Capítulo 35

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Hoy era mi cumpleaños.

La única persona en el mundo que sabía esta fecha era Loki. Y si tuviera que elegir con quien festejarlo, sería con ella.

Hoy cumplía veinte y uno.

Era un día sensible.

Era un día en el que la tregua que había establecido, se había ido y volvía a doler. Volví a mirar el celular, pensar que tal vez se acordara y me mandara un mensaje. Que tal vez todo fuera igual que antes, recibir un "¡Hola chico piercing!", me conformaría con su amistad. ¿Por qué me había negado todo? De la noche a la mañana dejé de existir. Aún estaba tratando de buscar los pedazos que había dejado por ahí tirados.

Yo te necesito, duele tanto no verte. A veces siento que abrazo al aire, eres lo que nunca podré tener.

Me levanté sin mirarla, Freya me notó extraño y tocó mi mano, la retiré.

—¿Pasa algo? —pasan tantas cosas.

—No, solo no me siento bien.

—¿Te duele algo?

—La cabeza— mentí.

—Vale, ¿te hago un té?

—Está bien, gracias. —Se levantó y se fue. Me golpeé la cabeza con las manos, pensando que tal vez así la horrible sensación se iría. No funcionó y mientras más lo hacía más mal me sentía.

—¿Qué haces? —¿por qué no se fue a preparar el maldito té? Se acercó rápidamente a mí y agarró mis manos.

—¡¿Puedes dejarme en paz?! —mis ojos ya estaban llorosos.

—¿Qué hacías? —seguía sosteniendo mis manos y me miraba.

—Nada que te importe —me puse de pie —ya déjame— fuí a la cocina.

Will estaba allí desayunando unas tostadas, al verme se preocupó.

—¿Te pasa algo?

—Si, me duele la cabeza.

—No es cierto— dijo Freya.

—¿Y tú qué sabes?

—Wo, wo, wo— se adelantó Will— no se peleen así. A ver, Ewan, vé a vestirte.

—¿Qué?

—Vé a vestirte, te vienes conmigo.

—Hoy no quiero salir.

—Sin discutir, vamos— me empujó al cuarto— ya verás como te lo devuelvo diez puntos— le dijo a Freya.

Agarré lo primero que encontré y salí del cuarto.

—¿No tenías otra cosa?

—No, Will y no me voy a cambiar.

—Vale, vamos al auto.

Will puso música bajita y yo me apoyé en la ventana.

—¿Me vas a decir qué te pasa?

—Hoy es mi cumpleaños.

—¿Eh? Hermano ¿por qué no lo dijiste antes?

—Porque no quiero festejarlo.

—¿Y eso por qué?

—Nunca lo festejé, el año pasado lo festejé con Poppy y... Loki me felicitó. —Mi voz sonó temblorosa.

—Ya, ¿estás triste porque este año ella no está?

—Ella no va a estar nunca.

—Pero está Freya, ella podría estar si la dejaras.

—No es lo mismo. De verdad que lo intento pero es como... como comer sin sal o tomar un té sin azúcar. No sabe tan bien. Imaginate que ya no hay más azúcar en la tierra. Vas a vivir a medias para siempre.

—¿Freya es un té sin azúcar?

—No quise decir eso.

—Lo dijiste recién. Ella es muy buena contigo, mucho más de lo que te mereces. Tal vez deberías pensar en tus prioridades para no hacerle daño.

—Yo quiero estar con ella.

—Tú sabes que no es cierto.

Ya no contesté, él me ponía a prueba con sus palabras y yo solía revelar mi mente.

A Freya tal vez le faltaba azúcar, porque no era la indicada para mí. Yo necesitaba mi paquete completo, necesitaba a Emma, tenía que verla. Ese día las ganas de verla eran sobrehumanas. Tal vez podría convencer a Will, él me ayudaría. La necesitaba. No me aparecería de frente, solo la vería a la distancia. Sería un mero observador.

—Will, ¿a dónde me llevas?

—No lo sé.

—¿Me quieres hacer un regalo de cumpleaños? —me miró dudoso.

—¿Qué quieres?

