ix. tired of crying

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ix.
cansada de llorar








—Hermana, tengo noticias. Las buenas son que, según Minnie, ya soy toda una mujer. Las malas son que me duele como el infierno.

Vega había renunciado a ir a Hogsmeade para quedarse con Nova después de que ella le dijera aquello. Ambas hermanas se habían quedado en la sala común de Hufflepuff, con Nova tumbada boca abajo en un sofá y Vega estudiando Pociones en una butaca. La menor soltaba un quejido de vez en cuando.

—¿Cómo demonios soportas esto todos los meses? —protestó Nova, con una mueca de dolor en el rostro—. Es simplemente horrible.

—Con calor, pociones y muchas lágrimas —respondió Vega, ocultando una sonrisa—. ¿Quieres que vaya a por algo a la enfermería?

—Sería maravilloso —gruñó Nova, llevándose las manos al vientre—. ¡Mierda, duele!

Vega salió de la sala común para conseguirle algo a su hermana. Al pasar junto a la estatua de la bruja tuerta, se llevó una gran sorpresa al ver salir de ella a Harry. El chico se asustó al notar que había alguien allí, pero rápidamente se tranquilizó al reconocerla.

—¿Qué te ha pasado? —preguntó Vega, al ver su rostro sudado y sus manos llenas de barro.

Harry no pudo responder, pues Snape apareció de improviso junto a ellos. El profesor esbozó una sonrisa cínica al verlos.

—¿Y...? —preguntó.

Vega frunció el ceño, sin entender nada. Observó a Harry, que metió las manos en los bolsillos, con aspecto nervioso. Snape, por su parte, parecía triunfante.

—Venid conmigo, Potter, Black —ordenó.

—Perdone, profesor, pero yo no tengo ni idea de... —empezó Vega.

Una mirada de Snape bastó para hacerla callar. Bajó tras el profesor hasta las mazmorras e hizo una mueca al entrar en su despacho y ver los tarros con seres viscosos dentro que había por toda la habitación. Se alegró de que la chimenea estuviera encendida, pues hacía un frío horrible.

—Sentaos.

Ambos obedecieron. El profesor de pie, observándolos sonriente. A Vega su expresión le dio escalofríos.

—El señor Malfoy acaba de contarme algo muy extraño, Potter, Black —empezó Snape—. Me ha contado que se encontró con Weasley junto a la Casa de los Gritos. Al parecer, Weasley estaba solo. El señor Malfoy asegura que estaba hablando con Weasley cuando una gran cantidad de barro le golpeó en la parte posterior de la cabeza. ¿Cómo creéis que pudo ocurrir?

—No lo sé, profesor —respondió Harry, tratando de parecer sorprendido.

Vega no tardó en atar cabos. Le dirigió una mirada alarmada a Harry: la capa invisible. Oh, mierda.

—No se me ocurre cómo —masculló, aún preguntándose por qué estaba ella allí.

—Entonces, el señor Malfoy presenció una extraordinaria aparición. ¿Se te ocurre qué pudo ser, Potter?

—No.

—¿Y a ti, Black?

Vega tenía la sensación de que Snape pronunciaba su apellido con un deje de burla. Negó con la cabeza.

—Tu cabeza, Potter. Flotando en el aire.

Hubo un silencio que pareció eterno. Vega tenía ganas de golpearse la frente con la mano.

—Tal vez debería acudir a la señora Pomfrey. Si ve cosas como...

—¿Qué estaría haciendo tu cabeza en Hogsmeade, Potter? Tu cabeza no tiene permiso para ir a Hogsmeade. Ninguna parte de tu cuerpo, en realidad.

—Lo sé —dijo Harry, tratando de continuar aparentando tranquilidad—. Parece que Malfoy tiene alucina...

—Malfoy no tiene alucinaciones —gruñó Snape—. Si tu cabeza estaba en Hogsmeade, también estaba el resto.

