44- Cristiano

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 —Ahora no, Ángel —masculló María, me dejó el paño húmedo de forma tan violenta en la frente que se sintió como el azote de una toalla mojada.

Pero su hermano se cruzó de brazos, negó con la cabeza, y se recostó sobre el umbral de la puerta que conectaba al baño.

—Sí, ahora sí. No sé ustedes, pero estoy empezando a dudar de que verdaderamente estamos en el infierno. Las explicaciones que nos dieron Dante... descartando el mundo de fantasía.... Las explicaciones que dio Gemma...

—¡No menciones a esa zorra traidora! —estalló María con lágrimas en los ojos. Lágrimas que se esforzó por no dejar escapar. Estaba abrazándose a sí misma, sentada en el extremo del sofá—. Después de todo lo que pasamos por ella no hizo más que abandonarnos. La odio, no puedo creer que la pensé mi amiga.

Yo no podía creer que me había enamorado de alguien tan... macabra.

—Cómo sea —Á levantó ambas manos en señal de paz, se había quitado su cazadora y llevaba la camisa de leñador abierta en el pecho, era escuálido—. Ahora sé que no van a olvidarse de nosotros, primero se ocuparán de Dante y... y la zorra traidora —dijo emitiendo un suspiro— pero cuando se deshagan de ellos irán tras nosotros. Ya nos metimos en este lío. Como mucho tenemos un día antes de que venga esa gente rara, la de la secta.

—¿Querés decir que huyamos? —inquirí incorporándome. Si pudieran hablar mis heridas hubieran gemido de dolor.

Ambos se dieron vuelta súbitamente como si olvidaran que estaba ahí.

—Si es el infierno no tiene sentido, nos encontraremos con esos tipos diabólicos a donde sea que vayamos. A Uruguay, Bolivia o Chica, van a estar en todos lados.

—No digas eso, por favor —María imitó el gesto que hizo su hermano hace unos segundos, masajeó sus sienes y suspiró—. No estamos en el puto infierno.

—Digo... digo que tenemos dos posibles resultados y voy a lanzarlos —explicó Á y levantó un dedo todavía cruzado de brazos—. Resultado número uno: de verdad estamos en el infierno y cada vez que morimos reencarnamos, en ese sentido, no podríamos huir, vendrían por nosotros y nos matarían para volver a nacer y sufrir. Teniendo en cuenta que sí podemos huir, deberíamos ocultarnos todo el tiempo como cobardes, una vida en las sombras hasta morir y volver a reencarnar. En este escenario moriremos de todas maneras y nunca escaparemos de las garras de las personas diabólicas porque nos torturarán en otra vida. Lo único que podríamos hacer ahora es plantarle cara en esta vida y darle un golpe en sus bolas demoniacas para que no nos olviden. Además, podríamos concentrarnos en salvar a los chicos desaparecidos.

—Dante habló de una puerta y de una chica llamada Edén —musité.

—Sí y dijo que estaban buscando un cuaderno, como un diario —recordó María.

—Lo tengo yo —dije, solté el paño y busqué en mi mochila sintiendo los ojos asombrados de ellos, clavados en mi nuca—. Lo encontré antes de que el Protector... digo el señor Weinmann me atacara. Lo guardé. Acá menciona el nombre de Edén muchas veces. Ella existe, chicos. No nos mintieron, esa mujer llamada Edén existe.

—¿Por qué mierda no me... por qué no dijis...?

Sabía qué era lo que quería preguntar María ¿Por qué no había dicho nada cuando estábamos en la cocina? Si yo hubiera dicho que tenía el cuaderno todos hubieran creído en Gemma y Dante, o al menos hubieran tenido un punto en su favor.

Fue egoísta y me sentía también culpable por eso.

Ellos nos habían mencionado que estuvieron todo el día buscando el diario y que ya no tenían idea de cómo encontrar a Edén.

Yo sabía a lo que se referían, pero preferí no darles el cuaderno porque en parte, tal vez, yo también estaba decepcionado de Gemma. La había buscado todo el día para que nos echara, se pusiera del lado de Dante y amenazara a muerte más de una vez a Á, solo a él porque sabría que nos dolería más, tanto a María como a mí. Todo el esfuerzo para que nos tratara como niños que no entendían nada.

Además, ella quería encontrar a Edén para irse del infierno ¿Y si nosotros la encontramos antes? Porque parecía que Gemma no tenía intenciones de llevase a nadie con ella, ni salvar a los chicos del colegio o avisarle al resto del mundo que estaban viviendo una mentira.

