Capítulo 34

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Tenía unos sueños nerviosos, me había estado moviendo toda la noche. Estaba todo sudado, no lograba estarme calmado. Incluso me caí de la cama, Freya se mostró terriblemente preocupada, la tranquilicé, le dije que solo eran pesadillas y era cierto, lo que no le dije fue en qué consistían esas pesadillas. Volví a acostarme y ella me acarició la espalda tiernamente. Se preocupaba tanto, y yo no le correspondía ni la mitad de lo que se merecía. Caí en sueños nuevamente y desperté sobresaltado con Poppy saltándose encima.

—Pero ¿qué diablos?

—¡Hoy es mi cumpleaños! —gritaba saltando— Te acordaste ¿no? —se acercó a mi cara y yo le sonreí.

—Si te quitas de encima puede que te dé tu regalo.

—¡¡Regalo!! —la niña en su vida había recibido un regalo de cumpleaños. Se hizo a un lado y yo busqué debajo de la cama un paquete, lo había comprado hacía unos días.

—Feliz cumpleaños, estrellita— me eché a hacerle cosquillas, podía más de la risa e imploraba que me detuviera. Will había entrado y también reía.

—Vamos, tendré piedad— la liberé— abre tu regalo.

Rompió el paquete con toda la violencia y sacó una muñeca bebé con su chupete y mamadera. Abrió los ojos de par en par y saltó a abrazarme.

—Es de Freya también— le dije y saltó hacia ella.

—¡Me encanta! —Lo sacó del paquete y le puso el chupete riendo.

—Y aquí está el mío— dijo tímidamente Will, Poppy giró a verlo y estiró los brazos esperando recibirlo. Will le dió la bolsa y ella la abrió con prisa, sacó la caja de una cámara digital.

—¿Le regalaste una cámara digital? —pregunté un poco asombrado y otro poco molesto.

—¡Claro! Así podrá sacarnos fotos y armaremos un lindo álbum. ¿Te gusta? —Poppy seguía mirándola.

—Me encanta —dijo a pura felicidad —¿puedo sacarle fotos a mi muñeca?

—Por supuesto— afirmó Will —mira, ya tiene algo de batería cargada, puedes usarla.

La niña se dió vuelta y me tomó una foto tan rápido que ni cuenta me di.

—Ya Will, borren esa foto.

—Va para el álbum —dijo divertido.

—Como la imprimas...

—Vale, después la borró.

Ya tenía pensado que ese día fuera uno de cambios, necesitábamos algo diferente si íbamos a ser lo que decíamos, una familia. Le sugerí a Freya ir a su casa a buscar sus cosas, al menos lo que más quisiera. Will nos llevó con el auto y se estacionó en frente. Poppy iba detrás jugando con su nueva muñeca, Lola.

Golpeamos la puerta y atendió el padre, lamentablemente. Se suponía que no estaría.

—Señor Harmon— dije cordialmente— Freya viene a buscar sus cosas.

—Ya no hay "sus" cosas, dejaron de serlo al momento que se fue. —Escupió.

—Está muy equivocado, a menos que les haya hecho algo, las cosas siguen siendo suyas.

—Váyanse, no van a pasar.

La agarré por los hombros y nos dimos la vuelta mientras decía:

—Déjalo, la gente estúpida siempre seguirá siéndolo.

Dió un portazo y fuimos con Will.

—¿Por qué no suben por la enredadera? —dijo.

—¿Qué? —Freya miraba su habitación— es una locura.

—Podría funcionar, hay de donde agarrarse. Lo que me preocupa es abrir la ventana.

—Se abre de adentro.

—Está complicado —resoplé.—Escucha— se me ocurrió— el piedrazo que le dí a tu ventana ¿Lo arreglaron?

—No lo sé — todos tratamos de ver —-creo que sigue estando, no distingo bien los vidrios.

—Bueno, será cuestión de probar —dije y crucé la calle, los dos vinieron tras de mi.

—¿Alguna vez trepaste algo?

—No, pero no creo que sea tan dificil— me quedé mirando la enredadera, era extensa y empecé a dudar que sostuviera mi peso.

—Yo te sostengo si caes— aseguró Will.

—Claro, así morimos los dos.

—Qué catastrófico.

Respiré hondo e iba a subir pero Freya me detuvo para besarme.

—Ya, no voy a morir, solo es trepar una enredadera.

—Si, pero adentro está mi papá.

—Buen punto. ¿Qué quieres que agarre?

—La mayor cantidad de ropa que puedas, en el armario hay una mochila azul y violeta, puedes poner todo ahí.

—Entendido.

Probé la resistencia de la enredadera y empecé a subir. Así que así era como se sentía el príncipe cuando iba a rescatar a Rapunzel. Subí un poquito más cada vez hasta llegar a la ventana, pero no era ella la que tenía la ventana rota. Tenía que caminar por el borde para llegar a la otra. De suerte no sufría de vértigo, sino hubiera sido imposible. Resbalé, si, resbalé y me sujeté lo más fuerte que pude hasta que logré volver a enderezarme.

Llegué a la otra ventana, me agaché y entré a la habitación a través de los vidrios rotos. No me agaché lo suficiente y se me clavaron unas puntas en la espalda, sacándome sangre.

Listo, estaba dentro.

Con sumo cuidado, empecé a buscar en cajones y placares. Encontré la mochila que me había mencionado y guardé todo allí. Ya estaba por irme cuando pisé una bombacha, me pregunté cómo había ido a parar al piso. Decidí guardarla en el placard, lo abrí pero la puerta tiró la silla de escritorio haciendo un buen estruendo.

Empecé a oír pasos subiendo la escalera, no me daría el tiempo para salir por la ventana, al menos entero entre todos esos vidrios puntiagudos. No se me ocurrió otra cosa y me escondí bajo la cama.

La puerta se abrió y ví los zapatos del sr. Harmon, recorrer el cuarto. Se acercó a la ventana, escuché como abrió el placard y pareció que iba a irse. Empecé a calmarme pero entonces se agachó y me miró enojado, sus ojos encendidos lanzaban fuego. Me tiró de los pies y quedé a su merced. Me levanté rápidamente y él me hizo frente.

—No quiero problemas— dije nervioso.

—Estás en mi casa, ahora eres mi problema.

Estaba bloqueando la salida, no tenía forma de huir. Recordé a la novia de Will y le tiré con la silla del escritorio, eso solo aumentó su ira.

Empezó a caminar hacia mí y no tuve más opción, agarré un vidrio grande que cortaba mi mano.

—Hazte a un lado o lo usaré.

Eso no lo esperó y se hizo a un lado, por unos segundos que aproveché para correr escaleras abajo y abrir la puerta de salida que... estaba cerrada.

Corrí al living y él apareció siguiéndome. Estábamos cada uno en una punta de la mesa.

—¿Te crées que no conozco a los de tu clase? Los tengo bien calados. Y tú vas a aprender lo que le pasa a los que irrumpen en casas ajenas.

Yo no hice nada, él simplemente empujó la mesa contra mi con todas sus fuerzas y yo golpeé contra el ventanal que tenía detrás haciéndolo añicos. Caí al pasto lleno de crujientes cristales, y cómo dolía. Él seguía acercándose. Hice un gran esfuerzo levantándome de ahí y corrí al frente, había una valla. Ya había trepado vallas en el pasado pero nunca con las manos llenas de cristales. Él no se rendía y no quería imaginarme lo que me haría, me tragué el dolor y salté la valla. Will y Freya estaban a un par de metros, me miraron espantados.

—¡Oh Dios mio! ¿Qué pasó?

—¡Vámonos ya! —corrí al auto y ellos me siguieron—tu papá está loco— le dije cuando ya estuvimos lejos.

—¿Él te hizo esto?

—Algo así.

—Debería ir al hospital a que le quiten todo eso— sugirió Will.

—Si — opinó Freya.

—No, es el cumpleaños de Poppy.

—Será solo un momento, ya verás.

No fue solo un momento, fueron dos horas. Entre la espera y luego la enfermera que no terminaba de quitarme los cristales, el tiempo se hizo eterno. Poppy igualmente no lo notó, ella estaba feliz jugando con Lola. Las enfermeras le regalaron unas jeringas y ella hacía que le daba inyecciones a la muñeca.

Me pusieron unas vendas en los brazos y en la espalda. Luego pudimos irnos.


—¿Estás lista para tu siguiente sorpresa? —dije emocionado.

—¿Qué es?

Hacía un tiempito que llevaba pensándolo, lo había hablado con los chicos y lo íbamos a llevar a cabo.

Fuimos a una tienda de muebles y compramos una muy bonita cama con unos conejitos en el respaldo que Poppy eligió, compramos ropa de cama y decoración de conejitos y unicornios.

En casa todos aportamos un poco y vaciamos la despensa, todas esas cosas las guardamos o apilamos en la cocina, luego les hallaríamos un sitio. La limpiamos y dejamos reluciente. La despensa era pequeña pero era ideal para ser el cuarto de una niña. Pusimos su cama, colgamos una lámpara de colores y pegamos unicornios en las paredes. Era un sueño hecho realidad para la niña, nunca habría pensado que tendría una habitación para ella sola.

Freya la ayudó a ponerse un bonito vestido de unicornio que le había comprado Will y me pidió permiso para realizar la tarea que la niña le había pedido.

—Si ella quiere— había dicho yo.

Freya compró unos aritos y le hizo los agujeritos. Poppy no tenía.

—¡Fuerza! —alentaba Will cuando sollozaba Poppy.

—No duele tanto, tú puedes— yo nunca me había hecho aritos pero sí había tenido el piercing de la nariz, imaginaba que el dolor podría ser similar.

—Listo— dijo Freya —mira que bonita estás— Poppy lloriqueando se miró al espejo y se sonrió. Estaba preciosa.

—¿Tú no tenías un piercing? —Will recordó.

—Si, tenía.

—¿Por qué te lo sacaste?

—Es una larga historia.

Se quedó pensativo y Freya también me miró, parecía que los dos sospechaban con qué tenía que ver la larga historia.

—Te quedaba lindo, una lástima.

—A veces las cosas lindas no son para siempre —me encontré diciendo y los dos miraron para abajo. —¿Vamos?


Llevamos a Poppy a cenar a Noly's.

Noly hizo un trato especial para ella, todos la querían a la pequeña. Comió de todo y repitió su postre.

—¿Qué quieres de deseo para este año?

—Mmm— pensó— quiero que Ewan esté más conmigo.

La abracé y le dí un beso.

—Ya, eso lo puedo cumplir. —Ella se pegó a mi.

Noly trajo un pastel y cantamos el feliz cumpleaños.

Poppy pidió su deseo secreto y sopló la vela.

Esa noche la acosté en su nueva cama, se durmió con Lola, la tapé y le dí las buenas noches.

—Por muchas más noches juntos, estrellita.

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