Instinto Maldito

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El calor envolvía todo el cuarto sobre el frió de afuera, manteniéndome tibio bajo las sabanas. Sus latidos se escuchaban tan claros como su lenta respiración, tan inmóvil estaba al igual que yo, apenas consiguiendo mantenernos a esa cercanía por miedo a invadir la intimidad del otro, pero aun así, se sentía muy bien.

Decidí cerrar los ojos y seguir descansando, pero un beso en mi nariz me hizo dar un brinco de la impresión, viendo al azabache delante de mí, sonriendo.


- Buenos días – Saludo con su muy tonta sonrisa.


- Como arruinas una mañana tranquila – Gruñí, sin siquiera apartarme – Eres mucho más agradable cuando estas callado y quieto – Sonreí con sinceridad.


- ¿Cómo para que puedas hacer un autorretrato de mí en tu mente? – Pregunto irónico, levantándose, dejando la cobija deslizar sobre él para ser descubierto aun con su ropa, sacudiéndose sus púas al estirarse – Me gusta que me mires de esa manera, pero me cuesta resistir a besar tu carita blanca teñida de rojo.


Mi pelaje se erizo instintivamente por su comentario, sacándome debajo de las cobijas, arrastrándome a la orilla de la cama, dándole la espalda para ocultar la verdad de sus palabras. Me levante tomando mis ropas, recorriendo la habitación en silencio, revisando a nuestros nuevos compañeros de cuarto que se mantenían cantando su dichosa canción matutina, bañándose en una tasa de agua que había traído para ellos.

Igual, fui a asearme, procurando de estar en total soledad, vistiéndome con unas buenas ropas para salir bien arreglado, topándome con el azabache alimentando a las aves con lombrices. Peculiar manera de ser amable y generoso, pensaba, pero esa era su manera de ser y hacer, y nada me molestaba, mas, me dejaba confuso e intrigado, diciendo conocer sus razones y sus motivaciones por ser como era.


- ¿De dónde has sacado los gusanos? – Pregunte con una risita acompañada.


- De un libro – Incline mi cabeza curioso, preguntándome el cómo – No es del todo literal, hay varias cosas que puedo tomar dentro de este libro – Señalo con la mirada el encuadernado grueso y viejo al lado del nido de aves – Puedo mostrarte por si aún tienes dudas.


- No hace falta, te creo – No era amante de esas repulsivas criaturas, con tolerar ver como pequeños pajaritos se las engullían cuales manjares me hacía achicar el estómago - ¿Qué tal si vamos a la biblioteca? Aun hay que seguir con mis estudios.


- Me llena de orgullo escuchar a mi estudiante con ese gran desinterés – Se levantó, tomando lo poco en mano para guiarme a otra al azar salida.


- No te sientas tan orgulloso, apenas baje la guardia me vera buscando una buena novela como las que me gusta – Advertí, hiendo tras él, observando como Mephiles levantaba bajo la loza del suelo una compuerta que había estado oculta ante nuestros ojos, mostrando un camino de caleras que descendían hasta la oscuridad.


- Imposible, me sería imposible dejar de verte, Silver – Otro coqueteo, me ruborice levemente, dándole una pequeña sonrisa – En marcha.


La concentración era tal que se podía sentir alguna especie de competitividad, lo podía presentir, sobre todo por ser yo mismo el que lo había empezado. Ambos nos manteníamos leyendo un libro tras otro a una gran velocidad, batallando entre quien leía más libros que el otro antes de acabar con la enorme estantería. Lamentablemente, el ganador había sido Mephiles, como siempre, pero aun así no pude reír en tono de victoria, aplaudiendo divertido por la partida.


- ¿Qué te hace tanta gracia? Veo que te gusta tragar mi polvo – Comento, burlándose de mí descaradamente con un aire superior, reposando su mentón en su mano sobre su enorme trono de aproximada dos metros y medio.


- ¡Mira, mira! – Con mi brazos entendidos, di a demostrar la gran altura de mi trono de pilas de libro, estando lejos de la altura del de Mephiles – Me supere a mí mismo, cada día voy más rápido ¡Estoy jodidamente alto! ¡Jajajajaja! – Carcajee, casi cayéndome de esa inestable colina deslizante – Además, conseguí tres libros interesantes – Levite los libros que había seleccionado, poniéndome de pie sobre mi trono, deslizándome sobre este para llegar a suelo – Ya tengo hambre, ¿Qué tal si vamos a la cocina y preparo unos buenos buñuelos para ambos? ¿Te parece?


- ¿Buñuelos? – No pensó mucho y dio un salto aterrizando en el suelo sin ningún rasguño, caminando rápidamente hacia mí – Por supuesto, vamos, por favor.


- Tan esperado de ti, jaja – Comente, caminando a su lado hacia la salida, pasando hacia los pasillos – Así aprovecho y aireo el vino. Muero por probarlo ya – Frote mis manos, ansiando emocionado el sabor de la bebida.


- ¡Yo también, yo también! – Añadió mucho más emocionado, frotándose igual las manos con mucho más esmero.


- Puedo incluso competir con la mala bebida del señor Chuck, apuesto que se lo tomara como agua – Comente en broma, conociendo lo muy fuerte y seca la bebida que suele tomar mi viejo amigo – Aun que de seguro tú le ganarías entre quien pudiese tomar más.


- Solo porque no puedo saborear ni percibir los alimentos – Dijo quejumbroso, agitando los brazos – En cambio con tu bebida, podría tirarme al suelo con una sola copa.


- Espero que no, no tolero mucho las bebidas fuertes – Pase junto a Mephiles a una habitación, continuando puerta tras puertas, abriendo consecutivamente unas tras otras, volviendo a los pasillos y regresando a diferentes habitaciones – En fin ¿Cómo quieres tus buñuelos? ¿De champiñones? ¿De espinaca? ¿De frijoles?


- ¿Puede ser de carne? – Pregunto ilusionado.


- Ya sabes que no puedo... - Respondí apenado, viendo como su cara se entristecía.


- ... ¿Y de queso?


- Mmmm Puede que lo intente – Le sonreí cariñoso, dándole un leve golpe, respondiendo él con una leve risilla – Tratare de hacerlas hoy, pero me tendrás que ayudar – Continuamos, en lo que él abrió una puerta, consiguiendo un muro de ladrillos.


- Sí, sí. Por supuesto, Silver – Contesto contento, viéndome con una sonrisa encantadora, continuando para golpearse la cara contra la pared, soltando una maldición para ver confundido hacia la puerta - ¿¡Ahora qué diablos!?


Reventé en risas, tratando de cubrirlas con mi mano en mi boca, tomando la atención de Mephiles que me clavo su mirada molesta, no pudiendo evitar reír mas por lo mismo, tomándome un momento antes de que volviera a recuperar aire, girando a verle a los ojos sin volver a caer en risas.


- Lo-lo siento, no pude evitarlo – Pude decir, peinándome las púas.


- ¡Hmp! – Se cruzo de brazos y miro al frente, observando la nueva barrera.


- Vamos, no lo tomes tan personal, deberías aprender a reírte un poco de ti mismo – Comente, dándole leves codazos.


- No es eso – Me miro de lado, sacando la comedia de mis comentarios – Esto... No sé qué significa – Dio media vuelta, regresando a la puerta de donde entramos, abriéndola para encontrarse la pared con el tapis de la misma habitación – Aahg... ¿Por qué ahora esta mansión empieza a hacer cosas diferentes a lo usual? – Se quejó, apretando su entrecejo.


Solo observe, pensando la manera de salir de esta, volviendo mi mirada hacia esa pared de ladrillos, preguntándome de una posibilidad.


- Mephiles ¿Y si tratas de derrumbar la pared?


- ¿Qué? ¿Derrumbar la pared? ¿Y por qué funcionaria esta ves? – Mostro molestia en su rostro, mirando hacia otro lado desinteresado, jugando un poco con mi paciencia por su actitud negativa.


- Vamos, solo inténtalo ¿O no quieres esos buñuelos de queso? – Incite, sonriendo al ver como abrió mas los ojos, volviendo a mirar la pared – Vamos, tu puedes, grandote – Anime, lanzándole un leve golpe en su brazo.


Miro la pared como si fuese su enemigo, dio fuertes pasos hasta estar frente a esta, alzando pecho y luego su brazo, creciendo este hasta formarse una enorme garra, la cual estampo con fuerza contra la pared, derrumbándola como una pila de cartas, abriendo camino hacia un sitio luminoso de los rayos del sol.


- ¿Qué?... ¿Estamos afuera? – Tosí, sacudiendo el polvo que fue levantado por los trozos de piedra que cayeron sobre la tierra.


- No, aún seguimos en la mansión – Mephiles termino de salir, siguiendo yo tras él, inseguro de donde nos llevase aquella puerta – Es otro jardín...


Pude deslumbrar un pequeño espacio lleno flores como tulipanes, orquídeas, girasoles y amapolas, pero además de ello, este jardín mantenía un grupo de criaturas, criaturas que solo se oían hablar de gente que era propensa a delirar sobre cosas de fantasía, ahora esas ideas que tenia de ellos se evaporaban y en cambio sonreía de la impresión al ver gran grupo de Jackelopes reunidos en ese pequeño espacio, brincando, corriendo uno tras otro, amontonándose juntos para darse abrigo.


- Oh... Por... Dios... - Dije débilmente hasta quedar al costado de Mephiles, viendo al pequeño grupo de criaturas peludas, observándonos temerosos y curiosos.


- Lo sé, esto es-


- ¡¡Que adorables!! – Deje todas mis cosas de lado y corrí tras los pequeños conejitos con cuernos, huyendo estos de mí. Aquellas cositas me daban ganas de apachurrarlas y besarlas no podía contener mi emoción e iba tras ellos hasta conseguir atrapar a uno - ¡¡Que suavecito!! ¡Son tan tiernos! – Chille, dejando ir el jackelope que peleaba fuertemente por que lo dejase ir - ¡Mephiles! ¡Mira! ¡Que lindos son!


El erizo azabache dejo su vista sobre mí un momento antes de reaccionar de su trance momentáneo, sacudiendo la cabeza antes de caminar hacia mí, admirando igual que yo al grupo de criaturas mitológicas.


- Pensé que no existían ¡Esto es tan increíble! Ahora seré uno de esos sujetos que juro verlo y nadie me creerá, jajaja – Reí en son de lamento, levantándome del suelo para explorar mejor el lugar – Este sitio es en sí hermoso.


- Sí, sí que lo es – Dijo, rascándose el mentón – Que pena que no tienes como dibujarlos o pintarlo.


- Jajajaja, no tan rápido – Le vi con egocentrismo, moviendo mis manos en ondas, sacando bajo la manga de mi chaqueta una pulsera que había hecho para mí, la cual contenía un diminuto cuaderno de metal junto a unos creyones igual de diminutos, sacándolos de la misma pulsera, aumentando su tamaño para tomarlos en mano, presumiéndoselo a Mephiles con total audacia - ¡Esta vez vengo preparado! – Exclame, abriendo la libreta, buscando el mejor cuadro para dibujar.


Capte un grupo de tres jackelopes, olfateándose los hocicos, acercándome cautelosamente hacia ellos sin alterarlos, haciendo un rápido boceto de su escena adorable, terminando la base para luego darle los detalles importantes. Continúe como una cría y una madre, olfateando las petunias mientras degustaban con pequeños mordisquitos; esto mismo lo dibuje rápidamente, haciendo otros dibujos más del pequeño jackelope que apenas le empezaban a crecer los cuernitos. Así fui uno tras otro, emocionado con tan solo verlos correr, brincar, olfatear, dormir y pelear, todo esto era adorable, no podía evitar chillar de la emoción al ver tan tiernos seres viviendo en esta mansión.

Tanto fue mi conmoción hacia las criaturas, que estas curiosas, empezaron a acercarse en una de las veces en la que estaba dibujando retratos de ellas, llamándome la atención una peculiar que se acercó hasta estar tocando mi libreta de dibujos, olfateándola y vigilándome por si no le hiciese daño. Muy sutil y cautelosamente acerque mi mano, asustándola en la primera impresión, pero volvió a acercarse, permitiéndome acariciarle la cabeza y luego su cuello, sacudiendo sus patas de forma que le gustase.


- Son las cositas más lindas que he visto en mi vida – Dije en voz alta, acariciando otro jackelope que se acercó – Quisiera quedarme con uno, pero es mejor que se queden con su grupo ¿No es así Mephiles? – Gire a verle para tener su respuesta. Él camino lentamente hacia mí hasta estar a mi lado, quedando de cuclillas, asustando un poco al grupo de criaturas a mí alrededor.


- Si – Dijo, viéndome de forma diferente – Así que toma buenos dibujos de ellos – Me animo, sonriendo en su manera muy encantadora con sus colmillos.


- Eso haré – Afirme, volviendo a mi libreta, no sin antes sentir su mirada sobre mí. Rápidamente volví a verlo, teniendo sus ojos verdes oscuros, esperando... Algo...


Trate de ignorarlo, pero su mirada persistente me ponía nervioso, conociendo muy bien lo que buscaba. Alce la vista hacia el pequeño campo de flores, buscando la manera de tomar algo de valor para girarme, y acercarme, y verle, solo para unir nuestros labios en un rápido beso que apenas si se pudo sentir, logrando con tan solo eso, sonrojarme completamente, apartando mi rostro de él para ocultar mi vergüenza.


- Mmmm... - Dijo como si saboreara algo – Manzanas verdes... - Comento, lamiendo sus labios, cambiando su mirada a una burlona.


- ¿Manzanas? – Me lleve los dedos a mis labios, preguntándome, si esta vez pudo sentirlos - ¿Por qué sabe a manzanas verdes?


- No lo sé – Murmuro suave, cerca de mi oído, tomando mi mentón para hacerme verlo – Pero si estás muy curioso podemos averiguarlo... - Se acercó más, apenas tocando sus labios con los míos.


- ¡N-no te sobre pases! – Me levante, casi tropezando, asustando a todos los jackelopes por la acción tan brusca y repentina, escuchando la risa de Mephiles – Eres un pervertido, pervertido, pervertido.


- Si adorar tus besos me hace un pervertido me considero culpable de ser un ninfómano – Sonrió mordaz, lanzándome su mirada coqueta como si eso fuese a convencerme.


Mis púas se elevaban involuntarias a la defensiva, gruñendo bajo por escucharlo decir aquellas cosas, porque significaría... Que también lo era.

Me aleje de él, ignorando sus comentarios obscenos, consiguiendo en mi camino, oculto por un arbusto lleno de cerezos, una pequeña mesa de jardín, con sus sillas y un juego de tasas de té, acompañado de bocadillos. Atraído por esto, me acerque y revise inseguro cada tasa y cada galleta, esperando que no fuese una trampa, finalizando en sentarme y servirme un poco de té de la tetera, sorbiendo el líquido de color magenta, exhalando gustoso por el fino sabor.


- ¿Silver? – Llamo aquel erizo, acercándose hasta estar al lado de una silla - ¿No temes a siquiera que este envenenada? – Pregunto con aquel mando de regaño.


- Si lo esta no me pasara nada – Bufe, ignorándolo para seguir tomando de mi té – Solo estas molesto por que no puedes probarlo.


- ... Tuche – Admitió, impresionándome un poco el haber acertado. Se sentó conmigo, observando las galletas como adornos, deshaciéndolos fácilmente con sus garras como si estuviesen hechos de tierra - ¿No íbamos a hacer buñuelos?


- Puede esperar. Aprecia el momento, Mephiles. Jamás habías estado aquí, puede que jamás se repita – Terminaba un dibujo de dos conejitos besándose las naricitas, continuando con otro de ambos – Déjame terminar estos libros y podemos ir a comer – Sonreí, sacando en cara lo que siempre hacia Mephiles conmigo.


- ... ¿Qué no puedes leerlos después?


- ¡Nada mejor que el ahora! – Le interrumpí, abriendo uno de los libros, tomando otro sorbo de mi té, continuando un relajante silencio, solo escuchándose el sonido de las aves y de algunos jackelopes.


Mientras leía concentrado una novela de misterio, Mephiles paseaba por el jardín, persiguiendo a un paso lento los jackelopes, huyendo todos de él antes de siquiera estar cerca.

Termine el libro, con algo de decepción, un final predecible, unos personajes mediocres y clichés que me sacaron el coraje en más de una vez en toda la lectura. Proseguí a la siguiente, comiendo un par de galletas, volviendo prestar atención en lo que hacía Mephiles, quedando extrañado al verle en una típica posición de casa que tomaría un depredador, asechando a un grupo de Jackelopes.


- Mephiles ¿Qué haces? – Lo saque de su concentración, asustándose para pararse rápido del suelo, sacudiéndose la ropa y fingiendo demencia – Deja de molestar a las pobres criaturas, de por si les das miedo – No respondió, solo mostro amargura en su rostro y volvió a caminar, lejos de los conejos con cuerno.


Ya estando tranquilo, continúe con el libro, terminándolo en un santiamén, molesto por otra decepcionante novela, tanto, que la prendí en fuego, no merecedor de mi tiempo malgastado. Resople aburrido, vigilando nuevamente a Mephiles, que igual, me vigilaba a una larga distancia, acompañado de ojos impacientes, esperando que terminara el último libro. Le saque la lengua, solo para hacerlo molestar, obteniendo una cara malhumorada, riéndome un poco por su impaciencia.

Tome el último libro, este en cambio, no era ninguna novela, me había dado curiosidad al leer su título; "Magia base" Un libro de estudios que decidí tomar para leer en otro momento.


- ¿Ya podemos ir a comer? – Mephiles me interrumpió en la mejor parte del libro, posicionando sus manos sobre la mesa, demandando por su postura que terminara con su espera.


- Ya, ya, déjame terminar – Me aparte un poco más para que me diese mi espacio, pero el solo me arrincono más.


- Puedes leerlo después, vamos a comer – Volvió a pedir, esta vez con mando, molestándome su actitud.


- ¡Dios santo, Mephiles! – Regañe, parándome, golpeando el libro contra la mesa – No ha pasado ni una hora y ya estas como un niño malcriado – Zapatee varias veces contra el suelo, cruzándome de brazos – Si sigues comportándote así no te daré ni un solo buñuelo – Sus orejitas se agacharon, sentándose tranquilo en la silla, viéndome ahora más paciente.


- No hay por qué perder la calma, podemos esperar un poco mas – Sonrió nervioso, juntando sus manos – Por favor, tomate el tiempo para leer.


- ... Bueno... - Me senté igual, paseando la mirada por las flores junto a las criaturas – Hay otras cosas que quería saber que el libro no puede decirme – Él me escucho atento, esperando que prosiguiera – Según sé, los jackelopes son criaturas... De las que pocas personas pueden verlas ¿Cómo es que una especie mitológica, casi imposible de ver se encuentra en una gran cantidad dentro de esta mansión maldita? ¿Y cómo es posible que estos seres no se aterran de la magia oscura dentro de este sitio? Incluso los pajaritos de anoche estaban aterrados, solo que no tienen otra opción de quedarse.


- Eso es porque son mágicos – Contesto, aburrido. Abrí mas los ojos y volví a ver a las felpadas criaturas correteando, como si volviesen a ser criaturas de mi imaginación – Son criaturas con magia pura, no se sienten aterrados por la magia de la mansión.


- ¿No? Pero aun así la maldición debería de... Mantenerla alejadas un poco ¿O no?


- La verdad es que no, Los Jacklelopes son criaturas impetuosas e irracionales, irán y harán cualquier cosa por conseguir buen alimento, un sitio seguro y caliente, sin importar donde sea, lo cual las ha acercado al peligro de su extinción por su casa, no son como las otras criaturas mágicas que muy raramente se ven – Explico con rostro aburrido, lleno de aire de soberbia.


- ¿Incluso se atreverían a entrar en una mansión maldita? Pero la maldición atrapa todo aquel con magia no perteneciente al pueblo ¿O no? ¿Entonces están atrapados como nosotros? – Pregunte, en lo cual él quedo callado, cambiando su rostro a uno desconcertado, como si algo viniese a su mente.


- No... No lo están... - Se levantó de su silla, girando ver al grupo de criaturas que igual le devolvieron su mirada, atento a lo que fuese hacer – Los Jackelopes pueden escapar ante cualquier magia y barrera física... - Mi boca quedo abierta de par en par, no creyendo lo que decía, siéndome difícil contener el shock ante la noticia.


- ¿¡Entonces podemos averiguar como ellos consiguen salir de la maldición!? ¿Es eso lo que tratas de decir?


- ¡Si! Tan solo tenemos que investigar un poco más sobre ellos, podemos averigua que tipo de poder usan para poder escapar... - Su rostro alegre marcaba una sonrisa esperanzada, logrando aportarme un poco de esta, sonriendo igual, acercándome a él – Necesitamos buscar todos los preparativos, puede que nos tome varios días, los Jackelopes pueden tardar unas semanas antes de migrar a otro sitio, necesitamos conseguir todo para antes de que desaparezcan de la mansión.


- ¡A la orden, maestro! Usted solo diga que necesitamos y que tenemos que hacer – Dije entusiasta, alzando el brazo con mucha inspiración.


- Necesitaremos frascos de cristal con magnesio, también mercurio, sulfato de hierro cristalizado, lana, agujas de acero inoxidable, azúcar, salitre y... - Se detuvo de repente con todo el largo listado de objetos, arrugando la cara antes de volver a verme – Y unas dos docenas de buñuelos de queso... Por favor... - Hizo una expresión adorable, un ceño berrinchudo que me hizo sonreír por su infantil comportamiento.


- Por supuesto, por supuesto – Le palmee la cabeza, escuchando un leve bufido de su parte – Vamos de una buena vez a los sembradíos.


