ii. little encounters

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng








ii.
pequeños encuentros










El curso acababa de comenzar y Brigid ya estaba deseando que terminara.

Tal vez, estaba siendo algo exagerada. Los primeros días de clase habían sido agotadores, aburridos y eternos. Además, el horario de Brigid era un completo y absoluto desastre. ¿Por qué le coincidían todas las asignaturas que detestaba los primeros días de la semana y seguidas? Tener que soportar Aritmancia, seguida de Pociones y, tras ésta, Runas Antiguas, debía ser algo ilegal.

Por no olvidar la gran cantidad de tarea que les habían puesto en todas las clases. Y Brigid no entendía la mitad de las cosas que debía hacer.

Le hubiera gustado pedirle ayuda a Cedric, pero había visto a su hermano tan ocupado, entre sus responsabilidades de prefecto y sus obligaciones como capitán de quidditch, que había terminado dejando la idea.

—El curso acaba de empezar —mascullaba Brigid, mientras escribía a toda velocidad sobre el pergamino. Snape les había puesto como tarea una redacción de dos pergaminos y llevaba media hora haciéndola en la biblioteca, sin apenas avanzar. Pociones era, sin duda, de sus asignaturas más odiadas, y eso le dificultaba a la hora de concentrarse en los deberes—. Podrían tomarse las cosas con algo más de calma. Acabarán volviéndonos locos a todos. O matándonos a base de tarea.

—Confirmo.

Brigid dio un pequeño salto sobre la silla, derribando accidentalmente el tintero que tenía junto a ella al dar un brusco manotazo. El líquido negro mojó de inmediato su pergamino, borrando todo rastro de su intenso de redacción en cuestión de segundos.

—Perdona. —Brigid se giró hacia Harry Potter, que parecía arrepentido—. No quería... Solo buscaba a Hermione y te escuché hablando.

Brigid notó sus mejillas arder por la vergüenza. Aquello debía ser una broma. Acababa de quedar en ridículo delante del Gryffindor, de nuevo. Y eso que solo se habían visto dos veces.

—Suelo hablar para mí misma —explicó, avergonzada.

—Sí, mi tío lo hace a todas horas, sobretodo cuando Nova y yo hacemos algo que no debemos. Dice que nos parecemos a nuestros padres más de lo que debería estar permitido —rio él, encogiéndose de hombros. Señaló el pergamino empapado en tinta que Brigid acababa de arrugar y convertir en una pelota—. ¿Eso era importante?

—Era una redacción para Snape —aclaró Brigid, suspirando con pesadez—. Supongo que tendré que repetirla, pero dejé de pensar en qué escribía hace quince minutos, así que no hay problema. Hubiera tenido que empezar otra vez de todos modos.

Harry había hecho una mueca al escuchar el nombre de Snape.

—Sí, he tenido antes clase de Pociones —comentó—. Snape no nos ha mandado hacer tarea, pero ha estado a punto de envenenar al sapo de Neville.

—¡¿Que ha hecho qué?! —Brigid se quedó horrorizada al escuchar aquello. No creía que Harry mintiera, y Snape era muy capaz de hacer algo así—. ¿Le ha pasado algo al sapo?

—Está bien —la tranquilizó Harry—. Hermione ayudó a Neville y Snape nos ha quitado cinco puntos gracias a ello. Es un idiota.

Brigid no supo qué contestar a eso, aunque estaba de acuerdo con él. Se quedó en silencio, observando de reojo al azabache. Harry examinó la biblioteca con la mirada, probablemente buscando a Hermione, que no estaba allí. Brigid le vio repiquetear los dedos sobre la mesa, gesto que ella misma hacía cuando no sabía qué hacer ni decir.

—Bueno, supongo que debería irme. —Terminó diciendo el chico, volviendo a mirar a Brigid. Ella asintió—. Ya nos... —Los ojos de Harry se detuvieron en algo colocado sobre la mesa y el azabache se interrumpió en mitad de la frase—. Eh, ¿sabes algo de hipogrifos?

Brigid siguió su mirada hasta uno de los libros que tenía colocados a su alrededor, apilados irregularmente. Su espacio de trabajo era algo desordenado, pero ella se entendía así.

El caos le resultaba ordenado y el orden le parecía caótico.

A sus padres no les agradaba en absoluto ese pensamiento y constantemente protestaban por la estantería de libro de Brigid, que ellos consideraban un desastre, pero donde ella encontraba cualquier tomo en un instante.

