xxi. this town, pt. 1

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xxi.
este pueblo, pt. 1








Harry y Cedric habían salido con vida de la primera prueba, aunque a Brigid casi le dieron varios infartos en el proceso.

Se habían sentado con Prim, Ron, Hermione, Nova y Susan y todos habían estado demasiado nerviosos para hablar siquiera. Incluso Ron, que se suponía que estaba enfadado con Harry, se había puesto extremadamente pálido al ver a los dragones y había sujetado a Brigid del brazo —probablemente, para calmarse los dos—, mientras veían a Cedric enfrentarse en primero.

Brigid sentía que vomitaría en cualquier momento. Agradecía haber sido incapaz de comer nada.

Cedric transformó una piedra en perro, como le había contado que haría la noche anterior, y consiguió el huevo dorado, aunque se llevó una buena quemadura y Brigid soltó un grito cuando el fuego del dragón le alcanzó.

Se perdió las exhibiciones de Fleur Delacour y Viktor Krum. No le importaban. Al igual que Vega, fueron con Cedric a la tienda de enfermería y se quedaron con él mientras le curaban. Cuando llegó el turno de Harry, Cedric las animó a ir a verlo y ambas los vieron desde abajo de las gradas, sujetándose las manos con fuerza.

Harry también salió con vida y el encantamiento le salió bien. Vega prácticamente saltó sobre él cuando salió del cercado, después de haber estado cerca de desmayarse, y Brigid le abrazó con fuerza después de dejarle un momento con su prima.

Harry terminó primero en la clasificación, empatado con Krum. A Brigid le hubiera dado igual si Cedric y él hubieran terminado últimos: habían salido relativamente ilesos del cerco del dragón y solo podía sentir alivio.

Los días que siguieron a la prueba fue volver a la tranquilidad. A Brigid aún le costaba trabajo asimilar que su hermano y su amigo habían tenido que enfrentarse a un dragón, pero empezaba a hacerse a la idea y el resto del colegio también.

Cedric abrió el huevo de oro que había tenido que robarle al dragón junto a ella y tuvieron que cerrarlo al de segundos: de su interior solo salía un horrible chillido, similar al grito de una banshee. Harry le contó que con el suyo pasaba lo mismo, y al parecer era una pieza clave para la segunda prueba.

Pero había tiempo y lo dejaron pasar. Había cosas más importantes que hacer: las clases seguían y a un ritmo asfixiante. Además, Brigid cada vez se sentía más incómoda en presencia de Moody y lo que Selena le contaba de cuando ella luchó al lado del viejo auror, en la guerra, no le servía para tranquilizarse.

Había intentado contárselo a alguien, pero las palabras simplemente no le salían de la boca cuando intentaba pronunciarlas.

Al menos, Prim había comenzado a notar su incomodidad en clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, ya que se sentaban juntas.

—¿Seguro que estás bien? —le preguntó, por enésima vez.

Brigid asintió.

—Sí, más o menos.

Pero eso no impedía que Prim respondiera a Moody si hacia alguna pregunta en dirección a Brigid, aunque sin decirle expresamente a ella. También Ron —probablemente porque Prim se lo dijo— empezó a hacer lo mismo.

Brigid no podía negar que se sentía agradecida.

Y, antes de que pudiera darse cuenta, la profesora Sprout anunció uno de los eventos más importantes del Torneo a los alumnos de Hufflepuff.

—Se acerca el baile de Navidad: constituye una parte tradicional del Torneo de los tres magos y es al mismo tiem po una buena oportunidad para relacionarnos con nuestros invitados extranjeros. Al baile sólo irán los alumnos de cuarto en adelante, aunque si lo deseáis podéis invitar a un estudiante más joven...

Los alumnos comenzaron a mirarse entre ellos, emocionados, y a susurrar cosas entre ellos. Varios soltaron risitas; Brigid y Susan intercambiaron una mirada de desconcierto. ¿Un baile?

—Será obligatoria la túnica de gala —prosiguió la profesora Sprout—. El baile tendrá lugar en el Gran Comedor, comenzará a las ocho en punto del día de Navidad y terminará a medianoche. Es evidente que es una oportunidad para que todos os divirtáis y paséis un buen rato, pero eso no quiere decir que vayamos a exigir menos del comportamiento que esperamos de los alumnos de Hogwarts. No deseo que ningún alumno de Hufflepuff deje en mal lugar al colegio. Recordad eso.