Y así partimos, yendo un poco más apresurado, solo que no sabía si era para ir preparando todo para la investigación mágica o para el aperitivo de Mephiles.

Al llegar a los cimientos de alimentos, fuimos a parar primero donde se encontraba todo el ganado, escogiendo una par de vacas para ir extrayéndole la leche, cosa asquerosa que tuve que hacer como ley de que pudiera perfundir mi esencia mágica sobre la comida. Luego pasamos a los sembradíos, tomando tubérculos, tomates, champiñones, espinacas y otras especias, teniendo todo para ir a la cocina.


- ¿Y ya las has hecho antes? – Preguntaba curioso, viendo como pelaba la yuca y limpiaba los champiñones - ¿Cómo harás el queso?


- Mephiles, paciencia, se lo que hago, he cocinado toda mi vida – Respondí con la paciencia en mi limite – Ayúdame a limpiarlos y a montar una hoya con agua, vamos – Él obedeció, haciendo todo eso rápido, ayudándome con el resto de cosas.


Luego de cuarenta minutos los primero buñuelos salieron, y por poco Mephiles se los come de no haber recibido un fuerte golpe con un cubierto de parte mía.


- ¡Ni siquiera les añado mi magia! Compórtate.


- Perdona – Agacho la cabeza apenado, esperando que hiciese lo dicho, entregándoselo luego para ir comiéndoselos uno por uno, dándose el tiempo de saborearlos - ¡¡Están muy buenas!! – Exclamo, llevándose más a la boca, agitando su rapo rápidamente.


- ... Déjame confirmar eso... - Saque otros buñuelos del aceite caliente, soplándolos un poco antes de darle una pequeña mordida, quemándome la boca, teniendo que soplar aun con el alimento en esta, saboreando lo rico que me quedo con lágrimas en mis ojos – Oh, sí que lo están.


- ¡Ahora las de queso, por favor! – Pidió, entregándome el plato vacío.


- Espera, grandulón, déjame terminar estas primero y me ayudas con esas ¿Vale?


- ¡Si! – Aquella sonrisa otra vez... Mi corazón palpitaba fuertemente, colorándome sin razón alguna - ¿Ocurre algo? – Dijo al notar que me quede mucho tiempo mirándolo, volviendo a tomar concentración de la cocina.


- Nada, nada...


Luego de haber terminado los buñuelos principales y vigilar que Mephiles no se los tragara, comencé a hacer el queso. No era tan complicado, solo calenté la leche a 90°C, le agregue limón para cortarla, cole, y por ultimo le añadí unas hojas de albaca y sal con un toque de azúcar, envolviéndolo en hielo para que se endureciera lo suficiente.

Esperamos una hora y ¡Guala! Queso fácil casero. Se lo añadí a la masa y una vez frito le entregue la primera docena al erizo impaciente a mi lado.


- ¿Cómo está? – Pregunte en espera de que Mephiles terminara de comerse los buñuelos.


- ¡Están estupenda! – Sonrió complacido, masticando lento su comida, soltando un suave ronroneo – Sabe muy bien, esta increíble – Sacudía sus hombros y sus espinas, sonriendo aún más al terminarse la última - ¿Puedo tener un poco más? Por favor.


- Con gusto Mephiles – Asentí, sacando el resto de buñuelos, dándoselos a Mephiles y sirviéndome igual a mí – Me alegra ver cómo te gusta mi comida – Igual comí, sintiendo una electricidad de sabores en mi boca, chillando por lo muy delicioso que estaba – Oh vaya, pero si me quedo muy bueno – Reí, terminando de inmediato mi porción.


- No te lo digo por ser amable, pero tienes un don asombroso, todo lo que creas con tus manos queda a la perfección – Se ajustó el lazo en su cuello, diciéndome lo dicho, deseando hacerme sentir alagado – Estoy seguro que mientras más te dispongas a hacer cosas que te gustan y deseas podrás lograrlo con naturalidad – Sus mejillas se tiñeron de un rosa melocotón sonriendo tiernamente.


- Gra-gracias... - Solo pude decir, pasando de lado del erizo que se quedó observándome en silencio.


Sentía su preocupación... Pero aun no me acostumbraba a asociar estas fuertes emociones en mi pecho, mi única forma de mantener mi compostura era tomándome mi tiempo y mi espacio, pues cada una de sus formas de coquetearme, animarme y alagarme, me daba un incomprensible impulso de besarlo hasta agotarme de sus labios. ¡No! Tenía que ser firme, no podía simplemente caer otra vez así de fácil, tenía que ahogar ese deseo sobre ese mar de emociones, solo hasta saber cómo nadar sobre ellos sin que estos me tragaran y terminase en una profundidad oscura donde no llegase el aire a mis pulmones.

Respire profundo y deje salir el aire junto con ese anhelo, volviendo a mis oficios, dejando pasar esa linda idea y que solo quedase como una tierna fantasía...

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Terminaba de sellar la enorme barrica de vino luego de airearla un poco, haciendo cálculo de cuantos días faltaban para que estuviese listo, estando pensativo aun sobre la escalera donde me mantenía.


- Silver, creo que deberías descansar un poco, no has dejado de trabajar desde que te levantaste – Su sermón llego a mis oídos, pero fue completamente ignorado – Deberías tomarte aunque sea una siesta.


- La siesta son para los débiles – Dije mientras bajaba de las escaleras, sujetándome fuertemente por como esta temblaba con cada paso que daba – Puedo seguir un poco más.


- Silver – Sentí como algo se enroscaba en mi cintura, sujetándome fuertemente. Me espante de inmediato antes de notar que era uno de los tentáculos de Mephiles, ayudándome a bajar – Tomate lo que te digo enserio – Me dejo en el suelo, desenredando aquella extremidad, volviendo a fundirse con él – Has gastado bastante magia hoy en la cocina, lo cual agradezco mucho, pero debes tener cuidado – Puso su mano sobre mi frente, mostrando luego un ceño preocupado – Aun sin que lo notes, te debilitas, y cuando menos lo esperes... – Golpeo su puño contra su mano abierta - ¡Bomb! Caes enfermo, pierdes la conciencia y en el peor de los casos, podrías correr peligro si tuvieras que enfrentarte contra alguien en un duelo de magia, podrías morir.


- Si, si, lo sé muy bien – Su actitud sobreprotectora me ponía nervioso, actuaba cual padre, sintiéndome como un chiquillo ante él – ¿Si tomo una pequeña siesta te tranquilizaras?


- Bastante.


- ¡Bien! Luego de que lea este libro – Me acerque a la mesa donde se encontraba el último libro que había seleccionado para leer.


- Uhg, está bien, pero luego te tomaras una siesta – Se sentó, tomando otro libro aparte, acompañado de otro de manera investigación – De todas formas, ¿De qué trata ese libro?


- No lo sé aun del todo, dice... "Magia de base" ¿Sabes a que se refiere? – Le mostré la portada del libro, consiguiendo una reacción de impresión en su rostro.


- Oh claro... ¿Cómo no te he hablado sobre eso? Supongo que se me ha ido por tantos contratiempos y también porque los hechiceros no comienzan con este tipo de estudios, solo los magos, pero ambos tenemos magias así que está bien explicarte de que trata – Tomo un asiento más cerca de mí, abriendo el libro para mostrarme una página con runas – La magia de base es la magia de nacimiento de todo mago, lo que te hace único y diferente, tu don, esta magia se origina solo de ti y es tu característica donde tienes más talento y fortaleza a diferencia de otros tipos de magia, por ejemplo... - Paso las paginas hasta llegar a unos escritos donde hablaba sobre la magia de fuego – El poder de crear y manipular el fuego, Pyrokinesis, o el del viento, Aerokinesis, o el de la tierra, Geokinesis, son muchos, una infinidad y aún más por descubrir...


Quede pasmado con lo que me decía, viendo el libro atrayente, sediento de conocimiento sobre esta magia de la que poseía y aun no conocía, tomando el libro rápidamente de las manos de Mephiles leyéndolo lo más rápido que podían ir mis ojos, escuchando unas leves carcajadas de mi maestro que me observaba agraciado por mi fuerte interés.


- Claro, esta magia de base no puedes cambiarla con cualquier otra, el hecho de forzar al cambio de esa magia con la que naciste deformaría tu alma – Continuo, leyendo conmigo la página donde explicaba lo mismo – Además de necesitar una poderosa y oscura magia para ello, podría resultar infactible y mortal para el mago o hechicero, pudiendo transformar la mente y conciencia del hombre en un laberinto lleno de alucinaciones, comportamientos erráticos y autodestructivos, incoherente.


- Jajaja, siempre estos libros advierten de lo peor de la situación.


- De no hacerlo habrían gente destructiva y lunática por doquier, Silver – Me interrumpió, viéndome serio – La magia es como la ciencia, y como la misma ciencia, tiene ensayo, error y corrección. Los magos y sobre todo los hechiceros somos muy curiosos, y la curiosidad nos lleva al experimento, y sin conocimiento anterior podía resultar catastrófico.


- ... ¿Y tú hiciste... Algo como esto cuando estabas vivo? – Pregunte nervioso.


- No... Pero mi padre si... Tal vez por eso siempre me advertía en tener cuidado con la magia oscura y en no practicarla... No lo culpo, pero el negármela solo hacia tomar más interés de esta – Comento, apoyando su mentón de su muñeca, viendo hacia la nada – Bueno, en tal caso, tienes que aceptar cual sea tu magia de base, sin importar cuál sea.


- ¿Y cómo puedo saberlo? – Pregunte entusiasta.


- Eso es sencillo... - Se levantó para acercarse donde se encontraban los trastes, tomando un vaso de cristal, llenándolo con agua para luego colocarlo frente de mi sobre la mesa – El agua es neutra, por lo cual, absorberá y revelara según tu magia, que tipo es y en donde tiene más apoyo – Estando detrás de mí asiento se inclinó y tomo mis manos y las acerco a los costados del vaso, quedando su rostro a mi lado, viendo hacia el vaso en espera que impregnara mi magia en este, no pudiendo concentrarme siquiera por su gran cercanía y su mejilla contra la mía – Vamos, desprende tu magia, Silver.


- ¡Y-ya, ya voy! No tienes que estar encima de mi ¡Diablos! – Lo dicho hizo que se apartara de mí con sutileza, dándome mi espacio.


- Perdona, no quería ponerte nervioso – Sonrió, entrecerrando sus ojos en mi dirección, llevándose su mano cerrada para cubrir su sonrisa burlona.


- ¡No me pongo nervioso! – Proteste, inflando mis mejillas - ¡Me pones incomodo! Tu... Cosa... ¡Babosa!


- Jejejejeje, de acuerdo, de acuerdo – Termino de reírse, tapándose la cara con su mano, sacándome gruñidos molesto.


Tomando aire, me concentre, viendo el vaso entre mis manos, cerrando los ojos para luego suspirar lento y largo, sintiendo como mi magia rodeaba el objeto. Deje que mi mana fluyera atreves de este sin pensar en nada mas, solo dejando que esta llegase y lo atiborrase de mi magia.


- Abre los ojos – Dijo tras mío. Acate y al ver el vaso, el agua se mantenía flotando en burbujas extrañas alrededor de todo el lugar, moviéndose como si tuviese vida alrededor nuestro, siendo envuelto por una estela de luz verdosa, el mismo color que desprendía mi magia – Indescriptible ¿Verdad? – Comento, y yo solo pude cabecear atontado, viendo todo como si fuese demasiado irreal.


- ¿Qué?... ¿Qué tipo de magia es? – Mi vista se mantenía atrapada por aquellas burbujas que se deformaban y volvían a ser un circulo perfecto, hipnotizado por lo bello en cómo se mostraba.


- Podría confundirse fácilmente por Aquakinesis, pero no... - Masajeo su barbilla con sus dedos, viendo con detenimiento las burbujas de agua – Es Telekinesis, felicidades, tienes unas de las magias más poderosas – Dijo palmeándome la espalda.


- ¿E-enserio? – Sin esperármelo, deje de desprender magia y las burbujas cayeron sobre nosotros, empapándonos - ¡¡Ah!! ¡Lo siento!


- Uh, está bien – Se sacudió cual perro, terminando de mojarme por completo la ropa – Jajaja... Ahora lo siento yo.


- Hmp – Me levante de mi asiento, creando una corriente de magia para secar mi ropa – Aun así me es fácil usar otros tipo de magias.


- Cuando tienes magia mental te es fácil controlar las magias elementales, pero no viceversa – Explico, haciendo evaporar el agua de nuestro alrededor.


- ... ¿Y qué tipo de magia es la tuya Mephiles? – Pregunte intrigado, acercándome al azabache que se quedó pensativo, viéndome titubeante.


- ... La Enerkinesis – Miro sus manos por un momento, creando un haz de luz que llegaba hasta el techo, comenzando con una pequeña estela blanca y terminando con un aura totalmente oscura con ondas flameantes negras – Así en vida e igual en muerte... Aunque... Esta se ha vuelto más oscura, claro está...


- ... Igual es genial, Mephiles. Es más poderosa que la mía ¿No?


- Toda magia oscura lo es, Silver – Respondió con un tono de amargura – Si tu magia llegase a transformarse en una magia oscura, el poder seria descomunal – Dejo de formar aquel haz de luz, ocultando sus manos tras su espalda – Bien, lo prometido es deuda. Tienes una siesta que tomar – Me recordó con una mirada fanfarrona – Vamos, jovenzuelo, vayamos a la cama – Me tomo del brazo llevándome como si fuese mi marido, saliendo hacia los pasillos.


- ¿Vayamos? Me suena a pueblo – Me solté de su agarre, tomando distancia – El que tomara una siesta soy yo, solo, tu ponte a leer un libro mientras tanto – Tome la delantera, dándole la espalada al creído erizo.


- Pero... ¿Por qué no?


- Porque no, y no se discute más. No dormirás otra vez conmigo...


No sé ni en qué momento había accedido... No lo había hecho, el solo se coleo así de repente, sin hacer ni un sonido ni una pregunta. Estaba envuelto bajo las cobijas junto a Mephiles, siendo rodeado por sus brazos, sintiendo su pesado respirar, sacudiendo mí cabello, se sentía realmente acogedor.

Él solo se acercó y se quedó observándome por un minuto frente a la cama para luego subirse lentamente en esta, arropándose y acurrucándose conmigo; estaba despierto aun, pero no quise decir nada... Porque se veía realmente lindo al tratar de buscar la forma de volver a estar así conmigo. Por ello no había podido dormir nada, ¿Y quién necesitaría dormir con un chico así de apuesto abrazándote contra su pecho?

¡¡Maldición!! ¿¡Que cosas tan pervertidas estaba pensando!? Solo me estaba dejando llevar otra vez, a esa embriagadora sensación... ¿Acaso él lo sabía? ¿Acaso sabía que me gustaba estar así con él?... Que tonta pregunta ¡Por supuesto que lo sabía! Él no hacia esto inconscientemente, el aprovechaba esa debilidad de mí y yo sin remedio, le permitía.

Me enrosque más, quedando como una bola siendo abrazado por él, dejando mi hocico pegado contra su pecho, oliendo su olor, escuchando su corazón palpitar. Me preguntaba que estaría pensando, que estaría imaginando, de seguro cosas pervertidas, pero no deberían ser más allá de lo que yo logro imaginar... ¿O sí?...


- Mephiles... - Susurre, sin conseguir despertarlo - ... ¿Qué pensaras de mí?... – Curioso, me quede observando su rostro tranquilo, pensando en la idea de ver en sus pensamientos.


Ver el subconsciente de una persona requería mucha magia y concentración, sobre todo si este es un hechicero y más si estaba dormido, donde hay más barreras para que nadie pudiese ver atreves de sus pensamientos. Igual, me sentí animado, tan solo... Ver esta única vez, no solo para probarme ya que mi magia se basa en magia mental, si no también para dejar la picardía curiosidad.

Cerré los ojos y junte la frente con la de Mephiles, concentrándome, mucho más que las otras veces en las que él compartía sus recuerdos conmigo, usando gran parte de mi magia para poder sumergirme en su subconsciente.

Todo era de colores muy claros, se escuchaba un fuerte zumbido en el fondo, pero podía decirse que estaba teniendo un enlace de mente con Mephiles, consiguiendo ver lo que se hacía imaginar.


- Amor, ya te traje más chocolates – Una versión muy afeminada y alegre de mi caminaba y se tambaleaba con un hermoso vestido con muchos lazos y volantes en su falda, llevando unas rebanadas de pies, nada de chocolate – Asegura de comértelo todo – Dijo mi otro yo de manera que me hizo revolver el estómago.


- Sí, mi dulce esposo – Respondió Mephiles, sentado sobre una mota de algodón, comiendo cantidad de dulces, dejando todo los platos en una torre. Comía como leía, el bastardo – Te amo tanto, te ves tan adorable con ese tierno vestido.


- Oh, cielito, lo uso solo para ti, sabes que no me gusta usarlos, es muy vergonzoso - ¿¡Cómo diablos sabía que me avergonzaba!? La expresión en el rosto de mi yo imaginario me hacía enfurecer, jamás llegaría actuar así frente a Mephiles ¡¡Jamás!! – Solo quiero complacerte lo más que pueda.


- Yo también quiero complacerte mucho, mi dulce erizito – Las cosas se tornaron incomodas, Mephiles tomo a ese Silver entre sus manos, sentándolo en sus piernas, acariciándole en todo su cuerpo, viéndole de aquella manera, aquella manera que me hacía dudar una y otra vez de lo que sentía – Necesitas mucha atención y cariño ¿No es así?


- ¡He-hey! E-espera ¡Deténganse! – Grite ya totalmente avergonzado.


- S-si... Quiero mucha, mucha atención – Beso a Mephiles en sus labios, separándose con un sonrojo que cubría todo su rostro – ¡Y mucho amor!


- Todo para ti, mi dulce Silver.


- ¡¡Que se detengan!! ¡¡Mephiles!! – Grite nuevamente sin siquiera prestarme atención.


Mephiles acerco a mi otro yo, tomándole de sus mejillas, solo para besar muchas, pero muchas veces todo su rostro, llevando tan solo sus besos a sus orejitas y a su cuello. Podía escuchar las risitas de mi otro yo al tener tantos besos castos en toda su cara, sonriendo igual como yo hubiera sonreído al recibir tantos.


- Jijiji, Mephiles, eres un picaron – Dijo de forma infantil, abrazándose más del azabache.


- Podría serlo, pero necesito llenarte de muchos besos antes... – Continúo besando, sonriendo tan galán, tan lindo – Muchos besos más...


- ¡Mephiles! ¡No! ¡No es justo! ¡Deja de besarlo! ¡Deja de imaginarte esas cosas! ¡Tu!... – Me sentía horriblemente frustrado, viendo esa creación de su imaginación, mi otro yo tan feliz, tan sonriente, lo odiaba, lo odiaba mucho, ¡Ese podría ser yo y no estaba recibiendo nada de eso! – ¡Sonso! ¡Aquí estoy! ¡Deja todo esto ya!


Mephiles se detuvo de repente, y todo a su alrededor desapareció en explosiones de humos. Tomo concentración en mí, viéndome algo inquietado por mi presencia.


- ¿Silver?


Ambos abrimos los ojos, viéndonos las caras, asustados, sobre todo yo.

Torpemente me levante de la cama, tomando una almohada para empezar a golpear la estúpida cara de Mephiles que aún se encontraba acostado.


- ¡Pervertido, pervertido, pervertido! – Gritaba mientras más golpes le estampaba contra su rostro.


- ¡Si-Silver! ¡Ya, para! ¿¡Que tratabas de ver atreves de mis pensamientos!? – Dijo furioso, cubriéndose con sus brazos de los golpes de mi almohada - ¡Deja de comportarte como un niño!


- ¿¡Ah sí!? ¡Pues a ti parece que te gusta! ¿O no? – Conteste, deteniendo por un momento los golpes, solo para ver cómo se sonrojaba del todo, respondiéndome de esa manera para tener como resultado más almohadazos - ¡Ves! ¡Pervertido!


- ¡Silver! – Tomo la almohada, jalándome con ella para tomarme de los brazos - ¿A qué te refieres con que soy pervertido? Muy bien sabes que lo soy, pero yo no me imaginaba cosas indebidas, solo estaba teniendo un sueño ¿Qué acaso eso es un pecado?


- Cla ¡Claro que sí! – Chille, empezando a temblar como gelatina – Tu... ¿Qué hacías imaginándome de esa manera? – Sentía un extraño nudo en mi garganta, tenía que contenerme, tenía que mostrar seriedad - ¿Cómo puedo dormir tranquilo cuando tienes esas ideas de mí?


- ¿Y quién te mando a ver mi mente? – Interrogo molesto, haciéndome callar de golpe – El único pervertido aquí eres tú, Silver – Gruño, mostrando los dientes molestos.


- Yo... Yo no... - Comencé a tener inseguridad, estaba indefenso, nuevamente el sabia la respuestas correctas – Eso... Eso solo fue...


- Silver... - Inclino su cabeza, observándome ahora con más paciencia – Mmm... ¿Qué fue lo que te molesto realmente? – Pregunto, tratando de ver atreves de mí sin ningún éxito.


- ¡Nada! ¡Perdón por lo que hice, lo lamento, no lo volveré hacer! Sin remordimientos, sin rencores, chao – Trate de liberarme, sabiendo lo que venía por su tono de voz.


