5 Fiesta pagana

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Este capitulito es menos largo, pero no menos bueno. Me encantó *w* También me salió recortando el que voy a publicar mañana, pero descuiden, que la magia sigue y las travesuras también, fufufu.

***

—Aaaaah... Ahhh... ¡Aaaaaaaah! —Derieri se empalaba una y otra vez en la virilidad de su amado mientras lo besaba apasionadamente y le seguía cuestionando sus motivos—. ¿Por qué, Monspeed? ¡¿Por qué?! —Había renunciado a todo. Su título, su familia, su casa, todo por estar con ella. Sin embargo, había una sola respuesta para su pregunta, tan simple y tan clara que todo aquello perdía importancia para él. El recientemente fugado ex terrateniente le contestó mientras ondulaba las caderas haciéndola gemir con más fuerza.

—Porque te amo. Te amo, y ahora al fin puedo decirte libremente lo que siento... ¡Uhm! —Sus embestidas se hicieron más duras y poderosas, levantaba la pelvis sin dejar de sostenerla y mirarla con deseo—. Ahora por fin eres mía.

—¡Kyaaaaah! —gimió la gitana, y sus saltos se convirtieron en sentones en su intento de fundirse en uno solo con él. Manos que recorrían cada una de sus curvas, dedos que se adentraban a sus rincones más secretos, labios que besaban y devoraban las partes más sensibles de su cuerpo. Tras su huida, habían llegado al campamento de gitanos a refugiarse, y apenas les dieron una carpa para estar solos, comenzaron aquel encuentro que seguía durando a pesar de que a través de la tela de su tienda ya se veían los rayos del amanecer—. Monspeed... ¡Monspeed!

—Dímelo, linda. Ponle nombre a lo que sientes y déjate ir.

—¡Te amo! —gritó ella cuando sus movimientos ya se habían hecho frenéticos—. ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Soy tuyaaaaaaaah! —Y con ese último grito, la pareja terminó aquella cópula tan celestial como infernal. El caballero de bigote volvió a la realidad al escuchar a su mujer soltar un pequeño sollozo.

—¿Qué tienes querida?

—No sé... —Haciendo un puchero y levantando la mejilla que había tenido apoyada en su pecho, la pelinaranja se movió ligeramente para ver a su compañero a los ojos—. Es que... no es justo. Yo estoy aquí, disfrutando contigo, a punto de irnos con nuestros amigos, cuando la gente de aquel lugar sigue sufriendo por aquellos monstruos.

—Comprendo.

—Y además... Eli. No pudimos encontrarla, una vez que huyó al bosque... bueno, pues fue cuando me capturaron. Es hora que no sé si está viva, o muerta, o algo peor.

—Mírame linda —La joven obedeció con cierta reticencia, y al ver la tranquilizadora y cálida mirada del moreno, todo su cuerpo se relajó—. Yo conocí un poco mejor que tú a la sanadora, y créeme cuando te digo esto: esa mujer es mucho más fuerte de lo que la gente piensa.

—Pero... —No pudo terminar de decir su frase, porque en ese momento un ruidoso jaleo comenzó a su alrededor, y se escuchó como alguien gritaba el problema a voz en cuello.

—¡Intrusos! ¡Intrusos en el campamento!

—¡¿Qué?! —dijo la pareja a un tiempo, y en menos de lo que canta un gallo, ambos estaban vestidos y con dagas en las manos. Salieron corriendo en dirección a donde iban todos y, en cuanto llegaron al lugar donde tenían rodeados a los dos invasores, Monspeed soltó una risita y a Derieri se le cayó el cuchillo de la mano.

—A ver, a ver, a ver... —dijo un apuesto joven rubio haciendo cara de bobo y con postura relajada—. No entiendo la violencia, solo vinimos a buscar a unos amigos. —El hombre castaño rió con más fuerza y colocó las manos sobre los hombros de su amada.

—¿No te lo dije? ¿Por qué no vas a...?

—¡Elizabeth! —No hubo necesidad de terminar esa frase. La pelinaranja se lanzó sobre la preciosa muchacha albina que se refugiaba tras el rubio y la abrazó con tal fuerza que casi la derriba—. ¡Estás viva!

—Lo estoy, 'Eri. Muchas gracias por haberme salvado.

—Pero, ¿qué dices? Yo prácticamente no pude hacer nada por ti. Todo el plan...

—Oh sí, el plan —interrumpió el misterioso ojiverde con una sonrisa encantadora y ojos extrañamente seductores—. Estoy muy interesado en saber más sobre las personas que rescataron a mi preciada mujer. ¿Podrías contarme sobre eso? —dijo con tono serio y solemne, diferente al que había usado unos segundos atrás, y ambas chicas quedaron completamente aturdidas. Una, por la confusión de no saber quién era ese sujeto. La otra, porque aquellas palabras habían puesto a girar su cabeza y corazón.

—¿Qué sucede aquí?

—¡Señora Melascula! —Abriéndose paso entre la multitud, una mujer de talla menuda y largos cabellos púrpuras llegó hasta el círculo donde ellos estaban y los miró con expresión feroz. Por la manera en que todos se movían y la reverencia que le mostraban, la pareja de recién llegados supo que aquella mujer debía ser la líder.

—¿Quién ha sido tan tonto como para entrar sin autorización en nuestros dominios?

—Ese sería yo. —El rubio no parecía ni un poco asustado por la actitud hostil y, en cambio, dió un paso al frente y se colocó ante la dama con una sonrisa resplandeciente. La pelimorada, que en realidad era la sacerdotisa principal del lugar, se le quedó mirando con el ceño fruncido y una mueca en los labios tratando de descifrar a aquella extraña persona. Pasaron tres segundos, luego diez, y entre más lo miraba, la expresión de la joven hechicera iba cambiando radicalmente. Sus ojos se abrieron como platos, un rubor extraño se instaló en sus mejillas, su boca se abrió de asombro, y se puso a temblar abiertamente al ver que las pupilas del invitado se teñían un momento de negro.

—Us... usted es... —Pero no terminó su frase. Meliodas se llevó un dedo a los labios indicándole que guardara silencio, y sonrió de una forma aún más espectacular mientras todos iban bajando las armas. Elizabeth no comprendía porqué hacían eso, pero como lo importante era que todo se estaba calmando, no dijo nada mientras los gitanos repetían la expresión de asombro y alegría de su jefa. Cuando esta se acercó para estrechar la mano de su demonio, eligió no intervenir y tratar de contener la súbita y veloz punzada de celos que sintió en su pecho—. Bienvenido señor, ¡bienvenidos sean ambos!

—Gracias, me alegra ver qué aún existen personas que conocen la magia antigua. Ahora, ¿qué tal si nos invitan algo de beber y platicamos un poco?

*

—Y eso fue lo que pasó. —Derieri había terminado de explicar a Meliodas todo lo ocurrido durante su juicio por brujería, pero Elizabeth apenas tenía ojos para otra cosa que no fueran las preparaciones de los gitanos. Prendían farolas, sacaban listones, conseguían calabazas de quién sabe dónde, ¡y el aroma a dulces y comida era irresistible! En otras palabras, parecían estar preparando una fiesta de Halloween como ella no había visto desde que era niña, y solo volvió al presente al sentir como Meliodas le tomaba la mano para apretarla con suavidad.

—Resumiendo... —dijo él fingiendo que no notaba el rubor y los latidos acelerados del corazón de su querida bruja—, en cuanto Eli fue apresada, Diane salió corriendo a avisar a su marido el juez King, quien entretuvo al otro juez mientras tú avisabas al tal Ban para que te ayudará a abrir la puerta de celda.

—Pero él yace gravemente enfermo, señor, así que me mandó su mejor herramienta con la señorita Elaine sin que nadie la descubriera. Gowther distrajo al sacerdote que quería quemar a Eli hasta que logré sacarla, pero cuando huimos al bosque para tratar de reunirnos con mis amigos, esos bastardos me atraparon. Me alegra saber que encontraste ayuda linda, eso fue muy buena suerte.

—Sí, esto... buena suerte...

—Y un toque de magia, querida. Ya ves, es lo que le sucede a los paganos cuando se acerca el día de brujas —remató el ojiverde, para acto seguido besar el dorso de la mano de la peliplateada, que se derritió con su contacto y suspiró sin poder contenerse. Con una sonrisa de lado que demostraba lo complacido que el rubio se sentía por haber logrado aquel efecto, este se acomodó de nuevo en su lugar y bebió un largo trago de la botella que le habían ofrecido antes de continuar hacia la parte más seria de la conversación—. Lamento no poder alabarte más por tu heroísmo, 'Eri, pero necesitamos con urgencia saber una cosa antes de que nos podamos marchar —Una inhalación más, y entonces el benefactor de Elizabeth habló con total seriedad—. La noche de ayer, nosotros tratamos de liberarte de la prisión de la abadía. Sin embargo, cuando íbamos hacia allá, vimos que había un gran incendio en el sitio, y los que estaban atrapados escaparon. Díganme, ¿los causantes fueron ustedes? —La respuesta saltó a la vista de inmediato. Monspeed y Derieri se miraron un instante a los ojos, también se pusieron serios, y se inclinaron hacia sus interlocutores para hablar en susurros secretos.

—No fuimos nosotros.

—¿En serio? —dijo la albina—. Pero, habría jurado que... bueno, el señor Monspeed es experto en pólvora y armas de fuego, ¿no?