—¡Un baile! —exclamó Susan—. Eso explica lo de las túnicas de gala. Tengo que buscar a Jess. ¡Nos vemos, Brigid!

Brigid sintió a Selena a su lado antes siquiera de mirarla. La fantasma aparecía con más frecuencia cuando estaba con Susan, estaba claro el motivo.

—Así que parejas de baile —comentó Selena, divertida—. Vaya, en mis tiempos no se hacían cosas así. ¿Con quién vas a ir?

Solo de pensar en buscar pareja mareó a Brigid.

—Ni siquiera sé si voy a ir —protestó.

—¿Por qué no irías? —se sorprendió Selena.

Brigid se encogió de hombros.

—Gente. Bailar. No sé. Quiero decir, probablemente termine yendo, pero no sé... No sé.

La fantasma no insistió.

Pero el tema del baile se convirtió en cuestión de horas en el único tema de conversación del colegio. Era imposible ir a algún sitio sin escuchar hablar de aquello una y otra vez.

—¿Ni siquiera te emociona un poco? —se sorprendió Cedric cuando Brigid le habló del baile.

—No mucho —admitió—. Aunque dicen que van a traer a Las Brujas de Macbeth... Solo por eso valdrá la pena. Vas con Vega, ¿no?

—Sí, claro —asintió Cedric—. No le hace mucha gracia esto del baile, últimamente le están molestando un poco... Parece que les encanta crear rumores de ella.

—Los he oído —admitió Brigid—. ¿Te dije de aquellas chicas que me pidieron una cita contigo? Dijeron que no tenías una novia a la altura.

Aquello último no se lo había dicho a Harry.

—Ojalá aprendieran a callarse —gruñó Cedric, apretando la mandíbula—. Como si no hubiera gente en Hogwarts para cotillear.

Brigid asintió.

—La gente es muy celosa —opinó Brigid.

Cedric bufó.

—No sé si es eso, pero en serio molesta. —Tras dudar un momento, bajó la voz—. Creo que estamos teniendo algunos problemas. Ella... No quiero darle más preocupaciones de las que tiene. Y todo esto del Torneo se las está dando. Hay más rumores, ella está preocupada por mí y por Harry. La noto algo distante. Pero entiendo por qué es.

—Apuesto a que no es para tanto —se apresuró a decir Brigid—. Tú lo has dicho: está preocupada. Pero es normal. Ha pasado por mucho y esto... Ya sabes cuánto le importa Harry.

Cedric asintió.

—Lo sé. Prácticamente cuidó de él y Nova durante toda su infancia, incluso cuando ella era una niña. Sinceramente, no sé cuántos podrían hacer eso.

Aquellas palabras hicieron pensar a Brigid durante un buen rato. Vega había tenido que ser hermana y madre a un tiempo, si lo pintaban así.

Brigid no se imaginaba capaz de aquello, mucho menos con tres años.

La infancia de los primos Black-Potter no había sido nada fácil. Cada vez que comentaban algo de ella, le quedaba más claro. Al menos, habían encontrado un hogar con los Bones, pero habían tenido que crecer en aquel orfanato del que a ninguno le gustaba hablar.

Aquella noche hubo una tormenta, no tan mala como la que vivieron en tercero, pero sí bastante fuerte. No habían tenido una así desde enero o febrero.

Brigid pasó la noche junto a Harry, en uno de los pasillos poco transitados de Hogwarts, cubiertos con la capa invisible y con el mapa del merodeador al lado, por precaución. Brigid había realizado el hechizo habitual, que bloqueaba sonidos fuertes, sobre Harry, pero ya sabían que no era completamente efectivo.

Brigid le preguntaba cosas para distraerlo, sobre cómo era vivir con los Bones, recuerdos y anécdotas con Jessica y Susan y fiestas familiares. Era lo mismo por lo que siempre preguntaba: nunca se había animado a ir más atrás de eso.

El orfanato era un tema del que había decidido no preguntar. Por ello, se sorprendió cuando Harry lo sacó.

—Esta tormenta me recuerda a una de las que tuvimos en el orfanato —le confesó, en un susurro.

