería que esta situación cambiara, tendría que hacer lo mejor, yo también...

Mephiles salió desde el techo, cayendo en la cama de repente, provocándome un susto tan fuerte que pude haber caído al suelo. Retrocedí abrumado, tratando de mantener compostura y ver al erizo que sin decir nada se bajó de la cama, viéndome indiferente.


- Ven... Te llevare a comer – Aun estaba triste por lo de ayer, teniendo un rostro poco emotivo, tendiéndome la mano para llevarme con él. Asentí sin decir nada, tomándole la mano, saliendo junto con él desde un agujero que se había formado en el techo.


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Al haber terminado de comer en el comedor, seguí a Mephiles hacia los pasillos, guardándome un pensamiento que había debatido conmigo mismo en toda la noche, callado, viendo hacia sus pies, aun inseguro si hablarlo con él, hasta que entramos en una habitación donde solo había una puerta.


- Oh, genial... - Dijo Mephiles después de haber estado callado durante todo ese tiempo – De ninguna manera... - Junto con sus tentáculos y garras, empezó a tratar de romper las paredes, un poco desesperado.


- ¿Mephiles? – Le mire preocupado, viendo como no lograba romper lo suficiente, teniendo que cambiar a otra pared para seguir rompiendo, consiguiendo solo destruir el tapizado - ¿Qué ocurre?


- Solo otro truco de esta mansión – Se detuvo para responderme, continuando en romper la última pared que le faltaba, sin lograr nada – Ah... Mierda – Suspiro, volteando a verme con ojos agotados – Lamento decir que estamos en un aprieto...


- ¿Qué es? – Preocupado me acerque un poco a él, temeroso de lo que fuese a pasar a continuación.


- Tenemos que ir a través de esa puerta... Y me temo que el lugar más posible donde nos vaya a llevar es al calabozo – Dijo viendo hacia la puerta, tratando de incorporarse, preparándose - ¿Ves el patrón? – Me señalo una mesita de esquinero con un reloj pequeño, el cual no funcionaba y el candelabro sobre nosotros con velas rojas – No son exactamente como recuerdo... Normalmente el patrón es: Esquinero con reloj a la derecha, en vez de la izquierda, y candelabro con velas rojas con flamas igual de rojas... Estas no tienen flamas rojas, pero eso no importa. Una y otra vez, siempre veo esos patrones alterados y siempre me llevan a ese mismo lugar – Volvió a suspirar, esta vez más cansado – Esto, va a ser agotador...


- No te preocupes, Mephiles – Me acerque a su lado, viendo hacia la puerta, seguro de poder contra lo que fuese – Entre los dos podremos salir fácilmente de ese lugar – Envolví mis manos en mana, mostrándole una sonrisa confiada.


- Solo espero... - Se acercó a la puerta, abriéndola aun con nervios en su voz – Que esto no se salga de nuestras manos.


La oscuridad desde el otro lado era abismal, no logrando siquiera divisar el suelo desde el otro lado. Era aterrador, podría ser incluso una caída hacia el tal calabozo. Quise permanecer estable, manteniendo el valor en mis manos, sin dejar que el mana se disipará de mis brazos.

Mire a Mephiles, extendiéndole la mano, viendo como el mostro un ceño algo disgustado, pero sin dejarme esperando en tomar mi mano. Nos adentramos al mismo tiempo, sintiendo dentro de mí una angustia por no estar del todo preparado a las atrocidades de ese calabozo, las cuales, ya empezaba a imaginar.

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Al observar bien en donde estábamos, quede totalmente fuera de lugar, observando todo nuestro alrededor como si estuviéramos en un sueño o en una trampa. ¿Pero no había razón de estar sorprendido? Tenía que ser bastante obvio viniendo de esta mansión que hacia todo al azar.


- ¿¡Pero qué demonios!? ¿¡En donde estamos!? – Pregunto eufórico, estando tan desconcertado como yo hacia donde habíamos llegado.


Una pequeña habitación, pudiendo ser algo claustrofóbica si no fuese por el alto techo que tenía, estando decorado este de estrellas brillantes y escarcha de todos los colores. La habitación solo contenía una cama esponjosa con cortinas rosa, con un gran edredón que llegaba hasta nuestros pies; sobre todo este mueble, había montones de almohadas de todas las formas y colores, pareciendo esponjosas al tacto, también había animales de felpa y dulces como caramelos y chocolates. Todo el cuarto estaba adornado de cosas que una niña de siete años hubiera soñado, decorado todo con colores pasteles y golosinas.


- Esto es increíble – Me tape el rostro, dándome un poco de risa la situación en donde estábamos – Por tu reacción he de suponer que esta es la primera vez en la que estás aquí ¿No?


- ¡Si! – Afirmo, gruñendo mientras me veía algo molesto por no tener control de la situación – Mejor larguémonos de este sitio – Se dio la media vuelta, pero para no muy sorpresa nuestra, la puerta ya no estaba - ¡NO! – Volvió a gruñir, sacando sus tentáculos para empezar a tratar de romper la pared.


- ... Es inútil – Dije, viendo que no lograba siquiera romper el tapiz de la pared. Me acerque a la cama y me senté en esta tomando un chocolate, llevándomelo a la boca, contento con saborear algo tan dulce – Sera mejor esperar que se haga una salida.


- ¡No todo es fácil en la vida, Silver! – Regaño, volviéndose a verme - ¿¡Y que haces comiendo eso!? ¿Qué no te preocupa quedarte atrapado aquí?


- No es como si hubiera gran diferencia. Ya estoy atrapado en esta mansión, una habitación repleta de dulces no me hará daño – Replique, levantando mis hombros como si no me importase.


Mephiles, agotado y molesto, dejo de intentar crear una salida y se sentó igual en la cama, notando que trataba hacer distancia de mí, pero lamentablemente la cama era muy pequeña. Su ira, que silenciosa pero a su vez estruendosa, se hacía presencia en toda la habitación, escuchando sus resoplidos con un gesto mal humorado en su rostro, viendo hacia la pared, cruzado de brazos, sumergido en sus pensamientos.

Nuevamente una presión en mi pecho volvía aparecer, la misma presión que no me dejo dormir toda la noche, volviendo a mis pensamientos en tratar de buscar una manera de enmendar lo que había pasado entre Mephiles y yo la noche anterior. Solo deseaba que dejara de sentirse mal, quería... Volverlo a ver sonreír, o aun que sea, verlo feliz...


- Mephiles – Me voltee a verle, no logrando llamar toda su atención – Yo... Lo siento.


- ¿Por lo de anoche? – Pregunto. Asentí tímidamente, viendo como desvió su mirada hacia la nada – Ya no importa.


- No, si importa – Me acerque más a él, sin poder evitar agachar mis orejas, algo nervioso – Ayer... Dije cosas que no debía... Lo siento, realmente lo siento mucho. No quería hacerte enojar, no quería hacerte sentir mal, solo que... No sé qué me pasa últimamente, estoy muy a la defensiva y todo me hace sentir desprotegido – Movía mis manos sobre mi regazo, tratando de enfocar mi mirada en él, siéndome totalmente difícil no apartarla.


- Silver, no tienes que disculparte, por favor – Se levantó de la cama, dándome la espalda, no queriendo cooperar para hablar conmigo – Ambos nos comportamos como tontos anoche. Solo déjalo así.


- Hay algo que me molesta aun – Interrumpí, aun sin apartar mirada de él, haciéndolo girar a verme, en espera de mis quejas – Tu... Ya me conoces... Y ni siquiera he podido contarte de mí – Él se acercó más para escucharme, viéndome con su rostro inexpresivo – Sé que ya no puedes leer mi mente por el talismán, pero a ti ya no te hace falta ver a través de mí, tú ya sabes cómo me puedo llegar a sentir por algo, o lo que puedo llegar a pensar ¿No es así? – Sin decir nada, el asintió levemente – Pero yo no sé cómo tú te puedes llegar a sentir – Me levante, acercándome a él – Eres una gran persona, Mephiles, aun con tus defectos, eres un buen amigo. Pero lamentablemente yo no puedo leer tu mente como tú lo haces conmigo, no puedo saber lo que piensas y eso me hace sentir como un completo desconocido – Sonreí, sintiéndome algo avergonzado por mis palabras – Así que, Mephiles, quiero pedirte una sola cosa y yo en cambio prometeré no molestarme y tratare de ponerme en tus zapatos – Tome aire, cerrando mis ojos, recobrando mi aliento para verle a los ojos, aun nervioso – ¿Podrías ser más abierto conmigo? ¿Decirme todo lo que piensas? ¿Aun si no es del todo debido?


- Silver, yo... – Su rostro cambio a uno inseguro, revelando tan solo con sus ojos que no estaba seguro de lo que le pedía – Lo siento, no podría. Quiero decir. No creo que eso solucione nuestros conflictos.


- No se trata mucho de solucionar nuestros conflictos. Tú mismo lo dijiste. Esto es lo que es estar vivo, discutir, volver a enmendarse. Lo que quiero hacer es... Conocerte y hacerte sentir bien al conocerte – Dije, apretándome la muñeca con mi mano, teniendo el corazón palpitándome muy rápido.


- Silver... - Entrecerró sus ojos, viéndome aun inseguro, con sus ojos jades, soltando un suspirar fuerte – Es... Está bien, pero tú tampoco te puedes quedar callado, si hay algo que te molesta o solo quieres dejar esto, estará bien – Termine de acercarme a él, teniéndolo de frente, no logrando ya a ese punto poder verle la cara - ¿Hay algo más que quieras pedirme? – Pregunto sin saber mi cercanía.


- Si... - Trague saliva, alzando la mirada tímidamente para verle – Yo... Tengo que saber si estará bien hacer esto...


- ¿Qué cos-


Me puse de puntillas para poder alcanzarlo, besando la zona donde deberían estar sus labios, solo logrando besar su piel, pero no me daría por vencido después de haber llegado tan lejos. Continúe besándolo, incomodo, pero sin detenerme, sintiendo como sus labios se formaban e instintivamente me devolvían el beso, siendo casto y suave. Me separe conforme, viendo los ojos jades que tan grandes estaban viéndome, totalmente impresionado de mis acciones.


- Que... - Sentía mi cara hervir por el fuerte rubor en mis mejillas, aun tratando de tomar estabilidad de mi voz – Dime... ¿Qué sentiste? – Le volví a mirar, esperando en escuchar algo bueno.


- ... No sentí nada... – Dijo con más ingenuidad que con seriedad, viéndome aun con ojos incrédulos mientras pasaba sus dedos por sus labios.


- Oh... - Su respuesta me había desmotivado, hiriendo más que mi ego, sino mis expectativas a como llegase a resultar todo esto – Bueno... Realmente no esperaba eso...


- No pude sentirlo, Silver – Dijo extrañado, colocando sus dedos en mis labios como si tuviese que palparlos para confirmar que no fuese una ilusión. Reaccione tímido, temblando por su tacto – Pero si pude saborearlo... - Mis orejas se alzaron, viéndolo aun con mis esperanzas en alto – Supo a tristeza y nervios... Como algo amargo y ácido – Dijo esto último, viéndome como si fuese algo totalmente preocupante.


- ¿Realmente pudiste saborearlo?... ¿Realmente sabia a eso? – Pregunte algo decepcionado, inseguro ahora de si realmente había hecho algo bueno.


- Bueno... Supo mejor que la última vez – Bromeo, mostrándome una sonrisa.


Me emocione, logrando ver su semblante lleno de sus colmillos filosos, siendo una sonrisa sincera; pero su comentario me había dejado indeciso, no sabiendo que decir, estando nada más estático, viéndolo con una sonrisa, idiotizado.


- ¿Silver?


- ¡Yo lo siento! Déjame ver si puedo hacer que sepa mejor – Me volví a acercar a él, inseguro por si volverlo a intentar, pero realmente ni yo mismo podía detenerme en ese punto, estaba confundido y emocionado, pero sobre todo, ¡Muy nervioso!


- Silver... - Dijo viéndome con mucha seriedad, tomándome de los brazos para detenerme.


- ¡Lo-lo haré mejor! ¡Tal vez tenga que ser de lengua! – Trate de acercarme pero coloco su mano en mi cara, alejándome de él.


- Silver, para ¿Qué estas tratando de hacer?


- ¡N-no lo sé! L-lo pensé en tod-toda la noche y pe-pensé que esto saldría mejor, pensé que te ca-calmaría o que...


- Silver, para, me preocupas – Me sostuvo de mis mejillas con sus manos, haciéndome callar de momento – Te dije que ya no importaba, no estoy molesto contigo y en todo caso, un beso inseguro no me haría sentir mejor.


- ¡Perdona! No sé en qué estaba pensando – Me lleve las manos al rostro cubriendo la vergüenza que se revelaba en mi cara totalmente roja - Soy un tonto, tonto, tonto.


- Silver – Se abrazó a mí, acariciando mis púas, haciéndome callar de nuevo, logrando sentir el ardor, no solo en mis pómulos u orejas, sino en todo mi cuerpo – Ya, cálmate... Me alegra realmente que hayas llegado tan lejos para tratar de hacerme sentir mejor, pero yo no quiero esto... Digo... Si... Pero no de esa manera – Se inclinó para ver mi rostro, pero yo lo agache instintivamente, no teniendo el valor suficiente para verle la cara – Eres tan adorable... - Me acaricio las orejas, mis mejillas y delicadamente paso su pulgar en mi labio – Realmente querría besarte ahora, pero no lo quiero hacer si tu realmente no quieres, no si tus besos no pueden saber tan bien como los postres que haces.


Trate de guardar un quejido que quería salir de mi boca. Estaba asustado, pero no de él, eran nervios, era ansiedad, era un tornado de emociones que pasaba por todo mí ser y me dejaba hecho pedazos. No sabía que responder o que hacer ahora. No lograría maquinar la siguiente respuesta, solo estaba siendo abrazado por él mientras todo mi cuerpo temblaba y mis púas se tensaban involuntariamente con cada caricia.

Realmente aún no estaba preparado para ese momento, tendría que tomármelo con calma, tenía que ordenar mis ideas para lograr salir de ese momento que me hacía sentir felizmente aprisionado con él, entre sus brazos, indefenso; una emoción que jamás había sentido con nadie más, pero que lamentablemente no sabía cómo tomar. Tendría que aprender cómo lidiar con estas emociones...


- ¿Qui-quieres que te prepare un postre? – Pregunte en un susurro, con mi rostro pegado a su pecho, aun sin poder apartarme de su abrazo.


- No es necesario. No quiero que te esfuerzos demasiado – Apretó suavemente mi brazo, alejándome de él para verme a los ojos – Además, dudo que estés en condiciones para cocinar – Sutilmente paso su dedo en mi mejilla acariciándome, sin poder evitar reaccionar en apretar mis ojos por la sensación.


- ¡E-esta b-bien! Puedo prepa-pararte algo, aunque sea a-algo simple – Tartamudee, pensando algo en lo que pudiese servirle - ¿Ta-tal vez té?


- Mmmm... De acuerdo. Si eso te hace sentir mejor – Dijo. Y como si esas fuesen las palabras claves, se abrió una puerta tras nosotros – Jaja, que simpático – Dijo con sarcasmo, viendo con ironía la puerta – Es como si la mansión lo hubiese planeado todo...