—He estado arriba, en la torre de Gryffindor —respondió Harry—. Como usted me mandó.

—¿Hay alguien que pueda testificarlo?

—Yo —dijo Vega, tratando de sonar firme. Las miradas de Snape y Harry se dirigieron a ella—. Nova no se encontraba bien y ambas nos hemos quedado aquí. Hemos estado un buen rato en la torre de Gryffindor antes de ir a mi sala común. Había ido a recoger una cosa que había olvidado cuando me encontré a Harry.

Vega no sabía mentir. Ella era consciente de ello, pero esperó haber resultado convincente.

—Me temo, Black —Otra vez ese tono burlón y sarcástico—, que tu palabra no sirve de mucho en estos momentos.

—¿Y eso por qué? —preguntó ella.

Snape rio y la ignoró. Vega se quedó alucinada. ¿Acababa de desestimar su palabra y se negaba a darle un motivo?

—Bien —continuó Snape, girándose de nuevo hacia Harry—. Todo el mundo, desde el ministro de Magia para abajo, trata de proteger de Sirius Black al famoso Harry Potter. Pero el famoso Harry Potter hace lo que le da la gana. ¡Que la gente vulgar se preocupe de su seguridad! El famoso Harry Potter va donde le apetece sin pensar en las consecuencias.

Vega apretó los puños, enfurecida. Cómo deseaba poder gritarle unas cuantas cosas a Snape a la cara.

—¡Cómo te pareces a tu padre! —exclamó Snape—. También él era muy arrogante. No era malo jugando al quidditch y eso le hacía creerse superior a los demás. Se pavoneaba por todas partes con sus amigos y admiradores. Y tu tía, por supuesto, hacía lo mismo, creyéndose inteligente solo por agradar a un par de profesores. El parecido es asombroso.

—Mi padre no se pavoneaba —gruñó Harry, furioso—. Ni mi tía. Y yo tampoco.

—Tu padre tampoco respetaba mucho las normas —continuó Snape. Su rostro estaba lleno de satisfacción—. Las normas eran para la gente que estaba por debajo, no para los ganadores de la Copa de Quidditch. Era tan engreído, igual que su hermana...

—¡CÁLLESE! —gritó Harry, poniéndose de pie.

Vega hizo lo mismo, de forma más lenta que él. Apretando con fuerza los labios, le puso la mano en el hombro a Harry para que no hiciera ninguna locura.

—¿Qué has dicho, Potter? —preguntó Snape, en tono peligroso.

—¡Le he dicho que deje de hablar de mi padre y de mi tía! Conozco la verdad. Ellos le salvaron a usted la vida. ¡Dumbledore me lo contó! Si no hubiera sido por mi padre y mi tía, usted ni siquiera estaría aquí!

—Disculpe el atrevimiento, profesor —dijo Vega, en tono más bajo que Harry, pero que aún así logró ganarse la atención del profesor—. Creo que usted no tiene derecho a hablar de estos temas con un alumno. Además, ¿qué influyen su padre y su tía en el asunto de Malfoy?

—Tan parecida a... —comenzó Snape, pero cerró los labios al instante, esbozando una mueca de repugnancia.

Vega estaba furiosa. Todo lo que Snape decía le parecía tan increíblemente injusto que no pensó en las consecuencias de lo que estaba a punto de hacer. De hecho, lo hizo sin pensar en absoluto.

—¿A mi padre? —murmuró, apretando la mano que tenía sobre el hombro de Harry—. ¿O a mi madre, la que le salvó la vida?

Hubo un prolongado silencio tras aquellas palabras. Vega se dedicó a temblar de furia, aguardando una respuesta por parte de Snape.

—Parece que la arrogancia viene en el gen Potter —comentó, despectivo—. Apuesto a que Lupin se las ha arreglado para desarrollarlo. Vosotros dos, siempre metiendo la nariz donde no os conviene... Típico de los Potter. ¿Él os contó cómo vuestros gloriosos padres me salvaron?