—Lo soy, señorita. Y es por eso que puedo decirle esto sin temor a equivocarme: aquellas llamas no eran normales. No quisiera mostrarme supersticioso, pero a mí me pareció algo...

—Sobrenatural —Terminó de decir el rubio, y todos guardaron silencio ante el tono grave de su voz—. Eso confirma mis sospechas, pero, ¿entonces no vieron a nadie que provocara aquel fenómeno? ¿No vieron alguna persona extraña en aquel sitio?

—Yo sí —dijo la gitana, y hablaba en voz tan baja que fue el turno de ellos para inclinarse—. Verán, creo que era una mujer. Me lo parecía desde lejos, y... Eli, habría jurado que las llamas salían de sus manos. —Una sonrisa se extendió por la cara del más bajo tras oír aquello, y su compañera estrechó con fuerza sus dedos al entender lo que eso significaba.

—Veo. Muchas gracias por su ayuda chicos. Será mejor que nosotros volvamos al pueblo para que ustedes puedan...

—¡No pueden irse! —Apareciendo de la nada con más botellas en la mano, la líder gitana se acercó a ellos y rodeo los hombros de los extranjeros mientras sonreía con ojos anhelantes—. Por favor, nos honraría si se quedan un rato en nuestra celebración.

—Pues... —La albina se encontraba completamente dividida entre sus deseos y lo que consideraba su deber. Por una parte, el día de las brujas se acercaba cada vez más, aún faltaban dos venganzas por cumplirse, y quería prepararse mentalmente para el momento en que su demonio decidiera tomar su pago. Pero otra parte, la más luminosa y juguetona dentro de ella, deseaba quedarse en esa fabulosa fiesta, disfrutar sus últimas horas de vida... y bailar. Bailar hasta el anochecer en los brazos de Meliodas, sin importarle que él convirtiera en el verdugo que después la llevaría al infierno. Al final, no tuvo que elegir, pues sintió cómo la tomaba por la cintura y la pegaba a su cuerpo antes de contestar.

—Pues entonces nos quedamos, señorita Mela. Solo hasta el atardecer, tenemos negocios importantes que atender en el pueblo, ¿no es así querida? —Esa sonrisa, ¿por qué es que a ratos le parecía demoníaca y a ratos celestial? Elizabeth asintió con los ojos brillando de emoción, y entonces ambos se pusieron en pie para cumplir el deseo de la bruja.

https://youtu.be/kuiKjUWmFH0

Bailaron. Rieron. Charlaron. Caminaron tomados de la mano como hacen los auténticos amantes, como amigos de toda la vida, y Elizabeth supo que estaba condenada. Aún sin el pacto que los dos habían hecho, la verdad era que ella sí deseaba darle su vida y su alma por voluntad propia. El demonio le había robado el corazón, y ahora que la muerte estaba tan cerca, aquello se volvía cada vez más real. ¿Cómo no caer rendida ante su gentileza? ¿Cómo no dejarse llevar por la alegría de sus puros ojos verdes? ¿Cómo no confiar en alguien que le tendía la mano de esa forma? Se entregó sin pensarlo, y cuando casi cayó exhausta de cansancio, él abrazó con fuerza su cintura y acercó sus labios a su oído para susurrarle unas palabras.

—La noche está por caer, señora mía. ¿Qué le parece si nos escapamos unos minutos para que tome su magia y vayamos a castigar al siguiente criminal? —Ninguna de sus palabras pretendía ser usada para seducirla. Y sin embargo, eso era justo lo que hacían. Sus entrañas se contrajeron con fuerza al percibir su cálido aliento tan cerca, su voz le provocó un escalofrío, y se aferró a la tela de su camisa tratando de calmar el mareo que sentía.

—Pe... ¿Pero aquí? ¿Habiendo tanta gente?

—Claro que no —dijo él con un tono ronco y posesivo—. Solo yo soy digno de escuchar tus gemidos. Ven aquí, te tengo una sorpresa. 

***

¿Ahre? ¿Y la sorpresa? Soy perversa, tendrán que esperar a mañana para verla XD Aunque creo que ya todos saben lo que va a ser, fufufu >u< Y ahora, un secreto de este capítulo: ¿sabían que Monspeet y Derieri son mi pareja favorita de los Dies Mandamientos? Sip, a veces incluso más que Mela y Galand. En esta historia, los personajes del clan de los demonios serían los gitanos, ¡imagínenlos! <3 Los diez de elite más los de las películas, pero versión humanos. ¿Alguien más quiere bailar en una fiesta pagana? :D 

Bueno, pues no seremos gitanos, pero aquí tengo otra canción bailable para nuestro karaoke, ¡puntos a quien me la cante en inglish! XD Y nos vemos mañana para más, ¡espero que lo estén disfrutando mucho!

https://youtu.be/TaV1r341wYk




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