viii. problems never end

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viii.
los problemas nunca acaban








Vega no podía considerarse una gran fan del quidditch, al contrario que Nova, pero le gustaba ir a los partidos del colegio y animar a su casa o a Harry, que jugaba por Gryffindor. El partido de estos últimos contra Ravenclaw había causado gran excitación entre los alumnos de Hogwarts. El resultado del encuentro serviría para saber si Gryffindor tenía posibilidades de ganar finalmente la Copa de Quidditch o si quedarían descartados un año más.

—Estoy segura de que te alegras más por tu bolsillo —rio Vega—. Voy a hablar con Harry, ahora nos vemos.

Se sentó junto a su primo en la mesa de Gryffindor y sonrió al notar su nerviosismo.

—Eh, vas a meter ochenta goles, tranquilo —animó, alborotándole el pelo—. No te preocupes por eso.

—Ni siquiera soy cazador, boba —la pinchó él, sonriendo aún así—. Deberías decirme que voy a atrapar la snitch con la ventaja suficiente para ganar.

—Muy bien, te digo que vas a atrapar la snitch con la ventana suficiente para ganar, ¿te sirve?

—Me conformaré.

Vega rio.

—¿Te preocupa algo más?

—¿Fuera de que los Carrow te están mirando? Nada en absoluto.

Vega esbozó una mueca, pero tuvo el suficiente control para no girarse al instante a mirar hacia la mesa de Slytherin.

—Ignóralos, es lo mejor —se limitó a decir, con poco entusiasmo.

—¿Le odias? —preguntó Harry, tras pensarlo un poco. Su primo no estaba al corriente de todo lo que había pasado, pero los rumores volaban en Hogwarts y, el año anterior, la relación prohibida de Black y Carrow había sido un tema bastante comentado.

Además, Harry solía escuchar a Jessica y Vega hablar y de algo debía de haberse enterado. Vega comprendía que sintiera curiosidad.

Ella permaneció en silencio varios segundos. ¿Le odiaba? No, claro que no.

Tampoco sentía lo que antes, claro estaba. Después de todo el dolor que había sentido, no creía volver a pasar por aquello nunca más. Había conseguido superarlo, poco a poco. La fuga de su padre, por muchos problemas que hubiera traído, al menos le había servido para dejar de prestarle atención a aquel problema y olvidarlo poco a poco.

Aún le dolía lo sucedido y le daba miedo que aquello por lo que había pasado se repitiera. Pero no le odiaba. No podía.

—No. Fue la primera vez que me enamoré de alguien. No le odio. No tengo tiempo ni energía para desperdiciarlo en alguien cuando puedo simplemente ignorarle. —Hizo una pausa—. ¿Por qué lo preguntas?

—No lo sé. Es como un tema tabú entre nosotros tres. Nunca hablamos de ello. Y hace tiempo que siento curiosidad por saberlo.

Vega asintió con la cabeza. Su mirada se dirigió a Jessica y Cedric, que charlaban en la mesa de Hufflepuff.

—Te sigue dando miedo, ¿cierto? —preguntó Harry, siguiendo su mirada—. Que se repita, digo.

Vaya, su primo estaba curioso. Vega casi sonrió.

—Sí. Pero tampoco creo que ahora sea lo mejor empezar nada con nadie. No podría concentrarme en ello. Lo de mi padre... Ya sabes. Son demasiadas cosas en la cabeza.

Él no le pidió más detalles y ella no quiso seguir con el tema. Fue una suerte que Fred y George hicieran acto de presencia en ese instante.

—Hey, Harry —saludó Fred, sentándose junto a Vega—. Hola, Gigi.

—¿Cómo me has llamado? —dijo ella, arqueando una ceja.

—Gigi —respondió Fred—. Pensé en Veggie, pero suena a vegetariano.

George se tapó la boca con la mano para silenciar una carcajada. Su gemelo le lanzó una mirada.

—Te ríes, pero llamaste Sisi el otro día a Bones —recordó, divertido—. Aunque ya es un avance que te atrevieras a hablarle a solas.

Vega no tardó ni dos segundos en ahogar un grito de sorpresa.

—¿Te gusta Jess? —susurró, sin dar crédito. ¿Por qué nunca se daba cuenta de esas cosas?—. ¿Desde cuándo?

—Babea por ella desde tercer curso —rio Fred.

—Igual que tú por... —empezó George, pero su hermano le dio un fuerte puñetazo que lo hizo callarse.