- Espera, espera, espera – Me sentó sobre sus piernas, sujetándome firmemente de un brazo mientras que con el otro se frotaba la barbilla, analizándome con la mirada – No te molesto el vestido ¿O sí? – Mostré un puchero, tratando de evitar el sonrojo de mis mejillas solo provocando que resaltaran más sin remedio – No, no fue eso ¿Verdad? – Desvié la mirada, no deseando que conociera mis respuestas por mi rostro - ¿Fue por imaginarte como mi esposo? – Me erice todo, logrando pinchar al erizo que me tenía entre su brazo – Puede que sí, pero eso no fue del todo. Entonces... ¡Oh! – Trague saliva, tomando las cobijas bajo nuestro para cubrirme como podía – Fue... Por qué no te estaba besando a ti ¿No es así?


- ¡Detente ahí! ¡Deja de decir cosas que no son-


Trate de terminar mi oración, pero me arrebato el habla, callándome con sus labios al chocarlos contra los míos, pidiendo desesperado con su lengua paso hacia mi boca, y como débil que soy, no demore tanto en dejarle, sintiendo su escurridiza lengua en mi cavidad oral, juntando suavemente esta contra mi lengua mientras movía mas sus labios, casi comiéndome, dejándome atontado que me perdí en ello, siendo acostado de golpe sobre la cama.

Escuchaba sus fuertes resoplidos contra mis labios y mejillas e igual hacía en busca de estabilizar mi respiración alterada por su atrevido toma de mis labios, sin darme aunque fuese un segundo para pensar bien, para tomar otra vez mi débil compostura, dejando aquella tonta determinación que tenía sobre no permitirle tomar control sobre mí, pero ahí estaba, rodeando lentamente mis brazos sobre su cuello, sintiendo sus manos, sus garras pasar sobre mi pecho, subiendo para acariciar mis mejillas con mucha suavidad, haciéndome temblar tanto que aquel nudo que se había presentado hace momento se había roto, provocando que las lágrimas se desbordaran de mis ojos.

Tal vez... Solo... Tenía que darme por vencido...

Se separó de mí, dejándome exhalar fuerte, recuperando un poco el aire, volviendo exhalar otra vez con un gemido acompañado, viéndolo incrédulo de cómo me había llevado a ese punto con tanta sencillez. Le miraba aun frustrado, pero me sentía... Tan feliz... Quería más.


- ¿Era eso lo que necesitabas? – Se lamio sus labios con aquella lengua afilada, revelando sus labios que se ocultaban en esa sustancia de la que estaba hecho – Esta vez... Se sintió tan bien... Y sabe tan bien... A chocolate amargo.


Volvió a acercarse, y lo recibí en un abrazo, recibiendo rápidos y suaves besos en toda mi cara, acariciándome sin buscar más que hacerme sentir querido y mimado, embriagándome, controlándome de una manera que jamás había hecho alguien más.

Sabía lo que estaba haciendo, sabía mis puntos débiles, sabía cómo presionar ese botón que me hacía perder el control de mí. Amaba de manera adictiva eso. No sabía si detenerlo, ya no lo lograba conseguir, si trataba de decir algo, solo salía un leve quejido del cual pedía con mis ojos suplicantes más de sus besos, cada intento de separarlo con mis manos solo lograba apretarlo para que se acercara más hasta tenerlo totalmente pegado a mí.

Estaba condenado. De nada había servido resistirme. Estaba indefenso, expuesto, nuevamente débil ante cualquier daño que pudiese recibir de este ser oscuro.


- Silver... - Susurro, deteniendo sus besos en mi ser, viéndome sonriente, con ojos amables, acariciando me mejilla, pasando sus dedos en mis labios – Te amo.


«¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No otra vez! ¡Por favor, no! ¡Tú no! ¡No lo hagas!»


Aquel dolor, esa vieja cicatriz empezó a doler otra vez... Solo hacía falta recordar el porqué de ese dolor...


- Realmente, te amo – Apretó sus labios, como si quisiese decir mucho más, pero volvió a besarme, lento, suave, separándose para seguir viéndome bajo de él.


«¡Deja de decirlo! No quiero escuchar otra vez esa palabra, no quiero escuchar más mentiras ¡No quiero volver a caer en el mismo juego!»


- Ya... Necesito saber... Si decías seguir – Susurro, dejando de sonreír en espera de mi respuesta.


- No – Dije rápido, soltando una fuerte exhalación, como si volviese a respirar nuevamente. Solté un leve sollozo, cubriendo mis labios al sentir como estos temblaban.


Aclame el nombre de Mephiles internamente, aliviado de que se haya detenido, que me haya dado aquella pregunta, aquella oportunidad... Aquella opción de elegir.

Otra vez me sentía a salvo, me sentía más tranquilo con mi ser, volvía a tener conciencia de lo que hacía, volvía a tener aquella seguridad, aunque fuese pequeña, la tenía otra vez...


- Por favor... Perdona – Me sentía como un tonto llorón al derramar tantas lagrimas delante de aquella persona que me hacía sentir bien – No quiero, no quiero... - Baje la mirada apenado, resoplando angustiado – No sigas más... Por favor... Yo... Ya no puedo detenerte... - Levante la mirada, mirando su rostro preocupado por lo que decía – Esto me gusta demasiado... No quiero, no quiero perderme – Temblaba, me estaba desmoronando, pero todo a costa de detener aquel deseo.


Me sostuvo de la cabeza, sentándome, apegándome a su pecho, besándome la cabeza, abrazándome, brindándome aquel refugio entre sus brazos, su voz arrullándome con ternura, permitiéndome devolverle el abrazo.


- No te disculpes mas – Soltó una suave risita, frotando su barbilla en mi cabeza – Todo está bien, pude probar y sentirlo otra vez... Es mucho mejor de lo que recuerdo. No tienes por qué sentirte mal, está bien... Puede que me precipite, aun no estás listo ¿Verdad?


Cabecee, ocultándome en su mullido pecho, erizándome y esponjándome al sentir sus caricias y sus frotes cariñosos.


- Creo que además de aprender magia, necesitas aprender a controlar tu corazón – Comento, palmeándome la cabeza – Esta latiendo tan rápido como el de una liebre en plena carrera.


Solté un quejido, estando de acuerdo con él a pesar de lo vergonzoso, volviendo mis manos puños entre su ropa.


- Aaah... Si... No sé aun porque actúas así... Pero no me importa... Solo me importa complacerte y hacerte sentir bien - Me pellizco ambas mejillas, haciendo que lo viese para besar mi nariz.


- ¡Deja! ¡Que poco sutil eres! – Me queje, sobándome las mejillas.


- Así, me gusta más mi Silver gruñón – Me beso la mejilla, dedicándome una cariñosa sonrisa – Perdona por abusar, no pude evitarlo.


- Tu nunca puedes evitar ser un pervertido – Me levante de la cama, mirando de reojo a Mephiles, viéndole por un momento antes de volver a tomar la almohada y volver a lanzárselo - ¡Toma!


- Jajaja, oye – Se retiró la almohada y me observo por un rato más - ... Lo decía enserio...


Hice como si no hubiera escuchado, y camine donde las aves sobre el respaldar de la ventana, tomando de un escritorio una jarra de agua para llenarles más su envase.


- Silver... De verdad te-


- No lo digas – Le interrumpí, girando a verle sin expresión alguna – Solo... No lo digas... Me gusta tu impresión de ti, no tienes por qué decir algo de lo que no estás seguro...


- ¿Y qué te hace pensar que no estoy seguro? – Pregunto con un tono de voz molesto. Termine de servir el agua y deje la jarra en su sitio, tomando luego el libro de "Magia base".


- Porque una vez amaste a alguien más y ahora lo que sientes es odio por esa persona... No tienes recuerdos de haber amado a alguien más que a tu vida... Y tampoco yo – Dije con melancolía, llevando mi mirada al suelo – Jajaja... Lo bueno es que no soy el único que necesita aprender a controlar su corazón... - Me acerque a él y le deposite un beso en la frente – Es más fácil odiar a veces.


Quedo en silencio, agachando la cabeza, no deseando comentar nada más. Continúe mi lectura, observando a Mephiles ordenando la cama con un chasquido de dedos, haciendo que la cama se tendiera sola.

Como volvía a ser callado, sin expresiones en su rostro, como si volviese a ser un muerto viviente, sabía que era por mi culpa... Odiaba verlo así, pero... Las cosas no podían cambiar tan fácil a pesar de lo mucho que desease que fuese así.

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Una vez más, estábamos en la entrada de la mansión y nadie se encontraba esperándonos. Nos quedamos un par de horas ahí, pero mi querida amiga no se presentó, angustiándome su ausencia, lamentándome por haber lastimado sus sentimientos.

Últimamente no sabía que hacer conmigo y mis egoístas decisiones...


- Deberíamos de ir a buscarla en el pueblo, ya es muy preocupante – Mencione, viendo dirección hacia el pueblo.


- Creo que es mejor no ir a molestarla más – Poso su mano sobre mi hombro – Puede que ya no quiere ver nada con nosotros – Rodo los ojos de lado con tristeza – No te culpes... Son cosas que pasan, hay que darle su espacio.


- ... Tienes razón... Supongo que entonces tendremos que buscar por nuestra cuenta más sitios para traer tus recuerdos devuelta.


- Preferiría que continuáramos con la idea de los Jackelopes. Si no tomamos esta oportunidad no la habrá luego. Hay que aprovechar el tiempo – Dio media vuelta de regreso a la mansión, abriendo las puertas.


Con algo de molestia me gire y le seguí, no muy convencido de volver a entrar a ese sitio, pero no teniendo más opción. Caminamos todo el recorrido hasta llegar nuevamente al jardín, viendo al gran grupo de conejitos con cuernos, acurrucados, durmiendo, estando varios grupos amontonados entre sí, roncando y agitando sus patitas para acomodarse mejor y por estar en sueños corriendo. Era realmente tierno de ver.


- ¿Qué hay que hacer entonces? – Pregunte al ver como Mephiles dejaba todo el material sobre el suelo.


- Toma alguno de los Jackelopes y tráelo, tomare unas muestras y haré unas pruebas – Me puse nervioso, viendo inseguro a las criaturas que dormían apacible – Tranquilo, no les hare nada malo.


- Está bien... - Acaricie a uno de las criaturas que se encontraba encima de otras durmiendo mientras se agitaba aun en sueños, cargándola sutilmente mientras esta se despertaba y me observaba curioso – Tranquilo pequeñita, nos ayudaras a salir de aquí, no te haremos daño.


Entre mis brazos, lo lleve con Mephiles, y de inmediato, la pobre criaturita empezó a agitarse asustada, queriendo alejarse del ente. Tuve que sostenerla con fuerza mientras Mephiles tomaba una jeringa y le extraía sangre, llenando cuatro tubos con esta para luego tomar con una pequeña cizalla un pedazo de cuerdo de la criatura, provocando que chillara asustada al desprender un trozo de este, convirtiéndose aquel trozo en un metal oscuro y roído.


- Ya, ya, ya, tranquila – Le acaricie, calmándola un poco, dejando que se refugiara entre mis brazos – Pobrecita, debió haberle dolido.


- Nah, estas criaturas son dramática – Dejo a un lado las muestras tomadas y acerco su mano hacia el pequeñín, asustándolo horriblemente, tanto que logró escaparse de mis manos, corriendo con el resto del grupo – Ahg, que descuido.


- Mephiles, ¿Por qué te tienen tanto miedo? – Le mire preocupado, recibiendo un rostro incómodo.


- Puede que sea porque soy un ser hecho de magia oscura... Estoy más unido con la maldición de este lugar que cualquier otra cosa, por eso me ven algo... Peligroso – Suspiro, tomando el sulfato ferroso para ir machacándolo en un molde, vertiéndolo algo de sangre en esta – Ve buscando otro, uno adulto.


- Bien – Me levante, caminando en sigilo, ya que por la alteración, el resto de criaturitas se habían levantado, atentos de lo que ocurría – Vamos chiquitines, necesitamos su ayuda – Llame extendiendo mis manos para que viniesen a mí, corriendo en un trote lento unos cuantos hacia mí, recibiendo mis caricias como premio – Eso es, son muy buenos y bonitos – Cargue al más grande entre mis brazos, acariciándole para que se distrajese, acercándoselo a Mephiles para que tomara las mismas muestras, solo que esta vez, al tomar parte de su cuerno, este cambio a un color metálico brillante.


- Muy bien... - Igual que asustado que el anterior, se sacudió bastante mientras Mephiles tomaba las muestras, tomando esta vez parte de su pelaje – Con esto basta.


- Ya, ya, pequeñín, lo hiciste muy bien – Tranquilice, acariciándolo y frotando mi nariz contra la suya, logrando calmar a la criaturita que se acurruco en mis piernas – ¡Eres muy bueno!


- Deja de ser tan tierno, por amor a dios – Refunfuño, viéndome con su rostro enrojecido. Le saque la lengua en muestra de burla, dejando ir al conejito y acercándome a él para poder ayudarlo.


- Hasta tienes celos de una pequeña criatura, que patético – Le dije molesto, recibiendo de su parte más gruñidos y balbuceos molestos.


- Como sea. Hay que tomar la esencia de conexión mágica que salga de este combinado – Me entrego un envase de cristal, colocando luego sus manos sobre el combinado de todos los materiales con las muestras de Jackelopes.


"Diseñado para la unión, por compartir sangre y porción, libere el poder oculto que contiene la especie en este tazón"


Recito, creando un humo que emergió del envase de madera, elevándose con manchas rojizas y de partículas verdosas. Guarde rápidamente todo eso en el frasco de cristal a tiempo, cerrándolo fuertemente para admirar esa esencia que se volvía turbia y volvía a su forma normal dentro del cristal.


- Bien hecho, ahora vamos con otra...


Así continuamos casi toda la noche, tomando muestras y combinándolas con los minerales, creando esos humos que venían en distintas formas y colores, envasándolos todos para ir llevándolos hacia nuestra habitación.


- Tengo tanto sueño – Bostece, llevando todas las cosas flotando para tener mis manos libres - ¿Ahora que sigue por hacer?


- Lo dejaremos para mañana, necesitas dormir – Empujo una pared y esta se deslizo para dejarnos entrar en la habitación. Manteniendo con su magia los frascos que hacia levitar, los dejo todos sobre en un mueble seguro – Si no recuperas energías te vas a enfermar.


- Si, papá.


- No me llames así – Contesto con un tono malhumorado, acercándose a un silla para sentarse y tomar un libro – Duerme bien.


Le mire extrañado, acostándome en la cama y envolverme en su cobija, no pudiendo siquiera cerrar los ojos al verle cansado sobre la silla leyendo.


- No puedo dormir – Me queje, observándole molesto entre las cobijas.


- Solo intenta cerrando los ojos y contando Jackelopes – Bromeo, pasando rápidamente las páginas del libro.


- ... ¿Y si duermes conmigo? – Pedí en voz baja, bajando la voz lentamente hasta no escucharse, pero él lo hizo, levantando las orejas en alto.


- ... No quiero hacerte sentir mal otra vez.


- No lo harás, confió en ti. Hoy me demostraste que te importa mis decisiones... Además... Tú ya debes de saber que me hace sentir bien estando contigo – Susurre, cubriendo lentamente mis rostro con la cobija – Si tienes mucho trabajo que hacer está bien, no tienes que hacerlo.


Sentí como la cama se hundió a mi lado, destapándome un poco de las cobijas para ver a Mephiles delante de mí, sonriendo amoroso, acariciando mi melena con sus garras, besando mi frente lento y varias veces.


- Descansa, Silver – Dijo en un susurro, continuando sus caricias.


Ronronee feliz, envolviéndome en la cobija y en sus brazos, sin temor o pena alguna, reconociendo que estaría a salvo con él y que él cuidaría de mí.

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Al día siguiente mi habitación estaba repleta de libros, ya que Mephiles se había levantado temprano para estudiar antes de practicar con las esencias mágicas que teníamos en frascos. Torres y enormes pilas de libros se hallaban en los suelos y estantes, tuve que apartar muchos para poder caminar atreves de la habitación, teniendo que retirar también algunos que estuviesen cerca del nido de pajarito por si se llegase a caer alguno sobre este, pero este nuevo ambiente les encantaba a las aves, pudiendo revolotear hasta la copa de cada torre de libros, planeando entre los más pequeños, cantando su canción alegre.

Mephiles se hallaba rodeado de libros flotando a su alrededor, pasando unos tras otro, tomando varios para dejarlos a un lado y el resto descartándolos. Se veía muy concentrado, hablando consigo mismo en voz baja.


- ¿Estás bien, Mephiles? – Pregunte tocando su hombro, desconcentrándolo, que dejo caer los libros a su alrededor – Ups, lo siento.


- ¡Demonios! No me asustes así – Se llevó su mano a su pecho, tomando aire para volver a tomar compostura – Ya casi termino con esto y podremos comenzar con los experimentos.


- Está bien, no es para que te pongas de ese humor, grandulón – Recogí los libros con mis manos, ojeando cada uno para luego entregarle de entre todos estos uno que me pareció el que buscaba – Ten, creo que este te sirve.


- ¡Si! Este es – Lo tomo emocionado, chasqueando sus dedos para dejar que el resto de libros se fuese de la habitación flotando hacia la puerta, despejando todo el lugar para ir tomando los materiales y dejarlos sobre una mesa que arrimo al centro de la habitación, ordenando todo – Solo espero que nos salga como esperamos.


- Así será – Anime, levantando mi pulgar en alto – Créeme ¡Oh! Jajaja, supongo que saldremos antes de que mi vino esté listo – Dije con una sonrisa, rascándome la nariz.


- No importa, me bastara con saborear la libertad a tu lado – Añadió, provocando que me sonrojara, feliz de escucharlo de esa manera.


Tomo cada frasco escogiendo entre todo uno con colores anaranjados con pequeñas partículas rosadas, destapándolo para dejar salir el humo, tomándolo para envolverlo en sus manos, pasándolo igual a mí para ir creando unas enredaderas, formando un aro de hierbas y flores entre nosotros que crecía gradualmente.


Ambos empezamos a recitar en voz baja, repitiendo una y otra vez la misma frase mientras más aumentábamos la voz.


"Creamos la unión y el poder nos une, de toda barrera física y mágica no ha de liberar nuestra hermandad, huyendo, escapando, sobreviviendo, deseamos salir de esta maldición"


Nada sucedía aun, repetíamos una y otra vez la misma frase, desprendiendo toda nuestra magia para poder maximizar el hechizo a su función, alzando nuestras voces a todo pulmón.


"¡Creamos la unión y el poder nos une, de toda barrera física y mágica no ha de liberar nuestra hermandad, huyendo, escapando, sobreviviendo, deseamos salir de esta maldición! ¡Creamos la unión y el poder nos une, de toda barrera física y mágica no ha de liberar nuestra hermandad, huyendo, escapando, sobreviviendo, deseamos salir de esta maldición!"


Mis manos temblaban, empezaba a sentir un inmenso calor en estas, pensaba que estaba funcionando, pero al abrir los ojos el aro estaba prendido en llamas negras, deshaciéndose rápidamente delante de nosotros.


- ¡Mephiles! – Grite asustado, viendo como aun él seguía con los ojos cerrados, concentrado aun en la frase sin sentir como sus brazos se envolvían en llama - ¡Tus brazos!


- ¡¡Aah!! – Grito de la impresión, retirando sus manos del sitio, viéndolas incrédulo de lo que había sucedido – Mierda... - De una sola sacudida apago el fuego de sus extremidades, marcando molestia en su mirar al ver el desecho del hechizo – Sabia que no sería tan sencillo...


- ¿Por qué se prendió en esas llamas negras? – Igual observe las cenizas que había quedado del aro, preocupado por si hubiese sido la maldición anulando nuestro hechizo.


- ... - Callado, revelo un rostro frio, casi... Asustado – Puede que haya sido la maldición, hay que intentarlo mejor, con más esmero ¡Vamos! – Limpio el lugar y tomo otro frasco, envolviendo el humo en sus manos y en las mías.


Una...

Tras otra...

Tras otra...

Con el mismo resultado...


"¡¡Creamos la unión y el poder nos une, de toda barrera física y mágica no ha de liberar nuestra hermandad, huyendo, escapando, sobreviviendo, deseamos salir de esta maldición!!


Gritaba desesperado con el último frasco, cerrando fuerte mis ojos, dejando toda mi magia sobre aquel hechizo, sudando por el calor de las llamas.


- ¡¡Huyendo, escapando, sobreviviendo, huyendo, escapando sobreviviendo!! Huyendo, escapando, sobrevi-


- Ya no sigas – Mephiles retiro mis manos del fuego, bajándolas para que descansara – Ya término...


- ... ¡No! ¡No! ¡Hay que seguir! ¡Necesitamos seguir, Mephiles! – Trate de soltarme de sus manos, pero las sujeto con más fuerza al ver mi persistencia.


- Silver, suficiente – Dijo serio, con ojos fríos, siniestros, callándome para no tener que desafear a su palabra – Tomare más muestras, no tienes de que preocuparte – Con sus manos llenas de cenizas me acaricio la mejilla, forzando una sonrisa para calmarme – Aun hay oportunidad, no desesperes. Tú lo dijiste, lo conseguiremos.


- Es... Está bien... - Tome su mano, frotándola con mis dedos por sentir su caricia en mi mejilla – Necesito descansar – Sonreí, dejando todo para retirarme al baño para asearme y recuperar fuerzas – Ya vuelvo...


Lave mi pelaje ennegrecido de aquellas cenizas, quedando del bello blanco del que era distinguido mi color, enjabone bien y enjuague con dedicación, dejando sedoso todo mi cuerpo, saliendo bien vestido, acercándome al Mephiles serio y concentrado en su lectura.


- Oye... - Llame, pero apenas si parpadeo – Tengo hambre, ahora te toca a ti alimentarme – Comente juguetón, sin siquiera hacerlo mover de su sitio.


