iv. little talks

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iv.
pequeñas charlas








Brigid tardó aproximadamente una semana en olvidar lo sucedido con el boggart. O, mejor dicho, en dejar de pensar en eso todo el tiempo. No era tan fácil olvidar por completo aquello.

Había una vocecita burlona en su cabeza que, cuando ella menos lo esperaba, decía algo así como Fracasar contra el fracaso, vaya idiotez o ¿En serio crees que aprobarás Defensa Contra las Artes Oscuras si no eres capaz de enfrentarte a un simple boggart?

La ironía de que su miedo al fracaso fuera a hacerla fracasar le parecía ridícula. Y humillante. Muy humillante.

Por suerte, la mayoría de sus compañeros no lo mencionaban delante de ella. Los rumores habían volado, como siempre en Hogwarts, pero casi todos lo pasaban por alto y seguían tratándola como siempre. Es decir, como si no existiera.

Solo Draco Malfoy se burló de ella, pero Vega Black, que pasaba casualmente por ahí en aquel momento, se encargó de restarle puntos y amenazarle con castigarlo si se enteraba de que iba burlándose de otros.

—Además, no veo a nadie que se burle de tu estupidez con el hipogrifo —había terminado diciendo Vega, haciendo que las pálidas mejillas de Malfoy adoptaran un tono rosado. Luego, la prefecta se había vuelto hacia Brigid—. Avísame si vuelve a molestarte. Iré pensando en algo para él.

—Gra-gracias.

Desde ese momento, Malfoy no había vuelto a acercarse a ella. La mirada furiosa de Vega podía ser bastante intimidatoria, según había visto Brigid aquel día. Más, ahora que todos creían que estaba loca, como su padre fugado.

De los Black era de lo que más se hablaba en las últimas semanas. Muchos se burlaban de Vega y Nova, asegurando que debían estar locas, y otros no tan amables decían que debían expulsarlas, usarlas para atrapar a su padre o encerrarlas.

Han perdido la cabeza, pensaba Brigid cada vez que escuchaba un comentario así. Comprendía que estuvieran asustados por la fuga, pero de ahí a acusar a sus hijas, que no debían ni de conocerlo, de ser cómplices, le parecía una estupidez.

Pero la gente cometía estupideces cuando estaba asustada.

Al menos, las dos lo llevaban bastante bien. Brigid había presenciado cómo Nova se encaraba con Zacharias Smith en mitad de la sala común de Hufflepuff después de que éste dijera en voz alta que estaba tan loca como su padre.

Bastó un comentario sarcástico y burlón y una mirada desdeñosa por parte de la chica para que Smith cerrara la boca.

Harry, que estaba en la sala común en ese momento —pasaba tanto tiempo con los Hufflepuff que ya nadie se lo tomaba en cuenta—, estalló en carcajadas y varios se le unieron, mientras Nova sonreía con satisfacción y Smith enrojecía de rabia.

Brigid rio y ocultó la cara tras el libro que leía, para no ser vista por Smith. Intentaba que él no se fijara demasiado en ella, para no ser víctima de sus burlas, pero le resultaba imposible contener la risa en ese momento.

—¿Es interesante?

La voz de Harry la sobresaltó, pero aquella vez se las arregló para no tirar ni dejar caer nada. Levantó la mirada y vio que había tomado asiento en una butaca junto a la suya. Sus ojos azules se veían más claros ese día, como si brillaran. Brigid se preguntó si algo influiría en su color.

—Bastante —respondió, encogiéndose de hombros—. Es de Bathilda Bagshot, ¿te suena?

Nop. —Brigid puso expresión de incredulidad y Harry se encogió de hombros—. ¿Es conocida? Probablemente Vega me matará si se entera de que no sé quién es, así que no le digas nada.

—Tienes que saber quién es —protestó Brigid—. Es la historiadora de la magia más famosa del último siglo. Ella escribió Una historia de la magia y básicamente todos los libros que usamos en Historia de la Magia.

—Esto demuestra cuánta atención le pongo a Binns en clase, ¿no?

