La vigilia

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Clara tenía una idea de quién era Jackson Pelman, o al menos quién solía ser con relación a Kendall Leese. Lo había visto en daguerrotipos, retratos de la escuela militar, que Leese exhibía por costumbre, a pesar de que siempre se refirió al Instituto como cuatro años de atraso en su vida.

Leese despreciaba el lugar. Salió de allí, renunciando a los juegos de guerra, hasta que la secesión llamó a su puerta, reclamando fidelidad al sur. Aun así, con solo mirar las fotos se hacía evidente que consideraba al hombre a su derecha un amigo. Quedó destrozado cuando se enteró de que, dada la oportunidad, Jackson, a quien consideraba un valiente hijo del sur, había elegido la Unión.

En cuanto al presente, la percepción de Clara, todavía nublada por el dolor, no podía entender la razón de su inesperado retorno. Pelman había tenido una mano en la muerte de uno de dos hombres a los cuales amó con locura, y tenía preguntas por hacer. Sentía como si mil detalles hubiesen quedado colgados.

Una cosa se le hizo evidente, el capitán no era humano. Pelman había sido capaz de enfrentarse a un garou completamente transformado, únicamente con un cuchillo. Incluso si dicho cuchillo fuera de plata, se podía considerar una hazaña. También había una insinuación en el hecho de que Seamus seguía llamándolo "el muerto" sin el menor respeto.

Tenía que quedar libre de dudas. En medio de todo estaba la niña. Kendra había quedado huérfana a causa de un hombre que parecía demasiado interesado en ella...

—¿Quién es en realidad? —En ese momento, Seamus, Clara y Pelman estaban en la cabaña, listos a entregarse a una complicada tarea, tras pedir a la cocinera que fuera a la casa grande y se ocupara de los niños. A cambio, se comprometieron a dar prioridad al arreglo de la casa de la mujer, tras estimar los daños de la tormenta. No le dijeron mucho sobre el paradero del señor Leese. Eventualmente, inventarán una historia una vez que todas las cartas estuvieran sobre la mesa—. Estoy hablando con usted, señor Pelman.

—Llámame Jax. El Sr. Pelman ya no existe. —Habían quemado su ropa, que estaba empapada en podredumbre de muerte, sudor y manchas de hierba. Pelman ahora vestía el atuendo de trabajo de Seamus; un poco grande para él. Nada que un arremangar de la camisa y un cinturón no pudieran manejar—. Soy lo que todos son. Nací sin pedirlo, me lanzaron a la vida y me hicieron creer que podía salirme con la mía. Aparentemente y por razones que no recuerdo, desarrollé un talento inusitado. Tengo olfato para las brujas. — Le sonrió, guiñando un ojo y frunciendo la nariz. Gesto entrañable en cualquier otra situación, pero dado que estaban lavando un cadáver, era inapropiado, por decir lo menos—. Morí y fui levantado de la tumba por fuerzas de las que ni siquiera estaba consciente ... Desde entonces, hago todo tipo de recados. Últimamente, envío gente mal portada otro mundo.

Jax no recordaba mucho sobre su pasado, solo cosas que se sumaban al ir y venir de pensamientos erráticos, sobre lo cual La Dama proveía claridad ante sus dudas.

—Ella no debe llenar tus espacios en blanco, muerto. Y, ¿sabes qué? Ese extraño sentido del humor tuyo no está funcionando. Clara está de duelo y ahora bajo ella recae la custodia de la pequeña. Algo de transparencia, seriedad y verdad no harían daño. —Seamus recién se sumaba a una conversación que estaba a punto de volverse amarga. Había estado arreglando la puerta para que la gente no viniera a husmear. Ninguno de ellos estaba listo para responder preguntas todavía.

—¿Me estás pidiendo que me sincere? ¿He dicho una mentira? Clara es una bruja. Incluso si no le gusta la palabra, o si tú tuviste la certeza y nunca quisiste preguntarle. Y la carne para asador aquí presente —su mano golpeó el pecho frío de Leese—, solía ​​ser mi amigo, pero más importante, solía ser un hombre lobo. Pero no cualquier hombre lobo, un garou de linaje francés. ¿Cómo le pasó eso a un buen tipo de extracción inglesa cuyo único pecado es ser un poquito racista? ¿Me explicas? Creo que soy yo quien merece verdades.

—¡No soy una bruja, maldito bastardo! —Clara apartó la mano de Pelman—. Soy una guarda y me especializo en té.

—Ahora estamos llegando a alguna parte. —Jax se puso de pie, yendo tras ella—. Verdad y té. ¡Qué apropiado!

***

—¿Alguien puede explicarme dónde está mi padre?