Brigid pensaba que deberían agradecer que fueran sus libros y no su dormitorio lo que estuviera hecho un desastre.

Volando con los hipogrifos —leyó Harry, en voz alta—. Suena como uno de los títulos de ese bobo de Lockhart.

Brigid no pudo evitar reír al ver su expresión. Pocas veces había visto a Harry si no era serio, al menos en clase.

—No, es de un magizoólogo famoso y estoy bastante segura de que no es un farsante —respondió, tomando el libro entre sus manos—. De hecho, creo que Lockhart le robó la idea. ¿Te suena el nombre de Rupert Thorne?

Aunque adoptó una expresión sin emoción alguna, Brigid notó que sus ojos azules se ensombrecían ante la mención de aquel nombre, como si no le trajera buenos recuerdos.

—Sí —respondió, cortante. Brigid desvió la mirada, incómoda. Harry pareció notarlo y trató de poner un tono de voz más amable—. Entonces, ¿sabes algo de hipogrifos?

—¿Lo preguntas por lo de Malfoy? —preguntó Brigid, uniendo puntos rápidamente.

El azabache asintió. Los rumores volaban en Hogwarts, no era raro que se hubiera enterado. Además, los Slytherin de tercero informaban de la noticia a todo aquel que pudieran. El castillo entero sabía de lo sucedido en clase de Hagrid a las pocas horas de aquello.

—Sé de varios casos parecidos —dijo la chica, abriendo el libro por el punto donde estaba el marcapáginas y pasando rápidamente las hojas, hasta llegar a uno de los capítulos finales—. Mi padre trabaja en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas. Todo lo que puedo decirte es que no suelen acabar bien para la criatura, especialmente si alguien como el señor Malfoy está metido en él.

—Fantástico —gruñó Harry, desanimado—. Así que Buckbeak puede darse por muerto.

—No quería decir eso —se apresuró a decir Brigid, negando con la cabeza—. Harán un juicio, es el procedimiento habitual. Si preparáis una buena defensa, podrían declararlo inocente. Además, por lo que oí, Malfoy tuvo la culpa, ¿no?

—Sí, la tuvo —respondió Harry—. Hagrid no tendrá problemas, pero Buckbeak...

—Si quieres, puedo prestarte el libro.

Brigid se sonrojó al notar la mirada de sorpresa de Harry. Había hablado sin pensar, solo siguiendo su instinto. A Brigid nunca le había importado prestar sus cosas a otros, incluso a desconocidos.

En más de una ocasión, se había arrepentido de hacerlo, pero nunca se detenía a reflexionar demasiado sobre cosas así, simplemente las decía y luego se reprochaba no haber pensado antes de hacerlo.

—Puede ayudarte a investigar —aclaró, cerrando el libro con cuidado—. Es bastante completo, de los mejores que he leído sobre el tema hasta el momento. También hay otros que podrían servirte, están en la sección de criaturas mágicas.

Harry tomó el libro que ella le tendía y lo observó con atención, entrecerrando levemente los ojos. Luego, la miró, sonriendo ampliamente.  Y, claro, Brigid se puso roja, otra vez.

—¿Me enseñas los otros libros? —preguntó, señalando hacia la sección de criaturas mágicas.

Era la sección preferida de Brigid, pero solía evitarla porque, en más de una ocasión, había encontrado a alumnos de cursos superiores besándose entre las estanterías. Al estar prácticamente oculta para todos, era el lugar preferido de las parejas para ocultarse. Era vergonzoso, bastante vergonzoso, que dos personas —o tres, como descubrió una vez— se te quedaran mirando fijamente, jadeando, sonrojados y claramente molestos.

—Eh, sí, claro —aceptó, poniéndose de pie.

Por fortuna, la sección estaba vacía en aquellos momentos. Semioculta entre las otras estanterías, la parte de la biblioteca dedicada a las criaturas mágicas guardaba todo tipo de libros relacionados con éstas, sus tipos, su alimentación, su cría y mil temas más.

Sin detenerse a mirar los títulos para orientarse, Brigid fue de inmediato a las estanterías donde estaban los libros dedicados a los hipogrifos. Había bastantes, pero la mayoría ya los había leído y sabía cuáles servirían para preparar una defensa para un juicio y cuáles no.

Podía estar metiéndose donde no le llamaban, pero no iba a permitir que un hipogrifo fuera asesinado solo por un estúpido accidente.

—Listo —anunció, apilando cinco o seis tomos. Harry extendió los brazos para sujetarlos y tuvo que hacer esfuerzos para no dejarlos caer—. Esto os servirá.