—¿Por quién? —preguntó Vega, curiosa.

Sí que había estado poco atenta últimamente. Pero ¿cómo no había notado lo de George? Vega estaba impresionada.

Ella nunca había sido muy avispada para ver relaciones, pero aquello era algo que nunca había esperado.

—Oh, una chica de su pueblo —respondió Harry, con ganas de molestar—. Ron me cuenta que no deja de hablar de una tal Star. Ni siquiera él sabe quién es. Se pasa el día suspirando por ella. Que si es la más inteligente, que si sus ojos son preciosos, que si su sonrisa le vuelve loco...

—Cierra el pico, Potter —gruñó Fred, no muy contento—. O hablaré yo de ti.

—Vosotros tres me guardáis demasiados secretos amorosos —protestó Vega, mirando George—. ¿Jess? ¿Cómo no lo vi venir?

—Georgie es un gran actor —rio Lee, que había llegado tras los gemelos y estaba sentado ahora junto a Vega—. Me prometió nombrarme padrino de sus hijos con Jess a cambio de guardarle el secreto.

Vega sacudió la cabeza. ¿A George le gustaba Jessica? No lo podía creer. Tendría que preguntar a su amiga qué opinaba de George, al menos sutilmente. ¡A George le gustaba Jessica!

Wow —susurró Vega, aún sorprendida.

«En menudo lío te has metido, Jess.»

Ella siempre había dicho que prefería que le gustara alguien y que no fuera correspondido a gustarle a alguien y que ella no le correspondiera. ¡Y George y ella eran amigos! Prácticamente se veían todos los días.

Qué complicado era todo. Vega pedía que Jessica no se diera cuenta o, en todo caso, le correspondiera. ¿Sería bueno si le correspondiera? ¿O sería arriesgarse a que la amistad con los gemelos y Lee se rompiera si, por algún caso, aquello no salía bien?

La sola idea preocupó a Vega.

—No le digas nada, por favor —rogó George.

—No te preocupes, soy una tumba —aseguró Vega—. Aunque me encantaría ser madrina también —añadió, divertida.

—¿Y qué hay de mí? —protestó Fred.

—Eres el tío, con eso basta —recordó Vega—. Será mejor que vaya ya a mi mesa. Suerte, chicos. Aplastad a Ravenclaw.

—Gracias, Vee —respondieron los gemelos al unísono.

Diez minutos después, Vega, Cedric y Jessica estaban ya sentados en las gradas, a la espera de que el partido comenzara. La morena no comprendía por qué él había preferido sentarse con ellas en lugar de con el resto del equipo de Hufflepuff, pero Jessica estaba eufórica y no dejaba de hacerle gestos a Vega cada vez que Cedric no miraba.

No había un segundo en que no se arrepintiera de haberle contado a su mejor amiga que tenía una especie de relación secreta con Cedric. ¿Por qué no había dicho cualquier otra mentira?

Para ocultar tantos secretos y contar tan pocas cosas a los demás, Vega mentía horriblemente mal.

—¡Ahí sale Ravenclaw! —anunció Lee Jordan a través del micrófono—. Con Roger Davies como capitán y cazador, junto a Randolph Burrow y Jeremy Stretton. Duncan Inglebee y Jason Samuels de bateadores, Cho Chang como buscadora y Grant Page de guardián.

Ravenclaw y los que los apoyaban estallaron en aplausos mientras su equipo se colocaba en el lado del campo, esperando a sus adversarios. Los leones no les hicieron esperar.

—¡Y por aquí viene Gryffindor! —exclamó Lee, haciendo que la afición roja comenzara a aplaudir—. Con Alicia Spinnet, Angelina Johnson y Katie Bell de cazadores, Fred y George Weasley de golpeadores, Harry Potter de buscador y Oliver Wood de guardián y capitán.

—¿El cazador de Ravenclaw de la derecha es Burrow o Stretton? —preguntó Jessica, curiosa.

—Burrow —respondió Cedric, mirando al campo—. Está en nuestro curso.

—¿En serio? No le he visto nunca. —La rubia frunció el ceño—. Pero es bastante guapo. ¿No crees, Vee?

Vega captó las intenciones de su amiga al instante. Jessica también hacía eso con Carrow. Quería comprobar si era celoso haciendo que Vega dijera que otros chicos le parecían guapos. Jessica odiaba a los celosos desde que el único chico con el que tuvo algo más o menos serio le prohibió hablar con los gemelos y Lee.