Pensando en la idea, me hizo tomar algo de coraje, al pensar en haber caído en una trampa emocional, solo logrando soltar un fuerte suspirar al tratar de dejar el pesar de mi ser e ir junto a Mephiles, fuera de esa habitación tan peculiar.

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Después de haber ido a recoger hierbas y esencias para preparar el té, nos habíamos dirigido a la cocina. Mephiles revisando el enorme libro del señor Bean y yo preparando cada tipo de té que había conseguido. Todos estaban prácticamente listos, ya había desprendido su sabor con mi magia y ya estaban cada una en sus correspondientes teteras, solo hacía falta servirla.


- Buenas tardes, caballero ¿Qué desea tomar hoy? ¿Tal vez manzanilla, malojillo, té verde, Jamaica, hierbabuena, anís estrellado o té negro? – Pregunte con un tono gracioso, como si fuese un empleado de una tienda de té, viéndole por el rabillo del ojo mientras servía los utensilios en la mesa.


- Jajaja ¿Cuál me recomienda usted, mi estimado servidor? – Dijo igual de divertido, usando un tono de voz profunda y elegante.


- El té negro esta exquisito con un poco de crema de leche y miel – Respondí, volviendo cada vez mi voz en una sonsa con un asentó extraño y gracioso - ¿Gusta? – Empecé a servir el té en una hermosa taza de porcelana, dejándole a un lado la leche y la miel.


- Gracias, le dejare una muy buena propina por su atención, jaja – Dijo aguantando una risita que trataba con todas sus fuerzas en no dejar escapar, no logrando evitar sonreír de oreja a oreja.


- ¡Jajaja! ¡No puedo con esto! – Mi cara estaba ruborizada, riendo en un siseo mientras terminaba de servir – No sé cómo lo hacen sin que se te salgan las lágrimas. Es como una tortura tantos modales – Me senté a su lado, sirviéndome de otra tetera diferente, el té negro.


- Hay personas que entrenan gran parte de su vida para esto. Si mal no recuerdo, trataron de hacer lo mismo conmigo – Tomo un sorbo de su té soltando un suspiro de alivio – No podía durar más de un día siendo tan amable con personas que no se lo merecían y sonriéndoles cada vez que me miraban. Aun puedo recordar el dolor de mejillas que me provocaba.


- Tal vez por eso te quedaste sin boca – Bromee, riéndome suavemente.


- Puede que haya sido así, jajaja – Se terminó su té y se dispuso a servirse más, echando grandes cantidades de miel y leche – Una eternidad sin tomar tan buen té. Te lo agradezco, Silver.


- No hay de que, Mephiles...


Pude ver como todo el té se iba acabando en cuestión de minutos. Él se tomaba su tiempo para degustar cada uno, pero más rápido era en servirse que saboreando este. Se detuvo un momento, antes de terminar con la última taza, dejándola de lado, para recostarse sobre la mesa, estirándose con todo su cuerpo, rasgando la madera de esta en el proceso como si de un felino se tratase.


- ¿Estás bien? – Pregunte, palmeándole su espalda.


- De repente tengo mucho sueño... - Se incorporó, frotándose el rostro antes de levantarse con él enorme libro – Puede que finalmente después de tanto, pueda caer en efecto de las propiedades del té – Bostezo, con mucha fuerza, mostrando la gran cantidad de colmillos bajo su piel.


- Puede que sí, la mayoría era relajantes musculares e hipotensores – Me levante con él, dirigiéndonos a la habitación.


Al llegar al cuarto, Mephiles cayo rendido sobre la cama, derritiéndose gran parte de él en esta antes de acurrucarse en el medio, rasgando con sus garras las cobijas bajo de él.

Era muy adorable esa escena, me acerque a él; teniendo cuidado en si me mordiese dormido para implantarme somnífero, arropándolo con la cobija para dejarlo tranquilo como se encontraba.

A pesar de que estaba leyendo muy concentrado en un asiento apartado de la cama, no paraba de revisar cómo se encontraba aquel erizo oscuro, tan apacible durmiendo, era algo hipnotizánte ver como las cobijas se alzaban y volvían a bajar según él respiraba. Llegue a pensar incluso que él hacía lo mismo que yo en ese momento; no poder apartar vista de mi mientras dormía al igual que yo a él, era algo vergonzoso... Tan vergonzoso como cuando lo bese.

¿Cómo los besos podrían saber a algo? ¿Cómo él podía percibir algo que no tiene sabor? Algo que siquiera es comida. ¿Podría ser que era una especie de alimento para él? No sabría decirlo y deseaba que esa pregunta se quedara sin respuesta. Aun me conmovía más él hecho de que le había besado. Nuevamente hacia cosas innecesarias, de las cuales repercutían consecuencias que no estaba seguro de si fuesen buenas.

Él no pudo sentir mis labios, no logro sentir mi beso, pero si mi sabor ¿Estaba haciendo algo mal? No iba a volverlo a intentar para averiguarlo, él ya me había detenido, algo totalmente sorprendente de él. ¿En qué momento llegue a pensar que al besarlo las cosas iban a resultar así como ahora? ¿Y cómo esto no llego a terminar de otra forma? Lo había pensado demasiado y nunca pensé que eso llegase a resultar tan bien.

Cuanta suerte tenía, o... Tal vez tenía un buen compañero. De ahora en adelante... Tal vez le permitiese más de mí...


Habían transcurrido las horas sin darme cuenta, por haber estado concentrado en mis pensamientos, habiéndose puesto el sol tras las montañas. Mephiles ya se había despertado, y como si hubiese tomado un sueño de belleza, su rostro estaba más iluminado, desprendiendo brillo en sus ojos y en su pelaje oscuro, incluso este se notaba sedoso, era impresionante como algo de té y magia hacia eso en él. Tal vez es lo que hacían los magos para mantener su juventud.

Después de planificar todo y dejar todo en orden, nos fuimos a las afueras de la mansión, encontrándonos a Blaze, esperándonos emocionada, más que todo por mí...


- ¡Silver! - Se lanzó a darme un abrazo, separándose rápido para verme a los ojos – Jeje... Perdona... Estoy algo entusiasmada por ayudar esta noche ¡Oh! Disculpa por ignorarte Mephiles, Buenas noches - a diferencia de mí, solo le saludo de lejos, lo cual hizo hervir la sangre del erizo oscuro, pudiendo sentir su rabia a una gran distancia.


- Buenas... Aunque ya dejaron de serlas... - Mascullo lo último viendo hacia otra dirección a la nuestra.


- Jejeje... Está bien. Sera mejor apresurarnos, Blaze, ya vez lo amargado que está.


- Jijiji, de acuerdo – Sin hacernos esperar más, nos guio en el camino.


Los tres nos fuimos hacia las colinas más cercanas, esperando encontrar un pozo de agua el cual debía de estar abandonado, eso según con lo que había investigado Mephiles, previniéndonos para cualquier preparación del lugar, ya que habría que modificarlo una vez estuviésemos ahí para ayudar a Mephiles a hacer memoria.


- ¿Y qué lograras recordar esta vez? – Preguntaba Blaze a Mephiles, caminando al lado mío, viendo la espalda del susodicho que estaba delante de nosotros.


- No podría saberlo. Tan solo espero que sea de mucha importancia – Dijo mirando a los alrededores, antes de echar una mirada tras suyo para ver la cercanía que tenía la gatita de mi – Y realmente espero que luego podamos buscar otra esta misma noche.


- ¡Estupendo! Mientras más, mejor – Comento, desprendiendo entusiasmo en todo su ser.


Era bastante encantador verla de esa manera tan carismática, pero no podía mantener mucho contacto visual en ella, ya que se volteaba a verme con ojos llenos de anhelos, teniendo que desviar rápidamente la mirada, incomodado por el cruce de nuestras miradas.


- ¿Y qué logro recordar la noche anterior, Mephiles? – Pregunto, queriendo mantener el silencio fuera de nuestro grupo.


- Yo... Recordé cosas... - Su voz se escuchaba tensa, incluso su caminar se volvió lento, viendo a todas las direcciones – Fueron muchas cosas, no sabría dónde empezar.


Recordaba lo que había dicho la noche anterior en los pasillos. Según él, que había afirmado sin darse cuenta, de un supuesto amorío, según sospechaba. Teniendo la necesidad de sacarlo de apuros, trate de inventarme una buena historia.


- Él recordó parte de su niñez, junto con su madre ¿No es así Mephiles?


- ¡Oh, si, si, si! Más que sobre todo mi madre y mis compañeros de clase – Dijo sonando sospechoso, tratando de mostrar tranquilidad sin lograrlo del todo.


- ¡Si! Sobre las personas en el pueblo y eso. Nada importante la verdad – Añadí, dándole un pequeño empujón a Blaze para tomar su atención.


- Si... Nada importante – Comento Mephiles, continuando otra vez con su marcha moderada.


- Oh, bueno. Espero que esta vez sea algo bueno – Dicho esto, Blaze se acercó más a mí, tratando de acercar tímidamente su mano a la mía. Pero antes de sentir el tacto de esta, moví mi mano, apuntando hacia la sima de la colina en la que estábamos subiendo.


- ¿No es por ahí donde está el pozo? – Pregunte, con movimientos imprudentes, fingiendo no saber lo que trataba de hacer la gatita.


- ¡Oh, sí! ¡Ahí está! – Respondió Blaze, acelerando su paso. Hoy estaba lleno de suerte, había acertado, habiendo logrado visualizar el pozo en ruinas.


Corrimos hasta llegar, observando lo lastimero que se encontraba el lugar. Más que vandalizado, estaba destruido, solo se encontraba unas piedras alrededor de un agujero el cual no llegaba a verse su profundidad. Nos miramos las caras sin tener idea de cómo lograr reparar el poso en una sola noche, pero Mephiles se encontraba sereno ante nuestras miradas preocupadas.


- Silver ¿Qué dice el cuaderno de cómo debería de verse el poso? – Pregunto Mephiles, acercándose al agujero, esperando por mi respuesta.


Saque con prisa el pequeño cuaderno, buscando entre sus páginas algún dato que me diese la respuesta de Mephiles. Solo un pequeño párrafo se asemejaba al lugar en donde nos encontrábamos, diciendo en este:


"En el vacío, ha de caer un trozo de conformidad, entonces, pedirás un deseo"


¡Desgraciado bicho del infierno! Si no estuviera jugando con nosotros no nos daría estos acertijos con versos ridículamente difíciles. Levante la mirada, viendo a mis compañeros que esperaban que les digiera lo que había escrito, pero sería nada más para confundirlos tanto como yo.

Cerré los ojos, tome aire y comencé a analizar, buscando en los recónditos de mi mente asemejar las metáforas que se mostraban en el cuaderno.


"Un trozo de conformidad"... ¿A qué rayos tenia parecido en eso? Y en tal caso... ¿Tendría que ser arrojado algo hacia el poso en su estado actual? Algo que proporcione conformidad... Algo que no desees pero tienes que aceptar... Tiene que ser algo que se relacione al pasado de Mephiles, algo que él tuvo que dejar ir... ¡¡Claro!!


- ¡Mephiles! Debe de haber algo dentro del pozo ¡Búscalo! – Avise, señalándole el poso a mi compañero.


- ¡De acuerdo! – Sin dudarlo, salto hacia adentro del agujero, escuchándose seguido un chapoteo de agua.


- ¡Esperen! ¿Están seguro de esto? ¿Cómo va a salir ahora de ahí? ¿El agua no estará demasiada fría para él? – Preguntaba totalmente confundida Blaze, viéndome preocupada.


- Tranquila, él estará bien.


- Está bien... ¿Pero exactamente que tiene que buscar? – Su pregunta me saco de lugar, dejándome sin opciones para responder.


- No lo sé exactamente. Si tiene que sacar todo lo que haya dentro del pozo, pues que sea así – Dije, a la vez que del agujero salía volando unos trozos de madera viejos e hinchados por el agua, seguido de estos, salían botellas de licor, una cubeta, una vieja muñeca, zapatos viejos, bisutería para mujer y muchas monedas antiguas. Después de todo eso, salió Mephiles, cargando más monedas entre sus brazos derretidos al igual que el resto de su cuerpo - ¡Mephiles!


- ¡¡Aahh!! – Obviamente que la gatita se espantó al verlo en ese aspecto. Se ocultó tras mío, observando con miedo al ser del pozo - ¿¡Que le paso!?


- Eso es lo que pasa cuando me sumerjo en el agua... - Se sacudió un poco, soltando todas las monedas de entre sus manos, votando todo e liquido por sus pies, formando un charco debajo de él - ¿Ahora qué?


- Espera... Déjame pensar... – Entre todas esas cosas que había sacado, una tenía que ser un objeto relacionado a la conformidad de Mephiles ¿Pero cuál? - ¿No hay nada que te llame la atención de entre todas esas cosas?


- Mmmm... - Chequeo por encima de todo y solo pudo centrar su vista en las joyas – Tal vez... Algunas de estas... - Saco entre la maraña de cadenas oxidadas, pulseras y aretes; un collar con un colmillo - ¿Este?


- Esperemos que sea así... - Volví a pensar. Algo más faltaba ¿Pedir un deseo? ¿Se referiría a tirar una moneda y pedir un deseo? ¿Pero cuál deseo seria? – Por ahora deberíamos volver a construir el pozo.


- ¿Pero cómo? Nos llevara toda la noche – Protesto Blaze, tomando la negación ante la situación.


- No se preocupe, señorita Blaze. No será problema para un hechicero – Animo Mephiles, girándose hacia el pozo nuevamente, invocando un pentagrama sobre este para reconstruir el mismo, moviendo los trozos rotos de este como si volviese a su sitio ante de su destrucción. Lentamente, volvía alzarse un techo junto con su polea con la que se saca el agua con la cubeta, dejando el pozo como nuevo.


- ¡Increíble! ¡Lo hizo como si nada! – Exclamo Blaze, viendo boquiabierta a Mephiles que terminaba de desaparecer el pentagrama ante nosotros - ¿Qué clase de hechizo fue ese?


- Solo use un hechizo de cambio retrospectivo. No durara mucho tiempo, así que dime, Silver ¿Qué más hay que hacer? – Volvió a insistir, dirigiéndose a mí para continuar.


- Bueno... Creo... Creo que deberías de arrojar el collar que escogiste y luego pedir un deseo... - Respondí, viéndole algo inseguro.


- ¿Estás seguro? – Pregunto una vez más, viéndome de reojo, sosteniendo el collar entre sus manos sobre el pozo, a punto de lanzarlo.


- Si... Eso espero - Él asintió, volviendo a ver el pozo, soltando el collar dentro de este, para quedarse así un buen rato en la espera de los típicos dolores de cabeza que siempre le provocaba al retomar la memoria - ¿Y bien?... ¿Funciono? – Pregunte luego de un rato, observando que Mephiles no se movía ni un centímetro y no daba respuesta.


Blaze y yo nos acercamos, preocupados de si Mephiles se encontraba bien. Al estar frente a él, vimos un rostro estático, inmóvil, como si estuviera en un estado de trance. Me preocupe mucho por si hubiera sido mi culpa, pero Blaze me tomo del hombro, animándome a proseguir con lo que le había dicho a Mephiles. Entonces, tome su mano, colocándole un penique en su palma, provocando que el erizo oscuro se moviera finalmente, lanzando la moneda al pozo.


- Desearía nunca haberte conocido...