Harry había ido aprendiendo a sobrevivir a las tormentas. Ya no se tapaba los oídos constantemente ni temblaba tanto que pareciera que fuera a romperse, pero Brigid sospechaba que se debía, en parte, a que no quería verse débil frente a ella.

—¿En serio? —preguntó Brigid.

—Yo era muy pequeño —comentó Harry, frunciendo el ceño—. No podía dormir con Vega y Nova porque eran chicas, compartía dormitorio con un niño del que ni siquiera me acuerdo. Pasaba casi todo el día con ellas. Recuerdo que Vega estaba enferma... —Harry se quedó en silencio—. No recuerdo mucho más. Solo que fue de las peores noches de mi vida.

—¿Habías tenido miedo a las tormentas antes de esa? —preguntó Brigid.

—Solo recuerdo haberlo tenido desde siempre —susurró Harry. Soltó una risa amarga—. Parece estúpido que haya sobrevivido a un dragón y esté aquí, asustado de una maldita tormenta...

Brigid apoyó la cabeza en el hombro de Harry, lo que hizo que se pusiera rígido. Ella se dio cuenta de lo que había hecho después de unos segundos.

—Perdón, no quería... —empezó, avergonzada.

—No, no, está bien —se apresuró a decir él.

Brigid, sonrojada, asintió. Había actuado casi por impulso. Estar ahí sentada, en el suelo, era incómodo, y tenía sueño. Estaba junto a Harry, y había creído...

—A todos nos dan miedo cosas absurdas —dijo, tratando de dejar de pensar en ello—. Yo... Me aterran las grandes masas de agua.

No era algo que le hubiera dicho antes, o al menos eso creía. Se sorprendió al ver a Harry asentir lentamente.

—He notado que no te gusta ir cerca del lago —comentó. Volvió a tensarse y cerró los ojos cuando un relámpago rasgó la oscuridad. Tembló cuando se escuchó el fuerte trueno, pero luego trató de seguir hablando con normalidad—. ¿También te ha dado miedo desde siempre?

—Eso pensaba yo —admitió Brigid—. Hasta que le pregunté a mis padres. Me dijeron que habíamos ido a la playa, cuando yo era pequeña, y una ola se me llevó cerca de la orilla. Casi me ahogo, mi padre me tuvo que sacar del agua. Desde entonces, no fui capaz de poner un pie en la playa.

No era un tema sobre el que pensara mucho, a menos que caminara cerca del lago. Afortunadamente, en Hogwarts no había demasiadas actividades que involucraran acercarse a él. Aún recordaba lo mal que lo había pasado en primer curso, cuando le hicieron subir a aquella barca.

—Harry.

—¿Sí?

—¿Son solo los truenos los que te asustan?

Él se encogió de hombros, rígidamente.

—No me gusta el ambiente que aparece en una tormenta en general. El cielo oscuro, la lluvia, el frío... Lo odio. Es como si algo en mí sintiera repulsión por ello. Pero... sí, son los truenos los que peor llevo.

Harry podía sobrevivir a una tormenta frente a otros gracias al hechizo de Brigid. Pero le costaba un gran esfuerzo y le dejaba desgastado tanto físicamente como mentalmente.

A Brigid le hubiera gustado poder ayudarle. Poder haber encontrado un hechizo mejor.

Había buscado en la biblioteca en varias ocasiones, con la esperanza de encontrarlo, pero no había tenido éxito. Aún recordaba el viejo libro de Encantamientos de quinto curso que había encontrado la primera vez que encontró a Harry en una tormenta.

No había vuelto a dar con él.

—¿No se te ha ocurrido preguntarle a Vega si sabe cómo empezó esto?

—No sé si sería capaz —admitió él—. Es algo... tú no lo sabrías si no me hubieras encontrado aquella vez. Si no hubieras podido ver a Fely. Nunca se lo hubiera contado a nadie. No quiero contárselo a Vega.

—¿Ella no es la persona en la que más confías? —preguntó Brigid, en voz baja.

Harry se quedó en silencio.

—Siempre ha sido raro, ¿sabes? —preguntó, en voz baja—. Vega es mi prima. Pero, desde que tuvo tres años, se vio obligada a hacer de hermana y de madre. ¡Madre! Básicamente, nos tuvo que criar ella, y no era más que una cría. No creo que muchos fueran capaz de ello.