—El profesor Lupin no tiene nada que ver en este asunto —replicó Vega—. Lo descubrí por mis medios. Y creo que es una falta de respeto por su parte que esté hablando así de mi madre y mi tío, teniendo en cuenta que le salvaron la vida, según ha dicho Harry.

Vega no sabía cómo había sucedido aquello, pero Harry se lo había contado años atrás. En aquel momento, deseaba que le hubieran dejado morir.

—¿Y el director te contó las circunstancias en que tu padre y tu tía me salvaron la vida, Potter? —preguntó Snape, en un susurro. Harry apretó los puños—. ¿O consideró que esos detalles eran demasiado desagradables para los delicados oídos de su estimadísimo Potter?

Vega vio a su primo morderse el labio y tragó saliva. Tenía la sensación de que no le iba a gustar lo que estaba a punto de escuchar.

—Lamentaría que ambos salierais de aquí con una falsa idea de vuestros padres —continuó, esbozando una horrible mueca—. ¿Imaginabais algún acto glorioso de heroísmo? Pues permitidme que os desengañe. Tu santo padre, tu santa madre y sus amigos me gastaron una broma muy divertida, que habría acabado con mi vida si tu padre, Potter, y tu madre, Wright, no hubieran tenido miedo en el último momento y no se hubieran echado atrás. No hubo nada heroico en lo que hicieron. Estaban salvando su propia piel tanto como la mía. Si su broma hubiera tenido éxito, los hubieran echado de Hogwarts.

Vega arqueó las cejas al escuchar a Snape llamarla por su antiguo apellido. ¿Cómo lo conocía, siquiera?

—Pero no hubiéramos tenido que soportarlo a usted —soltó Vega, sin ser capaz de contenerse—. Hubiera sido un daño colateral poco importante.

Más silencio. Snape enseñó los dientes, irregulares y amarillos.

—¡Da la vuelta a tus bolsillos, Potter! —ordenó—. ¡Tú también, Wright!

Ninguno de los dos se movió. Vega porque no pensaba dejar solo a Harry y Harry porque estaba aterrado.

—¡Dad la vuelta a vuestros bolsillos o vamos directamente al director! ¡Dadles la vuelta!

Vega fue la primera en moverse, ya que no tenía nada que ocultar. Sobre la mesa, dejó un paquete de chicles, un par de sickels y una compresa que tenía para Nova. Snape pareció ligeramente incómodo al verla.

Harry depositó junto a los objetos de Vega una bolsa de artículos de broma de Zonko y un pergamino viejo. Vega contuvo la respiración al reconocer el mapa del merodeador. El profesor cogió la bolsa.

—Todo me lo ha dado Ron —se apresuró a decir Harry—. Me lo trajo de Hogsmeade la última vez...

—¿De verdad? ¿Y lo llevas encima desde entonces? ¡Qué enternecedor!

—Lo cogió para enseñárselo a Nova —inventó Vega, preguntándose si al final sí era capaz de mentir y deseando que su hermana la cubriera si Snape llegaba a preguntarle sobre el asunto—. Ya sabrá cuánto le gustan las bromas.

—¿Y esto qué es? —preguntó Snape, tras lanzarle una mala mirada. Había cogido el mapa.

—Un trozo de pergamino que me sobró —respondió Harry, encogiéndose de hombros.

Vega estaba segura de que Snape podía escuchar el latido de su corazón, que tan alto sonaba para ella.

—Supongo que no necesitarás un trozo de pergamino tan viejo. ¿Puedo tirarlo?

Acercó su mano al fuego.

—¡No! —exclamaron los dos al unísono.

—¿Cómo? —preguntó Snape—. ¿Es otro precioso regalo del señor Weasley? ¿Quizá una carta escrita con tinta invisible? ¿O tal vez... instrucciones para llegar a Hogsmeade evitando a los dementores?

—Es una carta —dijo Vega—. Verá, profesor, hay una chica enamorada de Harry y...

