Tres en busca de respuestas

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


 Esa noche no hubo ningún preámbulo de despedida o preparación. Nada mas llegue y toque la cama, y me desplome con mi ropa sucia y rota, encontrándome tan agotado para incluso arreglarme antes de dormir, incluso para el ente, que sin pedir permiso, se hecho a dormir en la orilla de la cama, soltando ronquidos tan ruidosos como lo podía soltar un tipo de su tamaño.

La mañana resulto tranquila. Después de desayunar, nos quedamos en la habitación, buscando en los libros alguna pista que nos guiara hacia la persona más cercana consanguíneamente a los primeros pobladores de Roublin. Ojeaba un viejo libro sobre enlaces de emoción a perfusión de magia, estudiándome bien cada página por haber experimentado de cerca con este tipo de poder, preguntándome, si se podía crear un hechizo muy fuerte al combinar varias emociones; pero según el libro, solo mostraba que formaría un desequilibro del balance mente y cuerpo, destruyendo todo a su alrededor.


- Oye, Mephiles... - Estando sentado en el suelo, llame, aun sin despegar la mirada de las hojas - ¿Por qué todos en el pueblo dicen que eras un brujo?


- No lo sé, Silver. Y realmente no me gustaría pensarlo mucho. Solo te puedo asegurar que era cualquier otra cosa menos un brujo – Respondió con tono molesto – Deja de distraerte y continua con tu lectura.


- Si, ya sé, pero... Lo que vimos aquella noche sobre la maldición no tiene sentido – Cerré el libro, sentándome en posición de indio, viendo donde Mephiles que estaba sentado en una silla – Primero que nada. Tu padre es el fundador del pueblo, según hemos comprobado por otros libros, lo cual te daría el apellido de... Roublin ¿O no? – Inquirí, viendo pensativo hacia el techo cruzándome de brazos – Segundo... Al ser hijo del fundador, si te hace dueño de la mansión y de sus tierras... ¿Por qué entonces habrán dicho que eras un brujo mentiroso?...


- Silver, no le des tantas vueltas al asun-


- ¡Tercero! Eso quiere decir que alguien tomo el nombre de tu padre, se hizo pasar como el fundador ¡Y altero la historia! – Termine de decir, golpeando mi puño con mi palma, habiendo resuelto el rompecabezas - ¡Y puede incluso esa misma persona ser el que coloco la maldición a la mansión! Tratando de inculparte con aquella leyenda...


- ¡Silver! – Dijo en un tono de regaño, haciéndome callar y apagar la emoción que tenía – Ya te dije una vez, que yo fui el que puso la maldición en la mansión – Se cruzó de piernas, apoyando su cabeza con su mano en la reposadera, viéndome con mando – Ya me he hecho a la idea de cantidad de teorías y explicaciones de cuál fue la razón de la maldición... Esa, que acabaste de mencionar, es la que más concuerda entre mis especulaciones... Solo que hay una cosa – Cerro el libro que tenía en manos, dejándolo caer al suelo – Mi padre no se llamaba Roublin. Roublin era el nombre de un grupo de magos, los cuales dejaron de existir cuando se creó el pueblo – Hizo levitar un libro con cubierta caoba, entregándomelo para que leyera sobre ellos en una de las páginas – Lo hicieron a honor por el grupo, he de suponer... Lo cual también me hace suponer, que algunos de los originarios de este grupo fue uno de los que cometió las atrocidades que mostro la maldición.


- ¿Si sabias todo eso por qué no me dijiste nada? – Pregunte mostrando molestia en un ceño.


- Porque no quiero suponer cosas aun... No hasta poder confirmar una milésima parte de todas esas ideas – Tomo otro libro de enorme calibre, viendo hacia las páginas con un semblante cansado, triste – Y tú tampoco deberías de hacerlo... Ni siquiera se con exactitud qué fue lo que ocurrió.


- Tienes razón... ¿Aun no recuerdas la razón para haber colocado esa maldición tan atroz?


- Solo recuerdo... Lo muy molesto que estaba, sentía mucha impotencia y... Tristeza – Apretó el libro con sus garras, cambiando su rostro a uno más frío, inexpresivo – No me gusta recordar eso...


- Pero tienes que hacerlo – Deje el libro que estaba leyendo, tomando otro, empezando a leerlo lentamente.


- Pero si puedo decirte una cosa... - Dijo antes de perderme en la lectura, tomando toda mi atención – Alguien más, aparte de mí, debió de crear la maldición.


- ¿Qué? ¿Pero quién? ¿Por qué?


- Eso tampoco lo sé y es algo que supongo... Y pronto, confirmare – Dejándome con las dudas que de por sí ya tenía, callo, volviendo a su libro, y tuve que hacer igual, sino permanecería angustiado todo el día.


Mantenía toda mi mente en la lectura, que gratamente, era bastante interesante, teniendo la suerte de haberme topado con un libro que explicaba como maldecir un objeto o encantarlo; pequeños hechizos que podrían resultar tan solo un poco peligrosos y conflictivos con el que portara dicho objeto. Había de todo tipo, uno que tenían que ser específicos según el objeto y otros según el tipo de persona que fuera a tener el objeto.


- Silver, buscando en ese viejo libro no avanzaras en tus estudios – Me regaño, pero no le preste mucha atención – Ya me leí ese libro al derecho y al revés, mejor avanza en buscar alguna rama familiar de alguno de los habitantes del pueblo.


- ¡Pero esto también es importante! – Proteste, viéndole con un puchero de recelo – Estamos tratando con una maldición, está bien que estudie sobre ellas.


- Pero estas son de muy baja categoría – Se levantó del asiento, cargando el libro con sus dos manos – Así que deja de divagar y estudia lo importante – Dijo dándome un golpe leve en la cabeza con el susodicho libro, que a pesar de lo sutil, me dolió por el grosor de este.


Vi cómo se fue a la cama, acostándose bocarriba sobre esta, sosteniendo el libro sobre él para poder leerlo, dejando que mi imaginación creara una escena donde el libro cayera sobre su tonta cara, aplastándola como una pila de barro.

Solté una leve risa, continuando con el mismo libro, curioso por si en algún momento pudiese utilizar alguna maldición, a pesar de que claramente al principio del libro advertía que las maldiciones se regresaban, por función del karma, solo se podía usar una maldición si fuese para protección o en casos de vida o muerte. Estaba a punto de continuar a leer otro libro, pero hubo una pequeña nota al final de este deteniéndome en un párrafo muy importante...

Cerré el libro, viendo dirección donde Mephiles, que aún no se percataba de que le estaba viendo. Algo inseguro, pero mucho más curioso, me levante, acercándome a él, quedando cerca de la orilla de la cama; él me vio, sin prestarme mucha atención, continuando en leer otro libro de menor calibre. Tímidamente, revise con la mirada todo su cuerpo, terminando mi mirada en su pie, tomándolo para revisarlo más de cerca, tratando de quitarle el zapato sin conseguirlo con los más torpes intento, así proseguí en el ruedo de su pantalón, subiéndolo para ver su pierna.


- ¿Qué haces? – Finalmente, dijo, alterándome por los nervios que llevaba.


- Yo... Quiero comprobar algo... - Respondí apenado, sintiendo como sin remedio me coloraba - ¿Podrías... Retirarte la camisa?... Por favor.


- Es... Está bien... - Mostro duda en sus ojos pensándolo un poco antes de dejar lo que tenía en mano, desintegrado su ropa para ir mostrando su torso desnudo - ¿Así está bien? – Por primera vez, deseaba poder verle a la cara, pero no lograba despegar mis ojos de su cuerpo marcado, fornido y... ¡¡No, Silver!! ¡Concéntrate! Todo mi cuerpo comenzó a generar hipertermia, provocando que transpirara sin poder evitarlo - ¿Qué es lo que realmente quieres ver?


- ¡Te-tengo que ver! Tengo que ver si tienes alguna marca en tu cuerpo... Es para comprobar si tienes algún objeto o cello maldito – Dije apresuradamente, liberándome del contacto visual que tenía con su cuerpo desnudo – Hay algunas maldiciones y marcas que no se muestran ante la persona maldecida. Quiero comprobar si no tienes ninguna, ya que tú no puedes verla – Me excuse, logrando calmar mi descontrolada respiración.


- De acuerdo... - Trago saliva y cerró los ojos – Revisa rápido, por favor...


- ¡S-si!


Me senté a su lado en la cama, revisando su abdomen minuciosamente, recorriendo con mis manos sus abdominales, sus costados, sus pectorales, incluso su pelaje tupido y suave en su pecho, ya teniendo a este punto mis manos temblorosas y sudorosas, disculpándome en voz baja una y otra vez por ello; pero más que todo, por disfrutar al poder estar tocando un cuerpo tan bien formado.


- ¿Ya terminantes? Esto... Es incomodo – Dijo en el medio de mi inspección, teniendo que apresurarme más, continuando con su cabeza.


- Ya-ya casi, tengo que revisar tu cabellera – Empecé a revisar entre sus púas, llegando luego a su cuero cabelludo, buscando aunque fuese algo diferente.


- Apresúrate, Silver, n-no creo poder seguir así de tranquilo como estoy – Temblaba, adhiriéndose sus púas entre mis dedos, complicándome más en la búsqueda.


- ¡Mantén la calma! No puedo revisarte bien si te vas pegando a mis dedos como un moco – Regañe, tratando de calmarme igual con mucho disimulo – Solo quédate quieto y déjame revisar... - Decía al ir revisando sus orejas, avanzando a sus brazos y espalda, sin conseguir ver nada que me señalara alguna marca de maldición – No hay nada...


- ¡Bien! Supongo que son buenas noticias, me hubiera preocupado si hubieras encontrado-


- Aún falta la parte de abajo – Interrumpí, llevándome mi mano para cubrir mi boca, temeroso por tener que ir tan lejos por mi curiosidad y mi oscura picardía que se despertaba luego de ver su cuerpo – Vas a tener que-


- ¡No! No, no, no, no, no – Su cuerpo comenzó a chorrear, derritiéndose irremediablemente mientras me pedía que me alejara con sus manos extendidas hacia mí – No voy a-a poder co-contenerme, Silver, me-mejor déjalo así, puedo vivir con eso, por favor – Decía con un rostro en suplica, con su voz agudizándose y entrecortándose por los nervios.


- N-¡No! ¡No es como si me gustara la idea! – Mentí, e igual, entrecortando mis palabras - ¡Vamos! Tu si has podido ver mi cuerpo desnudo y yo no – Reclame, tomándole de los brazos para que no retrocediera más en la cama.


- ¡Por favor, Silver! ¡No seré capaz de controlarme! Déjalo así, por favor, por favor – Aun con suplicas, se iba derritiendo, aferrando mis manos entre sus brazos, sujetándome con fuerza para que no cumpliera mi cometido.


- ¡Vamos! No seas un miedoso y déjame... Espera... - No podía soltarme de su agarre, pero si podía mover mis manos dentro de su cuerpo, permitiéndome una examinación mucho más completa de la que hubiera pensado – Espera, puedo buscar de esta forma...


- ¿Eh? No... ¿No vas a?... ¡Ah! ¡Es-espera! Se siente aún más raro – Se quejó, agitándose como una gelatina.


- ¡Ya deja de chillar! Ya casi... ¿Uh? – Palpe un objeto frio y puntiagudo en su pecho y axila, casi cerca de su cuello, teniéndolo entre mis manos – Tienes algo aquí.


- ¿Qué? ¿Qué cosa? – Trato de revisar, pasando sus manos donde estaban las mías – No siento nada ¿Qué es?


- Déjame... Sacarlo – Jale con fuerza, teniendo que empujarme contra la cama, estirándome para desprender el objeto fuera del cuerpo de mi compañero - ¡Sal!... ¡De una!... ¡Buenas vez! ¡Ah! – Lo saque de un golpe, cayéndome de la cama, sujetando con firmeza el objeto, con el cual me corte tan solo un poco - ¡Lo tengo!


- Finalmente – Dijo Mephiles, volviendo a formar sus prendas de la misma sustancia de la que estaba hecho - ¿Qué es lo que tenía dentro de mi cuerpo?


- Es una... - La punta de una flecha se hallaba en mi mano, notando casi a más tardar, el símbolo que poseía, indicando la maldición que poseía - ¡Ah! Es un objeto maldito – Lo lance al suelo, retrocediendo temeroso – Es... Es...


- Es la punta de una flecha... Uhg...


- Me corte con esta... ¿Estaré bien? – Pregunte, levantándome del suelo para ver con preocupación a Mephiles, notando como se sostenía de la cabeza con ambas manos - ¿Mephiles?


- Mi cabeza... ¡Hag! Otra vez empiezo a recordar – Se quejó, tambaleándose de un lado a otro sobre la cama - ¡Demonios! ¡Ahhg!


- Mephiles, tranquilo – Me acerque a él, sosteniéndole de sus cienes, sobándole para que apaciguara un poco el dolor – Déjame ver esta vez... Deja que llegue – Fui diciendo, uniendo su frente con la mía, pasando a la visión que se presentaba en su mente.


Era de tarde, en las afueras de la mansión, en las montañas, cabalgando rápidamente sobre un semental. Podía ver todo directamente a través de sus ojos, contemplando el paisaje, hasta que se escuchó un grito y luego como algo se dirigió rápidamente hacia nosotros, tumbándonos del caballo con fuerza, despertando rápidamente de aquella visión.


- ¡¡Aah!! ¡Ah! – Mephiles se separó de mí, tomándose fuertemente del hombro, como si volviese a sentir el dolor de aquel recuerdo, asustado y algo desorientado – Eso fue... Ah... Un momento muy horrible... Silver... ¿Estas bien? – Pregunto, viéndome sentado sobre la cama.


- Si... Estoy bien... - Mas asustado que impresionado, le miraba preocupado más por él que por cómo me encontraba – ¿Qué fue eso?


- Lo que vistes, un intento de asesinato – Aclaro, levantándose de la cama – Alguien... Quiso matarme en vida...


- ¿Y aun conservabas el objeto maldito? ¿Eso es siquiera posible? – Dije impresionado, levantándome del suelo con ayuda de Mephiles - ¿No recuerdas quien te ataco?