»Confío en Vega más que en nadie. Pero ella ha pasado por mucho. No puedo estar tirando de ella por siempre. Ya tengo catorce años. Puedo ocuparme de mí mismo.

—Pero esto es algo sobre el que deberías conocer el origen —murmuró Brigid—. Puede que te ayude a superarlo o, al menos, a entenderlo.

—No sé si quiero hacerlo, Bree —admitió Harry—. ¿Y si no funciona? ¿Y si Vega empieza a preocuparse por mí cuando hay tormenta? No, no necesito eso. Ni ella tampoco.

Brigid asintió.

—Lo entiendo.

Se quedaron ahí, en silencio, uno junto al otro, mientras los truenos retumbaban y Harry se estremecía a cada vez. Brigid sujetaba delicadamente sus manos cuando sentía la tentación de cubrirse las orejas. Harry le había pedido aquello.

—No quiero obligarte a que no lo hagas si no quieres —le había dicho Brigid—. No me parece prudente.

—No me obligarás, sólo será un recordatorio de que no me cubra los oídos —le había explicado él—. Si la necesidad fuera mucha, lo haría igual. Es más fuerte que yo. Pero quiero intentar aguantar.

De modo que Brigid sostenía las manos de Harry entre las suyas, sin ejercer demasiada fuerza, mientras él trataba de resistir a la tormenta.

Cuando el tiempo entre un trueno y otro comenzó a ser más largo y la tormenta comenzó a alejarse, eran las seis de la mañana. Harry se puso de pie y le tendió la mano a Brigid para ayudarla a levantarse.

—Te dejaré en tu sala común —le dijo, mientras se aseguraba de que la capa les cubriera adecuadamente—. Es una suerte que mañana no haya clases.

—Deberías de decir hoy —rio Brigid, que se moría de sueño—. Puedo ir a mi sala común sola.

—Filch podría pillarte —recordó Harry—. Lo mejor será tener cuidado.

Brigid aceptó. Harry le dejó frente al barril de la entrada a la sala común de Hufflepuff. Brigid tamborileó el ritmo de Helga Hufflepuff y se le permitió el acceso a la sala común.

Se giró hacia Harry antes de entrar.

—¿Seguro que estarás bien? —quiso saber.

Él asintió.

—No te preocupes —dijo, sonriendo.

Brigid asintió también. Hizo ademán de entrar, pero la voz de Harry le detuvo.

—Oye, ¿ya sabes qué vas a hacer para el Baile?

Por un segundo, pensó que él le invitaría. Pero luego rechazó la idea, casi al instante. Aquello era una tontería. Leía demasiadas novelas románticas.

Brigid se encogió de hombros.

—Ni siquiera tengo claro que vaya a ir, ¿sabes? —admitió—. O puede que sí vaya pero vuelva pronto. No lo sé.

—¿No te han invitado? —se sorprendió Harry.

—¿A mí? —preguntó Brigid, casi riendo—. Qué va. Tampoco era que lo esperase. ¿Tú tienes pareja? Imagino que irás con Prim o Hermione, ¿no?

—No lo sé —admitió—. Aún no le he pedido a nadie.

—No creo que tengas muchos problemas con ello —le tranquilizó Brigid—. Eres el campeón de Hogwarts y, fuera de eso, el héroe del Mundo Mágico. He escuchado a bastantes chicas que quieren ir contigo. No te costará.

—Ya veremos —se limitó a decir Harry—. Buenas noches, Bree. O puede que deba decir buenos días.

Ella rio.

—Buenas noches, Harry —se despidió—. Descansa.

Selena no tardó ni tres segundos en aparecer.

—Dime que te has dado cuenta —fue lo primero que dijo.

—¿Darme cuenta de qué? —preguntó Brigid.

—Oh, por Merlín, los jóvenes de hoy en día —suspiró Selena—. ¡Iba a pedirte que le acompañaras al Baile!

—¿Qué? No.

—Lo iba a hacer, hasta que dijiste que no sabías si ir y cambió de idea. Es obvio.

—¿También te gustaban las novelas románticas? —preguntó Brigid, sonriendo—. Harry puede invitar a cualquier chica que le guste de Hogwarts. Él y yo somos amigos. ¿Por qué me invitaría a mí?