—Sí que te gustan las criaturas, ¿no? —murmuró Harry, echándole un rápido vistazo. Como siempre que alguien la miraba a los ojos, Brigid se sonrojó, aún más cuando, sin motivo aparente, recordó cuando se sentó sobre él en el tren. Harry sonrió al verla completamente roja—. Oye, no te dará vergüenza hablar conmigo, ¿no? No muerdo, lo juro.

—¿Qué? ¡No! —Brigid se sonrojó más, pero soltó una carcajada—. Quiero decir, sí. Me refiero a... —Brigid quería golpearse la frente con la mano—. Matas basiliscos, eso impresiona, ¿no?

Harry no pudo evitar reír al ver la expresión de completa vergüenza de Brigid, aunque luego hizo una mueca.

—Sí, supongo que eso estuvo bien —comentó, encogiéndose de hombros con cierto esfuerzo, por el peso de los libros—. Oye, si te gustan tanto las criaturas mágicas, ¿por qué no estás en Cuidado de Criaturas Mágicas? No me suena haberte visto en clase.

—Oh. —Brigid se quedó un momento sin saber qué responder. No esperaba aquella pregunta—. Bueno, estoy en Runas Antiguas.

A Harry no se le pasó por alto su tono de resignación mal disimulado. Arqueó las cejas, intrigado, pero no dijo nada al respecto.

—Supongo que esto nos irá bien, hay bastante para leer —dijo, señalando con la barbilla la pila de libros. Brigid asintió—. Gracias, Diggory.

—No es nada, Potter —respondió ella, agachando la cabeza con timidez.

Harry sonrió y se alejó con los libros en brazos. Brigid regresó a su mesa, pensando en si habría quedado en ridículo y si el Gryffindor estaría riéndose de ella en aquel preciso momento. Había estado la mayor parte del tiempo sonrojándose y diciendo tonterías.

—Qué vergüenza —murmuró, sacudiendo la cabeza.

Cambió de sitio varios libros y tiró el pergamino manchado de tinta. Sacó de su mochila uno nuevo, dispuesta a empezar otra vez su redacción de Pociones —e intentar hacerla algo mejor que antes—, pero apenas había escrito un par de frases cuando una voz le asustó, de nuevo.

—Oye, por cierto...

Brigid dio un salto, pero en aquella ocasión se las arregló para no tirar el tintero. Escuchó a Harry reírse a sus espaldas y notó sus mejillas ardiendo. ¿Lo habría hecho a propósito?

—Lo siento por asustarte otra vez. —El azabache dejó caer los libros sobre la mesa, provocando un gran estruendo. Madame Pince los miró con severidad—. ¿Lo he estropeado de nuevo?

—No, creo que está bien —dijo Brigid, evitando mirarle. ¿Por qué había vuelto? Sin saber qué más decir, añadió—: Y menos mal, porque es el último rollo que tengo aquí.

Harry le echó un vistazo a la mesa, que parecía haberse desordenado más en el escaso minuto en que se había marchado.

—Y... ¿querías algo? —se atrevió a preguntar.

Brigid trató de no sonar brusca, pero realmente sentía curiosidad y le extrañaba que Harry estuviera allí, de nuevo. Su conversación sobre hipogrifos estaba más que terminada.

Harry miró a su alrededor, como antes había hecho, cuando buscaba a Hermione. Por su expresión, Brigid notó que en esa ocasión no esperaba encontrar a nadie, si no asegurarse de que no iban a escucharles.

—No sabrás por casualidad algo de Sirius Black, ¿no?

La voz de Harry fue casi un susurro. Brigid frunció el ceño, intrigada. Le parecía extraño que el primo de las mismas hijas de Black le preguntara a ella sobre el fugitivo. Estaba bastante segura de que él debía saber bastante más que ella.

—¿Sirius Black? —repitió—. Supongo que sé lo mismo que todos. Fue seguidor de Quien-tú-sabes, asesinó a doce muggles y un mago con un solo hechizo, le enviaron a Azkaban y ha sido el primero en huir de allí.

Harry asintió, pensativo. Brigid dirigió su mirada a su pergamino de nuevo, sin saber qué más decir. Recordó la breve conversación en el tren, cuando Harry dijo que Black podría estar detrás de él. Frunció el ceño, pero no hizo comentarios al respecto. Aquello no le incumbía.

—¡Harry, aquí estás!