Por supuesto, rompió con él al instante.

—No le veo bien desde aquí —respondió Vega, sin ganas de responder—. Eh, ya empiezan. ¡Bravo, Harry!

Su primo esquivó ágilmente una bludger con una voltereta, ganándose los aplausos del público. Harry saludó a Vega desde las alturas.

—¡Y Johnson consigue una ventaja de diez puntos a Ravenclaw! —dijo Lee, emocionada—. ¡Davies toma posesión de la quaffle, pero una bludger lanzada por George Weasley le hace perderla!

—Weasley es el mejor golpeador de Hogwarts —comentó Cedric, impresionado—. Lástima que sea de Gryffindor.

—Bueno, Hufflepuff tiene al mejor buscador —respondió Vega, haciendo sonrojar a Cedric.

Vega también se sonrojó al notar aquello y Jessica se tapó la boca con la mano para contener la risa al ver a los dos con las mejillas coloradas.

—¡Pobre Harry! —exclamó su amiga. Vega maldijo internamente. Eso le pasaba por hablar sin pensar.

Había sido solo un cumplido cualquiera, pero Vega se dio cuenta de que, en la situación en la que estaban, parecía algo más que eso. ¿Jessica se lo había tomado demasiado en serio? No estaba segura.

—¡Potter pierde la snitch por una bludger lanzada por Burrow! —anunció Lee, con resentimiento—. ¡Pero aún queda mucho por jugar! ¡Gryffindor gana por ochenta a cero!

Pero pronto Ravenclaw marcó tres goles, disminuyendo la distancia entre ambos a solo cincuenta puntos.

—¡Parece que Potter ha visto la snitch! Pero Chang le bloquea y pierde la oportunidad de atraparla.

—¡HARRY, NO ES MOMENTO PARA PORTARSE COMO UN CABALLERO! —se escuchó gritar a Wood—. ¡SI ES NECESARIO, TÍRALA DE LA ESCOBA!

En las gradas se escucharon risas. Wood hizo un gesto de disculpa y volvió a centrarse en el partido, haciendo una espectacular parada. El comentarista aplaudió, entusiasmado, junto a toda la afición.

—¡La snitch ha vuelto a aparecer! —gritó Lee poco después—. Potter va tras ella. Chang le sigue, pero está demasiado lejos. Pero... ¡Oh, mierda!

—¡Señor Jordan, vigile ese vocabulario! —la regañó McGonagall.

—¡Dementores! —exclamó Jessica, lanzándole una rápida mirada a Vega.

Ésta miró primero a Harry, preocupada, y luego volvió la vista hacia donde todos señalaban.

Tres figuras altas y encapuchadas habían aparecido en el campo. Vega no tuvo tiempo de preocuparse, pues un gran ciervo plateado los arrolló. La chica soltó una exclamación de sorpresa.

—¡Lo ha conseguido! —murmuró, impresionada, mirando a Harry atrapar la snitch.

—¡Gryffindor gana el partido por doscientos treinta a treinta! —anunció Lee, emocionada—. ¡Wood, ya puedes dormir tranquilo! ¡Gryffindor aún puede ganar la Copa de Quidditch!

El equipo al completo se abrazó, mientras el campo se llenaba de los aficionados de Gryffindor, que no dejaban de gritar y aplaudir. Jessica cogió a Vega del brazo.

—¡Vamos con Harry y los gemelos! —exclamó, sonriendo—. ¡Han estado geniales!

—¿Vienes? —le preguntó Vega a Cedric, mientras su amiga la arrastraba hacia el campo.

—Soy el capitán de Hufflepuff. No se vería bien —respondió él, negando con la cabeza y sonriendo—. ¡Divertíos!

A Vega le pareció distinguir algo más en su tono amable, casi una ironía oculta. Puede que le viera guiñar el ojo. Entre los empujones que recibía y la distancia que ya habían conseguido entre ellos, era complicado fijarse.

Las dos se metieron entre la multitud de Gryffindors y consiguieron llegar hasta Harry y abrazarlo, mientras él reía.

—¡Has estado increíble, Harry! —gritó Jessica, tratando de ser escuchada.

—¡Vosotros también, Weasley! —añadió Vega, viendo a los gemelos acercarse.

—¡Podemos ganar! —exclamó George, sin poder creérselo—. ¡Es alucinante!