—Puede que seáis amigos, pero vuestra relación es increíblemente... pura —dijo Selena, después de pensar en la palabra correcta durante unos segundos—. Apuesto a que a él le encantaría ir contigo y tú lo pasarías genial con él.

Brigid se quedó en silencio, pensativa. Harry era su amigo, sí, y disfrutaba increíblemente en su compañía. Gracias a él, había hecho amigos y había abandonado la soledad, antes su única amiga. Había conseguido superar algo de su timidez y de su miedo a hablar con otros. Había comenzado a mirar a las personas a los ojos al hablar.

Todo ello había pasado en el último año y gracias a que Harry Potter le había hablado después de los sucedido en el Expreso de Hogwarts. Él le había ayudado y ella a él. Había llegado a apreciar de veras a Harry.

A Brigid le aterraba hacer algo mal y perder aquella amistad que tantas cosas buenas le habían traído y tanto apreciaba. Harry era divertido, amable y se preocupaba por ella, intentaba que se sintiera cómoda.

Si ella pudiera elegir con quién ir al Baile de Navidad, sin duda sería con Harry Potter.

—Eh, qué pronto te despiertas —escuchó decir a Susan Bones.

La pelirroja bajaba de los dormitorios de chicas en aquel momento. Sonreía un poco, aunque se le veía cansada.

Brigid bajó la mirada cuando vio a Selena ir hacia su hija y acariciarle el pelo, aunque no pudiera tocarla realmente. Selena nunca hablaba de Susan. Nunca. Pero Brigid imaginaba cuán doloroso debía ser ver a su hija y no poder hablar con ella jamás.

En especial, porque sabía que Selena había muerto cuando Susan apenas tenía un año.

—Sí, no suelo ser tan madrugadora —dijo Brigid, sin saber cómo decirle que no había dormido en toda la noche—. ¿Y tú?

—A veces tengo pesadillas —se limitó a decir la pelirroja, encogiéndose de hombros—. Nada importante. ¿Quieres ir a desayunar? Apuesto a que el Gran Comedor está vacío ahora mismo.

Selena había desaparecido. Brigid no tuvo más remedio que aceptar la propuesta de Susan. Ambas fueron juntas y, en efecto, estaba casi completamente vacío. Únicamente un chico de Slytherin de quinto curso estaba allí.

Susan sonrió al verle.

—Eh, Michael —saludó, yendo hacia él—. ¿Qué tal?

—Hola, Sue —dijo él, sonriendo un poco. Sus ojos se mantuvieron serios, pero parecía alegrarse de ver a la pelirroja—. Bien, ¿tú?

—De maravilla —sonrió ella—. ¿Conoces a Brigid?

—La hermana de Diggory, ¿no? —preguntó Michael, tendiéndole la mano—. Soy Michael Nott.

Brigid se la estrechó, sonriendo un poco.

—Hermano de Theodore Nott, supongo —dijo Brigid.

Michael asintió.

—¿Qué haces despierta tan pronto, Susan? —quiso saber.

—Soy muy madrugadora —rio ella.

Minutos después, cuando ambas se sentaron en la mesa de Hufflepuff, Susan le comunicó en un susurro que Michael sería su pareja en el Baile de Navidad.

—Somos algo así como amigos desde el curso pasado, así que me lo pidió y acepté. Es bastante amable, aunque muy serio. Y sospecho que no le intereso en lo más mínimo, pero la cosa es no ir sola al Baile, ¿no? Los dos podemos pasarlo bien una noche como amigos. ¿Tú sigues sin querer ir?

—No lo sé —admitió Brigid.

No le importaría ir con Harry, si él se lo pidiera. Porque Brigid sabía que ella nunca sería capaz de decirle nada.

No sabía si Selena tenía razón. Igual sí. Brigid le diría que sí a Harry si le pidiera ir al Baile, eso lo sabía.

Lo que no tan tenía claro era que él quisiera con ella.


























Aquella tarde, Nova Black apareció en su dormitorio, mientras Brigid intentaba dormir la siesta, incluso aunque sabía que no podría. Brigid era incapaz de dormir si no era de noche, por mucho sueño que tuviera.

—Hey, Bree —saludó Nova al verla—. Perdón por molestar. ¿Está Susan?

—No te preocupes, no estaba haciendo nada —suspiró Brigid, incorporándose—. Y no, no está.