Musito Mephiles, pero siendo totalmente audible para Blaze y para mí. Su rostro volvió a moverse con expresiones totalmente vivas, revelando su boca incluso, mientras retomaba camino al pueblo en un estado sonámbulo.


- De todas las personas... Tenía que ser un brujo... - Menciono, aun caminando por el sendero.


Hice una señal hacia Blaze, pidiéndole que no hiciera ruido mientras seguíamos con cautela a Mephiles. Ella acato la orden, siguiéndome bajo colina, mientras Mephiles continuaba hablando entre sueños.


- No le digas que estuvimos aquí o se enojara – Decía Mephiles, aun en trance. Parecía que estuviese hablando con alguien en sus recuerdos, solo faltaba averiguar quién era – En caso de que se entere, yo hablare con él. No quiero armar polémica en todo el pueblo... - Callo un rato, llegando junto con él hacia los caminos rocosos hacia el pueblo - ¡No me interesa ser su heredero! ¡Me sabe a estiércol lo que opinen todos en el pueblo! – Se detuvo, discutiendo con su acompañante, mostrando un rostro totalmente enojado, un rostro que me recordaba a la noche pasada - ¡Déjalo como esta! Y espero no le digas nada, Finitevus.


Termino de decir, continuando con su caminata, llegando a los senderos de la mansión. Blaze y yo estábamos atónitos con tanta información, pero aun sin respuestas a cientos de preguntas. Luego Mephiles se detuvo en seco, agachando la cabeza, como si estuviese escuchando algo que lo dejase con remordimiento.


- No... No lo volveré a hacer... Pero... Por favor, no necesita saberlo... Por favor, maestro - Dijo con total seriedad, viendo a su lado, volviendo a caminar, hasta llegar al frente de la mansión – Espero cumplas tu promesa... Yo cumpliré la mía igual... Si... Lo juro – Se llevó su mano a su pecho, iluminándose este de un tono azul cristal – "A de ser así o mi magia cederé ante la traición de mi propia palabra" – Hizo el juramento de hechicero el cual no conocía del todo, preocupándome el saber que había jurado – Buenas noches...


Finalmente, termino perdiendo el equilibrio y cayó al suelo inconsciente. Corrimos hacia él, ayudando a levantarlo, sacudiéndole para que volviera a la conciencia.


- Mephiles... Mephiles... - Le acariciaba la mejilla, mientras le movía para que despertara – Vamos, deja de dormir – Dije en un tono tierno, lográndolo levantar de su sueño.


- ¿Silver?... – Susurro, abriendo lentamente sus ojos jades, viéndome con cariño – Quiero dormir un poco más – Se acurruco en mi pecho, dejándome totalmente apenado frente a Blaze.


- ¡Me-Mephiles! No es hora de dormir. Despierta – Dije más firme, terminando de levantar al erizo. Blaze solo me miraba algo extrañada por el comportamiento de ambos, acercándose a ver si realmente el erizo oscuro estaba bien.


- ¿Señor Mephiles? ¿Está todo bien? – Dijo preocupada, tomándole la temperatura al azabache, sin resultado alguno. Mephiles finalmente se levantó, parándose ante nosotros, viéndonos algo confuso.


- ¿En dónde estamos?... ¿Y el pozo?


- Esta vez, en vez de desmallarte, te quedaste en un trance... Estuviste caminando y hablando dormido – Le informe, tomándole del brazo para que no perdiera el equilibrio - ¿Recuerdas lo que vistes?


Mephiles quedo afectado con lo que dijimos, llevando su mirada a la gatita, teniendo la afirmación de esta, cambiando su rostro a uno avergonzado. Pudo ponerse en total rigidez, tomando una postura más elegante y firme ante nosotros, observándonos pensativo antes de hablar.


- Recordé... Mi vida en el pueblo... Toda - Dijo, dejándome más que intrigado con la boca semi-abierta, atónico por las palabras dichas.


- ¿¡Enserio!? ¿Realmente lo recordaste, Mephiles? – Inseguro volví a preguntar.


Ya ambos sabíamos que él era desde mucho tiempo un hechicero, hijo del fundador del pueblo, ¿Pero que había logrado recordar para afirmar todo lo anterior?


- Si... Ahora todo me parece más claro – Sonrió hacia nosotros, extendiendo sus manos, como si desease mostrarnos algo – Ahora entiendo muchas cosas de mi que no conocía... Por qué me molestan los fuertes sonidos, por qué me gustan los libros, porque me gustan los dulces... Por qué odio a los brujos...


- ¿Aún no sabes el por qué moriste? – Pregunto esta vez Blaze, desconcertada por todo lo que decía Mephiles.


- ... No, pero... Esta vez estuve más cerca de ese final... Ese final del que nadie sabe porque ocurrió – Sus manos empezaron a desprender una estela de humo negro, envolviéndonos como un gran manto. Luego a nuestro alrededor empezaron a verse personas caminar, hablando entre si – Mis compañeros... - Señalo con la mirada a tres personas que hablaban entre ellos. Una comadreja, un lince y un oso polar – Nack, Lightning y Barck... – Nombro a cada uno mientras estos alzaban sus miradas hacia nosotros – Mi maestro, Finitevus - Tras de Mephiles, un echidna albino se hizo presente, caminando lejos de nosotros – Mi padre... - En el medio de nosotros, apareció a un erizo rojizo, con partes de su cuerpo azabache. Nos lanzó una mirada seria y fría, para luego revelar un tercer ojo en su frente, iluminando parte de su rostro con un color rojo vivo – Ellos eran mi familia... Pero yo no los quería, no después de lo sucedido...


- ¿Qué te hicieron Mephiles? – Me acerque a él, esperando su respuesta.


- Me engañaron... Dijeron que me pusieron a prueba pero... No puedo perdonar lo que me hicieron – Se cruzó de brazos, agachando la cabeza, dispersando el humo que nos envolvía – Me pusieron a prueba con un brujo... Se suponía que tenía que matarlo, pero no lo hice... Me encariñe con él... - Soltó un pesado suspiro, viéndome a los ojos con vergüenza – Por los momentos... Eso es lo único que les puedo decir. Lo demás no es relevante...


- Oh, Mephiles – Blaze se acercó, tomándole la mano, para colocar el dorso de esta en su frente, como señal de perdón – Siento que hayas tenido que pasar por eso – Le miro con ternura, sonriéndole para animar al erizo oscuro.


- Muchas gracias, Blaze. Pero ya no hay nada que lamentar – Llevo su mano al hombro de Blaze, mostrándole un semblante tranquilo – Gracias a ambos, por el día de hoy... - Tomo aire, levantando su mirada al cielo – Por ahora me siento indispuesto a continuar... Dejemos la búsqueda para mañana – Dio media vuelta, acercándose a la entrada de la mansión.


- Está bien... Que pase una buena noche – Dijo Blaze, inclinando levemente su cabeza, para luego voltear a verme con un sonrisa encantadora – También te deseo una buena noche, Silver – Se ruborizo al decir sus palabras en un tono más dulce y coqueto, agachando un poco la mirada en espera de una respuesta mía.


- Yo espero que también duerma bien, señorita Blaze... - Sentí un pinzar en mi espalda, como si tuviese la necesidad de detener las ilusiones de la gatita que volvía a mirarme con ese brillo hermoso en sus ojos, esperando algo más de mi parte – Blaze... - Resople, buscando las más adecuadas palabras para detener los halagos indirectos de mi compañera – Sabe usted que su comportamiento hacia mí es... Bastante tierno y dulce, si soy sincero... Pero siento que usted está queriendo revelar sentimientos hacia mi... - Le mire sonrojado, notando como ella sonreía por admitir su encanto.


- Yo... ¡Sí!... Me... Alegra que lo haya notado... Perdone, es que no soy muy buena en estas cosas... – Afirmo, bajando sus orejitas con algo de vergüenza, aun con su rostro sonrojado – Yo... Espero corresponda con el mismo sentimiento... - Esta vez aparto la mirada, preparándose por cualquier respuesta, aun hallando en su rostro ese anhelo de jovencita enamorada.


Deseaba decirle lo que ella quería escuchar, pero mire dirección donde Mephiles, logrando ver una mirada triste... Agotada... No queriendo persistir más con sus celos irrazonables, no deseando volver a repetir el mismo conflicto de anoche... Y yo lo entendía.

Con los sentimientos de Mephiles en mi cabeza logre cambiar mis ideas a unas más razonables y sinceras. No podía negarle a la señorita Blaze, pero estaría mintiéndole a ella y a mí... Y eso no sería nada aceptable.

Tome aire, llevando mis manos a sus brazos para hacerla volver su mirada hacia mí, viéndole con mucha seriedad.


- Es totalmente hermoso... Usted. Su forma de ser, su hablar, todo... Pero no puedo aceptarlo porque le estaría mintiendo horriblemente – Confesé, viendo como el semblante de la gatita desapareciera a una triste y decepcionada, bajando la mirada al suelo – A pesar de nuestro poco tiempo, me ha llegado agradar mucho, la quiero como si fuese una hermana, pero nada más, y odio tener que negarle sus sentimientos de esta manera... - Levante su mirada tomándole el mentón con mis dedos – La aprecio mucho por revelar esos sentimientos... Sé que debe de doler, pero no pare de hacerlo hasta conseguir un buen corazón que le corresponda, por favor – Pedí, alejándome un poco de ella, dándole un momento para tomar lo dicho.


- ... Es... Está bien... - Contesto débilmente como si estuviera ahogando un sollozo.


- Por favor, Blaze... Deseo que seas feliz, pero no puedes serlo junto a mi... ¿Comprendes?


- Si, lo comprendo – Desvió la mirada en manera de desprecio con aquellos ámbar tristes y cristalinos, no deseando verme más – Lo comprendo bien... - Dijo fríamente, marchando a un paso moderado dirección al pueblo


- Blaze... - Llame preocupado, viendo cómo se alejaba.


- Buenas noches... - Me había partido el corazón al escucharla así, sabía que estaría triste, tan solo esperaba que lo entendiera bien...

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Aun me encontraba en la cama, a pesar de que mi estómago rugiese fuertemente por algo de comida, pero estaba muy angustiado por los últimos días. Miraba al erizo oscuro que al igual que yo no se encontraba haciendo nada, solo estaba sentado en el respaldar de la ventana viendo hacia el exterior; algo totalmente extraño de él, ya que siempre tenía un libro en la mano.


- ¿Ya no tienes nada que leer? – Pregunte, recostándome en la cama.


- No tengo ganas - Respondió secamente, sin apartar la mirada hacia afuera.


Su respuesta me dejo preocupado, teniendo que pararme de la cama para acercarme hacia él para ver que le ocurría. Me senté a su lado, viendo donde tenía su mirada tan concentrado, divisando un nido de aves en una rama de uno de los pinos. Al parecer sería un fuerte invierno por venir para los pajaritos junto a sus polluelos.


- En la noche podemos traerlos para que no pasen más frio – Comente, viendo a Mephiles el cual me miro sin emoción alguna – Digo... Si quieres... - No respondió, aun concentrado viendo al exterior, sin moverse mucho.


Recorrí mi mirada en él; su rostro igual de inexpresivo, su mirada muerta, su pelaje sedoso y brillante, bien peinado, su postura cansada, pero majestuosa. Me ruborice un poco, no podía apartar mi vista, estaba muy concentrado en ver cada parte de él, tanto que no me di de cuenta cuando volteo a verme.


- ¿Ocurre algo? – Pregunto, sacándome de mí transe.


- ¿Amh? – Sin reaccionar mucho, le volví a mirar a los ojos... Esos ojos jades profundos. Me quede callado por un rato más, logrando percibir como el ente se exasperaba por mi respuesta – Has recordado algo muy doloroso... ¿No?


- ... Si – Afirmo, volviendo su mirada a la ventana.


- No... ¿Piensas decirme? – Volví a preguntar, no logrando sacar nada de él. Estire mi mano donde la suya, apretándola levemente, para que retomara su mirada en mí – Si no me lo quieres contar, está bien, pero puedo ver desde aquí que quieres hablar con alguien sobre esto... Soy tu amigo, estoy para ti – Le sonreí con cariño, sintiendo luego su mano sostener la mía.


- ... No es una historia agradable – Dijo apartando lentamente mi mano.


- No te juzgare, Mephiles... Sea lo que sea, eso no definirá lo que eres ahora – Le acaricie la mejilla, logrando proporcionarle la confianza necesaria, notando como sus ojos brillaban con un toque cristalino.


- ... Está bien...


Cuando había logrado alcanzar un nivel promedio en mis estudios en la magia, mi padre había acudido a mí, deseando hablar conmigo en privado. Mi padre nunca había sido un hombre cariñoso, solo en raras ocasiones mostraba afecto hacia mi madre y a mí, siendo el resto del tiempo un hombre ocupado y serio, pero aun así, lo quería.


- Lograste formar una burbuja temporal, según dijo tu maestro ¿No? – Pregunto con orgullo, viéndome con una sonrisa.


- Si, padre...


- ¿Qué tan grande era?


- Como la mitad del pueblo...


- ¡Wow! Jajaja. Eso sí es algo de lo que aclamar – Se giró, tomando una botella de vino sobre su escritorio, sirviéndola en dos copas – Ya mi hijo se ha convertido en un experto mago... Serás un gran heredero cuando seda mi pueblo junto con toda mi magia hacia ti – Termino de servir la bebida, entregándome una copa - ¡Un brindis por mi querido hijo! Que será el más grande mago de sus tiempos.


- Hechicero, padre – Corregí, sin siquiera alzar mi copa. Él se detuvo en seco, cambiando su semblante a uno serio y frio, clavando sus ojos fuegos en mí como si estuviese arruinando una pieza de arte que él había tomado mucho esmero en crear.


- Jajaja, no seas tonto – Sonrió con un aire molesto, soltando una risotada - ¿Por qué mi propio hijo querría arruinar todo lo que hecho solo para ser un tonto hechicero? ¿Umh? – Dijo apretando los dientes, lanzándome una mirada amenazante – Un mago es lo que crie y eso es lo que serás.


- ¡Pero, padre! Es igual de practico siendo hechicero, incluso podría crear nuevos hechizos, pociones donde la magia blanca se limita... ¡Podría incluso!


- Basta ya... – Me interrumpió alzando su mano, no queriendo escuchar más nada de mí. Suspiro con pesadez, tomándose de un solo golpe la bebida, golpeando el vaso vacío en su escritorio – Hijo... Si conocieras lo horrible que puede ser la magia oscura... No la podrías controlar. Yo más que nadie lo sé – Menciono, mostrando una abertura en su frente, revelando su tercer ojo sangriento, el cual me miraba con mucha atención – Lo que te hace, te transforma, te vuelves un ser que ya no se le puede conocer como mortal... - Levanto mi mirada decaída, tomándome de la mejilla – Tu eres mi hijo... Eres en parte resultado de esa oscuridad... Tus ojos son parecidos a este... Frio y oscuro... No quiero que seas eso ¡Tú eres mejor que eso! Y lo sabrás cuando te conviertas en un mago.


- ... Si padre... - Sin querer seguir hablando más del tema, afirme, entregándole la satisfacción a mi padre que tanto deseaba.


- Muy bien... - Volvió a tomar aire serio, caminando a la salida – Dale la noticia a tu madre. Te veo luego – Salió de la habitación y ya solo, me tome igual de un solo golpe la bebida en mi copa, dejándola en un mueble para luego irme...