Primrose Jones fue de inmediato reprendida por la bibliotecaria. La rubia le dirigió una mirada de disculpa a la mujer, tratando de contener la risa.

A Brigid aquella reacción le impresionó levemente. Si ella hubiera sido regañada, probablemente se hubiera muerto de la vergüenza.

—Te estaba buscando —dijo Primrose, en tono de voz más bajo, acercándose a la mesa donde ambos estaban—. Hola, Diggory, me alegro de verte.

Brigid hizo un movimiento de cabeza en su dirección. Primrose le sonrió.

—¿Estáis haciendo la tarea de Pociones? —preguntó la rubia, echando un vistazo al pergamino de Brigid—. Sigo enfadada por lo de Neville y su sapo. Snape es un imbécil.

—Dime algo que no sepa —suspiró Harry.

Brigid trató de ocultar una sonrisa, pero no fue capaz. Primrose rio y negó con la cabeza.

—Recordarlo de vez en cuando nunca viene mal —respondió—. ¿Y esos libros?

—Son para lo de Buckbeak —aclaró Harry—. Diggory me ha ayudado con eso.

—¿Te gustan las criaturas? —se interesó Primrose, mirando a Brigid, que asintió—. Oh, genial, por fin alguien con buen gusto.

Brigid se encogió de hombros, tratando de no sonreír.

—Me gusta leer sobre ellas —admitió—. Son bastante interesantes.

Y también le daban algo de pánico, aunque al mismo le fascinaban. Probablemente, se desmayaría de terror si viera un dragón, pero podría pasarse todo un día leyendo y aprendiendo sobre ellos.

Se preguntó cómo sería estar frente a un dragón. Había visto cientos de ilustraciones que mostraban el tamaño de los diferentes tipos de dragones junto al dibujo de una persona de tamaño medio, pero no era en absoluto como tener a una de aquellas criaturas enfrente y lo sabía.

¿Y volar sobre uno? Brigid lo había visto cientos de veces, en dibujos infantiles muggles, pero le parecía absurdo. ¿Qué dragón permitiría a alguien montar sobre él? Posiblemente, fuera posible, pero debía ser una misión casi suicida. A ella, al menos, nunca se le ocurriría hacer algo así. Las alturas no eran una de sus cosas preferidas.

¿Un dragón permitiría que le pusieran un asiento en el lomo, como en las ilustraciones muggles? No, Brigid estaba convencida de que no. Se necesitarían demasiados encantamientos aturdidores para calmar al dragón y...

—¿Diggory?

Brigid parpadeó y se sonrojó al notar las miradas de Primrose y Harry fijas sobre ella. Él tenía el ceño fruncido, ella parecía algo preocupada.

—¿Te encuentras bien? —preguntó el azabache.

Brigid asintió, avergonzada. Había olvidado por completo dónde estaba.

—Solo... pensaba —se excusó—. ¿Decíais algo?

—Sí, que vamos a llegar tarde a clase de Herbología —dijo Primrose, comprobando su reloj—. Sprout se va a enfadar.

—La tenemos juntos —añadió Harry, echando un vistazo al montón de libros que Brigid le había dado antes—. No me da tiempo a ir a la sala común a dejarlos.

—Pídele a alguien que te los guarde —sugirió Primrose—. Tenemos que irnos ya o no llegaremos.

Brigid recogió rápidamente todo, con algo de ayuda de la rubia. Harry fue a la mesa donde estaban sentadas Vega Black y Jessica Bones y, tras una breve conversación con ambas, salió con Brigid y Primrose de la biblioteca.

—Menos mal que no le he dejado los libros a Nova —comentó Harry—. La última vez, me dijo que tendría que pagarle a cambio.

—Apuesto a que no lo hiciste —respondió Primrose, divertida.

—No, y estuve tres días apestando a bomba fétida, ¿recuerdas?

Primrose rio y asintió. La rubia se giró hacia Brigid, que permanecía en silencio, mirando al suelo distraídamente.

—¿Recuerdas la broma que Nova le hizo a Smith en clase de Herbología, el año pasado? Estoy segura de que estabas ahí —dijo Primrose, sonriendo con burla al recordarlo—. Fue increíble.

Brigid, que no sentía la más mínima simpatía por Zacharias Smith, se echó a reír, tapándose la boca con la mano para no hacer demasiado ruido.

Llegaron al invernadero con solo un par de minutos de retraso. Sprout, tras reprenderlos por llegar tarde a la primera clase, les señaló el lugar donde los tres trabajarían durante la clase.