Lee se unió al grupo, tan eufórico como la multitud que los rodeaba. Nova y Susan arrastraron a Harry lejos, chillando emocionadas, mientras los gemelos gritaban victoriosos junto a la afición.

La emoción era contagiosa y pronto Vega se encontró chillando y celebrando con tanta emoción como todos a su alrededor. Como si nada pasara.

Qué gran mentira.

—¡Venid, vamos con Harry! —dijo George, empujando a su hermano—. ¡Fiesta en la sala común!

—¡Tenéis salvoconducto, chicas! —añadió Fred, pasando el brazo por encima de los hombros de Jessica y Vega—. Si alguien os pregunta, sois de Gryffindor.

Por la celebración que hubo en la sala común, cualquiera hubiera pensado que ya habían ganado la Copa de Quidditch. En mitad de la fiesta, Fred y George fueron hasta Vega y casi la arrastraron fuera de la Torre Gryffindor.

—¿Qué hacéis? —protestó ella.

—Vamos a Hogsmeade, a esta fiesta le hace falta bebida y comida. ¿Vienes, Gigi? —preguntó Fred, divertido.

Vega aceptó y los tres corrieron a la estatua de la bruja tuerta. Ella solo había utilizado el pasadizo un par de veces, pero Fred y George lo usaban un par de veces al mes, como mínimo. Ya en Hogsmeade, compraron varias bolsas de dulces en Honeydukes y salieron a buscar bebidas.

—Si nos separamos, volveremos antes —resolvió George—. Iré a por el refresco de calabaza, vosotros id a comprar cerveza de mantequilla.

Salió corriendo hacia la tienda y Fred negó con la cabeza, divertido.

—El refresco de calabaza...

—Es la bebida preferida de Jess —completó Vega—. Intentaré que charlen en la fiesta. Sería genial que salieran.

Hacer de cupido era divertido y podía devolverle a Jess todas las burlas que hacía sobre ella y Cedric.

—Sí, estaría bien —asintió Fred, sonriendo—. ¿Un sapo de menta?

—Por supuesto.

Ambos caminaron hacia Las Tres Escobas comentando el partido y las apuestas que siempre se organizaban antes de éstos.

—He ganado cincuenta galeones apostando —dijo Fred, orgulloso—. Podremos hacer varias varitas falsas y seguir perfeccionando el caramelo longuilinguo y los surtidos saltaclases. ¿Sabes que Linette terminó el otro día en la enfermería llena de granos y Callum estuvo vomitando sin parar hasta que Pomfrey le curó?

Vega soltó una fuerte carcajada y Fred pareció complacido.

Se sentía algo mal por los mellizos, pero una parte de ella le decía que, tal vez, se merecían aquello. Solo tal vez. Además, cómo Fred lo contaba era realmente divertido.

—Bueno, es un alivio saber que Cedric no terminó en la enfermería igual.

—Por el momento.

Ella le lanzó una mala mirada. Fred se encogió de hombros.

—O tal vez no —dijo, a regañadientes—. No prometo nada.

—No tiene la culpa de haber ganado —recordó Vega, cruzándose de brazos—. Hizo lo que un buscador tiene que hacer: atrapar la snitch. ¡Oh, mira, un perro!

Vega se agachó de inmediato y acarició la cabeza del gran can negro que se había acercado a ellos. El animal soltó un ladrido, emocionado.

—Estás muy delgado —observó Vega—. ¿Dónde está tu dueño?

—No lleva collar —comentó Fred, inclinándose para observarlo. Cuando él trató de acariciarlo, el perro gruñó y Fred apartó la mano rápidamente—. Antipático.

—Se parece a un perro que Nova y yo adoptamos en verano, pero se escapó —dijo Vega, poniéndose de pie y rebuscando en la bolsa, pero solo llevaban dulces y chocolate—. ¿Crees que Rosmerta tendrá algo para darle?

La tabernera, tras venderles a ambos varias botellas de cerveza de mantequilla, les dio unas cuantas salchichas que habían sobrado de la comida. El perro se las comió con ansias y Vega lamentó no tener nada más que darle de comer.

—Si vienes a Hogwarts algún día, te daré más cosas —prometió, aunque no esperaba que el perro la entendiera—. ¿Fred, nos vamos?

El perro gimoteó al escuchar aquello y restregó su hocico contra la pierna de Vega.