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Estaba con mis amigos, caminando y charlando. Cada uno lanzaba disparates y bromas sin importar las controversias de lo que decía cada uno. Yo no les tomaba mucha importancia, hasta que salió el tema de las chicas.


- Mephiles, ¿Quién será la afortunada de ser tu mujer cuando seas el líder del pueblo? – Pregunto Lightning, dándome un codazo, sacándome de mi tranquilo estatus – Ya tienes diesi ocho. Tal vez no importe la edad que tengas, pero hoy en día las jovencitas prefieren a los más jóvenes.


- No tengo a nadie en mente aún, si es lo que quieres saber – Respondí secamente, viéndole con fastidio.


- Mmmmm a mí se me hace que si te gusta alguien – Volvió a decir, mirando las caras de mis compañeros con un rostro burlón – Ya saben lo que dicen. Los más callados son los más peligrosos, jajaja – Todos rieron con él, viéndome con gracia. Tan solo calle, sintiéndome más triste por el hecho de no conocer a alguien que me atrajese.


- ¡Oye! ¡No nos dejes con las dudas! – Dijo Nack, apoyando su brazo en mi hombro, algo impaciente - ¿Quién es la afortunada? ¿Eh? – Empezó a insinuar, viéndome con sospechas - ¿Ya lo han hecho?


- ¡Dios santo! ¡Que inmaduros son! – Regañe, observando como todos se burlaban de mi respuesta, coreando en son de burla.


- ¡Aun es un señorito, aun es un señorito! ¡No ira al cuartito hasta estar comprometido! – Canturreaban, burlándose aún más.


- Jajajajaja, trio de mensos – Reí para sacar la tensión de mí, continuando mi caminar sin prestar más atención a sus bromas.


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- ¡Han llegado los gitanos al pueblo! – Escuche decir por una chica que daba la noticia a nuestro grupo que estaba en el bosque – Se ven tan extraños, pero también se ven interesantes. ¡Vayamos a verlos! – Opino, viendo con ojos suplicantes a Nack, que poca atención le presto.


- Ve tu si quieres, sabes lo que pienso de los forasteros – Con su magia invoco una bola de fuego, prendiendo un tabaco que había traído para fumar con ellos – Esos tontos no mágicos solo se pondrán a hacer preguntas estúpidas, no me interesan para nada – Su comentario me hizo molestar, pero no dije nada, solo espere en silencio que la chica insistiera más para convencer a mi grupo e ir con ellos a ver a los nuevos viajeros.


- ¡Ellos tienen magia! ¡Son magos! ¡Y traen una nueva y extraña magia con ellos! – Añadió, tomando la atención de todos que se sentaron firmes, esperando escuchar más – Traen consigo objetos extraños y brillantes, dicen que van de ciudad en ciudad mostrando trucos de magia y arte, también van vestidos con una apariencia extraña, parecen que provienen de la india – Decía con total asombro, mostrando emoción en sus ojos – Hay mujeres hermosas adornadas con piedras preciosas y hombres grandes y musculosos que pueden hacen acrobacias increíbles – Por algún motivo Lightning agarro coraje, parándose de un golpe, acercándose a la chica que callo de golpe viéndole intimidada.


- ¡Ah! ¿¡Tanto te gustan!? ¿¡Eh!? – Interrogo, viendo molesto hacia la chica - De seguro te encantaría ver a todos esos forasteros más de cerca ¿No, Nicole?


- Detén tus tontos celos, Lightning. Solo te estoy diciendo lo que vi, así que ¿Decidirás venir sí o no? – Volvió a decir la lince, cruzándose de brazos, viendo desafiante a mi compañero.


- Iré nada más para ver si son tan lindas esas hermosas mujeres de las que tú hablas – Sonrió con egocentrismo, pasando de lado a la chica - ¡Vamos, chicos! ¡Vamos a ver a esas gitanas!


- ¡Si! – Corearon Barck y Nack, levantándose para ir camino al pueblo. No quedándome de último, salí corriendo para acompañarlos a todos.


Sinceramente no me interesaban las personas que habían llegado, ni los objetos misteriosos que tenían... Solo me importaba esa nueva magia de la que hablaban...

Era un gran alboroto, parecía un carnaval, pero no de los originarios de la de Europa, sino esos típicos carnavales que hacían las antiguas tribus de Suramérica. Era todo colorido, con flores extravagantes con fuertes aromas y brillantes colores, había carrosas adornadas con estas, con mujeres y hombres bien vestidos con accesorios brillantes, con telas transparentes y de aspecto sedoso, niños y niñas de pelajes oscuros que hacían piruetas por doquier, objetos extraños y atrayentes para el ojo, que llamaba la atención de cualquiera por saber para que servían. Todo era sumamente encantador, todo era alegría, risas, bailes, colores...

No pude evitar emocionarme y sentirme atraído ante todo eso, seguía la comparsa preguntando de todo lo que pudiese preguntar a los gitanos, siendo respondido con respuestas incompletas. Sabía que los gitanos eran de naturaleza de artimaña, que la mayoría son estafadores y mentirosos, usando todo sus trucos para robar y engañar, pero aun así... No podía evitar sentirme atraído ante todo eso.


- ¡Ah, cuidado! – Grito una chica frente de mí, que sin querer choque contra ella, tumbándola al suelo.


- ¡Oh, lo siento mucho! ¡Lo siento! – La tome del brazo, ayudándola a levantarse – Estaba distraído, perdóneme... - Observe mejor a la muchacha frente a mí, una mofeta con mechones de su franja blanca cubriéndole parte del rostro, llevando las mismas ropas que los gitanos; un strapples junto con una falda de ceda roja, adornada con pulseras y sarcillos brillantes y un collar del diente de un tiburón – Que mal anfitrión soy... Soy Mephiles.


- ¿Hmm? – Se retiró sus mechones, mostrando sus ojos celestes, viéndome con indiferencia - ¿Y para que me das tu nombre? ¿De qué me sirve saberlo?


- ¿Disculpa? – Sin entender su atrevimiento, la vi algo molesto, viendo entonces como se reía por mi reacción.


- Jajaja, solo no le digas tu nombre a un extraño, quien sabe si termino haciéndote un embrujo – Mostro con sus manos como se formaba un aura oscura, expandiéndola a mi alrededor – ¡Que el nombrado Mephiles, que está frente de mí, sea maldecido a!...


- ¡¡Espera!! ¡¡No!! ¿¡Que haces!? – Asustado retrocedí, temiendo por si realmente hablaba en serio.


- ...¡Acompañarme por el resto del día! – Termino de decir, transformando el aura en colores pasteles alegres, soltando confeti en mi cara - ¡Caíste! Jajajajaja – Se burló, sin tomar en cuenta el susto que me había dado - ¿Por qué esa cara tan larga? ¿Eh? ¿Realmente creíste que te maldeciría?


- Eso no fue nada gracioso – Dije finalmente, mostrando desagrado en mi rostro - ¿Qué acaso no te enseñaron modales?


- No los necesitas al final de día, además, ¿Realmente crees que le plantaría una maldición al hijo del fundador del pueblo Roublin? ¡Somos gitanos! No payasos.


- ¿Cómo sabes quién soy?


- ¿Realmente me hace falta decirlo? – Saco unas cartas de tarot, revelando la carta del rey y del hombre colgado, ocultando el mazo con sus dos manos, desapareciéndolo ante mis ojos – Pensé que aquí solo viven magos.


- Así es... ¿Cómo hiciste eso con las cartas? – Pregunte curioso por el truco que hizo, no reconociendo ningún tipo de magia similar.


- Te lo contare si me enseñas el pueblo – Dijo tendiéndome la mano.


- Está bien... ¿Cómo te llamas? – Pregunte, estrechándole la mano, viéndole cautivo a sus ojos zafiros.


- Jajajaja ¿Qué con los nombres? – Sonrió coquetamente, llevándose su mano cerrada a su boca, ocultando su ricita – No te lo voy a decir así por así... Llámame G – Jalo de mi mano, llevándome lejos de la muchedumbre.

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- Eso es injusto – Dijo con decepción. Moviendo sus piernas tendidas en el árbol donde estábamos - ¿Y no hay manera de convencerlo? ¿O hacerle cambiar de opinión?


Negué con la cabeza a su respuesta, recibiendo un suspiro de ella que calló por el momento, viendo desde donde estábamos, el hermoso paisaje de nuestro hogar.

Había pasado dos semanas desde que habían llegado los gitanos, pasando la mayoría del tiempo con "G" recorriendo cada rincón del pueblo, mostrándole casi todos los pasadizos y secretos que conocía de este, tratando de buscarnos cada vez que teníamos tiempo libre para charlas sobre nosotros.

Estábamos sobre la rama de un enorme pino cerca de los campos de siembra del pueblo, observando desde esa gran altura todo el territorio como si fuéramos reyes del lugar, burlándonos de una que otra cosa de aquellos ancianos que manejaban todo en el pueblo como en la caravana de G.


- Oye ¿Y por qué no huyes? – Pregunto de repente, viendo hacia la distancia.


- ¿Qué? ¿Cómo podría?


- Solo escapándote y ya ¿O no lo haces ahora con tus clases privadas de magia? – Burlo viéndome con ojos delatadores.


- Una cosa es escaparse de clases aburridas y otra es huir de tu hogar, tu familia... Tu destino... - Agache la mirada, mirando el suelo bajo nosotros, preguntándome si lograría soportar la caída usando parte de mi magia.


- Sí, pero otra cosa es tu felicidad ¿Sabes? – Agitaba sus piernas colgando, brincando para agitar la rama del árbol – Así es como comenzó nuestro grupo... Solo nos fuimos por que buscábamos nuestra forma de felicidad, nuestra manera de sobrevivir.


- ¿Pero no es doloroso?... ¿Dejarlo todo?


- Siempre lo es, incluso ese dolor jamás se podría ir... Pero de eso se trata buscar tu propia felicidad, sin importar el costo que tome – Aquellas palabras me habían dejado con un sentimiento tan confortable, lucido ante las ideas y decisiones que tenía, siendo orientado por alguien a quien comenzaba sentir aprecio.


- G... Eso que dijiste es algo bastante hermoso – Confesé viéndola a los ojos, provocando que volteara a verme sonrojada con sus celestes, haciéndome tragar mis palabras y dudar un poco por mi respuesta – Quiero decir... Me refiero que fue algo inspirador y erudito.


- ¿Ah sí? – Pregunto con poco interés, viéndome aburrida.


- Sí, pero más que todo genial e interesante, tienes buenas perspectivas de la vida. Creo que eres alguien madura para ser alguien que le gusta más el libertinaje – Decía sin parar de hablar, sintiendo el rubor en mis mejillas por no saber si estaba diciendo lo correcto – Lo que quiero decir es que eres una buena amiga y me alegra que me estés apoyando en todo esto...


- Si, ni lo menciones – Dijo ya aburrida, apoyándose de su mano a su mentón.


- ¡Lo digo muy enserio G! Tengo muchos amigos pero ninguno son tan sabios como tú – Continuaba, buscando las palabras correctas para hacerle entender lo que deseaba decir – Tu eres diferente, eres más abierta y compasiva qu-


Callando toda la charada de palabras que andaba diciendo, me beso en los labios... Tan de repente, tan suave, que solo seguí con sus movimientos de labios como si estuviera hipnotizado por aquel simple contacto de pieles entre nosotros, ruborizándome violentamente mientras sentía como sus manos pasaban por mi pecho y cuello, enredando sus brazos en este para apegarse más a mí, terminando con aquel tierno pero devastador beso, mirándonos para tratar de conseguir aquel retrato de nuestras caras, resultado de nuestra confesión sin palabras.


- La próxima vez actúa más y di menos ¿Okey? – Me reclamo, sonriéndome con esos brillantes ojos, con aquella coqueta mirada que me atrapo el primer día que la conocí. Solo pude asentir rápidamente como un idiota enamorado.


- Si ¡Si, si! – Respondí cual perro adiestrado ante las órdenes de su amo, sonriendo sonsamente, besando sus blancas mejillas – Lo haré, siempre...


- Bien...


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- ¡¡Hey!! ¡¡Presta atención, Meph!! – Grito uno de mis amigos antes de recibir el fuerte golpe de un hechizo contra fractura de campo de protección, disparándome por los aires para terminar rodando en el suelo todo magullado - ¡¡Demonios!! ¡Paren!


Estábamos en una prueba de pelea mágica instruida por mi maestro Finitevus y siendo supervisada por mi padre. Estaba en el medio de una pelea contra otro sujeto. En el medio del duelo, mi contrincante había creado un hechizo de segmento de reducción de magia, pero lo había evitado con un campo de magia, solo que por algún motivo me había nublado, yendo mi mente a parar en otro lado de mis fantasías amorosas con G, bajando mi guardia y logrando que mi rival pudiese derribarme.


- ¡¡Estoy bien!! ¡¡Ahg!! – Escupí algo de sangre, levantándome, sacudiéndome la tierra antes de observar mi barita destrozada contra el suelo - ¡Mierda!


- Jajajaja, se acabó la batalla. Gane, como siempre – Dijo el otro sujeto, sintiendo su tono de voz tan molesto que me hizo tomar coraje – Siempre el hijo consentido, idolatrado por su talento mágico, pero siempre comiendo el polvo frente a mí, jajajaja – Comento con aquel tono egocéntrico, sonriendo presumido – Deja de intentarlo, jamás podrás ser mejor en esto, Mephiles.


No sabía por qué, y aun no entiendo el por qué. Tal vez por no recordar bien, pero... Aquel sujeto, aquellas palabras, solo hicieron prender una mecha en mí que logro enardecerme de ira, sacando toda mi frustración y odio retenida, sacando todo mi potencial a la batalla.


- ¡No soy mejor en esto! ¡¡Soy mejor que tú!!


Apreté mis palmas con mis uñas, rompiéndolas para desprender mi mana de estas, creando una onda mágica que me iba envolviendo, formando partículas cristalinas y purpuras, cambiando a colores oscuros para luego crear unas dagas de cristal filosas, apuntando hacia mi contrincante.


- ¡Eh! ¡Espera! ¿¡De dónde!? ¿¡Cómo has hecho eso sin barita!? – Grito asustado, retrocediendo.


- ¡¡En guardia!! – Lance los cristales hacia los pies de mi rival, convirtiendo el suelo en un terreno lleno de filosas estalagmitas que salían en dirección a mi enemigo, siguiéndolo para empalarlo.


- ¡¡Hey!! ¡¡Detente!! ¡¡Esto es muy peligroso!! – Dijo aquel sujeto, usando magia para levitar sobre el suelo.


- Toda batalla de magia lo es.


El cristal en el suelo cambio a un color alquitrán, derritiéndose para seguir a aquel sujeto por los aires, derribándolo de un golpe para que cayera al suelo, dañándose la piel por el cristal filoso restante.

Rápidamente se levantó, creando con ayuda de su barita un látigo de fuego, tratando de herirme. Con más astucia logre esquivarlo, usando aquel terreno a mi favor, cubriéndome con los cristales como escudo, acercándome a él más rápido de lo que esperaba.


- ¿¡Cómo demonios logras hacer magia sin tu vara, Mephiles!? – Gruño molesto, formando ahora un aniño de fuego oscuro enorme, mucho más grande que él, lanzándolo a mi dirección, no logrando darme pero si destruyendo aquel terreno cristalino que había hecho - ¡¡Eres un brujo!! Es la única explicación para esto ¡Una manzana podrida pudre las otras!