- En un momento... - Su voz se escuchó decaída, pasando a otro libro para pasar sus páginas en un rápido deslice de sus hojas.


Sin querer molestarlo, busque manera de entretenerme, pasando a visitar a las aves cerca de la ventana, solo consiguiendo el nido vacío con sus huevos. Extrañado, mire a todos lados, buscando rastro de los padres, sin verlos a simple vista. Con mi magia, me levite sobre el suelo, flotando alrededor, buscando por todos lados a las pequeñas aves rojizas, desesperándome por no hallarlas.


- ¿Silver? ¿Qué haces flotando por ahí? – Pregunto Mephiles al notarme luego de mucho rato.


- Mephiles, no están – Dije preocupado, aun buscando debajo de cada objeto y adorno.


- ¿Qué? ¿Qué cosa?


- ¡Las aves, Mephiles! ¡No están! – Conteste, aterrizando en el suelo cerca de él - ¿Cómo es que no están aquí? Cuando desperté estaban revoloteando sobre los libros, ellos... - Me lleve la mano a la boca, sabiendo lo que había ocurrido - ¡Mephiles!


- ¿¡Que!? – Dio un brinco de golpe, levantándose del asiento con nervios.


- ¡Salieron cuando los libros estaban siendo llevados a la biblioteca! – Me apreté los mechones en mi cabeza, angustiándome por la vida de aquellas pequeñas aves que corrían peligro - ¡Hay que ir a buscarlas! ¡Ahora!


- Silver, necesitas calmarte, no les habrá pasado nada, las encontrare-


- ¡Dije que vayamos a buscarlas! ¡Ahora! – Le jale del brazo dirección a la puerta, abriendo esta de un golpe para ir caminando rápido.


- ¡Silver! ¡Ya para! – Se soltó bruscamente, haciéndome perder el equilibrio, casi cayendo al suelo – No puedo hacer las cosas de tal manera, solo consigues preocuparnos a ambos.


- ¡Ellos no merecen morir! – Alce la voz molesto, apretando los puños, impotente – No podemos conseguir salir de aquí, apenas si podemos mantenernos con vida... Ellos no merecen quedarse atrapado por toda la eternidad, no merecen morir... ¿Para que los hubiéramos traído aquí si solo fuese para que murieran? – Respire con dificultad, cargando un pesado lamento que preferiría resguardar – Así que me ayudaras a buscarlos, ahora. No te lo tomes como si no fuese importante.


- Silver...


- ¡Ahora! ¡Vamos! – Señale hacia los pasillos, esperando que me guiase, quedándose inmóvil observándome - ¡Dije que vamos! ¡Aho-! ¡¡AHH!! – Me cargo al estilo nupcial, deshaciendo sus piernas a una masa sin forma - ¡Me-Mephiles! Ba-bájame, esto no es gracio-


Silencio lo que iba diciendo al emprender a toda velocidad por el suelo, llevándome por los pasillos tan rápido que apenas me daba cuenta cuando pasábamos de un cuarto a otro. Gritaba asustado, sosteniéndome fuertemente de sus brazos y cuello, no creyendo aun el cómo lograba ir así de veloz, cargándome sin dificultad alguna hasta la biblioteca.


Me temblaban mucho las piernas, tanto que cuando me dejo en el suelo tuve que sostenerme de sus brazos, aun asustado de aquella repentina carrera de la cual no me había preparado.


- E-e-espera... Déjame estabilizarme – Dije temblando, haciendo equilibrio con mis manos para no caerme.


- ¡Espera! – Levanto su mano para que hiciese silencio, viendo hacia el techo, pudiendo escuchar ambos el típico cantar del ave - ¡Están aquí!


Emprendí vuelo rápidamente, siguiendo el sonido, levitando sobre cada estantería, teniendo que brincar sobre estas al sentir mi magia agotándose, acompañada de un fuerte cansancio en mi cuerpo, teniendo que tomar toda concentración para ir de estantería en estantería, acercándome al sonido de la canción del ave, encontrándolo en una repisa, tomando unos viejos y polvorosos papeles para acumularlos en su pico.


- ¡Ahí estas! – El ave giro a verme, viéndome curiosa - ¡Me tenías preocupado! Ven aquí – Levite hacia esta con los brazos abiertos y esta voló hacia mí, hasta mis manos, silbando su canción, depositando los papelitos en mi mano - ¡No me asustes así, nunca más!... ¿Dónde está tu pareja? – El ave siguió cantando, pero no se encontraba su pareja en ese lugar. Regrese con Mephiles, recibiendo su rostro aliviado de que tuviera el ave en mis manos.


- Oh, qué bueno, los conseguiste – Le entregue el ave, notando la ausencia de una - ¿Y el otro?


- No aparece, déjame seguir buscando – Volví a elevarme, recorriendo una vez más los estantes de en uno en uno.


No sé cuánto tiempo transcurrió, supongo que lo suficiente para que Mephiles me siguiera por el suelo, corriendo tras mío para que parase de buscar por los aires. Él trataba de atraparme con sus largas extremidades, sin conseguirlo al dar un rápido acelerón con mi magia, esquivando cada intento que daba por detenerme.


- ¡Silver! ¡Baja ya en este momento! – Salto hacia estar en la más alta repisa de las estanterías, protegiendo con su mano al ave asustadiza que era mantenida junto con él por sus garras – No está aquí ¡Ya! ¡Baja de una vez!


- Solo un poco más... Ellos... tienen que estar juntos, no debe de estar muy lejos... Solo... Un poco... - Mi vista se volvió borrosa, perdiendo el equilibrio, descendiendo lentamente hasta dar pasos débiles por el suelo, cayendo de rodillas – No... Tengo que seguir buscando... Hay que seguir...


Mephiles se arrodillo frente a mí, tomándome las manos para dejar al ave entre estas, estando más a gusto ahí que con él. Me volvió a cargar, no teniendo la fuerza para evitarlo, viéndolo con ojos pesados, cansados, respirando con dificultad aun sin rendirme y caer dormido.


- Mephiles... Por favor... Sigue buscando... Por mi... - Pedí gentilmente, jalándole de su camisa. No hizo caso, camino hacia la salida y me llevo devuelta a la habitación...


Me dejo sobre la cama y sin siquiera pedir permiso, encadeno mis manos con magia sobre esta, arropándome bajo la cobija, dejando al ave sobre el nido y volvió a salir, dejándome solo ahí, inmóvil en aquel sitio.


Estaba agotado, apenas si manteniendo mis ojos abiertos, hasta que se me escapo un estornudo, terminando de sacar toda mi fuerza en este, cayendo dormido sin saber más nada.

Sentí la presencia de alguien cerca de mí, abriendo agotado los ojos para observar al ente con un carro lleno de comida, liberándome de las cadenas de magia, sentándome una vez liberado, sobando mis muñecas por la presión.


- Abre – Coloco frente a mí una cucharada de comida, esperando que abriera mi boca.


- Puedo comer solo, tonto – Tome el cubierto, apenas si pudiendo sostenerlo con fuerza, tirando la comida al no tener el pulso para mantenerlo con firmeza - ¡Espera! Ya, ya lo hago – Volví a tomar otro cucharada de comida, temblando demasiado que la volví a botar en el intento, dejando caer el cubierto por mi torpeza – Ah, perdón – Trate de levantarme para tomarla, pero Mephiles se adelantó, lanzándome una mirada molesta, congelándome ahí mismo, no deseando escuchar sus regaños.


- Abre – Volvió a decir, embutiéndome la comida, y sin más, solo le deje alimentarme, muy avergonzado por lo que tenía que hacer por mí.


Termine el primer platillo, y aun insatisfecho, el me empezó a dar de otro, notando el gran apetito que llevaba, terminándome el segundo platillo en cuestión de segundos, tragándome todo tan rápido por como él me embutía y yo volvía a abrir la boca en espera de más. Continuo con unas dulces donas de chocolate que no pude resistir, entregándomelas para que yo mismo me las fuera comiendo con leves mordiscos, sonrojándome por el dulzor en estas, ensuciándome los labios y mis mejillas de chocolate.


- ¿Por qué nunca me haces caso? – Saco su molesta pregunta cuando ya iba por la segunda dona, desviando la mirada incomodo por sentir sus regaños aproximarse – Sé lo mucho que te importa y te preocupa, lo sé, fue igual mi deseo ayudar a esas pobres aves, pero no puedes actuar todo el tiempo impulsivamente.


- Lo sé, lo siento – Agache mis orejas, sacando una trompetilla, recibiendo sus regaños sin protestar.


- ¿Y cuándo entenderás que no puedes gastar más magia de lo necesario? Eso podría matarte.


- Lo sé... Perdona – Me encorve, apenado por haberlo hecho preocupar.


- ¿¡Y por qué diablos me tienes que llevar la contraria!? Enserio ¿¡Quién demonios te soporta!? – Regaño más molesto, apretando el cubierto que tenía en mano hasta doblarlo.


- Perdona, soy un estúpido terco – Me entristecí, viendo hacia mis manos sobre mi regazo, teniendo los ojos aguados – Perdóname...


- ¡Y deja de...! ... ¿Y por qué no me estas formando discusión? – Pregunto extrañado, alzando la mirada para ver mi rostro.


- Porque tienes razón, soy un inútil que te molesta todo el tiempo... - Apreté mis puños, molestándome por mi mal comportamiento – Todo el tiempo tienes que aguantar que me comporte como un imbécil contigo.


- Sí, pero... No me molesta tanto... - Se froto la nariz, mirando de un lado.


- Soy muy insoportable, lo sé... Solo que... - Deshice mis puños, aun frustrado conmigo mismo y por la situación en la que nos encontrábamos, soltando el aire de mis pulmones, cansado con seguir con lo mismo.


- Está bien, Silver, entiendo porque lo hiciste. Te molesta que no hayas proseguido en nada para poder liberarnos ¿No? – Le observe, cabeceando ante su pregunta – Sé lo difícil que debe de ser, estar siempre cerca de la libertad y volver a caer en el mismo sitio sin poder avanzar, lo sé, he estado en esto todos estos años que me he acostumbrado, pero la frustración sigue ahí... Que las aves se hayan perdido solo fue la gota que colmó el vaso.


- Si...


Teníamos mucho en común, compartía lo que estaba sintiendo en ese momento, comprendiendo el porqué de mi comportamiento tan inmaduro. No dejaba de sentirme mal, sintiendo nuevamente que nuestra relación estaba en riesgo por mis tontas acciones, por ser siempre un imprudente ante todo.


- Mephiles...


- ¿Si?


- ... ¿Tú me odias?...


- Silver – Me tomo la mano, juntándola con sus labios para besarla - ¿Cómo se te ocurre preguntarme eso?


- Es que no entiendo... ¿Cómo te es más fácil quererme que odiarme? Sinceramente, ahora mismo me odio – Desvié la mirada, buscando la razón de mis dudas.


Aun se me hacía difícil el creer en todo eso, en lo mucho que Mephiles me quería, en la mucha paciencia que me tenía, a veces pensaba que solo era para fingir y tratar de hacerme sentir confiado con él para poder conseguir lo que más deseaba de mí.


- Oh, Silver – Se recostó sobre mis piernas, tendiendo sus brazos sobre esta como si fuesen una almohada, estremeciéndome por su repentina cercanía – Yo soy el que debería de preguntarte eso – Froto su cabeza en mi regazo, sonriendo apacible con sus ojos cerrados – No quiero que te odies, solo actúas así por todo el estrés que llevas, estás cansado, agotado, mucho más que yo. En cuanto a mí, solo logro ponerte más presión, te exijo más y te sobre cargo de responsabilidad, cuando tu estas tan desesperado como yo por ser libre.


- Eso no es cierto – Empecé a acariciar sus púas, peinándolas para que se relajase – Soy un estorbo y siempre te hago molestar... No tienes que fingir.


- Es cierto que me haces molestar, pero no finjo nada – Rodeo sus brazos en mi torso, besando mi barriga sin previo aviso, provocando que chillara nervioso.


- ¡Kya! ¡Mephiles!


- Te adoro mucho – Levanto su mirada para verme y dedicarme una sonrisa de oreja a oreja, levantándose para frotar su nariz contra la mía – Habrá días que este molesto contigo y que no soporte tus niñerías, pero no dejare de quererte.


- Oh, para – Me cubrí la cara, preparándome para más de sus coqueteos y halagos, sintiendo mi cara arder con tan solo sentir su voz cerca de mí – No... No comiences.


- Ya comencé – Se burló, tomando mis orejitas para que dejara de cubrirme la cara, notando su rostro sonriente por saber cómo hacer lo que él quería - ... Te amo.


- Te dije que no me dijeras eso – Gruñí molesto, no soportando más su cara fanfarrona.


- No me importa – Se burló con su lengua afuera, abriendo más los ojos al ver mi rostro con más detenimiento – Jeje... Estás todo lleno de chocolate – Se acercó lentamente, entrecerrando sus ojos.


- No vas a poder saborear nada – Advertí, molestándome su atrevimiento de aquel momento, alejándome de él hasta que tomo mis manos para que dejara de apartarme, lamiendo mis labios con su afilada lengua - ¡¡Mhg!! ¡Mephiles!


- Mmm... Quién lo diría – Sonrió de manera perversa, viéndome con sus ojos destellantes – Solo hace falta que este en tu cuerpo para poder saborearlo – Me asuste al escucharlo decir eso, forcejeando ahora contra sus manos que me sostenían – Jajajaja, que gran descubrimiento ¿No es así?


- ¡No te atrevas, Mephiles the Hedgehog! – Le mire molesto y asustado a la vez, volviendo a caer víctima de sus perversiones.


- Tratare de mantener un límite – Sin dar marcha atrás, volvió a juntar sus labios con los míos, dejándome tembloroso baso su beso, notando que solo dejaba sus labios unidos a los míos, viéndome atento, sin siquiera moverlos.


Involuntariamente temblaba, en espera de que el siguiera, pero solo me miraba, curveando sus labios en una sonrisa divertida por mi reacción. Hubo un momento que sin querer moví mis labios contra los suyos, sintiéndose tan bien que proseguí, acercándome más, siguiéndome él para abrazarme, acariciando mi espalda, manteniéndome pegado a él.

Junte mi lengua con la suya, embriagándome con su sabor y la sensación tan húmeda que me envolvía, sintiendo como su lengua lamia mis labios, hasta que finalmente se separó de mí. Sonriendo egocéntrico por ver como jadeaba, agotado, erizándome por tener otra impotencia más sobre mí que no podía deshacer.


- Aun tienes la cara sucia – Tomo mi barbilla, acercándose para darme suaves y grande chupetones en la comisura de mis labios y en mis mejillas, lamiéndolas sin dejarlas tan empapadas de su saliva, limpiándose su labios con su lengua rosada, suspirando satisfecho al verme desecho son sus simples besos – Mmm... Chocolate con fresas acidas. Increíble – Comento aun saboreando sus labios – No hay criatura más adorable que tú, mi dulce, dulce Silver – Masajeo mis mejillas mimándome demasiado para mi gusto.


- Ya para, molestas – Gruñí bajo, viéndole con molestia por como lograba tener lo que quería – Eres un fastidio, me caes mal.


- Que eres malo mintiendo – Me palmeo la cabeza, dejándome finalmente para ir donde estaba el nido, sirviéndole comida al pajarito que comenzó a engullir rápidamente – Mañana seguiremos buscando al otro ¿Si?


- Bien...


- Por ahora iré al jardín a buscar más muestras de Jackelopes, tu quédate aquí y-


- ¡Voy contigo! – Me levante de la cama, alzando el pecho con entusiasmo, sintiendo en realidad unas ganas de volver a poner mi trasero sobre la cama - ¡Estoy como nuevo! Te ayudare solo un poco, no estoy del todo recuperado pero bastara con que tengas unas manos extras ¿O no?


- ¿Ya te dije que eres malo mintiendo? – Su rostro mandón hizo justicia contra mi mala actuación, sacándome unas risas de por medio.


- Jajaja, si, lo sé, pero no tienes opción – Le guiñe el ojo, sonrojándolo fácilmente, teniendo un poco de justicia al saber cómo hacerlo sentir como un tonto también – Vamos, no quieras tenerme mucho tiempo fuera de la cama – Camine hacia él, sosteniéndome de su brazo para que me llevara, riendo al ver su fuerte sonrojo.


Que irónico que un sujeto tan pervertido se fuese a sonrojar con las cosas más simples y empalagosas que pudiesen hacer las parejas...

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- Y ese es el último – Deje escapar a otro Jackelope, ya exasperado por ser manipulado por tantas manos para quitarle cosas de su cuerpo, corriendo enrabiado hacia su grupo que lo recibió con frotes y besos de nariz - ¿Tenemos suficientes?


- Si, incluso combine más de dos muestras. Según los libro de estudio, se dice que los Jackelopes activan su habilidad al usar su magia todos juntos por su unión fraternal y consanguínea. He de suponer que si uno más de uno y usamos otros ingredientes con otros recintos, nos ayudara a salir de la maldición – Aseguro el ultimo frasco con aquel humo, cargando con todos con un simple levitar – Mañana haremos el mismo procedimiento y luego buscaremos al pajarito que nos falta ¿De acuerdo?


- Eso creo – Me levante cansado del suelo, viendo a mi compañero igual de cansado con sus manos sucias de un poco de sangre que había sacado de las criaturas – Oye, tenía una duda...


- ¿Si? – Fue marchando junto conmigo hacia la salida, devuelta a la habitación.


- ¿Por qué cuando le quitas un pedazo de cuerno a los Jackelopes este se vuelve de un metal brillante y otros oscuros? – Emocionado, le mire perspicaz, agitando mi rabo por como la curiosidad me carcomía.


- Ah ¿Eso? Eso pasa cuando matas un Jackelope o le quitas un pedazo de sus cuernos. Con suerte estos ya están viejos y quebradizos y son fácil de quitar, si fuese en otra época del año le provocaría una gran hemorragia quitárselos así – Con aire de sabiondo, contesto, ajustándose el lazo en su cuello, alzando el pecho y tomando pose cual erudito – Las hembras sueltan plata y los machos un metal corroído y venenoso, ya que cuando se enfrentan entre ellos en épocas de apareamiento o contra depredadores sueltan pedazos o astillas de sus cuernos, envenenando a su rival.


- ¡Oh! ¿Enserio? – Aquello si era más que interesante, sonriendo expectante ante aquella información - ¿Y no te hace daño tomar de esos pedazos de cuernos?


- No me los estoy clavando en la piel, además, no creo que pudiese hacerme algo... Creo... - Tomo de entre las muestras un trozo de aquel metal, cortándose con este para retirar la mano siseando adolorido - ¡Aah! Uuf... Si duele... Pero no creo que me pueda matar, jajajaja.


- ¿Estás loco? No te hagas daño, idiota – Tome su mano, viendo el diminuto corte para ir sanándoselo.


- Es ensayo, error y corrección, es necesario. Todo saber es un bien – Menciono, sonriendo presumido.


- Hablas mal de mí imprudencia pero tú eres peor – Sonreí sin remedio de mi compañero, llegando con él a la habitación – Sé que no te gusta el agua, pero creo que deberías de bañarte, tus manos están algo sucias.


- ¿De qué? – Dejo los objetos en un mueble notando el rojo de sus manos – Oh... Puedo limpiármelo sin tener que usar agua – Abrió y cerro sus manos, haciendo desaparecer la suciedad de esta y de todo su cuerpo, deshaciéndose en un polvo hasta volverse nada - ¡Ta dan!


- Impresionante, mago de la limpieza – Bromee, haciéndole sacar un refunfuño.


- ¡Hey! Respeta a tu maestro... Es "Hechicero de la limpieza" – Puso sus manos sobre su cintura, soltando aire molesto pero con un toque divertido.


- Está bien, maestro – Me incline, notando que aún quedaba una mancha rojiza en su mejilla – Tal hechicero de la limpieza no sabe usar su talento del todo, te quedo la cara sucia.


- ¿Uhm? No hay problema – Saco su lengua y la paso por esta, dejando una cara extraña por un momento, meditando un rato como si... ¿Saborease algo?


- Mephiles, eres asqueroso ¿Cómo vas a limpiarte con tu lengua?


- ... Lo dices como si hoy no te gusto la limpieza de labios que te di – Volvió en sí, sonriendo pícaramente, quitándome las palabras de mi boca por su comentario descarado.


- ¡Tonto! Ya no dejare que me beses – Zapatee fuerte contra el suelo, poniendo autoridad sobre su comportamiento.


- Pensé que fuiste tú el que me beso – Continuo con sus contrataques, dejando bien en claro quién era el tonto en realidad.


Como me molestaba la manera en como sacaba en cara mi debilidad, pero de alguna forma me hacía sentir extrañamente feliz discutir con él de esa forma, sonrojándome sin evitar sonreír, apretando mis labios e inflando mis mejillas para no dejar escapar mis risas delatadoras.


- ¡Es todo! ¡Hoy duermes en la silla! – Me gire directo a mi cama, dándole la espalda para aliviar mi rostro tenso y sonreír de orea a oreja.


- ¿Estás seguro, amor?


- ¡¡No me digas amor!! – Reclame, esta vez marcando el límite de sus juegos.


- Está, bien, está bien, jajajaja – Rio a carcajadas de manera risueña, dibujando en mi rostro una tonta sonrisa por lo lindo que se veía – Me avisas si te retractas – Y claro... Esa vez también me volví a retractar... No pudiendo volver a conciliar un buen sueño si no estaba en sus brazos.

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"¡¡Manos que escarban a la salida, dejando ver luz entre la mórbida trampa, deja que tus usuarios sean libres, sácanos de esta maldición persistente que nos ata en muerte y en vida!!"