Eran casi las nueve de la mañana y a Eleanor se le estaba acabando la paciencia. Le molestaba la sensación de no ser informada. Su hermana había regresado a casa con Seamus, pero su padre no daba señal. No le parecía normal lo que le habían dado como excusa. Kendall Leese no se iría a verificar daños sin ver por sus hijos en primera instancia.

—No sé, señorita. Clara me dijo que me les diera de comer y los cuidara por un rato. Aparte de eso, no hay mucho que decir. —A la cocinera no le gustaban las complicaciones. Estaba concentrada en los huevos y el tocino que había preparado para los chicos. Deseó que todos fueran como Toby y le dieran amor a los panecillos calientes. El chico sabía cómo degustar un desayuno sin chistar. Kendra y Ruth se sentaron a la mesa en total silencio, sin mucho interés en el plato. Después de un baño frío y un par de horas de sueño, la niña estaba como nueva, pero no recordaba mucho. Ruth la enteró de todo lo sucedido la noche anterior, bofetadas incluidas.

—Cla... ra. — Eleanor masticó el nombre antes de escupirlo—. Todo lo que dice y hace últimamente huele a dueña de la casa. ¡Cuándo llegará el día en que la gente se acostumbre a sus roles!

—Todo fue mi culpa —la niña habló con timidez, pero decidida. Nadie se metía con Clara, o con Ruth, en su presencia. Tan pequeña como era, no era difícil entender que había luchas de poder en las que tenía peso, y estaba dispuesta a defender a la única persona que la amaba abiertamente—. Clara no tiene nada que ver con tus peleas. Vi algo que me asustó y luego pensé que vi a daddy afuera. Salí en la tormenta y no le dije a nadie. Si recuerdo más, te lo diré, pero deja a Clara. Ella no te gusta porque no te deja hacer lo que te viene en gana.

Toby asintió en aprobación. Supuso que era suficiente. Los huevos estaban demasiado cremosos y los panecillos con un perfecto balance de dulce y salado como para abandonar el plato y unirse al equipo legal de Clara.

—Como iba diciendo sobre saber nuestro lugar —musitó Eleanor —, no está en mí regañarte, pero simplemente quiero saber. ¿Qué pudo haberte poseído como para escapar de esa manera bajo la lluvia? Eres insensata y estúpida, no obstante esto fue demasiado para ti.

Esa fue la gota que colmó el vaso para Toby. Odiaba intervenir entre sus hermanas, pero a veces Eleanor necesitaba bajarse de su pedestal.

—Kendra vio a mamá y al niño lobo. Así que cállate, Ellie. Si nunca los has visto, entonces no sabes cómo se siente.

Toby se dio por satisfecho. Terminó su plato y le informó a la cocinera que recogiera la mesa. Como si nada, les preguntó a las otras dos niñas si querían ir a jugar o si se quedarían a discutir. Ambas corrieron tras de él, dejando a Eleanor perpleja, tratando de digerir lo que había escuchado.

***

—¿Qué sabes de Nueva Orleans? —Seamus le preguntó a Clara—. No me refiero a hacer negocios portuarios. Lo has dicho tú misma, mujer. Sabes sobre lo que existe tras el velo. Y en nuestro mundo, nadie sabe solo un poco.

Clara se santiguó dos veces, antes de decir—: Es un corredor de almas. Un puente entre este mundo y el otro. Es una ciudad rodeada de puertas y de guardas. Y si bien hay algunos espíritus poderosos que guardan las llaves de esas puertas del lado de la otra vida, otros deben sostenerlas de nuestro lado.

—Y, sobre todo, La Dama y su hermano gobiernan. ¿No es hermoso? Todos somos perfectas y armoniosas piezas en su reloj. —Jax movió la mano en sentido antihorario, en una urgente necesidad de contradecirse.

—Y eso, ¿qué tiene que ver? Las guardas no estamos ligadas al hudu o el vudú, los zombis o cosas por el estilo.

—La cosa por el estilo, querida Clara, es un revenant. Me ofenderé si me consideras un zombi. No le debo nada a ningún bokor ... Solo a La Dama.

—¡Silencio, muerto! Todo el mundo tiene derecho a malinterpretar las cosas una vez. La primera vez es ignorancia. La segunda vez es prejuicio. Y Clara, es buena gente —continuó Seamus—. Verás, Clara, La Dama es a la vez más joven y mayor que tu magia. Sus poderes nacieron en el gran continente. Fueron traídos por nuestros antepasados ​​a estas costas cuando cruzaron el océano. Puedes marcar a un ser humano, e intentar hacerlo una bestia de carga, puedes poner todo tu empeño en romperlo, pero si no quiere olvidar, no lo hará. Nos dieron nuevos altares y adoramos, practicando viejos ritos bajo sus narices. Y de ese culto, desde lo mejor de ambos mundos, nacieron Brigitte y su hermano Wedo. No son solo ghede o simbi, no loas como los conocemos, sino oráculos. Encarnaciones de la fe; altares vivientes. Pero están ligados a la ciudad. Su destino va de la mano con el de Nueva Orleans, hasta que Nueva Orleans deje de existir.