Ambos abrieron desmedidamente los ojos.

—Lo leí, es verdad lo que dijeron Gemma y Dante... bueno el nuevo Dante, se me olvidó el nombre, vamos a llamarlo Cachito. Digo, si es verdad que va a haber una puerta de salida ¿No nos conviene ir por Edén y salir? Tomar nosotros el boleto de salida.

No podía creer que estaba diciendo lo que estaba diciendo. Quería poner mi vida sobre la de otros, era egoísta y rencoroso, pero no me importaba. Me lo merecía después de todo lo que había atravesado... la señora Weinmann sobre mí, ellos torturándome... todo para que Gemma ni siquiera nos diera las gracias. Ella no se merecía mi pena, nunca más.

Tal vez de verdad era un alma corrompida y malvada.

María humedeció los labios y miró a Á.

—¿Y el otro resultado?

Él parpadeó, tratando de llegar a la realidad.

—¿Qué?

—Dijiste que había dos resultados posibles, uno era que estábamos en el infierno y si eso era verdad no podíamos escondernos ¿Cuál es el otro? —preguntó ansiosa.

—El otro resultado es que Gemma haya perdido la cabeza al igual que Dante, que Dante sea víctima de algún rito satánico donde están involucrados muchos políticos...

Á sacudió una mano con aire engorroso.

—El principio de ese resultado ya lo conocíamos, era el que habíamos pensado toda la tarde, pero había muchas cosas que no entendíamos como las armas congeladas, la habitación que se limpió sola y muchos aspectos de corrupción. En esa situación había demasiados cabos sueltos, cabos que eran atados con la explicación que estábamos en el infierno.

Simplemente los poderes políticos eran demonios de tortura, al igual que la religión. Cualquier cosa que trate de poner orden y sólo logre división y caos era de ellos. Eso había dicho Dante.

La habitación sucia se explicaba porque los monstruos nunca morían, simplemente se volvían a formar otra vez. Eso había pasado en el bufete de abogados, cuando entramos la habitación estaba repleta de tripas y cuando salimos estaba limpia como mejilla de bebé. Eso era porque se había reconstruido y las personas que vimos hablando en el callejón eran las tripas que se desparramaban hace unos segundos. Una locura, pero todo tenía explicación. Excepto pensar que estábamos tratando con una secta en la que participaban políticos.

Á prosiguió mirándonos penetrantemente a los ojos:

—Si seguimos apegándonos a la realidad entonces es una organización y... esta organización vendrá por nosotros. Deberíamos empacar y marcharnos, pero si es tan poderosa la Interpol nos atraparía. No podemos salir del país, de la provincia, tal vez. Tendríamos que pasar el resto de nuestros días escondidos. Viviríamos como desconocidos por un tiempo hasta que nos cacen. O... podríamos alterarlos más, revelar ciertas cosas que le sean imposibles ocultar o al menos muy difíciles, de ese modo tal vez podamos escapar. Pero para revelar algunos secretitos tendríamos que plantarle cara.

—El mismo resultado que la primera opción —susurré—. ¿Estás diciendo que solamente hay un resultado posible?

—¿Plantarles cara? —preguntó María—. ¿Enfrentarlos?

Á asintió y se acercó a nosotros con grandes pasos.

—Piénsenlo, no podemos acudir a la policía ni tampoco escondernos, su única coartada son los medios de tontirización, ellos manipulan la realidad, manipulémosla también. La realidad mueve a las personas, son instrumentos de ellos, hagamos que la gente vea que se dejó usar en el juego equivocado.

»Demos a conocer que los Weinmann son unos asesinos satánicos, entremos al hospital, mostremos que en las morgues que los cuerpos fueron baleados por balas de policías, puedo demostrar eso, demos a conocer que son armas, muchas armas, que si la dispara una sola persona no causa el daño que causó, que la cantidad de cuerpos no coordina con el número de agresores, que debieron ser muchos, que en realidad fue su amada autoridad. Eso desestabilizaría a la población, habría anarquía, si la gente se enterara estarían ocupados en eso y no en nosotros. Busquemos a los desaparecidos, grabémoslos, liberémonos, reunamos la información. Reunamos la realidad y expongámosla.

—Gemma iba a dejar que muriéramos aquí sin saberlo —observé, miré el cuaderno, pensar en eso me rompía el corazón—. Iba a dejar que reencarnáramos y seamos torturados hasta la eternidad. Antes de irnos, antes de ir por Edén... si logramos escapar del infierno... deberíamos juntar información y exponerles a todos los que podamos que están en el infierno. Hacerles saber la verdad, que purguen a los demonios, estoy seguro de que hay otro híbrido escondido por ahí ¿Y si todos los híbridos se juntan y matan a los demonios? Podrían vivir aquí en relativa paz, sin nadie que los torture ni corrompa.

Á chasqueó los dedos y me señaló como si estuviera llegando a lo importante.

—Los híbridos no saben que lo son —seguí—. Tenemos que revelar la verdad.

—Eso significa que tenemos que meternos en la boca del lobo —susurró María, observándonos aterrada—. Tendríamos que ir no sé... al hospital de tu mamá donde tienen a los chicos, eso es vital —Me miró—. Podrían matarnos.

Suspiré y dije la verdad:

—Yo no puedo irme sin hacer nada por toda esta gente —Que estuviera enojado con Gemma no quería decir que todas las vidas me importaran igual—. No me importan si son condenados o si cometieron pecados atroces, merecen una segunda oportunidad.

Á se cubrió la cara con las manos, caminó a grandes zancadas por la habitación y pateó la silla giratoria que estaba cerca de su escritorio.

—No puedo creer que pienso igual.

Por unos segundos se oyó el chirrido de la silla girando. María se veía irritada.

—Yo también pienso lo mismo, pero no quiero hacerlo —Se abrazó aún más a ella misma—. Van a cagarnos a tiros.

—¿Pero? —presionó su hermano.

—Pero tenemos que hacerlo —Chasqueó la lengua—. Antes de escaparnos con Edén digámosle a la gente la verdad: o que están en el infierno o que viven en un mundo corrupto. Pero primero tenemos que encontrarla —contestó cansada.

Á se abalanzó hacia el diario y comenzó a leerlo rápidamente. Ahí decía dónde estaba Edén. Lo dejamos leer en silencio por unos minutos.

Además, necesitábamos ese lapso de mutismo, quería ordenar mis ideas, pero no había mucho en qué pensar. Sabía que quería irme de ahí con ellos ¿Me sentía mal por tratar de arrebatarle su boleto de salida a Gemma cuando podíamos irnos todos? Sí, me hacía sentir mal el hecho de que no me sentía mal.

Quería que apareciera una culpa que no estaba, un remordimiento que no tenía. Eso me angustiaba, el hecho de que me daba cuenta que siempre fui una persona que no creía ser.

Es más, quería quitárselo, arrebatarle la oportunidad de irse; vengarme de ella por ser tan fría, distante y por importarle tan poco la gente. No había hecho nada por nadie en todo el día y cuando supo que los alumnos del colegio estaban en peligro dijo que no eran su problema.

A principio de esa mañana creía que ella era un enigma, pero ahora entendía que no era un enigma, era una cascara vacía, una caja con nada dentro. No era que su personalidad fuera un misterio y que por eso nunca podía saber lo que sentía, no, era porque ella no sentía nada, nunca. El único misterio era cómo yo había sido tan tonto.

Si crees que soy ese tipo de personas que arriesga su vida más de cinco veces en el día para alguien que no se lo agradece y le dice que no tuvo que hacerlo y no me importa... bueno, te voy avisando que ese tipo de personas no existen. Sí me importaba.

Me sentía decepcionado y tonto, pero a la vez un poco esperanzado. Porque gracias a eso me había enterado que estaba en el infierno o metido en un lío internacional, ahora se me presentaba la oportunidad de irme o hacer justicia y no iba a pensar en desaprovecharla.

No había muchas cosas que pensar. Me iría y antes de hacerlo liberaría a los chicos que eran rehenes... si los habían apresado para que Dante y Gemma se entregaran entonces podrían ponerlos cómodos porque ellos no lo harían. Deberíamos ir nosotros a rescatarlos. O al menos intentarlo. Teníamos que recaudar información, darla a conocer. Propagarla como un germen, invitar a todos los híbridos o los que siempre se sintieron diferentes a que purgaran el infierno.

Tal vez ellos, los condenados, podían vivir en armonía si no había gente corrompiéndolos.

Teníamos que marcar la diferencia antes de irnos. Sí me sentía decepcionado pero también lleno de esperanza. Es más podíamos llevarnos gente como Sabueso.

Agarré el teléfono y escribí:

«Sabueso tengo malas y buenas noticias»

 🙂🙁

Dejé el teléfono en el sillón al momento que Á soltaba el cuaderno y lo dejaba en mi regazo.

—Hay muchas cosas importantes ahí, podemos leerlas después pero ahora lo más importante es que Lamberto, Lambi, un empleado del museo de ciencias naturales. Él fue el subordinado de Dante que se ocupó de reubicar a Edén. Lo acabo de leer ahí.

—¿Reubicar? —preguntó María.

—Después de la dictadura, o al menos eso creo —Se encogió de hombros—. No sé. Podemos leerlo más detenidamente en el camino pero tenemos que buscar a Lambi —Á miró su reloj y susurró—. Son las seis de la tarde, el museo cierra en dos horas, si no queremos llegar cuando cierre debemos irnos ahora hacia el museo.

 —¿El de ciencias naturales? —preguntó María parándose de un salto y desplomándose otra vez en el sillón—. ¿Ahí no trabajaba el protector... el papá de Dante, el que acabamos de matar?

 —Sí —asintió Á—. Pero supongo que Lambi es de confianza, al menos para Dante. Le confesó el secreto de la condenada que amaba ¿O no?

 Asentimos.

 Nos desprendimos una mirada insegura. No se me ocurría otra cosa, era un plan desastroso, pero no habíamos tenido planes diferentes en todo el día.

 Estaba estresado y triste pero no podía ir a otro lado, a la mañana Á nos seguía a nosotros pero ahora todos nos seguiríamos. Yo no dejaría a ninguno de ellos dos solo y sabía que María no me abandonaría. En menos de un día mi mundo había cambiado.

 Mis padres pertenecían a la secta y hasta que no acomodara las cosas de mi cabeza no quería tener nada que ver con ellos. Volver a casa no era una opción, quedarnos ahí tampoco. Mi única opción eran María y Á, pero aunque tuviera muchas más, los erigiría a ellos.

 Tenía miedo, tenía mucho miedo pero no quería morir. Esa tarde al estar al borde de la muerte en más de una ocasión me di cuenta de que me quedaba mucho por hacer.

 No importara cuántas vidas tuviera no quería que se acabara esta. Me gustaba ser Cris, me gustaba tener gustos por los cómics, me gustaba haber conocido a María y Á, me gustaba que mi canción favorita fuera A 1000 Times de Hamilton Leithauser, me gustaba tener mi cara que tantas veces la había odiado, me gustaban muchas cosas de mi vida y no quería que cambiaran.

 María tenía derecho al decir que odiaba a Gemma, nos habíamos metido en ese lío al tratar de salvarla y ella nos había echado. Ahora teníamos que salirnos de ese lío solos, sin ayuda de nadie.

 ¿Por qué las cosas malas les pasaban a las personas buenas? Debería existir una regla cósmica que prohibiera que las almas abnegadas sufrieran ¿Por qué el mundo era tan cruel? ¿No podía ser posible que sólo existiera la bondad? Saltándose la parte de las malas acciones que te llevan al infierno ¿No podía ser posible que no existieran cosas malas? Un lugar donde todos puedan disfrutar de la felicidad con los que aman, un lugar donde todos sean felices.

 Y no me refiero al cielo, me refiero a un lugar en donde se pueda llegar a ese sitio sin sufrir, porque un paraíso después de mucho dolor no es un paraíso. Sólo es una broma cósmica, como si el mundo te diera una bofetada para que dejaras de llorar. No es un consuelo, para nada lo es, cómo podrías estar feliz en un paraíso mientras sabes que hay gente sufriendo o que hubo o que habrá. Gente buena.

 ¿Por qué yo tenía que vivir en esta realidad y no en otra? Un error no me parecía suficiente para toda una eternidad de castigo. No quería pensar que estaba en el infierno porque eso supondría que era malo, además si ningún alma estaba corrompida por qué habían decidido que la mía rompía esa regla. Yo no quería sufrir para siempre, merecía una segunda oportunidad. Todos la merecíamos ¿Y si podíamos dejar el portal abierto y hacer que todo el que quisiera se vaya?

 Un acto erróneo en toda una vida no equivalía a condena eterna.

 Tenía que escapar. María apretó mi mano. De repente noté que nuestros dedos estaban unidos. No pude evitar sonreír. Observé sus ojos azules como el cielo. Si el infierno tenía llamas cálidas María era una de ellas.

 Asentí.

 —Busquemos información, busquemos a Edén y salgamos de esta mierda.

 Por primera vez en mucho tiempo ya no me importaba mi lenguaje.

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