Recitábamos ambos con todas nuestras fuerzas, casi gritando, viendo como esta vez el aro de rosales blancas formaba una especie de portal, abriéndose poco a poco, hasta que...


- ¡¡NOOOOO!! – El aro volvió a prenderse en aquellas llamas oscuras, deshaciendo nuestro último intento de ese día en cenizas, que se esparció en todo nuestro alrededor en un humo, tosiendo fuerte por estar ahogándome con este - ¡¡Maldición, maldición, maldición!! ¡¡Esto no puede estar pasando!! ¡¡Estábamos tan cerca!!


- Aaah... Tranquilízate, Mephiles – Dije entre tosidos, acercándome al erizo que desprendía furia en todo su cuerpo, erizando sus púas en alto – Aun tenemos más oportunidades.


- ¡No! Ah... Déjame un momento – Se alejó de mí, agitando los puños hacia abajo, gruñendo horriblemente mientras caminaba de un lado al otro - ¿Cuántas oportunidades nos quedara hasta que esas cosas se vaya? No podemos perder más tiempo, necesitamos... Uhg, necesitamos...


- ¿Mephiles? – Me acerque hacia él con preocupación, buscando en sus ojos lo que trataba de decir.


- Necesitamos tomar algunos como sacrificio – Termino de decir, con total seriedad en la manera en como lo dijo, haciéndome palidecer con la idea.


- ¿Sacrificios?... ¿Te refieres a sacrificar a esas criaturas?... ¿Solo para liberarnos?


- ¿Y que más opción tenemos, Silver? Sé que no es lo más correcto, pero creo que es mejor que nada – Tomo las cosas sobre la mesa, limpiándola y dejando todo preparado.


- ¿Mejor que nada? Aun podemos recuperar tu memoria y destruir la maldición desde su origen ¿Qué acaso te estás dando por vencido?


- Silver... Ya ha sido más de doscientos años que me di por vencido – Dándome la espalda continuo con su oficio, tomando libros en mano, dejándolos a un lado y seleccionando otros – Veo esta oportunidad y no la quiero perder, no quiero perder más tiempo... - Se volvió, acercándose a mí, posando su mano en mi hombro – No quiero perderte... Y la única manera es sacándote de aquí. Si tengo que matar a todos los Jackelopes, los matare sin remordimiento.


- ¿¡Cómo puedes decir eso!? Sé... Sé que es hipócrita... Pero es injusto, no quiero, no quiero matar a nadie a costa de mi libertad ¡Y tú tampoco deberías! – Proteste, alejándome de él.


- ¡Son animales, criaturas mágicas! ¡Se reproducen tan rápido como la plaga! No son como nosotros, no son personas y no están atrapados ¡Claro que es hipócrita lo que dices! Es lo que ocurre todos los días, matas para comer, para sobrevivir ¿¡Por qué sería diferente, Silver!?


- ¿¡Entonces matar gente es diferente!? – Di un paso al frente, fuerte, firme - ¿Qué son las personas para ti? Sean magos, hechiceros, ¡Brujos! O no magos... Todos somos igual que la plaga y nos reproducimos al igual que ellos, pero destruimos, destruimos, destruimos todo a costa de nuestro bien. ¡Estas criaturas están en peligro de extinción! Nos están ofreciendo una oportunidad ¿Y tú deseas matarlas? ¿¡Que tan seguro es que al sacrificarlas nos ayudara a salir!?


- No... ¡No lo sé! ¡Pero tendremos más posibilidad que seguir con esto! – Sin dejar de cambiar de opinión igual respondió.


- ¿A si? ¿Y quién nos asegura que al matar a uno o dos el resto no escape?


- ¡No pienso matarlos frente a ellos, Silver!


- ¿Y qué tan tontos crees a esas criaturas para que no sé den cuenta que faltan otro miembros en su grupo?


- ¡No se darán cuenta! Además... - Creo con su mano un cristal en forma de daga, de un color purpura oscuro, sosteniéndolo fuerte – No sufrirán nada, lo prometo.


- ¡¡Dije que no quiero hacerlo!! – Retrocedí, espantándome el objeto en su mano.


- No tienes que hacerlo, yo lo haré todo...


- Por favor no digas eso... - Tan solo me seguí alejando, tropezando con la mesa donde teníamos todos los materiales de nuestro hechizo fallido – No...


- Silver – Trato de acercarse, pero puse una mano delante de nosotros no deseando que se aproximase – Tienes que entender... Por favor... Aun si seguimos intentando, sea con esto o en recuperar mis recuerdos, ninguna de las dos nos aseguran liberarnos de la maldición. Hay que tomar riesgos, hay que buscar la mejor alternativa.


- ¿La mejor alternativa?... – Levante la mirada, disgustado por como trataba de convencerme, asustándole la mirada fría que le dedicaba - ¿La mejor alternativa, dices? ¿Entonces cuánto tiempo nos tomara tomar a personas en sacrificio para poder salir de aquí?


- Eso no pasara, por favor...


- No quiero pensar siquiera en la idea, Mephiles. Sé que debes de estar mucho más desesperado que yo... Conozco por lo que pasas, pero "Esta" no es la mejor alternativa – Le di la espalda, caminando por la habitación.


- ... ¿Siquiera puedes considerar en la opción?... – Siguió tras mis pasos, escuchando aquel tono de voz cálido – No lo puedo hacer... Si no estás de acuerdo conmigo... Pero por lo menos piensa en la alternativa...


Me detuve frente a la ventana, viendo hacia el exterior, donde los árboles se agitaban con el viento invernal, adornado de la escarcha que los había envuelto el frio de la noche; el clima había cambiado rápido, el invierno había llegado y los primeros copos de nieve diurnos hacían su presencia. No sabía que tanto había dormido como para que la nieve estuviese cubriendo el suelo a donde llegara mí vista... Tal vez era la razón por la que Mephiles se apresuraba en buscar la salida, fuese cual fuese. Descendí mi mirada donde se encontraba la única ave con sus huevos, silbando a mi dirección, observándome en espera de que le diese más comida.

Tanto esta ave y las criaturas que se encontraban en esta mansión maldita estaban refugiadas del frio del exterior, siendo proporcionados de comida y calor, estarían a salvo hasta que la primavera llegara y estuvieran a salvo de morir congelados y de hambre... Y así seria.


- Esperaremos hasta que termine el invierno – Respondí, girando para verle.


- ¿Hasta que termine el invierno? Silver, eso es demasiado tiempo, podrían irse antes de eso y no podremos haber hecho nada.


- No lo harán – Conteste serio, cruzándome de brazos, dedicándole una mirada agria, seguro ante mi decisión – Ellos permanecerán hasta que termine el invierno, aquí estarán a salvo, afuera morirán, así que seguiremos probando hasta el último momento, hasta el último segundo, Mephiles – Di un paso al frente, quedando delante del erizo azabache, notando sus ojos preocupados sobre mí – No les harás daño hasta que llegue el momento, y si no logramos conseguir nada hasta entonces... Yo mismo los matare... - Dije con dolor, apretándome el brazo por la frialdad ante mis palabras.


Su mano cayó sobre mi cabeza para frotarla, levante la mirada, viéndole molesto, pero sus ojos tranquilos y su rostro con gestos suaves y cariñosos me hicieron borrar mi molestia, volviendo a bajar la mirada. Escuche el resoplar de aquel erizo, tan cansado como siempre, presenciando como él trataba de calmarse de aquella tensión que habíamos dejado por nuestra disputa.


- No tienes que hacerlo, hacer esas cosas no te quedan bien... En cambio a mi... Bueno, literalmente soy un monstruo salido de las leyendas de este pueblo – Escuche una leve risita de él, molestándome como se consideraba así mismo.


- No eres un monstruo... Solo eres mucho más sensato y astuto que otros – Sujete su mano sobre mi cabeza, tomándola para besar el dorso de esta, siendo retirada de inmediata por el mismo – Eres igual que yo, por eso lo haremos juntos.


Él desvió la mirada, haciéndome dudar de si tomaba en cuenta mi proposición. Una mueca marco mi rostro, teniendo que buscar otra mejor alternativa, pero sentí como la misma mano tomo la mía, enlazando nuestros dedos. Sonreí hacia al erizo que igual me devolvía la sonrisa, aliviando mi corazón de tener que hacer tal atrocidad junto con él.

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Llegábamos a la gran biblioteca y apenas di un paso dentro de esta me levite por los aires para comenzar mi búsqueda, pero fui jalado bruscamente de mi pierna devuelta al suelo por el erizo tras mío, colocando sus puños en sus caderas, viéndome con reproche por ya ir haciendo otra vez las cosas con imprudencia. Sonreí con todos mis dientes, levantando mis hombros en espera de no escuchar un regaño.


- Vamos a hacerlo así. Yo busco al ave y tú los libros – Su acuerdo me dio fastidio no pudiendo evitar mostrar aburrimiento con la idea – Solo será por hoy, necesitas descansar más. Lee toda esta repisa y si no vuelvo para entonces... - Se quedó callado, y me dejo en espera de saber qué hacer en realidad, temiendo el por qué no pudiese acudir a tiempo –... Solo espera a por mí ¿Vale?


- Lo haré, no me moveré de aquí – Me senté en el suelo, recostándome de la estantería y sacando de la misma un libro a mi lado, comenzando a leer.


En silencio, marcho lejos para ir buscando solo, y yo... Yo solo me dispuse a buscar alguna novela.


Mi búsqueda fue fallida, vaciando la enorme estantería donde me hallaba recostado hace unos minutos y la que tenía enfrente. «¿¡Enserio!? ¿¡Tan difícil era buscar un buen libro!?» Pensaba, pataleando los libros sobre mi trono, apenas deslizándome sobre este al tumbar algunos.

Agazapado de hojas y cueros a mí alrededor, volvía a mis pensamientos, cansado de la espera del erizo azabache. ¿Habría encontrado ya a la pequeña ave? Conociendo como reaccionaban los animalitos con él, estaría haciendo una buena persecución para tratar de atraparlo, y de tan solo imaginarlo me hacía soltar unas leves carcajadas, ilustrándome el molesto rostro del erizo de ojos verdes, solo consiguiendo hacer rabietas mientras más intentos fallidos daba para hacer su cometido.

Moría de ganas de verlo, y de besarlo... Consiguiendo calmarlo... Lo suficiente para hacerle sacar una dulce sonrisa de inmediato. Era tan tierno a veces... Y tan frio en otras, que era un reto para mí el poder entender y tratar con sus sentimientos y los mío. Para mi suerte, era un reto del que estaba interesado en ganar.

Me preguntaba en que momento llegue a caer en este sentimiento que volvía a surgir en mi pecho, sobre todo con este muerto, tan peligroso y necesitado de amor... Tal vez era porque ambos somos necesitados de amor, por ello, fue tan inevitable no caer ante la tentación. Solo esperaba que después de todo esto, que fuese a arriesgar mi dignidad otra vez y no fuese a salir herido.

Suspire, comenzando a silbar mientras bajaba de mi enorme trono, pasando a otra estantería cercana, ojeando por encima de cada libro hasta encontrar alguno que me llamase la atención, siendo este: "Lazos" Por un momento pensé que trataba de alguna buena historia, pero al tomarlo para leer su portada, solo vi que trataba sobre los lazos de unión sobre las almas de los mortales y otras criaturas. Aun así fue suficiente para detenerme y comenzar a leer.

Al abrir el libro, pude ver como muchos colores salieron de este, como si fuesen cortinas de arcoíris, no, eran cintas, lazos, envolviéndome, cambiando el escenario a mi alrededor a uno con todo esos colores, como si ahora me encontrase en un mundo lleno de estos lazos. Cerré el libro y todo fue deshecho en un degradado a los colores habituales de donde me encontraba hace unos momentos. Eso había sido demasiado inesperado y no estaba tan seguro de si fuese peligroso...

Volví a abrir el libro, corriendo cualquier riesgo, consiguiéndome otra vez en ese mundo lleno de cortinajes. Me levante para pasearme entre toda esta gama de colores, tocando aquellas delgadas telas las cuales brillaban al toque, hasta observar un mural, como si fuese lo más importante en ese lugar, en este estaba representado una especie de araña con la que con su telaraña creaba aquellas telas, y muy bajo de esta, un anillo de oro y plata. Investigue un poco más en los escritos del libro, averiguando de qué se trataba todo este enmarcado. Grande fue mi sorpresa sobre su historia y al saber que en donde me encontraba solo era una ilusión, nada real, solo una mera representación de un mundo el cual estaban prohibido entrar meros mortales.

Ya, casi al terminar, llegue a pensar, cuáles serían mis lazos con los de Mephiles, lo único malo era que en otros capítulos, explicaba que cuando una persona moría sus lazos entre otra se volvían negros, perdiendo conexión en todo. Si Mephiles no estaba ni muerto ni vivo, ¿Qué clase de lazo tendría conmigo? Era algo que aquel libro no explicaba...


- Bueno, saberlo no hará gran diferencia – Cerré el libro, saliendo de ese sitio guardando el libro con mis cosas - ¿En dónde estará ese erizo?


- ¡Silver! ¡Silver! ¡Conseguí al ave! – Escuche la voz de Mephiles, muy cerca de mí, girándome a ver a mi compañero.


- ¿¡Enserio!?


Espantoso susto me había llevado al girarme y toparme con aquel espejo con el reflejo distorsionado de aquel monstruo, riéndose a carcajadas al ver como grite despavorido cayendo de trasero.


- ¡Si! ¡Jajajajajajajajaja! – Se tomó de su barriga apretando los ojos al soltar aquellos estruendosas carcajadas - ¿De verdad creíste que lo había conseguido? ¿Ese sujeto? Si ni siquiera puede conseguir su propio rabo, jajajaja.


- Endemoniado engendro – Me levante adolorido, formando una esfera de plasma con mis manos - ¿Por qué demonios vienes a molestarme nuevamente?


- Oh, solo quería saber si te iba bien con la libreta que te obsequie – Contesto, sonriendo presumido, girando con el espejo hacia arriba en un leve flote.


Apreté los dientes, molesto por su respuesta, sabiendo que aquel ser ya sabía que me había sido de utilidad. Gruñí bajo, alejándome de aquel espejo, caminando entre los pasillos de la biblioteca para no tener que hablar con él.


- ¡Hey!... ¡HEY! ¿A dónde vas? – Siguiendo tras mis pasos, fingía no escucharle, tomando un libro al azar de una repisa, leyéndolo rápido para distraerme – Jejeje, ¿De verdad lo usaron bien, no? Me alegro, me alegro, todo para ayudar a mi dulce erizito – Sintiéndome incitado a mandarlo a callar con dos toneladas de estiércol en su boca, me reserve mis palabras, no deseando otorgarle siquiera mi voz – Es taaaaaaan lindo~ Ver ahora como buscas y deseas comer labios de un muerto – Fue suficiente, lance la bola de plasma hacia el espejo, logrando romperlo en varios pedazos – Oye, ten cuidado, casi me das, jajajaja – Volvió a armarse, suponiendo entonces que no le había logrado dar.


- Bien, ¿Quieres saber si me sirvió tu cuaderno? ¡Si! ¡Logro ser útil! ¿Qué más quieres de mí, maldito? – Interrogue, abriendo mis brazos queriendo provocar al monstruo y que sacara de una vez lo que tramase.


Él rio entre dientes, viéndome muy sonriente con aquella mueca retorcida, derritiéndose parte de su cuerpo en la sustancia de la que estaba hecho, sus ojos y sus colmillos brillaban destellantes tras el brillo del cristal, dejando una tenebrosa sombra sobre su rostro, aterrándome aquella mirada que me dedicaba.


- ¿No te lo había dicho? – Flotando tanto en el espejo como dentro de este, se inclinó hacia adelante, entrecerrando sus ojos hacia mí – Quiero todo de ti~ - Se relamió sus labios junto a sus colmillos, provocándome repulsión su gesto – Y más ahora, que me siento tan celoso al ver que tan bien se llevan tú y ese imbécil, quiero decir, ¡Yo también necesito un poco de tu boca! Además de tus tiernos insultos.


- Y no dejara de ser así – Me recosté de la estantería, viéndole atento.


- Oh, pues claro, seguirá así al menos que te de mejores formas de liberarte de la maldición – Comento, casi tomando del toda mi atención.


- Si, como si fuese así de fácil – Gruñí, chasqueando molesto.


- Lo más gracioso es que lo es, pero ustedes, tontos, no se dan cuenta – El espejo floto sobre mi hasta pasar a mi otro lado, viéndome divertido.


- Bueno, no me interesa – Trate de mantener aun la distancia, pero era imposible quitarme esa cosa de encima – Tenemos todo resuelto.


- Oh, claro, los Jackelopes, ¿A eso te refieres?


Me hizo dudar, titubeando con mí caminar, notándolo tan inmediato que comenzó a reírse.


- Jajajaja, se cada pequeña cosa que hacen, mi querido Silver.


- Lo único que no puedes saber es como salir de tu prisión – Dije cortante, provocando que mostrara un ceño molesto.


- Tal vez, pero también sé que no podrán salir utilizando la magia de esas criaturas – El espejo empezó a avanzar pasando de lado mío.


- Solo lo dices para que recurra a ti – Le lleve la contraria, buscando con la mirada en cada esquina por si llegase Mephiles.


- Sí, es una buena razón, pero no mentiría con algo tan obvio – El espejo se volteo, quedando de cabeza al igual como el ser del espejo – Sin importar cuanto lo intenten, no lograran salir de la maldición así como van.


- Cállate, tú no sabes nada.


- Oh, se mucho... - Volvió a tomar una posición correcta, acercándose amenazante hacia mí – Mucho más de lo que ustedes dos, pudieran saber – Algo asustado, lo aleje con una onda de magia, apenas si perturbando un poco el cristal que comenzó a temblar – Jajajaja, si conocieras la verdadera naturaleza de tu querido "novio", entenderías mejor las cosas.


- ¡Dije que te callaras! – Atrape el espejo con mi magia, controlándolo para lanzarlo contra el suelo, no siendo suficiente para romperlo - ¡Tú no eres él! – Lance el espejo contra las estantería, tumbado los libros hacia el suelo - ¡No sabes nada de él! – Lo eleve lo más alto que pude y lo volví a estrellar contra el suelo, sin siquiera conseguir quebrantar un poco el cristal - ¡NO! ¡SABES! ¡NADA!


Con toda mi fuerza y mi magia, empecé a doblar el espejo logrando deformarlos hasta quedar como un rollo de papel girado, sin llegar a romper el cristal, como si este se doblase cual lamina de metal, aun viendo el reflejo de ese monstruo observándome atento con su mórbida sonrisa.

Deje de intentar, y solté el espejo de mi Telequinesis, volviendo a tomar su forma habitual sin ningún rasguño.


- Ahh... Que buen estirón. Normalmente soy mucho más... "Flexible" Jajaja, pero es mucho más difícil cuando estar atrapado en un objeto de dos caras – Se burló, estirando sus brazos y su cuerpo. Deje mis manos a mis costados, desprendiendo un fuerte mana de ellos, deseando... Realmente lastimarlo - ... Jaja... ¿Estas?... ¿Enojado?... ¡Mng! – Gimoteo en un quejido, sonriendo forzadamente al ver lo que provocaba la maldición que le había implantado antes.


- ¿Por qué no simplemente te retuerces del dolor? Desgraciado infeliz...


- ¿Eso te gustaría mucho? – Contesto, mordiéndose la lengua.


La mueca molesta que tenía en mi rostro fue remplazada con una leve sonrisa, sin saber el porqué... Sentía otra vez ese extraño sadismo que había tenido cuando lo lastime hasta hacerlo gritar de agonía. Aun con el odio que sentía, me acerque al espejo, insertando a una rápida velocidad mi mano sobre el cristal, atravesándolo como si fuese agua, atravesando también el pecho de aquel infeliz, sintiendo sus entrañas en mi puño, observando como este sostenía mi brazo, agachando la cabeza, aguantando en un temblar el condenado dolor, derramando sangre de su boca, ensuciándome el brazo.

Aun si creer lo que estaba haciendo, sin siquiera sentir suficiente repulsión para detenerme o vomitar del asco y miedo... Sonreí igual de retorcido... Me asuste... Pero no me contuve, siendo incitado al ver como el otro empezaba a convulsionar, apretándome hasta lastimarme el brazo, agitándose para que le soltase... Pero...

Aquel maldito bicho levanto la mirada, cambiando mi modo de inmediato, deseando retirar mí brazo, pero aquel ser repulsivo la sostenía con mucha más fuerza... Sonriéndome lesivamente con su boca llena de sangre.

Trate más desesperado, logrando liberarme, alejándome espantado de aquella cosa que me seguía viendo con ese rostro, riendo levemente, limpiándose con su puño su boca manchada de rojo.


- Jajajaja, ¿Qué pasa? ¿No esperabas esa reacción? – Siquiera lo vi, solo miraba mi mano empapada de la sustancia de la que estaba hecho ese ser, deshaciéndose como si se evaporase de esta - ¿Tenias muchas ganas de verme sufrir? – Se fue acercando y yo aún... Estático, me quede paralizado, viendo el cristal - ¿Por qué no continuas un poco más? Puede que logre dolerme... lo suficiente para llorar, Jajajajajajajaja – Carcajeo horriblemente, una risa de ultratumba, haciéndome temblar las piernas - ¿Qué ocurre? Hace un momento parecías igual disfrutarlo... - Paso su lengua por su boca, relamiéndose los labios, dejando escurrir su saliva en esta – Fue... ¿Algo que dije? Jijiji.


- Ya... Ya basta... Yo no soy así, no me gusta, lo odio, ¡No soy como tú! – Di varios pasos hacia atrás, aterrorizado, incrédulo de mis acciones - ¿Qué demonios eres?