- No... lamentablemente... Pero algo me dice, que lo conocí y no debo de olvidarlo – Respondió, aun con su mirada angustiada – Siento como si fuese algo muy importante. Trato de recordar pero... Solo puedo ver rostros distorsionados – Volvía a apretar su cabeza con su mano, frotándose la frente aun aturdido – Ah, no puedo, no puedo recordarlo – Dijo frustrado, mirándome con cansancio en sus ojos – Se froto un poco la cara, pensando en las razones de esa visión – Debió de ser alguien que me quería muerto y maldito, incluso en muerte.


Él, en silencio se acercó al dicho objeto, inclinándose para verlo a una distancia segura, frotándose el mentón dubitativo. Segundos que me parecieron varios minutos, permaneció viendo el objeto, levantándolo luego para observarlo de frente, provocando que me asustara por si llegase a ser peligroso.


- Tranquilo, ya no puede ocasionar ningún peligro – Me calmo, sonriéndome con tranquilidad – Muy astuto al pensar en esta posibilidad, Silver... Perdona por no colaborar lo suficiente... No volveré a dudar de ti – Me halago, sintiendo como mi conciencia me carcomía en el muy fondo de mi ser, por haber disfrutado de ese chequeo físico que le había hecho a mi compañero. Maldita sea mis hormonas de joven.


- Me-me alegro – Dije al fin, acercándome a ver el objeto - ¿Y qué clase de maldición es?


- Una... Peligrosa, ciertamente, pero fue tan mal hecha que de seguro no pudo ocasionar nada... Entonces mi atacante era un novato - Callo un momento, mostrándome el símbolo sobre la punta de la flecha, que era el dibujo de la cabeza de un leopardo – La maldición funciona de manera que le pasen cosas malas a los seres queridos del maldito, incluso provoca que la persona maldita lastime a las personas que lo rodean... Pero... Eso... - Se ofusco, cambiando a un ceño preocupado, viéndome seguido a los ojos – Silver... ¿Y si?


- ¿Qué?... – Casi instantáneamente, me di cuenta a lo que iba diciendo, sacudiendo mi cabeza en negación rápidamente - ¡No! Para nada. Lo acabaste de decir ¡Esta mal hecha! No tiene nada que ver con-


- Siempre terminas arriesgando tu vida – Me interrumpió bruscamente, apretando con fuerza la punta de la flecha, agrietándola con sus garras – De no haber sido por esto, nunca hubieras tenido que pasar por todo lo que has tenido que vivir aquí dentro – Miraba con rencor el objeto, fracturándolo fácilmente – Pensar... Que la persona que me haya querido herir con esto, no solo quería matarme, sino lastimar y ver sufrir a todos a quien quería – Termino de destruir la flecha, volviéndolo polvo con su puño, dejándolo caer al suelo, desapareciendo los restos con una flama verdosa que creo con su mano, deshaciéndose de cualquier resto del objeto - ... Lo siento mucho, Silver, todo por... Tenerte a mi lado...


- Mephiles, no. Todo eso fue por desobedecerte, por mi mala suerte, por estar en una mansión embrujada. En todo caso haya sido ese objeto que provoco toda mi mal dicha, no tienes ninguna culpa de ello – Me acerque a él, esperando que creyera en mis palabras, pero se alejó de mí en un retroceso, agachando la mirada.


- No... No es cierto. Solo lo dices porque tampoco quieres creer que sea cierto – Dijo desanimado – Cada vez que estaba contigo, algo malo te pasaba... Incluso lejos de mi... El hecho de que no hayas muerto es porque realmente no funciona bien – Término de decir, hechizando todos los libros, ordenándoles con su magia para que flotaran cerca de él.


- Mephiles, no digas eso, por favor... - Le jale de su camisa, sin poder tomar nuevamente su atención, sin poder convencerlo – No... No pienses eso...


- Ah... Lo siento, estaré bien... Solo... Estaré en la biblioteca, vendré mas tarde – Dijo, dándome la espalda, continuando en salir por las cortinas de la habitación.


Otra vez solo, esta vez, tan desanimado como lo estaba mi compañero, sintiéndome mal por no poder animarle ante tan mala noticia, tomándome igual mi tiempo para pensar en aquella suposición que dejo al final el ente. Pase las horas dibujando, pintando, durmiendo y leyendo, a pesar de que me preocupaba el pasar de las horas sin hacerse presente mi compañero, sabía que era para mejor, tenía que dejar enfriar esas dudas y preguntas que habían provocado ese objeto maldito.

Leía uno de los libros de hadas que me había traído la última vez, terminando de leerlos en un parpadeo, deteniéndome en el último por su extraño final, típico de un cuento de hadas antiguo para niños.

"La hija de nuestra señora"... Un viejo cuento donde tenía de protagonista a una niña, la cual le mintió a su cuidadora, siendo desterrada de su hogar, maldita y vuelta prisionera en un bosque, donde luego, mucho tiempo después, es encontrada por un rey, que se enamora de la hermosa muchacha y la convierte en su reina, dándole la bendición de tener a su hijo, pero se le es arrebatado cuando se vuelve a encontrar a su cuidadora, y le vuelve a mentir por el cometido de haces muchos años, sucediendo esto unas dos veces más antes de que la condenen por bruja por los hijos desaparecidos del rey. Entonces, en la ejecución, antes de que las llamas lleguen a sus pies en la hoguera, confiesa su pecado y es salvada por su cuidadora, entregándoles a sus tres hijos, declarando que todo aquel que admita y se arrepienta de sus pecados, será perdonado de todo mal.

Un final perfectamente creado para los niños desobedientes, para que aprendieran a obedecer a los adultos. Insulso para mis gustos por los libros, sabiendo muy bien lo tonto y falso de esto, ya que sin importar la edad, ni quien, incluso para un niño, obedecer las normas es solo para mantener sumiso y recto a las personas, para que no tengan pensamientos ni ideas de boicots ante los que tienen control sobre las normas.

Un poco decepcionado con el final, me aparte de los libros de hadas, quedándome sentado en el suelo para repasar uno de mis libros de estudio, pero era totalmente inútil a tratar de concentrarme en mis estudios, solo no podía dejar de pensar en Mephiles y en lo mal que debía de sentirse. Si no podía hacerlo sentir mejor, ¿Quién más podría? Tenía que buscar la mejor manera para hacerlo retractarse de sus palabras, de la mejor manera y más astuta que podía pensar...


Mephiles llego luego de un rato, entregándome un emparedado, sentándose igual en el suelo frente a mí, observándome como comía el almuerzo con mucha tranquilidad, ignorando su mirada decaída.


- ¿Estás bien? – Pregunte aun con la boca llena de comida.


- Si, tranquilo – Mostro una mueca, una sombra de una sonrisa aun sin revelar sus labios.


- ... Si, hablando de mentiras... - Comente, terminando de comer, chupándome los dedos – Leí un libro muy peculiar... No me gustó mucho el final por lo poco realista... Se llama La hija de nuestra señora ¿Lo has leído?


- ...Tal vez... ¿Por qué no te agrado? – Pregunto con un tono de voz decaída, viéndome con una mirada vacía.


- No lo sé... Es que... No entiendo el porqué de ese final, quiero decir, ¿Por qué seguir mintiendo cuando sabes que al decir la verdad serás liberada del castigo, de la maldición, del sufrimiento? La protagonista solo seguía mintiéndole a su querida tutora, una y otra vez... ¿Acaso era por terquedad u orgullo? ¿O realmente hicieron ese final para que sirviera de lección para los niños? Es que es totalmente ridículo – Dije, dejando mi punto de vista, junto a mi crítica, mostrando disgusto por esa mala obra.


- Puede que no quiso decir la verdad porque se hubiera estado mintiendo a ella misma – Comento Mephiles, tomando mi atención por aquello que había dicho.


- ¿Mentirse? ¿A qué te refieres?


- Ve lo de este punto... Puede que haya mentido la primera vez como capricho o miedo al castigo... Pero luego de ya crecer, creció junto con esa mentira, mentira la cual la hecho de su hogar, mentira la cual la maldijo quitándole la voz, mentira la cual la dejo encerrada en un bosque sola y privada del mundo... Pero esa misma mentira... Le otorgó un encuentro único y mágico con un rey, que la vio con ojos llenos de amor, compasión e impresión al presenciar a tal joven llena de encanto, transformada en un bella ninfa por la apariencia que le había dado el pasar de los años en ese bosque, encantando al rey por lo tierna y dulce que era a pesar de no tener voz, enamorándolo y dándole a su amada un hogar, un esposo y tres bellos niños... Todo eso solo por mentir... Al decir la verdad... Le estaría mintiendo a todo lo anterior, todo lo que pudo conseguir por ella misma, por haber mentido... Solo creo que, no quería admitir que nada de lo anterior no valió la pena. Nada más es mi punto de vista...


- Wow... No lo había pensado de esa manera, es... Algo lindo, a decir verdad – Dije al finalizar con su comentario, dejándome con una idea en la mente – Entonces... ¿Todo lo que has hecho por mí ha sido una mentira? – Inquirí, levantándome del suelo.


- ¿Qué? ¿Ahora qué dices?


- ¿Acaso todas las veces que me has salvado fue falso? ¿No paso en realidad? ¿Fue gracias al que el objeto maldito no estaba en su mejor capacidad? Dime – Aclare, viéndole seriamente.


- ¡Claro que no! Yo realmente te salve, quería salvarte ¿Por qué dices esas cosas? – Ahora ansioso, se levantaba viéndome como si lo estuviese juzgando


- Piénsalo. Cada vez que estaba contigo algo malo me pasaba y cuando más te acercabas a mí, la maldición fallaba y dejaba de funcionar, por eso pudiste ayudarme, pero de no haber sido por eso estaría muerto... No hiciste nada.


- ¡No! Eso... - Sus ojos mostraban una total angustia, pensando que fuese cierto lo que estaba diciendo – Yo... Solo...


- Mephiles... - Levante su mirada tomándole del mentón con gentileza – Mírame... Estoy vivo. Y no es por esa punta de flecha. Y tampoco fue por eso por el cual estuve en peligro desde un principio. Fue por que no estaba contigo o porque te desobedecía – Dije con un tono de cariño, juntando su frente con la mía, mostrándole mediante mis recuerdos cada vez que corrió a mi ayuda, salvándome una y otra vez, sin dudarlo ni un solo momento – Tu jamás tuviste la culpa, jamás dudaste en ir a por mí, jamás me fallaste y sé que no lo harás ahora que ya no existe maldición en tu cuerpo – Le abrase con fuerza, escuchando en su pecho un palpitar, inesperado para mí, pero de inmediato tranquilizador, frotando mi cabeza contra él – Por favor... No quiero verte triste, eres mi único y verdadero amigo...


Escuche un leve sollozar de su parte, correspondió a mi abrazo, envolviendo sus brazos en mí, frotando su cabeza contra la mía.


- Lo-lo siento...


- Está bien, todo está perdonado – Le palmee la espalda, sintiendo luego en mi hombro, algo húmedo deslizarse.


- Por un momento... Creí en lo que...


- Perdona por haber sido tan rudo en mis palabras... Pero al parecer nunca me haces caso sino soy lo suficientemente frió contigo.


- Supongo que no eres el único desobediente... - Se separó, sonriendo felizmente, dejando a ver como pequeñas y finas gotas se resbalaban de sus ojos, solo que estas eran oscuras, así como la misma sustancia de su ser – Perdona, no me gusta llorar por esto – Se deshizo de sus lágrimas, viéndome con pena.


- Está bien, grandulón – Tome las lágrimas que reposaban en mi hombro, devolviéndoselas a su cuerpo – Malo sería no poder llorar con todo por lo que pasas – Le palmee su mejilla, tratando de recibir más de su tierna sonrisa – No lo olvides, confía siempre en lo que digo.


- Lo haré, pero al igual como yo hago contigo, perdóname si alguna vez te llevo la contraria.


- Por supuesto – Afirme con un cabeceo, haciendo levitar uno de los libros que había traído, ojeándolo rápidamente – Bueno... Hay que trabajar.


- Si... Jajaja, diablos – Comenzó a reírse, frotándose sus nudillos en su rostro – Encontré algo en la biblioteca y me pase todo el camino pensando en cómo decírtelo sin que te pusieras de mala y ahora no sé cómo decírtelo.


- ¿Qué? ¿Qué es?...


- No te gustara – Sonrió, tratando de no soltar más risas, dejándome preocupado por su respuesta.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

El sol, aproximándose para la puesta en el horizonte, nos iluminaba al salir de la mansión, casi cegándonos por no estar acostumbrados a su luz durante tanto tiempo. Respiraba hondo, exhalando con mucha fuerza, buscando donde hallar los ánimos para lo que teníamos que hacer en aquella tarde, siendo desperdiciada en mi oficio, ahora, menos preferido.


- ¿Por qué de entre todos los lugares teníamos que ir a una biblioteca? ¿Qué no son suficientes con las que hay dentro de la mansión? – Me queje, yendo tras Mephiles dirección al pueblo.


- Lo siento, pero los documentos que faltan por buscar se encuentran en la biblioteca del pueblo – Respondió, aun con un tono de voz cómica por mi comportamiento.


- ¿Seguro que no hay algún pasaje mágico, un lugar antiguo o una tonta roca donde podamos ir a investigar?... ¿Lo que sea?


- Nop, por los momentos, yo no recuerdo ninguno – Me vio de lado, sonriendo burlonamente.


- Tú y tu estúpida falta de memoria – Refunfuñe, cruzándome de brazos y lanzándole un puchero quejumbroso – Por lo menos dime que no es la mitad de grande que alguna de las bibliotecas más pequeñas de la mansión.


- Para tu suerte no es tan grande – Ya llegábamos a la plaza, esta vez, mi compañero un poco más seguro al estar ante tantas personas rodeándolo y observándolo con apatía – Con lo rápido que has avanzado en tu modo de lectura, será tan rápido que saldrás tan rápido como entraste – Comento, marchando entre la multitud bastante positivo, sin lograr contagiarme de ese positivismo aun.


- ¡Silver! Por fin te encuentro – Dijo una voz femenina reconocible para mí. Gire tras mío, encontrándome a la gatita morada, llegando en una caminata apresurada hacia donde estábamos – Señor Silver, me alegro de haberlo encontrado, lo he buscado por todas las posadas y no había podido dar con usted – Me saludo con un inclinar, sonriéndome levemente con un leve rubor en sus mejillas – Que bueno finalmente encontrarlo...