Brigid no pudo evitar reír. Negó con la cabeza varias veces, incrédula.

—No me puedo creer que no sepas quién es —comentó.

—Bueno, tal vez sé quién es y solo te estoy tomando el pelo. —Un destello malicioso apareció en sus ojos—. ¿No lo has pensado?

Brigid abrió la boca, indignada, pero la cerró al no ocurrírsele nada para responder. Harry se rio.

—O puede que solo te esté tomando el pelo y de verdad no tenga ni idea de quién es esa mujer —continuó diciendo—. Aunque seguramente Vega sí lo sepas. Ya sabes, es una cerebrito insoportable.

Sin embargo, una sonrisa cariñosa apareció en su cara al decir eso.

—No es de cerebritos, es de tener cultura general —trató de justificarse Brigid.

—No he dicho que sea de cerebritos, solo que mi prima lo es —rio Harry—. Igual que Hermione. ¿Tú lo eres?

Brigid enrojeció ante la pregunta.

—Bueno, no sé —farfulló—, no saco malas notas.

—Ajá. —Harry sonrió con picardía—. Ahora que lo pienso, recuerdo que Sue me dijo que eras de las mejores del curso.

—No es para tanto —protestó Brigid—. Solo... me esfuerzo.

Harry sonrió y murmuró algo que ella no fue capaz de entender. Ante su mirada interrogativa, él le guiñó el ojo.

—Bueno, ha estado bien charlar contigo, Diggory —comentó, poniéndose en pie—. Pero, tal vez, deba irme. No querrás ir a Hogsmeade con retraso, ¿no?

Brigid comprobó la hora y se sorprendió al ver que en pocos minutos había quedado con Cedric en la entrada principal. La mayoría de alumnos de los cursos superiores ya se habían ido de la sala común.

—Tienes razón —murmuró, poniéndose de pie y guardando el libro en su mochila. Se detuvo al observar la expresión de Harry—. ¿Tú no...? Oh, cierto, lo había olvidado.

Se sonrojó de nuevo, avergonzada.

—No te preocupes, me quedaré molestando a Nova —respondió Harry, quitándole importancia. Aún así, sonaba fastidiado—. Puede que los dos vayamos juntos a molestar a Remus. Será divertido.

Brigid se preguntó si sabría que la idea no parecía divertirle en absoluto. Probablemente, sí.

—Espero que te lo pases bien —dijo, sin saber muy bien qué responder.

—Oh, seguramente. Con Nova es imposible aburrirse. E incluso podría leer los libros que me diste para lo de Buckbeak.

Quizá había sonado un pelín demasiado entusiasmado.

—Sí, supongo que sí. —Brigid recogió sus cosas y miró un momento al chico, dudando—. Bueno, ya nos veremos.

—Hasta luego, Diggory.

Harry se levantó para ir con Nova, pero Brigid, sin pensar demasiado, añadió:

—Te traeré algo de Honeydukes —prometió.

Él la miró, sorprendido. Las mejillas de la chica se volvieron del color de la corbata de Harry.

—Hasta luego —dijo, sin darle tiempo a decir nada, y luego salió a toda prisa de la sala común.

Tonta, tonta, tonta.

¿Por qué siempre hacía eso? Ofrecerse a comprarle golosinas a casi un desconocido era raro. Harry y ella apenas habían mantenido cinco conversaciones.

Idiota. Siempre haciendo favores y ofreciéndote a ayudar a gente que no conoces.

Brigid gruñó para sí misma. Ella no quería volver a pasar por lo mismo. Siempre le habían dicho que ser amable era algo bueno, pero ser demasiado amable no estaba tan lejos de ser estúpida.

Las personas se aprovechaban de la gente amable. Brigid lo había aprendido por las malas y no podía creer que estuviera cayendo de nuevo en el mismo error.

Harry parecía amable, pero Brigid no lo conocía apenas. ¿Y si solo lo aparentaba? Pensar en eso le hizo sentirse todavía más estúpida.

No volveré a ayudarle, se prometió, no hasta que le conozca bien.

Cedric la esperaba en la entrada, donde habían acordado verse. Hubiera tenido más sentido quedar en la sala común, si no hubiera sido porque Cedric había organizado una práctica de quidditch antes de la visita.

—¿Qué tal ha ido? —fue lo primero que preguntó Brigid, al llegar junto a él—. ¿Cómo van los nuevos golpeadores?

—De maravilla —aseguró Cedric, echando a andar por el camino al pueblo—. Ha sido la mejor práctica hasta ahora. Ya estamos listos para el partido contra Ravenclaw, aunque aún haya tiempo. Será a finales de trimestre, probablemente.

—Estoy deseando ver el de Slytherin contra Gryffindor —confesó Brigid. Ese siempre era el partido inaugural de la Copa de Quidditch, y el que más tensión provocaba, al ser entre las dos casas que peor se llevaban—. Dicen que los dos equipos han estado entrenando bastante en serio.

—Eso he oído yo también —admitió Cedric—. Wood está decidido a ganar la Copa antes de graduarse. Ya sabes, es su último año.

—Será raro no ver más partidos sin él gritando como loco a los jugadores —comentó Brigid, pensativa—. ¿Crees que Gryffindor ganará?

—¡Se supone que no tienes que preguntarme eso! —protestó Cedric, en broma—. ¡Tienes que decir que Hufflepuff ganará, independientemente de si los demás son buenos o no!

Brigid se echó a reír y su hermano hizo lo mismo segundos después.

—Vale, vale —dijo ella, entre risas—. Perdón. Estoy segura de que Hufflepuff ganará.

—Así, mucho mejor —bromeó Cedric, revolviéndole el pelo.

Los dos hermanos llegaron a Hogsmeade poco después. Cedric se encargó de enseñarle todo el pueblo, desde la tienda de Zonko hasta la Casa de los Gritos, pasando por Honeydukes, donde Brigid, cumpliendo su promesa, compró golosinas para Harry. Como no tenía ni idea de cuáles le gustarían, e imaginaba que las compartiría también con Nova, cogió bastantes, recordando tarde que probablemente Ron, Hermione, Primrose, Susan e incluso Vega y Jessica les llevarían a ambos golosinas de la tienda.

Pero ya estaba comprando y Brigid decidió no darle más vueltas al tema. Guardó su compra en el bolsillo y salió con Cedric de la tienda, para ir luego a Las Tres Escobas.

El pub estaba hasta los topes, advirtió Brigid nada más entrar. Docenas de alumnos de Hogwarts ocupaban las mesas, charlando animadamente y bebiendo cerveza de mantequilla la mayoría de ellos.

—Podemos quedarnos en la barra —comentó Cedric—. O volver más tarde.

—No me importa quedarme en la barra —respondió Brigid, encogiéndose de hombros.

De modo que ambos pidieron una cerveza de mantequilla y se la tomaron de pie, observando el local.

Primrose Jones, sentada en una mesa con Ron Weasley y Hermione Granger, agitó la mano en su dirección con entusiasmo —casi golpeando al pelirrojo accidentalmente—. Brigid, confundida, le respondió con algo menos de energía.

—¿La conoces? —preguntó Cedric, curioso.

—Está en mi curso —respondió Brigid—. Es de Gryffindor. Estaba hablando con ella antes del banquete de bienvenida, ¿recuerdas?

—Cierto, lo había olvidado.

Cedric asintió pensativo, pero su rostro cambió al ver entrar a alguien en el local.

A Brigid no se le pasó por alto su cambio de expresión al ver a Vega Black entrar. No pudo evitar sonreír, pícara.

—Ve a hablar con ella —animó.

Cedric dudó.

—Ella está con sus amigos —observó—. Y yo contigo, no quiero...

—Ced, puedo ir con Prim y los otros si quiero —dijo, fingiendo más seguridad de la que sentía—. Ve con Vega.

Se sentía culpable por tener a su hermano haciéndole de niñera. Sabía que él podría estar en ese momento con sus amigos, pero había aceptado ir con ella porque sabía que, de otro modo, estaría sola.

De modo que, tras insistir un poco, acabó consiguiendo que Cedric se marchara a saludar a Vega —y recibiera las miradas asesinas de los gemelos Weasley—, mientras ella se terminaba su cerveza de mantequilla y, nerviosa, se aproximaba a la mesa de Primrose, Ron y Hermione.

Uhmm, hola —saludó, sonriendo nerviosamente.

—Hola, Diggory —respondió Primrose, correspondiendo a su sonrisa—. ¿Te sientas?

—Gracias —dijo ella, alegrándose de que se lo hubieran ofrecido.

Ocupó la silla junto a Ron, que le dirigió algo parecido a una sonrisa, aunque parecía extrañado.

Hubo un breve silencio, que fue rápidamente roto por Primrose cuando preguntó por los trabajos de Historia de la Magia —algún tema había que sacar, ¿no?—, a lo que Hermione respondió de inmediato.

—Le pregunté el otro día al profesor Binns si tres pergaminos sería suficiente, pero dijo que así bastaría. ¿Cómo que bastaría? ¿Cuántos se supone que hay que hacer para que esté mejor? —se le veía claramente agobiada.

Brigid, que había hecho cinco pergaminos se quedó callada. ¿Se habría pasado? Si Hermione Granger había considerado —al menos, hasta hablar con el profesor— que tres era suficiente, tal vez cinco sería excesivo.

A Brigid le fastidiaba comprobar cuán largas se volvían sus redacciones cuando escribía sobre un tema que le apasionaba. Pero no podía evitarlo.

Y la quema de brujas era terriblemente interesante. También bastante sádica, pero estudiarla era entretenido, sin duda. Brigid hubiera añadido más opiniones y datos a su trabajo, pero creyó que tal vez había exagerado.

Pero Hermione Granger lo había hecho de tres pergaminos solo. Probablemente, Brigid se había pasado. Tal vez tendría que intentar resumir lo que había hecho, aunque resumir era bastante complicado para ella.

—¿Y tú, Brigid? —preguntó Primrose, viendo que se había quedado callada y pensativa—. ¿Qué tal el trabajo de Historia de la Magia?

—Oh, bien —murmuró ella, encogiéndose de hombros.

—¿Cuántos pergaminos te ha ocupado? —quiso saber Hermione.

Brigid dudó. Teniendo en cuenta lo estresada que Hermione parecía, no creía que decirle que su trabajo era de cinco pergaminos fuera a ser lo mejor.

—No me acuerdo bien —dijo, en un intento por evitar responder.

—Déjalo, Hermione —suspiró Ron, dando un sorbo a su bebida—. Tendrás un diez en la redacción, ya verás. No te preocupes por eso.

—Si tú lo dices... —masculló la castaña—. Quiero decir, estamos en tercero. ¡Solo quedan dos años para los TIMOs!

—Solo —repitió Ron, casi burlón—. Hermione, me preocuparé por los TIMOs en quinto. ¡Ahora estamos en Hogsmeade! ¡Vamos a pasarlo bien! Y tenemos que comprarle cosas a Harry en Honeydukes y Zonko. Será mejor que no nos olvidemos.

Brigid dudó, pero acabó sacando de su bolsillo la bolsa repleta de golosinas que habían comprado en Honeydukes.

—Yo le he comprado esto —dijo, tímidamente. Ante la mirada sorprendida de los otros, añadió—: Me encontré a Harry antes de venir y me dijo que no tenía el permiso, así que pensé...

Se había sonrojado, claro. Los tres la miraban casi boquiabiertos, lo que no ayudaba a sus mejillas a perder el tono rojizo.

—No es para tanto —comentó, en voz baja.

—Bueno, es inesperado —respondió Primrose, encogiéndose de hombros—. Pero me alegra que hayas pensado en eso.

—Así, no tendremos que comprar cosas en Honeydukes —dijo Ron, sonriendo—. Podemos ir a las demás tiendas y comprarle otras cosas a Harry, para que tenga más. Luego, juntamos todo.