Con movimientos circulares, débiles pero fluidos, fue desprendiendo desde la punta de su vara una atmosfera grisácea y profunda, saliendo de esta unas garras que comenzaron a perseguirme, destrozando todo lo que estuviese en su camino.

Asustado, pero aun hostigado por el confrontamiento entre aquel mago y yo, escapaba de cada zarpazo y golpe que lograba esquivar de aquellas garras, siendo lastimado en uno de sus varios intentos, tumbándome al suelo lastimado en la espalda.


- Solo lo haces más difícil para todos, para ti... Jajaja, pero muy divertido para mí – Ordeno a una de las garras bajar para aplastarme, pero instintivamente me arrastre rápido, casi corriendo en cuatro patas dirección a él.


- ¡Inoculado turbio! – Cree una ráfaga que logro alcanzarlo, asustándolo al momento, pero al no ver daño inmediato me recibió con un golpe en la cara, tumbándome al suelo - ¡Ah!... Yo... Gane.


- ¿De qué diablos hablas, imbécil?... Eh... - Inseguro, se llevó su mano a su boca sintiendo una viscosidad extraña escurrir de sus labios, claro estaba - ¿Qué?... ¿¡Que es esto!? ¡¡Bbgh!!


Sin que él pudiera detenerlo, de sus ojos, boca y orejas comenzó a escurrir un líquido marrón como el óxido, saliendo rápido a grandes cantidades, asustándolo tanto que soltó su barita, cayendo al suelo desesperado por detener lo que le sucedía a su cuerpo.


- ¿¡QUE ES ESTO!? ¡¡PARA!! ¡URRHGG!! – Gritaba ahogándose con aquella sustancia saliendo de su boca, ahogándolo en parte - ¡¡Aahhggllh!!


- ... Jajaja... Jeje – Con difíciles y dolorosos movimientos, me levante del suelo, sacudiéndome mi ropa y mis manos llenas de tierra y sangre, observando luego a mi rival vencido en el suelo, viéndome furioso – Ya veo de lo que hablabas... ¿Así que tú eras la manzana podrida? – Reí, viéndole superior por cómo se retorcía en el fango que iba creando con aquel líquido.


- Ya fue suficiente – Dijo mi maestro, acercándose a ambos, esperando que deshiciera el hechizo.


- Solo si admite que gane, ¿O tienes algo en tu boca que te impida decirlo? – Burle viendo aquel cuerpo que buscaba la manera de respirar el aire.


- ¡Dije que fue suficiente! ¡Acaba ya! – Algo molesto, hice lo que me pidió, pero nada resulto, aun aquel liquido brotaba de sus orificios sin detenerse. Trate de hacer todo lo que conocía sin lograr deshacer aquel hechizo - ¡Mephiles! ¡Dije que lo detuvieras!


- ¡¡Eso intento!! ¡No puedo! ¡¡Ayúdenme!! – Ahora asustado trataba de ayudar a mi rival a que pudiese respirar, poniéndome a su lado, buscando posición de que lograse tomar aire, pero dejaba de moverse, sacudiéndose un poco con leves espasmos - ¡¡No puedo detenerlo!! ¡¡Ayúdenme!!


Trate de usar una vez más mi magia, y esta vez, aquella sustancia salió de todo su cuerpo, despejando su tráquea para que pudiese respirar otra vez, volviendo a tomar la conciencia, cansado, pero estable. Impresionado, volví mi mirada a mi maestro, topándome con la mirada de mi padre viéndome impaciente, con aquellos ojos fríos y molestos, teniendo toda aquel liquido acumulado en una esfera flotando sobre la palma de su mano.


- ¿Te pareció entretenido? – Pregunto con decepción en su voz, teniendo que bajar la mirada temeroso - ¿Se lo preguntamos a tu compañero de batalla? – Volvió su mirada hacia mi rival, que ya lograba recuperar el habla, viéndome con odio - ¿Bien?... /=====/ ¿Crees que Mephiles debería de saber lo realmente entretenido que fue para ti?


Trague saliva, volteando donde mi compañero, mostrando suplica en mi mirar, esperando por el amor al cielo que no tomara rencor, que lo dejara pasar...


«... Tan solo esta vez... ¡¡Demonios, por favor!! ¡Solo esta vez! ¡¡Solo esta maldita vez!! ¿¡Que no podía ganar aunque fuese una sola vez!?»


- Si... Creo que desea saber que tan divertido fue – Se levantó torpemente, siendo ayudado por otras personas que acudieron a ayudarlo a estar de pie, apartándose de nosotros para observar como mi propio padre pasaba aquel hechizo que había creado, contra mí - ¡Disfrútalo, basura!


Que desagradable sensación...

Que horrible sensación...

Aquella sustancia con sabor a hierro, mi propia sangre podrida, salía a borbotón por mis ojos, sintiendo un horrible ardor al ser segregados por estos, al igual como eran segregados por mis oídos, dejando un fuerte dolor en estos acompañados por un zumbido; pero la peor parte era la inmensa cantidad que salía de mi boca, atragantándome con esta, llegando a mi tubo digestivo, a mis pulmones, a mi paladar, no consiguiendo manera de detenerlo sin importar la magia que usase, sin importar lo que hiciera con mi manos torpes y desesperadas, escuchando unas risas opacadas y la voz de mi padre sermoneándome nuevamente.


- ¿Ves lo que consigues con usar magia oscura, Mephiles? Pero no... Para ti es mas sencillo, es lo más fácil, es lo que más te beneficia – Su voz era molesta, me mareaba, apenas si logrando escuchar lo que me decía - ¿En qué te beneficia ahora? ¿Se siente bien? ¡Claro que no! La magia oscura solo consigue dañar, destruir, torturar – Solo contaba los segundo por que volviera a apiadarse de mí y me liberara de aquel tormento para lamentarlo un millón de veces más – Te lo advierto, Mephiles... ¡Ni por que tengas los suficientes testículos, no vuelvas a usar la magia oscura frente a mí! – Retiro aquel liquido de mí, volviendo a respirar, a ver, a oír... Pero ese dolor seguía ahí.


Esa horrible sensación otra vez... Sentir que había perdido, incluso esta vez, que por primera vez... Había ganado la batalla...

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Había pasado ya un mes y solo quedaba una semana para que los gitanos continuaran su viaje hacia otro pueblo, lo cual significaba, que no volvería a ver a G. Ella no me había informado de ello, sino fue por algo que escuche del resto de la caravana. Ahora tenía más deseos de unírmeles y no volver...

Con el silencio dentro de la biblioteca de mi hogar, me sentía abandonado, más solitario de lo usual, leyendo un libro de combate con hechizos de presión, libros que mi padre me había obligado a leer desde el incidente que había tenido con mi rival, pasando día y noche leyendo uno por uno para que no tuviera excusas para no usarlas en combate.

El golpe fino de uno de los cristales de los grandes ventanales de la habitación tomo mi atención, volteando a ver que había ocasionado aquel sonido, una pequeña piedra fue lanzada nuevamente hacia el vidrio de la ventana, provocando el mismo sonido. Me acerque y la abrí para encontrarme a G volviendo a tomar impulso para lanzar una piedra más grande, arrojándola, consiguiendo apenas esquivarla asustado.


- ¿¡G, que demonios te ocurre!? – Regañe, cubriéndome por si volviese a lanzar más piedras.


- Eso te pasa por hacerme esperar – Sonrió maliciosa, haciendo malabares con las piedras en mano – ¡Larguémonos de una vez, tu casa huele a viejos!


- Baja la voz, te escucharan – Salí por la ventana, caminando lentamente hacia la mofeta.


- ¡¡Que me escuchen todo lo que quieran!! ¡¡MONTON DE ANSIANOS!! – Grito a todo pulmón hacia el cielo, esperando que fuera oída.


- ¡¡SSSSSHHHH!! – Corrí hacia ella para taparle su gran bocaza, provocando que riera con mi mano en su boca – De verdad ¿Qué diablos te ha picado? – Ella logro sonreír, sintiendo luego mi mano húmeda por el pasar de su lengua - ¡Ahg! ¡Qué asco!


- Jajajajajajajaja, ¡Vámonos! – Me tomo de la mano y me arrastro hacia el bosque, trotando entre risas hasta perdernos en la oscuridad...

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Bendito me sentía al recordar cada beso que nos compartíamos, ansiando volver a probarlos una y otra y otra vez, deseando tan solo comérmela a besos en la cama sin hacer nada más que eso, durmiéndome aun con sus labios en mi boca.

Me reconfortaba el hecho que dejara que mis manos exploraran su joven y dulce cuerpo aun sobre su ropa, recorriendo sus hermosas curvas. Sus piernas me enloquecían, su trasero tan firme y redondo que dejaban una bella silueta de su cintura, pasar mis manos sobre sus definidos hombros hasta sus pequeños pechos; me encantaba como reaccionaba cuando pasaba por esa parte, siempre me retiraba mi mano de ahí al igual que de su virginidad. Tal vez aún se sentía insegura de que no estuviese desarrollada en su busto y el hecho de hacerlo conmigo, pero como ocultaba su rostro en mi pecho de forma tímida me hacia sonreír, encantado por sus hermosos zafiros.

La necesitaba, la necesitaba muy mal. Sabía que había algo malo conmigo, tenía una inmensa necesidad de volverla a ver, pero no era una necesidad típica de un adolecente enamorado, no, era realmente... Como si volviese a respirar junto con ella, el resto del tiempo que no estaba a su cercanía, tenía grandes migrañas, mareos, debilidad y una horrible ansiedad que me provocaba una horrible sensación en la boca del estómago. No sabía si eso que sentía era el "amor" del que todo el mundo decía que provocaba cambios en ti y en tu cuerpo, más bien creía que era alguna patología.


- ¡Mephiles! – Nuevamente mi maestro me llamaba la tensión por décima vez, golpeando fuertemente mis manos con una regla. Dolía como el infierno, pero ni siquiera las retire, solo lo observe sin mostrar dolor u otra emoción - ¿Estas escuchando lo que te estoy diciendo?


- No, señor, perdone – Agache la cabeza, esperando otro golpe de la regla por donde desease castigarme.


- ... Aahh... Me preocupas, Mephiles – Tomo una silla y la acerco a mí, sentándose para tomar postura de sermón - ¿Qué te ha pasado estas últimas semanas?


- Solo estoy cansado, maestro, eso es todo.


- Jejeje, si así fuera, todo el tiempo estarías distraído... Te veo más decaído y... Débil – Con la regla, movió mi rostro de un lado a otro para examinarme bien - ¿Puede que estés practicando otra vez con magia negra a escondidas? Conozco muy bien cómo te agota usarla.


- Tengo prohibida usarla maestro, usted bien lo sabe... Y la verdad ya no me atrevo a usarla luego de lo que paso... No tengo vergüenza en decirle que tengo miedo de otro castigo – Confesé, cruzándome de brazos – Si tengo pensado usarla alguna otra vez, será muy lejos de este lugar o cuando mi padre muera.


- No digas algo como eso, Mephiles. Realmente debes de conocer la magia oscura de cerca para poder entender lo terrible que es – Golpeo levemente mi frente con aquella madera, levantándose para acercarse al pizarrón – Bien, dejemos esta clase de lado. ¿Has leído el libro que te pedí que estudiaras?


- Si, maestro.


- Bien... Porque hay una muy importante misión que tienes que cumplir. Una misión directa de tu padre, debes de cumplirla o sino... Temo que el fracaso podría ser fatal para ti – Tomo un libro de la estantería, el mismo del que hablaba, abriéndolo mientras se acercaba a mí.


- ¿Qué tipo de misión? ¿Y qué clase de castigo podría recibir si fallo?


- Tu misión, o más bien, prueba, es una del que marcara diferencia de lo que eres – Mostro una página donde se mostraba una pintura de un ser con capa oscura que se iba transformando desde las puntas en unas garras que masacraban a niños y adultos inocentes. Conocía aquel retrato como muchos varios con diferentes escenas y formas... Un brujo – Ya han pasado varias semanas desde la llegada de los gitanos. ¿Si sabes que son muy conocidos por practicar la brujería y la magia negra, No?


- Si... Pero no con fines de dañar ni matar, maestro, ellos solo-


- ¡Brujería es brujería Mephiles! Y tienen que ser castigado por ello, así como tu padre lo hizo contigo, sin excepciones, sin remordimiento, porque la practica te lleva a la transformación – Cerro el libro de golpe, observándome directamente a los ojos – Hay un temible brujo entre ellos, un brujo que debes asesinar.


- ¿Asesinar?... – Me quedé estupefacto, viéndole incrédulo por lo que me pedía hacer - ¿Cómo quieren que mate a alguien? ¿Quién soy yo para decidir por la vida de alguien cuando no han hecho nada malo?


- ¡Tú eres un mago, Mephiles! Y los magos exterminan toda amenaza para el bien del resto de vidas, hayan hecho daño o no, son un peligro que debes de destruir, por el bien del pueblo.


- ¡Yo no quiero asesinar a nadie! ¿¡Por qué tendría solo para ser un mago y heredar el poder de mi padre!? – Me levante de mi asiento molesto, golpeando mi pupitre con mis puños – Si ser un mago implica llenarme las manos de sangre, ¡Pues que se pudra mi padre!


- ¡¡Calla!! – Grito, estampando la regla contra la mesa – No sabes lo que estas provocando, joven erizo...


Transformo aquella regla en una barita, creando un aura azulada el cual abrió el libro sobre mi mesa, pasándose todas las paginas rápidamente para crear un reflejo de imágenes, mostrándome una silueta oscura de un hombre, apenas distinguiéndose su tétrica sonrisa de su manto oscuro del que le cubría.


- El brujo al que debes matar no es ningún santo, el roba la vitalidad de las personas para sí mismo, para hacerse joven y para usarlo contra magos y hechiceros – Explico, revelando con las imágenes que mostraba su hechizo como aquel sujeto tomaba a otro persona, volviéndolo polvo para obtener más poder – Tu deber es encontrarlo entre todos los gitanos, atraparlo y matarlo.


- Maestro... ¿Realmente quiere que lo haga?... – Pregunte débilmente, mirándole con tristeza - ¿Quiere que viva con la muerte de alguien en mis manos?


- No, muchacho... Tu padre lo quiere – Desvaneció el hechizo, alejándose lentamente – Desearía que no tuvieras que hacerlo, pero es una orden de Doom – Abandono la habitación, dejándome con una sola decisión.

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- Creo que es por aquí que lo vi, no creas que me estoy haciendo de ideas – G me guiaba por el bosque como si ahora ella lo conociera mejor que yo, en tanto, yo solo trataba de decirle algo, pero a cada momento me interrumpía.


- G, realmente quiero decirte algo importante, por favor, detente un momento y hablemos – Decía a la vez que esquivaba cada rama que se devolvía hacia mí por G, que se abría paso entre los arbustos.


- Si, ahora, si nos detenemos puede que ya no estén ahí luego.


- ¿Qué cosa, G? – Preguntaba ya exasperado por verla tan concentrada en algo más.


- ¡Silencio! – De un momento a otro se agacho quedando a gatas entre los arbustos, dejando su rabo levantado, no pudiendo evitar quedarme boquiabierto viéndola embelesado - ¡Ven! – Me jalo con fuerza a su lado, cayendo al suelo – Mira, mira, mira.