—Eso no significa que La Dama, de tener un interés, no ha de meter sus lindos dedos en la crema de cuanto pastel hay en el sur. —Jax encontró su segundo aliento, y eso significaba interrumpir a Seamus—. Ahí estaba, yo ocupándome de mis propios asuntos, suicidándome felizmente y ella me levanta, a través de una de sus mambos, para cumplir sus órdenes. ¡Que no se diga que no ha sido una experiencia maravillosa!

—Ella te mostró misericordia, muerto. Deberías ser un poco más respetuoso ...

Jax se calmó. Comprendió en un abrir y cerrar de ojos, los sacrificios que Brigitte le había pedido no eran mayores que los que le había pedido a Seamus. Ambos habían vivido diferentes niveles del infierno, mientras que el de él llegó tras una vida privilegiada, el de Seamus había comenzado el día en que vio la luz y, sin embargo, el hombre estaba dispuesto a dar un salto de fe.

—Tienes razón, respeto a La Dama, pero voy a empezar a llamarte "vivo" si no paras de joder con el apodo.

Ambos estaban a punto de volverse hacia Clara cuando un par de fuertes golpes en la puerta llamaron su atención. Lo último que necesitaban con Kendall Leese tendido sobre la cama de Seamus era una visita, mucho menos la del alguacil del pueblo.

—Sal por la puerta de atrás, Clara. Corre como el diablo y no vuelvas sin un médico. ¡Inventaré algo! Y tú, Jax, a la habitación de al lado. La ley no gusta de darse con extraños. —Seamus abrió la puerta con una cara larga. El alguacil era una de esas personas del pueblo que no les debía respeto a los negros. Tratar con gente así era anularse; el hombre despreciaba y sospechaba de cualquier signo de inteligencia.

—Buenos días, señor. Bienvenido a mi casa. ¿Clara fue a avisarle?

El alguacil no le dedicó un momento del día y entró en la cabaña como si no necesitara que lo invitaran. Era un hombre bajo y calvo que compensaba lo que le faltaba con una barba poblada, zancadas largas y una pistola innecesariamente exagerada en la cadera derecha.

—No he visto a Clara, o más importante aún, al Sr. Leese. Toda la gente de buen haber se está reuniendo en la plaza y el hombre no aparece ni por las empalizadas. Alguien sugirió que de alguna manera te tiene cariño y que podría haber inspeccionado su propiedad contigo a cuestas. ¿Lo has visto?
Seamus lo pensó. La verdad saldría a la luz eventualmente. En ese instante, estaba en el lugar equivocado. Era cuestión de riesgo. Las medias verdades eran esenciales.

—Sí, señor. Con todo dolor, lo he visto. Clara apareció por aquí temprano esta mañana. Parece que el Sr. Leese se encargó de ir a ver sobre cosas rotas, usted sabe. Parece que un golpe de corriente en el arroyo lo arrastró y lo inmovilizó debajo de un cercado suelto. Lo traje aquí a la cabaña, el arroyo donde perdió la vida está justo al final del camino, Clara se apresuró a decírselo al médico. Creí que ella podría haber pasado por su...

—¡Sí, tienes cara de pensar demasiado, muchacho! Negro, engreído y creído, pues. —El hombre miró hacia la habitación y vio a Leese, limpio y listo para ser ataviado. Las heridas causadas por las puñaladas fueron cerrando una vez el garou dejó de existir. Parecían rasgaduras pequeñas y profundas, las cuales perfectamente justificaban la narrativa de Seamus—. Hablemos de los presentes. Aquí está tu amo muerto y convenientemente ahogado...

Seamus sabía que no debía seguir al hombre a la habitación, sino que se movió en silencio hacia la cocina. La puerta de la segunda habitación estaba entreabierta, pero no se escuchaba ni un movimiento de parte de Jax.

A pesar de lo lento que era el alguacil, su línea de pensamiento era evidente. El hombre nunca había gustado de Seamus, y ahora había encontrado una excusa.

—Señor alguacil, esperemos a Clara. —Se tragó su humillación y habló como lo haría un niño castigado. Suavemente, con los ojos medio clavados en el suelo—. Ella responderá por lo que le pasó al señor Leese.