- Señorita Blaze – Exclame, viéndola impactado por tomarme desprevenido en ese preciso momento – Me alegro ¿Pero por qué la emoción de mi encuentro, Señorita?


- Tenía que hablar contigo sobre unas cosas de tu trabajo... ¡Oh! Disculpe. Muy buenas tardes señor Mephiles the Hedgehog – Dijo, percatándose de la presencia de Mephiles, inclinando un poco la cabeza como saludo.


- No hay cuidado, Señorita Blaze. Muy buenas tardes para usted también – Respondió Mephiles, tomándome seguido del brazo para jalarme hacia él – Lamentablemente ahora mi compañero de trabajo y yo tenemos asuntos que hacer en la biblioteca.


- ¡Pero!... Espera... - Blaze se acercó más a Mephiles, viéndole con los ojos entrecerrados, tratando de reconocer algo en él - ¿No es la primera vez que viene al pueblo, señor Mephiles? Creo o no sé si son imaginaciones mías, haberlo visto alguna otra vez por aquí.


- ¿Qu-e? – Mephiles, se mostró un tanto asustado, volviendo a tomar un carácter menos adulante.


- Ayer también pensé lo mismo, pero lo ignore... ¿Tiene algún familiar en el pueblo?


- ¡Por supuesto que la ayudare con cualquier duda que tenga sobre mi trabajo señorita Blaze! – Dije rápidamente, tomando a la gatita de la cintura para acerarla a mí, escuchando como emitió un chillido agudo por mi acción - Mi compañero Mephiles puede arreglárselas por si solo con los documentos de la biblioteca ¿O no, Mephiles? – Dije inmediatamente para distraer a la gatita morada que ahora sospechaba de nosotros. Miraba con una sonrisa nerviosa a Mephiles esperando que entendiera de inmediato mi treta.


- Eh... Si ¡Si! Trata de dejar cualquier pregunta resuelta para la señorita Blaze, yo puedo trabajar mientras. Luego nos reunimos en la plaza ¿De acuerdo? – Entendiendo mi artimaña, fue caminando lentamente pos su camino.


- ¡Por supuesto! Te veo luego – Me despedí, moviendo mi mano de un lado a otro, dejando que mi compañero se marchara.


- Ustedes son un peculiar par de extraños – Comento Blaze, tomando mi mano que la tenía sujetada de su cintura, retirándola mientras me miraba seriamente - ¿Se lo han dicho alguna vez?


- ¿Eh? Bueno... Ahora que lo mencionas, creo que no, jajaja. Pero hasta yo lo he pensado, Alcaldesa – Reí, algo nervioso, caminando junto con ella por la plaza.


- Cuantas veces se lo tengo que decir, señor Silver. No soy la alcaldesa, solo ayudo a mi padre mientras no está en el pueblo – Regaño de forma agotada, tal vez hostigada de escucharme decirle lo mismo tantas veces – Y si continua diciéndolo nos va a meter a ambos en grandes problemas con mi padre.


- Disculpa, jajaja. ¿Acaso su padre la regañara al escuchar que le ha arrebatado su sitio en la alcaldía? – Pregunte en tono de broma, pero solo para mantenerla distraída de otros asuntos de los cuales trataba de evitar.


- ¡Claro que no! Señor Silver. Déjese de juegos. No está bien visto a una mujer siendo alcaldesa, sabes lo que dicen – Contesto con un rostro de disgusto.


- Entiendo, lo lamento. No lo volveré a decir...


- Está bien... Su intención no era para perjudicarme... - Dijo pensativa, guiándome entre las calles – ¿Y puedo saber que querían hacer en la biblioteca?


- ¿Eso? Íbamos a buscar información de la descendencia del fundador del pueblo y de sus antecesores... Es que ha habido problemas con los papeles de propiedad de la mansión y sus terrenos y tenemos que cubrirnos las espaldas en caso de una denuncia. ¿Lo comprende, no? Señorita Blaze – Dije sin dudar, con la mejor cara serena que podía poner en ese momento.


- Pero esos documentos no se hallan en la biblioteca, sino en la alcaldía – Dijo, sacándome de mi tranquila faceta, casi provocando que titubeara, pero mantuve la calma, siguiéndole el juego.


- ¡E-es cierto! Jajaja, que tonto soy – Me di un golpe en la frente, sonriéndole tontamente - ¿Seria amable de permitirme buscar ahí?


- Eso pensaba hacer, la verdad – Respondió fríamente, caminando unos pasos más delante de mí, dejándome inseguro ante las interrogantes que me daría.


Al llegar, dejo que entrara primero a la oficina, cerrando la puerta tras nosotros, permitiendo unos segundos de tensión antes de que me pidiera tomar asiento, mientras ella se sentaba en la silla de su escritorio, viéndome con ojos filosos y fríos, congelándome por aquella mirada penetrante, confundiéndose casi con la de Mephiles.


- Y... ¿De qué quería hablar conmigo, señorita Blaze? – Dije controlando la manera en como hablaba, sonando relajado y confiado.


- Quería que me recordara una vez más... ¿Por qué se encuentra aún en el pueblo? – Pregunto, usando una voz áspera, marcando en sus cejas un entrecejo serio, creando rasgos tan maduros que por un momento pensé que se trataba de otra persona y no la tierna gatita que vi ayer en el lago.


- Yo... - Tomando aire y dejando que mi temor al hablar se fuera, retomaba mi experiencia que había tenido en mis años de ventas, y así, sonreí tranquilo – Vine a asegurarme de la prevalencia de unos terrenos que le pertenece a la ventas de mi empresa. Tengo que asegurarme de cualquier documento que identifique de un presunto heredero o alguien que se relacionó con transmites legales de los terrenos... - Dije serenamente, viendo sin preocupación alguna a la gatita frente a mí – Es por eso que nos dirigíamos a la biblioteca, pero ya que me has iluminado de mi tonto error, le pido, señorita Blaze, que me permita revisar los documentos que se hallan en este lugar para poder terminar mi trabajo.


Impresionada por mi calma, abrió más los ojos, viéndome aun con esa persistencia en sus ojos, antes de levantarse y sacar de un gabinete un grupo de carpetas polvorientas que me entrego sin decir palabra alguna, solo observándome en espera de que digiera o hiciera algo que la alentara a hablarme.


- Por favor, comience – Dijo de manera como si me probase a intentarlo, estando inseguro de lo que tramase - Asegúrese de leer hasta la última hoja – Añadió, volviendo a sentarse sobre su silla del escritorio.


- Jejeje... De acuerdo... – Dije sin pisca del miedo que sentía, abriendo la primera carpeta, teniendo que sacudirla del polvo que llevaba encima.


Las horas pasaron lentas, a pesar de que iba moderadamente rápido en mi búsqueda de los documentos, pero la insistente y fría mirada de la chica delante de mí, me mantenía tenso, sintiéndome tal como una presa siendo asechada por una fiera. A pesar de aquella presión de por medio, no me sentía angustiado o preocupado, tan solo hacia lo que muy bien sabía hacer en mi trabajo, y era fingir serenidad y confianza ante cualquier imprevisto que me presentara cualquier cliente; tanto así, que igual aprovechaba y buscaba en los documentos alguna relación o conexión de alguno de los primeros pobladores de Roublin y con algún familiar de Mephiles. Pero mientras más páginas pasaba, más se me agotaban las hojas en donde buscar más información, hasta que llegue a casi la últimas páginas, unos papeles tan viejos y roídos por el tiempo que podían deshacerse en las manos más suaves y finas con un simple tirón. Tome el papel con cuidado y leí bien lo que tenía escrito... Los papeles oficiales del dueño de la mansión.

Con un éxtasis de emoción, me leí cada letra con cuidado, llegando hasta el final de la página... El mismo que fundo el pueblo, el mismo dueño de las tierras y de la mansión fue... ¿Simón the fox?

Volví a leérmelo todo, una y otra vez, revise todo el documento, chequeando el año pero este estaba muy borroso, era ilegible. Busque entre el resto de papeles y no hubo otro conexo sanguíneo o parental con esta persona, dejándome totalmente confundido, voltee incluso la hoja por si tenía algo más escrito, pero esa era toda la información que contenía aquella única hoja. Escuche un monosílabo de parte de la señorita Blaze, viéndome en espera de algo, pero solo le devolví una mirada confundida, buscando más información en los documentos restantes, sin éxito alguno.


- ¿Consiguió algo? ¿Señor Silver? – Dijo Blaze, luego de que terminara de buscar entre las hojas.


- Yo... Yo... ¿Es todo lo que tiene?


- Es lo que tiene y ve ahí, señor Silver... ¿Qué no está satisfecho? – Pregunto, analizándome completo en espera de algo.


Algo sabia, estaba claro que sabía algo de mí que la hacía tomar ese carácter frio y serio.


- Yo... Creo que falta algo, algo que no coincide.


- ¿Qué más podría faltar? Es lo que usted ve, el fundador del pueblo no tenía padres ni hijos, murió sin dejarle la herencia de sus terrenos a nadie, nada más que al pueblo – Dijo a regañadientes, levantándose de su asiento, cruzándose de brazos, viéndome juzgadora - ¿Qué es lo que le hace dudar de lo que ve ante usted?


- Es que... - Involuntariamente sudaba y tartamudeaba, presintiendo que algo trataba sacar de mí, la gata – En los documentos que se encuentran en mi oficina... El fundador... Él... - Dude en si terminar mi frase, pero me arme de valor y deje de encorvarme en mi asiento – Él era un erizo.


- ¿¡Un erizo!? ¿Y eso que importa? – Dijo molesta, notándose exasperada.


- También tenía descendencia...


- ¿Acaso me ve la cara de tonta? Señor Silver – Dijo con una voz amargada. Toda mis expectativas sobre la señorita Blaze de ser una dama elegante, fuerte y comprensiva se había ido con el temor de una despiadada mujer que no dudaba ante sus acciones y palabras – Los documentos de otros lados no tienen peso, valides, son puros rumores. Aquí están los documentos originales de todos los antecedentes de este pueblo, nada está mal, así que... ¿Por qué le toma tanta importancia?


- Eso es porque necesito tener todo cubierto. Total afirmación y aseguramiento para la venta, ese es mi trabajo – Respondí igual de serio, no queriéndole permitir que siguiera alzándome la voz.


- ¿Su trabajo, señor Silver? – Aflojo la tensión que tenía en los brazos y los dejo caer a sus lados, caminando hasta estar frente a mí en el asiento – Esta mañana llame a su oficina... Me dijeron que fue despedido hace una semana por no reportar ningún informe de su trabajo...


Así como estaba en el asiento, me quede estático, congelado con una expresión de miedo, con una sonrisa sonsa que ocultaba inútilmente mi terror por escuchar esas palabras, Blaze en cambio, se quedó viéndome, analizándome, esperando una respuesta, ante ser descubierto por mis falsos motivos de mi búsqueda.


- ¿Qué? Jejeje – Pude decir luego de un momento, viéndole algo incrédulo.


- Usted fue despedido, mucho antes de haber vuelto de la ciudad, o eso es supuestamente lo que se rumorea en donde estuvo – Aclaro, rodeándome en mi asiento, sacando todo su arsenal para dejarme desmantelado ante mi fachada de mentiras.


- E-eso no es cierto, jajaja deje de decir mentiras – Se me escapaban risas nerviosas, aferrándome con fuerza sobre el asiento.


- No ¡Usted deje de decir mentiras, señor Silver! – Grito molesta, acorralándome sobre el asiendo con sus manos rodeándome sobre las reposaderas – ¿A que ha venido a este pueblo? ¿Qué es lo que oculta?... Pensé que era su amiga – Bajo el tono, sonando decaída en lo último, borrando tristeza de inmediato para verme con seriedad – Estoy siendo extremadamente paciente con usted, incluso lo puse a prueba. Tan solo deme una razón para no llamar a la policía y echarlo del pueblo...


- Señorita Blaze, yo no puedo – Respondí con inseguridad, viéndole directamente a los ojos apenado, temiendo al mismo tiempo por lo que dijo.


- Solo, dígamelo – Sus ojos mostraban molestia, casi como si desprendiera una chispa de fuego en ellos, las cuales no se apartaban de los míos, tan intensa era su mirada, y tan profundo sus pupilas que me costaba apartar la vista de estos.


Casi, tan solo por un momento, pude escuchar un leve susurro, un eco que resonó en mis tímpanos, unas palabras que provenían cercanas a mí, frente a mí, estaba esa voz hablando para sí misma.


«¿Por qué sigues insistiendo? Solo llévalo ante la ley de una vez. No muestres debilidad, sin dudas, solo has tu trabajo como lo haría tu padre... Pero entonces... ¿Por qué quieres creer en que es una buena persona?... ¿Qué oculta realmente este chico?»


- Blaze... - Musite al poder lograr escuchar sus pensamientos.


- Sabes que... Olvídalo – Se alejó un poco viendo con decepción hacia otro lado – Venga conmigo... Lo llevare fuera del pueblo.


Una vez más volvió a mencionarlo, salir fuera del pueblo. Primeramente pensé en mí mismo, temiendo al saber que si ponía un pie fuera de Roublin me convertiría en polvo y la maldición se esparciría por todo el pueblo... El pueblo... Todas las personas quedarían atrapadas en la maldición, todas las personas que había conocido, mis amigos, todos, incluso la señorita Blaze, quedarían atrapados por el resto de sus vidas en la maldición, siendo atormentados por siempre... No podía permitir eso, preferiría un millón de veces quedar atrapado en soledad por el resto de mis días a que todas estas personas inocentes corrieran peligro.


- ¡Señorita Blaze! ¡Espere! Puedo explicarlo – Interrumpí, levantándome de mi asiento.


- ¿Qué? ¿Qué podría justificar sus mentiras? – Contesto secamente sin esperanzas de una respuesta sincera.


- Pero tiene que prometerme que me creerá y no se lo dirá a nadie más, al menos que le digamos que es seguro.


- ... Se lo prometo, siempre y cuando no sean más mentiras.


- .... Vera... - Quería tragar mis propias palabras, pero no podía retroceder ante esto, tenía que arriesgarme, tenía que confiar en ella, era la única manera – Estoy maldito...


- ... ¿Maldito? – Dijo confundida, como si hubiera escuchado mal.