- ¿Qué, qué qué?


Ella señalo con su dedo entre los arbustos, apuntando a unas luces de varios colores que se distinguían entre la oscuridad de las sombras de los árboles. Agudice mas mi vista, dándome de cuenta que se trataba de un pequeño grupo de hadas, reconocía que tipo de hadas eran estas, así que tome fuertemente del brazo de G, alejándome lentamente.


- Hay que irnos, estas hadas son peligrosas – Advertí, tomándola de los hombros.


- Ya lo sé, por eso te pedí hacer silencio – Susurro molesta, soltándose de mi agarre, volviendo a su posición para seguir observándolos.


- G, esto es peligroso, si nos ven puede que nos lleven a su reino en el peor de los casos – Me volví a acercar a ella, temeroso al ver como aquellas hadas luminosas y diminutas revoloteaban de flor en flor, bailando entre ellas.


- Puedo salir de ese sitio en un abrir y cerrar de ojos – Comento presumida – Ahora deja de ser un marica y ven a ver – Me jalo del brazo nuevamente, apegándome a ella hasta estar mejilla a mejilla, no pudiendo evitar ruborizarme – Has silencio y solo observa...


Nervioso, volví mi vista hacia donde estaban las hadas, esperando que no nos hubieran detectado, estando aun concentradas entre ellas, hablando en su idioma, haciéndose señas entre ellas hasta que finalmente se detuvieron, quedando todas sobre unas rosas blancas.

Trague saliva, temeroso de si ya nos hubieran escuchado, pero era todo lo contrario...

Una de las hadas comenzó a cantar, entonando una bella y melódica canción mientras las otras empezaban a silbar, creando una canción entre ellas de la que no conocía y no entendía significado, pero me llenaba de una extraña felicidad. La misma hada que comenzó a cantar empezó a levitar con ayuda de sus alas, empezando a maniobrar movimientos muy coordinados de baile, siendo asistida por las otras hadas, revoloteando todas entre sí para ir bailando como una gran coreografía, arrebatándome el habla, conmocionado por lo que estaba viendo.


- ¿No es hermoso? – Pregunto en un susurro – Pensé que pasarían siglos para poder volver a ver esto.


- Es muy bello... ¿Pero por que harían algo como esto en este lugar? Normalmente este tipo de hada no desean ser vistos por mortales, menos haciendo estas cosas.


- Porque van a transformar aquella hada en una reina – Respondió, viéndome con una sonrisa de lado.


- ¿En una reina? ¿Pero eso no lo hacen en su reino, con decisión de otra reina? – Confundido, buscaba las respuestas de G ante lo que ella parecía conocer.


- Así es, pero estas hadas son desertoras – Aclaro, volviendo su vista hacia las hadas, que estaban creando un círculo mientras danzaban alrededor de la hada anfitriona.


- ¿Desertoras?... – Me quede pensando, entusiasmado por lo que llegaran a hacer ahora para llegar a la transformación – ¿Cómo es que lo sabes?


- ... ¿Qué no las escuchas? ¿Su canción?


- No... No las entiendo – Intrigado, la observe por lo que dijo, pero ella sonrió ansiosa.


- Yo... Puedo entender algunas hadas... Nací con ese don – Contesta, algo preocupada.


- Ya veo... - Observo un poco más a las hadas, notando como las flores se mesen con su movimiento – G...


- ¿Si?


- Quiero escapar contigo...


Las flores alrededor de las hadas desprendieron su polen, levitando hacia la hada protagonista, envolviéndola mientras esta se alzaba entre todas, aumentando un poco de tamaño y su forma, tomando la apariencia de un ave de colores arcoíris, como un colibrí con largos plumajes en su cola. Todas las hadas corearon alegres, abrazando a la nueva reina, desprendiendo un brillo más fuerte por el nuevo logro.

G, callada, se giró hacia mí, viéndome consternada, preocupándome su silencio y su rostro serio, levantándose discretamente mientras se alejaba del lugar, dejándome atrás, con mis dudas en mano.


- ¡G! – Corrí tras ella, alejándome de ese sitio, desesperado por que volviese a hablarme - ¡G! ¡Por favor, dame una respuesta!


- Mephiles, cuanto te dije aquella vez que escaparas me refería a huir tu solo, no conmigo, no puedes escaparte conmigo – Dijo firme, levantando un poco la mirada, viéndome algo decepcionada.


- Pero G... ¿Por qué no quieres huir conmigo?... ¿Qué acaso no te importo? ¿No quieres estar conmigo así como yo contigo?


- ¡No es eso, Mephiles!... Simplemente no puedes estar conmigo – Continuo caminando, abrazándose de sus brazos con su cabeza gacha – Perdona por ilusionarte de esta manera, realmente lo siento, lo siento mucho – Su voz que quebrantaba, me partía el corazón horriblemente, sintiendo como mi sangre se enfriaba, provocándome un fuerte temblar en todo mi cuerpo.


- ¡G! – La tome del brazo, girándola para que quedara frente a mí - Deja de huir de mi... - Sus ojos estaban cristalinos, advirtiendo en que lagrimas iban a derramarse – Realmente no quiero huir, no si no es contigo... No tengo hogar, solo me siento en casa cuando estoy contigo... No importa en donde estemos, no importa a donde vayamos, me siento bien contigo y nada más contigo – La apegue a mí, acariciando su mejilla, reaccionando como si le lastimase mi toque - ¿No me amas? ¿Es eso?


- Mephiles... No es eso...


- ¿Qué es entonces? – La bese en la frente, viéndole sin pestañar - ¿Crees que dejaría de amarte? Lo que siento por ti es muy fuerte, te amo por cómo eres, por quien eres, ni siquiera es por tu cuerpo, eres tú, tu a la quien amo... Por favor... No quiero dejar de amarte, aun si siento que me asfixio sin ti, aun si me siento tan débil como un niño pequeño, no quiero dejar de sentirme así por ti... G... Por favor...


- No me llamo G – Contesto secamente, apartándose de mí con desprecio, viéndome molesta.


Impresionado, calle, viéndola intrigado, observando cómo se retiraba su strappless en su pecho. Apenado gire hacia otro lado, confundido por lo que trataba de decirme.


- Mephiles... - Me llamo, pero no me atreví a voltear a verle, no desnuda – Mi nombre es Geoffrey.


Extrañado, más sobre todo, por pensar que escuche mal, volví a verle, quedando impactado por lo que estaba ante mí. Retrocedí, aun si creer lo que veía, pero no había que buscar otra razón, ahí estaba G... Él...

Mi cerebro no hacia bien su trabajo, perdiéndome en su cuerpo masculino con caderas como si fuese la de una dama, no encontrando donde comenzaba su apariencia de mujer y donde terminaba las de un hombre, no sabía qué clase de magia era esta.

Él termino de retirarse la falda, quedando con un simple taparrabos, despejando si quedaba alguna pequeña duda de si era una mujer, divisando bajo la poca tela su bulto. G... Geoffrey, me miro apenado, estrujando su ropa en su mano, cubriéndose un poco con esta, derramando unas finas lagrimas por sus mejillas, teniendo que desviar su mirada hacia otro lado.


- Tienes que irte... Ya no podemos vernos nunca más... - Apenas pude escucharle decir antes de caer contra el suelo - ¡¡Mephiles!! – Esperaba que todo fuese una pesadilla, todo se volvía nubloso y perdí la conciencia.


Desperté en el granero de uno de los campos, el cielo estaba nublado, podía verlo desde la entrada, estando acostado en una cama improvisada hecha de paja. Al estar más orientado, encontré a G sentada en la orilla de la cama con su vestimenta de mujer. Sabía lo que era, pero no podía dejar de verlo como una mujer, estando al tanto lo que me mostro.


- G... - Llame, y... Él se giró rápidamente, revisándome preocupado.


- Mephiles ¿Cómo te siente?


- Como un gran tonto... - Respondí, en lo cuan él se alejó un poco, agachando la mirada apenado – ...Como un gran tonto enamorado - Él levanto la mirada confundido, para luego mostrar un ceño molesto.


- Además de ser un imbécil – El tono de su voz se engroso, apenas si notándose como el de un varón - ¿Por qué demonios te desmayaste? ¡Pesas como un caballo, carajo!


- ¿Entonces como pudiste traerme hasta aquí? – Pregunte con una sonrisa mientras me incorporaba.


- Tu pregunta es estúpida como tú – Respondió con su rostro aun amargado – Bien, si ya estás mejor puedo irme... - Se levantó, pero lo jale fuertemente del brazo, volviéndolo a sentar en la cama – Mephiles... No hagas esto más difícil de lo que es... No podemos-


- Quítate esa ropa – Ordene seriamente, logrando colorar a la mofeta a un rojo potente.


- ¿¡Qué demonios dices!? ¡¡Mephiles!!


- Sé que eres un chico, ¿Por qué usas aun esa ropa? – Me acerque a él, viéndole desafiante - ¿Por qué las sigues usando sabiendo lo que eres? ¿Te burlas de mí?


- ¿¡Que!? ¡Cómo te atreves! – Me abofeteo el rostro, pero no deje de sostenerle del brazo, viéndolo sin titubear - ¡Lo uso por que quiero! ¡No por ti!


- ¿No?


- ¡No todo se trata sobre ti! – Se soltó de mi agarre, frotándose el brazo como si tratase de calmar la molestia – Lo hago porque me hace sentir... Bien... Me siento atractivo así... Sé que doy asco, no tienes que decírmelo.


- No me das asco.


- No mientas – Gruño, viéndome de reojo.


- No lo hago, realmente creo que te vez muy lindo así – Pase mi mano por sus hombros, observándolo mejor, anonadado por tener un cuerpo tan atractivo a pesar de ser un chico – De alguna manera se te ve bien en ti.


- ... ¿De verdad lo crees? – Agito su cola, viéndome atento, logrando encantarme con su rostro sonrojado, ilusionado por mi respuesta. No pude soportar más, y solo respondí con mi boca en sus labios, robándole un beso el cual tuvo que apartar – Mephiles... No.


- Geoffrey – Le tome la mano, besándole el dorso de esta, atrayéndolo a mí para poder sentir su cuerpo con el mío – No hay nada que me haga dejar de amarte ¿No lo ves?


- ¿¡Ni siquiera estas confundido!? Hace unos minutos pensabas que era una chica, ahora sabes que soy un hombre ¿¡Y no te importa en lo más mínimo!? – Vocifero, golpeando la cama bajo nuestra.


- No – Respondí, frotando mi cabeza con la suya, ronroneando con sentir como él se frotaba igual en respuesta – Claro que es extraño y quiero entenderlo, pero lo único que me importa ahora es estar contigo... - Bese lentamente su mejilla, resonando mi beso contra esta, atontándolo fácilmente con provocar aquella sensación – Quiero irme contigo... Por favor, Geoffrey.


- Realmente... ¿Quieres escapar? ¿Conmigo?


- ¿Quién si no? – Sonreí, acariciando sus orejas.


- ... No me conoces del todo – Sonrió débilmente – Oculto muchas cosas peores, podría ser alguien malo, podría ser muy peligroso estar conmigo, incluso ahora.


- No me importa... - Le volví a besar para que callara de una vez, pero volvió a espantarme con un leve empujón.


- No piensas con la cabeza – Gruño, ocultándose con su mullida cola – No creo ser indicado para ti, no puedo darte lo que una mujer podría...


- No me importa – Volví a repetir, acercándome más a él.


- No te importa ¿Eh? ¿No te importa siquiera que pueda comerte vivo? – Pregunto en juego, con un tono molesto.


- Podría remojarme en vino tinto y decorarme con especias solo por ti – Coquetee, acariciando su cola.


- Tu... jajaja - Soltó unas leves risas, rascándose la cabeza - ...Incluso... ¿No te importaría tener sexo conmigo?


- Claro que me importaría – Le tome de la mano, mirándole fijamente – Es algo que me importa mucho, se trata de ti, después de todo.


Las suaves luces que desprendían los rayos de sol entre las nubes grisáceas en el cielo, se adentraban en el granero, iluminando a mi querida pareja. Ya no sentía dudas por lo que sentía, sabía que era amor. Aun al perder los recuerdos de ese día, sentía muy dentro de mí recordar a alguien que ame así con locura, tanto como para arriesgarme al tabú, al exilio, a la muerte... Pero ya nada me importaba, solo éramos los dos...


- Quisiera... Saber... Un poco más – Dije débilmente, tomando sus prendas, retirándolas lentamente - ¿Puedo?...


- ... Si...


Me cedió su permiso, y con lentitud, fui deshaciéndome de su ropa con mucha delicadeza, como si estuviera abriendo el capullo de una pequeña flor, todo hasta llegar a su ropa interior.

A este punto me sentía excitado sin razón alguna, el simple hecho de verlo sin ropa, de ver su cuerpo de esa manera, hacia mi corazón latir a toda potencia. Simplemente era demasiado hermoso, a pesar de que nuestros cuerpos no eran distintos, siendo varones, estábamos atraídos como si fuésemos opuestos.

Él tímidamente fue bajando su ropa interior, revelando su firme erección. No era más grande que yo, no era más distinto que yo... Entonces... ¿Por qué me excitaba locamente con ver a otro chico desnudo ante mí? No era primera vez que veía otro así... ¿Por qué con él sí? ¿Qué era esto? Que confuso era todo esto, ya comenzaba a entender lo que había dicho Geoffrey, pero eso solo avivaba mis deseos, mis deseos de unirme con él.


- Mephe... - Estaba en un trance y fue interrumpido por G, que me llamo por verme tan tieso y callado – Si no te gusta... Podemos dejarlo hasta aquí.


- No quiero – Dije con desesperación, terminando de retirar su ropa interior, volviendo concentrar mirada en su espléndido cuerpo – Solo... Quiero admirarte un poco más, quiero verte más, no quiero olvidar esto...


- Mephiles... - Se sonrojo, ocultándose con su cola – No digas tales cosas...


- G... Geoffrey... Eres muy hermoso. Estoy confundido por que no logro entender cuanto amo ver tu cuerpo así – Solo logre que se sonrojara más, acurrucándose en su cola para ocultarse – Lo-lo digo enserio – Me retire igual mi ropa, quedando desnudo ante él – Yo no soy nada atractivo comparado contigo, no-no sé cómo es que te sientes atraído por mi...


Se sentó sobre la cama, rodeándome en un abrazo, acariciando mi cuerpo. Me estremecí con su tacto, por sentir sus manos en mi cuerpo, aun me encontraba confundido, pero todo fue acallado con sus besos en mi cuello, sintiéndose tan bien, tan dulce, que estando dominado de esa manera, me acostó con él, quedando bajo de mí, en espera de que prosiguiera...

La noche que fuimos al granero... Recordé lo que hicimos... Por eso me sentía tan avergonzado, tan distante... Era algo que no deseaba haber olvidado... Y lo recordé justo cuando tú y Blaze estaban tan unidos... Sentí mucha envidia, envidia de estar vivo, envidia de poder sentir, envidia de poder ser amado... Sé que no justifica nuestro comportamiento y es algo que ya no importa, pero en ese momento lo necesitaba más que nunca.

Había hecho a alguien mío, y ame cada segundo de ese momento único, estaba tan contento que cualquier mala noticia podía ponerse de por medio y no me haría quitar esa emoción que tenía. No sabía si estaba bien, no sabía si estaba mal haber hecho aquel pecado con Geoffrey, solo esperaba volver a hacerlo.