- Oh, Silver, tontito – Su voz cambio a la mía, cambiando igual su apariencia, tomando mi reflejo – ¿Acaso la mala memoria también te lo está pasando tu querido Mephiles? – Se llevó su mano a su mejilla, golpeando levemente su dedo índice sobre esta, viéndome como si no tuviese remedio – Ya te lo había dicho... - El reflejo de mis rostro se desfiguro, cambiando a la de él en una extraña estática como si se quebrase el cristal – Soy... Lo más oscuro que hay en tu ser.


Mi mente ya estaba bajo demasiada presión, no podía contener la ira y la frotación, me sentía con la espada contra la pared, amenazando en que sacase los dientes y las garras, obligándome a luchar para salir de ese estrés, aun si tuviese que recurrir a lo más bajo, a lo más sanguinario. No lo quería.

La ansiedad ataco, haciéndome temblar como si no tuviese la fuerza para combatir contra ese ser que jugaba con mi mente, con mi determinación. Y a pesar de que sabía que no podía lastimarme... Le temía tanto que deseaba gritar y llorar, huyendo lo más lejos que me diesen las piernas.

No sabía cómo aun permanecía ahí de pie, sin saber qué hacer, solo suplicando dentro de mí que se acabase esta tortura, que alguien viniese a por mí y lo detuviese y que me dijese que todo era una maldita mentira. Pero conociendo la realidad... Solo desespere porque sabía que no pasaría.


- ¡¡No es cierto!! ¡¡Ya cállate!! – Me lleve las manos a la cabeza, cayendo de rodillas en el suelo, provocando por una liberación errática de mi magia derrumbase todo a mi alrededor, todo excepto ese maldito espejo - ¡Solo eres un monstruo! ¡Tú no existes! ¡Eres una mentira! ¡Mentiras!


Escuchaba un fuerte pitido en mis oídos, soportando ahora un fuerte dolor de cabeza, sacudiéndome para que cesase, aliviándolo tan solo un poco, casi perdiendo el equilibrio, mareado tambaleándome de un lado al otro.


- Oh, vamos ¿La realidad es muy dura para ti? Pensé que ya estabas bastante acostumbrado – El espejo sobre mí me mostraba mi propio reflejo, cambiando nuevamente a aquel monstruo oscuro cristalino – No te preocupes, te haré recordar que tan duro te puede golpear, en cambio, te ayudare a soportarlo así como yo soporto tu maldición – Deslizaba mis dedos de entre mis mechones, sintiendo como el aire comenzaba a faltarme por estar hiperventilándome – Vamos, dame esa linda sonrisa que tenías hace un momento, me gusto bastante.


- Solo déjame... - Baje la mirada, ya no soportando más de sus afiladas palabras – Yo... No soy así... No lo soy...


- Ah, que aburrido – Aquel sujeto se posó delante mío, sentándose de piernas cruzadas – Empieza a enfrentarlo desde ahora, porque lo que te espera de no hacerlo... Posiblemente sea la muerte – Su sonrisa torcida me transmitió lastima hacia mí, como si a pesar de cómo me hacía sentir, tratase de ayudarme... - Te dejare solo, mi adorable amigo – Se levantó, uniendo sus manos para verme con una falsa ternura, levitando con el espejo hacia el techo – Pero te daré una advertencia, que espero tomes en cuenta... - Lo observe decaído, esperando que terminara de decir – Tu compañero no es ningún santo, es un manipulador experto, una bestia sádica, controlado más por sus instintos que por su mente, es casi tan malo como yo, solo que su corazón aun late y le otorga algo de bondad y amor – Mostro una cara asqueada a lo último, desapareciendo poco a poco – No tengas tan altas expectativas de él... Porque es un monstruo...


Pequeñas partículas brillantes bajaron hasta llegar a mis pies... Y con un tembloroso inspirar me levante con mis fuerzas en los suelos, desolado, tan solo, que temía permanecer así por el resto del día...


- Mephiles... Mephiles... - Murmure, esperando que mi débil voz hiciese eco en aquella enorme biblioteca y que el anfitrión la oyera para acudir rápidamente a mi llamado - Mephiles...


Pasaron muchas horas, más de lo que espere, teniendo hambre, sueño y miedo, aun esperando a que Mephiles volviese, sollozando débil sin derramar lágrimas, solo triste por lo que había hecho, en lo que me estaba convirtiendo, en como la mansión me estaba cambiando... Y que tanto ocultaba de mí.

Escuche una leve voz... Mi nombre a la lejanía, reconociendo y sabiendo de quien se trataba, levantándome de donde estaba, abrazándome de mis brazos, viendo dirección a uno de los pasillos de donde era más intensa la voz.


- ¡Silver! ¡Silver! – Apareció y sonrió al verme en el pasillo – Ahí estas. Lo siento, no lo encontré... - camine en un moderado paso hacia él, abriendo mis brazos buscando un abrazo.


- Mephiles... - Llame, sintiendo que me caería otra vez al suelo, pidiendo con la mirada que se apresurara a estar en mi compañía.


Él de alguna manera entendió la verdadera desesperación que tenía al necesitarlo otra vez conmigo, corriendo tan rápido a mí, abrazándome con fuerza, tomando mi cabeza para apegarme con él. Lo rodee con mis brazos, apretando su ropa en su espalda, no queriendo que se volviese a separar de mí. Nunca más.


- No me vuelvas a dejar solo, por favor – Dije débilmente, hundiendo mi nariz en su cuello.


- Perdona, perdona. No quería tardarme tanto tiempo, lo siento – Froto su mejilla contra la mía, dándome muchos besos en esta, conciliándome en su cariño – Fui a buscar en todos lados y se me fue el tiempo, lo siento.


- Está bien, Ya estás aquí conmigo – Mis piernas fallaron y comencé a caer sobre él. Me sostuvo con más fuerza, cargándome con sus brazos desde la cintura en un abrazo – No me vayas a dejar – Cerré mis ojos con fuerza, sintiendo ya mi vergüenza hacer presencia con el calor de mi cara avisándome lo muy ruborizado que estaba.


- Nunca te dejare, jamás – Se separó un poco, sintiendo luego un sutil beso en mi nariz, haciéndome verle de nuevo, encontrándome su rostro feliz y dulce – Jamás – No me negué cuando unió su boca con la mía, juntándome más con él, acariciándome, siendo tan cuidadoso, que podría dormirme ahí mismo – Mi dulce Silver...


- Quiero irme al cuarto – Dije débilmente, regalándole pequeños besos en su mejilla y cuello, como si al hacerlo lo haría llevarme más rápido ahí – Estoy muy cansado.


- Está bien – Me cargo y yo me acurruque más en él, ocultando mi rostro en su pecho – Luego me cuentas todo ¿Si? – Cabecee y así fui llevado lejos de ahí.

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Mephiles me había vuelto a traer comida y a pesar de que no se lo pedí, igual me la embutió, insistiendo en que necesitaba descansar, pero ya comenzaba a exagerar; hubiera sido mejor haberle contado lo que me pasó luego de comer.

Terminaba mi postre de pai de manzana, pensando si hacerle el mismo postre a Mephiles mañana. Eso me ponía de buen humor.


- Muchas gracias, Mephiles... Aunque no tenías que darme de comer, no estoy como ayer – Le entregue mi platillo y él lo dejo sobre el carrito de comida.


- Claro que no, estas peor. No podías estar de pie por tu propia cuenta – Protesto, tomando su pose de sermón.


- Si podía... Solo que no quería que me soltaras... - Confesé, susurrando muy bajo.


- Pero ya estas mejor, supongo...


- Un poco... Realmente te lo agradezco mucho, Mephiles – Me rasque la oreja, sonriendo un poco hacia el oji-jade – ¡Te recompensare mañana con muchos postres!


- Mmmm... No – Sin nada de interés volteo hacia otra dirección, sin tener alguna pisca de mentira al negarlo.


- ¿No? ¿Enserio? ¿Estás seguro? – Insistí preocupado, sentándome bien sobre la cama.


- No.


- ¿No quieres nada de comer? ¿Acaso te sientes bien?


- Me siento bien... - Volvió a verme, mostrando un brillo extraño en sus ojos – Lo único que quiero comer son tus labios – Dijo con una voz grave y raspada, viéndome de lado, congelándome con lo dicho.


- Eh... ¿Eso?... Bueno... Puede que... Tal vez... Si te parece bien comer eso mañana – Mis púas y mi pelaje se erizaban, moviendo mis manos rápidamente sobre mi regazo por la inseguridad.


- Lo quiero ahora – Dijo con reclamo, reposando sus manos sobre mis piernas, acercándose hasta estar cara a cara conmigo.


- ¡Mephiles! – Nervioso, aparte la mirada, siendo tan arriesgado besarlo en ese momento por tener mi mente y mi corazón agotado con todo lo que había pasado - ¿Y si lo dejamos para mañana?


Muy lentamente se fue levantando para tomarme de los brazos, cargándome hasta dejarme sentado sobre sus piernas, quedando ambos sobre el sillón donde estaba hace un momento. Mis manos se aferraron involuntariamente de su ropa y mis piernas volvieron a temblar sobre él, teniendo mí corazón palpitando a toda velocidad, viendo al erizo bajo mío, sonriéndome pícaramente, paseando sus manos por mi cintura, estremeciéndome fuertemente con todo lo que hacía.


- ¡Mephiles the Hedgehog! ¡Ba-basta! – Grite muy bajo, casi como un quejido antes que un grito, esperando aun quieto sobre él que me dejase como estaba – Estas cruzando la línea.


- Solo te acomodo para poder besarte mejor...


- ¡No soy estúpido, Mephiles! – Con mis pocas fuerzas, me levante sobre el asiento, quedando mis piernas separadas entre las suyas, percatando mi vulnerabilidad en poco tiempo. Él separo más las piernas, haciéndome perder el equilibrio y tomarme nuevamente para sentarme sobre él, sujetándome esta vez fuertemente de sus brazos – ¡Por favor, Mephiles!


Apretó mis mejillas, haciéndome sacar un puchero, interrumpiendo lo que decía y terminando de silenciarme con un rápido beso, alejándose rápido para soltar varias risitas.


- Sabe a limón, jajaja ¿Tan amargado estas? – Pregunto irónico, apretando levemente mi cadera, de manera que me hizo chillar.


- Y sabrá a estiércol si sigues así – Advertí, ya estando en mí limite por su atrevimiento.


- Un poco más, hasta que sepa dulce, por favor – Pidió de manera encantadora, sonriendo galán a la vez que acariciaba mis mejillas.


- Eres un asqueroso – Insulte, acercándome a él para besarlo sin tanta motivación, notando lo mucho que le molestaba que fuese tosco.


Estando por detenerme, él comenzó a rodear aquellas escurridizas extremidades en mi torso, incomodándome, volviendo a apegarme más contra él, pasando sus manos por mi pecho, acariciándome, llevando estas bajo mi camisa, pasando sus garras por mi mullido pelaje, peinándolo, provocándome una fuerte electricidad en todo mi cuerpo, tensándome por lo que estaba haciendo con mi sensible cuerpo. Profundizo mas aquel beso, embriagándome al sentir sus suaves y carnosos labios buscando ansioso el sabor en mis labios, absorbiéndolos como si fuesen néctar.

Tan mal me gustaba que sin poder contenerme, empecé a gemir bajo ese delicioso beso, sintiendo todo mi cuerpo estimulado de sus caricias y de sus roses. Escuchaba la alarma en mi cabeza, detenerme, detenerlo... Pero no tenía la palanca para retroceder, solo él podía detenerme ya...

Detuvo el beso, separándose sin siquiera poder anticiparme e igual parar mis besos, buscando con mis labios un poco más, desesperado por continuar, recibiendo una pequeña lamida en mi boca, haciéndome reaccionar de como volvía a caer ante lo que me hacía.


- Adoro como tus besos pasan de ácido a dulce – Comento, bajando más sus manos hasta mi glúteo, apretándolo, ganándose un gimoteo asustado de mi parte – Me pregunto si era yo el que tenía más hambre de besos que tu – Me hizo rabear, alejándome de su rostro pervertido - ¿Quieres un poco más?


- Deja de tocarme ahí – Tome su mano, subiéndola con desdén.


- Oh, perdona – Su rostro mostro pena, pero más decepción, agachando sus orejas y marcando con sus ojos una súplica tierna - ¿Puedo tocarte más?


- Pensé que solo querías besos.


- Silver... Quiero todo de ti – Dijo con una sonrisa amplia, haciéndome dudar por un momento, callando al verlo tan contento - ¿Tu no quieres lo mismo?


- ... Yo... No lo sé – Trate de bajarme, terminar ahí...


- Espera, un poco más – Me volvió a acercar al notar como iba retirándome de él, volviendo a pedir con su rostro apenado – Quiero hacerte sentir bien.


Sin dejar que protestara, sin dejarme negarle, volvió a buscar más de mi sabor, de mi contacto, moviendo sus manos torpemente sobre mi cuerpo encima de la ropa... Era desagradable, era como si estuviera... Hambriento. Un hambre que no lograba zacear aun besándome de esa manera, asfixiándome con aquel beso, retorciendo su lengua en mi boca... Como si fuese un parasito.


- ¿Qué ocurre? – Finalmente termino de besarme, viéndome preocupado - ... ¿No te gusta?


- No – Respondí molesto, levantándome para retraerme sobre la cama – No lo vuelvas a hacer...


- Pero... - Se puso de pie, acercándose cauteloso hacia mí – Perdona, no quería hacerte molestar, no te volveré a tocar así, lo prometo – Lo observe con una expresión neutra sin decir nada, asintiendo levemente para apartar mi vista de él - ... Pensé que también querías... Lo siento.


- No importa... - Forcé una sonrisa, rodando mi mirada a la ventana, como si ese ahora fuese un punto donde despejaba mi mente y buscaba consuelo, un minuto donde mis pensamientos no pudiesen ser interrumpidos – Dejémoslo así... - El erizo de ojos jades dejo sus manos extendidas, como si quisiese arreglar algo que había roto, pero las retiro al ver que no había nada que hacer por ello.

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Acariciaba las felpadas cabezas de los Jackelopes, llamando la atención de toda la manada que buscaba de mis caricias como si fuese alimento, tratando de entregarles mi atención a cada una, teniendo como agradecimientos grandes saltos de alguno de ellos, corriendo a mi regazo por más de mi cariño.

Habíamos terminado nuevamente en recolectar todas las muestras de cada uno de los Jackelopes, yendo a recompensarlos por su paciencia y buen comportamiento con unas caricias. Mephiles muy callado, guardaba todo, cargando todo con sus propias manos en una gran canasta, esperando a que fuese ya con él, indicándomelo con su simple mirada cansada sobre mí. Trague saliva, preocupado, realmente preocupado, marchándonos juntos.

Algo había cambiado... Solo que no sabía que... ¿Era yo?... No lo sabía... Pero ya no podía ver a Mephiles de la misma manera, sobre todo luego de haber dicho esa frase... Temía... Temía de las palabras de aquel monstruo. Tenía que buscar que el pilar de mi cariño y aprecio de esta persona se fortaleciese, y no permitir que nada en el mundo tumbase ese gran altar que tenía en mente sobre este erizo que comenzaba a querer tanto como para intentar a jugar con mi frágil dignidad.

Aun sin haber dicho mísera palabra, llegamos otra vez al cuarto. Mi cuerpo se estremecía de extraña manera, no era por nervios o por esa emoción que me hacía experimentar aquel erizo, que a pesar, era el mismo que provocaba esas sensaciones, esta vez era por un miedo, un desagrado del que no hallaba razón.


- Silver – Fui llamado y con poca entusiasmo gire a verle – Esta noche... Estaré en la biblioteca buscando algunas cosas... ¿Esta bien? – De alguna manera me hizo sentir aliviado escucharlo decir eso, asintiendo tranquilo. El sostuvo bien la canasta con las muestras de Jackelopes, teniendo aun sus muestras de sangre, pelaje y cuernos separadas, rodando la mirada hacia la salida – Espero descanses y... - Llevo su mano a su pecho, volviéndolo un puño, teniendo su mirada perdida en un puto muerto tomándose un segundo antes de continuar con una sonrisa – Te sientas mejor mañana.


- Igual. Descansa, Mephiles – Él salió de la habitación y a pesar que la soledad en ese momento era tétrica y fría, prefería el hielo antes de quedarme otra vez con aquel ente.

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Me levante antes que el sol, tal vez por la ansiedad, la exasperación de estar solo, pudiendo encontrarme en cualquier momento con alguna de las criaturas dentro de esta mansión. Esperaba que fuese tan solo Mephiles el único que apareciese, avisándome otra vez para comer.

Alimente al ave y le serví más agua, notándolo decaído al no comer ni beber mucho, de seguro por no encontrar a su pareja, estando abandonado con sus huevos, con un gran peso encima por el resto del invierno. Así de solo como se sentía esa ave, así me sentía yo.

El tiempo pasó y Mephiles aún mantenía su tardanza de costumbre, dejándome en búsqueda de conseguir matar el tiempo. Dibuje malos garabatos, pinte hasta quedarme sin pulso y sin ideas, y leí hasta el último libro, siendo este el libro de Lazos, dándome una idea fantástica.

Busque en mi maleta varios materiales como cuencas, ganchos y unos trozos de alambre, tomando luego de entre los muebles dentro de la habitación, cuero, cortándolo en varias tiras. Todo lo arme para hacer dos brazaletes, confeccionándolo con unos sellos que hice con el alambre, faltando por ultimo usar un hechizo. Cree un pentagrama con runas, murmurando el antiguo lenguaje, emanando por mi boca y por mis manos un aura que envolvió las pulseras, elevándolas para luego caer al suelo, brillando antes de que una estela oscura y blanca la rodeara, desapareciendo de inmediato. Estaba listo.

Del libro, aprendí que si tenías algún tipo de lazo fuerte con alguna persona podrías fomentar a crear hechizos de tipo unión, así como estos amuletos, los cuales nos ayudaría a encontrarnos en caso de alejarnos mucho uno del otro y saber su estado emocional, dependiendo de la intensidad del calor que desprendía el metal en estos y su color. Era algo que nos haría de mucha ayuda.


- Buenos días, Silver – Mi compañero había llegado y ni yo lo había notado. Me levante del suelo con mucha emoción, corriendo a él para recibirlo con un fuerte abrazo – Hey, tranquilo, perdona por tardar.


- Jajaja, buenos días – Le regale una sonrisa, esperando que todo en nuestro día fuese mejor que el anterior – Solo estoy emocionado, te tengo un regalo.


- ¿Para mí? ¿Qué has hecho? – Cruzo sus brazos tras su espalda, inclinándose de un lado al otro para tratar de buscar en mis costados que tenía para él – Bueno, no me dejes con la espera, Dime que es.


- ¡Ta dan! – Le mostré el brazalete, tomando luego su mano para ir colocándosela, atándola muy bien a su muñeca – Es un amuleto mágico, nos ayudara a encontrarnos si nos perdemos.


- ¿Enserio? Que talentoso te has vuelto, Silver – Me alago, observando más de cerca el adorno – Muchas gracias, además de útil es muy lindo.


- Le coloque algunas cuencas que tenía en mi bolso, así se vería más bonito. Mira yo también tengo uno – Le enseñe el mío, atándomelo igual a mi mano, provocando que ambos amuletos soltaran un zumbido bajo hasta atenuarse – Jeje, creo que funcionan.


- Me gusta mucho, de verdad – Se acercó e instintivamente retrocedí, él no se detuvo hasta estar apegado a mí, frotando su frente con la mía, viéndome a los ojos – Te lo agradezco – Froto su nariz con la mía, provocando que cerrara fuertemente mis ojos, ruborizándome por su ternura – Te quiero...


- Yo... Yo también – Respondí, agachando las orejas, no sabiendo del todo si lo decía por decir o por si era cierto - ¿Pudiste conseguir algo anoche en la biblioteca? – Interrumpí su gesto, sacando mis preguntas de por medio.


- No, nada relevante – Se alejó un poco, notando mi indirecta.


- Tampoco al ave – Dije decaído, esperando escuchar una negación.


- ... No... Pero puede que hoy si, no te des por vencido – Acaricio mis mejillas con sus nudillos, tomándome de la mano luego para ir llevándome a otra salida – Vamos, te llevare a comer y luego nos centraremos en buscar al pajarito.


- ... ¡Esta bien! – Motivado, apresure mi caminar, dando pequeños trotes para estar a su lado, continuando por los pasillos.


Había terminado mi comida en un santiamén, no comiendo demasiado, y tan apresurado, que por poco me ahogaba con la misma, torpe de mí. Tras la espera de Mephiles, inmediatamente le informe que me encontraba listo, y así, nos dispusimos a recorrer toda la mansión, o al menos, todo lo que pudiésemos ese día, pasando por muchas pequeñas habitaciones y largos pasillos con callejones sin salidas, perdiendo las esperanzas de poco en poco.


- Oh, dios santo ¿Por qué tiene que ser tan difícil? – Dije para mí mismo, siendo llevado casi arrastres por el erizo que sostenía de mi mano - ¿No hay algún hechizo donde podamos a encontrar a una pequeñita avecita en esta mansión maldita? – Pregunte apenado, viendo la espalda del azabache, recibiendo un bajo gruñido a la vez que él se giraba para verme de lado con ojos impacientes – Jejeje... Se vale preguntar.


- Si apenas podemos salir en ciertas horas de la mansión ¿Cómo crees que sea fácil conseguir una pequeña criatura sin magia atrapado en un sitio maldito? Es como buscar una aguja en un pajar.