—Oh, genial, mandrágoras —gruñó Primrose, en voz baja, sin duda recordando el curso anterior y su petrificación.

—En efecto, señorita Jones —dijo Sprout, que le había escuchado—. Haremos una revisión de las mandrágoras, que ya vimos el año pasado. ¿Qué recuerdan de las mandrágoras? —Una única mano se levantó—. ¿Señorita Granger?

Hermione obtuvo cinco puntos para Gryffindor al explicar brevemente —o no tan brevemente— qué eran las mandrágoras, dónde se encontraban y sus propiedades.

Sprout les mandó transplantar mandrágoras entre tres y les advirtió de que aquellas no eran tan jóvenes como las que habían cuidado el año anterior, de modo que tendrían que ser incluso más cuidadosos y asegurarse de llevar las orejeras bien colocadas.

Brigid, Harry y Primrose se quedaron mirando fijamente las macetas frente a ellos.

—No sé trasplantar mandrágoras —admitió Primrose—. ¿Vosotros?

Harry negó. Brigid, tras un instante de duda, asintió con la cabeza.

—Os lo puedo explicar —dijo, tímidamente.

No fue una clase tan mala como en un inicio Brigid creyó que sería. Ayudó a Harry y a Primrose a trasplantar las mandrágoras, afortunadamente sin que ocurriera ningún accidente, y entre los tres realizaron un breve ensayo que Sprout les mandó hacer. Consiguieron un par de puntos por ser los segundos en terminar, por detrás de Neville Longbottom y su grupo, y, en general, no fue una mala lección.

—Genial, Diggory —dijo Harry, al final de la clase—. Nunca había conseguido puntos en Herbología.

Ella sonrió y se encogió de hombros.

—Harry, Prim, ¿dónde os habíais metido? —Hermione Granger fue directa hacia ellos en cuanto la profesora les dio permiso para marcharse—. ¡Habéis llegado tarde a la primera clase!

Parecía algo histérica, observó Brigid.

—Lo sabemos, Hermione —dijo Harry, encogiéndose de hombros—. Se nos ha hecho tarde. Estábamos en la biblioteca.

—Investigando sobre hipogrifos —añadió Prim.

Hermione murmuró un oh y asintió con la cabeza, comprendiendo. Ron Weasley se acercó al grupo, en compañía de Susan Bones. Harry sonrió al instante al ver a la pelirroja.

—¡Sue! —exclamó—. No te he visto en los últimos días, ¿has estado evitándome?

—Ya sabes que intento estar contigo el menor tiempo posible —bromeó ella, al tiempo que Harry le pasaba el brazo por encima de los hombros y soltaba una exclamación ofendida al escuchar sus palabras.

—Le diré al tío Jason que has herido mis sentimientos —decidió el chico, dándole un suave golpe en el brazo a Susan.

—Yo le diré que tuviste otra experiencia casi mortal —replicó ella—. ¿O ya se lo habrá contado ya Remus?

Harry se encogió de hombros.

—Dudo que tío Jason se sorprenda demasiado —admitió—. Mientras no me deje sin jugar al quidditch, estaré bien con eso. Ayer tuve el primer entrenamiento.

—Tú y tu maldito quidditch —protestó Susan—. Te has pasado todo el verano hablando de quidditch y quidditch quidditch.

—Eso no es cierto —dijo Harry—. Solo ha sido la mitad del verano.

Susan le lanzó una mirada que claramente decía que no iba a discutir ese tema.

—Por cierto, ¿estabas hablando con Brigid Diggory o solo me lo ha parecido a mí?

—Sí, ella estaba justo... —Harry se interrumpió y frunció el ceño, extrañado. Ron, Hermione y Prim charlaban unos metros por delante de ellos, pero no había ni rastro de Brigid—. Vaya, se ha ido.

Miró a su espalda, pero tampoco estaba por ahí. Debía haberse alejado silenciosamente, pero Harry ni siquiera lo había notado. No pudo evitar sentirse algo culpable. Tal vez, se había sentido ignorada.

—No te sientas mal por eso —dijo Susan, al ver su expresión de confusión—. Siempre hace lo mismo. Ella es realmente tímida.

—¿La conoces?

Susan se encogió de hombros.

—Compartimos dormitorio, ¿acaso lo has olvidado? —recordó—. Y hemos tenido que hacer algún que otro trabajo de Transformaciones juntas. Así que sí, la conozco un poco. No demasiado, pero sí lo bastante como para saber que no se siente del todo cómoda con otras personas, excepto su hermano. Lo que no sabía era que tú la conocías.