- Yo... Cuando llegue al pueblo no lo estaba... Hacia lo que le había dicho... Mi trabajo. La mansión, la que está en los terrenos que quiero vender... Esta maldita y he caído en su maldición. Si salgo del pueblo o permanezco fuera de la mansión después del amanecer, me volveré polvo y la maldición se esparcirá en todo el pueblo... ¿Puedes creerme? ¿No? – Dije ansioso, acercándome a ella en espera de su afirmación.


- ¡Oh, si, si, si! Claro que le creo, Silver – Respondió con una sonrisa forzada, retrocediendo un poco por mi cercanía - ¿Sabe? Tengo un amigo que sabe tratar con esas cosas. Ven, déjeme llevarlo con él... - Tomo mi mano y me jalo dirección a la salida con algo de prisa.


- No me cree ¡Cree que estoy loco! Pero no lo estoy, tiene que creerme, le juro que es toda la verdad – Forcejee ante su agarre, tratando de soltarme de su mano – Por favor, si salgo del pueblo me convertiré en polvo y todos quedaran atrapados aquí.


- ¡Solo déjeme llevarlo con mi amigo! Ahí lo ayudaran con su problema. Créame usted, ¿No ve que dice disparates? – Con sus dos manos tomo de la mía, jalándome con más fuerza - ¡Venga conmigo o pediré ayuda!


- ¡No! Por favor ¡Escúcheme! Somos hechiceros, podemos destruir la maldición, solo tiene que darnos tiempo para poder averiguar cómo – Ahora era una pelea de jalones, increíblemente, Blaze tenía más fuerza que yo, lográndome acercar hasta la puerta – No haga esto, tiene que confiar en mí.


- ¡Ya confié suficiente!


- ¡Entonces se lo demostrare! – Concentre la magia en mis manos, liberando una corriente de mana que mando a flotar todo en la habitación, incluso a la señorita Blaze.


- ¡¡AHH!! ¡¡Silver!! – Grito impresionada al verme elevado sobre el suelo - ¿Qué?... ¿Qué?... ¿¡Que es esto, que es esto!? – Gritaba la gatita al estar suspendida en el aire, girando varias veces con un rostro sumamente aterrorizado – Uhh... Creo que me quede dormida, estoy soñando.


- No, no lo estas. Blaze, mírame, estas despierta, esto realmente está pasando – Al darse cuenta de la realidad en la que estaba, empezó a agitarse en el aire, totalmente asustada - ¡Blaze! ¡Por favor, guarda la calma!


- ¡Nooooo! ¡Estoy levitando! ¡Flotando! Por favor, lo siento mucho, lo siento, lo siento – La pobre gatita se acurrucaba en sus brazos sin siquiera escucharme, haciéndose pequeña y cerrando los ojos con fuerza – Estoy soñando, estoy soñando, estoy soñando.


- Señorita Blaze, tranquilícese, no le haré daño – La baje lentamente, dejándola sentada en la misma silla que había estado ocupando hace un momento – Abra los ojos, no está soñando, esto está pasando y no hay nada de lo cual temer – Ella lentamente abrió los ojos, viendo como bajaba el resto de cosas lentamente – Sé que es increíble y muy difícil de asimilar... También me costó al principio, sobre todo cuando descubrí que tenía magia, pero es real.


- Usted... Usted... ¿No está molesto conmigo? – Dijo con miedo, observándome incrédula.


- ¿Por qué lo estaría? Actuó igual a como yo hubiera hecho con un sujeto que dice tales locuras como las que dije – Reí un poco, tendiéndole luego la mano – Eres mi amiga, Blaze y confió en ti para que guardes el secreto.


- Lo-lo hare – Dijo un poco más confiada pero igual de nerviosa, tomando mi mano para levantarse con un tambaleo – Entonces... ¿Estas maldito?


- Lamentablemente.


- ¿Y eso se contagia? – Dijo preocupada.


- Vamos, no empieces... No te pasara nada, pero como dije, no puedo salir del pueblo ni estar fuera de la mansión después del amanecer.


- ¿Y cómo te quitamos la maldición? ¿Qué necesitas tanto de la biblioteca y los documentos del fundador del pueblo?


- Tranquila, tranquila. Realmente es una historia larga... Por ahora, tienes que venir conmigo y prometerme que no le dirás a nadie sobre esto y lo que te mostrare después – Dije tratando de volver a tomar todo en orden.


- Está bien... Lo prometo – Tomándose del pecho con su puño, juro frente a mí, con ojos aun llenos de una pequeña ingenuidad, pero a su vez, de asombro y miedo – Pero... ¿No hay nada aquí que pueda ayudarte de verdad? – Me dejo pensándolo por un momento, teniendo en mente tener que pedirle un favor antes de irnos...

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

Ya había oscurecido y las pocas personas que quedaban en las calles se adentraban a sus hogares, ignorantes de aquel ser que merodeaba de sombra en sombra sin ser visto, ocultándose mientras esperaba la llegada de su compañero más joven. En tanto, se mantenía pensando en aquella gata morada que le había reconocido, sintiéndose expuesto a muchas preguntas si esta lo volvía a ver, pero... ¿En dónde lo había visto? Nadie recordaría a un extraño que de casualidad vio en una de tantas noches, no... Él recordaba cómo fue su primer encuentro.

Fue hace muchos años, apenas la minina tendría unos siete años de edad. La pequeña se encontraba en la entrada del bosque, asustada, cuando Mephiles escucho unos sollozos y se acercó a ver, consolándola y calmándola de aquel mal día que la había traído a ese frio y solitario lugar; fue un encuentro que él tampoco quiso olvidar, pues encontró, después de mucho tiempo, a alguien del pueblo que poseía una gran y peligrosa magia, oculta en su interior, que ni la propia niña sabia y aún se mantiene sin saberlo.

Vio a lo lejos un punto blanco, reconociéndolo como Silver, pero muy al lado de este se hallaba la gatita morada que le hacía compañía, acercándose a él hasta estar frente a frente.


- Buenas noches – Saludo el ente, inclinándose ante nosotros – Espero haya venido sin dudas de nuestro trabajo, señorita Blaze – Comento.


- Mephiles, ya lo sabe todo – Le interrumpí, viéndole algo incómodo por su cortesía.


- ¿¡Que!? ¿Qué sabe?... ¿Lo sabe todo? – pregunto sorprendido, viendo a la gata.


- Todo, señor Mephiles... - Añadió Blaze, acercándose al ente – Sabia que lo había visto antes. Pensé que aquella noche fue creación de mi imaginación o algún extraño sueño, pero con lo que me conto Silver, ahora sé que esa noche no fueron fantasías de mi mente infantil... Es un placer volverlo a ver, hechicero – Blaze le tendió la mano, siendo recibida por Mephiles contentamente.


- ¿Qué? Espera... ¿Ya se conocían desde antes? ¿Mephiles? – Aun sin entender, mire con impresión a Mephiles.


- Me alegra ver que ya dejo de ser una pequeña niña llena de penas – Menciono, mostrando un semblante alegre, inclinándose y tendiendo la mano para recibir la de la gatita, plantándole un beso delicado en su dorso, mirándola con esos ojos jades que iluminaban todo su rostro.


- ¡Jum! Y usted dejo de ser un ermitaño, Jajaja... - Rio coquetamente, viéndolo con ojos encantadores.


Tenía que admitir que esa escena me desconcertaba y me sacaba totalmente de lugar, sintiendo una pequeña molestia al verlos así tan simpáticos uno con el otro, pero trate de ignorar esos sentimientos de mí.


- Jejeje, bueno, que lindo encuentro... - Dije, dándoles unos tres segundos más para su momento – Bien... Ya le he contado casi todo a Blaze sobre la situación de la maldición, además de encontrar unos documentos, que pensé, tenías que ver – Le entregue lo poco que tenia del fundador del pueblo a Mephiles sacándolo de su reencuentro. Él lo tomo y apenas puso sus ojos en el escrito, mostro un ceño de molestia pasando su mirada a mí – Si, tampoco lo entiendo.


- Esto es absurdo, mi padre no era un zorro y claro que tenía descendencia.


- ¿Entonces es cierto que tú?... Entonces... Oh... – Blaze volvió a verme, mostrándose consternada por confirmar mi historia - La leyenda está mal... ¿Cómo es que termino así?


- Es lo que estamos a punto de averiguar, señorita Blaze – Dijo Mephiles, sacando un libro de su pecho, limpiándolo de este mismo los restos de su esencia, dejando aterrorizada a nuestra nueva compañera que pego un chillido por lo que vio.


- ¿¡Qu-qu-e!? ¿¡Co-como!? ¿¡Como, que diablos fue eso!? – Se ocultó tras de mí, al presenciar tal cosa sobrenatural.


- Sera mejor que te acostumbres a eso, él es un bicho raro pero de buen corazón. Pensé que sabias eso... - Comente entre risas, calmándola e igual, sacándole unas pequeñas risitas.


- No creí que fuese más extraño de lo que recordaba – Dijo viéndolo con un poco de asco.


- Y tendrías que verlo cuando se poner totalmente nervioso – Reí un poco más, tomando el libro que me tendía mi compañero.


- Sigo aquí, ¿Saben? – Se quejó el ente, pero eso solo hizo sacarnos un par de risas antes de que empezara a leer del libro.


Me basto con un minuto y más para ver de qué se trataba en realidad, pero era otra cosa más que no tenía sentido, ¿O tal vez si lo tenía? Mire a mi compañero, afirmándome con un cabeceo a lo que seguramente estaba pensando. Era un libro de cuentos de hadas, o eso parecía, pero todo explicaba con mucha descripción los escondites y datos que solo los magos conocen sobre este pueblo y sobre seres mágicos, todo con total relevancia a lo que Mephiles y yo conocíamos, incluso otras que no conocíamos.


- Lo encontré en la biblioteca en el sector de novelas juveniles, ¿Puedes ver las coincidencias? – Menciono Mephiles – Me dijeron en la biblioteca que según, el autor de este libro, solo logro publicar uno, y que en realidad, el libro que pensaba publicar abarcaba un enorme libro que contaba como trece tomos.


- ¿Trece? ¡Ja! No me impresionaría que no lo hubieran publicado por supersticiosos – Comente, entregándole seguido el libro a Blaze - ¿Conoces quien lo escribió, señorita Blaze?


- Me temo que me suena mucho con lo que se dicen entre ustedes ¿No será él lo...? – Apenas leyó el nombre del autor su rostro preocupado cambio a uno poco interesado, mostrando una mueca apática – Oh... Si. Con muy poco que me alegra saberlo, si, conozco al sujeto – Me devolvió el libro, pasando su mirada a Mephiles – Y para que lo sepan, no se publicó el libro porque estaba lleno de tonterías fantasiosas de un viejo lunático, y solo para calmar su locura, se publicó una parte de entre toda esa tontería que escribió... Por Dios santo, realmente era un inmenso libro el que escribió.


- Pues, Mephiles discrepa contigo, ¿No es así? – Comente, sonriéndole a Mephiles por conocer bien su respuesta.


- Así es, por lo cual, le pido muy humildemente, que nos haga el favor de llevarnos ante el sujeto, señorita Blaze – Pidió Mephiles, tendiendo su mano para que nos fuera de guía.


- ... Uf... No es como si pudiera negarme. Para su suerte, el escritor vive aún en este pueblo... Solo espero que siga vivo en su casa – Menciono con una mueca de desagrado, dejándonos mudos a Mephiles y a mí por tal comentario.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

Habíamos pasado todas las casas más céntricas del pueblo, hasta llegar a las viejas cabañas y luego donde las pequeñas y viejas chozas abandonadas, siendo un sitio totalmente solitario, incluso para ese pequeño pueblo, estando algo apartado de este.


- ¿Y por qué necesitan hablar específicamente con este hombre? ¿Qué necesitan saber cómo para tener que buscarlo? – Pregunto Blaze a mitad de camino.


- Realmente no le gusta esta zona del pueblo, ¿O si, señorita Blaze? – Contesto Mephiles con un tono de burla por escuchar las interrogantes de la chica.


- Yo... No es realmente por eso – Respondió con un refunfuño – Lo que no me agrada es tener que ver específicamente ese hombre. Mi padre y él no quedaron en buenos términos la última vez que hablaron, y además del rencor que pueda resguardarnos, me preocupa tener que soportar sus desvaríos de viejo senil – Se peinó sus cabellos para aliviar su tensión mientras nos aproximábamos a nuestro destino – Creo, incluso, que podríamos conseguir mejor información en la biblioteca que con este señor, no es nada fácil hablar con él – Decía Blaze, llevándonos hacia donde ella conocía – Esta algo loco, solo dice insensateces.


- Tranquila, aquí tengo a un sujeto que conoce mucho ese idioma – Dije dándole un codazo a Mephiles, el cual emitió un gruñido molesto – Creo que solo necesitamos ser más comprensivos y pacientes con este hombre, señorita Blaze – Anime, palmeándole el hombro.


- Pero lo digo muy en serio. El tipo esta trastornado con cosas de hadas, no escucha a nadie más, solo a las voces de su cabeza. Antes el libro que encontró tenía un montón de disparates, solo entonces sacaron una pequeña parte de este para colocarlo en la biblioteca para los niños – Contaba mientras nos íbamos acercando hasta la ultimas casas – Bueno, espero que estén preparados para esto...


- Así es. Solo preguntaremos por lo que vinimos a buscar – Dijo Mephiles, viéndome de reojo.


- Si... - Afirme, observando como llegábamos a la última de las chozas en el sendero – El origen de la maldición...


Blaze, algo dudosa, se acercó a la puerta de la pequeña casa, alzando su puño que titubeaba en tocar para llamar, terminando de tocar tres veces con sutileza, siendo espantada seguidamente por un fuerte tronar dentro de la casa por unos corotos que chocaron contra él suelo, dejándonos a los tres preocupados por lo que hubiera provocado tal alboroto.


- ¡¡Aaahh!!... ¿¡Quién demonios es!? – Respondió la voz de un viejo dentro del hogar - ¡¡Lárguese!! No quiero molestias.


Nuestra compañera nos devolvió una mirada angustiada, no deseando ser la que hablara con el señor, en tal, ella junto conmigo miramos al mismo tiempo a Mephiles, el cual suspiro algo incómodo, acercándose a la puerta para hablar.