—¡Silencio, Wright! —siseó Snape, furioso.

—Creo, señor, que si va a decir mi apellido como si le diera asco, al menos podría decir el correcto —murmuró, llena de furia—. Es Black, no Wright.

Vega no sabía qué le había pasado, pero se sentía como si fuera otra persona. Probablemente, Nova estaría orgullosa de todas las mentiras que había dicho y todas las cosas que le estaba respondiendo a Snape.

Hacía tiempo que no le hablaba a alguien así. Además, ¿por qué Snape se empeñaba en llamarla Wright? Disfrutaba más insultando su verdadero apellido.

—Muy bien, Black —dijo Snape, con claro desprecio—. Veo que tienes la arrogancia de tu madre y la presunción de tu padre.

—Profesor, esas dos palabras son sinónimos —replicó Vega, sin poder contenerse.

Snape le lanzó una mirada furibunda antes de colocar el mapa sobre la mesa y poner la varita sobre él.

—Veamos, veamos... ¡Revela tu secreto! —Nada sucedió—. ¡Muéstrate! —Siguió en blanco—. ¡Severus Snape, profesor de este colegio, te ordena enseñar la información que ocultas!

Las mejillas de Vega, que habían enrojecido por la furia, perdieron el color al observar unas palabras apareciendo en el pergamino. «El señor Lunático presenta sus respetos al profesor Snape y le ruega que aparte la narizota de los asuntos que no le atañen.»

Ojalá hubiera terminado ahí, pero el mapa no había hecho más que empezar. «El señor Cornamenta está de acuerdo con el señor Lunático y sólo quisiera añadir que el profesor Snape es feo e imbécil.»

Si hubieran estado en otra situación, Vega hubiera soltado una gran carcajada. Apareció una nueva frase. «El señor Canuto quisiera hacer constar su estupefacción ante el hecho de que un idiota semejante haya llegado a profesor.»

La frase siguiente le hizo pensar a Vega que Harry y ella habían firmado su sentencia a muerte. «El señor Colagusano saluda al profesor Snape y le aconseja que se lave el pelo, el muy guarro.»

Y quedaba el final. «La señorita Arión quiere concluir aconsejándole al profesor Snape que deje de actuar como un idiota. Aunque cree que, tal vez, simplemente es un idiota y por ello no puede dejar de actuar como tal.»

Vega tragó saliva y aguardó.

—Bueno... —dijo Snape, con voz suave—. Ya veremos.

Se dirigió al fuego con paso decidido, cogió de un tarro un puñado de polvo brillante y lo arrojó a las llamas.

—¡Lupin! —gritó—. ¡Quiero hablar contigo!

Vega arqueó las cejas, sorprendida, al ver a su tío emerger del fuego unos segundos después.

—¿Llamabas, Severus? —preguntó, amable.

—Sí. Les he dicho a Potter y Black que vaciaran los bolsillos y Potter llevaba esto.

Señaló el mapa, donde aún se veían claramente las palabras de Lunático, Cornamenta, Canuto, Colagusano y Arión. Lupin adoptó una expresión extraña y hermética.

—¿Qué te parece? —Al ver que Lupin no respondía, Snape insistió—. ¿Qué te parece? Este pergamino está claramente encantado con Artes Oscuras. Entra dentro de tu especialidad, Lupin. ¿Dónde crees que lo pudo conseguir Potter?

Remus les dirigió una mirada a Vega y Harry, advirtiéndoles de que no lo interrumpieran.

—¿Con Artes Oscuras? —repitió—. ¿De verdad lo crees, Severus? A mí me parece simplemente un pergamino que ofende al que intenta leerlo. Infantil, pero seguramente no peligroso. Supongo que Harry lo ha comprado en una tienda de artículos de broma.

—¿De verdad? —cuestionó Snape—. ¿Crees que una tienda de artículos de broma le vendería algo como esto? ¿No crees que es más probable que lo consiguiera directamente de los fabricantes?