Harry se encogió de hombros.

—Prim la llevó a nuestro compartimento en el tren.

—¿Así que te vio en una experiencia cercana a la muerte en las primeras horas de conocerte? Bonita primera impresión.

—Sigue siendo mejor que la primera impresión que me llevé de ti —se burló él.

Susan soltó un ruido de protesta y vergüenza.

—¿Algún día superarás eso? —quiso saber Susan.

Nop.

Susan sacudió la cabeza, sonriendo.

—Eres un infantil —se burló—. ¿Ahora entiendes por qué te evito?

—No podrás evitarme siempre —respondió él—. Alguna clase tendremos juntos, ¿no?

—Desgraciadamente, sí. Herbología, Cuidado de Criaturas Mágicas y Defensa Contra las Artes Oscuras. Con el nuevo horario, tengo que soportarte más que el año pasado.

Harry esbozó una sonrisa maliciosa.

—Si tanto te molesta mi presencia, no volveré a ayudarte con Defensa Contra las Artes Oscuras.

—Remus es el profesor, él me ayudará si lo necesito —recordó Susan—. Tus servicios ya no son necesarios.

—Oh, venga ya —protestó Harry, que había planeado chantajearla con su ayuda en Defensa Contra las Artes Oscuras—. Era lo único que tenía de excusa para que me ayudaras con Herbología.

—Tendrás que buscarte a otra persona que te ayude con eso —respondió la pelirroja, tratando de sonar indiferente.

Harry soltó un ruido de protesta.

—¿Desde cuándo eres tan poco amable, Sue? —preguntó, fingiendo enfado—. No te recordaba así. ¿Cuándo has cambiado tanto?

Susan no pudo evitar reír ante su cómica expresión.

—Está bien, tal vez te ayude —aceptó ella. El azabache abrió la boca para agradecerle, pero Susan fue más rápida—. Pero espero un gran regalo por Navidad.

Harry rio.

—Me parece un trato justo.





























—¿Cómo te han ido los primeros días?

Brigid se encogió de hombros.

—Supongo que ¿normal? Está siendo aburrido, como siempre al principio. Y ya tenemos demasiados deberes.

Cedric rio al notar el fastidio de su hermana.

—Dímelo a mí. ¿Olvidas que este año tengo los TIMOs? Los profesores parecen estar tomándoselo en serio, aunque queden meses.

—Seguro que terminas aprobando todos —animó Brigid—. Papá está contento con que consigas los de Encantamientos, Transformaciones y Defensa Contra las Artes Oscuras.

—Dice que es lo imprescindible para trabajar en el Ministerio —asintió Cedric, suspirando—. Aunque no tengo claro que quiera hacer eso.

—Tienes tiempo para decidir —le tranquilizó su hermana.

Cedric asintió, pensativo. Brigid comprendía su preocupación. A ella también le angustiaba pensar en tener que decidir hacía donde orientar su vida académica en un par de años. Incluso había estado preocupada por las optativas que debía escoger en tercero, pero una carta de su padre, donde prácticamente le obligaba a escoger Aritmancia y Runas Antiguas, le había hecho decantarse por esas dos, tras muchas dudas.

—¿Y cómo te va siendo prefecto? —preguntó, cambiando de tema—. ¿Muchos alumnos castigados?

—Por ahora, solo cuatro —rio Cedric—. Pero han sido más bien gracias a Vega.

—¿Supongo que una de esas cuatro personas es su hermana?

—Supones bien —rio Cedric—. Las otras tres son los gemelos Weasley y Jordan.

—Tiene sentido —admitió Brigid.

Los gemelos Weasley y Lee Jordan habían sido los mayores bromistas del colegio hasta que Nova llegó y se propuso destronarlos. Su guerra de bromas, que continuaba desde el curso anterior, hacía estremecer a los estudiantes.

Y en medio de todo, estaba Vega Black, amiga de los gemelos y Jordan y hermana de Nova, aunque parecía controlar bien la situación.

—Las guardias no son lo mejor porque quitan bastante tiempo —continuó Cedric—. Pero, al fin y al cabo, es lo que hay que hacer.

—Estoy seguro de que te gustan —respondió Brigid esbozando una sonrisa pícara—. Es tiempo que pasas con Vega, ¿no?

—¡Eso no tiene que ver! —protestó su hermano, aunque parecía algo azorado.

