miedo

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Lisa ya llevaba un mes trabajando como la asistente personal de Jennie y la verdad no era para nada pesada.

Lo único que tenía que hacer era hacerle compañía a la delta -cosa que ella no sabía- aunque Jennie la ponía a hacer alguna que otra cosa.

Mayormente cuando estaba con la alfa, esta siempre estaba ocupada con su trabajo, algo que Lisa agradece ya que por mientras que la castaña trabajaba, ella hacía sus tareas y uno que otro proyecto que tenía.

La convivencia entre ambas era buena, aunque no hablaban mucho de su familia -algo que Lisa estaba curiosa- y conocían algunos cuantos gustos de la otra.

El día de hoy no iba a ir a la universidad, pues por alguna razón se habían suspendido las clases para todos, algo que Lisa apreciaba.

La rutina de ese día empezó desde las nueve de la mañana, y una vez terminó de ponerse la ropa, después de su baño, se dirigió a la cocina para desayunar y platicar un rato con la señora Choi.

Claro que le ayudaría a la beta hasta la hora que Kim llegara del trabajo, para después estar con ella en esa oficina donde pasaba la mayoría de sus tardes desde hace un mes.

Lo que se le hizo raro fue la pregunta de la señora Choi.

—¿La señora Kim todavía no se levanta, Lalisa? —le pregunté una vez que la vio entrar a la cocina.

El ceño de la omega se frunció una vez la escuchó.

—¿No está en su trabajo?

La beta negó.

—No la he visto bajar —le aseguró.

Lisa hizo una mueca.

—¿La voy a despertar?

La mujer lo pensó por un momento y terminó asintiendo.

—Revisa que esté bien —le pidió a lo que la joven asintió y salió de la cocina.

No pasaron ni dos minutos cuando llegó a la habitación de la mayor, tocó la puerta y no escuchó respuesta, así que decidió entrar aunque sabía que iba a recibir un regaño por ello.

La habitación estaba a oscuras, apenas podía ver por la luz que entraba por la puerta, la cual ella había dejado abierta.

Se acercó lentamente a la cama de Jen.

—Jennie —la llamó de una manera suave—. Kim, despierta —le pidió dándole pequeños empujones.

Al no obtener respuesta le entró un poco de miedo y a la vez preocupación.

—Jennie —la llamó más fuerte—. Por favor, despierta.

Ella era una persona con pensamientos generalmente positivos, pero en este momento sus pensamientos se fueron más hacia lo negativo.

—Jen, por favor... t-tengo miedo —confesó ya con sus ojos llorosos.

Acercó su mano a la nariz de Kim para ver si estaba respirando, y efectivamente, lo estaba haciendo, pero de una manera muy lenta.

La voz de Seungwan llegó a su mente.

"Si ves que Jennie se toca el pecho o su respiración es lenta, no dudes en llamarme".

Ante el recuerdo de aquellas palabras iba a salir de la habitación, pero no pudo cuando una mano agarró su muñeca.

—No —Kim negó lentamente.

Lisa se dio cuenta que la de ojos gatuno, de alguna forma, adivinó sus intenciones.

—Pero Seungwan dijo...

La otra la interrumpió.

—No la llames —tomó aire por la boca—, solo quédate aquí y si vez que las cosas se salen de control, recién ahí la llamas.

La omega, algo insegura, asintió y se sentó lentamente a los pies de la cama, su mirada nunca apartándose de Jen. Le regaló una pequeña sonrisa mientras la coreana parecía pensar en algo. Segundos después, Kim le hizo una seña para que se acostara a su lado.

Lisa no quiso pelear ni nada, así que aceptó la orden sin rechinar.

Lo que a la extranjera la dejó helada fue escuchar tales palabras de Jennie:

—Yo también tengo miedo... —dicho eso, la mayor quedó inconsciente.

***

Unas horas más tarde una Jennie muy desorientada despertó y lo primero que sintió fue un golpe en su pecho.

—Auch... —hizo un pequeño puchero y sobó donde Lisa le dio el golpe—. ¿Sabes que te puedo despedir por golpear a tu jefa?

—N-no puedes d-despedirme y-ya que fue con S-Seungwan con quien firmé el contrato —le dijo entre sollozos.

Jennie se sentó de golpe al escuchar su llanto.

—¿Qué pasa? —le preguntó para después acunar el rostro ajeno con sus manos—. ¿Por qué estás llorando?

Lisa se acercó para abrazarla fuertemente.

—Tuve muchísimo miedo cuando te quedaste inconsciente —le confesó cerca de su oído.

Kim se mordió el labio y la abrazó de vuelta.

—Ya estoy bien —tranquilizó mientras le daba pequeños golpecitos en la espalda.

¿Así estaba alguien cuando se preocupaba por otra persona?, se preguntó Jennie.

—En serio tenía mucho miedo y me asusté más cuando por un momento dejaste de respirar —habló ya más calmada.

Jennie se quedó quieta.

—No debes preocuparte, suele pasarme cuando llevo días sin dormir bien —le dijo queriendo cambiar de tema.

—No me ocultes cosas, Jen —pidió.

—No lo hago.

—Sí lo haces, tus ojos te delatan... —se separó del abrazo para verla a los orbes—. Ahora estoy yo, puedes confiar en mí, por favor.

Jennie cerró fuertemente los párpados y una lágrima cayó.

Era tiempo de contar todo eso que siempre guardó. Sabía que en cualquier momento moriría.

Ella tenía miedo a morir.

Y sin poder cumplir aquella promesa que se hizo a sí misma.

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