- Tendré que vigilarte todo el tiempo en nuestro viaje – Comento Geo, acariciando mi pecho al estar abrazado conmigo – Habrá muchas miradas sobre ti en cada pueblo que vayamos.


- Jamás estaría con alguien más que tú, no tienes de que preocuparte – Dije molesto porque haya pensado en esa idea.


- No lo sabes, las cosas cambian e igual las personas – Se acurruco más en mi pecho, calmándose al sentir mi mano pasar por su cuerpo desnudo.


Hice silencio, viendo su rostro bajo de mí, preocupado por aquel hecho, siéndome para mi imposible imaginármelo en ese momento. Bese su frente, despeinándole sus mechones.


- ¿Y si nos casamos?... – Pregunte en un susurro, inseguro pero animado con la idea.


Se incorporó en la cama, dándome una mirada seria, como si fuese una mala idea. Solo pude sonreír de manera tonta, sentándome con él, abrazándole desde su espalda.


- ¿Muy imposible?


- Más que imposible... - Paso su mano por mi rostro con un leve rose, llevando su mirada hacia el suelo – Eres muy joven... Somos muy jóvenes para eso, además... No existe religión que vea bien esto.


- Yo no te estoy proponiendo casarnos por religión – Corregí, besándole el dorso de la mano – Me refiero a casarnos por alma.


- Mephiles – Dijo en tono molesto, levantándose de la cama – Eso es mucho más imposible – Tomo sus ropas y se fue vistiendo delante de mí – Casar nuestras almas solo podría volver las cosas más complicadas de lo que son.


- ¿Entonces qué quieres que haga? – Me senté en la orilla de la cama, observando como terminaba de cubrirse – Que solo este contigo ¿Sin nada que nos una? ¿Sin nada que diga que mi corazón te pertenece y el tuyo a mí?


- Por ahora... Si – Trato de animarme con su dulce sonrisa, pero voltee hacia otro lado con rechazo, recibiendo sus caricias incondicionales – Mephiles... Te amo, ¿Qué con mi palabra no puede ser suficiente para ti?


- ... No lo sé – Sabía que era exigente, pero no me satisfacía con tan solo palabras, necesitaba algo más, algo mucho más grande – Perdona por ser tan posesivo... Pero deseo hacer entender al resto que eres mío, y yo tuyo, y que te pertenezco por toda la eternidad.


Él sonrió de manera linda, como si fuese un gesto adorable de mi parte ese comportamiento mío. Me sonroje, tomando igual mi ropa para ir vistiéndome, distrayéndome de su mirada encantadora que me hacía dudar de todo lo que hacía.


- ¿Solo quieres algo que demuestre que somos el uno para el otro? – Pregunto con una sonrisa de lado, en lo que yo cabecee. Geoffrey se retiró su collar de diente y lo puso alrededor de mi cuello, ajustándomelo para terminar en besarme sutilmente, sonriendo coqueto con su rostro cerca del mío - ¿Con esto es suficiente?


- ...Si... Esta bien– Respondí con vergüenza, sintiéndome conforme con ello.

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Tras haber seguido por varias horas a un grupo de gitanos en el bosque, solo termine nuevamente decepcionado con mi búsqueda del brujo. Ninguno de los forasteros practicaba alguna magia oscura o maligna, y a pesar de que la mayoría actuaban muy sospechosos, era porque gran parte de ellos realmente no poseían magia, todos eran trucos muy bien preparados con algo de ilusión y suerte, pude descubrirlo al seguirlos de cerca, así como esa última vez.

Pregunte por parte de mis amigos y personas con más confianza si sabían algo, si tenían sospechas, pero ni Nack, Lightning y Bark sabían algo al respecto, repitiéndome muchas veces, que si no sabía, era mi deber averiguarlo de una manera u otra...

Volví a mi casa decepcionado y más que todo preocupado, no por no poder cumplir la misión que me habían dado, sino por el hecho de que un brujo malvado se encontraba entre los gitanos; sí Geoffrey y yo nos disponíamos a viajar juntos, me sentiría mucho más seguro al deshacerme de aquel ser oscuro.

Pase por los pasillos, hasta llegar a mi habitación, acostándome en la cama, encontrándome con cada sirviente y trabajador, curioso por mi mal humor, solo esperaba que mantuvieran su boca cerrara y no le informara nada a mi padre, pero era algo estúpido de pensar, conociendo a las personas de esta mansión.


- ¿Aún no lo logras encontrar al brujo? – Escuche la voz de mi madre, levantándome apresurado, sorprendido por su aparición. Una eriza totalmente oscura, incluso sus labios, ojos de un verde pino y sus largas púas que caían sobre sus hombros hasta sus pechos, acompañada de una mirada cansada que me observaba preocupada – Lo siento, dulzura, la servidumbre no pudo reservarse los comentarios de cómo te veías al llegar a casa... ¿Está todo bien?


- Madre... - El tiempo que compartía con ella era casi nulo, se había vuelto algo distante con él tiempo, sobre todo por estar estudiando con más esmero sobre magia y hechizos, teniendo que apartarse de mi para no tener distracciones, o eso era lo que mi padre decía, ordenándole a mi madre darme mi espacio para así volverme un hombre fuerte... - Estoy cansado, es nada mas eso...


- Mmmm... ¿Seguro? – Su rostro frio y sus ojos verdosos me miraron con sospecha, sentándose en la cama para tomar mi cabeza y ponerla sobre sus piernas – Eres un niño listo y astuto, pero te falta mucho más para saber cómo mentirle a tu madre – Acaricio mi cabeza, logrando relajarme, ya no sintiendo la necesidad de ocultarle nada.


- Ya no soy un niño – Proteste sin mucha importancia – Y sí, estoy cansado... Además de la misión de mi padre...


- Sé que no quieres ser el líder del pueblo, no tienes que serlo, es solo el deseo de tu padre – Siendo mi progenitora, sabia y reconocía mi deseo, siempre lamentando el hecho de no tener más opción que obedecer – Perdona que no pueda hacer mucho, mi cielo. Tu tonta madre solo sabe consolar, eso es todo.


- No tienes de que preocuparte, Madre... Está bien – Sentir sus caricias y su respiración me tranquilizaba, me sentirá refugiado con ella, lamentablemente, sabía que no podía ser por mucho tiempo - ... Me he enamorado – Su mano se detuvo, reposando en mi hombro esperando que la viese, para revelarle más – Lo... La amo mucho... Me siento en casa con ella – Confesé apenado, observando como ella sonreía por la noticia – Deseo casarme con ella, tener una familia... Quiero ir con ella...


- Mmmm... - Emitió un monosílabo, palmeándome la cabeza – Él es uno de los gitanos ¿No? – Me choqueo su respuesta, abriendo los ojos todo lo que pude, sudando asustado por su conocimiento ante algo que no había revelado ante nadie – Jajaja, los vi el otro día huyendo hacia el bosque tomados de la mano... Parece una muchachita ¿No es así? – Sonrió con un semblante agotado, recostando su cabeza en mi hombro – Mi corazón se alegra, pero a la vez teme, hijo mío... Es hermoso estar enamorado, pero te hace vulnerable del corazón.


- Lo sé... Siempre me lo dices – Suspire, mirando hacia el techo de mi habitación – Así como siempre me decías que no podía evitar enamorarme – Le sonreí, viendo como ella dibujaba en sus labios una mueca, intento de sonreírme devuelta - ¿No estas decepcionada?...


- ¿Por qué lo estaría? Eres mi hijo, mi dulce niño que se vuelve hombre con pasos rápidos – apretó mi nariz sacándome una leve risa – Estoy... Preocupada, como la madre que soy – Se escucharon pasos afuera de la habitación, seguido de que alguien tocase la puerta – Pase.


- Madame – Dijo una sirvienta de manera tímida – El señor Doom quiere verla.


- Dile que voy de inmediato – Se levantó tomando postura elegante, volviendo a un rostro frio y decaído. La chica sale y volvemos a estar solos – Mephiles... Ten cuidado, por favor. Confió en ti, pero el resto del mundo es malo, tú ni tu corazón estarán a salvo de la crueldad y el engaño de las personas que te rodean.


- Está bien, madre. Gracias – Asentí, observando cómo se marchaba de la habitación sin más dilación. Me frote mi hombro, llevando mi mirada a un punto muerto, recordando una vieja herida que me habían provocado no hace mucho tiempo...


Horas después fui también llamado por mi padre.


Camine lento por los pasillos, conociendo tan bien el porqué de mi asistencia a su oficina... Él estaba molesto, y por extraño que me pareciera en ese momento e incluso ahora, no conocía bien la razón...

La puerta fue cerrada tras mío por un sirviente, dejándonos a mi padre y a mí, solos. Estaba ansioso, temeroso, todos los castigos de padre eran de temer, pero también había algo bueno en el que me aliviaba, y eso era la piedad, pero no dejaba de ser justo con las cosas, solo no tenía que dejar que el tomara control de la discusión.


- Sin resultado alguno – Menciono, sentándose en la mesa de su escritorio, donde se hallaba una canasta con frutos y otros alimentos.


- No padre... - Respondí con una voz apagada, manteniendo mis brazos cruzados tras la espalda, parándome firme ante él – Lo único que he logrado descubrir es que no todo los gitanos son magos... Solo gente que usa trucos.


- Jajaja, si, eso son... Simples trucos – Saco de una de las gavetas del escritorio un lazo negro – Simples trucos sin magia que puede engañar hasta el más astuto mago, Mephiles – Comento, enredando la tela entre su mano – Si ya has descubierto estos simples trucos, te será sencillo saber quién es el brujo, ya que no usa ninguna magia para ocultarse – Dijo como si me arrojase una pista.


- ¿Qué acaso tú lo sabes padre?


Dejo de mostrar expresión alguna en su rostro, viéndome durante un minuto, colgando mi tensión a lo más alto para sentir una temible sensación en mi pecho. Soltó una risa serena, desenredándose la tela de entre sus manos.


- Jajaja, aun así no te lo diría, Mephiles – Se levantó de su escritorio, acercándose a mí, rodeándome lentamente – Es "Tu" misión encontrarlo, y "Tu" deber asesinarlo, lo quieras o no... - Dejo aquella tela entre mis manos, alejándose de mí.


- Entonces solo esperas que asesine a alguien para convertirme en el heredero del pueblo – No respondió, solo me ignoro, caminando hasta la ventana - ... No pienso hacerlo...


- Entonces gente inocente morirá.


- No es mi culpa y no es mi problema – Apreté con fuerza la tela en mi mano, deseando que mi padre me viese a los ojos – Si realmente "hay vidas inocentes en riesgo" puedes ir tu a matarlo, porque yo no lo haré – Arroje la tela hacia el suelo, caminando hacia la salida.


- Entonces te iras del pueblo... ¿No? – Me detuve en seco, volteando a verle incrédulo ante lo que dijo - ... Jejeje... No te detendré... Pero eso solo provocara una sola cosa – Me observo de reojo, abriéndose un poco el tercer ojo en su frente, desprendiendo un brillo siniestro – Serás desheredado de toda nuestra familia, tanto de nuestra magia como nuestra fraternidad.


Mi cabeza...

Comenzó a dolerme, atormentándome.

El estrés, el peligro, la presión, estaba carcomiéndome vivo, ahí mismo, enfrente de mi padre, el cual no tenía remordimiento alguno de las amenazas que me lanzaba, conociendo mis planes, conociendo cosas que había jurado que nadie más sabia ¿Qué acaso todo el pueblo ya lo sabía? No, no era posible.

Sentía como si fuera a sufrir un ataque de pánico, comenzaba a hiperventilarme, a temblar, pero trate de tomar otra vez la compostura, mirando con un odio indescriptible a aquel hombre delante de mí.


- Si estás dispuesto a reconsiderar tu decisión, toma el pañuelo y úsalo en aquella persona que creas sospechosa, revelara su poder y estará invulnerable para que solo tengas que matarlo con cualquier hechizo básico... Sera tan sencillo como levitar... - Hizo levitar un libro grande sobre su escritorio, manteniéndolo así sobre unas uvas – Y soltar... - Dejo caer el objeto, estrujando las uvas como si nada - ... Tranquilo... Solo tienes hasta mañana en la noche, cuando ya todos los gitanos hayan partido.


Salí sin decirle nada más, sin saber por qué llevaba tan eufórico aquel pañuelo escuro en mi mano...

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Caminaba de un lado al otro dando vueltas en círculo, vigilando cada esquina, cada piedra y árbol, creando un hechizo de pantalla para que nadie lograse verme ni oírme, esperando angustiado a Geoffrey, que apareció más tarde que temprano.


- Mephiles, ¿Qué ha pasado? – Logro verme ya que le había preparado un talismán para que pudiese atravesar la pantalla y verme atreves de este.


- ... Todos lo saben – Dije molesto, apretando mis puños para retener mi furia - ¿Quién demonios nos estuvo siguiendo?


- ¿¡Que!? ¡No! No es posible, los hubiera visto, yo... - Desconcertado buscaba la razón de mi noticia, llevándose una mano a la boca – No... No entiendo...


- Geo, si sabes algo, necesito que me lo digas – Le tome de sus hombros, sacudiéndole desesperado – Mi padre me ha amenazado con echarme de mi familia.


- Yo... Yo no sé nada... - Me aparto las manos viéndome molesto - ¿Y que con eso? ¿No pensabas huir conmigo?


- Geoffrey, te amo, y aun si dejase mi hogar atrás para estar a tu lado, no quiero que mi familia me abandone... Puedo darle la espalda a mi destino de ser dueño del pueblo pero no a mi familia, comprende.


- No comprendo – Dijo sin chistar, viéndome con ojos inseguros - ¿Por qué tu padre te amenazaría así sin razón alguna?


- Por qué quiere que asesine un brujo – Termine de decir, asustando a Geoffrey, tanto que dio un paso hacia atrás – Hay un brujo entre ustedes... Y quiere que lo asesine. Necesito saber quién es.


- ¿Y asesinaras a alguien solo por la aprobación de tu familia? ¿En eso que te convertiría? ¿¡Eh!? – Mostro una mueca molesta, apretando los puños a la vez que caminaba a un lado al otro como yo antes de su llegada - ¡Es increíble! Todo porque odian la magia negra, es como siempre me has dicho, son solo unos intolerantes, unos ignorantes, siempre es lo mismo, ¡Donde quiera que voy!


- ¿Geoffrey? – Paro su caminata, girándose a verme.


- Hay que irnos, ahora, o volverá a pasar – Me tomo de la mano, usando su magia para ir moviendo el campo que nos mantenía oculto, siguiéndonos este hacia donde caminábamos.


- ¿Volverá a pasar qué? Geoffrey ¿Qué volverá a pasar? – Le seguía el paso, caminando rápido para no ser arrastrado por su marcha apresurada.


- Lo que siempre pasa cada vez que llegamos a un pueblo, tu más que nadie lo sabes, Mephiles – Respondió con desdén, mirando hacia todas las direcciones – Nos acusan a todos como brujos, nos cuelgan, nos queman, como hacen con todos desde hace siglos – Con un hechizo volátil hizo desaparecer un camino obstaculizado por arbustos gruesos, desintegrándolos en un momento – No importa cuánto tiempo pase, no importa si estamos rodeados de magos, siempre nos verán como unos monstruos...