- Disculpe las molestias que le causamos a estas horas, señor Bean, pero es un caso muy importante el que deseamos hablar con usted... Si nos permite pasar-


- ¡¡Dije que se largaran!! ¡¡Lárguense de mi propiedad!! ¡¡Aay!! – Otro estruendo mucho más grande sonó dentro de la choza, alarmando a todos ahí, siendo más impulsivo Mephiles, que abrió la puerta de un golpe, adentrándose a la casa para ayudar a un viejo pájaro verde que se encontraba en el suelo con un par de cosas sobre él.


- ¿Se encuentra bien, señor Bean? ¿Está herido? – Mephiles ayudo al ave a incorporarse sobre el suelo, ayudándolo luego a levantarse – Disculpe la intromisión, pero parecía necesitar ayuda.


- Si, si, si. Gracias por nada. Ahora si... - El anciano se raspo la garganta, tomando aire - ¡¡Salgan de mi propiedad!!


- Pero que mal agradecido. Solo veníamos para preguntar sobre su libro, viejo cascarrabias – Dijo Blaze, viendo molesta la actitud del ave.


- ¿De qué demonios libro hablan? – Pregunto el ave, viéndonos con más detenimiento a cada uno – Son solo un par de mocosos en busca de pleitos ¿No? – Se dirigió hacia Blaze, apuntándole con él dedo – De seguro su padre debe de buscar manera de cómo sacarme del pueblo ¿No? ¿Eh? Tanto que mando a su hija para fastidiar.


- ¿¡De que está hablando!? Mi padre no me ha mandado aquí para un comino – Iba diciendo Blaze, levantando los hombros, erizándose de furia por tales acusaciones.


- ¡¡Ya basta!! – Grite, callando a todos por una posible disputa – No venimos a buscar problemas, señor Bean. Por favor, déjenos explicarnos – El anciano me observo con un ceño molesto, pero se quedó tranquilo esperando palabra. Le entregue el libro a Mephiles y él se lo mostro al señor Bean...


- Señor Bean, usted escribió este libro ¿No? – Dijo Mephiles con un tono tranquilo.


- ¿Eso? ¡Por supuesto que no! – Mostro disgusto en su rostro, dándole la espalda a Mephiles. Esa fue la porquería que quiso publicar el padre de esa niñata – Dijo, ganándose unos gruñidos molestos de Blaze.


- Lo sé, lo sé, usted escribió un libro con mucho más contenido que este. Este pequeño cuento no se compara a toda una larga edición que usted escribió, es por eso que estamos aquí, este libro tiene contenido importante para mí – Decía Mephiles, siguiendo al anciano, buscando convencerlo – Necesito saber sobre el origen del pueblo – Eso hizo detener al señor en seco, incluso note como su plumaje se erizo de punta a punta – Por favor... Cuéntanos todo lo que sabe.


- ...¿Están seguros de que realmente desean escuchar la verdad de mi libro? – Dijo de manera siniestra, quitándome las ganas de saber más.


- No deseamos nada más que eso – Dijo con una sonrisa amable, esperando impaciente la respuesta del ave que se quedó observándolo dudoso, tomándose su tiempo para tratar de asimilar una afirmación.


- ¡¡Pues tomen asiento!! ¡Lo que les voy a contar de seguro los tumbara pal suelo! – Contesto entusiasta y alegre, como si ahora fuese una persona totalmente diferente, dejándonos a todos estupefactos por tal cambio de humor – ¡Vamos, vamos! No se queden ahí nada más parados en la puerta. Pasen, pasen – Hizo reverencias exageradas, haciéndonos gestos de pasar – Quedándose ahí en la puerta solo pescaran un resfriado – Dijo cerrando la puerta tras nuestro – ¡Uff! ¡Que frio! – Se esponjo su plumaje luego de que una briza de aire se escabullera entre las aberturas de la vieja puerta - ¡Tomen asiento! ¡Vamos! Siéntanse como en casa.


- Es... Muy cordial, señor Bean, muchas gracias – Comente, sentándome junto a mi compañero en un gran mueble y mi amiga Blaze en uno pequeño.


- Bean the Dynamite, chico, así me llamo, procura llamarme por mi nombre completo – Regaño con un ceño poco amistoso.


- L-l-lo siento...


- ¡¡Bah!! ¡Es broma! No te lo tomes a pecho, chico, pueden llamarme Bean – Volvió a sonreír, acomodando la sala de todos los corotos esparcidos por el suelo – Por cierto, ¿Cuáles son sus nombres jovenzuelos?


- Él es mi compañero Silver the Hedgehog, Blaze the Cat, que ya ha de conocer, y mi persona, Mephiles, the Hedgehog. Es un gusto conocerlo Bean – Respondió Mephiles, presentándonos a todos muy cortésmente, hablando con su voz más pulcra y suave.


- ¡El gusto es mío! Voy a preparar té, si no les molesta – Dijo sin esperar respuesta, adentrándose en su morada, dejando caer varios corotos al estar en su cocina.


- ... Les dije que estaba chiflado – Comento en voz baja Blaze, viéndonos con total incomodidad.


- Tranquila, no tienes nada que temer, gatita – Trato de tranquilizar, Mephiles, pero solo consiguió molestar a la chica.


- No creas que no puedo mantener la situación bajo control. Solo estoy algo impresionada con lo que hiciste ahí... Supongo que tenías razón sobre él, Silver – Menciono, viéndome con una sonrisa.


- ¿Uhm? – Emitió Mephiles, viéndome con curiosidad, pero solo pude responder con una sonrisa tímida.


- ¡Jajaja! ¿Quién lo diría? Con todo el ajetreo se me olvido que ya había preparado, ¡JAJAJAJAJA! – Carcajeo, llevando en sus manos una bandeja de plata con un juego de té hecho de porcelana fina con adornos florales, dejándolo en la mesa de centro – Sírvanse como gusten, yo solo sé preparar mi té como a mí me gusta – Comento, sirviéndose grandes porciones de azúcar y miel para luego servir el té, en ese orden, y luego ir revolviendo todo en un torbellino que desbordaba la mitad del té sobre su pequeña taza – Por favor, sírvanse. Tenía años que no recibía visitas.


- Es muy amable de su parte recibirnos de esta manera señor...


- Ya les he dicho que me llamen Bean nada más. No tienen que ser tan modestos, esperaba mucho tiempo por contar – Contesto, tomándose de un pequeño sorbo su té, confundido de la poca cantidad, volviéndose a servir.


- Bean, la verdad es que a pesar de lo que dice, es muy cordial de su parte tomarse un momento para nosotros a estas horas tan tarde de la noche – Dijo cortésmente Mephiles, sirviéndose a gusto su té sin muchos preparativos, tomándose de un solo golpe la infusión de hierbas sin degustar nada de esta.


- No hay problema jovencito. ¡No duermo casi nada! Y menos en estas noches – Dijo en un tono algo muy poco cuerdo - ¿Sabes a lo que me refiero? ¡No puedo dormir! ¡Estas noches es donde están más alterados y me lo quieren contar todo una y otra vez!


Nos miramos las caras, inseguros de lo que decía el loco pájaro verde que terminaba de tomarse todo su té totalmente relajado, sirviéndose un poco más de té de lo más tranquilo.


- Está bien... - Dijo Blaze, mirando a Mephiles, expresando con la mirada que fuese él quien hablara con él pájaro, ya que ninguno de los dos podría seguirle el juego como lo iba haciendo Mephiles hasta ahora. Haciéndose la tonta, se sirvió té y tomo de un sorbo pero inmediatamente lo escupió de su boca - ¡Puaj! ¿¡Que tiene esto!? ¡Pica mucho!


- Oh ¿Eso? Hmmm Debe de ser por que usualmente tomo mi té con pimienta, tanto que incluso el picor se impregno a las tazas sin importar cuanto las lave ¡Jajajaja! – Rio un poco más, golpeándose la rodilla y botando más té sobre el suelo, dándome tiempo para dejar mi taza ya servida sobre la mesa, disimulando demencia ante sus carcajadas.


Con los ánimos de permanecer en ese sitio por los suelos, Blaze y yo nos lanzábamos miradas de angustia, no esperando ver la hora de irnos de ahí como balas, pero antes teníamos que esperar que Mephiles le sacase información.


- Tal vez por eso no duerme – Susurro Blaze, tosiendo un poco.


- Em... Bueno, Bean ¿Podría contarnos un poco de la historia del pueblo? – Dijo Mephiles, tomándose el té de su tasa como si nada, viendo con paciencia al señor.


- ¡FUE HACE 341 AÑOS! ¡Y PRONTO SE CUMPLIRAN 342 EN PRIMAVERA! – Grito frenéticamente, parándose de su asiento sobre una pierna en la mesita de té.


- ¿De verdad? ¿Lo recuerda? – Dijo totalmente crédulo Mephiles, viéndole con mucha impresión.


- ¡No lo recuerdo! ¡Ellos no me lo paran de decir!


- ¿¡Pero quienes!? – Pregunte ya bastante arto de escucharlo hablar sin coherencia.


- Mi padre, mi madre, mis abuelos ¡Todos los que han vivido en este pueblo! – Dijo en un lamento, pasándose las manos sobre sus plumajes canosos y degastados – Y es por eso que decidí volverme escritor – Termino de decir, sentándose y cruzándose de piernas elegantemente, con un semblante de relajación.


- ... ¿Eh? – Incluso para Mephiles, le costaba mantener la calma ante lo que dijo la vieja ave, lanzándonos una mirada entre confusa e incómoda, pero ambos le respondimos con ojos asustados, sin idea de que decirle, tan solo dejando que Mephiles fuera el que continuara la conversación con el ave senil - ¿Qué?


- Ellos quieren que lo relate, quieren que todo el mundo lo sepa, que no lo olviden, por eso escribo, para que la gente conozca la historia. Pero su estúpido padre no permitió publicar mis libros y solo saco esta porquería – Dijo, tomando el libro, encestándolo cerca de Blaze.


- ¡Eso no tiene nada que ver conmigo! Además que son puras patrañas – Contesto molesta Blaze, no queriéndose dejar ofender.


- ¡Entonces largo si no quieres oír más patrañas!


- Por favor, calmémonos todos un poco – Tranquilice, parándome de mi asiento esperando que ninguno de los dos se alteraran más – Discúlpela señor Bean, es que ella es nueva en todo esto.


- Mmmm... Está bien, pero no quiero oír más quejas ¡Solo las mías! – Dijo el ave, cruzándose de brazos, tratando de ser paciente.


- Señor Bean ¿Cómo es que todas esas personas le cuentan lo que ha pasado en el pueblo, si todas ellas están muertas? – Pregunto Mephiles.


- ¿¡Y quien dijo que están muertos!? – Respondió el ave, terminándose otra taza de té para golpearla contra la mesa.


- ¿Entonces están vivos? – Dijo Mephiles impresionado, abriendo totalmente los ojos.


- ¡Por supuesto que no! – Aclaro, cruzándose de brazos, viendo con suma seriedad a Mephiles – Pero el hecho de no estar con vida no los hacen muertos. Muerto se puede considerar a alguien que no posee amor en su corazón, muchacho. Recuérdalo siempre, porque el alma jamás muere, perdura por toda la eternidad y solo muere cuando está ausente de amor – Dijo, sonriendo ladinamente, dejando a Mephiles callado con un ligero semblante añorante, que tuvo que agachar la cabeza por lo que dijo el ave.


- Bueno... Usted tiene totalmente la razón, Bean – Pudo decir, volviendo a tomar postura de la seriedad del asunto – Entonces... ¿Cómo es que puede hablar con ellos? ¿Cómo les cuenta sobre lo que sucedió?


- ¡Pues está claro que no como fantasmas!


- ¿Ah no? – Dijo Blaze de manera curiosa.


- ¡Pues claro que no! Ellos me lo comunican en sueños – Se levantó de su asiento, buscando entre todo el montón de cosas que tenía alrededor de la sala, sacando una cajita de madera pulcra y de apariencia costosa. Saco una especie de hierba la cual coloco frente a nosotros sobre la mesa – Con esto es la mejor manera de poder comunicarme con ellos, pues en sueño no los entiendo bien.


- Es aciano... - Dijo Mephiles, algo impresionado.


- ¿Acaso es una hierba para estar dopado? – Pregunto Blaze insegura.


- No, es para aclarar la mente y permitir conexión con seres de otros planos... - Contesto Mephiles, viendo seguido al anciano - ¿Nos mostraras entonces?


- Claro, esta planta ya está en el té que prepare – Respondió, viéndonos a todo con una sonrisa tranquila.


- ¿¡Que!? ¿Sin siquiera consultarnos? – De manera escandalosa Blaze se levantó, viendo molesta al señor.


- ¡Tranquilízate mocosa! Esa planta no te hace nada además de limpiarte los riñones. ¿Qué acaso no sabes algo de herbolaria? – Regaño el señor, dejando a Blaze callada e intimidada.


- ... Perdona... - Se disculpó, agachando la cabeza con pena, borrando todo desagrado de su rostro por su descortesía que había traído en toda su estadía en la casa del pájaro – No pretendía acusarlo, lo siento, sinceramente...


- ¡Jum! – Bean aparto su mirada de ella e ignoro sus disculpas, cerrando sus ojos y mostrando un puchero molesto, en tanto Blaze, solo agacho más la cabeza.


- Entonces dice... Que si tomamos el té, ¿Nos permitirá hablar con los antepasados? – Pregunto Mephiles, manteniendo su vista en la planta.


- Si – Respondió, más calmado – Pero solo podrá venir uno – Se levantó de su asiento, posando sus puños en su cadera – Y he de suponer que serás tú ¿No? – Sonrió amistoso, esperando una afirmación de Mephiles, pero era obvio que no respondería... Mephiles apretó los labios, y miro a un punto muerto, dejando preocupado a Bean por su espera.


Ante la situación de Mephiles, de ser un muerto y de no poder tomar de las propiedades del té, le sería imposible tal encomienda que le daba a escoger el señor Bean. No tenía que titubear, ni siquiera tenía que temer ante la idea, aun si no quisiera, tendría que hacerlo. Me levante de mi asiento y mire directamente al ave verde, que me devolvió una mirada extrañado; pase mi mirada hacia Mephiles, el cual asintió; tome aire y decidido, hable


- Yo lo hare, señor Bean – Dije sin duda al hablar, llevándome la mano al pecho.