—A tu amo, dices... —El hombre era odioso, cruel y estaba ante todo enamorado de su revólver. La forma en que acariciaba la funda era casi obscena. Seamus se estaba quedando sin opciones.

—Creo que los Yankees insisten en referirse al término como "empleador" en estos días. —Jackson Pelman salió de la habitación como si lo hubiesen estado esperando—. Y estaré más que a su disposición para dar una declaración jurada de lo que le aconteció con Kendall, si la palabra de Clara no es suficiente.

A pesar de lo inesperado del asunto, el policía retiró su mano del arma. Su comportamiento cambió, inmediatamente. Un poco más relajado, cauteloso y formal.

—¿Y usted quién es? ¿Qué está haciendo en la cabaña de este...

—Bueno, mi buen hombre. Soy el Capitán Jackson Leese. — Pelman mintió con la habilidad de un actor bien entrenado—. Primo de Kendall y no importa lo que digan, orgullosamente sureño. —Escupió en el suelo sin el menor miramiento—. Libre de las imposiciones de Lincoln. Es un placer conocer a un veterano en armas. —Caminó hacia el alguacil con pena en sus ojos pero firmeza en su mano, y tan pronto como el hombre tomó su mano, supo que lo tenía por todo lo que valía—. Me temo que podría ser responsable de lo que sucedió aquí. Salí de Shreveport hace unos cuantos días, sin tomar en consideración que el tiempo habría de deteriorarse en Baton Rouge. Llamé a la puerta de Kendall justo al amanecer y él me invitó a ver sobre daños a la propiedad. Fue lo que fue. Un terrible accidente. Cansados y distraídos, no pensamos en un golpe de agua. Dios bendiga su alma. Valiente como pocos...

Seamus no podía dar crédito a sus oídos. Jax podría haberle dicho fácilmente que apuñaló a un hombre lobo hasta que la bestia volvió a su forma humana y el alguacil se lo habría tragado. Incluso se le iluminaron los ojos cuando Pelman mencionó a Shreveport.

—Usted entenderá señor. Le pedí a este buen chico que se mantuviera discreción hasta que tanto Kendall como yo estuviéramos presentables para esos inocentes niños que acaban de perder a su papá. En cuanto a mí, estoy esperando un cambio de ropa. Dios sabe que prenda prestada de un negro de campo no causará impresión en la sociedad educada. —Jackson se volvió hacia Seamus; el tono jovial con el que se dirigió al alguacil adquirió un timbre amenazante—. ¡Pero maldita sea, idiota! Mantener mi presencia oculta del conocimiento de la ley casi te mete en problemas. ¡A moverse, pues! Espera a Clara en la parte de atrás. Te llamaremos si te necesitamos.

El agente estaba a punto de estar totalmente de acuerdo cuando Clara apareció con el médico. La mujer entendió que no era el momento de mostrar desconcierto. A pesar de estar cansada como para renunciar a la vida, se limitó a anunciar al doctor Brown.

—Gracias por venir, doctor. —Jackson siguió tomando el mando de la conversación—. Las presentaciones formales se harán más tarde. Clara querida, démosle espacio al doctor y a la ley para que vean el cuerpo. Y Seamus, prepara uno de esos carros de provisiones para llevar al bien amado Kendall de vuelta a casa. Date prisa y tráeme ropa decente también.

Una vez afuera, antes de que Clara pudiera preguntar qué estaba pasando o Seamus respirara sin tensión, Jackson le dijo al encargado de la tienda—: No me debes nada. No te salvé allá atrás. Ese intercambio nunca debió haber ocurrido.

Su comportamiento y postura se relajaron, mientras repasaba la escena que había armado. Por un momento, tuvo suficiente claridad como para ver la ironía de un soldado de la Unión de origen sureño jugando a la Confederación. Si hubiese tenido algo en el estómago, de seguro lo devolvía. Era un mundo alterno, separado de la realidad. Como si la Confederación hubiese ganado. No se plantearon preguntas. Ninguna. Tal como si se ignoraran los cambios en las escalas de poder y la guerra careciera de impacto en la historia.

—Nos prometieron un mundo nuevo  —dijo a Seamus—, y acabo de mentir impunemente en una situación en la que hubieras muerto por ser honesto, solo porque tengo el matiz adecuado para mentir. ¡Maldición! A veces desearía haberme quedado muerto. Al menos de esa manera hubiese dormido por siempre entre promesas.

***
Glosario:

Bokor: Brujo vudú de alquiler que se dice que sirve a las loas "con ambas manos", practicando tanto para el bien como para el mal. Su magia negra incluye la creación de zombis y de 'ouangas', talismanes que albergan espíritus.

Mambo: Una sacerdotisa de la religión vudú.

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