—Ella te gusta.

—Sí —admitió.

—Entonces, tiene que ver.

—Está bien, tiene que ver —aceptó él.

Brigid sonrió, satisfecha. Le divertía y le daba cierta ternura ver a su hermano mayor sonrojado por una chica.

—Pasar tiempo juntos podría hacer que a ella le interesaras —sugirió—. Puedes charlar con ella en las guardias e ir conociéndoos mejor.

—No estoy seguro de eso —admitió Cedric—. Escuché a Bones decirle a uno de los gemelos Weasley que cree que Vega no quiere tener ninguna relación ahora mismo.

—¿Escuchaste eso a escondidas? —Brigid fingió horrorizarse—. ¡Cedric!

—¡No fue a escondidas! —se apresuró a decir su hermano—. Tuvimos que hacer un trabajo en grupo en Herbología y nos tocó a los tres juntos. Lo escuché accidentalmente.

Brigid tuvo que contener la risa al ver su reacción.

—Era broma, Ced. No creo que estuvieras espiando.

Él se encogió de hombros, algo nervioso.

—¿Podemos cambiar de tema?

—Me parece bien. Háblame de Hogsmeade —pidió, tras pensarlo por unos segundos—. Estoy deseando ir. ¿Cuándo crees que será la primera salida?

—A finales de octubre, probablemente. —Brigid hizo una mueca—. Sí, ya sé que queda mucho, pero siempre ha sido así.

—Bueno, habrá que esperar —se resignó ella—. Espero que valga la pena.

—Te encantará Hogsmeade —dijo Cedric, tratando de animarla—. Te invitaré a una cerveza de mantequilla en Las Tres Escobas cuando vayamos.

—Suena bien —aceptó Brigid, sonriendo—. Casi tan bien como ganar la Copa de Quidditch. ¿Qué tal van los entrenamientos?

—Genial —admitió Cedric, complacido—. Puede que este año tengamos posibilidades de ganar, por fin.

—Estoy segura de que sí —animó su hermana—. ¡Los nuevos golpeadores son geniales! Y Fleet es buen guardián. Sigo sin estar muy segura de lo de Smith, pero admito que es buen cazador. ¡Y luego estás tú, el buscador!

Cedric sonrió.

—El puesto de guardián queda libre el año que viene —recordó—. Te presentarás a la prueba, ¿no?

Brigid vaciló.

—No lo sé —admitió—. Quiero decir, con todos mirando... No sé cómo lo haré —murmuró, haciendo una mueca solo de imaginarlo—. Además, soy tu hermana. La gente podría creer que solo he entrado por eso.

—Venga ya, Bree —protestó Cedric—. Eres una gran jugadora, independientemente de ser mi hermana o no. La gente lo verá.

Ella agachó la cabeza, sin saber qué decir. Solo de pensar en tener que jugar frente al resto de Hogwarts le hacía temblar.

—Me lo pensaré —decidió ella—. Aún queda un año. Es bastante tiempo, ¿no?

Cedric asintió, aunque no pareciera demasiado satisfecho con su respuesta.

—Tal vez, los Mundiales me hagan decidir —dijo Brigid, queriendo cambiar a un tema menos incómodo para ella—. ¿Crees que papá conseguirá entradas? ¡Sería increíble verlo en vivo!

—Espero que sí —respondió su hermano, sonriendo con tanta emoción como su hermana—. ¿Quién crees que llegará a la final?

—Irlanda, desde luego —declaró Brigid. Los Diggory eran de origen irlandés, a pesar de no residir allí, y los dos hermanos apoyaban al equipo nacional desde que tenían memoria—. El otro, no me importa. Estoy convencida de que ganaremos.

—Eso espero yo también —comentó Cedric—. Dentro de unos años, sería genial poder decir que vimos a Irlanda ganar el Mundial.

Brigid asintió, emocionada.

—Estoy segura de que tengo razón —aseguró—. Dentro de unos meses, comprobaremos que yo estaba en lo cierto.

—Confío en tu criterio —dijo su hermano—. Siempre sueles tener razón con las posiciones de la Liga.

—Si te soy sincera, suelo hacerlo al azar —admitió, sonriendo inocentemente.

—Siempre lo sospeché, era imposible que... —Pero Brigid nunca llegó a saber qué era imposible, pues su hermano se quedó completamente mudo al ver a Vega Black, en compañía de Harry Potter, caminando en dirección contraria a ellos.