—¿Sabes dónde puede haberse metido?

—Ni idea, pero puedo ayudarte a buscarla —se ofreció Brigid—. No tengo nada que hacer. Puede que esté en la biblioteca.

—¡Fantástico! Vamos, entonces —dijo Nova, sonriendo—. ¿Cómo te van las cosas para el Baile?

—No tengo aún planes —admitió Brigid, mientras salían del dormitorio—. ¿Tú tienes pareja?

—Qué va. Pero pienso ir. Tendré que convencer o amenazar a alguien, eso seguro, pero...

—¿Con quién creéis que irá Cedric Diggory al Baile de Navidad? —escucharon decir a alguien.

—Ojalá me lo pidiera a mí —suspiró alguien a su lado—. Podría pedírselo yo, de hecho.

—Pero ¿no tenía novia? —preguntó una tercera voz.

—¿Black? —dijo una voz, desdeñosa—. Apuesto a que solo le usa para que todos olviden lo de su padre. ¿No recordáis lo que pasó con Carrow? Todos aquí saben cómo es ella. Apuesto a que Diggory se dará cuenta pronto.

—Diggory se dará cuenta antes de que sois unas víboras. —Nova se había plantado en medio de aquel grupo en apenas segundos—. Dejad de joder a mi hermana y marchaos a hacer algo productivo con vuestras vidas. Ella y Diggory irán juntos al Baile, si vais a llorar, no lo hagáis aquí.

Los otros tres se quedaron algo cortados ante las palabras de la Slytherin. Nova los observó uno a uno, con el ceño fruncido, antes de tomar a Brigid del brazo y alejarse muy enfadada.

La castaña se había quedado bastante impresionada.

—Has estado increíble —dijo, en voz baja.

Nova sonrió, aunque seguía enfadada.

—Alguien tiene que callar a esos imbéciles que se dedican a desperdiciar sus vidas hablando de mi hermana. ¿Qué mierda ha hecho Vega para que lleven tres años viviendo a base de cotilleos sobre ella? Si ella no hace nada por callarles, lo haré yo. Y Harry, Jess y Susan. Y tu hermano. Somos el escuadrón de protección de Vega.

Brigid sonrió levemente.

—Eso es muy bonito —comentó.

—Yo soy la primera que la molesta todo el rato —admitió Nova—. Pero mataré a cualquiera que no sea yo y lo haga.

Brigid asintió. Ambas habían llegado al vestíbulo que, como de costumbre, estaba atestado de gente. Se abrieron paso como pudieron, tratando de llegar a la biblioteca.

Divisaron a Fleur Delacour y Cedric hablando juntos. La francesa sonreía, encantadora, mientras sacudía su larga melena rubia platino, y Brigid casi sintió el impulso de ir hasta ella y hablarle.

Por cómo tuvo que sujetar a Nova, imaginó que a ella le había pasado algo similar. Brigid trató de no mirar a Fleur y se centró en Cedric.

Estaban prácticamente a su lado y podían escuchar la conversación de ambos.

—Ya sabes, podgíamos ig al Baile juntos, como pagueja —decía Fleur—. ¿No seguía divegtido?

—Lo siento, Fleur —escuchó decir a Cedric, que aunque la miraba cautivado, sonó firme—. Ya tengo pareja. Voy con mi novia.

—Oh, ¿tienes novia? —se sorprendió la francesa—. No lo sabía, pegdón. Pensaba...

—Fleur, ¿te gustaría ir al Baile conmigo?

Brigid giró la cabeza bruscamente. Aquella voz...

Ron Weasley se había colocado frente a Fleur Delacour y le había invitado al Baile. Oh, por Merlín.

—Mierda —escuchó decir a Nova—. El idiota se me ha adelantado.

Brigid le dio un codazo y trató de avanzar hasta el pelirrojo. Le sujetó del brazo y soltó una risa falsa, tragándose toda su vergüenza de un modo que nunca creyó capaz.

Fleur miraba a Ron como si fuera una piedra molesta que acababa de sacar de su zapato.

—¡Qué valiente, Ron! No estaba segura de que cumplieras el reto. Muy bien, ahora te doy tus galeones. Vamos. ¡Nos vemos, Ced!