- ¿Tu? ¡Pero si tú no has dicho casi nada en toda la noche! Por un momento pensé que eras un muñeco – Su comentario me dejo fuera de lugar, apenándome ante lo que dijo – Además... - Se acercó un poco más a mí, analizándome de cerca – Tú no eres del pueblo, eres un pequeño citadino – Menciono haciéndome sentir denigrado – A los ancestros no les agradara. ¿Estás seguro de querer venir de todos modos?


- ¡Por supuesto! Tengo que ser yo – Me gire a ver a Mephiles, viendo su mirada jade, tomando el valor para tal trabajo – Vera, mi amigo no puede por ciertos asuntos, así que para no complicar la situación, yo seré el que hable con los ancestros con usted. – Respondí con mucha seguridad, no dejándome cambiar de opinión por sus comentarios – No puedo echarme atrás, mis amigos me nece-


- Bueno ¡Dele! ¡Haga fondo y tomase toda la tasa! – Dijo de manera alegre como si no tuviese problemas, arrimando inmediatamente todos los muebles a nuestro alrededor, moviendo la mesa del centro, no sin antes tomara mi taza servida – Tal vez a los ancestros no les guste, pero yo soy algo radical – Guiño el ojo a mi dirección, con una sonrisa que encaraba todos sus dientes.


Escuche unas leves risillas a mis lados, de mis compañeros, ya que, como era algo particular del ave, me interrumpía antes de que pudiera terminar de decir algo, pero solo lo hacía para dar aprobación a lo que decía... Tenía que admitir que era vergonzoso ser interrumpido de esa manera, pero a su vez, era divertido y motivador, siempre que hubiera un sí, antes de la petición.

Sonreí, y de un sopetón, me bebí mi taza de té, mostrando amargura por el fuerte ardor que pasaba por mi garganta, desapareciendo igual de rápido.


- Bien, esto se va a poner un poco loco, pero no vayas a temer, nuestros ancestros están sufriendo una tortura inimaginable, por no pertenecer a ningún lado ¿Comprendes? – Habiéndolo dicho, pensé en Mephiles, conociendo ese sentimiento.


- Está bien. Usted guíeme, señor Bean – Dije, observando como el ave se acercó a mí, sosteniéndome de los hombros. Espere algún tipo de transición espiritual o mágica como la que estaba normalmente acostumbrado por las de Mephiles, pero lo único que sentí, fue un fuerte golpe en la frente de parte de Bean, dejándome mareado y torpe en mi permanencia en pie- ¡Auuuch! ¿¡Por qué!? – Chille, arrodillándome en el suelo, sobándome el coco por el dolor y el fuerte mareo que me venía y me dejaba tumbado.


- ¿Qué esperabas? ¿El movimiento de una barita con unas palabras mágicas? No. Lamentablemente no soy mago ni nada relacionado chico – Se burló, tomando luego un dobles de madera – Pero no hace falta serlo para hacer el mismo efecto – Así, se golpeó igual la cabeza con el trozo de madera, cayéndose al lado mío en el suelo – Jajajajaja, ¿Quién necesita hacer bibidi babidi bu? Jajaja.


Mi vista se volvía borrosa y los mareos se volvían más fuertes, teniendo que cerrar los ojos; solo fueron unos segundos, para luego sentir como dejaba de sentir todo a mí alrededor... Solo escuchaba el fuerte palpitar de mi corazón...

Un latido tras otro, podía escucharlo, tan solo eso, luego, sentía como mi sangre fluía por todo mi cuerpo, desde mi pecho hasta la última fibra de mi cuerpo, hasta la más pequeña célula, seguido, podía sentir una gran electricidad, en cada nervio, recorriendo de un lado a otro, tan rápido que apenas podía descifrarlo, tan solo sintiendo como toda esa carga recorría igual mi cuerpo, hasta mis ojos, dándome la estabilidad y fuerza para abrirlos.

Lo que pude ver fue un azul suave, como si... Estuviera en el océano en pleno día, un azul tan claro y nítido que parecía estar en el cielo, bajo de mí, se marcaba un haz de luz desde mis pies, la cual se extendía hacia el gran vacío de donde me encontraba, moviéndose a la par que yo, como si fuese mi sombra. Era totalmente increíble en donde me encontraba, planeaba ya ir en búsqueda de los ancestros, pero al girarme me encontré con lo más aterrador en mi vida...


- ¡¡UN VIVO!! ¡¡UN VIVO!! – Aquel ser de rostro desfigurado, un ser con su rostro casi carcomido por gusanos, mostrando tendones y huesos putrefactos, se trataba de abalanzar sobre mí, tomándome fuertemente de los brazos - ¡NECESITO UN CUERPO! ¡DAMELO!


- ¡¡AH!! ¡Déjeme! ¡SUELTEME! – Trate de soltarme, pero me apretaba y se aferraba a mí con sus uñas, acercándome más a su rostro - ¡¡AYUDA!! – Y antes de que soltara un grito más, un fuerte golpe en la cabeza alejo al espectro de mi vista, liberándome de su agarre.


- ¡Shuus! ¡Vete! ¡Fuera de aquí, tu, vago! Ve a buscar otro cuerpo que poseer – Regaño Bean, amenazando con el puño a aquel ser que angustiado se escabullo lejos de nosotros – Okey, tranquilo, chico. No le diré a nadie lo muy afeminado que gritaste – Dijo con voz tranquila, no pudiendo evitar mirarle con amargura - No hay de que avergonzarse, aquel sujeto si estaba feo, te lo dejo pasar, jajaja.


- ¿¡Quién demonios era él!? – Me frote los brazos para calmar unos escalofríos que surgía en mi cuerpo – ¿Era alguno de los antepasados?


- ¿Ese? Jamás lo he visto en mi vida... Debe de ser un viejo antepasado tuyo – Me puse pálido, de tan solo el hecho de pensar que era algún familiar muerto mío, no parecía conocerme y yo menos a él – O tal vez alguien que merodeaba por ahí, no te preocupes – Si, prefería no hacerlo, necesitaba la cabeza fresca y tranquila para cuando fuera a hablar con los antepasados del pueblo – Como sea, tienes que tener cuidado, ahora no eres más que una porción de tu mente y alma fuera de tu cuerpo.


- Está bien... - Observe mis manos y el resto de mi cuerpo, revisándome por si todo estaba en orden, dándome cuenta que mi piel se veía más clara de lo normal.


- Bueno, vayamos marchando, o flotando en nuestro caso, jajajaja – Bromeo, levitando con total libertad en aquel lugar, dejándome muy atrás, ya que apenas podía moverme de donde estaba, tratando de caminar, correr o incluso brincar, sin lograr poder avanzar – Supongo que aún no te acostumbras... - Noto que no podía ir al ritmo de él, entonces me tomo del brazo, jalándome para llevarme con él – Ya le tomaras el ruedo...


Así, me llevo por todo aquel vacío infinito, tan bello, tan esplendido y enorme, que a pesar de la claridad, parecía que era difícil ver a través de este, ya que en nuestro alrededor se podían ver sombras que se ocultaban ante la estela de luces que ondeaban en aquel lugar, preguntándome, si estas sombras eran pertenecientes a algún espíritu que buscaba un cuerpo al igual que aquel sujeto, vigilándonos de cerca para tomar oportunidad.

El caso al fin es que de alguna manera, me encontraba en otro mundo, en el mundo de los espíritus... Sin embargo este no era el cielo, no, era obvio que no, había leído en alguno de mis libros de estudios sobre este lugar, era una especie de limbo, solo para las almas que habían muerto reciente para menos de diez años... Y las que se encontraban atadas a alguna maldición... La pregunta más interesante que me hacía en ese momento era... ¿Por qué Mephiles no se encontraba aquí?...


- ¿Cómo diablos es que logramos llegar aquí con tan solo tomar un té? Quiero decir, cualquiera en otra parte del mundo podría estar tomándose un té de aciano y accidentalmente golpearse en la cabeza – Escuche un par de risas de Bean, volteándose a verme mientras disminuía la velocidad en la que me llevaba.


- Muy cierto, esa fue la manera en que averigüe como llegar hasta aquí – Contesto el ave en tono burlón.


- ¿Es una broma?


- ¿Y qué no lo es la vida? – Totalmente irónico. Me rasque la cabeza sin dejar de verlo tan imposible como lo decía – Pero es mucho más que ese par de cosas. Nuestros ancestros entablan una conexión con nosotros a través de su magia restante y la nuestra, haciendo posible estar aquí aun sin haber muerto.


- Así que... ¿Usted sabe que todos en el pueblo poseen magia?


- Claro que lo sé, desgraciadamente, por la maldición, no podemos desenvolverla del todo, estamos limitados a una ridícula y pequeña porción de nuestra magia, el resto va hacia la mansión... - Explico, continuando un poco más, para luego tomar un par de desvíos – Todas tus dudas serán contestadas, muchacho, pero no por mí, sino por ellos... Solo toma en cuenta que por estar malditos y no pertenecer a ningún sitio, sus almas están atormentadas y por ende, son mucho más fáciles de irritar, deja que yo hable por ti ¿De acuerdo?


- De acuerdo...


- Bien... - Se detuvo en medio de un enorme halo de luz, acomodándose su plumaje despeinado y su ropa arrugada y vieja – No vayas a decir nada porque si no se encrispan, ya que no eres del pueblo – Exhalo en la palma de su mano, tratando de olfatear su aliento – Amigo no percibo nada ¿Cómo huele mi ectoplasma? – Exhalo en mi cara, logrando percibir su apestoso aliento.


- ¡Ahg! ¡Huele a rayos y a centellas! – Me queje, alejándome del hombre.


- Mmmm bueno, igual ella no puede olfatearme, jejeje – Se arregló un poco más su camiseta, sacudiéndola y doblando bien sus mangas - ¿Cómo me veo? ¿Apuesto? ¿Ardiente?


- Por favor, no me haga esas preguntas, se lo pido muy amablemente – Dije tratando de aguantarme el asco, volteando a ver hacia otro lado - ¿Cuándo encontraremos a los ancestros?


- Ya están aquí, chico – Respondió, dejándome perplejo al ver como de la nada estábamos siendo rodeados por un centenar de siluetas de almas, observándonos tan silenciosos que no me percate de su presencia.


Me enderece todo lo que pude, no deseando hacer algún movimiento en falso lo cual pudiera alterarlos u ofenderlos, la verdad no sabía que hacer o cómo reaccionar al estar siendo observado por todos esos ojos pálidos y sin vidas, con sus semblantes decaídos y fríos, analizándome en cada momento.

Con nervios, veía a cada una de las personas, buscando disimuladamente entre todas ellas el rostro de los padres de Mephiles, pero no los lograba divisar entre toda la muchedumbre, teniendo que mantener mi ansiedad ante tantas miradas sobre mí.


- ¡¡Bean the Dynamite!! ¿Qué significa esto? – Alzo la voz uno de los espíritus de manera que su voz retumbo en mis tímpanos. Todos los espíritus se hicieron a un lado, dándole paso a una gran y hermosa ave de las praderas, una mujer algo voluptuosa pero elegante y fina que dejaba demostrar sus hermosos plumajes con orgullo, avanzando hasta estar al frente del resto de almas que nos rodeaban- ¿Por qué has traído a otro mortal contigo? Y sobre todo... - Volteo a verme con apatía por un momento y rodo sus ojos con amargura hacia mi compañero – Con un citadino...


- ¡¡Mi amor, mi vida!! ¡La luz de mis días! – Exclamo Bean, Alzando sus brazos al aire mientras se acercaba hacia la dama - ¡Te he extrañado una inmensidad, mi Laura! – Se abalanzo hacia la mujer, pero de manera torpe, la atravesó como si fuese humo - ¡Uy! Que tonto, jaja.


- Señor Bean, deje de intentar sus patéticos intentos de cortejarme, Ya conoce que por ser almas sin cuerpos no somos homogéneos para el contacto físico entre vivos, incluso sus almas... - Dijo la mujer, viendo impacientemente a Bean que se volvía a levantar para verla con una sonrisa tonta pero encantadora.


- Lo sé, mi amor, pero aun así mi alma reclama estar contigo, no es algo que pueda controlar, jejeje – Coqueteo con ojos cariñosos, poniéndose al lado de la mujer.


- Ejem... - Interrumpí, viendo impaciente a mi compañero enamorado.


- ¡Oh, claro! Mi amor ¡Mi diosa! Él es mi amigo Silver, Silver, ella es la Duquesa Laura the Peacock – Dijo, acercándose a mí, palmeándome la espalda – Es un amigo mío y quiere saber sobre la historia del pueblo.


- Si quiere saber la historia que se vaya a una biblioteca, nosotros no somos libros ni documentos – Dijo la mujer de manera descortés, dándonos la espalda.


- ¡Yo quiero saber lo que le paso al pueblo! – Interrumpí, haciéndola detenerse, provocando que volviese hacia mí – Sé que ustedes... Fueron malditos... Yo estoy sufriendo la misma maldición ¡Y quiero romperla!


Las voces de todas las personas empezaron a escucharse por todos lados, murmurando, susurrando con inseguridad, intrigados por saber quién era en realidad.


- ¡Joven erizo! – La mujer hizo alzar su voz, callando los murmullos del resto de personas - Tu ni ninguno de tus antepasados pertenecen a este pueblo ¿O sí?


- Veras, mi dama, él es amigo de otros sujetos que si son pertenecientes de...


- ¡¡SILENCIO!! – Alzo la voz la mujer, interrumpiendo las escusas de mi compañero – No tienes nada que hacer aquí, si tus amigos son de aquí ellos mismo debieron de venir. A ninguno de nosotros les importa un comino si caites en la misma maldición que nosotros, solo nos preocupamos por los nuestros. Que haga igual que hizo el resto... - Decía mientras continuaba su camino, evitando a Bean sin algún gesto educado en sus palabras – Y termine de morir... - Dijo fríamente, arrebatándome toda esperanza ante sus palabras, logrando sentir como si hubiera clavado un puñal en mi estómago, tan frio y cortante que dolía y me hacía sentir amargura en mi boca – Váyanse, ambos, y no te atrevas a traer a otra persona que no sea perteneciente al pueblo... Nuestros asuntos no les incumben ni el de ellos a nosotros... - Termino de decir perdiéndose entre el grupo de personas.


- No, esperen ¡Por favor! ¡No se vayan! ¡Vuelvan! – Suplique, viendo como todos se desaparecían en la nada.


- ... Lo siento, chico... No es tu culpa, enserio... Solo que no toleran para nada a los forasteros... - Se disculpó, palmeándome el hombro – Vamos... volvamos con los demás... - Me tomo del brazo, llevándome hacia donde fuese donde habíamos llegado...


Aun me costaba entenderlo, el porqué de su comportamiento, de su desagrado hacia los citadinos, de su rudo y frio trato hacia mí... ¿Había dicho algo malo? ¿Había hecho algo mal? ¿Qué? ¿Qué era? Sabía que no era muy bueno para entablar conversaciones, sabía que era malo para socializar, dios, era malo en muchas cosas... Pero eso no justificaba su trato, no lo justificaba para nada, no había razón por la cual había sido rechazado de aquel modo...

Bean me llevaba muy lentamente por aquel lugar, totalmente silencioso, demasiado malo en él por ser un tipo tan alegre y ruidoso, lo cual me hacía sentir peor aún. ¿Por qué? Por qué siempre tenía que ser tratado así sin motivo alguno, sin explicación, sin la más remota razón de por qué siempre las personas... Me trataban como basura.


- Oye... Puede que les preste mi libro... El que si escribí. Pueden tomarlo, ya no me importa... - Decía Bean con un tono tan tranquilo y triste que me hacia encoger el corazón – Todo tiene solución, siempre la hay, solo hay que resistir...


¿Por qué tenía que ser siempre así? Todo... por una razón se escapaba de mi alcance, algo de lo que no podía cambiar o alterar... Siempre, un pretexto para rebajarme...


- ¿Siempre fueron así en vida? – Musite, soltándome del agarre de Bean.


- ¿Chico? – Preocupado se giró a verme, tratando de animarme con sus palmadas en mi hombro – Ya, déjalo así, vámonos.


- ¡No! – Volví a decir, alejándome de Bean - ¡No pienso dejarlo así!


- Chico, no te frustres, ellos son así... No tienes porque...


- ¡No! ¡Si tengo porque alterarme! – Envolví mi cuerpo en mi magia, impulsándome por aquel espacio, llevándome muy rápido devuelta a donde los ancestros.


- ¡Silver! ¡Espera! – Me llamo, pero nadie podía detenerme ante lo más imprudente que haría hasta ahora.


- ¿Se supone que siempre han sido así? ¿O ahora son así de indiferentes después de muertos? – Decía en espera de que los espíritus se hicieran presentes – Supongo que entonces no les dolería saber que un amigo podría morir por culpa suya, tan solo porque no son uno de los suyos. – Estaba llegando donde estábamos antes, hablando fuerte y claro a cualquiera que estuviera ahí - ¿¡Solo porque no pertenezco en el pueblo!? ¿¡Eh!? ¿¡Es eso!?


- ¡Silver! Baja la voz... No los hagas molestar – Bean, que apenas llegaba, trataba de apaciguarme.


- ¡No lo harÉ! ¡Estoy cansado! ¡Cansado de recibir el mismo trato! ¿¡Creen que me importa volver a mi casa!? ¡Ya perdí mi trabajo! ¡No tenía nada más que eso! ¿¡Creen que me importa una mierda lo que me llegue a pasar!? ¡Me preocupan mis amigos! ¡Ellos están en peligro! ¡Mi amigo no tiene descanso! ¡Lo inculparon injustamente!... ¡TODO POR GENTE COMO USTEDES!


Había dado en el interruptor, la atmosfera se puso pesada y pude sentir como ojos llenos de ira se clavaron en mí, ya podía escucharlos gritarme blasfemias, pero no me importaba en nada.


- ¿Qué clase de personas son? ¿Qué clase de pueblo fue el suyo? ¿Uno ignorante lleno de miedo? No quiero atreverme a decirle cobardes porque yo no soy más valiente que ustedes, aun así, tengo conciencia y valores, mucho más que ustedes para poder tenderle la mano a un desconocido y darle la oportunidad, una y otra vez – Dije en un tono furioso, viendo ante todos esos ojos disgustados por lo que decía – Realmente no me importa una mierda si muriera y me convirtiera en polvo... Lo único que me importa... Son mis amigos ¡Todos en el pueblo corren peligro de quedar atrapados en la maldición! En cualquier momento, todo el pueblo podría quedar maldito ¿¡Y eso no les importa!? ¡Pues a mí sí! – Alce mi voz, provocando involuntariamente una onda de magia a mi alrededor que altero a todos ahí – Hay personas inocentes, personas que no merecen el mismo castigo que tengo, que ustedes tuvieron, ¿Qué no desean salvarlos? ¿¡Solo porque no se atreven a ayudar a un forastero!? ¡Son todos unos discriminantes!


- ¿¡Cómo te atreves a hablarnos así!? ¡Tu! ¡Un desconocido! ¡Tú no nos conoces! – La voz de aquella mujer se volvió a hacer presente, apareciendo entre las almas, viéndome con esos ojos llenos de desagrado y amargura – ¿¡Que podrías saber TU de nosotros!? – Grito la mujer ave agitando sus plumajes hasta hincharse el pecho


- ¡Mucho más de lo que ustedes se puedan conocer! – Respondí molesto, sin dejar que me intimidara su vozarrón.


- Silver, Silver, Silver. Cállate, por amor al cielo – Dijo en un susurro regañado el ave verde, viéndome con miedo y a la mujer.


- ¡Por esta misma razón no toleramos a los que no son del pueblo! ¡No conocen nuestras normas, no conocen nuestras tradiciones! ¡no saben nada de nosotros! ¡Son solo unos malagradecidos, groseros, inferiores! – Vocifero la mujer, viendo a todos los espíritus que me rodeaban a mí y a mi compañero.


- ¡Oh! ¡Claro que los conozco! ¡Ustedes fueron magos! ¡Descendientes de ellos! – Grite, viendo desafiante a la mujer - ¿Es eso acaso? ¿Le tienen odio a los no mágicos? ¿A los desconocidos que no poseen magia? – La mujer y todos se quedaron callados, sorprendidos de que supiese eso – Es una pena, porque su descendencia no posee tanta magia como ustedes o sus padres... ¿Es eso acaso?– Apreté mis puños, manteniéndolos muy bajo a mis costados, exaltándome con cada respiro que daba, conteniendo una gran ira que se desprendía de mis manos cargadas en mana – Jajajaja, son justo como mi jefe, y justo así como pasara con él, algún día, dejara de ser un hombre poderoso y rico, algún día se acabara su riqueza, su buena salud y finalmente su vida, sin darse cuenta lo miserable que fue, lo infeliz que fue y será por sus decisiones, por sus ideas, y entonces no habrá como enmendar todo lo que hizo por tan solo ver a los demás inferiores a él – Respire hondo, tratando de calmar aquel hiperventilación que estaba generando por el calor de la furia que tenía en mi pecho – Justo como él, ¡Ustedes sufren por su denigración! Solo por ser de sangre mágica y no tolerar a nadie que no perteneciera a su pueblo. Ahora ustedes y su descendencia no posee casi nada de magia a pesar de su largo linaje... Todo... por su culpa.


- Bean... ¿Cómo te atreves a traer a este miserable bicho ante mí? – Regaño la mujer, dejándome de prestar atención.


- ¡Ni se le ocurra desquitarse con mi amigo! – Interrumpí, viendo a la señora, como esta estaba a punto de explotar en euforia.


- Tu... Pequeño mocoso imprudente – Aquella mujer se acercó a una velocidad impresionante, quedando a pocos centímetros frente a mí, erizando todo su plumaje, viéndome directamente a los ojos como si fuese a golpearme ahí mismo - ¿¡QUIEN DEMONIOS TE CREES PARA HABLARNOS ASI!? ¡TU! ¡CHIQUILLO! ¡Que no eres nada ni nadie! ¡NO TOLERARE NI UNA PALABRA MAS DE ALGUIEN COMO TU! – Alzo su mano, formando una ráfaga de mana en su mano.


- ¡Si! ¡Hazlo! ¡Porque eso es lo que soy! Soy solo un chico de ciudad, tonto e imprudente, al igual que ustedes, que son solo unos pueblerinos muertos y malditos. No cambiaras nada, no arreglaras nada... - Dije con mirada desafiante, mirando ahora al resto de personas ahí – Me pregunto... Si todos piensan así como ella... ¿Es ella la que toma las decisiones aquí? ¿Solo por ser duquesa?


- ¡¡Soy la que lidera aquí por ser más que una duquesa, miserable!! ¡No me conoces y no sabes por qué guio a estas personas de que-


- Si no es así, solo les pido... que dejen esos pensamientos vacíos y sin motivos, solo porque alguien piense igual. No lo hagan por mí... Solo háganlo por su pueblo, sus familias, toda su descendencia que en silencio permanece ignorante de un peligro que puede quitarles su libertad... Su libertad y su libertad de ser magos... - Ignorando a la mujer, me dirigí con más calma y paciencia hacia el resto de almas ahí, que empezaron a cuchichear entre sí, sin darme respuesta alguna. Desaparecí el mana en mis manos, y me volví, a ver a Laura, que se mantenía en rabia por mis palabras de hace un rato – No soy nadie para juzgar aquí... Después de todo... Soy solo un chico patético de ciudad que quedó atrapado en una maldición... Así de miserable y patético soy, pero no vengo aquí para dar lástima, porque... A pesar de todo... Haber caído en la maldición... Es lo mejor que me haya pasado en la vida – Sonreí levemente, llevándome el puño a mi pecho – Soy lo que soy, pero aun así, no dejo que nada ni nadie impida hacer lo que más deseo, ni ustedes, ni una maldición, ni siquiera yo mismo... Así que les pido su ayuda, en momentos tan desesperados como en los que estoy ahora, por favor – Me arrodille ante todos, inclinando la cabeza sutilmente, deseando... Que alguno tuviera piedad luego de mis fuertes palabras.


Espere en silencio, sin escuchar más murmullos o algún otro sonido, aún estaban ahí, observándome, sin decir nada, incluso la mujer a mi lado, que aun que se mantenía molesta, igual callaba y se mantenía tan quieta, en espera de que su gente me rechazara.

Presentí un movimiento en la multitud, alguien se acercaba a mi hasta quedar a tan solo pocos centímetros frente de mí; lentamente, alce la mirada, y no era más que una pequeña cachorra con trenzas floreadas, viéndome curiosa, antes de pasar su mano por mi mejilla, sintiendo su tacto tan frio, pero suave, pero ahí estaba, lo podía sentir... Me palmeo gentilmente la cabeza, peinándome mis mechones, mientras me dedicaba una sonrisa suave pero dulce, una mirada tan gentil, proveniente de una niña tan joven... Inocente, provocaba que mis ojos se humedecieran, logrando que pequeñas gotas se acumularan en el borde de mis ojos. Le pequeña niña me tendió la mano, animándome a levantarme, tomando firmemente mi mano que era mucho más grande que la suya, pero me tomaba de mis dedos, apenas pudiendo rodear su mano en ellos. La niña miro al resto de almas que nos rodeaban con un ceño más serio, algo molesto, mostrando un tierno puchero, que podía derretir el corazón más frio de todos.

La madre, o eso me parecía, se acercó a mí, y con una sonrisa serena y amable, inclino su cabeza, posando su mano sobre mi cabeza suavemente, sintiendo su tacto; seguido, continuaron más personas, una tras otra, acercándose a mí, rodeándome de cerca y posando sus manos en mi cabeza y otras solo extendiéndola sobre mi o cerca de mí, aun sin tener que tocarme, lograba sentir su tacto, frio, pero... Podía sentirlo... Todos terminaron de mi lado, volviéndose a ver a la mujer que, impresionada, me miraba junto con todos sus conocidos, chasqueando sus dientes en desaprobación, teniendo que desviar la mirada.


- Amor~ Mi diosa~ - Canturreo Bean, acercándose lentamente a la mujer, sonriéndole ladinamente con ojos sigilosos – Vamos, amor, dale una oportunidad al chico... Sé que te ves sexy molesta pero ya es hora de dejar ese orgullo a un lado – Lanzo sus malos piropos hacia la dama, provocando que soltara un gruñido en torno a él.


- ¡Ah! ¿No podrías detenerte ni por un momento, Bean? – Regaño la mujer, posando sus manos en su cintura.


- Jamás, ni siquiera muerto, mi vida– Sonrió tontamente, sin apartar esa mirada embelesada por la bella ave que tenía frente a él.


- .... Ah... - Suspiro, relajando su plumaje para que dejara de estar erizada, tomando aire y volviéndose a vernos a todos – Eres un caso Bean... - Musito, dibujándose una ligera sonrisa añorante - ... Silver the Hedgehog... - Levante mi mirada y moví mis orejas atento a lo que fuese a decir – Antes que nada... Nos señalaste cuales culpables de cosas que no tienen hecho a nuestra muerte ni a nuestra maldición, nos acusaste de horribles cosas que te percutieron a ti con otras personas, ¡Desquitando tu ira con nosotros sin razón alguna! – Baje las orejas y me encorve un poco, sintiendo que había dicho cosas de más e irreverentes – Pero... No te equivocaste en nada de lo que dijiste, en absoluto... - Dijo con voz arrepentida, tomando mi atención del todo – Si no bien, no fue por eso lo que nos llevó a este destino, tampoco nos ayudó a evitarlo... Debimos de ser más condescendientes con personas como tú, que vinieron a nosotros pero injustamente los rechazamos... Si tan solo, hubiéramos escuchado... Pero... Nadie mejor que un extraño para que nos diga nuestro más gran defecto – Sonrió de manera más suave, mostrando un rostro más alegre – Discúlpame, por haberte tratado tan mal, señorito Silver – Inclino su cabeza como disculpa, provocando que me alterara por tal gesto de cortesía de una Duquesa.


- ¡N-no, no, no! Quiero decir ¡Yo soy el que lo siente! Me pase con las palabras, no tiene por qué hacer reverencia ante un tonto como yo – Conteste nervioso, inclinándome igual – Solo fueron mal entendidos de parte de ambos, todo está bien entre nosotros.