Brigid comprendió qué pasaría cuando se cruzaran: Cedric hablaría con Vega y, probablemente, ella tuviera que entablar conversación con Harry, si no quedarse callada mirando a sus zapatos hasta que su hermano terminara de hablar con la chica.

La opción de los zapatos le parecía mejor, si tenía que ser sincera.

Harry sonrió al detenerse junto a ella. Le dirigió una mirada desconfiada a Cedric, mientras él le preguntaba algo de un trabajo de Historia de la Magia y Vega confesaba que ni siquiera lo había empezado.

—Volvemos a encontrarnos, Diggory.

—Eso parece —murmuró ella, abrazando los libros que sujetaba, sin saber muy bien qué hacer con las manos.

Ambos se quedaron en silencio, mirándose el uno al otro, sin tener idea de qué decir. Brigid se mordió el labio, nerviosa. Tras las gafas redondas, los ojos azules de Harry parecían examinarla. Brigid no pudo evitar pensar que el color de sus iris, de un azul brillante, era increíblemente extraño. No era un azul normal, como otras personas que conocía, sino que tenía una tonalidad similar a la de un zafiro pulido.

Sorprendida, advirtió que estaban bastante más claros que el día anterior. Los ojos le cambiaban de color. Es increíble, no pudo evitar pensar.

—Deberías tener cuidado —comentó Harry, interrumpiendo su examen.

—¿Perdón? —dijo Brigid, sorprendida.

—El labio —respondió él. Brigid había olvidado que había estado mordiéndoselo con bastante fuerza—. Yo hacía lo mismo de pequeño. Acababa con bastantes heridas. Vega siempre me regañaba.

Brigid miró a su derecha, donde antes estaban su hermano y Vega hablando. Sorprendida, notó que se habían marchado sin decir nada.

—¿Dónde están? —preguntó, sorprendida.

Harry frunció el ceño.

—¿Vega y Cedric? Se han ido hace un momento.

—¿Sin decir nada? —Brigid no pudo evitar enojarse—. Vaya.

Harry soltó una carcajada.

—Vega me ha hecho un gesto al marcharse, pero podría significar cualquier cosa. No se lo tomaré en cuenta. Creo que llegaban tarde a clase.

—Es verdad —dijo Brigid, recordando que su hermano le había dicho diez minutos antes que tendría que irse pronto a clase de Pociones.

Aún así, no pudo evitar sentirse algo molesta por la marcha de Cedric. Al menos, podría haberse despedido.

—Yo también debería irme —añadió Harry—. Tengo Cuidado de Criaturas Mágicas en cinco minutos.

—Y yo tendría que ir a Aritmancia —asintió Brigid, comprobando su reloj.

Pero, al hacerlo, dejó caer con un fuerte estruendo los libros que llevaba en los brazos. Mascullando un insulto hacia sí misma, se agachó para recogerlos, al mismo tiempo que Harry hacía lo propio.

Por lo tanto, sus cabezas chocaron y ambos soltaron un quejido. Harry hizo una mueca y se restregó la frente golpeada, mientras trataba de no sonrojarse más de lo normal. ¿Acaso no podía dejar de hacer el ridículo frente a aquel chico?

—Perdona —murmuró, agachándose y recogiendo los libros rápidamente.

—Creo que también ha sido culpa mía —respondió Harry, aún frotándose la parte dolorida—. Tendremos que tener más cuidado de ahora en adelante.

Brigid asintió, aunque no tenía en sus planes encontrarse demasiado con Potter en adelante. Por supuesto, no lo dijo. Estaba segura de que eso resultaría bastante maleducado, especialmente porque Harry le agradaba. Simplemente, evitaba estar con personas que no fueran su hermano siempre que fuera posible.

—Tengo que irme —recordó Harry, mirando a su alrededor—. O llegaré tarde y Hermione me matará. Nos vemos, Diggory.

—Hasta luego, Potter.

Harry pasó junto a Brigid y echó a correr por el pasillo desierto. Brigid echó a andar hacia el aula de Aritmancia, pero al girar una esquina, juraría haber visto a una chica de cabello rojo junto a Harry.

Cuando volvió a mirar, el azabache ya había doblado la esquina y se había perdido de vista. Brigid tardó un momento en comprender que Harry debía haberse cruzado con alguien —probablemente, Susan Bones—, y ambos habían decidido marcharse juntos.

Aquella tarde, Brigid pensó en Harry Potter más de lo que hubiera deseado, preguntándose, sobretodo, por qué el chico parecía ser tan amable con ella.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro