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LISA

Los primeros rayos del sol se colaban por las ventanas de mi habitación. Dormir no había sido opción anoche, no con una completa desconocida durmiendo en el cuarto de invitados y con Love, mi perro, aún inquieto por el extraño evento. Jennie Kim… aún no podía creerlo. ¿Qué demonios hacía la “princesita” de Seúl aquí, escondida en mi casa?

Me levanté lentamente, mirando a mi alrededor, tratando de recordar todo lo que había pasado anoche. El rompecabezas estaba esparcido por el suelo, y mi escopeta aún descansaba sobre la mesa del comedor, cargada por si acaso. No sabía si estaba lista para enfrentarme otra vez a esa chica caprichosa, pero sabía que no tenía opción. Era mi casa y ella había invadido mi espacio. Si no la enfrentaba, ¿qué tipo de persona sería?

Al salir de mi habitación, escuché ruidos en la cocina. Genial, ya estaba haciendo de las suyas. Me asomé y la vi allí, descalza, con el mismo vestido blanco arrugado y sucio. Intentaba abrir una lata de comida con un cuchillo, algo que claramente no estaba logrando.

—¿Qué crees que haces? —pregunté con mi tono más frío, cruzándome de brazos en la entrada.

Jennie se giró con una sonrisa descarada.

—Intentaba desayunar, pero parece que no sabes lo que es tener utensilios decentes en esta casa. —Alzó la lata con frustración.

—¿Utensilios decentes? Estás en medio de la nada, no en un hotel cinco estrellas, princesa. —Me acerqué, quitándole la lata de las manos y abriéndola con facilidad.

Jennie me miró con una mezcla de sorpresa y fastidio.

—Y, por cierto, no recuerdo haber dicho que podías quedarte más de una noche. —le recordé mientras le pasaba la lata.

—Pues qué mal, porque no pienso irme pronto. —Se cruzó de brazos, desafiándome con la mirada.

Suspiré, cansada del constante tira y afloja.

—Bien, pero que quede claro, Kim. No eres mi responsabilidad. Si te metiste en problemas, no es asunto mío, pero no traerás a nadie aquí. No me importa si son los Wang, la policía o hasta tu familia. Nadie pone un pie en mi casa sin que yo lo permita.

Jennie me observó en silencio por un momento. Algo en su expresión cambió, su típica arrogancia pareció desvanecerse un poco.

—Está bien. —respondió en un tono más suave del que esperaba. —Lo último que quiero es que te metan a ti en esto.

Me sorprendió esa respuesta, pero decidí no darle importancia. Si algo había aprendido con el tiempo es que la gente como Jennie siempre tenía un as bajo la manga.

—Más te vale, Kim. —dije, tratando de no sonar tan sorprendida.

Me giré para ir hacia el establo, pero no pude evitar notar cómo el ambiente entre nosotras había cambiado. Algo en la manera en que me miraba, una mezcla de vulnerabilidad y… ¿gratitud? No, imposible. Era Jennie Kim. Agradecer no era algo que ella hiciera.

Flashback: La noche anterior

LISA

El ambiente estaba tenso después de que aquella extraña conversación inicial nos dejó claras nuestras posiciones. Jennie estaba en mi casa, no tenía intención de irse, y yo… bueno, no estaba dispuesta a dejar que hiciera lo que quisiera. Una vez que cerré la puerta trasera después de aquel primer encuentro, me giré hacia ella y, sin perder tiempo, dije:

—Soy Lisa, Lisa Manobal. Esta es mi casa, y si te vas a quedar más de una noche, necesito saber por qué. No me gusta tener sorpresas.

Jennie me observó por un momento, como si estuviera decidiendo qué tanto debía contarme. Finalmente, se dejó caer en la vieja butaca frente a la chimenea, mirando el fuego parpadear mientras hablaba.

—Mi padre… él quiere controlarlo todo. —Comenzó, con la voz más baja de lo que había esperado. —Mi vida ha estado planificada desde el día en que nací. Dónde estudiaría, con quién me casaría, qué negocios heredaría. Todo. Y ayer fue el punto en el que ya no pude más.

La observé sin decir nada, pero mi mente empezaba a unir algunas piezas. El vestido, las huellas de lo que debió ser una boda interrumpida, y ahora esto.

—¿Estabas a punto de casarte? —pregunté, sin rodeos.

Jennie asintió, su mirada perdida en las llamas.

—Sí. Jackson Wang. El hombre perfecto a ojos de mi padre. Riqueza, poder, influencias. Todo lo que necesita para seguir controlando el mundo, pero… no era lo que yo quería.

Podía ver la frustración en sus ojos, el cansancio de alguien que había estado huyendo de las expectativas toda su vida.

—Así que corriste. —añadí, y ella asintió de nuevo, esta vez con más convicción.

—No podía quedarme allí. No quería esa vida. Pero sabía que me buscarían. Jackson y su familia son poderosos, y no se quedarían quietos. Entonces, en medio del caos, me escabullí. Terminé aquí, sin saber realmente a dónde iba.

La miré en silencio durante unos momentos, tratando de decidir si podía creerle. Todo en su historia sonaba demasiado surrealista, pero al mismo tiempo, no había razón para que alguien como ella inventara algo tan complejo.

—Y ahora estás aquí. —murmuré, más para mí que para ella.

—Sí. Y no sé qué hacer. —Confesó, con un tono más vulnerable que cualquiera de los comentarios arrogantes que había soltado antes.

Dejé que el silencio se asentara por unos segundos antes de levantarme.

—Bueno, esta no es la casa más cómoda ni el mejor lugar para esconderse, pero si te vas a quedar, al menos intenta no ser un problema. —Le señalé la habitación al final del pasillo—. Esa es la habitación de invitados. Puedes quedarte allí esta noche.

Jennie me miró con sorpresa.

—¿De verdad me dejarás quedarme?

—Por ahora. Pero si veo que traes problemas, te echaré sin pensarlo dos veces. —La miré directamente a los ojos, dejándole claro que no bromeaba.

Jennie asintió, agradecida, aunque no lo dijo en voz alta. Solo se levantó y caminó hacia la habitación, sus pasos más pesados de lo que habría imaginado para alguien como ella.

Fin del flashback

JENNIE

Una vez que Lisa salió de la cocina, dejé escapar el aire que había estado conteniendo. Esa chica me ponía los nervios de punta. Algo en su actitud me desconcertaba, y no solo porque fuera ruda o distante. Me recordaba a alguien, a mí misma, antes de que la presión de mi familia me moldeara en lo que soy ahora.

Pero no podía quedarme mucho tiempo reflexionando sobre eso. Tenía que pensar en qué hacer. No podía volver a Seúl, al menos no por ahora. Mi padre ya debía estar armando todo un operativo para encontrarme, y los Wang no se quedarían de brazos cruzados. Escapar de esa boda fue lo más temerario y loco que había hecho en mi vida, pero no me arrepentía ni un segundo.

Aun así, no podía vivir eternamente en una casa ajena, mucho menos con alguien que apenas conocía y que probablemente me echara a la primera oportunidad. Necesitaba idear un plan.

Deambulé por la casa, explorando un poco más. La tranquilidad del lugar me envolvió poco a poco. Caminé hacia la ventana y observé el campo que rodeaba la casa. Era tan diferente de la vida que conocía en la ciudad, tan… pacífico. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que podía respirar.

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