Vega frunció el ceño al escuchar aquello. ¿Dónde quería llegar Snape?

—¿Quieres decir del señor Colagusano, la señorita Arión o cualquiera de estas personas? —preguntó Lupin—. Harry, ¿conoces a alguno de estos señores?

—Y señorita —murmuró Vega.

—Y señorita —asintió Lupin, reprimiendo una sonrisa.

—No —dijo Harry de inmediato.

—¿Lo ves, Severus? Creo que es de Zonko.

La puerta se abrió bruscamente y Ron Weasley apareció en el umbral, respirando agitadamente.

—Yo... le di... a Harry... ese objeto —habló, sin aliento—. Lo compré en Zonko hace mucho tiempo...

Vega cerró los ojos, sin poder creerlo. ¿Podía ser menos disimulado?

—Bien —resolvió Lupin, satisfecho—. ¡Parece que eso lo aclara todo! Me lo llevo, Severus, si no te importa. Harry, Ron, venid conmigo. Tengo que deciros algo relacionado con el trabajo sobre los vampiros. Y, Vega, será mejor que aproveche para comentarte un par de cosas de la redacción sobre los inferi. Discúlpanos, Severus.

Vega le dirigió una mirada a Snape antes de salir y se arrepintió de haberlo hecho. Así como se arrepintió de haber revelado la identidad de sus padres al profesor. De algún modo, sabía que eso iba a perjudicarla.

—Remus, yo... —empezó Harry en cuanto estuvieron en el vestíbulo, lejos del despacho.

—No quiero disculpas —interrumpió Remus—. Da la casualidad de que sé que este mapa fue confiscado por el señor Filch hace muchos años. Sí, sé que es un mapa. No quiero saber cómo ha caído en vuestras manos. Me asombra, sin embargo, que no lo entregarais, especialmente después de lo sucedido en la última ocasión en que un alumno dejó por ahí información relativa al castillo. Esperaba más de ti, Vega. No te lo puedo devolver, Harry.

La chica se quedó pasmada ante las últimas frases. ¿Por qué precisamente ella? ¿Solo porque era relativamente responsable? ¿O porque Aura lo hubiera hecho?

—¿Por qué pensó Snape que me lo habían dado los fabricantes? —preguntó Harry.

—Porque... porque los fabricantes de estos mapas habrían querido sacarte del colegio. Habrían pensado que era muy divertido.

—¿Los conoces? —dijo Harry, impresionado.

—Nos hemos visto. —Miró a Harry con seriedad—. No esperes que te vuelva a encubrir, Harry. No puedo conseguir que te tomes en serio a Sirius Black, pero creía que los gritos que oyes cuando se te aproximan los dementores te habrían hecho algún efecto. Tus padres dieron su vida para que tú siguieras vivo, Harry. Y tú les correspondes muy mal... cambiando su vida por una bolsa de artículos de broma.

—¿Es en serio? —exclamó Vega, en voz mucho más aguda de lo normal.

Remus la miró y observó horrorizado cómo rompía en llanto.

—Vega... —dijo, arrepentido.

—No, Remus —cortó ella, sintiendo la presión que llevaba días en su pecho aumentaba—. Perdón por no hacer bien todo, perdón por no ser mi madre... Pero Harry no merece que le digas eso.

—Vee... —Harry le puso la mano en el hombro.

Pero Vega salió corriendo al notar el torrente de lágrimas que se aproximaba. Su primo la llamó, pero Vega necesitaba de verdad irse.

No quería que Harry la viera así. No quería que nadie la viera así.

Encontró un pasillo solitario, que conocía de sus primeras exploraciones del castillo. Nadie pasaba por allí nunca. Se sentó en el suelo y escondió la cara entre las rodillas.