- Geoffrey, para por un momento – Me solté de él – Eso no va a pasar. Pero pueden correr un verdadero peligro con un brujo entre ustedes, tengo que encontrarlo antes de partir.


- ¡No hay tiempo para eso! Comprende que tenemos que marcharnos ¡Ya!, o nos mataran a todos – Volvió a tomarme del brazo, jalándome, tratando de llevarme con él – No pienso quedarme ni un segundo más, no dejare que arruinen todo lo que he conseguido.


- ¡Geoffrey! – Me aparte, soltándome de su mano - ¡No puedo irme aun! No así, tengo que avisarle a mi maestro como mínimo.


- ¿A Finitevus? Él esta con tu padre, él desea matarnos a todos ¿Cómo puedes confiar siquiera en él? – Molesto, se dio la vuelta y continúo sin mí, adentrándose en la espesura del bosque.


- ... Espera... - Seguí tras él, terminando a su costado, siguiéndole sin dejar de verle - ... Geo.


- Sé que estoy actuando muy paranoico, no tienes que decírmelo – Comento, cambiando su rostro a uno más tranquilo, sin dejar su gesto severo – Solo deseo irme contigo lejos de este lugar.


- Geo... ¿Cómo sabes que mi maestro se llama Finitevus? – Pregunte, deteniéndolo ipso facto - ... ¿A qué te refieres con todo lo que has conseguido?...


- Mephiles, por favor, deja de presionarme así. Sé cómo se llama tu maestro porque lo escuche de alguien más, y lo que he conseguido no dejare-


- Nadie sabe cómo se llama mi maestro... Solo yo y mi padre... - Me acerque a él, escondiendo mi mano en mi bolsillo – Hay... Otra cosa que me pareció muy peculiar... Pero lo he ignorado como el idiota que soy – Lo fui acorralando contra un árbol, quedando estático al verme, como si mi cercanía le fuese amenazadora – Aquel día... Dijiste que naciste con el don de entender a las hadas... Pero eso no es cierto, nadie nace con ese don...


- Me-mentí... Yo lo aprendí de un libro – Excuso con voz titubeante.


- No es cierto, Geoffrey – Me acerque más, volviendo un puño mi mano, sosteniendo el pañuelo en esta – La única manera de poder hablar con este tipo de hada es tenerlo como un familiar – Saque el pañuelo, llamando la atención inmediata de Geoffrey que miraba el objeto como un arma – Tu y yo sabemos que solo un brujo se puede hacer familiar de estas hadas...


- ¡E-espera, Mephiles! No es eso, no es como te lo han dicho, nos han tendido una trampa ¡Tienes que creerme, puedo explicarlo!


- Deja de hablar ¡YA!


Aquel pañuelo se transformó en un pergamino, desintegrándose con la flama de mi magia, envolviendo a Geoffrey para retener sus brazos, piernas y cuello con cadenas mágicas, cayendo indefenso al suelo frente a mí.


El hechizo se había cumplido, con el requisito... De un brujo...


- ¡Mephiles! – Grito entre lágrimas, viéndome con mucho miedo – Por favor, escúchame, no me hagas daño.


- ¡¡CALLATE!! – Me arrodille en el suelo frene a él, llevándome las manos a mis cienes, esforzándome en impedir que mis lágrimas salieran, pero estas se escapaban, al igual que mis sollozos... Había sido traicionado - ¿Por qué?... ¿Por qué?... ¿Por qué, G?


- Mephiles... - Él también estaba llorando, ocultando su rostro con vergüenza – Tenía que hacerlo, tenía que...


No hubiera deseado reaccionar así, pero lo siguiente que hice fue golpearlo fuertemente en su rostro, arremetiéndolo contra el suelo.

Pude escuchar su quejido de dolor, pude ver su sangre salir de su nariz y de sus labios. Había lastimado a quien más amaba, pero mi corazón herido provocaba que descargara toda mi ira, sin importar quien fuese, solo tenía un inentendible deseo de hacerlo callar... Pero me contuve.


- ¡¡ERES UN DESGRACIADO!! – Grite fuerte, golpee el suelo con mis puños consecutivamente, sintiendo el romper de mi piel, mi sangre siendo derramada, formando inconscientemente un aura densa y oscura a mí alrededor – Cuando creí... ¡Cuando creía que realmente valía la pena seguir luchando!


- ¡Por favor escúchame! – Grito, pero no deseaba más palabras de él - ... Nos engañaron a ambos...


Mis manos temblorosas y ensangrentadas apretaron la tierra bajo mis pies, viendo delante de mí aquel embustero que mostraba una mirada entristecida.


- Ah... Escucha bien – Soltó un suspiro ahogado con un gimoteo doloroso – Mi aquelarre... La bruja mayor me dio una misión... Al igual que tu padre a ti – Se trató de sentar, totalmente adolorido – Los dos planearon todo esto...


- ... ¿Cómo esperas que te crea? Ya me has mentido suficiente – Me levante, deseando acabar con todo.


- ¡Solo escucha!... – Protesto, viéndome sin temor – Ellos planificaron todo esto para que los dos nos matáramos el uno al otro, solo para probar la pureza de nuestra magia, la fuerza y el poder de nuestras razas – Le observaba, esperando más explicaciones sin peso, dándole todo el tiempo para que dijese lo que tuviese que decir antes de matarlo – Se suponía que tenía que sobrevivir a ti y tomar parte de tu energía vital para poder ser ascendido de categoría... Pero... Fracase.


- ¿Cómo que fracasaste? ¿Qué no es lo que hiciste?


- Si hubiera sido así no estaría atado e indefenso ante ti... - Una lagrima fue derramada, sonriendo de manera dulce hacia mi – Mephiles... Tengo 142 años... Realmente te hubiera podido matar en cualquier momento – Su dulce rostro mostro una frialdad profunda, siniestra, congelándome por un momento – Yo no pude... No pude porque no quería matarte, quería... Jajajaja... Quería escapar contigo – Rio fuertemente, llevándose las manos a su rostro, cubriéndose los ojos mientras sus risas iban cambiando a unas entristecidas, terminando en un débil llanto – ¡Quiero escapar contigo! Quiero escapar contigo, ahora que finalmente encontré un motivo para ser feliz – Forcejeo las cadenas, distorsionándolas con bastante esfuerzo, solo consiguiendo que estas fueran apretadas con mayor fuerza – Solo quiero escapar contigo... No quiero irme de aquí sin ti... Te lo juro por mi alma... ¡Te amo, Mephiles!


Con aquella aura envolviéndome, cree una daga de cristal, armándome con esta para quedar frente a Geoffrey.


- Yo también te amo... Pero ya no puedo amarte – Tome brutamente el cabello de su nuca, estirando su cuello hacia atrás, amenazando la daga contra su cuello – No puedo... No después de saber... Que todo fue como una prueba, una farsa bien montada.


Sus ojos zafiros me miraron temerosos, impresionado de mis palabras... Pero una suave sonrisa se dibujó en su rostro, cerrando sus ojos antes de mencionar... Aquellas palabras.


- Entonces... Seré feliz al saber que nos amamos y terminar con mi vida una vez dejaste de amarme... - Apreté más mi daga contra su cuello, cortándolo lentamente – Ya estoy cansado... Cansado de buscar y no conseguirlo... Finalmente lo conseguí, después de tanto – Mas lagrimas cayeron de sus ojos, aun con esa sonrisa...


Gire el cuchillo, retirándolo de su garganta sin lastimarlo más, liberándolo de mi agarre. El abrió los ojos confundido, viéndome en busca de una razón. Me levante, disminuyendo el campo invisible hasta estar rodeando a Geoffrey, viéndolo mientras me alejaba de él.


- No... No mereces... No mereces esa paz. No a costa de que yo viva con mis manos llenas de tu sangre y el tormento de que hayas cumplido tu deseo – Hice aparecer el pergamino que lo mantenía retenido, deshaciéndolo para que fuese liberado - ... Vete... Y no vuelvas jamás, Geoffrey... Si vuelves te matare, te matare no por ser un brujo, si no por el tormento de no haberte hecho descansar de tu maldición de ser lo que eres...


Geo me observo con inseguridad, levantándose, dando un paso hacia mí, deteniéndose ante dudar, apretando los labios con fuerza, dejando deslizar sus lágrimas hacia su mentón cayendo sobre el suelo en donde estaba. Apretó sus muñecas, reteniendo sus lamentos. Soltó unas risas débiles, viéndome con su cara empapada en lágrimas, revelándome una sonrisa adolorida.


- Claro... ¿Cómo se me ocurre? – Dio un doble paso hacia atrás, sin dejar de verme – No merezco tal cosa – Se limpió las lágrimas con su mano cerrada – Lo mejor que puedo hacer... Es seguir viviendo por lo que soy – Dio media vuelta y empezó a caminar, siendo ocultado por el campo de invisibilidad. Giro a verme con una sonrisa desolada antes de alejarse del todo sin decir más nada.


Fui por mi camino, soltando la daga contra el suelo, volviéndose pequeños cristales tras mío. Agotado, derrumbado, tan herido, solo me quedaba recoger todo, todo para no volver a aquel lugar que me hacia recordar mi gran error.


- Lo siguiente fue aquel recuerdo que revele con mi sonambulismo... Me había comunicado con mi maestro, contándole todo... Lo que jure ante él fue... Jamás volver a perdonarle la vida a otro brujo...


Termino de contarme, notándose su mirada apagada, apegando sus piernas a su torso sobre el respaldar de la ventana.


- Luego recuerdo... Haberle escrito una carta a mi padre, explicando mi fallo y mi partida del pueblo... Me fui lejos de ahí. Es lo último que recuerdo – Paso su mano por su rostro, soltando un cansado suspiro.


- ... Eso... Lo que paso no debe de desanimarte, Mephiles... - Dije, pero solo obtuve un gesto de negación de Mephiles, siendo ridículo lo que había dicho – Yo... No importa...


Mi vista volvió hacia el exterior, donde las aves revoloteaban libres, sin compromisos... Sin penas... Solté un largo suspirar... Al parecer no era el único que cargaba con una enorme cruz. No, tan solo sería una diminuta astilla, comparado con el peso de Mephiles.

Ahora por más grande que fuese su dolor, por más que intentara, esto era algo que no se aliviaría ni mejoraría con palabras. Lo que más necesitaba este erizo era algo de atención y afecto, algo que lo volviese a hacer sentir vivo.

Me acerque a él, separando sus piernas sutilmente, estremeciéndolo antes de que me recostara de espaldas en su pecho, tomando sus manos para que me envolviese en sus brazos, quedando entre sus piernas.


- Realmente... Lo siento – Me sujete bien de sus brazos, como si de igual forma necesitase su contacto – Pero lamentar solo hará tomar importancia a algo que realmente no lo vale. Créeme, lo sé muy bien... Sé lo que sientes – Agache la cabeza, apretando las manos de Mephiles – Lo único que podemos hacer los dos... Es olvidar... Pero muy bien sabemos que eso no soluciona nada – Gire a verle de lado, descubriendo su mirada decaída – Lo mejor que podemos hacer es aprender de nuestros recuerdos e ignorar lo malo de ellos.


- Es difícil de todos modos... - Sus labios se formaron, mostrando una mueca triste – Incluso... Empiezo a dudar si vale la pena recordar, sabiendo que puede doler así como ahora... - Lo observe atento, notando como unas gotas de su ser se acumulaban bajo sus ojos – Tenias razón después de todo... Soy bueno en olvidar, porque es lo que mantiene ignorante de lo horrible que fue mi vida.


- ... No – Bese suavemente su mejilla, haciéndole reaccionar con impresión, tomando su atención – No es cierto – Volví a besarlo, frotando mi frente en su mejilla, soltando un suave ronroneo – No es cierto... Lo has olvidado por que estabas solo... Ya no lo estas – Acaricie su rostro, sonriéndole con cariño - Aun si duele, aun si sufres... Recordaras todo... Recordaremos todo, no hay que olvidar, no podemos. Te ayudare, tú me ayudaras, nos ayudaremos... Pero no te des por vencido... Porque sentiré que se habrá acabado todo.


Siquiera pude verlo, pero pude presentir esa sonrisa a mi lado, abrazándose más de mí, besando mis mejillas, reposando su barbilla en mi hombro, acariciando mis púas y yo hacía igual, apaciguando el dolor de la cicatriz que había vuelto abrirse en el corazón del ente. Reconfortándonos en silencio, con aquellos cariños que nos habíamos reservado, empezábamos a sentir esa vieja emoción, tan importante y deseada.

La luna se alzó y ambos nos fuimos a la entrada de la mansión, pero nadie esperaba ahí, Blaze no se encontraba en ningún sitio, tomándome la preocupación por su ausencia. Pensé en buscarla junto a Mephiles... Pero algo me impidió siguiera mencionar aquella sugerencia, preferí dejarlo así, tomando la mano de Mephiles para pasear a los alrededores de la mansión, omitiendo por esa noche la búsqueda. Ya habían sido demasiados recuerdos por hoy.

Lo importante en ese momento era vivir el momento, ignorando el ayer y el mañana.

Recorrimos el espeso campo de la mansión, caminando lento, observando la hermosa noche sobre nosotros, con la luna llena a todo su esplendor. Un copo de nieve cayó en el hombro de Mephiles, notándolo antes de que él se diese cuenta como muchos más copos descendían del cielo, aterrizando en la maleza y en el suelo, adornándolo todo en una bella escarcha.


- El invierno se adelantó un poco más este año – Comento, caminando hacia los enormes pinos que rodeaban la mansión.


No tardamos más que un par de horas, volviendo adentro de la mansión, caminando con mucho más cuidado en los pasillos hasta llegar a mi habitación. Nos sacudimos la nieve de nuestra ropa, dejando nuestras chaquetas secando en los respaldares de las sillas.


- Por los momentos, estarán más a salvo aquí adentro que con el cruel frio de afuera – Llevaba entre mis manos el nido de las aves, que estaban totalmente atemorizadas, temblando, protegiendo sus huevos sin abandonarlos en ningún momento – Solo será hasta la primavera pequeñines – Calme, dejando el nido cerca de la ventana para que pudiesen ver el exterior - ¿Cómo es que ellos pueden estar en esta mansión? No les pasa lo mismo como al resto de los del pueblo.


- Son seres vivos sin nada de magia, pero tienen una enorme perspectiva de esta, lo cual les hace presente ante el poder de esta, y a su vez, les confiere algo de inmutación hacia esta – Me respondió, acercando el manto azulado que había creado en el granero, solo para envolver el nido en este, dándole suficiente calor – Los animales no se atreven a entrar en esta mansión por su influencia mágica, por la maldición, pero ellos estarán a salvo con nosotros siempre y cuando permanezcan en esta habitación.


- De acuerdo – Conteste alegre, sacando unos seriales y un pequeño envase de agua para las aves – Espero que podamos mantenerlos con vida hasta la primavera.


- Lo estarán – Acaricio con gentileza mi melena, haciéndome chillar de la impresión, apenándome por mi comportamiento mojigato – Todos lo estaremos – Acerco su rostro al mío, viéndome directamente, siéndome inevitable alejar la mirada, recibiendo un simple y casto beso en mi mejilla.


Me tomo la mano, acariciándola con su pulgar, viendo como la luz de la luna penetraba en la ventana, sintiéndose como el frio trataba de colar por esta, pero siendo espantada por el calor y la magia que nos mantenía atrapados en aquella maldita mansión.

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