Ron prácticamente salió corriendo, arrastrando a Brigid con él. Casi chocaron con Prim, que tenía cara de acabar de salir de un trance. Nova les alcanzó a los pocos segundos, en compañía de Ginny.

—Soy estúpido —mascullaba Ron—. Soy increíblemente estúpido.

—Si no hubieras ido tú, hubiera ido yo —respondió Prim, a quien se veía aturdida.

—O yo —masculló Nova.

Ni Ginny ni Brigid hablaron, pero ambas debían tener expresiones similares, que decían claramente que ambas también habían estado cerca de cometer una estupidez.

—Vamos a la sala común, por favor —gimió Ron.

Y así fue como una Hufflepuff y una Slytherin terminaron en la sala común de Gryffindor, tratando de consolar a un desconsolado Ron Weasley en un rincón.

Brigid vio a Harry entrar por el hueco del relato al cabo de unos minutos y recordó lo que Selena le había dejado caer antes.

Que Harry podría haber estado a punto de pedirle ir con él al Baile de Navidad.

Y aunque no supiera con seguridad si aquello era verdad, se dio cuenta de que le era difícil mirarle a la cara.

Aún me pones nerviosa cuando entras en la habitación.

fue hacia ellos, con expresión de confusión.

—¿Qué pasa, Ron? —dijo Harry al llegar junto a ellos.

Ron lo miró con expresión de horror.

—¿Por qué lo hice? —exclamó con desesperación—. ¡No puedo entender por qué lo hice!

—¿El qué? —le preguntó Harry.

—Eh... simplemente le pidió a Fleur Delacour que fuera al baile con él —explicó Ginny, que parecía estar a punto de sonreír, pero se contuvo y le dio a Ron una palmada de apoyo moral en el brazo.

—Cosas locas que uno hace por amor —masculló Prim.

—¿Que tú qué? —dijo Harry.

—¡No puedo entender por qué lo hice! —repitió Ron—. ¿A qué he jugado? Había gente (estaba todo lleno) y me volví loco... ¡Con todo el mundo mirando! Simplemente la adelanté en el vestíbulo. Estaba hablando con Diggory. Y entonces me vino el impulso... ¡y se lo pedí!

Ron gimió y se tapó la cara con las manos. Siguió hablando, aunque apenas se entendía lo que decía.

—Me miró como si yo fuera una especie de holotúrido. Ni siquiera me respondió. Brigid se acercó y dijo algo de que había sido un reto y que lo había cumplido. Gracias, por cierto. Aún no te lo he dicho.

—No es nada —murmuró Brigid.

Ron suspiró.

—Y luego... no sé... recuperé el sentido y eché a correr.

—Es en parte una veela —dijo Harry, sorprendiendo a todos—. Tenías razón: su abuela era veela. No es culpa tuya. Estoy seguro de que llegaste cuando estaba desplegando todos sus encantos para atraer a Diggory, y te hicieron efecto a ti. Pero ella pierde el tiempo. Diggory va con Vega.

—Se lo dejó claro a Fleur —asintió Brigid—. Les escuché hablando.

—Esto es una estupidez —afirmó Ron—. Somos los únicos que quedamos sin pareja. Bueno, además de Neville. ¿A que no adivinas a quién se lo pidió él? ¡A Hermione!

—¿Qué? —exclamó Harry, completamente anonadado por aquella impactante noticia.

—¡Lo que oyes! —dijo Ron, y recobró parte del color al empezar a reírse—. ¡Me lo contó después de Pociones! Dijo que ella siempre ha sido muy buena con él, que siempre lo ha ayudado con el trabajo y todo eso... Pero ella le contestó que ya tenía pareja. ¡Ja! ¡Como si eso fuera posible! Lo que pasa es que no quería ir con Neville... Porque, claro, ¿quién sería capaz de ir con él?

—¡No digas eso! —dijo Ginny enfadada—. No te rías...

Prim puso cara de querer golpearle.

—Déjate de estupideces, Ronald —dijo, tan enfadada que hizo que Ron retrocediera—. Que a ti te hayan dejado en ridículo no significa que tengas que burlarte de otros. Madura un poco, estúpido.

—T-tienes razón, perdona —murmuró Ron, avergonzado.

Justo en aquel momento entró Hermione por el hueco del retrato.

—¿Por qué no habéis ido a cenar? —les preguntó al acercarse a ellos—. Hola, Brigid, hola, Nova.