—Llévame a verla.

—Ah no, no. —Se negó rotundamente.

—Vamos Will, no te lo pediría a menos que no fuera de vida o muerte.

—No te estás muriendo.

—Ahhhh me mueroooo—me retorcí en el asiento haciéndome el muerto.

—No seas tonto, sabes que no puedo hacer eso.

—¿Por qué?

—Si se enterara Freya...

—No tiene por qué enterarse, por favor Will, te lo suplico. Solo verla, no voy a interferir con nada.

—Como te gusta acosarla.

—Y como te gusta esa palabra, no es acoso.

—Si, es la primera que se me ocurre.

—¿Qué me dices? Si no me ayudas me tomaré un micro y tardaré el doble.

—Vale —resopló— pero luego te cantaré el feliz cumpleaños y soplarás tus velitas sin chistar.

—Lo acepto.

Dió vuelta a la manzana y se encaminó a la carretera. Iba a pasar, la iba a ver. Era consciente que podía verla con él pero era un riesgo que quería asumir.

Will puso música y yo estaba tan contento que me puse a cantar, él me acompañó y nos pasamos todo el viaje de canción en canción y de risa en risa.

Pensar que había empezado tan mal el día, ahora iba a terminar muy bien. Llegaríamos para el horario después de la cena, así que aparcaríamos frente a su casa.

Avanzamos por las calles y todo me trajo recuerdos. ¿Quién hubiera pensado que la chica que me llevó al hospital por los golpes, sería quien cambiaría mi vida? Me había llevado a su casa, me había cuidado.

—Aquí estamos—dijo Will.

—Apaga las luces. —Apagó todas luces y nos quedamos en la oscuridad del auto mirando la casa de enfrente.

—Ahora ¿tú ves algo?

—Shh, espera, ya la veré. —Su habitación tenía la persiana descorrida pero no se veía a nadie —a lo mejor aún están cenando.

El tiempo corría y nada.

—Para mí que no está.

—¿Y por qué tiene la luz encendida?

—Buen punto. —Y entonces apareció, se sentó en algo ¿la cama? Y se puso a leer un libro negro ¿ahora leía?

No la veía en detalle, pero con verla me bastaba. Estaba hermosa, con un pijama rosa y una coleta.Me pregunté que estaría leyendo, un libro negro, debería buscarlo en la librería. Parecía de lo más interesada.

Entonces giró la cabeza hacia nosotros.

—¡Abajo! ¡Abajo! —dijo nervioso Will y yo me pegué a la ventana contraria.

—¿Nos habrá visto? —Will se asomó despacito, ella había cerrado la persiana.

—Game over, volvemos a casa.

—Bueno, valió la pena— sonreí.

De regreso a casa no podía dejar de pensarla, imaginarla, amarla.

Cuando la veía, un pedazo de mí volvía a sentirse vivo. Ese pedazo que ella había matado, ese mismo revivía por un rato y yo me sentía completo.

—Sabes— me dijo Will— estoy saliendo con alguien.

—A ver, cuéntame.

—Se llama Emily, recién estamos empezando pero creo que podría funcionar.

—¿No es como las de siempre?

—No, creo no.

Le golpeé el brazo en signo de aprobación y él sonrió.

Ya de madrugada regresamos y no pudimos conseguir un pastel, pero me llevó a un bar a tomar algo. Tomé un poco, con moderación.

Will brindó conmigo y ya técnicamente no era mi cumpleaños. El murmullo del bar y los ruidos, no eran tan agradables si no estabas bebido. Todo era muy diferente.

Me sentía feliz, renovado. Tanto que cuando llegamos busqué a Freya, que ya dormía, y la abracé bien fuerte.

—¿Qué sucede?

—Lo siento, por lo de hoy, me comporté como un idiota— la besé.

—Bueno— se soltó—te perdono, pero ¿qué te pasa?

—Es que hoy, bueno, ayer era mi cumpleaños y me sentía un poco raro, pero ya soy yo.

—¿Tu cumpleaños? —pareció comprender y entonces se dejó besar y la besé toda la noche.

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