—George debe estar esperando ya —dijo el chico, que se había mantenido a una distancia prudencial del animal desde que le había gruñido—. ¡Y la fiesta no puede continuar sin nosotros! Ya sabes, somos el alma de ella.

Vega rio y acarició una vez más la cabeza del perro antes de ir con Fred de regreso a Honeydukes. Allí se reencontraron con George y los tres se colaron en el sótano para tomar el pasadizo de regreso a Hogwarts.

—¿Dónde te habías metido? —preguntó Jessica en cuanto entró en la sala común de Gryffindor—. ¡Lee y yo hemos estado buscando durante dos horas! ¡También a vosotros dos!

—Traemos refresco de calabaza —dijo Vega, conciliadora—. ¿Verdad, George?

Cogió a Fred y Lee del brazo y los tres se perdieron entre la multitud, entre risas. Juntar a George con Jess era divertido y podían dejarlos un rato a solas, a ver qué sucedía.

—¿Cerveza de mantequilla, Jordan? —preguntó Fred, tendiéndole una botella.

Lee la aceptó sin preguntar cómo las habían conseguido. Compartiendo dormitorio con Fred y George, debía estar acostumbrado a ese tipo de cosas.

La fiesta se prolongó hasta bien entrada la noche, y hubiera seguido si McGonagall no hubiera aparecido a la una de la madrugada, con una bata escocesa y una redecilla en el pelo, para mandarlos a todos a la cama. Vega y Jessica tuvieron que esconderse, ya que no estaba permitido que los alumnos fueran a las salas comunes de otras casas y podían ganarse un buen castigo.

—Quedaros en los sofás durmiendo —sugirió Fred cuando la profesora se marchó—. Si salís ahora, Filch podría encontraros.

A ninguna le pareció mala idea. Les desearon buenas noches a los chicos y se quedaron en la sala común de Gryffindor mientras se vaciaba. Nova fue junto a ellas, con una gran sonrisa en el rostro y las mejillas levemente sonrojadas.

—¡He estado bailando todo el rato! Podría escupir un pulmón ahora mismo —dijo, entre jadeos.

—¿Tú no decías que eras inagotable? —se burló Jessica, darle un golpe en el hombro.

Nova ignoró su pregunta.

—Parece que nos hemos quedado atrapadas —comentó, dejándose caer en un sillón—. Estoy agotada.

—Yo también —dijo Jessica, bostezando—. Los de Gryffindor sí que saben cómo dar una buena fiesta.

No tardaron mucho en quedarse dormidas, pero Vega era incapaz de conciliar el sueño, como siempre. Tras dar cientos de vueltas, se quedó mirando el techo, sin tener nada mejor que hacer. Por ese motivo, no vio al hombre que se colaba en la sala común de Gryffindor y subía por las escaleras de las habitaciones de chicos, tras lanzarle a las chicas una rápida mirada.

Sin embargo, cuando escuchó un fuerte grito, se incorporó al instante. Al hacerlo, vio a Sirius Black atravesando la sala común a toda prisa, con un cuchillo en la mano. Vega soltó un fuerte chillido, atrayendo la atención del hombre.

Cuando su padre se giró para mirarla, Vega ya tenía la varita en la mano, pero no tuvo tiempo de lanzar ningún hechizo. En la fracción de segundo que dudó al ver a su padre frente a ella, Black huyó y Vega se giró rápidamente hacia Nova, a la que había escuchado jadear tras ella. Jessica se había despertado y miraba a Vega con los ojos muy abiertos.

—¿Estás bien? —preguntó Vega, mirando a su hermana. Ella asintió lentamente, sin decir palabra.

Vega abrazó impulsivamente a su hermana, con el corazón latiéndole a toda velocidad. Nova no la apartó, cosa extraña. La menor solía protestar ante cualquier abrazo que su hermana intentaba darle.

Harry y Ron, junto a sus compañeros de dormitorio, aparecieron en la sala común y las miraron fijamente. Tras ellos, la mayor parte de la casa Gryffindor bajó por las escaleras, hablando en voz alta, nerviosos, confundidos y medio dormidos.

—¿Estás seguro de que no soñabas, Ron?

—¡Os digo que lo vi!

—¿Por qué armáis tanto jaleo?

—¡La profesora McGonagall nos ha mandado acostarnos!

Vega y Jessica intercambiaron una mirada. La sala empezaba a llenarse. Harry fue hacia ellas, con rostro preocupado.

—¿Estáis bien?