—Es buena idea —asintió Hermione, dirigiéndole una sonrisa a Brigid, lo que le provocó otro sonrojo, aunque más leve.

—¿Quieres venir con nosotros a comprarlo? —ofreció Primrose—. ¿O tienes que volver con tu hermano?

Brigid le lanzó una breve mirada a Cedric, que charlaba con Vega en la barra.

—Creo que está ocupado. —Brigid no se moría precisamente de ganas de ir con los tres Gryffindor de compras, pero tampoco era partidaria de quedarse esperando hasta que Cedric terminara de hablar—. Bueno, aún no he ido a Zonko, así que...

—Estoy seguro de que será genial —exclamó Ron, sonriendo con entusiasmo—. Fred y George dicen que es alucinante. ¿Podemos ir a eso primero? Y luego pasamos por Honeydukes.

—Por mí bien, ¿qué decís vosotras? —Primrose se giró hacia Hermione, que se encogió de hombros, y Brigid, que asintió, sin tener nada mejor que proponer—. Decidido. A Zonko. Ron, si eres tan amable de guiarnos...

—Hemos pasado antes por delante —dijo Ron, poniéndose de pie—. Vamos, no está tan lejos.

Los cuatro salieron del pub —Brigid le hizo un gesto a su hermano en señal de despedida, aunque dudaba que él la hubiera visto— y siguieron a Ron, que no dejaba de hablar de los artículos de broma que sus hermanos le habían dicho que encontraría allí.

Brigid no prestaba demasiado atención, principalmente porque no era un tema que le entusiasmara, pero se entretenía mirando a las personas que caminaban por la calle y observando escaparates.

La tienda de bromas, en contra de lo que esperaba, resultó bastante impresionante. Era difícil caminar sin peligrar tu integridad, ya que había discos voladores con colmillos yendo de un lado al otro del establecimiento sin parar, pero había cientos de artículos interesantes y extravagantes.

—Fred y George suelen decir que algún día tendrán una tienda incluso mejor que esta —comentó Ron, examinando un pequeño objeto del que Brigid ignoraba su utilidad—. Me gustaría ver cómo lo consiguen.

—Será difícil —dijo Primrose, con un brillo travieso en los ojos—. Pero esos dos locos pueden muy bien lograrlo. Eh, Hermione, ¿has visto esta taza? Se supone que te muerde la nariz. ¿Qué pasaría si Snape la recibiera de regalo de Navidad?

Brigid rio al imaginarlo. Primrose sonrió, satisfecha por su reacción.

Compraron varias cosas, aunque Brigid no sabía muy bien si usaría algún día unos caramelos escupe-fuego. Las plumas de caramelo, sin embargo, parecían útiles para las asignaturas más aburridas, como Pociones.

Tras eso, fueron a Honeydukes, y aunque Brigid ya la había visitado, no le importó volver a entrar. Poco a poco, su incomodidad fue desapareciendo, llegando incluso a participar en algunos momentos en la conversación. Primrose y Ron eran los que más complacidos por ello, Hermione actuaba un poco más desconfiada, lo que hizo que Brigid se sintiera algo mal.

Tal vez, no debería haber ido con ellos, después de todo. Puede que Hermione lo hubiera visto como una auto invitación. Primrose le había preguntado si quería ir, pero podía haber sido solo por educación, ¿no? Igual, esperaba que solo lo agradeciera y se negara.

¿Realmente se había auto invitado? Brigid sabía lo molesto que eso podía resultar para el grupo que se veía obligado a aguantar a esas personas. Tal vez, debería ir a buscar a Cedric y dejar al trío de Gryffindor solos.

Aunque Cedric debía de seguir con Vega o, en todo caso, haber ido con sus amigos. Brigid maldijo para sus adentros. Bueno, siempre podía regresar sola al castillo.

Brigid odiaba pensar tanto las cosas.

—Creo que deberíamos volver ya —comentó Hermione, poco después, mientras consultaba su reloj—. Está anocheciendo y hay que volver antes de la cena.

Brigid terminó regresando con ellos, aunque dudó un poco antes de emprender el camino. Sin embargo, Ron empezó a hablar con ella del pueblo, mientras Primrose y Hermione conversaban unos metros más adelante, y Brigid terminó charlando y riendo con el pelirrojo durante todo el camino de regreso a Hogwarts.

Ron era más gracioso de lo que hubiera imaginado en un principio.

Al llegar al castillo, Brigid le dio a Ron todo lo que le había comprado a Harry. El chico la miró, sorprendido.

—¿No vas a dárselo tú? —preguntó, extrañado.

—Tengo que ir a mi sala común para cambiarme antes de cenar —respondió Brigid, improvisando una excusa rápida—. No importa. Solo son unas golosinas.

—Si tú lo dices... —murmuró Ron, no muy convencido.

—Tampoco es para tanto —insistió Brigid—. De verdad.

Terminó convencido a Ron y se despidió de él y las dos chicas en el vestíbulo, antes de marchar a su sala común.

Harry tendría las golosinas y lo demás que le habían comprado Ron, Primrose y Hermione. ¿Qué más daba si se lo daba ella o no?

Solo quería evitar el vergonzoso momento de entregarle lo que le había comprado. A veces, Brigid no comprendía por qué se avergonzaba de cosas así.

En realidad, todo le avergonzaba, si se paraba a pensarlo.

Bueno, pensó, así son las cosas.

Pero las cosas podían cambiar cuando menos lo esperas.

Eso se demostró tan solo unas horas después, cuando, tras un maravilloso banquete de Halloween en el Gran Comedor, Brigid se enteró de que Sirius Black había entrado en Hogwarts y atacado al retrato de la Señora Gorda.

Todos los alumnos fueron llevados al Gran Comedor, para mantenerlos seguros mientras los profesores registraban el castillo. Dumbledore apartó las mesas de las casas e hizo aparecer sacos de dormir para todos antes de dejarlos allí, ordenando a los Premios Anuales y prefectos mantener el orden.

Vega Black mantuvo el resto impasible mientras mandaba a todos los de Hufflepuff a dormir, a pesar de las miradas desconfiadas que le dirigían todos. A Brigid no se le pasó por alto que no separaba las manos y le daba vueltas sin parar a un anillo que llevaba en la mano izquierda, reconociéndolo como un gesto de nerviosismo.

Nova Black amenazó a Zacharias Smith con rajarlo como a la Señora Gorda si seguía haciendo preguntas impertinentes.

A Nova no se le pasó por alto la sonrisa de Brigid al escucharlo y le guiñó el ojo, claramente disfrutando de hacer callar al chico.

—Eh, Diggory —llamó Susan Bones, viendo que se había quedado atrás—, ven o te quedarás sin saco. No me atrevería a esperar a los últimos, a saber qué pueden haber metido dentro los gemelos Weasley o Nova.

—¡Qué poco confías en mí, Sue! —protestó la última nombrada, fingiéndose ofendida.

—He encontrado demasiados regalos tuyos en mi cama como para confiar en ti, Nova —respondió la pelirroja, divertida. Luego, miró a Brigid—. ¿Vamos?

Ella asintió. Desde primer curso, Susan y ella habían tenido una buena relación. Aunque la pelirroja solía pasar el tiempo con Hannah Abbott o Megan Jones, en los trabajos por parejas siempre iba con Brigid, y habían terminado llevándose más o menos bien.

Cuando Brigid se agachó para recoger uno de los sacos —de color rojo, lo que le hizo dudar en si los Slytherin querrían usarlos—, alguien apareció a su lado, aunque no la pilló totalmente desprevenida esa vez.

—Gracias por las golosinas, Diggory. —Harry Potter le sonreía, y esa vez no era con su habitual sonrisa traviesa, sino con una sincera—. Ron, Prim y Hermione me las han dado.

—Me alegra que te gustaran —dijo Brigid, irguiéndose—. Cogí un poco de todo, no sabía qué preferirías, así qué...

—Acertaste en la mayoría —respondió él, divertido—. Normalmente, me como todo lo que tenga delante y no sea asqueroso, por lo que no tendré demasiados problemas con lo tuyo. Gracias.

—No fue nada —se apresuró a aclarar ella, con las mejillas rojas. Nunca se sentía cómoda cuando le agradecían algo, especialmente si era tan insignificante como eso—. De verdad. Solo me dijiste eso en la sala común y pensé...

—Admito que me sorprendió. —Harry ladeó la cabeza levemente—. No muchos desconocidos se preocupan así por mí.

—Ya, es algo en lo que debo trabajar.

Harry rio con ganas, lo que solo aumentó el sonrojo de Brigid.

—Eso dice mucho de cómo eres —comentó, quitando su tono bromista.

—Sí, como que puedo llegar a ser estúpida —replicó ella.

Harry pareció pensativo.

—No creo que seas estúpida —acabó diciendo—. De hecho, me pareces bastante inteligente.

—Solo estudio, no es para tanto. —Brigid se encogió de hombros—. Tengo buena memoria.

—Que es más de lo que yo puedo decir —observó Harry, divertido—. No te quites mérito, eres de las mejores de la clase.

Brigid frunció el ceño, algo extrañada. ¿A qué venía eso?

—Supongo que sí, pero... —Una fugaz idea pasó por su mente—. ¿Es por el boggart?

La sorpresa atravesó el rostro de Harry, aunque su mirada bastó para que Brigid supiera que había acertado. Ella siempre leía todo en los ojos de los demás. Le resultaba bastante fácil, no por nada decían que eran el espejo del alma. Si uno se fijaba, acababa descubriendo todo.

Y Harry tenía unos ojos particularmente fáciles de leer. El brillante azul era claro, cristalino, como el mar en un día sin viento ni olas.

Aunque a Brigid no le gustaba demasiado pensar en el mar.

—Un poco —admitió, casi pareciendo avergonzado por haber sido descubierto—. Muy lista, Diggory.

Ella se encogió de hombros, quitándole importancia, aunque se sonrojó una vez más. Los cumplidos —aunque no estaba segura de considerar aquello un cumplido— solían tener ese efecto en ella, al menos la mayoría de ellos.

—Solo me fijo.

—Estaría bien si los dementores se fijasen tanto como tú. Tal vez, Black no hubiera entrado en el castillo si lo hicieran. —Frunció el ceño al mirar en dirección a Vega, que seguía siendo el centro de la mayoría de las miradas—. Esos idiotas de verdad creen que ellas le ayudaron a entrar.

—Están asustados, se creen cualquier cosa —respondió Brigid, quitándole importancia al tema—. Acabarán aburriéndose del tema.

—No si Black sigue siendo portada de El Profeta todas las semanas —observó Harry—. No las dejarán en paz así.

—No es que puedas hacer nada para cambiarlo —dijo Brigid, aunque notó al instante de decirlo que era la peor respuesta que podría haber dado.

Harry pareció pensativo unos segundos, pero acabó dejando caer los hombros, en señal de rendición.

—Supongo que tienes razón. Aunque sí podría darle un puñetazo a Malfoy, a ver si cambia algo. Y si no cambia, al menos me habré dado el gusto.

—Es gracioso, Nova ha amenazado con rajar a Smith hace cinco minutos. ¿Es cosa de familia?

—¿Amenazar contra la integridad física de los idiotas? Sí, creo que sí.

Harry sonrió tras decir aquello.

—¿Y cumplís vuestras amenazas? —quiso saber Brigid, entre divertida y curiosa.

—Nova sí, pero culpo a su familia paterna. Yo soy, en realidad, alguien muy tranquilo. No me gusta meterme en problemas, ya sabes.

Brigid soltó una carcajada, para satisfacción de Harry. Generalmente, aquellas personas que se reían de sus comentarios tontos le caían bien.

El grito de Percy Weasley mandándolos a dormir interrumpió su breve conversación.

—Supongo que tengo que irme —dijo Harry, mirando en dirección a Gryffindor—. Nos vemos, Diggory.

Ella sonrió levemente, casi sin poder evitarlo.

—Nos vemos, Potter.

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