Capítulo 24

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Capítulo 24

Me tiré sobre la cama de Alia sintiendo una presión en la garganta y los ojos húmedos. Sentí la mano de mi hermana acariciándome el pelo mientras The night we met, de Lord Huron, sonaba desde los altavoces de su habitación. Gemí audiblemente.

—Yo no le he hecho nada a nadie —susurré—, ¿por qué me pasa esto?

Ella se acercó a mí y me dio un suave beso en la mejilla.

—Lo encontraremos, ¿vale? Pronto sabremos quién está detrás de esto.

—¿Y cómo vamos a hacerlo? —Miré a mi hermana con los ojos enrojecidos y pude ver cómo sus ojos se empañaban también, con pena—. Alia... no es solo esa persona, son todos. Ahora volveré al instituto y todos se reirán, hablarán a mis espaldas, serán crueles conmigo... y para colmo ahora comentarán por ahí que soy una pu...

—Calla. Eso no es verdad. Tú no hiciste nada con ninguno de los dos... y si lo hubieras hecho, ¿qué? Te van a criticar porque son imbéciles, pero si cualquiera de ellas o ellos tuvieran la oportunidad de encerrarse en una habitación con Malcolm o con Ryan, lo harían sin dudar y tirarían la llave a la playa de Leith.

Suspiré. Mi hermana era dura, no como yo. Ella habría llegado al instituto con la cabeza muy alta y una sonrisa enorme al día siguiente. Y, probablemente, se habría metido en una pelea con cualquiera que dijera algo a sus espaldas. Pero yo no era así, yo no quería ser así. Quería mi tranquila vida de nuevo.

—Me gustaría rebobinar en el tiempo. Jamás haber escrito ese estúpido texto sobre Ryan.

Mi hermana negó con la cabeza.

—Y, entonces, jamás habrías hablado con él. Te conozco, Anne. Habrías terminado el curso, te habrías graduado en el instituto y nunca más le habrías vuelto a ver.

—Quizás habría sido lo mejor.

Ella chasqueó la lengua, molesta, y se apartó de mí.

—No vas en serio, Anne.

Nos quedamos en silencio varios minutos mientras mi hermana utilizaba su móvil. De verdad que era completamente adicta a la tecnología, todos los chicos de mi edad lo eran, pero era imposible ver a alguien de catorce años o menos sin una pantalla entre los dedos.

—No te enfades conmigo —le pedí.

Ella me miró a los ojos y supe que lo que me iba a decir le resultaba verdaderamente difícil. Para ser sincera, me dolió escuchar sus palabras.

—Creo que te hicieron un favor. Publicaron ese texto en la revista y cambiaron tu vida en el instituto. Y no lo niegues, Anne, pero eres mucho más feliz ahora: tienes a Jessica, vas a fiestas, tienes las citas.

—Yo no he pedido nada de eso. ¿Tú qué sabes si estoy más feliz? —Me señalé con el dedo y mi tono de voz se alzó un poco—. ¿Te parece que esto es ser más feliz?

Me molestó escucharla y supe que íbamos a discutir. Era lo último que quería en ese momento, para ser sincera, pero mi hermana se estaba pasando y por un segundo estuve a punto de preguntarle lo obvio: ¿Fuiste tú quien publicó el artículo en mi sección?

Pero el sonido de mi teléfono me acalló y Alia se apartó de mí con el ceño fruncido. Suspiré al ver que era un número desconocido, pensando en colgar. Quizás era alguien del instituto gastándome una broma con el propósito de insultarme, no era la primera vez que pasaba en ese mes. Aun así contesté.

—¿Quién es? —pregunté.

Silencio y un movimiento al otro lado de la línea. De pronto, su voz.

—Soy Ryan, Anne. ¿Estás bien?

Casi me dolió escucharle. Porque era, a la vez, la única y la última persona con la que quería hablar en ese momento.

—No —admití.

—Sal.

Yo soné confundida.

—¿A dónde?

—Sal a la calle.

No colgué el teléfono, sino que me puse mis deportivas y salí de la habitación de mi hermana, dejándola ahí, mirándome confundida. Bajé las escaleras que conducían al salón y vi a mis padres entretenidos viendo la televisión, algo no muy habitual ya que mi madre parecía trabajar constantemente todos los días de su vida.

—Vuelvo ahora —comenté.

Ellos asintieron y mi padre me miró un segundo antes de gritarme algo mientras yo abría la puerta.

—¡No llevas chaque...!

Cerré la puerta de la calle antes de que él pudiera terminar su frase y sentí el frío viento golpeándome. En mi rostro lo noté más, porque aún tenía algunas lágrimas que no estaban secas.

Y allí estaba él, aún con el teléfono en su oído y mirándome desde el otro lado de la calle.

Nunca me había latido tanto el corazón como en ese momento, al ver a Ryan Fiennes frente a mi casa.


Si quieres que te dedique el próximo capítulo, tan solo déjame un comentario <3

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