- Si, tienes razón, lo siento por la pregunta tonta... - Me encorve, arrastrando los pies, ya agotado de tanto caminar, comenzando a levitar cerca del suelo, aun arrastrando la punta de mi zapatos por la alfombra del pasillo.


- Silver – Me regaño al ralentizarle el paso por estar atorado en varios dobles de la misma alfombra en mi zapatos – Deja de comportarte así, es tan inmaduro.


- Lo siento – Volví mis pies al suelo, soltándome de su agarre, girando a ver a todos lados - ¿Cuánto ya habrá pasado? – Dirigí mi vista a una ventana, notando como el sol pasaba del eje oeste, calculando la hora por su posición.


- Son las tres de la tarde – Me respondió al ver el reloj de bolsillo, interrumpiéndome en mi metódico calculo sin notarlo.


- Oh, gracias, ya lo sabía – Alce mi pecho con aire socarrón, cruzándome de brazos, haciendo de cuentas que lo que dijo no importaba – Deberíamos tomar un descanso, no quiero otra vez agotarme.


- Estoy de acuerdo... - Chequeo alrededor, abriendo una de las puertas, volviendo a cerrarla y abrirla, cambiando la habitación así – Vamos a entrar, tomaremos media hora y continuamos – Hizo seña de que fuese el primero entrar, y así me adentre primero, recorriendo la mirada por la pequeña habitación, con una mesa y dos sillas con un juego de ajedrez sobre esta – Hmp... Curioso. ¿Te apetece una partida? – Pregunto, sentándose en la mesa en el lado de las negras.


- No soy bueno en este juego, pero supongo que será solo mientras descansamos – Me senté igual y moví un peón al azar, notando en poco instante un seguimiento de movimientos donde dejaba expuesto a mi rey – Eh, espera, ¿Puedo deshacer esa jugada?


- No – Respondió junto con el movimiento de uno de sus peones – Continúa.


- Diablos...


Fueron en total 19 movimientos los que hice para que fácilmente me hiciera jaque y 6 para el jaque mate, sintiéndome cual burro por no darle la merecida competencia al anfitrión. Continuamos dos partidas más, igual de fracasadas de mi parte, siendo burlado por Mephiles, comentando lo muy fácil que era ganarme.


- Solo te sabes el movimiento de las torres, de eso no sirve en mucho ¿Sabes? – Apoyando su mentón sobre su muñeca, me observaba agraciado, de seguro reventando en risa por dentro al verme tan molesto.


- Podría ganarte en cualquier otra cosa – Le lleve la contraria, girando a ver hacia otro lado, harto de seguir presumiendo sus tres únicas victorias.


- Dime entonces ¿En que podrías ganarme? – Cerró los ojos soltando su pregunta en busca de entretenerse con mi charla.


- Bueno... Soy bueno cocinando...


- ¿Ujum?


- Y... También tengo una muy buena caligrafía – Dije pensándomelo mucho, pero igual orgulloso de eso.


- ¿Enserio? Vaya, me gustaría verla – Sonrió de lado, revelando un par de colmillos, rodando su mirada hacia mí.


- Vale, pero no es la gran cosa, la verdad... - Con mi dedo dibuje en el aire mi nombre, iluminándose una estela de luz tras el movimiento de mi dedo, mostrándole al ente mi letra cursiva - ¿Qué tal?


- Mmmm... - Él junto a mi nombre empezó a escribir, revelándome su caligrafía igual de elegante, tan buena como la mía, mostrando la comparación de ambas ante mí – Espera, le falta algo... - Rodeo nuestro nombre en un corazón, colocando en el medio de nuestros nombres un símbolo positivo – Perfecto.


- Mephiles – Sermonee su nombre, viéndolo con fastidio.


- Está bien, está bien – Termino de dibujar una flecha y unas alitas al corazón, sonriendo como un bobo por su trabajo - ¿Mejor?


- Si sabes que estoy indispuesto a todo eso por ahora – Sacudí el dibujo, deshaciéndolo en el aire como polvo.


- ¿Por qué? – Pregunto, arrastrando su oración mientras se tendía sobre la mesa, apartando al juego de ajedrez - ¿Qué puedo hacer para que deje de ser así?


- Lo siento, no puedes hacer nada – Sonreí con aire apenado, viendo como sus ojos perdían ilusión.


- ¿Nada?


Se acercó más a mí, asechando, suplicando con la mirada, coqueteándome al mover su cuerpo casi intimidante hacia mí. Sabía lo que trataba de hacer... Pero algo había ocurrido conmigo que ya eso lo ignoraba por completo.


- Nada... - Con un tono triste le interrumpí, agachando la mirada, como si algo hubiera muerto dentro de mí. Mephiles dejo de intentar, mostrando un rostro preocupado, volviendo a su asiento como si ahora planificase la manera de convencerme – Creo que deberíamos continuar, Mephiles...


- ... ¿Estás seguro? – Apoyo sus manos de la mesa, levantándose, viéndome con esos ojos tan cansados.


- Si. Mientras más tiempo pase esa pobre ave sola en esta mansión, más peligro corre – Fui a su lado, caminando a una puerta.


- Tienes razón. Andando – Abrió la puerta para mí y camine sin ver al frente, con la mirada perdida en la nada - ¡¡SILVER CUIDADO!! – Apenas escuche de él al perder el equilibrio y caer sobre una enorme resbaladilla, tomando fuertemente del brazo de Mephiles, pero este al intento de jalarme y tomarme también perdió el equilibrio y cayó conmigo.


- ¡¡AAAAAHHHH!! - Me sujete como loco por las piernas de Mephiles, subiendo por estas hasta que este me sujetara bien con sus brazos - ¡Mephiles! ¡Sácanos de aquí!


- ¡¡Aguanta!! – Descendiendo rápidamente hasta quien sabe dónde en aquel lugar lleno de colores fuego, envolviéndonos en aquella resbaladilla, Mephiles clavo sus garras sobre esta, dejando tras nosotros un estruendoso sonido de chirrido al ir rompiendo el suelo, desprendiendo una chispa por ello, terminando de deshacer sus garras - ¡¡Ah!! ¡Imposible!


- ¡¡Cuidado!! – Señale el final de aquel resbaladizo sendero, donde se encontraba un agujero oscuro. Sus brazos me apretaron con más fuerza, clavando sus garras en mí.


- ¡¡Sostente bien!! – Aviso, llegando al final atravesando aquel agujero donde todo se volvió tan oscuro que no lograba divisar nada, solo una inmensa oscuridad.


- ¡¡Mephiles!! – Me sujetaba fuertemente de sus brazos, los apretaba con todas mis fuerzas - ¡No me sueltes! – Mis manos dejaron de sentirlo y mis brazos se volvieron a mí, abrazándome por no tener a nadie ahí para sostener... - ¿¡Mephiles!?... – Cayendo, solo, recibiendo la briza al ir rápidamente descendiendo... Yo no me hallaba con él.


Una luz se hacía presente al final de ese lugar oscuro, acercándome mientras más tiempo pasaba cayendo. Asustado empecé a sacudirme en el aire, no sabiendo que hacer, no consiguiendo la manera de tranquilizarme y pensar, hasta que se me ocurrió la brillante idea de usar mi telequinesis. Levite y termine de bajar, encontrándome otra vez en las típicas habitaciones de la mansión.


- Oh, estúpido, estúpido, estúpido ¿¡Por qué no lo hiciste antes!? – Me golpeaba la cabeza con mi puño, despeinándome el cabello, dándome cuenta de último momento que pude evitar aquel terrorífico momento – Mephiles... ¿Mephiles? – Di varias vueltas a mi alrededor, estando solo en una habitación llena de pinturas antiguas - ¡Mephiles! Oh... Maldita sea... - Choque la palma de mi mano contra mi cara, al tanto ahora del peligro que corría nuevamente al estar sin él - ¡¡Mephiles!! ¿¡En donde demonios estas!?


- ¡Silver! – Escuche tras una pared, corriendo hacia está a toda velocidad para atravesarla, pero no fue así al golpearme fuertemente contra esta, cayendo al suelo aturdido - ¿¡Silver, estas ahí!?


- Me... ¡SI! Estoy aquí ¿Qué ocurrió? – Volví a acercarme a la pared, apoyándome de esta para buscar la forma de poder atravesarla o de conseguir algún interruptor para poder atravesarlo.


- Dime como es la habitación en la que estas – Dijo aún más cerca de la pared.


- Es... Una habitación repletas de cuadros, retratos de personas... La verdad da mucho miedo ¿Puedes venir aquí?


- Eso trato, pero no logro atravesar las grietas, es como si no hubieran... - Escuche su respirar agitado, angustiado al igual que yo – Esa habitación no es peligrosa, tranquilo – Me calmo, escuchando sus pasos por el otro lado – Lamentablemente si no puedo atravesarla así solo hay una única manera de salir...


- ¿¡Cual!? – Golpee fuerte la pared, necesitando la respuesta con desesperación, como si no fuese así algo malo pasaría.


- Tienes que esperar a que la puerta que hay en el fondo se habrá sola – Gire tras de mí, viendo la misma, estando aun cerrada – Puede tardar varias horas... Pero estarás bien ahí, aun así no toques nada.


- ¿Y a donde me llevara la puerta? – Pregunte, pegando mi oreja de la pared para escucharlo mejor.


- Posiblemente a tu habitación.


- ¿Posiblemente? – Volví a decir, tratando de saber si estaba seguro.


- Es lo usual que deba pasar, pero no estoy seguro de eso ya que últimamente todo está yendo más al azar de lo que acostumbro – Comencé a sentirme mal, un fuerte escalofrió invadió mi ser, deseando poder derrumbar la pared – Estarás bien, Silver, confía en mí.


- ... Confió en ti, Mephiles... - Junte mi frente con la pared, respirando pesado, luchando para que el miedo no se apoderara de mi – Si algo sucede sé que vendrás por mí – Dije en voz baja, sonriendo para mis adentros.


- ... Lo haré – El talismán en mi muñeca empezó a zumbar, desprendiendo un cálido calor – Silver, el brazalete... - Dijo con tono de impresión.


- ¿Está zumbando?


- Si...


- Entonces no hay manera de no encontrarnos – Confié, cubriendo el amuleto, sintiendo su calor.


- Tengo que continuar, Silver. Seguiré mi camino y buscare la forma de ir a por ti – Le escuche decir, dando pasos lejos de la pared.


- Está bien, por favor cuídate.


- No me pasara nada malo – Respondió entre unas risas – Tú cuídate... Estaremos otra vez juntos antes de que lo notes.


- Por favor, apresúrate... - Pedí, escuchando por sus pasos como se alejaba.


- Espérame, llegare lo más pronto posible...


- Por favor... Por favor... Solo llega rápido – Mis orejas empezaron a temblar al igual que mi rabo, tal vez era miedo, preocupación... O el remordimiento de no haberle dado más atención antes de volver a separarnos - ¡Vamos! Compostura, Silver – Me golpee las mejillas, sacándome esa sensación, volviendo a la habitación en donde me encontraba – Solo será un par de horas, como mucho llegara al anochecer o en la mañana... Nada malo pasara, estaré esperándolo en la habitación, sino...


La habitación tenía dos pisos, llegando al segundo por medio de unas escaleras en cada esquina del cuarto, en este, también te llevaba a un pasillo lleno de pinturas de personas, todas con caras serias y aburridas, típico de esa época. Recorrí con pasos lentos para apreciar aquella galería de pinturas, unos tan solo del torso de algún barón o de duquesas, otros de cuerpo completo, sentado parados, en posición de pelea con espadas, con rostros pocos expresivos y serios.

Qué triste fue para aquel artista capturar aquellas imágenes en tan buenos cuadros, con aquellas personas que no mostraban felicidad o alguna bella emoción, solo aquellos rostros neutros como si no tuviesen almas, todos, incluso en el piso superior, eran lo mismo, todos con un rostro apagado.


- Si llegase a ser un artista reconocido, jamás pintaría ni por muy desesperado que este, personas tan tristes y aburridas – Dije para mí mismo, observando un último cuadro de un muchacho, un ratón que sostenía su espada con su funda mirando al frente con el pecho alzado – Parecen maquinas... ¿Uh? – En una esquina, muy oscura y llena de polvo, se encontraba unas cajas ocultas bajo una tela blanca, y con tan solo eso, fui hasta esta, destapándola y abriendo la misma, estando repleta de más cuadros – Oh dios, ¿Enserio tienen más cuadros aburridos como est-?


Detuve lo que estaba diciendo, al revelar una de las pinturas. Dañada, vieja y mohosa, se encontraba un retrato de una bella mujer, de pelaje oscuro como el carbón, cabellos tan largos como una reina, de vestimentas oscuras como si fuese de luto, pero su sonrisa y sus ojos esmeraldas le daban belleza al cuadro, a toda la pintura. Impresionado, termine de sacar el cuadro de la caja, dejándolo reposar a un lado para admirar más de cerca el pincelado que tenía. Lamentaba mucho que el pasar de los años hubiera tomado el daño de esta obra.

Tome otro cuadro dentro de la caja, encontrándome otro retrato de la misma persona, esta vez con un vestido voluminoso, de color rojo, tan elegante y tan hermoso, se veía preciosa, sonriendo de soslayo con la mirada baja, tomando parte de su vestido para inclinarse. ¡Que hermoso cuadro! A pesar de tener las mismas condiciones deplorables que la otra, era perfecto. Continúe con las demás, sacándolas para dejarlas juntas al lado de cada una, admirando lo bellas que eran.


- ¿Cómo es posible que esto esté guardado agarrando polvo y moho y no donde realmente deba de ser vista? – Cada pintura era bella en sí, la misma dama posando hermosa, esplendorosa, elegante en cada cuadro con diferente atuendo y haciendo en cada una de estas una diferente actividad, como tomar té, sembrando flores, jugando con un perro, entre otras – Que crueldad a tan bellas pinturas... ¡Ya sé!


Baje con todas esas pinturas al primer piso, desmontando las que estaban en la pared, dejándolas a un lado para ir colocando en su lugar todas las pinturas de esa bella mujer, dejándolas todas en los mejores lugares donde la luz del sol pudiese iluminarlas mejor.


- Bien... Espero que al estar con aquel hechicero de la limpieza haya ganado algo de experiencia – Di varios giros sobre mis talones, creando un remolino con mi magia, extendiendo mis manos al aire, dejando que esta magia recorriese todo el lugar como una corriente de aire, envolviendo a las pinturas y dejando tras las mismas, libre de polvo y moho como si estuviesen recién hechas. Tardo solo un momento y todas estaban como nuevas, brillando gloriosas ante la luz del sol - ¡Perfecto! Se hizo justicia, señora – Me incline ante un enorme cuadro de la mujer, donde sonreía con amor - ... Espero que Mephiles vea esto, así vera lo hermosa y feliz que fue su madre en realidad... - Escuche las risas de un niño, asustándome antes de que tomase la valentía para envolver mis puños en mana, atento de quien estuviera ahí conmigo - ¿¡Quién es!?... ¡Muéstrate! – Camine rápido donde escuche el sonido, llegando a un estante, arrimándolo para encontrar una pequeña puerta - ... ¿Y esto? – La abrí y dentro de esta se encontraba más pinturas – ¿Pero qué clase de idiota fue el que oculto estas buenas pinturas? – Las saque, quedando poco de palabras, teniendo en mis manos, las pinturas de un niño pequeño, pelaje oscuro, con betas verdosas, con ojos grandes que distinguían el color jade. Era Mephiles – Oh... ¿Qué hace esto aquí?... No... Entiendo... - Saque el resto de pinturas, mostrando otras de él pero más grande a medida que más pinturas habían, llegando a una joven edad, era más esbelto y con un rostro menos maduro – Mephiles... Increíble... Hasta eras apuesto siendo un mocoso... - Volví a mis espaldas viendo las pinturas de aquellas personas ocupando espacio, decidiendo hacer lo mismo que hace un momento.


Me limpiaba el sudor de mi frente con mi ante brazo, dando por terminado mi trabajo, viendo la nueva habitación decorada por las pinturas de Mephiles y su madre, dejando las otras en una esquina para que ahora tomaran el turno de tomar el polvo. Un semblante más tranquilo y contento se apoderaba de mi rostro, sintiendo el rubor en mis mejillas, deseando ver el rostro de Mephiles al ver este gran trabajo que de seguro ni se acordaba.


- Ahora la habitación brilla más... Contigo todos los días nublosos son más cálidos... - Murmure, dando un paso arrastrado, volviendo a pasear por la habitación, llevando la mirada hacia la ventana, acercándome a esta para ver el exterior, donde el sol ya se estaba poniendo tras las montañas - ¿Cómo estarán todos?...


El dulce silencio fue interrumpido por el suave silbido, el cantar de un ave en esa misma habitación...

Gire a ver a todos lados, buscando con la vista la pequeña ave, volviendo a escuchar el suave cantar del pájaro, consiguiéndolo posado sobre el marco de una de varias pinturas, viendo a mi dirección, cantando y agitando sus alas.


- ¡Pajarito! – Con pasos rápidos fui hacia este, extendiendo mis manos hasta estar frente al ave, la cual dio un pequeño salto para caer en mis palmas, girando su cabeza al verme, silbando como si tratara de hablarme – Gracias a Dios, estas bien... ¡Tú y tu pareja son un desastre! No se vuelvan a escapar así – El pajarito silbo un poco más, dando leves brincos sobre mis manos – Esta bien, está bien... No me molesto contigo – Acerque mi nariz a la cabecita del pajarito, acariciándolo así.


- Tardaste más de lo que pensé – Escuche su vos frente a mí y a levantar la vista, aquel espejo estaba ahí, con aquel sujeto, no tan deforme y con su horrible aspecto, sino con el de Mephiles, estando simulando ser uno de los cuadros - ¿Estas contento?


Retrocedí rápido, con el corazón a punto de salirme por la boca, comenzando a temblar, más por impotencia que miedo. Oculte el ave en mis manos y en mi pecho, alejándome de aquel ser.


- Aléjate de mí, déjame en paz – Dije con un tono de voz amenazante, sin sentir realmente las fuerzas para enfrentarme a él.


- Oh, no te preocupes... Hoy es un buen día, no te molestare... Ya lo harás después – Comento, levantando su mirada apenas mostrando una suave sonrisa, casi presumida - ¿Estas feliz de tenerlos otra vez? Finalmente conseguiste a la última ave...


- ¿Eso que te debe de importar? – Conteste molesto, reservando aún más al ave en mi pecho.


- Bueno, fue la razón por la que hiciste esos amuletos – Señalo con su garra mi pulsera, ocultándola de inmediato una vez hizo mención de ella – Es taaaaan tierno, tan tierno, tan tierno – Llevo sus manos a sus mejillas sonriendo a su manera grotesca – Yo también quiero uno – No respondí ante su gesto ni a su petición, mostrando tan solo un ceño molesto, intolerante ante su comportamiento – Temías tanto por las aves cuando se separaron, que no pudiste evitar sentirte atemorizado al igual como cuando tú y Mephiles se separaban y tu corrías peligro – Menciono, llevándose una garra a la boca para mordisquearla.


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- ¿Ahora en donde demonios estoy? – Volvía al mismo lugar, no dándose cuenta sino después de un momento al ver mejor el sitio – Así nunca terminare de alcanzar a Silver... - Volvió de donde entro, caminando rápido por los pasillos, abriendo puerta tras puerta, terminando en un jardín - ¿Uh? Ahora... - Contemplo mejor el lugar, notando las miradas alertas de las pequeñas criaturas - ¿Aquí? No necesito estar aquí ahora – Busco otra vez el camino de vuelta, encontrándose otra vez sin salida - ... ¿Por qué? – Apretó sus puños, logrando atravesar sus garras por su piel - ¿Por qué ahora? – Apretó sus dientes fuertemente, haciéndolos rechinar - ¿¡Por qué ahora!? – Golpeo con fuerza la pared, estremeciendo todo el lugar, asustando en el acto a todos los Jackelopes - ¡No necesito estar aquí! ¡¡Necesito estar con Silver!! ¡¡Con Silver!! ¡¡Lo necesito ahora, ahora, ahora, ahora!! – Dio continuos golpes contra la pared, logrando tan solo hacer tumbar el polvo de esta - ¡¡Por que no haces lo que quiero!! – Termino de vociferar, apaciguando tan solo un poco su ira, llevando su mirada donde se encontraban las criaturas, asustadas por su comportamiento errático y eufórico - ¿Qué demonio están viendo?...


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En mis manos el ave se agitaba y trataba de salir, picoteando y brincando, pero no quería que aquella criatura la viese, no quería que él me viese, no quería estar siquiera en el mismo lugar que ese monstruo, con su sola presencia me hacía sentir asqueado, repulsivo, porque hacia brotar esa extraña ira en mí, ese deseo de lastimarlo... Pero negaba irrefutablemente al saber cómo resultaría eso.


- Por eso hiciste los amuletos, porque no deseabas que eso volviese a ocurrir, tienes miedo de que la próxima vez no tengas tanta suerte y mueras, jajajajaja – Se rio, esta vez, algo mas reservado, no dejan llevar sus suaves y lentas risas a sus horrendas e infernales carcajadas – Mephiles debe de amarte tanto, pero taaaaanto... Tanto para hacer lo incorrecto, tanto para llegar a lo inmoral, tanto para manipularte, mi dulce y querido Silver.


- Tus mentiras no llegan a mis oídos... - Dije en voz baja, sin verle a los ojos, manteniendo mi vista solo en el marco de oro con sus hermosas decoraciones de flores – Solo escucho gruñidos y balbuceos.


- Oh... ¿De verdad crees que miento? – Tomo un tono juguetón, riendo jocoso con la boca cerrada – Tú lo sabes... Yo no soy el que miento... Tu si – Volví a verle, topando con una mirada muy feliz, atraído por saber qué respuesta daría - ¿Ves? Jajaja. Cada vez que él hace algo lo cual no puedes evitar, lo cual no quieres hacer, algo que sientes que no proviene de tu mismo, sientes... Como si él lo provocara – La amargura llego a mis labios, molestándome lo que iba diciendo, no deseando escuchar más... Pero no estaba equivocado – Oh ¿Es amor acaso? ¿Es... Que te estas enamorando? ¡¡Jajajajajaja!! ¡¡No, no, no, no!! ¡¡Y no!! – Escandaloso, golpeo el cristal con sus puños, dejando sonar un fuerte eco de este en la habitación, asustando el ave entre mis manos y dejándome aturdido con el ruido – Tú sabes que no es así... Claro, estás obviamente atraído por él... Tal vez lo quieres como un novio... Pero no lo amas... Tu dejaste de amar hace mucho tiempo ¡Y por eso mismo! Tú conoces muy bien cómo se siente ser manipulado, por eso no dejas de dudar de él.


- ¿Te preocupas por mí? – Le interrumpí, abriendo mis manos para que el pájaro saliera volando, revoloteando por la habitación - ¿Acaso te preocupa que me llegue a lastimar? Jajaja ¿Es eso?... – Reí irónico ante lo que me decía.


- Jaja... No eres tonto – Chasqueo los dientes, viéndome atento – No y sí. Me preocupa, Silver – Dramatizo, colocando su mano sobre su pecho, mostrando un rostro afligido – Me siento horrible, horriblemente celoso de ver como alguien más te está atormentando, te está lastimando... Y no soy yo, jajajaja – Volvió a mostrar aquel rostro engreído, marcando una mirada siniestra, ansiosa de hacer todo lo que dijo – Pero lo que realmente quiero decirte, lo que quiero que veas, es lo que más has deseado todo este tiempo con tu compañero.


- ¿Y eso es?


- Conocer quien es realmente – Dijo con su voz más tétrica, sonriendo con mucha emoción, excitado con la idea – Todo... Todo... Todo lo que es, como es realmente, puedes saberlo ahora, ahora mismo, Silver.


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- ¿Por qué no logran sacarnos de aquí? – Llevo su pregunta hacia las criaturas acurrucadas una con otras en el suelo, viéndolo con mucho temor - ¿Son tan egoístas como para no dejarnos ir? – Saco sus garras, agitándolas y afilándolas unas contra otras – Seria todo más sencillo si solo sacrificáramos alguna de ustedes... Si, pude sentir esa magia, esa magia al probarla, es muy pura, poderosa - Se puso de cuclillas, apoyando con una de sus manos sobre el suelo, tomando una posición acechante – Tal vez... Con algo de esta... Me sería suficiente como para poder escapar de aquí... Todo sería tan sencillo con un poco de magia... Con alguna de ustedes...


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- Tratar de usar la magia de los Jackelopes es inútil y él lo sabe – Lo escuche decir, pero muy dentro de mi suplico en no hacerle caso – El caso es que tú puedes usar la magia de estas criaturas para poder escapar – Abrí mas los ojos, pasando mi mirada a su rostro burlón por haber tomado de mi atención – Pero no funcionara si él interactúa con esta magia, su oscuridad mancha la pureza de esta magia, lo cual inhibe cualquier hechizo o intento de usar esta – Levanto los hombros con sus brazos, negando con la cabeza - ¿Sabes por qué no te lo ha dicho? ¿Sabes por qué quiere usarlos de sacrificio? ¿Realmente conoces que es lo que quiere este tipo?


- No necesito saberlo – Conteste, negándome a la tentación – No necesito saber cómo es ni quien es en realidad, puedo saberlo al estar con él, estando más en intimidad, así lo conoceré... Preferiblemente que viniendo de ti.


- Oh, diablos – Apretó los ojos, cubriendo su rostro con sus manos, pataleando como si tratase de aguantar la emoción - ¿Por qué haces eso? ¿Por qué tratas de ser tan bueno cuando sabes que es todo lo contrario a lo que deseas?


- ... Porque es lo correcto – Mi respuesta le hizo soltar unas fuertes risotadas, escupiendo en el proceso, llevando su mirada hacia arriba, volviendo a verme.


- Jajajajajaja, oh... Claro... Que mal que eso es lo que te importa ahora, antes no era así – Una mueca se formó en mis labios, sintiendo esa molestia, esa piedra en mi zapato, obviamente esta cosa conocía mucho de mi pasado – Ahora te importa mucho la luz que diriges hacia las personas que te rodean, no te importa siquiera un poco que nada de tu propia luz te ilumine – Dijo, sin poder entender de inmediato lo que trataba de decir – Creo que sería muy justo que supieras como es realmente Mephiles, digo... Él ya te conoce prácticamente, vio a través de ti sin tu consentimiento, inspeccionando tu verdadero ser y es así como se aprovecha de ti, es así como logra manipularte... Yo digo que está bien estar iguales, estar a mano y conocer aunque sea... Un poco de él.


- ¿Y que ganaría con eso? – Le di la espalda, cruzándome de brazos, deseando rechazar la idea.


- Tal vez salvar además de tu dignidad y tu orgullo... Tu vida...


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- No... ¿Qué estoy haciendo?... – Se levantó, llevando su mirada decaído al suelo - ¿Qué diría Silver? – Arrugo la frente con decepción para sí mismo, dando la media vuelta para alejarse de las pequeñas criaturas – No puedo romper nuestra promesa... Él... No volvería a hablarme, no me volvería a ver del mismo modo – Detuvo su caminar. Algo perturbo lo que estaba diciendo en voz alta, lo que estaba pensando. Una idea que no provenía de su dañada mente, una idea horrible, que le urgía en lo más oscuro e instintiva parte de su ser.


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- No es como si hubiera mucho que salvar... - Añadí, pareciéndome absurdo todo lo que me decía. Sacudí la cabeza en negación, volviendo el ave a mí, reposando en mi hombro, en espera e irnos de ese lugar. – Solo deseas separarnos, deseas vernos sufrir, odiarnos.


- No hace falta siquiera que haga eso, ustedes solos pueden hacer eso – Respondió presumido, llevándose las manos a su espalda – Lo único que quiero es que tomes tu papel ¡Tú! Verdadero papel en esto, en este plan... ¡Que lo tomes! ¡Y termines de dirigir esta hermosa obra! – No entendía lo que decía, su rostro delirante y frenético solo me hacía perder el interés en la conversación, angustiándome lo que planeaba.


- Olvídalo... No haré nada de lo que deseas – Respondí, alejándome del espejo.


- Lo harás... Porque es la única opción que tienes, sino... - La puerta del fondo se abrió y el espejo llego hasta está, haciéndome gesto de que entrara – Ve, ve a verlo por ti mismo. Conoce lo que realmente te oculta, conoce... El verdadero monstruo que es...


Totalmente desconfiando de lo que decía y de lo que tenía que hacer, camine lento hacia la salida, viendo un momento a aquel sujeto, terminando e entrar a mi habitación... Todo estaba como antes, volví... Y Mephiles no estaba.

El pajarito volvió a alzar el vuelo, dirigiéndose rápido a su nido, nuevamente junto a su pareja, dándose pequeños picotazos, acicalándose y acariciándose con sus cabezas, regocijadas por su encuentro. Tal escena la deje de lado, preocupado por la ausencia de Mephiles.


- Ya ha pasado mucho tiempo desde que nos separamos... Ya debería estar aquí – Me abrase, caminando de un lado al otro - ¿En dónde estará? – Mi brazalete volvió a zumbar, desprendiendo un frió que me llegaba hasta los huesos - ¿Uh?... – El color del talismán cambio a un rojo oscuro, indicándome un peligro, algo malo ocurría con Mephiles.


Moví mi mano de un lado al otro, hasta sentir como el frió disminuía. Rápidamente fui a esa dirección, revelando tras un mueble, un agujero que llevaba un camino bajo el suelo.


- Mephiles, espero estés bien – Salte, y corrí a toda prisa hacia donde el amuleto me llevase.


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- Oh... De seguro está bien... Esta maaaas que bien – Tras el cristal, un cuerpo sin forma reía entretenido para un lindo espectáculo que ya estaba destinado a pasar.


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Los últimos movimientos erráticos que daba se detenían, cayendo rendido, sin fuerzas ya, dejando que aquel que lo sostenía terminase de una vez su agonía, dando un último bocado que tardo en matarlo, dejando otro cuerpo más entre los otros. Trataba de no desperdiciar ni una sola gota, pero le era imposible con el frenesí en su sistema maldito, en su cuerpo sediento de más poder, de más de esa pureza.


El erizo albino corría a toda prisa, rezando en voz baja que no terminase atrapado en otra habitación y llegase a tiempo a la ayuda de su compañero, deseando con todas sus fuerzas que estuviese bien, que solo estuviera asustado o triste, que todo fuese resuelto con una sonrisa y un beso casto en los labios de aquel ser inmortal que tomaba tanto cariño y necesidad como lo hacia él otro. Pasaba un cuarto tras otro, reconociendo algunos y consiguiendo la pista tras el camino que comenzaba a reconocer, sintiendo su pulsera brindarle un calor más fuerte.


Una gota, dos, entrañas y pelaje, todo era tragado, nada era desperdiciado, agradeciendo con una sonrisa satisfecha al moribundo cadáver que terminaba de lanzar junto a los otros, buscando otro más, jurando que sería el último y continuaría su camino.


«Si, todo sería resuelto, si, nadie lo notaria, si, nadie le importaría, todo valdría la pena al lograr salir de aquel sitio»


Se decía a sí mismo en sus pensamiento, dando otro paso y saltando hacia otra de las criaturas, matándolo desesperado, despedazándolo aún vivo para ir comiéndose sus partes rápidamente, masticando luego el torso y terminar de decapitar al pequeño con sus dientes.

Que satisfecho estaba... ¿Pero por qué no se detenía?


Otra vez en la misma habitación que antes, esa donde lo llevaba a aquel pequeño jardín, solo que esta vez no había puertas. Pensó rápido, buscando la forma y la manera, su amuleto brillaba aun con ese rojo oscuro, casi pasando a negro y desprendía un calor más intenso, casi quemante.

Movió todo en la habitación, hasta conseguir tras mover un asiento, bajo el tapizado de la pared, un camino oculto, donde lo llevaba hacia un pasillo. No dudo en pasar por ahí, corriendo ya lo último que daba su agotado cuerpo.


Condenada tentación, condenado instinto, condenada maldición que le controlaba y le obligaba a proseguir, en parte así lo quería, y en otra sabía que estaba mal, terriblemente mal, deseaba morir, deseaba morir por romper su promesa, deseaba ser castigado con el mismo dolor que había hecho sufrir a las pequeñas criaturas con cuernos, pero ya estaba hecho y solo ya se encontraba, aun escarbando en los cuerpos agonizantes que los Jackelopes, buscando tomar hasta la última gota de magia...


- ¡Mephiles! ¡Mephiles! ¿En dónde estás? – Reconocía el follaje de aquel jardín, pareciéndome raro ver tanto carmín en este - ¿Estas?...


¿En qué pesadilla estaba?... No recordaba haberme dormido... 

 Mi estómago me dolía, algo venia, no pude, no pude evitarlo, me encorve sin querer caer al suelo y mancharme de ese rojo, no... No era cierto.

 La comida casi digerida cayó al césped, dejando tras mi arcada un alarido, repulsivo por lo que hice en respuesta a lo que veía... Que grotesco era...


- Me... Mephiles – Arrastre mis pies, tratando de no centrar mucho la mirada en todos esos cuerpos de Jackelopes por todo el suelo, algunos moviéndose antes de dejar de respirar y entregarse a la muerte – Oh Dios mío... Dios, no, no, no, no, no, no ¿¡Que es esto!? ¿¡Que ha pasado!? – Mi estómago volvía a presionar, arqueando en desear sacar más de mi contenido gástrico, pero ya no quedaba nada, era solo la angustia, el miedo de saber... Quien era el responsable e todo esto.


Camine un poco más, deseando ver algo que pudiese hacer, algo de lo que pudiese ayudar. Una de las criaturas entre todas estas respiraba con dificultad, aun sin moverse, tendida de lado. Corrí a su ayuda, brindándole un poco de magia para sanarla, para detener aquel daño que tenía en su estómago, pero de poco fue, al ver que dejo de moverse, dejando de respirar.


- No... No – Con tanto dolor en mi ser, me lleve las manos a la boca, tratando de no gritar, tomando a la pequeña criatura, tan joven... Manchando mis manos y mi ropa, terminando de cerrar su herida en su estómago sin conseguir volverla a la vida, solo... - ¡Demonios! – Grite entre llantos, abrazando al pequeño, llorando sobre su pelaje manchado – Perdona... Perdona, lo siento tanto... - Escuche un gruñido, muy cerca, acompañado de unos pasos pesados, escuchándose junto a esto el masticar de la carne entre las fauces de una bestia. Me volví, observando a aquel ser, responsable de aquella carnicería, de la tortura de estas puras criaturas, inocentes de aquel acto despiadado - ¿Mephiles?...


Incrédulo, totalmente incrédulo ante lo que veía. No... Ese no era Mephiles... No podía ser. Aquel ser que caminaba como una bestia, arrastrando sus patas, herido en varias partes de su cuerpo con trozos de cuernos, metales oscuros y corroídos, pero él estaba ahí, masticando aun el cuerpo de un cachorro, dejándolo caer al suelo sin pena, aun con su vista al frente, sin notarme, buscando entre todos los cuerpos, otro más que terminar de quitar hasta su última gota de vida.

Percibió mi presencia, girándose a verme, caminando firme, aterrándome lo que fuese a hacerme... Pero solo tomo al Jackelope que traía en manos, olfateándolo, abriéndole el vientre con sus fauces, perdiendo el interés apenas al destriparlo otra vez, lazándolo al suelo sin remordimiento ante mí.


- ¿Cómo?... ¿Cómo es que? – Atónico, retrocedí y eso hizo volver la vista de Mephiles en mí.


- Silver... Perdona... No tengo nada que decir al respecto – Dijo sin alguna expresión en su rostro, relamiendo sus fauces con su afilada lengua – Solo pensé que sería mejor si tomaba la magia de todos los que podía y nos sacaba de aquí – Paso su lengua entre los dedos de sus manos, limpiándose la sangre y resto de vísceras en estos, viéndome atento, casi... Como si también fuese su presa – No te preocupes de nada ¿Si? – Sonrió alegre, como si no fuese la gran cosa – Sé que es desagradable de ver... Pero no tienes que recordarlo, haré que lo olvides.


Un exaltado quejido salió de mis labios, estando paralizado por como tomaba cercanía de mí, privado aun de mi sentido común, aturdido por lo que veía y decía aquel ente, concluyendo entonces... Que no estaría jamás a salvo con ese monstruo.


- De seguro estarás pensando que es un mal sueño, pues así será pronto, solo deja que me encargue, cuando despiertes seremos libres de la maldición – Acerco su mano sucia hacia mí, tocando mi rostro con sus dedos, viéndome con esos ojos antinaturales – No recordaras nada malo de mi...


Automáticamente tome su brazo con mis manos y... Algo se rompió... Por un momento pensé que fui yo, o tal vez mi cabeza... Pero no... Los gritos eufóricos de aquel monstruo salían sin control... No sabía el por qué... Aun sostenía su brazo con fuerza... Tanta...

Mis manos sentían algo caliente deslizarse, estaban sucias de algo oscuro... No era sangre... Quise ver mejor que era lo que realmente estaba sucediendo, deje de sostener su brazo y este cayó al suelo... Volví a centrar mi mirada en él... Eso era.

Los desafinaos gritos de aquel ente salían sin control, sujetándose de lo que quedaba de su brazo, adolorido, agonizando del dolor, cayendo al suelo de rodillas al tratar de controlarse, casi deshaciéndose en una masa de la sustancia de la que estaba hecho.


Algo muy retorcido, tan retorcido como aquel lugar estaba gritando en mí, algo que festejaba, algo... Que me hizo sonreír, pero de inmediato tape mi boca, asustado de esa sensación, de aquella emoción que comenzaba a odiar, sobre todo en ese momento que lo único que deseaba era... Llorar.


- ¿Cómo?... – Dije débilmente, transpirando seguido antes de tomar aire y molestarme con toda potencia - ¿¡COMO PUDISTES!? ¡¡MALDITO MONSTRUO!!


- Silver... - Volvía a regenerar el brazo que le faltaba, logrando ponerse de pie, queriendo acercarse a mí – No tienes que saberlo, no tienes que verlo.


- ¡¡CALLATE!! – Golpee con todas mis fuerzas y con toda mi magia hacia su rostro, lanzándolo muy lejos hacia una columna, agrietando la misma - ¡¡MIRA LO QUE HAS HECHO!! ¡¡MIRA!! – Con mis brazos extendido, señale aquel campo lleno de Jackelopes muertos, todo el jardín bañado en sangre - ¡¡Eres un demonio!! ¡¡UN MALDITO INFELIZ!! ¡¡ERES UNA BASURA!!


- ¡Por favor, Silver! ¡No digas eso! ¡Por favor! – Adolorido, se incorporó, caminando lentamente hacia donde estaba, escuchando en su voz tristeza, una tristeza que era para mí mentira como todo lo que decía saber de él – Solo quería liberarnos ¡No quería hacer esto! Pero no había-


- ¿¡Opción!? ¿Es eso? ¿¡OPCIÓN!? – Con mi telequinesis lo acerque a mí, apretando todo su endeble cuerpo, separando sus extremidades lentamente.


- ¡¡Nooo!! ¡¡PARA!! ¡¡Por favor!! – Otra vez esa sensación de reír. Apreté los dientes con más fuerza, gruñendo eufórico, con tal de evitar sonreír.


- ¿¡Parar!? Tal vez no entiendas el cómo se pide piedad, aun viéndolo con todos ellos – Le hice voltear a ver dónde los cuerpos de los Jackelopes, mostrándole como ya pocos terminaban de morir al dar su último respiro – Chillar, gritar, morder o sacudirse con desesperación y dolor ¿¡No te suena a pedir piedad!? – Entruje con más fuerza su cuerpo, viendo como parte de esa sustancia oscura salía de su boca y de varias partes de su cuerpo - ¿¡NO PENSASTES EN PARAR!?


- ¡¡SI!! ¡¡SI LO HICE!! – Grito gimoteando con dolor – Pero no pude... ¡¡AAH!! ¡¡NO PUDE LUEGO DE PROBARLO!! ¡¡NO PUDE!! – Las lágrimas salían de sus ojos, oscuras gotas descendían hasta caer al suelo, como su sangre, como su ser – Yo no quise, no quise... No quise – Acalle sus suplicas con golpearlo contra el suelo, liberándolo de mi telequinesis.


- ¿No quisiste? – Repetí, acercándome a aquel ser tendido en el suelo - ¿¡No quisiste!?... – Mis manos temblaban, quería hacerle más daño, quería hacerlo sufrir, tanto, tanto hasta que volviese a morir - ¿Qué demonios quieres decir con que no quisiste? ¿¡Que acaso esto se ve como si no lo hubieras querido!? – Señale el lugar, logrando asustarlo, agachando la cabeza, esperando recibir otro golpe - ¿Qué quieres hacerme pensar? ¿¡Acaso crees que soy estúpido!? – Le patee con mucha fuerza, haciéndolo rodar contra el suelo - ¿Cuándo tardaras en hacer lo mismo conmigo?... ¿Así de desesperado estas como para matar?


- ¡No, Silver! Yo jamás te lastimaría, jamás... - Le di otra patada, terminando de callarlo.


- Jamás, dices. Como si no lo hubieras hecho ya, como si jamás lo hubieras pensado – Agotado, con un fuerte dolor de cabeza, di un paso atrás, pareciéndome suficiente... Suficiente para mí y mi corazón adolorido – Y pensar... Que confiaba en ti, que creía en ti... Como para volver a arriesgar en tratar de enamorarme, incluso de un muerto... Si... Soy tan estúpido – Di la vuelta, alejándome de ahí.


- Silver... No... Por favor – Lo escuche llamarme, pero ya había sido todo... No volvería otra vez a permitirle jugar con mi confianza.








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¡¡Hola a todos!! Ay que pena EwE otro final de suspenso... Lo siento pero es la adiccion de todo escritor, jajajaja xD

Bueno... Lamento no subir tan seguido, pero las pocas vacaciones que me dieron las gaste como quise x'b

 Ahora unos avisos...


 Subire los dibujos de este fanfic y otros en otra historia :'b tal vez alguno los suba por aqui pero es poco probable. Me encanta demasiado esta historia como a ustedes x'''3 asi que si tienen alguna escena que les haya encantado suguieran para dibujarlo y quien sabe... si tengo tiempo lo dibuje e3e


 Eso es todo mi gente >w< los quiero! hasta el siguiente capitulo >83

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 ¡¡Oh que gran final!! - Eufórico, aplaude con frenesí, como si quisiese demostrar a todos los lectores que fue una espectacular obra de arte - ¡¡Bravo, bravo!! ¡¡Aplaudan carajo!! ¡¡JAJAJAJAJAJA!! - Tras el cristal, sonríe una figura diferente a los protagonistas, pero a la vez... muy idéntico - ¿Que les pasa? En toda buena historia siempre existe la parte donde se rompe la cuarta pared - Se cruzo de brazo con un rostro berrinchudo - ¡Hey, pidan dibujos de esa escena! No sean unos egoístas llorones... ¿Realmente pensaban que un chico como él terminase con un cadáver? Ni Tim Burton le gusto mucho la idea, jajajajajaja...

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