Llevaba días evitando llorar, porque sabía que cuando empezara, ya no terminaría. Desde que supo la verdad sobre sus padres su estado de ánimo había decaído. Después de ver a su padre en la torre de Gryffindor, había empeorado. Y tras tragarse todo lo que Snape había dicho y sentir tanta furia, angustia y frustración y, sobretodo, sentir que todo era una gran injusticia, sabía que una mínima cosa bastaría para desencadenar todo.

Y esa mínima cosa había sido el «Esperaba más de ti» y la mención de los padres de Harry.

Vega lloró durante horas. Al menos, eso creyó ella. Tenía tantas cosas que sacarse que tardó mucho más de lo que en un momento pensó que tardaría. Lloró hasta que la cabeza le dolió y los ojos le escocieron. Lloró hasta que ya no fue capaz de seguir llorando y se quedó allí sentada, pasando frío y soltando hipidos de vez en cuando.

Lloró hasta que Cedric Diggory, en la guardia de prefecto que debería haber hecho ella con él, la encontró tirada en el suelo tiritando y la obligó a regresar a la sala común.

Vega protestó, se resistió y se echó a llorar de nuevo, mientras un desconcertado Cedric hacía lo posible por calmarla mientras la llevaba a un sitio cálido.

—¿Qué demonios te pasa, Vega? —murmuró él, preocupado, mientras la hacía sentarse cerca de la chimenea y le tapaba con una manta—. ¿Por qué has hecho eso?

—No sé —susurró ella—. Lo siento, Ced. No soy más que una molestia.

Puede que estuviera exagerando. Pero, en ese momento, Vega estaba harta. Harta de todo.

El chico soltó un suspiro y se sentó junto a ella.

—Yo no he dicho eso en ningún momento —dijo, acariciándole suavemente el pelo—. No creo que seas una molestia en ningún aspecto, Vega. Me pareces una persona maravillosa y me gustas así como eres.

En otro momento, Vega probablemente se hubiera sonrojado. Pero solo se secó una lágrima traicionera y se incorporó, para mirar a Cedric a la cara.

—¿En serio lo crees? —dijo, con un hilo de voz—. Yo... simplemente, hay veces que siento que no pasaría mucho si desapareciera. Excepto por Harry, Nova, Jess y Sue, no soy nadie...

—A mí me importaría si desaparecieras —susurró Cedric—. Y, créeme, sí eres alguien. Un alguien increíble.

Vega miró a Cedric con los ojos brillantes de lágrimas. Y él se atrevió a dar el primer paso.

Cuando los labios de Cedric se colocaron sobre los suyos, Vega sintió un escalofrío en toda su espina dorsal. Una sensación que no sentía desde Callum.

O quien todos creían que era Callum, claro. La farsa se mantenía para todo el mundo, incluido Cedric. El desastre de Black y los Carrow. Tristemente célebre entre el alumnado.

Vega no se apartó de Cedric cuando sus pensamientos volaron a los mellizos, aunque lo consideró por un segundo.

Estaba asustada. Asustada de que la historia se repitiera. Vega no quería volver a sufrir. No si podía evitarlo.

No sabía los riesgos que hacer eso podía conllevar. Cedric era una persona increíble, eso no lo negaba. Pero había pensado lo mismo la vez anterior y se había equivocado.

No. Estaba harta de todo, también de tener miedo. Sí, todo aquello podía acabar bien... Pero también podía ayudarla. Podía hacerle feliz.

Cedric le gustaba. Estaba bastante segura de ello. Solo había sentido algo así por alguien una vez, y aunque aún le costaba comprender sus sentimientos, estaba bastante segura de que, tal vez, Jessica hubiera tenido razón desde hacía tiempo atrás.

Algo de coraje parecía haber despertado en ella aquella tarde, cuando se enfrentó a Snape.

Vega estaba cansada. Cansada de tener miedo, cansada de llorar. Quería ser feliz y quería ser valiente.

Después de todo, ¿qué es la vida sin un poco de riesgo?

Rodeó el cuello de Cedric con los brazos y le devolvió el beso.




















no sé ni si alguien lee esto aún pero hey

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