xiii. a good storyteller

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xiii.
una buena cuentacuentos








Brigid no sabía si estaba bien o solo mejor que antes. Sus músculos estaban tirantes, pero no dolían como antes, la cabeza no le daba vueltas y podía incorporarse sin sentir como si las costillas se le fueran a romper.

Al menos, eso pensó, antes de intentar incorporarse y fracasar en el intento, dejándose caer sobre la cama, dolorida.

La enfermería estaba sumida en la oscuridad y el silencio casi absoluto. Escuchaba las respiraciones lentas de varias personas, indicando que dormían. Imaginó que serían los que habían estado en la Casa de los Gritos.

Se preguntó qué habría pasado. Recordaba a Pettigrew lanzarle un hechizo, a Lupin adquiriendo su forma licántropa. Después de eso, nada.

Volvió a incorporarse, esta vez con más éxito, y echó un vistazo a su alrededor. Hermione dormía en una cama contigua a la de Ron, con Primrose sentada en una silla entre ambos, aunque con la cabeza apoyada en el colchón de Hermione. Vega y Nova dormían abrazadas a la derecha de Brigid, la cama de Harry estaba a su izquierda.

¿Qué se había perdido?

—¿Bree?

El susurro de Harry la sobresaltó. Giró a toda prisa la cabeza hacia el chico, que se había incorporado y la observaba con una gran sonrisa.

—¡Estás despierta! —susurró, claramente aliviado—. Por Merlín, estaba preocupado. No sabía qué te había hecho Pettigrew. ¿Cómo estás?

Harry saltó de su cama y fue junto a Brigid. Ella se encogió de hombros.

—Estoy bien. No duele. Yo... —Se paró a pensarlo un segundo—. Tenía la pierna rota, ¿verdad?

—Bastante rota, sí —asintió Harry—. Pero Pomfrey te la curó enseguida. Creo que le preocupaba más el hechizo que te lanzaron, pero dijo que despertarías en unas horas.

A pesar de que hablaba con entusiasmo, a Brigid le pareció notar una pizca de preocupación en su voz. Se sorprendió al notar algo cálido en el pecho.

Sentaba bien que alguien que no fuera su familia se preocupara por ella.

—Al parecer, tenía razón —comentó, sonriendo—. Estoy bien. La pierna ni siquiera me duele. Lo importante aquí es ¿qué ha pasado con Sirius?

—Oh, bueno, es complicado. —La sonrisa de Harry desapareció—. ¿Sabes qué es un giratiempo?

—Sí, claro que sí —respondió Brigid, sin saber a qué venía aquello.

—Larga historia, pero Hermione tiene uno. Lo usamos para viajar atrás en el tiempo Nova, Hermione y yo. Verás, después de que te desmayaras, hubo un problema bastante grande... Pettigrew escapó y los dementores casi atacan a Sirius. Nos salvó un patronus que no sabía quién había conjurado hasta que luego...

Al ver que Brigid no estaba entendiendo nada, Harry decidió empezar desde cero. Le puso al corriente de lo sucedido tras la huida de Pettigrew, cuando los dementores les atacaron a Nova, Hermione y él y un patronus misterioso les salvó. Snape los llevó al castillo y allí encerraron a Sirius, mientras ellas iban a la enfermería.

Snape quería hacérselas de héroe, lo que molestó bastante a Nova y Harry. Pero Dumbledore les dijo que usaran el giratiempo de Hermione para ir atrás en el tiempo y arreglarlo todo.

—Salvamos a Buckbeak y Sirius se fue volando sobre él —terminó Harry—. Ninguno de los dos morirá. Hubiera estado bien que se hubiera quedado, claro, pero... Las cosas no fueron como esperábamos.

Había una gran tristeza oculta en aquellas palabras. Brigid no supo qué responder de inmediato.

—Podréis arreglarlo —dijo, con voz suave—. Habrá algún modo de demostrar su inocencia cuando las cosas se calmen un poco, estoy segura. Y apuesto a que no va a desaparecer sin más. Intentará mantener el contacto con vosotros. Apuesto lo que sea.

Harry asintió, pensativo.

—Eso espero.

—¿Qué pasó al final con los dementores? —quiso saber Brigid, intentando desviar el tema de conversación.

—Resultó que yo había conjurado el patronus —explicó Harry—. Solo que mi yo del futuro. Esto parece Regreso al futuro, a Nova le encanta la película... Bueno, cuando usé el giratiempo, nos salvé a Nova, Hermione, Sirius y a mí, así que...

—¿Ahuyentaste a todos los dementores solo? —interrumpió Brigid.

Sonó mucho más impresionada de lo que pretendía, lo que pareció confundir a Harry.

—Sí. ¿Sabes? Mi patronus es un ciervo, es...

—¡Por Merlín, Harry, eso es impresionante! —exclamó Brigid, admirada—. ¡Sabía que eras bueno, pero eso...! Wow, es increíble.

—No es para tanto —dijo Harry, divertido—. ¿Sabes? Cuando lo vi, no creí que hubiera sido yo. Me refiero, cuando me desmayé, antes de usar el giratiempo.

—Bueno, es normal, no podías saber que tu yo del futuro estaba ahí ayudándote —observó Brigid, lo que hizo que Harry riera—. ¿Quién pensaste que fue?

Harry agachó la cabeza, casi avergonzado.

—Por... por un momento, pensé que había sido mi padre. Sé que suena ridículo, pero... —Harry dejó la frase en el aire.

Brigid no iba a mirarle con lástima. Sabía que él odiaría eso. En su lugar, tras dudar unos segundos, le abrazó.

—No creo que sea ridículo, Harry —susurró—. Pettigrew apareció vivo de la nada, ¿por qué no tu padre? Yo también lo hubiera creído. Si lo viste, significa lo que todos dicen de ti.

—¿Que soy igual a él? —preguntó Harry, en tono irónico pero divertido.

—Pero con los ojos de tu madre —bromeó Brigid, que sonrió al escuchar a Harry riendo—. Y, además de parecerte a él, lo llevas dentro. Tu patronus es un ciervo, ¿no? Cornamenta... Puede que esté presuponiendo mucho, pero imagino que su forma animaga era un ciervo.

—Sí, lo era —asintió Harry, sonriendo levemente—. Luego me dirás que no eres inteligente.

Brigid contuvo una risa.

—Los patronus son la forma más pura de representación espiritual de un mago, Harry. Tienes un ciervo, como lo tuvo tu padre. Él vive dentro de ti, y aunque creas que no fue él quien conjuró aquel patronus, ¿quién dice que no estuvo a tu lado, dándote fuerza? —Brigid sonrió y miró por la ventana, a la luna llena—. Me gusta pensar que los que nos dejan no se van de verdad, siguen a nuestro lado... Felicity es una prueba de ello, ¿no? Tal vez, Harry, tu padre sí estuvo allí.

Harry la miró un segundo a los ojos. Sus irises eran en aquel momento del color del cielo nocturno. Se iluminaron como si las nubes se hubieran disipado, dejando ver las estrellas, al sonreír ampliamente.

—Bree, eres increíble —soltó.

Brigid no sabía cómo encajar del todo los cumplidos. Se ruborizó y asintió, bajando la mirada. Harry sonrió, burlón.

—No me digas que vuelves a tener vergüenza.

—No, solo me ha pillado desprevenida —replicó ella, sintiendo las mejillas arder—. ¿Dónde está Felicity, por cierto?

—Digamos que mis emociones siguen un poco descontroladas —admitió Harry—. Ha sido una noche intensa. Estuvo aquí antes, pero se fue luego. Puede que esté dando un paseo por el castillo, ¿quién sabe? —Tras un segundo de silencio, añadió—: Eh, sigues llevando el anillo.

—Claro que lo llevo —rio Brigid, algo tímida. El aro aún rodeaba su dedo anular—. Soy de esas personas que, si le regalas una pulsera o un anillo, lo lleva toda la vida. Si no lo pierdo, claro. Podría pasar.

Harry rio.

—Sería bastante triste si se te cayera en el Lago Negro y se perdiera para siempre. Casi preferiría que no lo llevaras a eso.

—Intentaré no perderlo, pero no puedo prometer nada. Soy un desastre para eso.

El chico sonrió.

—Sí, eso me has dicho alguna vez.

—¿Qué hora es? —preguntó Brigid.

Harry se encogió de hombros.

—Tarde, supongo.

—Sí, eso seguro —asintió Brigid, echando un vistazo a su alrededor—. ¿No estás cansado?

Harry dudó antes de responder.

—No puedo dormir.

Brigid asintió.

—Entiendo.

Harry esbozó una sonrisa nostálgica, mientras miraba hacia Vega y Nova, que dormían abrazadas.

—Recuerdo que cuando éramos pequeños Nova y yo siempre tardábamos siglos en dormirnos. Éramos demasiado inquietos, supongo. Siempre nos reñían y Vega no sabía qué hacer para que nos durmiéramos pronto. Empezó a contarnos cuentos que escuchaba a otros chicos más mayores o al personal del orfanato contar. A veces, tenía que inventarse partes porque no conseguía enterarse al completo de la historia. —Rio un poco—. Después de eso, Nova y yo nos dormíamos en segundos.

—Yo le leía cuentos a Cedric cuando éramos niños —recordó Brigid—. También a mis juguetes, claro, pero no era lo mismo. A él siempre le gustaba escucharme, aunque leyera siempre el mismo. Mi favorito era La Fuente de la Buena Fortuna.

—¿Cuál? —preguntó Harry, frunciendo el ceño.

Brigid le miró fijamente, esperando que dijera que era broma.

No lo dijo.

—Por Merlín, ¿cómo no sabes cuál es? —preguntó, sin creerlo—. ¿Los cuentos de Beedle el Bardo?

—¿Quién?

Brigid se tuvo que recordar que Harry había crecido en un orfanato muggle, aunque seguía sin creer que no conociera La Fuente de la Buena Fortuna. ¡Aquel había sido su cuento infantil favorito!

—Si tanto te horroriza que no lo conozca —comentó Harry, divertido—, ¿por qué no me lo cuentas?

Brigid le miró, sorprendida.

—¿Ahora?

—¿Por qué no?

—No sé si lo recordaré bien...

Harry rio.

—Si recuerdas todas las fechas que estudiamos en Historia de la Magia, además de los horrores que ves en Aritmancia y Runas Antiguas, creo que podrás recordar un cuento infantil. Además, ¿no te gustaba escribir?

—¿Cómo sabes eso? —preguntó Brigid.

Sus ojos azules chispearon.

—Te veo en clase. Siempre escribes en un cuaderno que no dejas que nadie mire. Y tienes imaginación, ¿no? Podrías inventarte el cuento si no te acuerdas. —A continuación, abandonando el tono burlón, añadió—: Si quieres, claro. Solo pensé que sería buena idea.

Brigid lo pensó un segundo. Realmente, no era para tanto. Sonrió, tímida.

—Está bien, te lo contaré.

—Genial —dijo Harry, con total sinceridad.

Ambos se tumbaron en la cama, hombro contra hombro. Brigid inspiró, tratando de recordar cómo comenzaba la historia. Harry aguardó pacientemente.

—Muy bien, allá vamos —susurró Brigid—. En lo alto de una colina que se alzaba en un jardín encantado...

¿No empieza con Érase una vez? —preguntó Harry.

Brigid rio por lo bajo.

—No, no empieza con Érase una vez.

—Creía que todos los cuentos empezaban así —comentó Harry.

—Este no —dijo Brigid, divertida—. ¿Quieres que te lo cuente o no?

—Sí, sí, sí, sí, perdona —dijo rápidamente Harry, haciéndola reír—. Tienes una voz bonita, se te da bien contar cuentos. Perdona, sigue.

Brigid rio.

—Muy bien, sigo. En lo alto de una colina que se alzaba en un jardín encantado, rodeado por altos muros y protegido por poderosos hechizos, manaba la fuente de la buena fortuna...


























Brigid despertó casi a las once de la mañana y tardó unos segundos en recordar dónde estaba. Había mucha más animación en la enfermería que la noche anterior: Prim y Nova charlaban, con Hermione sentada junto a ellas pero sin participar demasiado en la conversación, Ron y Harry comentaba algo entre ellos, Madame Pomfrey iba de un lado para otro, asegurándose de que todos estuvieran bien y Vega debía haber recibido ya el alta, pues no se la veía por ningún lado.

—¡Diggory, por fin te despiertas! —gritó la enfermera, alertando a todos los presentes, que se giraron de inmediato a mirar a Brigid.

La vergüenza de ésta salió a la luz de inmediato al sonrojarse. Pomfrey se acercó de inmediato a su cama e insistió en hacerle un chequeo completo, a pesar de que Brigid aseguró que estaba perfectamente.

—Eso tendré que verlo yo primero —replicó la mujer.

Brigid le dejó atenderla. Cuando Pomfrey se dio por satisfecha, le llevó algo de comida para que desayunara algo y regresó a su despacho, dejando a los chicos a solas.

Ron fue el primero en decir algo.

—No sé si ya te dije algo por lo de anoche, pero... Gracias por no haberme soltado. No entiendo por qué no lo hiciste, pero gracias. Estuvo bien no estar solo en aquel lugar.

Ambos estaban rojos para cuando el pelirrojo terminó de hablar, sin mirarse a los ojos.

—No fue nada, Ron. No podía dejar que el perro se te llevara, ya sabes... Podría haber pasado cualquier cosa.

Aww, sois adorables. ¿Será que a mi hermano debe preocuparse?

Brigid levantó la cabeza y sonrió levemente al ver a Felicity. La fantasma le guiñó el ojo.

—Me alegra verte despierta, Bree —fue todo lo que dijo.

—¿Cómo estás? —quiso saber Nova—. ¿Tu pierna?

—De maravilla. Ni siquiera recordaba habérmela partido —comentó Brigid—. ¿Vosotros estáis todos bien?

—Perfectamente —asintió Harry, sonriendo.

—Yo aún no puedo creerme que todo eso os pasara justo la noche que se me ocurre caer por las escaleras y terminar en la enfermería —suspiró Prim, medio en broma, medio en serio—. Se nota que no puedo dejaros solos.

—Creo que todo hubiera pasado tanto si estuvieras tú como si no, Prim —comentó Hermione—. Aunque siento lo de tu tobillo.

La puerta de la enfermería se abrió de golpe y todos giraron la cabeza en su dirección. Un hombre rubio con aspecto molesto entró en la sala con decisión.

Los rostros de Harry y Nova se iluminaron.

—¡Tío Jason! —gritaron al unísono, echando a correr hacia él.

El hombre los recibió a los dos con alegría, abrazándolos con fuerza. Brigid observó la escena, sorprendida.

No era así como había imaginado a Jason Bones. Era bastante más joven de lo que hubiera pensado, no tan serio como uno se imaginaba a un miembro del Wizengamot. Parecía el típico padre cool.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Harry, sorprendido—. ¡Sirius dijo...!

—Ese maldito idiota que nunca se para a pensar dos veces las cosas —bufó Jason—. Debería haberle encerrado en el sótano de casa o algo así para asegurarme de que no cometía locuras. ¿Tuvisteis muchos problemas anoche? ¿Cómo está Remus?

—Fue una experiencia mortal, pero no es como si Harry tuviera pocas varias veces al año —se burló Nova—. Aunque estamos bien. Vega un poco rara, pero creo que Sirius hizo algo para devolverle sus recuerdos o algo así... Y no sabemos nada de Remus. Aún no nos han dejado salir, lo que es injusto. ¿Nos ayudas a escapar, tío Jason?

—Poppy me obligará a tomar alguno de sus jarabes si hago eso —opinó el hombre—. Pero hablaré con ella y veré si puede daros el alta... —La mirada de Jason fue a los cuatro chicos que guardaban silencio, observando toda la escena—. Ron, Primrose, Hermione, me alegro de veros. Y...

Brigid tardó un segundo en recordar que debía presentarse. Para entonces, Harry ya se le había adelantado.

—Es Brigid Diggory, tío Jason. Te he hablado de ella en alguna carta.

Brigid se sorprendió al escuchar lo último, pero se las arregló para sonreír.

—Encantada, señor Bones —saludó.

—Lo mismo digo, señorita Diggory —respondió él, estrechándole la mano—. Dime, ¿por qué precisamente Harry? ¿No podrías haberte hecho amiga de alguien menos propenso al peligro que mi sobrino?

—¡Tío Jason! —protestó el mencionado, cruzando los brazos—. Vale que lo diga Nova, pero ¿tú? ¡Eso es traición, se supone que eres el adulto responsable aquí!

—Nunca supe por qué alguien me dio esa posición —comentó Jason, haciendo reír a todos—. ¿Y Susan, Vega y Jessica? Por lo que sé, las dos únicas que no se metieron en problemas anoche son las que llevan mi sangre. Eso dice mucho de los genes Potter.

—Ya sabes cómo somos, tarde para lamentarse por ello —replicó Nova—. Si convences a Pomfrey para que nos deje salir, podremos ir a ver cómo están ellas.

Jason accedió a ello. Poco después, el grupo al completo salió de la enfermería. Era cerca de mediodía.

El castillo estaba casi desierto: era la última visita a Hogsmeade del curso. A Brigid no le apetecía especialmente ir. Se separó pronto del grupo, con intención de buscar a su hermano. Según le había dicho Harry, Cedric había estado antes en la enfermería, pero Pomfrey había insistido en que nada de visitas, a pesar de ser familia.

No creía que Cedric se hubiera ido a Hogsmeade con ella en la enfermería, de modo que buscó primero en la sala común de Hufflepuff y luego salió a los jardines.

Se llevó una buena sorpresa al encontrar a Cedric y Vega juntos. Más grande aún cuando vio que se acercaban excesivamente el uno al otro.

—Oh, dios mío, ¿esos son tu hermano y mi prima? —La voz quejosa de Felicity sonó a la derecha de Brigid.

—Eso me temo, sí —murmuró Brigid—. Es decir, ya sabía que había algo, pero wow. ¿Crees que debería acercarme o sería mejor...?

Pero Cedric la había visto ya. Separándose torpemente de Vega, saludó con la mano a Brigid y la llamó por su nombre. Incluso en la distancia, podía ver que se había sonrojado un poco.

—Creo que deberías acercarte —opinó Felicity.

—¿Tú crees? —preguntó Brigid, irónica.

Echó a andar hacia la pareja. Cedric le dio el encuentro y la abrazó con fuerza al llegar junto a ella.

—Estás bien, ¿verdad? ¿Tu pierna? Vega me dijo...

—Lo sé, pero ahora estoy perfectamente —le aseguró Brigid, echándole una fugaz mirada a la otra chica.

Las mejillas de Vega estaban más coloradas de lo normal. Saludó con la mano a Brigid, casi pareciendo avergonzada. Brigid le sonrió un poco.

—Jason Bones ha llegado antes —comunicó. Vio la sorpresa aparecer en el rostro de Vega—. Creo que Harry, Nova y él os buscaban a ti, Susan y Jessica.

Vega asintió.

—Iré a buscarles, gracias. —Miró a Cedric, como si no supiera dónde meterse—. Pues... nos vemos luego, ¿no?

—Sí, claro —respondió éste rápidamente—. Luego, genial. Nos vemos.

Vega vaciló un momento, antes de dejar un beso sobre la mejilla del chico —Cedric se puso más rojo de lo que Brigid le había visto nunca— y alejarse rápidamente, en busca de su familia.

Felicity le hizo un gesto a Brigid, animándole a hablar.

—¿Lo habéis hecho formal? —preguntó la menor, deseando por saber, pero sin saber cómo preguntarle todo aquello a su hermano—. ¿Estáis saliendo?

—Eh... Algo así, sí. Quiero decir...

Brigid se tapó la boca con las manos para no gritar. ¿A quién iba a engañar? Aquello le emocionaba.

—¡Por Merlín, Cedric, me alegro mucho!

—No es oficial aún, se lo iba a preguntar pero... Bueno, llegaste tú —aclaró su hermano, pasándose la mano por el pelo, avergonzado.

Brigid se sintió algo mal incluso.

—Ah. Vaya. —Hubo un breve silencio—. Pero ha dicho que os veríais luego, ¿no? ¡Incluso te ha dado un beso!

—Sí, supongo que sí —admitió Cedric—. No sé, ya luego hablaré con ella... Pero eso no importa ahora. ¿De verdad estás bien, Brigid? No sé, tu experiencia mortal parece más importante que mi relación amorosa.

Brigid rio.

—Estoy perfectamente, en serio. ¿Por qué nadie parece creerme? No fue para tanto, me pasé inconsciente la mayor parte de la acción... No suena tan bien al decirlo en voz alta, ¿sabes?

Su hermano sonrió y la abrazó de nuevo.

—Me diste un susto de muerte, ¿sabes? ¡Y Pomfrey no me dejó quedarme en la enfermería hasta que despertaras!

—Eso me ha dicho Harry —rio Brigid—. Pero no pasa nada. Salimos todos perfectamente bien de ello.

Cedric suspiró.

—No sabes cuánto me alegro. Solo de saber lo del hombre lobo, me asusté casi tanto como por Black. Si te hubiera pasado algo...

Brigid frunció el ceño.

—¿Hombre lobo? —repitió, interrumpiendo a Cedric—. ¿Cómo sabes eso?

La sonrisa de Cedric desapareció.

—Snape le dijo a toda la mesa de Slytherin que Lupin es un hombre lobo esta mañana, en el desayuno. Y ya sabes qué pasa con los rumores en Hogwarts.

—Vuelan —murmuró Brigid, asintiendo—. Oh, mierda. ¿Le han despedido?

—He oído que se marcha, sí —explicó Cedric, en voz baja—. Pensaba que lo sabrías.

—Snape lo ha hecho para que le echen —dijo Brigid. Era una afirmación—. Eso es mezquino, incluso para él.

Cedric asintió, dándole la razón.

—Realmente, lo siento por Lupin. Ha sido de los mejores profesores de Defensa que hemos tenido.

—El mejor —opinó Brigid, recordando cuánto la había ayudado a superar al boggart.

—Pero los padres no permitirán que un hombre lobo enseñe a sus hijos —continuó Cedric, con pesar.

Brigid lo pensó un segundo.

—¿Crees que papá y mamá lo permitirían? —quiso saber.

El prolongado silencio de Cedric le sirvió de respuesta. Sí, suponía que sí, lo que le resultaba bastante molesto. Brigid no veía que hubiera nada de malo en que Lupin fuera un hombre lobo.

—No lo sé —se limitó a decir Cedric.

Brigid asintió, sin querer insistir en ese tema.

—¿Recuerdas mi antiguo libro de Los cuentos de Beedle el Bardo? —preguntó, recordando algo.

Cedric frunció el ceño, confunfido.

—Sí, ¿por qué?

—¿Crees que seguirá en casa?

—Probablemente —asintió Cedric—. ¿Por qué quieres saberlo?

—Quiero recordar La Fuente de la Buena Fortuna —admitió—. Ayer me di cuenta de que no la recordaba completamente. ¿Sabes? Me dijeron que soy una buena cuentacuentos.

—¿Sí? —preguntó Cedric, divertido—. Bueno, yo puedo decir que siempre lo has sido. Desde que éramos pequeños. Siempre te ha gustado compartir historias.

—Da vergüenza —opinó Brigid—, pero es también divertido.

Cedric rio.

—¿Y quién te dijo que eras buena?

—Oh, bueno... Harry.

—¿Potter? —preguntó Cedric, curioso.

—Ajá.

—Bueno —terminó diciendo su hermano—, no le falta razón.

Brigid sonrió.

—¿Cómo terminaste los exámenes, por cierto?

—Los he terminado y es lo importante —respondió el mayor. Su hermana rio—. Ahora, lo único que me importa son las vacaciones y que vamos a ver la final de los Mundiales.

Los ojos de Brigid brillaron al escuchar aquello.

—Por Merlín, ojalá podamos ir. ¿Crees que papá conseguirá entradas?

—Estoy convencido de que sí —aseguró Cedric—. ¡Veremos la final, Bree!

La menor se dejó contagiar por el entusiasmo de su hermano.

—Va a ser un verano increíble.

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