Capítulo LXXXIV

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Coge mi mano y me lleva al sofá. Se sienta a mi lado y no para de tragar saliva.

— Me estás poniendo nerviosa. Dime que no ha pasado nada malo, por favor — le suplico.

Realmente he sido yo quien prácticamente le ha obligado a contarme lo que está pasando pero no creo que mi corazón pueda soportar más desgracias.

— Verás, quería hablar contigo hace mucho tiempo, pero no encontré el momento.

— De acuerdo.

— Sabes que eres mi mejor amiga.

— Y tú el mío. ¿Qué pasa? ¿Estás bien? — Pregunto alarmada.

— Te conté que me gustaba Anna, y ella habló contigo sobre ello.

— Sí.

— Pues... tengo un problema.

— Ya veo... no te preocupes, de verdad. Anna me dijo que no estaba enamorada de ti pero yo pensé que tú de ella tampoco. Si necesitas que te ayude a...

— También me gusta Christian — me interrumpe.

— ¿Eres bisexual?

— Sí — dice muy seguro.

— Eso no me lo esperaba, pero no es nada malo — le digo para tranquilizarle.

Ahora entiendo la visita de antes, el silencio antes de cerrar la puerta. Y, si no recuerdo mal, el día que Christian estuvo en casa no paraba de mirar a Justin y él le devolvía la mirada siempre. Pensé que era porque sabían algo que nosotros no, relacionado con Luke, pero ahora veo que no. Sólo se estaban apoyando mutuamente en esa situación.

— Ya lo sé. Creí que estaba confundido. Empecé a dudar la noche de verdad o atrevimiento, cuando me besé con Alan. Quise pensar que era sólo un juego, pero los días pasaron y no me lo podía quitar de la cabeza.

— ¿Te gustaba Alan?

— No. No me gustó Alan, me gustó besarme con él. Con un chico.

— ¿Lo sabe alguien más?

— Sólo tú y Anna.

— Por eso estaba tan rara...

— Sí. Quise hablar contigo un día en mi casa, mientras hacíamos perritos calientes pero Derek nos interrumpió y no me vi con el valor suficiente para reconocerlo. Tampoco estaba muy seguro pero poco después conocí a Christian y... bueno... surgió.

Miro a mi mejor amigo y le sonrío. Que confíe tanto en mí para contarme algo así hace que mi corazón se recomponga un poquito. Entiendo que dijera que ahora no era el momento. Contarle a su mejor amiga que es muy feliz cuando su corazón está destrozado... Pero no tiene por qué tener miedo de contármelo, yo me alegro muchísimo por él, se merece ser feliz.

— ¿Qué te dijo Anna cuando hablaste con ella?

— Al principio no se lo creía. Porque nos conocemos desde pequeños y creía que la estaba vacilando, pero después nos vio a Christian y a mí y se dio cuenta de que era verdad. Yo le dije que estuviese tranquila que no era culpa suya.

— Y no lo es. Son cosas que pasan — digo muy seria. Y es la verdad.

— La noche que discutiste con Sam, cuando te encontré en la plaza...

— No era tu primo — le interrumpo.

— No — me contesta riendo —. Estaba con Christian. Luna, me he enamorado de él. Y él me ha dicho que también está enamorado de mí. Ha venido aquí a ver qué tal estabas y para saber si podía hacer algo para ayudar. Quería que os lo contara para poder quedarse y ayudar en momentos como este.

— Haberle dicho que se quedase, a mí no me importa, de verdad.

— Ya pero quería contártelo primero. No encontraba el momento y como ha pasado todo esto...

— Lo que ha pasado no tiene que ver contigo, es decir, que es problema mío. Yo te agradezco tu ayuda pero no quiero interferir en tu felicidad. ¿Eres feliz, Justin?

— Sí.

— Pues brindemos por eso.

— No creo que debas beber en tu estado — dice regañándome un poco.

— Bueno pues brindemos con coca-cola y unas palomitas.

— Eso está mejor — dice riendo.

Nos levantamos, hacemos unas palomitas y poco después, cogemos nuestros vasos y una palomita cada uno y brindamos.

— Por tu felicidad, querido amigo.

Su sonrisa es tan bonita, le brillan los ojos y le veo tan feliz que me alegro mucho por él. Bebo de mi vaso y me trago las lágrimas. Él está feliz y quiero que vea que yo también lo estoy por él.

— Me alegro mucho por ti, de verdad. Christian es muy guapo y hacéis muy buena pareja. Estoy deseando veros juntos.

— Gracias, nena.

— Pero has invitado a Anna al baile de Navidad. El viernes fuimos a comprar los vestidos.

— Sí. Hablé con Christian y me dijo que invitase a Anna. Él tiene que trabajar y Anna no tenía acompañante para el suyo. Además, no quiero que nadie del instituto lo sepa.

— Haces bien. Vivid el momento y ya iréis decidiendo las cosas poco a poco.

Volvemos a brindar y nos comemos el bol de palomitas.

— Creo que voy a subir a darme una ducha — le digo recogiendo la mesa.

— Vale. No quiero presionarte, pero es domingo y mañana tenemos clase. No creo que pase nada por faltar pero Olivia se va a preocupar si ve que no vuelves.

— Ya lo sé. Tenemos que volver. ¿Sabes lo que más me fastidia? Que no he sabido nada de él. Tenía la esperanza de que me llamaría o me escribiría al menos para intentar justificarse pero no lo ha hecho. Y eso me duele. No quiero nada de él pero al menos creo que debo saber por qué.

— Sigue en pie lo que dijimos el viernes. Si no quieres volver a esa casa, Alan y yo podemos quedarnos contigo en la tuya.

— A lo mejor os digo que sí.

Salgo del salón y voy al baño. Seguro que una buena ducha me sienta bien.

Al terminar, me seco rápido y me visto. Lo bueno es que no he sacado casi nada de la mochila, así que guardo la ropa sucia en una bolsa de plástico y cierro la cremallera.

Voy a salir de la habitación pero la puerta se abre de golpe y me choco con Justin.

— Luna, tenemos que irnos. ¡Rápido!

— ¿Qué pasa?

— Es Derek. Está en el hospital.

— ¡¿Qué?!

Cogemos las mochilas y salimos corriendo.

Llamo a Katy desde el coche.

— Luna... — Mierda, está llorando.

— ¿Qué ha pasado? — Pregunto demasiado alto.

— Es Derek, yo... no sé qué ha pasado. Estábamos con él en casa de Alan y no paraba de decir que no sabía de qué estábamos hablando. Estaba muy preocupado por ti porque se han borrado sus historiales de llamadas y mensajes y no sabía nada de ti. Cuando le dijimos que no le creíamos y que no le íbamos a decir dónde estabas se puso como loco y se desmayó — vuelve a sollozar.

— Tranquila, nena, ya estamos de camino. No tardamos en llegar.

Es mentira, vamos a tardar un buen rato porque la cabaña de los padres de Alan está demasiado alejada. Sólo se me ocurre una solución.

— Acelera, Justin. Yo te pago las multas pero por favor, acelera.

Asiente con la cabeza y pisa a fondo el acelerador.

No entiendo qué está pasando, es todo muy raro pero, por mucho que le odiase hace 10 minutos, ahora lo único que necesito es estar a su lado.

Cuando llegamos al hospital, subimos corriendo y veo a Olivia y Ted. Están con Katy y Alan y todos están llorando.

— Derek... — consigo susurrar.

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