—Porque... porque les han dado calabazas a los dos —explicó Ginny.

—Muchas gracias, Ginny —murmuró Ron con amargura.

—A mí no me han dado calabazas —protestó Harry.

—¿Están pilladas todas las guapas, Ron? —le dijo Hermione con altivez—. ¿Qué, empieza a parecerte bonita Eloise Midgen? Bueno, no os preocupéis. Estoy segura de que en algún lugar encontraréis a alguien que quiera ir con vosotros.

Pero Ron estaba observando a Hermione como si de repente la viera bajo una luz nueva.

—Hermione, Neville tiene razón: tú eres una chica...

—¡Qué observador! —dijo ella ácidamente.

—¡Bueno, entonces puedes ir con uno de nosotros! Brigid puede ir con Harry y tú...

—No, lo siento —espetó Hermione.

—¡Oh, vamos! —insistió Ron—. Necesitamos una pareja: vamos a hacer el ridículo si no llevamos a nadie. Todo el mundo tiene ya pareja...

—No puedo ir con vosotros —repuso Hermione, ruborizándose—, porque ya tengo pareja.

—¡Vamos, no te quedes con nosotros! —dijo Ron—. ¡Le dijiste eso a Neville para librarte de él!

Nova le dio un golpe en el brazo. Prim volvió a mirarle, furioso.

—Cállate la puta boca, Ronald, te lo he dicho ya —espetó.

—¿Ah, sí? —replicó Hermione, y en sus ojos brilló una mirada peligrosa—. ¡Que tú hayas tardado tres años en notarlo, Ron, no quiere decir que nadie se haya dado cuenta de que soy una chica!

Ron la miró. Luego volvió a sonreír.

—Vale, vale, ya sabemos que eres una chica. ¿Y ahora quieres venir?

—¡Ya os lo he dicho! —exclamó Hermione muy enfadada—. ¡Tengo pareja!

Y volvió a salir como un huracán hacia el dormitorio de las chicas.

—Es mentira —afirmó Ron, viéndola irse.

—No, no lo es —dijo Ginny en voz baja.

—Hoy estás más tonto que de costumbre, Ron —dijo Prim, que comenzaba a hartarse.

—Entonces, ¿con quién va? —preguntó Ron bruscamente.

—Yo no os lo voy a decir. Ni Prim tampoco. Eso es cosa de ella —contestó Ginny.

—Bueno —dijo Ron, que parecía extraordinariamente desconcertado—, esto es ridículo. Prim, tú puedes ir con Harry, y yo...

—No —interrumpió la rubia—. También tengo pareja. Voy con Neville y te juro que, si vuelves a decir algo sobre él, te haré tragarte mis zapatos de tacón para el Baile. Vamos, Ginny, tenemos que ir a cenar.

Y, muy enfadada, tomó a la pelirroja del brazo y ambas salieron de la sala común. Ron miró a Harry.

—¿Qué mosca les ha picado? —preguntó.

—¿Qué mosca te ha picado a ti? —dijo Nova, molesta—. ¿Por qué tienes que reírte de otros para sentirte mejor? Es patético, Ron. Tú no eres mala persona.

Él se puso colorado hasta las orejas.

—Lo siento, yo... —murmuró, avergonzado—. Solo estoy frustrado, ¿vale? Pero no pienso eso. De verdad. Es solo... Por Merlín, soy un idiota.

—El primer paso es la aceptación —asintió Nova—. Mirad, os propongo un trato que os gustará a todos, espero. Nosotras dos. —Tomó a Brigid del brazo, sonriendo—. Y vosotros dos. Yo no puedo ir con Harry, claro, sería incesto y no apruebo las costumbres de mi familia paterna de matrimonios entre primos. De modo que serían Brigid y Harry como una pareja y Ron y yo como otra, siempre que no se porte como un idiota. ¿Qué pensáis?

Brigid miró a Harry. Harry miró a Brigid.

El azabache sonreía y sus ojos azules chispeaban. Brigid tragó saliva.

Las mariposas cobran vida cuando estoy cerca de ti.

—¿Qué dices, Bree? ¿Irás al Baile conmigo?

Ella sonrió.

—Está bien.

Una y otra vez, la única verdad, todo se reduce a ti.

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