Vega se limitó a asentir.

—¿Estupendo, continuamos? —preguntó Fred con animación.

—¡Todo el mundo a la cama! —ordenó Percy, entrando en la sala común y poniéndose su insignia de Premio Anual en el pijama.

—Percy... ¡Sirius Black! —dijo Ron, con voz débil. Vega supuso que había sido él quien había chillado—. ¡En nuestro dormitorio! ¡Con un cuchillo! ¡Me despertó!

Todos se quedaron en silencio.

—¡Absurdo! —exclamó Percy, aunque había palidecido—. Has comido demasiado, Ron. Has tenido una pesadilla.

—Te digo que...

—¡Venga, ya basta!

McGonagall llegó y miró furiosa a todos los allí presentes.

—¡Me encanta que Gryffindor haya ganado el partido, pero esto es ridículo! ¡Percy, no esperaba esto de ti! ¿Y por qué hay dos alumnas de Hufflepuff y una de Slytherin aquí?

—¡Le aseguro que no he dado permiso, profesora! —dijo Percy, indignado—. ¡Precisamente les estaba diciendo a todos que regresaran a la cama! ¡Mi hermano Ron tuvo una pesadilla...!

—¡NO FUE UNA PESADILLA! —gritó Ron—. ¡PROFESORA, ME DESPERTÉ Y SIRIUS BLACK ESTABA DELANTE DE MÍ, CON UN CUCHILLO EN LA MANO!

—Dice la verdad —habló Vega, por primera vez. Todas las miradas se dirigieron al instante hacia ella, haciéndola callar.

—Le hemos visto —afirmó Nova, a quien no le importaban que otros mirasen, al contrario que a Vega. Su hermana mayor aún tenía el brazo por encima de sus hombros.

Los murmullos inmediatamente recorrieron la sala común.

—¡Seguro que lo dejaron entrar! —gritó alguien a quien Vega no llegó a ver.

La profesora McGonagall las miró fijamente. Jessica abrió mucho los ojos y observó a Vega, asustada.

—No digáis tonterías, Weasley, Blacks. ¿Cómo iba a pasar por el retrato?

—Es verdad, profesora, le vimos —dijo Vega, guardando la varita, que aún mantenía en la mano—. Iba a atacarle, pero salió por el retrato. Llevaba un cuchillo. No sé cómo, pero pasó.

La incredulidad y escepticismo en los rostros de varios alumnos la irritaban, pero se esforzó por ignorarlo. Notaba los ojos picándole, mientras trataba de contener las lágrimas.

—¡Hay que preguntarle! —exclamó Ron, señalando la parte trasera del retrato de sir Cadogan—. Hay que preguntarle si ha visto...

—Ha tenido que verle —aseguró Vega, poniéndose de pie—. Le ha dejado pasar de alguna manera, profesora.

—¿No será por qué tú le has ayudado, Black?

—¡Silencio! —recriminó la jefa de la casa, mirando severamente a la multitud—. Un comentario absurdo más y Gryffindor perderá ciento cincuenta puntos.

El gran silencio que siguió a aquellas palabras fue suficiente respuesta.

—Vaya a preguntar, profesora —animó Nova, dando un paso al frente—. No mentimos.

Ojalá mintieran. Vega no dejaba de maldecir internamente. ¿Por qué se habían quedado a dormir en la sala común, en lugar de pedirle a Harry la capa invisible?

Aquello solo iba a traerles muchos más problemas. Parecía que aquellos nunca acababan para ellas.

Recelosa, McGonagall salió de la sala común para hablar con el retrato. Todos se quedaron en completo silencio, escuchando.

—Sir Cadogan, ¿ha dejado entrar a un hombre en la torre de Gryffindor?

—¡Sí, gentil señora!

—¿Qué? —exclamó Jessica, expresando en palabras lo que todos pensaban.

—¿De... de verdad? —preguntó McGonagall, sin poder creerlo—. Pero ¿y la contraseña?

—¡Me la dijo! Se sabía las de toda la semana, señora. ¡Las traía escritas en un papel!

La profesora McGonagall volvió a entrar a la sala común. Todos la miraron, mudos de asombro. La mujer había palidecido.

—¿Quién ha sido? ¿Quién ha sido el tonto que ha escrito las contraseñas de la semana y las ha perdido?

Vega no pudo evitar sentir lástima por Neville Longbottom cuando, temblando, levantó lentamente la mano.

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