- Si... Lo estará – Se paró firme, sonriendo con más dulzura, tomando una postura más elegante al posar sus manos unidas, reposando frente a ella – Te contaremos lo que podemos recordar sobre la maldición... - Las personas a mi alrededor se alejaron, volviéndome a estar a mi alrededor, cerca de Lady Laura, manteniendo sus miradas en mi – Tienes que ser advertido, que al estar malditos, nuestra memoria ha sido alterada y no todo lo que te narraremos será verdad, será tu deber saber lo que está mal y de ahí, buscar el rompecabezas que falta para conocer la razón... De la maldición... ¿Estás listo, joven Silver?


- ¡Si! Por favor, no se olvide de contar hasta el más simple detalle – Pedí, observando como todos, incluso Bean, cerraban sus ojos y el resto se tomaba de las manos.


- Por favor, cierra los ojos, joven Silver – Dijo Lady Laura, en un susurro, casi arrullador, haciéndome cerrar los ojos inmediatamente – Escucha bien, la historia desde nuestra llegada, marco rumbo, a lo que ocurrió con nosotros... - Esta vez, escuche su voz, fuerte y clara, como si estuviera en mi cabeza, haciendo eco en esta – Concéntrate, relájate, y mantente en silencio, hasta que termine de la historia...


Tranquilo, acate las palabras de la mujer, cabeceando lentamente, escuchando su respiración, antes de que comenzara a hablar.


Quinientos años antes de la gran guerra entre seres mágicos al otro lado del mundo, existía un gran mago oscuro, el más peligroso y desalmado de la historia, habiendo entregado su ser para dejar de ser un mortal, para convertirse en un monstruo de tres ojos. Black Doom, así como varios lo conocimos, participo en esa gran guerra, dando decisión final a esta, dejando a todos confundido por el bando que tomo... Gracias a él, las muertes a los no mágicos cesaron y la protección de nuestra raza igual perduro. Él mismo, tomo decisión de venir a este continente, para iniciar su nueva generación de magos y fundar un pueblo donde tanto mágicos y no mágicos, convivieran para crear una alianza más entre nuestras especies.

Black Doom, junta a su mujer e hijo, iniciaron la colonización de estas tierras, formando lo que es nuestro hogar. Cuando terminaron de crear lo que fue el pueblo Roublin, propuso construir la gran mansión, proponiendo que todos los inviernos, todos en el pueblo pudieran pasar las noches más frías en ella. Desde entonces, se empezó a construir una enorme mansión para nuestro señor, como agradecimiento, siendo terminado justo a tiempo al igual que la fuente con la estatua de su esposa.

Todo era gozo y alegría, en el invierno todos en el pueblo se alojaban en la mansión, al igual que como un gran castillo, nos abrigaba del cruel frio de la nieve... Siendo así durante mucho tiempo... Hasta aquel año...

Un día, nos enteramos que nuestro querido fundador estaba gravemente enfermo, ya no le quedaba mucho tiempo de vida. Teniendo casi 565 años de edad, falleció, dejando su herencia a su único hijo... Una gran herencia de dinero, la gran herencia del pueblo y una gran herencia... De poder...

Vino ante nosotros diciéndonos que el deseo de su padre era convertir nuestro pueblo en un imperio, iría a la capital a conseguir lo necesario para crear de nuestro pueblo el mejor legado de magos en el país, y así le creímos, creímos que cuando llego de la capital, traía paz y fuerza de voluntad para cumplir el sueño de su padre... Pero nada más traía un plan para hacerse totalmente poderoso y atormentarnos por el resto de nuestra existencia.

Muy pocos nos dimos cuenta que un aura oscura nos iba poseyendo poco a poco, una magia oscura y poderosa de la cual no éramos capaces de liberarnos. Todos los días los más jóvenes y fuertes magos entraban a la mansión con una ofrenda para cumplir los sueños de nuestro señor... Pero ninguno de nosotros salía con vida de ahí...

Cada uno de nosotros fue consumido hasta la muerte, despojándonos de toda nuestra energía vital hasta volvernos polvos. Nuestros recuerdos de nuestros hermanos, esposos e hijos eran arrebatados como si esas personas nunca hubieran existido. Todos los días trabajábamos para alimentar la avaricia de ese monstruo al que llamábamos nuestro señor, todos los inviernos eran duros y mortales para todos los que ya no eran permitidos estar en la mansión, todo esto y más sufrimos hasta...

..........


Abrí mis ojos, y observe como todos trataban de recordar lo que sucedió, pero ahora todo era silencio, no había nada que hiciera ruido, incluso Bean me miraba con mucha preocupación, temiendo cual fuese la respuesta.


- Entonces... ¿Qué paso? – Dije con suavidad, viendo con algo de miedo a la mujer. Al escucharme abrió los ojos de par en par al igual que todos, viéndome con unos ojos rojos.


- ¿Qué que hicimos?... – Dijo de manera irónica con una sonrisa, al igual que todos, como si la pregunta les hiciera gracia.


- ¡¡LO QUEMAMOS EN LA HOGERA!! ¡¡ARDIO Y ARDIO GRITANDO PIEDAD HASTA VOLVERSE SENISA Y LUEGO UN ALMA EN PENA!! -


Se rieron a carcajadas infernales, mostrando rostros obscenos y deformados, mientras reían sin parar, cuanto más brillaban sus ojos. Todos gritaban y bufaban, a pesar que pedí que parasen, podía escuchar un fuerte pitido en mi cabeza, sintiendo como si esta fuese a explotar.


- ¡¡QUE ARDA, QUE ARDA, QUE ARDA, QUE ARDA!!

Coreaban todos al unísono...

- ¡¡A LOS BRUJOS SE LOS CUELGAN Y SE LOS QUEMAN HASTA LA MUERTE!!


Era demasiado para mí, no solo el bullicio que había dentro de mi cabeza y fuera de esta, si no, al saber que Mephiles... Había sido quemado por sus pecados en vida...


- ¡¡Ah!! ¡Para esto! ¡Por favor! – Grite aturdido, sintiendo un gran peso en todo mi cuerpo, mientras sentía como algo me jalaba hacia abajo.


- ¡Tranquilo chico! Está por terminar – Aviso Bean, sosteniéndome de mis brazos.


- ¡No!... ¡No puedo! – Las lágrimas en mis ojos salían, pero no había gotas saliendo de mis ojos, pero aun así las sentía.


- ¡Vamos! ¡No te-


Fui jalado con una gran fuerza hacia abajo, sintiendo como caía por una especie de gravedad, hasta que cabeceé fuertemente, abriendo los ojos y despertando entre los brazos de Mephiles.


- Silver ¿Estas bien? Estabas gritando y no parabas de llorar ¿Qué fue lo que...? – Estaba cansado, solo pude aferrarme a él, sentía mis brazos temblar mientras le jalaba de su camisa y lo sostenía más cerca de mí - ¿Silver? Silver... - Acaricio mis púas con gentileza, tranquilizándome tan solo un poco. Solo quería volver a la cama y soñar fuera de esa realidad...


- Silver ¿Estas bien? Nos tenías preocupados a ambos ¿Qué paso? – Preguntaba Blaze, escuchando en su tono de voz lo muy preocupada que estaba, pero no quería moverme de donde estaba, solo me aferraba más Mephiles.


- ¿Qué paso con el señor Bean? No ha despertado – Pregunto Mephiles, tomándome de mi cabeza para que le viese. Inmediatamente me incorpore para observar bien mí alrededor y logre divisar al señor Bean, roncando, pues estaba dormido estando sentado, soñando plácidamente.


- No... No sé... - Me limpie el rostro lleno de lágrimas y me acerque al ave, dispuesto a moverlo para que despertara.


- ¡AH! ¡ESOS TIPOS SE LA RIFARON ESTA VEZ! – Grito, despertando de un golpe, haciéndome caer de espaldas, rodando hasta volver estar derecho. Todos igual reaccionaron asustados, observando con desconcierto a la anciana ave - ¿Qué paso? ¿Estás bien, chico?


- Yo... Eso creo – Suspire, limpiándome la nariz, levantándome del suelo para tomarme de los brazos con esa mala experiencia que había pasado.


- Qué bueno, por un momento los ancestro pensaron que te habían traumatizado de por vida, jajajajaja – Comento, riéndose tranquilamente, haciéndome sentir peor por lo dicho – Ellos no querían asustarte, no es la primera vez que hacen eso. La primera vez que me contaron esa historia también me cague de miedo ¡Literalmente! Jajajaja – Se rio un poco más antes de levantarse con dificultad – Pero no es algo que ellos les guste hacer, es la maldición que los obliga actuar así, ellos no están del todo seguros de lo que hicieron o lo que te dijeron, es así como ellos lo recuerdan...


Aliviado de escuchar eso, suspire, tomando los pocos ánimos que me restaban después de lo sucedido.


- Yo... Quería preguntarles algo... Pero creo que ya no importa – Dije algo indeciso.


- ¿Qué cosa? Dímelo y se los diré la próxima vez que los vea – Animo, viéndome con algo de admiración.


- Eh... Bueno... Es que, creo que el fundador del pueblo tenía más de un hijo... Dos para ser más preciso... - El ave se quedó un momento en silencio, mirándome extrañado, pero al ver como mi compañero Mephiles asintió, no replico ante mí – Esta bien, se los hare saber y me comunicare con ustedes una vez tenga una respuesta.


- Muchas gracias, señor Bean - Ya estaba realizado por ese día, sonreí e incline la cabeza.


- No, por favor. Gracias a ti, muchacho – Dijo viéndome con alegría – Tenia años que no conocía un joven lleno de tanto coraje y conciencia, sobre todo uno tan enclenque como tú, jajajaja – Burlo, haciéndome sentir pena por mí – Me alegra saber que la nueva generación tenga a un chico tan sabio como tú y en tan joven edad – Miro a Mephiles y a Blaze, con una sonrisa llena de orgullo – Cuiden a este muchacho, vale oro... O en su caso plata ¡Jajajajaja! – Volvió a burlarse, golpeando su pierna, provocando una leve risa de parte de mis compañeros.


- Jajaja... Deje de burlarse de mí, por favor – Pedí, con poco entusiasmo, sintiéndome más que avergonzado.


Nos habíamos despedido del señor Bean, no sin antes recibir de su parte un enorme libro sobre toda la historia del pueblo, el cual Mephiles recibió con mucho gusto, cargándolo sin problemas sobre sus brazos como si fuese su bebe. Aun se reían por lo bajo mientras íbamos camino hacia la mansión, reconfortándome de alguna manera al escucharlos así.


- Enserio chicos... No sé qué diablos paso ahí, pero, les aseguro que no volveré a hacer algo como esto, al menos que la situación lo requiera...


- Tranquila, no es como si hubieras hecho mucho – Dijo de manera burlona Mephiles.


- ¡Hey! Los lleve hasta aquí ¿O no? – Gruño, no dejándose ofender por la broma – Aunque... Puede que la próxima vez trate de participar un poco más... Nunca hago nada fuera de lo ordinario, nunca está mal hacer algo... ¿Arriesgado, no?


- Para nada, aprovecha mientras puedas y te lo dice alguien que sabe muy bien de eso. No sea que de la noche a la mañana estés muerta y no hayas podido aprovechar bien el día... - Comento Mephiles dejándola algo nerviosa con la idea.


- ...Tal vez tengas razón... - Dijo, apretándose la muñeca con algo de resentimiento – Silver... ¿Qué fue exactamente lo que vistes?


- Si ¿Qué fue lo que te atormento para que volvieras tan asustado? – Igual pregunto Mephiles, volteando hacia mí.


- ... Es una historia para otro día... Por ahora solo quiero dormir y no pensarlo mucho – Respondí, volviéndome a abrazar mis brazos.


Todos hicieron silencio durante bastante rato, hasta llegar al sendero hacia la mansión.


- Bueno, algo hiciste que el señor Bean no paraba de verte con tanta admiración, debiste de ser muy valiente, Silver – Animo Mephiles, sonriéndome con cariño, pero yo solo asentí, esperando llegar a mi habitación – Además debiste de gastar mucha magia para mantenerte en ese estado, realmente me impresiona – Comento, viendo a Blaze, como si quisiera que también me soltara un alago para animarme.


- ¡Si! Aunque... Yo solo te vi echando la siesta en el suelo... - Dijo, recibiendo un tosido ronco de Mephiles para tratar de corregirla e interrumpirla.


- Lo que digo es que no cualquier mago puede mantener una conexión con espíritus durante tanto tiempo, mas siendo la primera vez. Realmente Silver es un prodigio de hechicero que muy pocas veces se ven en generaciones – Termino diciendo Mephiles, con un tono de orgullo, esperando escuchar algo de mí, pero no obtuvo nada.


Ya estábamos frente a la mansión, solté un lago y agotador suspiro, tomando valor para volverme a introducir en esa prisión.


- ¿Seguro que tienes que volver ahí? ¿No hay otra manera de que puedas estar en otro sitio sin esparcir la maldición? – Pregunto Blaze antes de que Mephiles abriera las puertas.


- Pues... La única que conozco es que me conviertan en un gato... - Dije recibiendo una mirada confusa de Blaze – Jajaja... Me refiero a los de cuatro patas – Reí nerviosamente, escuchando tras mío como Mephiles empujaba las enormes puertas de la mansión, esperando a que entrara junto con él.


- Uh... ¿Realmente tienes que vivir ahí adentro? – Dijo, de seguro viendo una mansión en ruinas desde adentro – Realmente lo siento mucho, Silver.


- Hey, está bien, no es lo que parece. Tal vez luzca destruida y en ruinas pero en realidad es una mansión para nosotros dos – Dije, dejando aún más preocupada a la gatita con mi respuesta – Jajaja, buenas noches, señorita Blaze – Incline mi cabeza y ella respondió algo nerviosa, viéndome como volvía al lado de Mephiles.


- Buenas noches, Señorita Blaze – Dijo Mephiles adentrándose junto conmigo en la mansión...



"Pude ver como esos dos erizos se adentraron en aquella deteriorada mansión, pero apenas al poner un pie adentro, sus cuerpo se desvanecieron como si hubieran entrado a un portal a otro mundo"





--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------


¡Hola a todos! Perdona que haya estado tanto tiempo ausente, pero estaba en época de pruebas, ya con suerte las pase todas ;3

Venía a informarles de un nuevo evento que haré en mi página. Todos podrán participar ^w^ y mejor aún, ayudaran según sus recomendaciones y peticiones, formar parte de la creación de un capítulo de La Mansión del Difunto Hechicero >:3 estén atento a toda la información que suba.

Espero que les haya gustado el capítulo.

¡Se les quiere!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro